¿Quién escribió los Tehilim-Salmos?

Una rápida lectura del Libro de Salmos revelará numerosos capítulos atribuidos a varias grandes personalidades. El Talmud enumera diez autores además del rey David. “David compuso el Libro de los Salmos a través de diez ancianos: Adám, Malkitzedek, Abraham, Moshé, Heiman, Iedutún, Asaf y los tres hijos de Koraj”.

Además, según el Midrash, Iaacov recitó salmos durante sus 20 años en la casa de Labán.

Muchos Salmos fueron compuestos y recitados muchas generaciones antes del rey David, pero, los Salmos se conocen popularmente como el libro del Rey David.

El Talmud establece que Rabi Meir dijo: “Todas las alabanzas declaradas en el libro de los Salmos fueron recitadas por David, como se dice: ‘Las oraciones de David, hijo de Ishai, han terminado (kalu)’. No leer kalu; sino, kol elu, ‘todos estos’ ”, lo que indica que todo el libro de los Salmos consta de las Plegarias del rey David.

Para parafrasear las palabras en Idish de Rabi Shmuel de Lubavitch, “Otro dijo las palabras de los Salmos, pero él las expresó”

Debemos apreciar adecuadamente la estatura única de los Salmos. Es el único Libro del Tanaj que se compara con la Torá misma.
Más que una colección de hermosas canciones compuestas por varios autores, se considera la “Biblia de la Tefilá‐ Plegaria”. Así como toda la Torá se encuentra en los cinco Libros de Moshé, la Tefilá se encuentra en los cinco Libros de los Salmos.

Los Salmos le dan a cada judío, ya sea un gran sabio o un simplón, la capacidad de expresar y articular mejor la súplica y la acción de gracias a su Creador.

¿Por qué, de todos los grandes líderes de la historia, Di‐s ordenó al rey David, el “Dulce Cantor de Israel”, que redactara los cánticos de alabanza desde el principio de los tiempos y legara a la nación judía el don de la plegaria?

Porque durante toda su vida, el rey David estuvo inmerso en la recitación constante de Salmos. En tiempos de problemas y éxitos, como fugitivo perseguido y como rey victorioso, en la cima de la realeza y grandeza, sus labios nunca dejaron de cantar alabanzas a Di‐s.

Aunque muchos Salmos fueron originalmente com‐ puestos por otros, fue el recitado del rey David lo que los estableció como canciones de alabanza inmortales.

Una carta sin abrir

Hace más de 30 años, a un hombre de negocios le ofrecieron un trato comercial que podía hacerle ganar un alto beneficio, pero para ello tenía que invertir mucho dinero. El hombre se sentía inseguro y no sabía si proseguir con el emprendimiento.

Para su tranquilidad, decidió consultar con algunos amigos.

Entre ellos había un jasid de Lubavitch que le recomendó escribir al Rebe y pedir su consejo. El hombre escribió al Rebe, describió su dilema y le preguntó qué hacer.

Esperó varias semanas por una respuesta pero no recibió ninguna contestación.

Finalmente, después de mucha vacilación, decidió proseguir con el negocio. Todo fue como había planeado en un principio y el hombre prosperó tremendamente.

Un día, este comerciante entró a su casa y encontró una carta del Rebe en su buzón.

Pensó: “¡Cuando yo necesité su consejo, el Rebe no estuvo allí para ayudarme y ahora que soy mucho más rico, quiere estar en contacto conmigo!”

El hombre no abrió siquiera la carta, la arrojó en un cajón y se olvidó de ella…

Ese año, la esposa de nuestro protagonista dio a luz a una hija. Pasaron veinte años. Cuando la hija ya era mayor como para casarse, se conoció con un hombre de una familia Sefardí. Después de un tiempo decidieron contraer matrimonio.

El padre de la joven era de una ilustre familia Ashkenazí y prohibió autoritariamente la boda. La hija no deseaba romper con el joven porque no veía razón alguna para abandonar su felicidad debido al entorno familiar.

El padre informó a su hija que si se casaba contra su deseo, él cortaría sus lazos con ella. La hija insistió en pensar que, aunque amaba a su padre y no quería ser la causa de ninguna infelicidad, era su vida y se negaba a ser manipulada, incluso por su padre.

El exitoso comerciante estaba completamente consumido por este problema familiar.

¡Un día, ordenando un cajón de su escritorio, se sorprendió al encontrarse con la carta sellada del Lubavitcher Rebe que había sido escrita hacía 21 años! Recordó perfectamente de que se trataba y decidió que finalmente la abriría para ver lo que el Rebe le había escrito.

Primero el Rebe expresaba una bendición para que obtuviera éxito en el nuevo negocio y le indicaba que debería usar el dinero apropiadamente, para obtener idishe najas (satisfacción judía) de sus niños.

Al final de la carta, el Rebe escribió como posdata: “Se sabe que nosotros no somos tan meticulosos acerca del linaje cuando el temor al Cielo es como debe ser. Y ha habido muchas bodas entre Ashkenazim y Sefardim y gracias a Dis han tenido éxito y construyeron un edificio eterno en las bases de la Torá y las Mitzvot”.

Decir que el hombre quedó enmudecido sería insuficiente. “¡Hace veintiún años el Rebe vio lo que pasaría ahora y entonces me escribió, advirtiéndome que no hiciera infeliz a mi familia y a mí mismo!” pensó.

Supo que estaba haciendo lo correcto si daba su consentimiento a este matrimonio. Innecesario es decir, que el feliz padre se apresuró a serenar a su hija y su futuro yerno. La boda se llevó a cabo con mucha alegría para deleite de todos.

¿Qué es la Ketuvá?

La Ketuvá es el contrato matrimonial que establece las obligaciones del hombre sobre su mujer. El punto central de este documento es la compensación financiera que le corresponde a la mujer en el caso en el que el matrimonio se disuelva a través del divorcio o del fallecimiento. El documento es firmado por testigos Kasher, pero no necesariamente por los mismos que han observado el compromiso bajo la Jupa.

De acuerdo a la mayoría de las autoridades Halájicas, la Ketuvá es de decreto rabínico. Los Sabios estaban preocupados por la posibilidad de que un hombre pudiera divorciarse de su mujer. Por ello, instituyeron que ningún hombre podía casarse con una mujer, a menos que se obligase a sí mismo a pagar una suma importante en el desafortunado evento en el que él la divorcie.

Cuando un hombre judío se casa con una mujer judía, automáticamente se está obligando a su mujer en diez áreas 

Hoy en día, el formato de la ketuvá es un formulario impreso, en donde hay que completar la fecha y los nombres de los novios y sus testigos. Antes de la boda, el rabino que oficia la ceremonia, debe llenar estos espacios y supervisar las firmas de los testigos en el documento. También hay disponibles Ketuvot que son verdaderas obras de arte.

Está prohibido que una pareja viva junta, incluso temporalmente, sin una Ketuvá. En el caso en el que el documento se pierda o sea destruido, o si se ha encontrado un serio error en su texto, la pareja debe inmediatamente obtener otra Ketuvá de un rabino. Esta regla se aplica durante el período de matrimonio. Por ello, es prudente guardar la Ketuvá en un lugar seguro.

Por Naftali Silberberg

¿A qué edad las niñas deberían comenzar a encender las velas de Shabat?

Rabi Menajem Mendel Schneersohn, el Rebe de Lubavitch, pidió firmemente que las niñas comenzaran a encender las velas de Shabat tan pronto como puedan recitar la bendición de la misma, lo cual generalmente ocurre a los tres años. A esa edad nuestra Matriarca Rivka comenzó a encender las velas.

El Rebe señaló que en Europa, antes de la guerra, era la costumbre de muchas comunidades que las jóvenes encendieran velas de Shabat. Debido a la guerra, la escasez de velas, los apagones, etc., esta costumbre se suspendió. Por lo tanto, el hecho de que las chicas jóvenes encienden las velas, es en realidad un regreso a una hermosa costumbre milenaria.

Cuanto antes se le enseñe a la niña la belleza de la luz de la Torá y de las Mitzvot, mejor. Algunos opinan que comenzar a esta edad no es necesario, o que la mujer debería comenzar a encender cuando se casa y comienza su propio hogar, sin embargo, una luz adicional nunca lastima a nadie. La necesidad de luces adicionales se siente especialmente hoy en día, ya que nos encontramos en una época en la que lamentablemente todo tipo de influencias seculares «oscuras» se impregnan a la sociedad, muchas de las cuales se infiltran en el hogar también.

Claro está que una niña de tres años no puede encender la vela por su propia cuenta. Cuando una madre con su hija encienden las velas, primero se debe asistir a la niña y luego encender las suyas. 

La parashá en síntesis – Jaie Sara

Jaiei Sará: la vida de Sará 

Sara, la primera de las cuatro matriarcas (Rivka, Rajel y Lea), vivió ciento veintisiete años (1958-2085 desde la Creación). Fue hija de Harán, hermana de Lot, sobrina y esposa de Abraham y madre del segundo de los patriarcas, Itzjak.

A la edad de ochenta y nueve años, Di-s cambió su nombre de Sarai a Sara, para indicar su carácter de “princesa”, madre del Pueblo Judío.

Sara fue una de las siete profetisas del Pueblo Judío, pero fue la única a quien Di-s habló directamente. Las otras seis fueron Miriam, Devora, Janá, Avigail, Juldá y Ester. 

Itzjak nació el 15 de Nisán, el mismo día en que posteriormente se celebraría el éxodo de Egipto.

Itzjak era muy parecido a su padre Abraham y, aún cuando éste estaba viejo, se veía joven, pues hasta el tiempo de Abraham la gente no tenía signos externos de vejez: se veían jóvenes hasta la muerte. 

El valor numérico de las letras del nombre de Itzjak en hebreo es: yud (110), porque la nación que descendería de él recibiría los Diez Mandamientos; tzadik (90), porque Sara lo tuvo milagrosamente a los noventa años; jet (8) porque fue circuncidado a los ocho días de nacido, y kuf (100), porque Abraham tuvo a su hijo a los cien años. 

Para el momento del sacrificio de Itzjak (Akeidá), Abraham tenía ciento treinta y siete años. Abraham e Itzjak demoraron tres días en llegar al Monte Moriá, lugar donde debía celebrarse la akeida en el día de Iom Kipur. 

Abraham visualizó que el sitio donde iba a ser sacrificado Itzjak sería el corazón de la Ciudad Santa, donde se construiría el Templo; por tanto, llamó al lugar Hashem Iré, que significa “Di-s mirará hacia abajo desde este lugar” y dará bondad al mundo. Shem, hijo de Noé, le dio al lugar otro nombre: Shalem. Di-s decidió unir ambos nombres dando origen al toponímico Ierushalaim, la ciudad cuya bondad y santidad ayudaría a las personas a perfeccionarse. 

Cuando el rey Salomón compuso la canción Eshet Jail – que se entona todas las noches de viernes en honor a la mujer para recibir el Shabat – describió las características de la mujer virtuosa aludiendo a Sara. Todos los versos de la canción de alef a tav (de la primera a la última letra) se aplican a ella, ya que cumplió la Torá de principio a fin.

Mientras Sara vivía, las velas de Shabat permanecían encendidas de viernes a viernes; el pan era bendecido y la Shejiná (santidad) se mantenía sobre su tienda en forma de una Nube de Gloria. Esto ocurría porque Sara era meticulosa en el cumplimiento de las mitzvot específicamente encomendadas a las mujeres: encender las velas de Shabat, separar jalá y cumplir con las leyes de pureza familiar (mikvé).

A la muerte de Sara, todas estas señales desaparecieron hasta la llegada de Rebeca (Rivka), ya que ésta observaba las mitzvot con la misma precisión que lo hacía Sara. 

Cada niña de nuestro pueblo es llamada hija de Sara, Rivka, Rajel y Lea, y por tanto, tiene como herencia el maravilloso poder de iluminar su casa toda la semana al encender sus velas de Shabat, tal como lo hizo Rebeca – la esposa de Itzjak, desde los tres años de edad.

Sara fue enterrada en la Cueva de Majpelá, que Abraham le compró a Efrón, rey de los Hititas. 

En esta Parashá, se describe por primera vez un shiduj (arreglo matrimonial), cuando Elazar – por orden de Abraham – le busca esposa a Itzjak y escoge a Rivka, hermana de Laván y pariente de Abraham. 

También es la primera vez que en la Biblia se describe con detalle una boda, la de itzjak y Rivka. 

Abraham se casa de nuevo después de la muerte de Sará. Al morir, es enterrado por sus hijos Itzjak e Ishmael. 

Sara y Abraham representaron una unidad biológico espiritual que dio origen al Pueblo Judío a través de su hijo Itzjak, de quien somos continuadores los judíos de hoy.

La búsqueda del alma gemela

El matrimonio es un problema en la sociedad actual. En el judaísmo, el matrimonio es fundamental. Vemos esto en la historia de cómo se buscó una esposa para el patriarca Itzjak, en el libro de Génesis.

El énfasis que se le da a este relato de lo que es el primer matrimonio judío nos ayuda a comprender la importancia que se le da al matrimonio en el pensamiento judío. Cuando Abraham llamó a su siervo Eliezer y le dijo que fuera a buscar una esposa para su hijo, su primer requisito fue: debía provenir de la familia adecuada. “Familia” en este sentido podría traducirse como: debe ser judía.

Abraham era descendiente de Shem, el excepcional hijo de Noaj. Shem había mostrado una sensibilidad y modestia sobresalientes en un incidente que involucró a su padre en estado de ebriedad y desnudez, y en consecuencia recibió una bendición especial.

En contraste, Canaán, el nieto de Noaj, había mostrado rudeza y crudeza.

Abraham vivía entre los descendientes de Canaán, pero quería asegurarse de que la esposa de su hijo fuera de su propia familia, la de Shem. Por esta razón envió a Eliezer al Este, para localizar a su propia familia. “No tomes una esposa para mi hijo de las muchachas cananeas… ve a mi lugar de nacimiento..“.

En varios momentos de nuestra historia, y hoy más que nunca, la pregunta “¿es ella (o él) judía/o?” es el primer punto en cuestión. El matrimonio es una expresión de una profunda identidad personal, y también lo es el hecho de ser judío.

Luego, Eliezer se dejó a su propia iniciativa al elegir una pareja para Itzjak. ¿Qué hizo primero? Rezar. No se puede tener éxito sin la ayuda Divina. Cuando se trata del matrimonio, ya sea el propio o el de los hijos, ¡esto es necesario!

Eliezer no buscó riqueza, sino las cualidades de generosidad y bondad. La doncella que se ofreciera espontáneamente a dar agua a diez camellos sedientos que acababan de caminar por el desierto, sería la elegida. Una imagen de la esposa y madre judía ideal: amable, hospitalaria, enérgica. A lo largo de los siglos, esta dimensión de la gracia femenina ha sido fundamental para la vida judía.

Eliezer le dio regalos a Rivka: un anillo de oro de medio siclo y dos brazaletes de diez siclos de oro cada uno. Los Sabios nos dicen que estos corresponden respectivamente a las donaciones de medio shekel dadas más tarde por el pueblo judío, y las dos Tablas de la Ley, con los Diez Mandamientos. Estos sugieren los temas de dar caridad y la observancia de la ley judía.

En las Tablas de la Ley están grabadas las palabras, son parte de la esencia misma de la piedra. De la misma manera, el regalo de Eliezer sugiere que la enseñanza judía debe ser parte de la estructura misma del hogar y del matrimonio. Esta es la mejor receta para una relación sana y permanente.

El matrimonio es un vínculo espiritual. Los Sabios sugieren que desde antes del naci‐ miento, el marido y la mujer son dos mitades de la misma alma. A través del matrimonio, cada uno se une con su “otra mitad” literal y descubre su propia identidad. Los cabalistas nos dicen que padre, madre, hijo e hija comprenden las cuatro letras del Nombre Divino. La familia sana es la expresión de la Divinidad en este mundo, que habita en el Santuario del hogar judío.

La rosa entre los cardos

El trabajo de la conformación de una pareja, aparece por primera vez en la Torá, en nuestra Parshá con el casamiento de Itzjak con Rivka. Eliezer, esclavo de Abraham, fue enviado a Aram Naharaim y encuentra a Rivka. Cuando informa a Betuel y Lavan sobre su misión dice1: “ y vine hoy”, sobre lo que Rashi comenta: “ Hoy salí y hoy llegué” de aquí (aprendemos) que se le acortó el camino”.

Hashem no realiza milagros en vano. ¿Qué necesidad había que se le acorte el camino?

Sobre Rivka dice el versículo: “Cual una rosa entre los cardos”. Era la “rosa”, pura y piadosa, que estaba rodeada de los “cardos” – dos hombres perversos‐ Betuel y Laván.

No es sencillo extraer la rosa de entre los cardos. En su mérito se cuida y trabaja el terreno, de manera que también los cardos se ven beneficiados de agua abundante. Por eso es necesario un esfuerzo especial para extraerla de ahí.

Explica el Zohar la avidez de las fuerzas ‘del otro lado’ (Sitrá Ajará) por atrapar en sus redes a almas elevadas y puras. Saben, que en mérito a sostenerse en la santidad, la maldad tiene asegurada su subsistencia, y por lo tanto no sueltan fácilmente a estas almas. Así también, Betuel y Laván sabían que Rivka es la fuente de la bendición del hogar, y no querían permitirle abandonarlos.

Mientras que Rivka era pequeña y estaba bajo el dominio de su familia no era posible sacarla de ahí. Pero el día que cumplió tres años, cuando de acuerdo a la ley judía se convirtió en apta para casarse, se creó la posibilidad de rescatarla de la impureza, y ligarla al mundo de la santidad, donde ella corresponde.

Abraham sintió todo esto y el mismo día envió a Eliezer para salvarla y le pasó el milagro de que se acortara el camino, para que Rivka no permanezca un instante más bajo la égida de los perversos.

Eliezer llegó a la casa de Betuel y Laván con la intención de com‐ probarles que Hashem estaba con él. Sabía que intentarían retardar la salida de Rivka. Por eso, dijo: “ ¡y vine hoy!,

Como diciendo: es imposible retrasar esto siquiera un instante, y por eso es que tuvo lugar el milagro de “hoy salí, hoy llegué”.

Sobre las historias de los Patriarcas está dicho: “lo ocurrido con los Patriarcas es señal para los hijos”. De la misión de Eliezer aprendemos algo extraordinario: Cuando llega el momento para la redención del Mashiaj, no se detendrá siquiera un instante. Si es necesario –ocurre el milagro de “se acortó el camino”, para que la redención llegue en su tiempo indicado.

Por eso está prohibido desanimarse a causa de la oscuridad del exilio y su extensión. Tal como en la redención de Egipto, los israelitas salieron “en pleno día” y Hashem no los retuvo siquiera un parpadear de ojos, así también será cuando “como en los días de tu salida de la tierra de Egipto he de mostrarte maravillas”. Siendo que concluyó el trabajo de los judíos en el exilio vendrá la redención realmente de inmediato.

Solteros y casados

Respecto al versículo: “No es bueno que el hombre esté solo, le haré una ayuda frente a él” podemos observar un hecho curioso; por un lado el versículo utiliza la palabra ayuda (compañía) a la vez que utiliza el término frente a él (en su contra).

Explican nuestros Sabios que en el matrimonio existen ambas posibilidades: Si el comportamiento de ambos es con amor, respeto y una buena conducta, esto es una “ayuda” (vale decir que complementan uno al otro), pero si el comportamiento de uno no es correcto, esta relación se transforma en su oposición.

Un buen matrimonio es el mejor estado para el hombre, mientras que uno malo puede llevar al hombre a la máxima tristeza. El éxito o fracaso del matrimonio sólo depende de nosotros. La Torá nos da la guía de cómo lograr for‐ mar un matrimonio feliz hasta la vejez. –

Ahora: ¿Cual es una buena conducta?

Una de las conductas que la Torá indica como fundamental para lograr las bases de un matrimonio exitoso, es la observancia de la pureza familiar (baño ritual‐Mikve). Al respecto de este mandamiento está escrito en el Talmud: “Dijo Rabí Meir, un motivo por el cual la Torá prohíbe el contacto físico entre la mujer y su marido hasta después de contar siete días limpios después de su ciclo”, es por‐ que si pudieran estar ininterrumpidamente juntos, esto provocaría un cansancio del uno hacia el otro.

Como resultado buscarían novedades y, de hallarlas se quebraría el matrimonio, mientras que el no hallarlos causaría la desaparición de cualquier tipo de deseo, lo que podría desembocar en un fastidio mutuo. Al cabo de los días de separación prescritos por la Torá, la pareja vuelve a unirse con deseo renovado y un cariño similares al día de la boda.

¿Qué hago sino creo?

Ser judío significa luchar. El nombre Israel significa “uno que lucha con Di‐s”. La fe no es un interruptor de luz que enciendes y permanece encendido. Es un fuego que debes atender y alimentar, y reavivar. Es una lucha que nunca termina. 

Hay días en los que tu fe brilla y todo encaja en su lugar. En estos días, te sientes uno contigo mismo y con Di‐s, y la plegaria es algo natural. Luego hay días en los que te despiertas y todo está oscuro, tu fe parece haberse secado. Di‐s, alma, oración, bondad, todos parecen insectos molestos zumbando en tu oído, y solo quieres darte la vuelta y volver a dormir. 

Pero en esos días, tienes que encontrar la motivación para levantarte y seguir adelante. Quizás tu fe no te sacará de la cama, así que, ¿qué tal si pruebas otro enfoque? Dejando a un lado tu fe en Di‐s, ¿qué pasa con la fe de Di‐s en ti? 

Hay una Tefilá poderosa que decimos tan pronto como nos despertamos por la mañana: 

Te doy gracias, Rey Viviente y Eterno, porque me has devuelto mi alma con bondad. Cuán grande es tu fe. 

La fe a la que se hace referencia aquí no es nuestra fe en Di‐s, sino más bien “Tu fe”, la fe de Di‐s en nosotros. El mero hecho de que nos hayamos despertado es una prueba de que Di‐s cree en nosotros. Él sabe que no somos perfectos, está consciente de nuestras fallas y conoce los errores que hemos cometido. 

Y, sin embargo, en la mañana después de dormir, Él nos devuelve el alma y nos da otra oportunidad, porque confía en nosotros. Tiene fe en nuestra capacidad para cambiar y hacer que hoy sea un poco mejor que ayer. Podemos o no creer en Él, podemos o no creer en nosotros mismos, pero Di‐s cree en nosotros. 

Los humanos son inconstantes; Di‐s es constante. Su fe en nosotros es firme, incluso si nuestra fe en Él es inestable. Esa es la fe de un israelita, uno que lucha con Di‐s. Puede que estemos luchando, pero estamos luchando con Di‐s. Él siempre está ahí. 

Si te despertaste esta mañana, si tu alma te fue devuelta para ver otro día, entonces da gracias. Empieza el día con una oración, si no por tu fe en Di‐s, al menos por la fe de Di‐s en ti. Él confía en ti lo suficiente como para darte un alma preciosa. Úsala. 

El nacimiento de un Rebe

El 20 de Mar Jeshvan del año 5621 (1860), en Lubavitch‐ Rusia, nació Rabí Sholom Dovber, conocido como el Rebe Rashab ‐5to Rebe de la dinastía Jabad. 

Su nacimiento está íntimamente relacionado con un sueño que tuvo su madre, la Rabanit Rivka. 

En su sueño vio a su madre ya su abuelo, el Miteler Rebe. Ellos le indicaron que mandara a escribir un Sefer Torá y le anunciaron que tendría un hijo varón. Ella no prestó atención al sueño. Después de unos días su sueño se repitió, y al final del mismo su madre y abuelo la bendijeron. La Rabanit respondió: ¡Amén! 

Y se despertó.

Su esposo, Rabí Shmuel‐ el Rebe Maharash‐ que aún se hallaba en la habitación, al oír a su esposa contestar Amén en sus sueños, quiso saber de qué se trataba. 

Cuando escuchó el relato dijo: “Es un buen sueño. ¿Por qué no me lo relataste la primera vez? Sueños como éste, son acerca de temas que se encuentran en las altas Esferas”. El Sefer Torá se comenzó a escribir en secreto. También su conclusión se realizó en privado. Después de una semana, la Rabanit Rivka dio a luz a un varón, el Rebe Rashab.

Rabi Iosef Itzjak relató que en cierta ocasión su padre, el Rebe Rashab le dijo: “Cuando tenía 12 años, eduqué a mi cuerpo, para que cada miem‐ bro hiciera lo que le estaba indicado. Estudiaba de manera regular el Shuljan Aruj (Código de Leyes) Oraj Jaim. 

Y desde entonces entrené a mi cuerpo de acuerdo a las indicaciones del Shuljan Aruj”. 

Dijo el Rebe Rashab: “Un jasid necesita un amigo, alguien con quien poder charlar acerca de los temas internos, que oprimen su corazón. Cada jasid, se encuentre en la situación que sea, debe invertir grandes esfuerzos para acercar a cada iehudí a la fuente de la vida del Jasidut”. 

Antes del Bar Mitzvá de su hijo Rabi Iosef Itzjak, Rabi Shalom Dovber le indicó: a) No engañarse a sí mismo. 2) No engañar a los demás 3) No permitir que el prójimo lo engañe. Y todo esto debe pasar inadvertido.