Confiá en tu socio

Cierta vez, un distribuidor internacional de telas de alta gama, visitó al Rebe de Lubavitch, Menajem Mendel Scheerson. Como miembro activo de la comunidad de Jabad en Inglaterra, el hombre ya conocía sobre cómo los asesoramientos y bendiciones del Rebe imapctaban en las vidas de muchas personas. En cierto punto de su discusión, el hombre de negocios le propuso al Rebe de que sea su socio para un negocio. El Rebe se puso serio y dijo: “Esta bien. Recuerde, sin embargo, que en una sociedad, ninguno de los dos llega a hacer un movimiento sin el consentimiento del otro. ¿Tenemos un trato?”

El hombre estaba entusiasmado con esta oportunidad de ser “socio” con el tzadik, y rápidamente aceptó el acuerdo. El Rebe le aconsejó hacer una compra grande de un material determinado que no conocía. El comerciante se fue a su casa e hizo un gran pedido de este tejido inusual. Cuando se reportó de nuevo a Nueva York, el Rebe le respondió de que la compra era demasiado conservadora. Debía haber comprado una cantidad mucho mayor. El hombre salió y compró cantidades astronómicas, hasta el punto de invertir toda su fortuna personal para pagar los envíos.

Para disgusto del hombre, poco tiempo después de las adquisiciones, el valor de este material comenzó a bajar. Tal vez, pensó, debería vender al menos una parte importante. Como había prometido, se comunicó con el Rebe para su consentimiento. Para su sorpresa, el Rebe no le otorgó su consentimiento y le recordó sobre el acuerdo respecto a los movimientos unilaterales.

A medida que el precio del material continuaba bajando, lo mismo ocurría con el espíritu del hombre. Cada día, veía que su fortuna se resbalaba cada vez más lejos. Todas las súplicas al Rebe concluían con la misma respuesta: “No vendas”.

Frente a la ruina financiera, el hombre comenzó a cuestionar toda su relación con el Rebe y Jabad. Tal vez fue un error. Con la devaluación de cada día, su distancia con la comunidad de Jabad crecía.

Ésto continuó durante varios meses. Un día, el precio subió un poco. Le consultó de nuevo al Rebe, pero nuevamente le dijo que aún no. Cuando el precio subió incluso más, el Rebe todavía seguía sin darle la luz verde a la venta masiva.

Poco después, un famoso diseñador de moda extendió una línea que requería una gran cantidad de un material inusual. Cuando el hombre le informó de esto a la Rebe, le dijo que había llegado el momento de vender. El inventario fue rápido. El hombre hizo muchos millones. Entusiasmado, se subió a un avión para entregarle al Rebe un cheque por su “parte”. El Rebe se negó, pidiéndole al hombre que le diera el dinero para caridad.

Luego el hombre le preguntó al Rebe si podían hacer otro negocio juntos. El Rebe sonriendo le dijo: “Lo siento…eres un Shvajer Shutaf, un socio débil”.

Al comienzo de la lectura de la Torá de esta semana, se nos enseña que en el Monte Sinai, Di-s le dice a Moisés que le instruya a los Hijos de Israel sobre la observancia de Shmitá, el año Sabático. Al entrar a la Tierra de Israel, deberían contar los años en ciclos de siete. Durante seis años trabajarían, y el séptimo sería un descanso”. Nada de siembra, recolección, atados. Un año entero para la búsqueda espiritual.

La Torá luego dice: “Y si vas a decir: ¿Qué comeremos en el séptimo año?….Yo daré mi bendición de que el sexto año crecerá lo suficiente para un período de tres años…”. En otras palabras, la bendición Divina de enriquecer el suelo como resultado por haber observado “Shmitá”, compensará tres veces más la pérdida por haber dejado a la tierra descansar.

Tanto si se trata de Santificar el Shabat, enviar a nuestros hijos a escuelas de Torá o hacer un esfuerzo extra para mantener una cocina kosher, Shmitá nos recuerda de que el Monte Sinai representa un puente entre la teoría y la práctica, la fe y la acción. En esa montaña, el Todopoderoso nos tomó como socios en el negocio de la creación. Desde entonces nos ha estado implorando: “No seas un Shvajer Shutaf”

Por: Moshe Bryski

Parashá en síntesis: Emor

Moshé estableció que el estudio de las leyes relacionadas con cada una de las festividades debe comenzar treinta días antes de su celebración y continuar en el mismo Yom Tov. 

En esta parashá, además de establecer las leyes (mitzvot) relativas a las festividades de Pesaj, Shavuot y Sucot (fiestas de Peregrinaje a Jerusalén en tiempos del Templo) que son las tres festividades mencionadas en la Torá, se hace referencia a Sfirat HaOmer (la cuenta del Omer) y al Shabat.

El shabat, el único ritual que aparece en los Diez Mandamientos, es el más mencionado en la Torá. Se le dedican dos tomos del Talmud, dos del Shulján Aruj (código de Leyes Judías, 200 capítulos) y muchas otras referencias en el Midrash, profetas y otros. 

Shabat es testimonio de dos eventos fundamentales: la creación del mundo por Di-s y el éxodo de Egipto. Si una persona dice que cree en Di-s, pero no cree que Él es el Creador del mundo y todo lo que hay en él, su creencia en Di-s no es completa.

Di-s no es una abstracción, tiene injerencia directa en la vida de las personas y del pueblo, lo cual quedó demostrado en el Éxodo, cuando Di-s se reveló – en un evento histórico único a todo un pueblo.

En Shabat, Di-s no mandaba el maná, sino que el pueblo recibía una doble ración el viernes (razón por la cual, hasta el día de hoy, ponemos dos jalot en la mesa de Shabat). Desde entonces – y por más de tres mil años – observamos el Shabat. 

El concepto de Shabat está ligado con el descanso de Di-s después de haber terminado la creación. Podría pensarse que muchas de las cosas prohibidas – como encender una luz, usar la tecnología o manejar – no requieren mayor esfuerzo, lo diferente es el sentido del descanso. Di-s descansó cuando dejó de crear y de interferir en el mundo y lo mismo hacemos nosotros cuando dejamos de ejercer nuestro poder sobre la naturaleza en Shabat. En vez de seguir cambiando el mundo, Di-s armonizó con lo creado en Shabat, una armonía que se siente en Shabat, al no ejercer ningún acto de dominio sobre la naturaleza.

Shabat le da a la persona la oportunidad de tener todo un dia para hacer una mitzva sin ningún esfuerzo, se libera de la esclavitud de la actividad semanal y puede estar en armonía y paz con el mundo (Shabat Shalom).

Dos de las tres mitzvot específicas de la mujer judía están relacionadas con Shabat: la bendición de la jalá y el encendido de las velas, que otorga el privilegio de continuar propagando la luz del Judaísmo.

Pirkei Avot III, XVI: Se cauteloso con un líder

Rabí Ishmael dijo: Sé cauteloso con un líder, y sé cortés con los jóvenes. Recibe a cada persona con alegría.

Este maestro enseña la importancia de saber cómo comportarse con los demás, de acuerdo con su respectiva posición.

Cuando te encuentres con una persona importante, tal como el director de una academia (rosh Ieshivá), debes tratar de no ser presuntuoso y de no retacearle honores. Antes bien debes minimizar tu status en su presencia y subordinarte a él. La regla es que el pequeño sirve al grande.

En otras ocasiones te encontrarás con gente que aún está en su juventud (tashjoret). Para referirse a la juventud se emplea el término tashjoret ya que es la época en que el cabello es aún negro (shajor). En esas ocasiones debes permanecer calmo y reservado, sin descender al nivel de ellos. En caso contrario te faltarán el respeto, y los jóvenes no te prestarán atención.

No obstante, deberás “saludar a todas las personas jovialmente.” Aunque a veces no te debes colocar en el mismo nivel que otro, riendo y gesticulando con otro, no debes ubicarte en el extremo contrario y tratar a los demás con arrogancia y desprecio. Por el contrario, siempre debes saludar a todos con jovialidad. Debes llevarte bien con la gente, y tratar a todos con respeto.

Sabemos que aunque David era rey de Israel, él hablaba al pueblo con respeto y se dirigía a sus subditos como a sus hermanos, como si ellos fueran sus iguales. Así, cuando se dirigía al pueblo, el rey David solía decir: “Escúchenme, mis hermanos y m¡ pueblo” (Crónicas I, 28:2).261

Conforme a otros comentarios esta Mishná significa: “Permanece alerta en el comienzo y tranquilo en la vejez.”

En el tiempo del comienzo (rosh), cuando eres joven, debes estar alerta para servir a tu Creador y cumplir Sus mandamientos. Y cuando estás en tashjoret, cuando eres viejo y tu rostro comienza a oscurecer (shajar) debes procurar estar asentado y tranquilo.

Otros interpretan “Permanece alerta con la Cabeza (Rosh)”. La palabra Cabeza (rosh) denota aquí Di-s, que es la Cabeza del Mundo, y su Comienzo. Debes estar muy dispuesto a servirle a El y cumplir Sus mandamientos.

La palabras “con la Cabeza”, en esta Mishná es lerosh en hebreo. Esto se puede considerar la abreviatura delaasot retzon Avija she-ba-shamaim: “hacer la voluntad de tu Padre que está en el cielo”. Esto significa que debes estar alerta y deseoso de satisfacer a tu Padre celestial.

El maestro continúa: “y ser placentero a los sabios”. La palabra tashjoret se considera que denota los sabios de la Tora y otros grandes cuyos rostros están oscurecidos (shajor) en razón de su gran dedicación al estudio de la Tora. Cuando te vinculas con esas personas, trata de causarles satisfacción (najat rúaj)

Extraído de “Legado Ancestral”

A no quedarse sin fuego

La Torá ordena: “Un fuego permanente ha de arder sobre el altar, no ha de ser apagado”. El fuego del altar debe seguir ardiendo, sin interrupciones.
El altar simboliza el corazón del hombre, tal como el altar era el lugar donde ardía el fuego, el corazón es donde arde el fuego de las
pasiones y sentimientos.

El hombre debe preocuparse por que el fuego del amor a Hashem y el entusiasmo en la Torá y Mitzvot‐ esté siempre encendido
en su corazón.
En el Talmud dice: “permanente‐ incluso en Shabat; ‘permanente’‐ incluso con impureza”. Este dictamen halájico, nos da instrucciones en lo que se refiere al amor a Di‐s.
La esencia del Shabat consiste en cortar con temas mundanos.

El hombre se dedica a los temas del espíritu, de Di‐s, y se aparta de lo mundano. Aunque estando en un espíritu, la Torá: “‘permanente’‐
incluso en Shabat”. La inspiración y el fuego en el servicio a Di‐s es una condición obligatoria en todo nivel y situación.
En contraposición, los hombres que, debido a su bajo nivel espiritual, están en una categoría de ‘impuros’, podrían pensar que no
tienen nada que ver con “el fuego permanente”, el amor y entusiasmo en el servicio a Hashem.

Dice la Torá: “’permanente’‐ incluso con impureza”. En un estado de baja espiritualidad hay que cuidar al “fuego permanente”. Este
calor judío, el amor básico a Di‐s que cada uno posee por herencia, es lo que generará la gran llamarada de fuego que lo sacará de la
degradación espiritual, llevándolo a las alturas que le corresponden.
Sólo el fuego de la santidad posee la fuerza de erradicar al fuego ajeno del fervor por los placeres materiales.

Así lo explica el Maguid de Mezeritch: “cuando el fuego permanente ha de arder sobre el altar”, la persona tiene asegurado que
el ‘no’‐ ‘ha de ser apagado’, todas las conductas y tendencias negativas cesarán y se apartarán frente al ‘fuego permanente’.
Este dicho agrega explicación a la necesidad imperiosa del ‘fuego permanente’.

Sólo un entusiasmo constante y firme en la Torá y las Mitzvot puede impedir los pensamientos, palabras y acciones indeseables.
Una emoción pasajera no tiene la posibilidad de proteger al hombre frente a las artimañas del instinto del mal. Si el ‘fuego permanente’
se apaga, aunque sea por corto tiempo, vuelven a penetrar los sentimientos y deseos de los que hay que cuidarse.

Cada hombre y mujer debe evaluar la intensidad del ‘fuego permanente’ que arde en su ‘santuario’ interior.
Los temas judaicos, el estudio de la Torá y el cumplimiento de sus conductas se realizan con entusiasmo y fervor interior o tan sólo
por rutina y costumbre.

Una de las pruebas para detectar la verdad interior es analizar de qué manera uno estudia Torá y sigue sus preceptos: ¿se da por
satisfecho con haber cumplido con su obligación o pone empeño para embellecer la Mitzvá?
El cumplimiento con ‘hidur’‐ embellecimiento de la Mitzvá al cumplirla en el mejor nivel posible intensifica el vínculo del alma con
el judaísmo, y es una expresión del ‘fuego permanente’ del alma.

(Likutei Sijot tomo 1, pag. 217)

¿Quién escribió el Libro de Ester?

En la Meguilá (Libro de Ester): “Y Mordejai escribió estas cosas y envió cartas a todos los judíos” “Ahora, la reina Ester, la hija de Abihail, y Mordejai el judío escribieron todos [los actos de] poder, para confirmar la segunda carta de Purim.”

Los Sabios entienden que esto significa que Mordejai y Ester escribieron juntos el Libro de Ester.

Pero al enumerar a los autores de los diferentes libros de la Biblia, el Talmud nos dice que el Libro de Ester fue escrito por Anshei Kneset Hagedola, “Hombres de la Gran Asamblea”, un panel de 120 Profetas y Sabios que constituían la máxima autoridad religiosa al comienzo de la Era del Segundo Templo en la Tierra de Israel.

Este consejo se estableció en Tierra Santa varios años después de los eventos de Purim. ¿Por qué no se escribió inmediatamente el Libro de Ester? Rashi explica que debía escribirse en la Tierra de Israel porque “la profecía no debe transcribirse ni incluirse en el canon de las Escrituras fuera de la Tierra Santa”.

Entonces, ¿quién escribió el Libro de Ester?
En realidad fue escrito dos veces. Ester y Mordejai registraron la historia de Purim poco después de que sucedieran los hechos. Con la inspiración Divina, pudieron unir toda la historia, mostrando la orquestación Divina a lo largo de los aproximadamente nueve años de la historia de Purim.

Sin embargo, su manuscrito carecía de santidad. Era sólo un registro histórico de los acontecimientos. De hecho, según algunos, esta es la razón por la que el Libro de Ester no contiene ninguna referencia a Di‐s.

Mordejai y Ester sabían que los persas tomarían este relato y lo incluirían en sus libros de historia, pero sustituirían el nombre de Di‐s con los nombres de sus propias deidades. Por lo tanto, decidieron que era más respetuoso con Di‐s simplemente omitir Su nombre. Más tarde, la reina Ester solicitó a los Sabios que se incluyera el Libro de Ester como parte de los 24 libros sagrados de las Escrituras.

Los Hombres de la Gran Asamblea luego lo reescribieron con inspiración Divina, y fue incluido como uno de los 24 libros de las Escrituras. Solo después de que fue reescrito por los Hombres de la Gran Asamblea pudimos analizar y exponer todos los matices, como el tamaño de ciertas letras.

Aguas de bondad

Un posadero llegó a la corte del famoso rabino Tzvi Elimelej de Dinov, conocido como “Bnei Isajar”, quejándose de que su casero planeaba desalojarlo de su posada.
El Rebe preguntó al judío si vivía en cierta ciudad y si su posada estaba diseñada de cierta manera. Cuando el judío respondió que sí, el Rebe preguntó si todavía había un pozo con agua de buen sabor en el patio.
Cuando el posadero volvió a asentir, el Rebe dijo que no había nada de qué preocuparse y que todo saldría bien.
Como respuesta al desconcierto del hombre, el Rebe le contó la siguiente historia:
Una vez un joven rabino viajó a ver a su Rebe. Después de tres días llegó a una posada. El posadero estaba ocupado con sus clientes y nadie se fijó en él. Esperó un rato y luego se levantó para irse.

Mirando por la ventana, el hijo del posadero notó que el joven se alejaba. Corrió tras él y le dijo que pronto su padre podría atenderlo.
Al joven rabino le dieron comida deliciosa para comer y luego pidió de beber. Esperó bastante tiempo por agua, pero el agua no llegó. El posadero le explicó que aunque tenían un pozo en el patio, su agua era amarga, por lo que había enviado a alguien a traer agua del pozo de la ciudad. El joven dijo que probaría agua del pozo de la posada, porque tenía mucha sed. Probó y dijo que, de hecho, era bastante agradable.

Sorprendidos, los demás clientes también probaron el agua. Era cierto: se había producido una transformación. Pronto se corrió la voz de que el posadero tenía agua deliciosa en su pozo. Vender el agua limpia con una buena ganancia le hizo prosperar.


Después de contar su historia, el Rebe le dijo al aldeano que él había sido el niño de la historia. En ese momento, el aldeano también recordó el episodio, ya que él había sido el joven que le había suplicado al futuro Rebe que regresara a la posada y disfrutara de la hospitalidad de su familia.

El Rebe explicó que cuando escuchó que el pozo todavía estaba suministrando agua sabrosa, entendió que la mitzvá de recibir invitados, que fue la fuente del cambio de fortuna de la familia, todavía se estaba cumpliendo. Por eso pudo asegurarle al hombre
que todo estaría bien.


*¿Qué tan generosos somos con nuestro hospedaje? ¿Buscamos personas que puedan necesitar hospitalidad? 

Si experimentamos bondad en nuestras vidas, ¿reconocemos el comportamiento positivo por el cual estamos siendo recompensados y nos aseguramos de continuar con esas buenas obras?

Construcción en equipo

¿Cómo vuelves a motivar a un pueblo desmoralizado? ¿Cómo vuelves a armar una nación partida? Ese es el desafío que tuvo que enfrentar Moisés en esta Parashá.

La palabra clave aquí es “Vaiakhel”, “Moisés juntó”. Kehilá significa comunidad. Una Kehilá, o Kahal, es un grupo de personas que se juntan por un propósito dado. Ese propósito puede ser positivo o negativo, constructivo o destructivo. La misma palabra que aparece al principio de esta Parashá como el comienzo de la solución, aparece en la Parashá anterior como comienzo del problema: “Cuando el pueblo vio que Moisés estaba demorando en bajar de la montaña, se juntaron (Vaiakhel) alrededor de Aharón y dijeron: “Haznos un Di-s para que nos guíe, porque de este hombre Moisés, quién nos sacó de Egipto, no sabemos qué ha sucedido”.

La diferencia entre estos dos tipos de Vaiakhel, es que uno resulta en orden y el otro en caos. Bajando de la montaña y viendo el becerro de oro, leemos que “Moisés vio que el Pueblo estaba actuando salvajemente y que Aharón los había dejado que se descontrolen…” 

Hay una asamblea que es disciplinada, y otra que es turba, tiene un deseo por cuenta propia. La gente ante la multitud, pierde su control.

Vaiakhel es la respuesta de Moisés ante la salvaje multitud que se juntó alrededor de Aharón y creó el becerro de oro. Él hace algo fascinante, no se opone al pueblo, como lo había hecho inicialmente cuando vio el becerro de oro, sino que utiliza la misma motivación que los llevó a ellos a generarlo. Ellos querían crear algo que sería señal de que Di-s está con ellos: no en las altas montañas, sino en el medio del campo. Él se apela a la misma sensación de generosidad que provocó que ofrecieran sus ornamentos de oro. La diferencia es que ahora están actuando de acuerdo a la orden de Di-s, y no sus sentimientos espontáneos.

Él pide a los israelitas que hagan donaciones voluntarias para la construcción del Tabernáculo, el Santuario, el Mikdash. Ellos lo hacen con tanta generosidad que Moisés tiene que frenarlos. 

Si quieres afianzar seres humanos para que actúen en hacer el bien en común, haz que construyan algo junto, algo que no puede hacerse por cuenta propia.

La construcción en equipo, incluso después del desastre del becerro de oro, no es misterio ni milagro. Se logra dándole una misión constructiva a un equipo. Cada miembro del grupo debe ser capaz de hacer una contribución única y luego sentir que fue valorado. Debe decir con orgullo: Yo he ayudado a hacer eso.

Esto es lo que Moisés entendió e hizo. Sabía que si quería armar un equipo, debía ser uno que construyera.

Por: Rabino Jonathan Saks

Cuarenta días en el Monte Sinaí

“Pan no comió y agua no bebió” (SHEMOT 34:28)

Cuando Moshé subió a los Cielos para recibir la Torá, estuvo allí cuarenta días y cuarenta noches. La Torá atestigua sobre ello: “pan no comió y agua no bebió”. Se plantea la pregunta: ¿Es posible semejante cosa? ¡El mismo Maimónides dictamina en Leyes de Juramentos que, debido a que es imposible subsistir más de siete días sin comer, si la persona jura que no comerá por siete días, debe considerarse  esto  un  juramento  en vano!.

ALEGRÍA INMENSA

Existen tres explicaciones sobre el tema:

1) Inclusive mientras Moshé se encontraba en el Cielo, se seguía comportando   como   un   ser   humano normal. Su cuerpo requería de alimento, líquido y descanso. Sólo que Hashem produjo un milagro diario y cque hacía que, a pesar de la condición humana de Moshé, pueda vencer su naturaleza y permanecer con vida y totalmente activo, sin necesidad de beber o comer.

2) No tuvo lugar aquí ningún milagro, sino que se trataba de una situación que aunque excepcional, estaba dentro de las leyes de la naturaleza. Cuando Moshé subió al Monte  Sinaí, lo embargaba, por un lado, una inmensa alegría  y  simultáneamente,  su  mente estaba totalmente concentrada en la captación de la Divinidad y la Torá abstraída de todo tema ajeno. Su extraordinaria dedicación mental y el regocijo por lo que recibía y percibía, robustecieron tanto a su mente y a sus fuerzas espirituales, a punto tal que vencieron y anularon sus necesidades terrenales. Su cuerpo  estaba  hambriento  y  fatigado, pero Moshé no sintió en absoluto las exigencias del mismo.

3)  Al  subir  Moshé  al  Monte Sinaí, su naturaleza humana se cambió por la de los ángeles. Así como estos no necesitan de alimento ni bebida, de la misma forma, Moshé podía prescindir de los mismos. Su cuerpo se elevó al nivel de un ángel celestial. De acuerdo a esta interpretación, no sentía hambre, sed ni cansancio. En el nivel espiritual en el que se encontraba no existen semejantes sensaciones.

MILAGRO CONSTANTE

Podemos explicar entonces, que cada uno de estos conceptos se puede aplicar a cada una de las tres oportunidades en las que Moshé subió al Monte Sinai. Cuando ascendió por primera vez, para recibir las primeras Tablas de la Ley, fue objeto de un milagro constante, que impedía que necesitará de elementos materiales para subsistir. Las Tablas eran de origen Divino, y también lo era “la escritura de Di-s”, y ese manejo milagroso se ex-tendió también a Moshé.

La  segunda  oportunidad  en  la que subió, era para pedir perdón por el pecado del becerro de oro. Se encontraba entregado a sus rezos y súplicas por el pueblo de Israel, y sus necesidades  físicas  quedaban  totalmente relegadas pudiendo subsistir sin ellas.

COMO UN ANGEL

La tercera vez, cuando subió a reci-bir las segundas Tablas, llegó a una ele-vación espiritual tan grande, que logró que su cuerpo se transformara al nivel de un ángel. Por eso mismo, sólo luego del tercer ascenso tuvo el privilegio de recibir los “karnei or” (rayos de luz) que irradiaban de su rostro. Ellos testifican el refinamiento de la propia materia de su cuerpo. El mismo semblante de Moshé irradiaba la luz de su alma.

(Likutei Sijot Tomo 36, Pág. 172)

Una sola barra de oro


Por Lazer Gurkow 

Como Rabino en una comunidad pequeña, a menudo me llama gente de la congregación, que tiene que recitar el Kadish, para que los ayude a juntar gente para el Minian. Antes de aceptar esto, siempre les pido que primero reúnan a sus amigos. A menudo reclutan uno o dos amigos, y el resto me lo dejan a mi, lo cual me hace pensar ¿para qué me molesto en pedir ayuda? 

La misma pregunta se podría formular sobre Di-s durante un episodio curioso que se produjo en la construcción del Tabernáculo y su candelabro de oro. Di-s describe el intrincado diseño Moisés, pero éste no lo entiende. Di-s lo explica nuevamente, hace un dibujo e incluso se ofrece para ayudar a construirlo, pero todo era en vano. Al final, Moisés echa el oro en el fuego y el candelabro surge milagrosamente. 

Di-s debió haber sabido que lo iba a construir Él mismo, entonces ¿por qué le pidió a Moisés que lo construya? 

Entendiendo el diseño 

Una simple pregunta es: ¿qué era tan complicado en el diseño, que Di-s, el más grande maestro, no pudo hacer que Moisés entendiera? 

La verdad es que Moisés entendió perfectamente. Había siete brazos y cuarenta y nueve adornos. Lo que él no comprendía era por qué estos componentes separados debían ser armados a partir de un solo bloque de oro. 

La idea de que la pluralidad y singularidad pueden unirse desafía la lógica humana. 

La mística enseñó que estos siete brazos y cuarenta y nueve adornos corresponden a los siete días de la semana y los cuarenta y nueve días que hay entre Pesaj, cuando nuestros antepasados fueron redimidos de Egipto, y Shavuot, día que recibimos la Torá en Sinai. 

La Torá nos ordenó que contemos los días de estas siete semanas. Siete semanas son cuarenta y nueve días, pero en otro versículo aparece la instrucción de contar cincuenta días. ¿Cómo podemos contar cincuenta días en un período de cuarenta y nueve días? 

La mística nos dice que el día cincuenta fue contado por Di-s cuando nos dio la Torá. 

Mas allá del entendimiento humano 

Para recibir la Torá se requieren cuarenta y nueve pasos de preparación. Sólo al completar estos cuarenta y nueve pasos somos dignos de recibir el paso número cincuenta, la Torá, que Di-s nos concede desde arriba. 

Cada ley en el Torá es de gran complejidad y es por esto que puede ser entendida desde cuarenta y nueve perspectivas diferentes. Requiere tremenda diligencia para comprender e internalizar dicha profundidad. Es necesario el crecimiento día a día para llegar a la más alta sabiduría accesible para la mente humana. El día cuarenta y nueve representa esta petición. 

Hay otro elemento en la Torá que está más allá de nuestro entendimiento intelectual: Di-s, su autor. La información de la Torá puede ser comprendida intelectualmente, pero para conectarse con su autor es necesaria la humildad. 

El día cincuenta, aquel que sólo Di-s puede contar, representa el aura Divina del autor de la Torá. Este es un elemento que no puede ser contado por nosotros mismos, nunca lo vamos a entender. Pero si contamos por cuarenta y nueve días, aplicando las cuarenta y nueve perspectivas de la Torá, entonces Di-s nos concederá la perspectiva número cincuenta desde arriba. 

Cuando llegamos a ese día, adquirimos una perspectiva totalmente nueva. Luego nos damos cuenta de que las cuarenta y nueve perspectivas no son exclusivas entre sí, de hecho, todas fluyen de una base común, un solo núcleo de sabiduría Divina que brilla a través de un prisma de cuarenta y nueve colores. No podemos llegar a esta sabiduría por nuestra cuenta, la recibimos de Di-s, que nos la otorga desde arriba. 

Transformándonos en un recipiente 

Si la meta del estudio de la Torá es conectarnos con su Autor, y dicha conexión nunca puede concebida por nosotros mismos sino que se nos otorga desde arriba, entonces ¿por qué debemos estudiar Torá? Dejemos que Di-s nos la conceda desde arriba!. En otras palabras, ¿qué logran los cuarenta y nueve pasos que nosotros damos si todo cae bajo la llegada del cincuenta? 

Nos convierte en recipientes. Di-s no quiere académicos, quiere estudiantes. Él no quiere grandes maestros, sino almas elevadas, tampoco nuestra profunda comprensión, sino nuestro trasformado carácter. 

El propósito de Di-s es que nos convirtamos en recipientes y conductos para su santidad, y que hagamos las cosas que se aplican a nosotros. El esfuerzo, el anhelo, la desesperación y el deseo sincero hacia Di-s es lo que hace que el ego se transforme en un recipiente. Esto se logra durante el día cuarenta y nueve. 

La elegancia de la singularidad 

Los cuarenta y nueve adornos del candelabro eran hermosos y significativos. Sus formas, simetría, profundo significado y valor metafórico, inspiraron a Moisés a una gran pasión. Cada uno era significativo, cada uno contribuía y merecía su propio lugar. 

“¿Por qué todos tenían que ser martillados en una sola barra de oro?” se lamentó su alma. “¿Por qué manchar su distintiva belleza a través de la uniformidad rígida de una sola barra de oro?”. Los adornos eran excepcionales y Moisés estaba afligido por un pluralismo que sentía que debería ser demostrado. 

Pluralismo y singularidad son dos polos opuestos que sólo Di-s puede unir. Moisés entendió los cuarenta y nueve adornos, pero la única pieza de oro era el secreto del cincuenta, un secreto que únicamente Di-s puede entender. 

Ninguna explicación pudo hacer que Moisés lo entendiera, sin embargo Di-s se lo explicó y él quiso comprenderlo una y otra vez. Esta diligencia fue el sello verdadero de Moisés y en su mérito se transformó en el conducto de Di-s para transmitir la luz del candelabro y la Torá. 

Es por esto que le pido a la gente que junte a sus amigos para el Minian. Puede ser que no junten muchos, pero sé que sus esfuerzos los ayudarán a apreciar y/o identificarse con el significado de la plegaria y el Minian. ¿Quién sabe? Hasta pueden llegar a responder con entusiasmo la próxima vez que sean ellos los llamados.

¿Por qué agregamos un mes más?

¿Por qué agregamos precisamente un mes de Adar extra al calendario para conformar el año de 13 meses en lugar de añadir cualquier otro mes?
El propósito de establecer años de 13 meses es asegurar que Nisán coincida siempre con la primavera, época de maduración de los frutos, tal como nos ordena la Torá:
Observa el mes de Aviv (primavera) y harás la ofrenda de Pesaj a Di-s… (DEvARIm 16:1).
Antes de que fuera instituido el calendario fijo, cuando los nuevos meses eran consagrados por el Sanhedrín, si se hubiera agregado un mes extra a los meses de Shvat o Tevet, por ejemplo, y la primavera hubiera llegado ese año en el mes de Adar, el beit dín podría haberse arrepentido por haber establecido ese año como de 13 meses [puesto que al agregar el mes extra ocasionaron que la primavera no acaezca en Nisán]. Sin embargo, estando en el mes de Adar, ya se puede saber si terminó el invierno —en cuyo caso no es necesario declarar un año de 13 meses— o si el invierno será prolongado, en cuyo caso se agregaría un mes para asegurar que Nisán coincida con la primavera.

Aunque nuestro calendario se basa hoy en día en cálculos fijos ya predeterminados, y no en la observación de las estaciones y los cambios del año, no obstante, no nos apartamos de los principios que tuvo en cuenta el Sanhedrín para establecer el calendario y seguimos agregando solamente un mes de Adar extra en los años de 13 meses.
¿Por qué en los años de 13 meses se celebra Purím en Adar II, en lugar de Adar I? Esto se debe a que el decreto de Hamán fue promulgado en un año de 13 meses durante el mes de Adar II. Además, observamos Purím en Adar II para celebrar la salvación de Ester en proximidad a la redención de Egipto, en el siguiente mes de Nisán, uniendo así las dos redenciones.

Todas las leyes que rigen para el mes de Adar en un año regular, rigen también para Adar II en un año hebreo de 13 meses. Así, Purím y las cuatro lecturas especiales de la Torá tienen lugar en Adar II. Aquellas personas que guardan la costumbre de ayunar el 7 de Adar conmemorando la desaparición de moshé, lo hacen el 7 de Adar II. Sin embargo, en Ialkut Iehoshúa se hace referencia a una tradición según la cual moshé falleció el 7 de Adar I en un año de 13 meses. Por lo tanto, en esos años, el aniversario resultaría ser el 7 de Adar I. En cuanto a esto, las costumbres varían según el lugar.

Pese a que, como hemos señalado, Purím se celebra en el mes de Adar II, se acostumbra no obstante a observar los días 14 y 15 de Adar I con un especial espíritu festivo. No se dice Tajanun (súplicas de perdón por los pecados) ni se ayuna o recitan discursos fúnebres. Estos días se denominan Purím Katán (Pequeño Purím).

Quien nació en el Adar de un año regular, y cumple trece años en un año de 13 meses, no se torna bar mitzvá sino hasta Adar II. Sin embargo, si nació en un año de 13 meses, su bar mitzvá tiene lugar en el mismo mes de su nacimiento [ya sea Adar I o Adar II]. 

Por lo tanto, es posible —en el caso de niños que nacieron en el mismo año con un día de diferencia— que el bar mitzvá del más joven tenga lugar casi un mes antes que el del niño mayor. De igual manera es posible—en el caso de niños que tienen un mes de diferencia entre ellos— que el bar mitzvá del más joven sea anterior al del mayor.

Por ejemplo, si dos niños nacieron en un año dc 13 meses, uno el último día de Adar I y otro el primer día de Adar II, y cumplen trece años en un año regular, ¡el bar mítzvá del que nació más tarde (o sea, el más joven) tendrá lugar en Rosh Jodesh Adar, mientras que el del que nació primero (el mayor) tendrá lugar el último día de Adar! En el caso de dos niños que nacieron en un año de 13 meses haciéndolo uno el 28 de Adar I y el segundo el 27 de Adar II, casi un mes más tarde, si cumplen trece años en un año regular, ¡el bar mitzvá del que nació más tarde tendrá lugar un día antes que el del que nació primero!