¿Qué causó la destrucción del Templo Sagrado, y cómo podemos retificarlo?

El Talmud nos explica por qué el exilio de Babilonia, que ocurrió después de la destrucción del Primer Templo, duró sólo setenta años predeterminados, mientras que ahora nos encontramos en un exilio mucho más largo y tampoco se nos ha dado una fecha de finalización.

«Los primeros cuyos pecados eran conocidos, el fin (de su exilio) se dio a conocer. Estas últimas, cuyos pecados no eran conocidos, su final es (también) desconocido”.

Esta declaración parece contradecir otra, citada en el mismo lugar del Talmud: «¿por qué fue destruido el Primer Templo? Por los tres pecados que los Judíos cometían:, idolatría, adulterio y asesinato. El Segundo Templo, cuando los judíos estaban llenos de Torá, Mitzvot y actos de bondad, ¿por qué fue destruido? Debido a que los judíos eran culpables de tener odio infundado hacia los demás.

 

¿Cómo pudo el Talmud decir que «los pecados no eran sabidos?»

El Rebe de Lubavitch explica que el carácter de odio y pelea, es el pecado desconocido. En general, un idólatra, un adúltero o un asesino, es consciente de su pecado. “La carne es débil” y las personas son víctimas de la tentación, pero el arrepentimiento es perfectamente alcanzable, debido a que la persona misma está preocupada por los pecados que manchan su alma.

 

Por el contrario, la persona que es culpable de participar en peleas e incitación al odio, no tiene idea de que él tiene la culpa. En su opinión, el otro merece todo el abuso que está recibiendo. De hecho, odio sin fundamento es quizá, el pecado más evidente, sin embargo, muy pocos reconocen tener la culpa.

Esto es cierto tanto en nuestras relaciones interpersonales, así como en la lamentable tendencia de nuestra nación de estar muy preocupada por disputas entre las diferentes líneas. Izquierda, derecha y el medio. Conservador, ortodoxo y reformista. Jasídico, no jasídico, sionista y anti sionista, etc.

La Redención vendrá cuando finalmente reconozcamos que el «yo tengo razón y él está equivocado», incluso si ese es el caso, no es una razón válida para odiar.

 

Por: Rabino Naftali Silberberg



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