¿Estás celoso?

El décimo y último de los Diez Mandamientos de la Torá dice: “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro, ni a nada que le pertenezca a tu vecino” (Éxodo 20:14)

La estructura de este versículo parece extraña. Al principio, la Biblia especifica seis cosas que no debemos codiciar “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro”. Pero luego, al concluir el versículo, la Biblia establece:“Ni nada que le pertenezca a tu vecino” ¿Por qué es necesaria la redundancia? ¿Por qué no establecer de una “No codiciarás nada que le pertenezca a tu vecino”, que incluye todo? Y si la Torá no quiere fiarse de las generalizaciones y quiere especificar los detalles, entonces ¿por qué no especifica algunas cosas y luego se vuelca a la generalización, “Y todo lo que le pertenezca a tu vecino?”

En hebreo, la palabra utilizada para “nada” y “todo” es la misma. “Kol”. Por lo tanto, el ver-sículo también puede ser traducido como “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro, ni todo que le pertenezca a tu vecino”. Al concluir el versículo con estas palabras, la Torá no nos está ordenando “no codiciar”, sino, nos está ayudando a alcanzar este estado difícil de conciencia.

¿Cómo puedes demandarle a alguien que no esté celoso? Cuando voy a tu casa y observo tu estilo de vida, ¿Cómo no puedo ponerme celoso?

La respuesta es: “No codicies todo lo que le pertenezca a tu vecino”. Lo que la Torá está insinuando es que de hecho es fácil codiciar la casa y la esposa de tu vecino, sus sirvientes, su buey y su burro; pero lo que debes preguntarte es: ¿estoy celoso de “todo lo que le pertenece a mi vecino”? ¿Estás preparado de asumir su vida completamente? ¿De ser él?

No puedes ver a la vida como miríadas de eventos incoherentes y experiencias. No puedes arrancar un aspecto de la vida del otro y decir: “Hubiera deseado su matrimonio, su casa, su carrera, su dinero…”.

La vida es una experiencia holística e integrada. Cada vida, con sus bendiciones y desafíos, con sus obstáculos y oportunidades constituyen una sola historia, una historia que comienza con el nacimiento y finaliza con la muerte. Cada experiencia en la vida de uno representa un capítulo de nuestra historia individual y no tenemos el lujo de arrancar un capítulo de la historia de otro sin tomar la historia completa.

Cuando aíslas uno o pocos aspectos de la vida de otro, es natural sentirse celoso. Pero cuando te das cuenta de “todo lo que le pertenece a tu vecino”, tu percepción se altera. ¿Realmente quieres adquirir todo lo que le sucede en la vida?

Así que la próxima vez que sientas celos por la vida de otro, pregúntate si realmente quieres ser el otro.

Ralph Waldo Emerson estaba en lo cierto cuando observó que “La envidia es ignorancia”

Entradas recomendadas