Ramas y palos

En la Torá, se usan dos vocablos diferentes para referirse a las tribus de Israel: “shevatim” y “matot” “Shevet”, es un bastón y “Maté”, una vara o tallo, ambos denotan las ramas de un árbol. La diferencia es que un shevet es una rama flexible, unida a un árbol, mientras que un maté es un palo endurecido ya cortado del tronco.

Los dos nombres que se usan para denotar las tribus judías tie‐ nen un significado espiritual y se refieren al tipo de conexión que cada judío tiene con Di‐s. Cuando la conexión entre el alma judía y su fuente Divina está revelada, se usa la palabra shevet. Sin embargo, cuando el vínculo entre el judío y Di‐s se oculta, la palabra matot se usa para describir al pueblo judío.

La primera descripción se refiere al alma judía tal como existe antes de descender al mundo físico. El alma, unida a Di‐s, está co‐ nectada a su fuente, al igual que la rama todavía está conectada a su fuente de vida, el árbol.

Pero, después de que el alma desciende a un cuerpo físico, se asemeja más al palo que ha sido separado del tronco. La conexión vital a su fuente, a Di‐s, ya no se percibe con facilidad, tanto que el alma puede sentirse como si hubiera sido totalmente cortada, Di‐s no lo permita. Las aflicciones del cuerpo físico y las demandas del mundo material endurecen el alma tierna, haciéndola menos sensi‐ ble a la espiritualidad.

Sin embargo, a pesar de que el shevet todavía está conectado a su fuente, no es tan fuerte y rígido como el curtido maté, que ha sido atemperado por su experiencia. La rama, cuando está unida al árbol, es verde y flexible. Solo después de que se corta se convierte en una varilla resistente y confiable.

Este es el propósito por el cual el alma es enviada a este mundo y se separa de su fuente Divina, para descubrir sus fortalezas ocultas y permitirle alcanzar un nivel aún más alto de cercanía espiritual con Di‐s. Cuando el alma supera los desafíos de la inclinación al mal y las dificultades de una existencia física, su vínculo con Di‐s se vuelve más fuerte y más profundo.

La distinción entre shevet y maté también existe en otro nivel. Cuando el Templo Sagrado existía y la Divinidad iluminaba abierta‐ mente el mundo, el pueblo judío estaba en el nivel de Shevet. Des‐ pués de la destrucción y el advenimiento del oscuro y amargo exilio, nos encontramos en el nivel de maté. Durante casi 2.000 años, el pueblo judío ha tenido que desarrollar sus recursos ocultos y mantenerse firme ante el sufrimiento. Cuando el Mashíaj venga y se revele la Divinidad que se oculta en toda la creación, el pueblo judío, al haber descubierto el “maté” en sus almas, disfrutará de una relación más estrecha con Di‐s, el verdadero propósito de todo el exilio.

Adaptado de las obras del Rebe de Lubavitch

Sopa de calabaza y manzana

Cuando hace frío afuera no hay nada mejor que el calentamiento en el interior con una sopa espesa y sabrosa. Espero que les guste!!!

Ingredientes :

1 calabaza  pelada y cortada en cubos

3 manzanas verdes peladas y cortadas en cubos

1 puerro, sólo la parte blanca, cortado en dados

2 dientes de ajo, picados

1 cucharada de aceite de oliva

1  1 / 2 l  de caldo de pollo o (se puede usar el que viene en polvo o en cubito)

canela

chile en polvo

cilantro

sal

Procedimiento:

Caliente 1 cucharada de aceite de oliva en una olla grande y saltee los puerros hasta que estén ligeramente dorados. Añadir el ajo picado. Continuar rehogando otros 2 minutos. A continuación, agregue los cubitos de calabaza y los cubitos de manzana. Dejar cocinar unos 5 minutos a fuego fuerte. Añadir la sal, el cilantro y canela, y cocine por unos minutos. A continuación, añadir el caldo y deje hervir a fuego lento hasta que los cubos de calabaza y los cubos de manzana estén tiernos (aproximadamente unos 40 minutos) Una vez que se ha cocinado, puede utilizar una licuadora o procesador de alimentos y procesar hasta que esté suave. Volver a la olla, calentar de nuevo, y condimente con sal.

El hijo del Rebe y el jasid

Muchas veces nos hemos preguntado: ¿Qué es un jasid? ¿Cómo se forma un jasid? 

Una historia apropiada para la ocasión…

Cierta vez, cuando Rabi Dovber, el hijo de Rabi Schneur Zalman de Liadi- fundador del movimiento Jasídico Jabad- era un joven muchacho, visitó la ciudad de Ianovitch con su suegro. Allí encontró a uno de los jasidim (discípulos) de su padre. El jasid notó que el joven “hijo del Rebe” era demasiado consciente de sus logros en su erudición y la plegaria meditativa, y pensó que era necesario “hacer un pequeño ajuste”.

El jasid le dijo a Rabi Dovber: “Considerando quién eres y cómo has vivido, ¿cuál es el gran logro? Tu padre,- bueno, todos sabemos quién es tu padre. Seguramente tú has sido concebido bajo las más sagradas circunstancias, y estoy seguro de que tu padre se aseguró de traer a este mundo un alma muy elevada. Además fuiste criado en la casa del Rebe, y se ha tenido mucho cuidado en moldear tu carácter y salvaguardarte de toda influencia negativa. Toda tu vida ha sido expuesta únicamente a santidad y erudición. Y hasta este momento sólo debes preocuparte por tu estudio de la Torá y las enseñanzas Jasídicas. Gran cosa”

“Ahora, tómame a mí por ejemplo. Mi padre era un hombre simple, y podemos imaginarnos qué tenía en mente cuando sacó un alma deficiente del fondo del barril. ¿Mi crianza? Fui criado como una cabra, y me las tuve que arreglar solo. ¿ Y sabes lo que hice con mi vida? Te contaré cómo me gano el sustento. Presto dinero a los campesinos durante la temporada de siembra, y durante los meses de invierno, debo comenzar mi recorrido por sus pueblitos y granjas, para cobrar las deudas antes de que se gasten todo el dinero ganado en vodka. Esto significa que debo levantarme varias horas antes del amanecer, bastante anticipadamente del momento en que está permitido rezar las plegarias de la mañana, equipado con una botella- pues sin ella no es posible comenzar a hablar de negocios con el campesino. Después de haber tomado a su salud, debo tomar un lejaim con su mujer también- pues sino ella puede arruinar todo el asunto. Sólo en ese momento, podemos sentarnos y así llegar cobrar parte de la deuda.

“Después de tres o cuatro horas de recorrido, me dirijo a mi casa, me sumerjo en la mikve (baño ritual) y me apresto a rezar. Pero después de semejantes preliminares… ¿qué clase de plegaria esperas que recite?”

Las palabras del jasid, que en realidad era famoso por su naturaleza refinada y sus conmovedoras plegarias, produjeron una profunda impresión en Rabi Dovber. El joven viajó inmediatamente a su casa, se encontró con su padre y volcó ante él su corazón. Se lamentó por su nivel espiritual, diciendo que su servicio a Di-s no tiene valor, dando de sí mismo muy poco de lo que en realidad se espera de él.

Cuando después de un tiempo el jasid de Ianovitch visitó a Rabi Shneur Zalman, el Rebe le dijo: “Te estoy muy agradecido. Has convertido a mi hijo Berl en un jasid”.

¿Qué es el amor?

Si el amor es tan necesario como la comida o el agua, ¿por qué es tan fugitivo?…

El amor es el componente singular más necesario en la vida humana. Es a la vez dar y recibir; nos permite experimentar a otra persona y permite que esa persona nos experimente a nosotros. El amor es el origen y el fundamento de toda interacción humana. Para vivir una vida plena de sentido, debemos aprender más sobre el amor y cómo introducirlo en nuestras vidas.

A primera vista, podríamos pensar que necesitamos amor del mismo modo en que necesitamos comer y beber, respirar y dormir. Sabemos que el amor consumea nuestra necesidad de que se ocupen de nosotros, nuestra necesidad de intimidad. Por eso procuramos el amor de una manera que muchas veces suele ser narcisista e indulgente; buscamos a alguien que nos ame porque así lo queremos; podemos querer amar a alguien para sentirnos bien con nosotros mismos.

Pero si el amor es sólo una necesidad más como la comida o el agua, ¿por qué es tan fugitivo? ¿Por qué a tanta gente se le hace tan difícil alcanzar el amor? Y cuando lo hallamos, no es fácil ejercerlo; siempre viene acompañado de alguna medida de dolor y frustración. Podemos tener éxito en amar por un tiempo, pero cuando fallamos, el dolor es intenso.

Estos son los inconvenientes que enfrentamos cuando consideramos al amor sólo como una más de nuestras necesidades corporales. Sí, necesitamos amor igual que necesitamos comida y agua, pero hay una diferencia. La comida y el agua son elementos de la tierra que sustentan nuestros cuerpos físicos, mientras que el amor es el lenguaje de Di-s, que sostiene a nuestra alma.

El amor genuino se parece poco al amor sobre el que leemos en las novelas u oímos en las canciones. El amor verdadero es trascendencia, equivale a unir nuestras personas físicas a Di-s y, en consecuencia, a todo lo que nos rodea. Con demasiada frecuencia tenemos una concepción egoísta del amor, como algo que queremos y necesitamos; pero el verdadero amor, al ser parte integral de nuestra relación con Di-s, es altruista.

Uno de nuestros principios más fundamentales es «Ama a tu prójimo como a ti mismo».’ ¿Pero cómo puede ser posible esto? ¿Acaso no nos amamos más de lo que podríamos amar a cualquier otra cosa? La respuesta está en el hecho de que el verdadero amor altruista no surge del cuerpo sino del alma. El amor es la predominancia del espíritu sobre la materia. Según la definición de materialismo, dos objetos no pueden ocupar el mismo espacio simultáneamente. Pero el alma trasciende el tiempo y el espacio, y también trasciende el narcisismo, haciendo posible que nos compartamos realmente con otra persona.

El sabio Hilel dice: «No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti. Esta es toda la Torá, y el resto es comentario.» El propósito de la sabiduría de Di-s es uno: enseñarnos cómo amar, trascender nuestros límites materiales y llegar a un lugar más espiritual. Ese viaje sólo se hace con el alma, y el amor es el idioma que debemos aprender para hablar en el camino. El amor es un modo de hablar con Di-s. Cuando miramos a los ojos de alguien y lo amamos, estamos trascendiendo el mundo físico y conectándonos con Di-s.

De modo que el amor es mucho más que tratar a otra persona con compasión. Va más allá del intercambio de sentimientos de ternura y.  eEs mucho más que hacer a otros sólo lo que nos haríamos a nosotros mismos. El amor es un acto Divino, el modo más puro de alimentar el alma de otra persona tanto como la nuestra. El amor más profundo no es meramente humano. Es un amor imbuido de Divinidad, por el cual un beso mortal se transforma en uno inmortal. El amor verdadero es un alma recibiendo a otra.

¿POR QUÉ NECESITAMOS EL AMOR?

En cierto sentido, todos nos hemos ido alejando de nuestro verdadero ser. El nacimiento es el comienzo del viaje de nuestra alma, enviada desde su fuente divina para vivir en un estado no natural, en una tierra de materialismo. A lo largo de nuestras vidas, entonces, sentimos la nostalgia de reunirnos con nuestro verdadero ser. Buscamos nuestra alma, buscamos la chispa de Di-s dentro de nosotros. Ansiamos volver a conectarnos con nuestra fuente.

Muchos de nosotros no comprendemos que lo que llamamos amor es en realidad una búsqueda de Di-s. La necesidad urgente que estamos expresando cuando decimos: «Necesito que alguien se ocupe de mí», o «Necesito intimidad», es en realidad la necesidad de trascender nuestra persona física y conectarnos con nuestras almas. De modo que, en cierto sentido, amar a otra persona debería ser lo mismo que amar a Di-s, y viceversa. Una persona que puede amar a Di-s pero no puede amar a otro ser humano en realidad no está amando a Di-s. Y una persona que amae a otra persona pero no tiene amor por Di-s descubrirá en última instancia que lo que él 1/ama, amor es algo condicionado y egoísta, lo que significa que no es en absoluto amor verdadero.

Los dos tipos de amor, el egoísta y el altruista, son diametralmente opuestos. El amor egoísta es un amor condicionado; se ama con la condición de que sus necesidades sean satisfechas, y si la persona que hemos elegido para amar no satisface esas necesidades, rechazamos a esa persona y buscamos otra. Aunque puede parecer hermoso por un tiempo, ese amor está destinado a ser pasajero. Cuando la persona que amamos quiere ayuda, podemos dársela. Pero si el precio se vuelve muy alto, si sentimos que estamos dando más de lo que estamos recibiendo, simplemente podemos dejar de amar. Después de todo, hay una medida fija de incomodidad que estamos dispuestos a tolerar de la otra persona.

El amor altruista, en cambio, significa elevarse por encima de las propias necesidades. Significa salir de uno mismo, conectarse realmente con el alma del otro, y, en consecuencia, con Di-s. Cuando el amor es trascendente, estamos llegando a un sitio más alto; juntos, estamos acercándonos a Di-s. No hay condiciones en ese amor altruista; cuando la trascendencia es el objetivo de nuestro amor, no estamos todo el tiempo redefiniendo nuestros deseos y necesidades.

El amor condicionado y egoísta se disipa cuando sus condiciones no se cumplen, pero el amor altruista e incondicionado es constante y eterno. El amor condicional con demasiada frecuencia significa la obliteración o sujeción de un individuo; en lugar de dos volviéndose uno, el amor de la persona dominante consume al otro. El amor incondicionado, en cambio, el amor de la trascendencia, nos permite hacer a un lado nuestros deseos egoístas y amar a esa persona en consecuencia.

El amor condicionado no estimula el crecimiento, porque es simplemente una necesidad temporal que se está satisfaciendo. Así como necesitamos comer de nuevo pocas horas después de una comida, alguien que ame condicionadamente necesitará constantemente más porciones de seguridad, cuidado y aceptación. Pero el amor incondicionado es el fundamento del crecimiento humano. Es amplio: se derrama, y afecta no sólo nuestras necesidades inmediatas sino toda nuestra persona. Mientras que el amor condicionado está compartimentado en nuestra vida, el amor incondicionado es una parte integral de toda nuestra existencia. Y por último, es la herramienta con la que aprendemos a experimentar la más alta realidad: Di-s.

El amor, por lo tanto, es el fundamento sobre el que se levanta todo nuestro mundo. Todas nuestras leyes, todas nuestras actitudes, todas nuestras interacciones, surgen del mismo principio. El amor es la raíz de toda civilidad y moralidad. Sin amor, sería imposible vivir en paz unos con otros, respetar las necesidades del otro, y tratar a cada cual con la misma compasión que nos gustaría recibir.

El “desliz freudiano” más grande de Freud

Un trabajo extraño que se publicó en 1939…

Si se hubiese quedado en Viena, el cielo sabe qué humillaciones habría sufrido antes de ser asesinado junto a sus compañeros judíos. Por alguna razón, en este momento desesperado, Freud escribió un libro, (él lo describió originalmente como una «novela histórica») en el que intentó demostrar que Moisés era egipcio. Han habido muchas especulaciones acerca del motivo por el cual lo escribió, y yo no tengo ningún deseo de aumentar esta lista.

 

Al comienzo del libro, hay un episodio muy curioso.

Freud nota que varios estudiosos han identificado un tema en común en las historias sobre la niñez de los héroes. El nacimiento del héroe está cargado con peligro. Como bebé, se expone a elementos o factores que normalmente llevarían a la muerte – en algunos casos colocados en una caja y siendo arrojados al agua – El niño es rescatado y atendido por padres adoptivos. Eventualmente, descubre su verdadera identidad. Es la historia sobre Sargo, Gilgamesh, Edipo, Rómulo y muchos otros. También es la historia de Moisés.

A esta altura, sin embargo, Freud nota que en un aspecto la historia de Moisés no es como las demás. Al contrario. En la historia convencional, los padres adoptivos del héroe son personas humildes, ordinarias y luego descubre su verdadero origen real.

La historia de Moisés es completamente al revés. Su familia adoptiva es real. Él es salvado por la hija del Faraón. Luego descubre su verdadera identidad, descubre que pertenece a una nación de esclavos.

Freud notó esto, pero no pudo ver el verdadero significado. En cambio, concluyó que la historia de Moisés era una invención diseñada para ocultar el hecho de que Moisés era el nieto del Faraón; que realmente era un príncipe de Egipto. Lo que Freud no comprendió es que la historia de Moisés no es un mito sino un anti-mito.

Su mensaje es simple y revolucionario. La Biblia sugiere que la verdadera realeza – es contraria a lo que supone nuestra sabiduría convencional. La verdadera realeza no  No es privilegio y riqueza, esplendor y palacios, sino . Es el valor moral. Moisés, descubriendo que es hijo de esclavos, encuentra la grandeza. No es el poder lo que importa, es la lucha por la justicia y la libertad. Si Moisés hubiese sido un príncipe egipcio, habríaubiese sido olvidado. Sólo siendo fiel a su pueblo y a Di-s, se convirtió en héroe.

 

Freud mezcla los sentimientos sobre su propia identidad. Él admiró a los judíos pero fue sordo a la música del Judaísmo. Es por eso, sospecho, que no vio que se encontraba cara a cara con una de las verdades morales más poderosas que enseña la Biblia. Aquellos a quienes el mundo desprecia, Di-s los ama. Un niño de esclavos puede ser más grande que un príncipe. Las normas de Di-s no son poder y privilegio. El criterio estáa en reconocer la imagen de Di-s en el débil, el impotente, el afligido, el que sufre y lucha por su causa. ¡Qué mensaje de valor podría haber enviado Freud a su pueblo en medio de la oscuridad!

Permitámonos por lo menos ahora ver lo que Freud no vió, que la historia de Moisés es una de las grandes narrativas de esperanza en la literatura de humanidad.

 



¿Por que nos lamentamos?

El ayuno de Tisha BeAv, la fecha más triste del calendario Judío, es el día en el que vimos la destrucción de los dos Templos Sagrados, así como muchos eventos trágicos sucedidos en el correr del exilio de nuestra nación.

Se va creando cuidadosamente un estado de ánimo triste. Leemos el Libro de Lamentaciones de Jeremías y una gran colección de elegías que describen todas las tragedias, y durante el día, seguimos varias prácticas de lamentación.

Tisha BeAv es nuestro día nacional de lamentación cuando nos ponemos a reflexionar sobre todos los pogroms, las cruzadas, inquisiciones y holocaustos que han perseguido a nuestra nación durante los últimos 2000 años.

Sin embargo, son específicamente observados en la fecha en la que los Templos fueron destruidos, y los Templos son el principal enfoque de la lamentación del día. Está claro que nuestro sufrimiento está íntimamente asociado con la ausencia de los Templos. ¿Cuál es la conexión? ¿Y por qué tanta obsesión sobre una estructura antigua de Jerusalem? ¿Acaso la falta del Templo Sagrado nos deja sintiendo un agujero en nuestras vidas? El Talmud declara (BrAJoT 3a): Cuando los Judíos entran a las casas de estudio y a las plegarias y proclaman: «Que Su gran nombre sea bendecido», el Santo Bendito Sea asiste y dice, «Afortunado es el rey que es alabado en su casa. ¿Qué le queda a un padre cuando tiene un hijo exiliado? ¡Y Ay de los hijos que han sido exiliados de la mesa de su padre!» Esta corta frase captura la propia esencia del Galut- exilio.

La relación entre padre e hijo comparte muchas cualidades que simbolizan todas las relaciones, aunque quizá en un nivel más grande: respeto, amor, cuidado, etc. No obstante, existe una diferencia esencial.

Las otras relaciones se basan en estos sentimientos arriba mencionados: porque Te quiero, te cuido, por eso, somos amigos.

En una relación de padre-hijo, lo contrario es cierto; estos sentimientos se basan en la relación: siendo que Yo soy tu padre/hijo, te quiero. Por eso, la relación padre-hijo posee dos aspectos; su esencia y sus manifestaciones.

Su centro es la relación esencial que es inmutable y no sujeta a cambios. No importa qué suceda, un padre siempre es un padre, y un hijo siempre es un hijo. En una relación padre-hijo normal y sana, este conexión del alma se expresa en la forma de amor, cuidado y respeto mutuo.

Di-s es nuestro padre, y nosotros somos Sus hijos. Y durante el Galut (exilio), constituimos una familia disfuncional. Nos han echado de la casa de nuestro Padre. Todos los rasgos perceptivos de la relación, han desaparecido. No vemos ni sentimos el amor de Di-s hacia nosotros, y no sentimos que somos Sus hijos.

Estudiamos Su Torá, y cumplimos con Sus mandamientos, y se nos dice que al hacerlo nos estamos conectando en Él, pero no sentimos que tenemos una relación. Ésta, ciertamente, no es la manera en la que debería ser la relación, y no siempre fue así el caso. Hubo un tiempo en el que estábamos mimados por el abrazo de nuestro Padre. Su amor por nosotros se manifestaba en varias formas: a través de milagros, profetas, abundantes bendiciones y una tierra que manaba leche y miel. Y en el centro de nuestra relación estaba el Templo Sagrado, la casa de Di-s en donde Él, literalmente moraba entre Su pueblo, en donde Su presencia era tangible.

Tres veces anuales, los judíos visitaban la casa de Di-s y sentían Su presencia, sentían su relación. Luego volvían a su casa vigorizados por la experiencia, con sus corazones y almas ardiendo de amor por Di-s.

Todo el sufrimiento que ha sido nuestro lote desde el día en el que el Templo fue destruido, es un resultado de nuestro estado de exilio. Cuando el hijo del rey vive en el palacio, cuando el amor del rey por el príncipe es evidente al público, el hijo entonces queda aislado frente a los designios de sus enemigos.

Pero cuando el hijo es echado, los enemigos atacan súbitamente. Es por eso que nos lamentamos por la destrucción de los Templos.

Y creemos con fe completa que el día en el que volveremos a la casa de nuestro Padre está cerca, y que una vez más nos embriagaremos con Su amor.

* Por Naftali Silberberg

Cuando comienza el mes de Av: las leyes de los 9 días

*Cuando comienza el mes de Av —hasta el día 9— limitamos aún más nuestro regocijo al grado de evitar incluso cualquier situación que pueda llevar a alegrarnos. Así, no plantamos árboles para dar sombra o para embellecer y dar aroma, ni emprendemos ningún proyecto de construcción o de refacción en la casa por mero lujo, como ser redecorar o pintar nuestros hogares. Sin embargo, si alguien no tiene dónde vivir, puede construir una casa durante este período.

 

*En muchas comunidades es costumbre realizar un siúm (culminación del estudio de un tratado talmúdico) cada día del mes de Av, desde Rosh Jodesh hasta Tishá beAv inclusive. La fuente de esta costumbre surge de una interpretación original de la frase de nuestros Sabios: «Desde que ingresa [el mes de] Av, se disminuye la alegría». La interpretación es la siguiente: «Desde que ingresa Av, se disminuye» la tristeza del exilio diaspórico. ¿De qué manera se logra esto? Mediante «la alegría». Y como la única alegría permitida es la que genera el estudio de la Toráa (Los preceptos de Di-s son rectos, alegran el corazón — Salmos 19:9), se realiza un siúm cada día. No obstante, no se comen alimentos cárneos tras éste, cómo suele hacerse en un siúm en el resto del año.

 

*Está prohibido comprar, coser, y tejer prendas nuevas, incluso si la intención es estrenarlas luego de Tishá beAv. Tampoco se puede comprar una prenda usada si es que ésta le agrada a la persona por su belleza. Sin embargo, debe observarse, estas restricciones atañen sólo a situaciones donde no se encuentra involucrada la realización de una mitzvá. Pero si el fin es el de cumplir una mitzvá —por ejemplo, comprar el ajuar para el novio y la novia, o construir una casa para ellos—, está permitido. Si existen razones para sospechar que después de Tishá beAv aumentarán los precios de las prendas, se puede comprar la ropa que se desee, pero no se ha de usarla hasta después de Tishá beAv.

 

*Desde Rosh Jodesh Av —y según otros, desde la semana en que acaece Tishá beAv— no se debe lavar ropa, aunque no vaya a ser utilizada hasta después de Tishá beAv. Sin embargo, si la persona tiene un único conjunto de ropa, puede lavarlo hasta comenzar la semana en la cual acaece Tishá beAv.Alguien que transpira mucho y necesita cambiar su camisa con suma frecuencia debe preparar de antemano —antes de Rosh Jodesh Av— varias camisas, y vestir por un rato cada una de ellas [o bien, usarlas en Shabat]. Sólo así podrá usarlas durante los «nueve días».

 

*Además de la prohibición de cortarse el cabello, los adultos también tienen prohibido cortar el cabello de sus niños a partir del 17 de Tamuz, y lavar sus prendas desde Rosh Jodesh Av. Sin embargo, la ropa de niños pequeños puede ser lavada y planchada —incluso durante la semana en que acaece Tishá beAv—. De ser posible, no hay que lavar grandes cantidades de ropa ni hacerlo en forma pública.

 

*Está prohibido lucir zapatos nuevos a partir de Rosh Jodesh Av. Sin embargo, si fueron comprados especialmente para usar en Tishá beAv —por ejemplo, calzado confeccionado con lona o goma— pueden lucirse aunque sean nuevos. No obstante, es preferible estrenarlos en Iom Kipur y no en Tishá beAv.

 

*Desde Rosh Jodesh Av [según algunas opiniones, incluyendo ese día] hasta después de Tishá beAv, está prohibido comer carne y beber vino [a excepción de Shabat], pues durante este período se interrumpieron los sacrificios animales y las libaciones de vino en el Beit HaMikdash. Por costumbre esta prohibición se extendió para incluir también toda comida a base de carne. Sin embargo, está permitido comer alimentos parve que fueron preparados en un recipiente utilizado generalmente para preparar carne. La costumbre sefardí es observar todas estas restricciones sólo en la semana misma en que acaece Tishá beAv.

 

*Algunos son estrictos y se abstienen de beber el vino usado para el recitado de la Havdalá y el Birkat HaMazón. En su lugar, dan de beber el vino a un niño que aún no comprende el significado del duelo por Jerusalén, pero que ya es lo suficientemente grande como para ser entrenado en la práctica de mitzvot. Si no hay ningún niño presente, la persona misma que recita la Havdalá debe beber el vino, pero en el caso del Birkat HaMazón debe recitarlo sin vino.

 

*Desde Rosh Jodesh Av [según la costumbre sefardí, en la semana en que acaece Tishá beAv no se puede lavar el cuerpo entero, aun con agua fría. Asimismo, está prohibido bañarse en una piscina, en un río, o en el mar. Sin embargo, si Rosh Jodesh Av acaece un viernes, la persona puede bañarse con agua caliente en honor a Shabat, siempre que ésta sea su costumbre cada viernes. La prohibición anterior se refiere específicamente al baño por placer. Aquel que debe bañarse por motivos de salud —por ejemplo, si los médicos le ordenaron bañarse cada día con agua caliente—, o un trabajador que se ensució como consecuencia de su trabajo, pueden bañarse durante este período.

 

Extraído de «Nosotros en el Tiempo» de editorial Kehot.



Promesas, promesas

Siempre me ha intrigado la manera tradicional en la que los mercaderes de diamantes cierran un trato. Se dan la mano y dicen: «Mazal uBrajá» (Buena suerte y bendición). Una vez que se hayan dicho esas palabras, el trato está cerrado y tiene el poder de una transacción legal contractual. Es un tributo a la fraternidad del diamante, que en su industria, la palabra es la palabra. En otras industrias, incluso un contrato no vale. Aquí, la palabra hablada es irrevocable.La Parshá de esta semana, Matot, comienza con un mandato sobre la santidad de nuestras palabras: «Y Moshé habló a los jefes de las tribus…si un hombre hace una promesa…no puede profanar su palabra; lo que sea que sale de su boca debe cumplir…» (Números 30:2).

La palabra es la palabra. Las promesas son promesas. Y las palabras que pronunciamos son sagradas e inviolables. Si ignoramos lo que decimos, estamos profanando nuestras palabras. Es por eso que mucha gente se cuida en agregar las palabras «Bli neder» («sin promesa»), cuando dicen algo que puede constituir una promesa, así de esta manera, se previenen de cumplir con lo que expresaron previamente, y no crean la grave ofensa de violar una promesa. Esto, por supuesto, de ninguna manera disminuye el aprecio que tenemos por nuestra palabra, y no precisamos cumplir con promesas si uno ya estipuló que lo que dijo, no constituye una promesa.

La pregunta es: ¿Por qué este mandamiento fue dado a los «jefes de las tribus»? Seguro que esto se aplica a cada uno de nosotros. Una respuesta simple es que, siendo que generalmente son los líderes lo que hacen la mayor parte de las promesas, entonces ellos deben ser los más cautelosos. Los políticos se caracterizan por ser infames por las promesas que hacen en sus campañas, que una vez electos, raramente cumplen. Dicen bajar los impuestos una vez elegidos. En el momento en el que entran a la oficina, suben los impuestos. Cuando la gente los desafía sobre las promesas no cumplidas, admiten de hecho que han mentido. El electorado inocente pensó que ha sido una genuina confesión y deciden que aquél, es el político más honesto que han conocido. Somos gente muy engañada de hecho. Muchos libros han sido publicados sobre el tema de ética en los negocios. A pesar que hay muchas leyes sobre esto, al final del día, la prueba fehaciente de la ética en los negocios es, «¿Has cumplido con tu palabra?», «¿Has llevado a cabo tus compromisos?». No importa cómo se comportan otras compañías. Importa menos aún, si nuestros competidores son corruptos.

Nosotros debemos honrar nuestras promesas, y éste es el punto clave. Ya sea en nuestras relaciones empresariales o en los compromisos de caridad que hacemos en la sinagoga o en otros lugares, nuestra palabra debe ser nuestro lazo. Incluso si nos preocupan los costos financieros inmediatos, podemos estar seguros que con el paso del tiempo, la reputación que vamos a adquirir por haber dicho la verdad y haber cumplido con nuestra palabra, compensará mucho más a cualquier pérdida a corto plazo que pudimos haber tenido.

Buscando a Di-s

¿Se puede seguir jugando a las escondidas si el que busca deja de buscar? 

De las enseñanzas del Rebe de Lubavitch, Rabí Menajem M. Schneerson. 

…Muchos judíos están desanimados, exhaustos por la dificultad del exilio. Y su disconformidad está justificada… ¿ad matai?! (¿Hasta cuándo tenemos que esperar?). 

Hay una conocida analogía que los Jasidim repiten en nombre del Magid, Rabí DovBer de Mezritch, que compara al exilio con un padre que se oculta de su hijo. Ciertamente el padre desea estar junto a su hijo; el propósito de su ocultamiento es despertar dentro del hijo el deseo y las ganas de encontrar a su padre. Después de todo, cuando el hijo está constantemente enfrente de su padre, su deseo de estar con él no está revelado, ya que “continuo placer no es placer”. 

Ahí surge una situación, que es cuando el hijo cesa de buscar a su Padre… Clama que “los signos de nuestra redención no se han visto…que no hay nadie entre nosotros que sepa cuánto va a durar (el exilio)”, por lo tanto, concluye que Di-s lo ha abandonado, pierde las esperanzas y deja de buscar a Di-s. 

Cuando un padre ve que su hijo ya no lo busca… es cuando el verdadero exilio comienza. Ya que todo el tiempo que el hijo busca al Padre, todo el tiempo que la búsqueda de la Redención mantiene ocupado al hijo, está constituyendo una preparación, un comienzo y una chispa de la redención. Pero cuando el hijo ya no busca, estamos cumpliendo con el versículo: “Y Yo me esconderé, de hecho ocultaré, Mi rostro aquél día”. El Baal Shem Tov explica que el versículo está insinuando que el ocultamiento mismo está oculto, ya que el hijo no se da cuenta que el Padre se está escondiendo. 

Prácticamente hablando: El hijo no piensa en Di-s, piensa en cosas mundanas. Es verdad, hace todo de manera “Kasher” como está dictaminado en el Código de la Ley Judía, incluso estudia Torá correctamente. Pero ya no piensa en el Dador de la Torá o sobre cómo conducir sus negocios, porque se ha olvidado que Di-s solo es el que “te da fuerzas y prosperidad”. 

Y cuando se lo critica, el hijo responde: “¿Qué te quejas a mí?…La queja debe ser dirigida a Di-s… ¿Cuánto tiempo más tenemos que estar en exilio?…” 

De hecho, es cierto que el padre debe esconderse de su hijo para poder despertar dentro de él un deseo por su padre…Pero ¿Qué debería hacer el hijo cuando el padre lo sitúa en una increíble oscuridad?…Y especialmente si el hijo está en un nivel muy bajo. Y luego Él nos demanda que debemos buscar constantemente… el domingo debemos buscar… el lunes debemos buscar…. 

Y cuando buscamos en los Libros Sagrados una explicación, encontramos que está explícitamente escrito en el Talmud: “Todos los tiempos designados (para la llegada del Mashiaj) ya han pasado, y ahora (su llegada) solo depende de la Teshuvá (arrepentimiento)“. Y es una Halajá (ley) clara que a través de pensar un solo pensamiento de Teshuvá, uno se convierte en un Tzadik (hombre justo), y no hay ningún judío que no haya pensado pensamientos de teshuvá, no solo una vez, ¡sino muchas veces! 

¿Cómo uno puede quejarse de un ser de carne y hueso que es finito y limitado? ¡Así es como Di-s lo creó, no es su culpa! ¿Cómo uno puede criticarlo por no pensar sobre la Redención? Di-s mismo dice: “Sólo les pido conmensurarse a las capacidades de uno” 

Por lo tanto, debemos aumentar la luz, específicamente la luz de la Simjá (alegría). Siendo que la Simjá “rompe todas las barreras y limitaciones, rompe las limitaciones de la persona, las del mundo y las impuestas por esta terrible oscuridad…



¿Porción o Suerte?

Di-s habló a Moshé, diciendo: “A estos se repartirá la tierra… A los más numerosos aumentaréis su hacienda, y a los menos disminuirás su hacienda; a cada cual según su número se dará su hacienda… No obstante, la tierra será dividida por sorteo… Por decreto del sorteo se dividirá cada hacienda [tribal], sean muchos o pocos.» Números 26:52-56

“Afortunados somos: cuán buena es nuestra porción, cuán dulce nuestro sorteo, y cuán hermosa nuestra herencia.” – De las Plegarias Matutinas

Nosotros, los seres humanos -al menos los organizados- nos enorgullecemos por la medida de control que ejercemos sobre nuestras vidas. Planificamos nuestra educación, decidimos con quién casarnos, escogemos una comunidad, proyectamos una carrera, y ahorramos para cuando nos jubilemos. Tomamos crédito por nuestros logros y asumimos responsabilidad por nuestros fracasos. La vida, insistimos, es una cuestión recíproca, en la que cosechas lo que siembras y obtienes exactamente aquello por lo que pagas.

Pero muy a menudo nos enfrentamos a una situación que no es de nuestra elaboración ni está bajo nuestro control. Algo que parecía tan fácilmente a nuestro alcance, se mantiene incomprensiblemente escurridizo, mientras que otra cosa desafía todos nuestros esfuerzos por evitarla. En esos momentos nos damos cuenta de que en nuestras vidas hay una dimensión en la que no somos sino receptores pasivos de lo que se nos confiere desde lo Alto.

Y luego están aquellos aspectos de nuestra personalidad y experiencia que no pertenecen a ninguno de los mencionados; no son ganados ni son otorgados. Cosas -tales como el amor a nuestros hijos, nuestro deseo de vida, nuestra búsqueda de significado y propósito, nuestro compromiso con Di-s, que simplemente no podrían ser de otra manera. Cosas que son parte integral de quiénes y qué somos.

En el cuadragésimo año luego de su éxodo de Egipto, cuando el pueblo judío se disponía a entrar y tomar posesión de la Tierra Santa, Di-s instruyó que dos diferentes -de hecho conflictivos- criterios se emplearan para repartir la tierra entre las tribus y familias de la recién nacida nación.

Por un lado, debía ser una división racional, con la parte de cada familia planeada conforme su número – «al más numeroso aumentarás… y a los menos disminuirás». Por otra parte, cuando se trató de determinar qué parte de la tierra debía darse a qué tribu, se echaron suertes.

El sorteo es la antítesis de la lógica y la razón: «Por decreto del sorteo se dividirá cada hacienda [tribal], sean muchos o pocos”

Después de los milagros del Éxodo y su milagrosa existencia en el desierto, el pueblo de Israel estaba ingresando ahora a una fase más natural de su historia; estaba por radicarse en la tierra, trabajar su suelo, y establecer las instituciones comerciales y sociales de una entidad geopolítica. No obstante, como resaltó el sorteo, perduró una dimensión supranacional de su existencia, un aspecto de Providencia Divina que no puede definirse o explicarse, sobre su destino.

Herencia

Además de «porción» (jélek) y «sorteo» (goral), la Torá emplea también un tercer término para describir a Israel tomando posesión del país. «Yo os traeré a la tierra», promete Di-s a Moshé en Egipto, «…y Yo os la daré a vosotros como herencia»1. En ésta y numerosas otras ocasiones, Di-s Se refiere a la Tierra Santa como la Ierusha, “herencia», de Israel.

La racional «porción» y el suprarracional «sorteo» tienen una cosa en común: ambos describen la adquisición de algo (en nuestro caso, una parcela de tierra) que el adquirente no poseyó anteriormente.

«Herencia», por otra parte, no es la adquisición de algo sino la afirmación de un derecho natal; la hacienda no llega a manos del heredero porque él la haya ganado o porque le fuera otorgada, sino a causa de quién es él.

De hecho, según la ley de la Torá, una herencia no constituye un cambio de titularidad, sino una extensión de la titularidad del padre2.

En otras palabras, en nuestra tenencia de la Tierra Santa hay tres dimensiones:

Cada uno de nosotros posee una «porción» en ella, una parcela que refleja nuestras fortalezas cualitativas y cuantitativas.

También se nos ha otorgado un «sorteo», una parte suprarracional, incuantificable.

Pero también es nuestra «herencia», implicando un nexo integral esencial con lo que somos, más que con lo que hemos logrado o se nos ha dado.

Tierra privada

Estos tres niveles de relación no incumben solamente a nuestra pertenencia de la Tierra Santa, sino a cada área de la vida.

Todos y cada uno de nosotros posee una «parcela en el mundo», nuestra propia porción de recursos de la tierra y nuestra esfera personal de influencia en la sociedad. Es nuestra misión en la vida desarrollar esta parcela individual y convertirla en «Tierra Santa», insuflar santidad y Divinidad en aquella parte de la Creación hacia la que se extiende nuestra influencia. Al hacerlo, somos orientados por una lógica repartición de papeles, por un suprarracional «echado de suertes», y por nuestro «patrimonio», las cualidades integrales de nuestra identidad misma.

En el nivel racional, los talentos, aptitudes y oportunidades que dan forma a la vida de la persona delinean el rol que la Providencia Divina le ha asignado. En consecuencia, encuentra su lugar en el propósito global de Di-s en la Creación como un erudito o comerciante, un artista u obrero, un científico o un político. Aquí se aplica el principio de «a los más numerosos aumentarás, y a los menos disminuirás»; la vida se mide en términos de los logros de la persona.

Pero luego hay muchos aspectos de la vida que desafían el análisis racional; las circunstancias, sucesos y experiencias que «se abaten» sobre la persona de una manera aparentemente aleatoria y arbitraria. El mérito y el valor no juegan ningún rol; ésta es una hacienda dispensada «por el decreto del sorteo… sean muchos o pocos”

La persona los confundirá frecuentemente con «casualidad». Pero los así llamados aleatorios avatares del destino no son menos la mano de la Providencia Divina que el lado racional de la vida. Por el contrario: El «echado de suertes» por parte de Di-s expresa un elemento más profundo de Su involucración en los asuntos del hombre, una involucración que es demasiado excelsa como para ser capturada por cualquier fórmula lógica, como para que nuestros ojos terrenales puedan percibirla sólo como un «arbitrario» sorteo. Estos son dones demasiado potentes como para aprovecharse con las herramientas convencionales de intelecto e instinto; nosotros sólo podemos abrirnos a sus posibilidades y hacernos receptivos a sus inesperadas gratificaciones.

Finalmente, cada uno de nosotros tiene esos momentos de la vida en los que se afirma nuestra esencia misma. Momentos en los que somos impulsados no por nuestra razón y talentos, ni por las fuerzas trascendentes que hacen impacto en nuestras vidas, sino por nuestro ser más profundo, más esencial: un ser que es una misma cosa con su Fuente Suprema.

La vida es la suma de estos tres elementos.

Vivir es desarrollar y perfeccionar las propias facultades racionales. Es ser receptivo a los misterios de la vida, aprender a reconocer y responder a las oportunidades implícitas en los giros más esotéricos del destino. Y vivir es estar armonizado con el núcleo de verdad en la médula de la propia alma, al propio patrimonio como hijo de Di-s.

Basado en Likutéi Sijot, Vol. XXVIII, pags. 176-181

 

Notas:

1.Exodo 6.8.2. Véase Talmud, Bavá Batrá 159a; Responsa Tzofnat Paaneaj, cap. 118; ibid., Miluím 13a.