Se como Yusta

El Midrash relata el siguiente episodio: En los días del imperio romano, en la ciudad de Tzipori, cerca de Tiberia, vivía un hombre simple llamado Yusta. Era el sastre local, y pasaba sus días cosiendo y remendando, en su local de la calle principal. Durante una visita a Roma, este hombre tuvo la suerte de encontrarse con el emperador y caerle simpático. Como gesto, el emperador le ofreció concederle un deseo. El sastre pidió ser nombrado gobernador de su ciudad natal. Cuando Yusta, ahora flamante gobernador designado de la ciudad, volvió a Tzipori, los pobladores empezaron a discutir: ¿El nuevo gobernador era el antiguo sastre? Algunos decían que era Yusta, y otros, que semejante cosa era imposible. Un hombre sabio sugirió una prueba simple: Cuando desfile a través del mercado de la ciudad, el nuevo gobernador pasaría por el local donde Yusta entallaba la ropa. “Si el gobernador vuelve su cabeza para mirar hacia esa dirección, sabremos que es Yusta,”dijo. “Si pasa sin mirar, sabremos que no es el antiguo sastre.” Cuando el gobernador pasó por la calle principal, observaron y comprobaron que miró hacia su lugar de trabajo, y todos supieron que era, de hecho, Yusta el sastre. 

Todos nos preguntamos: ¿Si Yusta vivió muchos años allí, por qué los vecinos fueron repentinamente incapaces de reconocerlo? ¿Por qué no le preguntaron? El Midrash, que es parte de la Torá, no es meramente un libro de cuentos; la historia contiene una lección para nosotros.

 

LA CORRUPCIÓN

El debate entre los pobladores acerca de la identidad del nuevo gobernador, se refería a otra cosa El argumento involucra una pregunta más profunda. ¿El humilde Yusta conservaba su integridad, o se había convertido en un político pomposo y egoísta? Esto explica la prueba sugerida por el hombre sabio. Esta es la verdadera prueba de un líder: ¿Puede aún recordar qué era importante para él antes de acceder a la autoridad? ¿Puede verse como un ser humano simple y vulnerable? Yusta pasó la prueba. Recordó sus orígenes humildes.

 

LA INTROSPECCIÓN

De esto se tratan las Altas Festividades. Se acerca Rosh Hashaná y debemos preguntarnos: ¿Somos el reflejo del éxito y la presión que nos han robado nuestra humanidad? ¿Nos hemos convertido en hombres y mujeres que se rinden culto a sí mismos, o todavía miramos hacia el real Creador del hombre- a Hashem? Debemos formularla como individuos y también como personas cuya historia computa más de 3,700 años. Muchos accedieron a posiciones de poder y prestigio que sus abuelos jamás soñaron lograr. Al igual que Yusta, hemos reemplazado las humildes tiendas por carreras lucrativas y prestigiosas en los negocios, política, academia, y artes. ¿Podemos aún darnos vuelta para ver el local donde nuestros abuelos trabajaron, manteniendo el poder moral y espiritual que por miles de años ha sostenido y guiado a los judíos? O, por tener éxito e integrarnos, hemos olvidado lo que quiere decir ser judío: Obsesionarnos con lo bueno y horrorizarnos por la maldad. Mantener firmes nuestras tradiciones y cumplir con nuestra misión- iluminar al mundo a través de los Preceptos de nuestra sagrada Torá.

Y.Y. Jacobson

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