Una plegaria en el Kotel

Deseo contarles una vivencia especial, donde fui testigo de la inspiración Divina del Rebe:

Durante los “Diez días de Teshuvá” (los días que se encuentran entre Rosh Hashaná y Iom Kipur) del año 5749, estuve de visita en Israel. Uno de esos días, al amanecer, me dirigí al Kotel HaMaaraví (Muro de los Lamentos) para rezar allí. Durante mi Plegaria, recordé a varios de mis amigos y conocidos, pidiendo para ellos un Año Bueno y Dulce. Agregué además, como siempre acostumbraba, el nombre del Rebe de Lubavitch, pidiendo a Di-s que Le dé salud, por el bien de todo el pueblo judío.

Al concluir mis rezos retorné a mi automóvil. Para mi sorpresa, descubrí que la policía vial había colocado un “cepo” a mis ruedas. Aparentemente, debido a la oscuridad reinante a la madrugada, no había notado el cartel que indicaba que el estacionamiento estaba prohibido en ese sector.

Me dirigí a las oficinas de la municipalidad y aboné la multa. Pero me informaron que debía esperar un tiempo hasta que liberaran mi auto, debido a los trámites burocráticos.

Decidí aprovechar el tiempo y escribir una carta a cada uno de mis amigos, contándoles que recé por ellos en el Kotel. Decidí escribir una carta también al Rebe de Lubavitch. En la misiva le aclaraba que basado en lo que dicen nuestros Sabios: “quien envía un regalo a su compañero, debe avisarle”, le informaba que me encontraba en la ciudad de Ierushalaim y había rezado por él (Menajem Mendl Ben Jana) en el Kotel HaMaaraví, para que Hashem le diera salud y pudiera continuar conduciendo al pueblo de Israel con salud y satisfacciones, etc.

Después de Iom Kipur, regresé a los Estados Unidos. Desde el año 5745 acostumbraba a visitar 770 (Sede Central de Jabad Lubavitch Mundial) junto a mis hijos, dos veces  al año. Cuando el Rebe repartía “Kos Shel Brajá” (Al concluir Pesaj, Shavuot, Rosh Hashaná y Simjat Torá, el Rebe acostumbraba a repartir de su copa de Havdalá a los presentes. Para dicho acontecimiento llegaban miles de iehudim desde diferentes barrios y pasaban delante del Rebe. El Rebe bendecía a cada uno de ellos). Ese Motzaei Simjat Torá (dos semanas después de haber rezado en el Kotel) acudí como siempre a 770. Deseo aclararles que jamás tuve una audiencia privada con el Rebe, y jamás me presenté delante de él. Se entiende de ello que no había ninguna forma de que el Rebe pudiera reconocerme o saber mi nombre.

Me paré en la fila junto a mis hijos. Al llegar nuestro turno, el Rebe primero sirvió Kos Shel Brajá a mis hijos y luego me sirvió a mí. Cuando dije “Lejaim” el Rebe me miró a los ojos y me dijo:“Muchas gracias por recordarme frente al Kotel…”

Miré al Rebe sorprendido. Pero el Rebe ya estaba mirando a quien venía detrás de mí. Me adelanté un paso, pero no podía dejar de mirar al Rebe. Estaba totalmente pasmado por lo sucedido. Había sido testigo de la inspiración Divina del Rebe.

(Testimonio de Reb. Isajar Ber Rozenberg, jasid de Tzanz- Rebot Moftai)

Historia: Salvar a un amigo

Guedalia Moshe Goldman, que después se convirtió en Gran Rebe de Zvhil y Jaim Shaul Bruk, renombrado mentor de Jabad, estuvieron cautivos en la misma época en un campamento de trabajos forzados de la prisión soviética. ¿Su ‘detestable’ crimen? Observar y difundir Judaísmo bajo el régimen comunista.

Un Shabat, el sádico comandante del campamento llamó a Guedalia Moshe a su oficina. “Tengo aquí los papeles para tu descargo” dijo mientras ondeaba algunos papeles en el aire, “y si los firmas ahora, serás un hombre libre.

“¡Pero es Shabat!” contestó Guedalia Moshe. “No puedo y no firmaré en Shabat”.

El comandante -quién por supuesto sabía de antemano que Guedalia Moshe no transgrediría el Shabat- gritó: “¡Si no firmas los papeles ahora, permanecerás aquí otros ocho años!”. “No obstante, no firmaré y no profanaré el Shabat” respondió Guedalia Moshé.

“Muy bien,” sonrió con desprecio al comandante. “No firmes. Estarás en esta prisión durante ocho años más. Y veremos cómo tu Di-s te ayuda…”.

“Si mi Di-s quiere ayudarme, Él lo hará sin usted. Y si Él quiere que yo esté en esta prisión ocho años más, estaré aquí otros ocho años aun cuando usted decida permitirme marchar” contestó serenamente Guedalia Moshe. “No tiene nada que ver con usted.”.

El comandante ya enfurecido, estaba rojo. ¡Sacó su pistola fuera del estuche, apuntó al corazón de Guedalia Moshe, y gritó: “¡Veamos quién te ayudará ahora!”.

Jaló el arma…

Y en ese momento, su hija entró en la oficina. Vio a su padre apuntando con la

pistola a Guedalia Moshe y dijo con voz aburrida: “Padre, es una lástima la pérdida de una bala…”.

Despacio, el comandante bajó el arma. “¡No pienses que ha sido tu Di-s que te salvó!” gritó a Guedalia Moshe que permanecía de pie serenamente. “¡Si no hubiera sido por mi hija, serías ahora carne muerta!”.

El comandante se volvió a un ayudante y gritó: “Traiga al otro judío escandaloso, Jaim Shaul!”.

Pasaron  unos  momentos,  y  Jaim Shaul estaba parado en la oficina al lado de Guedalia Moshe. El comandante le hizo la misma oferta que a Guedalia Moshe: “Firma estos papeles y serás hombre libre”.

“Pero no puedo firmar los papeles” contestó Jaim Shaul “Es Shabat, y yo no violó el Shabat”.

“¡Entonces permanecerás aquí otros ocho años!”.

“¡No escribiré en Shabat!”.

De repente, Guedalia Moshe dijo: “Déme los papeles. Yo firmaré por él”.

El comandante quedó enmudecido. “¡¿Qué?! Acabas de decir que no escribirías en Shabat! ¡Vas a estar aquí ocho años más por esa razón! ¿Y ahora firmarás por él?”.

“Claro que no firmaría en Shabat para ganar mi libertad,” Guedalia Moshe contestó. “Pero esto es diferente. Yo soy fuerte, y puedo resistir las condiciones en esta prisión otros ocho años. Pero Jaim Shaul es más débil, y no puede resistir este lugar. Sería peligroso para su salud permanecer aquí ocho años más. Déme los papeles y permítame firmar…”.

Ambos hombres fueron liberados de la prisión a los pocos días.

Y después de todo, no fue el comandante quien estaba al mando.

Cuando Coca-Cola quiso aprender de Jabad

Era agosto de 1994, pocas semanas después de la desaparición física del Rebe. Un día, sonó el teléfono en la oficina de Jabad en Atlanta, donde yo trabajo como uno de los emisarios del equipo del Rebe. En la línea había un ejecutivo de Coca-Cola internacional, con sede en Atlanta. Estaba solicitando una cita “con Jabad Lubavitch”. Unos días después, aparecieron dos hombres muy bien vestidos. Ambos llevaban maletines, y parecían muy serios. Explicaron que Coca-Cola sigue atentamente a los medios de comunicación, y que habían leído las numerosas fuentes de noticias y artículos sobre el Rebe y el movimiento que construyó. Y en su esfuerzo por aprender sobre el Rebe, descubrieron cuán exitoso era el movimiento de Jabad, gracias al Rebe.

Para que entendiera de dónde venían y qué querían de mí, procedieron a describir cómo funciona Coca-Cola. Cuando desean  introducir un nuevo  sabor,  un  equipo elige el nuevo gusto. Un comité de degustación se hace cargo, para decidir cómo debe saber realmente. Luego pasa al departamento de publicidad, para adoptar una etiqueta y la imagen de este nuevo  producto.  Finalmente,  se dirige al departamento de marketing, para seleccionar dónde, precisamente, se iniciarán las pruebas del nuevo sabor. En total, explicaron, se necesitan aproximadamente dos años completos para probar, evaluar, refinar e implementar el cambio en el mercado global de Coca-Cola.

En contraste, dijeron, cuando el Lubavitcher Rebe inició nuevas campañas, estas se desplegaron con entusiasmo en todo el mundo dentro de las veinticuatro horas desde la introducción del Rebe. En cuestión de días, el mundo se llenó de calcomanías, carteles, folletos y jóvenes y mayores, promo- vían, alentaban e impulsaban esta nueva campaña a todo el mundo.

“¿Cuál es el secreto del éxito del movimiento Jabad? ”, me dijeron los compañeros, “Nos gustaría aprender de ustedes”.

No pude pensar en un “secreto”. Decidí que, describiéndoles al Rebe, se podía entender el proceso. Les conté cómo el Rebe celebraba los “Farbrenguens”, reuniones de sus seguidores y admiradores en las tardes de Shabat, así como en festividades religiosas, jasídicas y otros días importantes alrededor del año. Durante estos eventos, que podían durar desde un par hasta seis o siete horas, el Rebe hablaba en intervalos de veinte minutos a una hora, desarrollando temas e ideas en temas clásicos de la Torá, que abarcaban todas sus áreas. Estas reuniones se intercalaban con hermosas melodías jasídicas. En algún lugar durante estas reuniones, el Rebe desarrollaba el tema de la nueva campaña que deseaba lanzar.

Cuando estas reuniones se llevaban a cabo los días de semana, todo el proceso se transmitía en vivo a los centros de Jabad en todo el mundo. En el Shabat y en las festividades judías, cuando no se pueden usar dispositivos de grabación electrónicos, un equipo de eruditos bendecidos con buena memoria, transcribían y publicaban sus palabras inmediatamente después del Shabat. Luego se enviaban a todos los centros de Jabad. En cuestión de horas, se generaban ideas creativas y se lanzaban campañas en todo el mundo.

Los caballeros en mi oficina parecían perplejos. “¿Qué pasa con los CEOs?”, preguntaron “¿el Rebe no se reunía con su gente para tomar decisiones globales?”

Respondí que el Rebe era el líder. Tenía un equipo muy grande: sus emisarios en todo el mundo y todos sus seguidores. No había reuniones de consejo. En cambio, el Rebe sugería una campaña basada en lo que se necesitaba en ese momento. Los ejecutivos de Coca-Cola no entendían nada.

Luego me hicieron una pregunta más: “¿De dónde sacaba el Rebe sus ideas?”

“El Rebe era un hombre de Di-s”, dije. “Era extremadamente humilde y un hombre de verdad, cuya presencia y convicción inspiran y capacitan a todas las personas con las que tuvo contacto, para estar más conectados con Di-s. Como emisarios de un hombre extraordinariamente santo, los devotos seguidores del Rebe se dan cuenta, aún hasta hoy, del privilegio de poder enviar al mundo el mensaje de este hombre santo y sus energías espirituales”. Al escuchar esto, los hombres tomaron sus maletines, me dieron las gracias y se fueron.

Dudo que hayan asimilado algún secreto ese día. Pero aprendí una lección increíble de ellos. Coca-Cola es, posiblemente, la compañía más exitosa del mundo. Se podría argumentar que puede ser la de mayor éxito de la historia. Es incomparable.

Y, sin embargo, en su búsqueda por ser aún más exitoso, ¡Coca-Cola se dirigió a Jabad en busca de ideas y creatividad!

Algunos comparan Jabad con Coca-Cola. La famosa línea es: Dondequiera que haya Coca Cola hay Jabad. El mensaje del Rebe, sin embargo, tiene un éxito aún mayor, ya que este mensaje se encuentra en el reino espiritual y, por lo tanto, es universal e intemporal. La sabiduría perspicaz del Rebe y las “campañas”, por lo tanto, han tenido un éxito aún mayor que cualquier nuevo sabor de Coca Cola.



Volvamos a ver nuevamente la luz

Hace unos años atrás, un médico del sur de Francia se contactó conmigo. Su nieta había contraído una enfermedad que desconcertaba a los médicos allí…

Me llamó luego de haber leído diferentes artículos míos acerca de los desórdenes en el sistema nervioso autónomo. Los síntomas de su nieta parecían coincidir con aquellos que yo describía, y él deseaba saber si yo podía ayudar.

Por supuesto que acepté, y durante meses colaboré con los pediatras franceses a través del teléfono o el fax, prescribiendo una serie de terapias. A lo largo de esas semanas, la niña tuvo una significativa y milagrosa recuperación. Los abuelos manifestaron su agradecimiento sincero y me pidieron que cuando visitara Francia se los hiciera saber.

En el verano de 1996, fui invitada a disertar en un importante congreso científico internacional, que se llevaba a cabo en Niza, Francia. Avisé al médico que había ayudado años atrás. Al llegar al hotel, recibí un mensaje para que lo contactara. Lo llamé, y quedamos en encontrarnos a cenar juntos una noche.

El día de la cita, nos encontramos y viajamos en su auto hacia su casa, que se hallaba en la hermosa campiña del sur de Francia. Fue sorprendente saber que su casa era más antigua que los Estados Unidos de Norteamérica. Durante el viaje, me contó que su mujer tenía cáncer de mama y no estaba pasando por un buen momento, pero que de todas formas insistía en conocerme.

Cuando nos encontramos, pude ver que a pesar de la severa enfermedad, seguía siendo una bellísima mujer con un noble porte.

Fue una de las veladas más hermosas de mi vida. Después de la cena, nos sentamos en el salón del siglo XVII, tomamos licor y charlamos. Nuestra conversación seguramente pareció extraña a la joven pareja que nos atendió durante la comida, pues pasaba del inglés al francés y también al español.

Luego de un rato, la mujer me dijo: “Mi esposo me contó que usted es judía, ¿no?” ”Si” dije, “soy judía”. Me pidieron que les contara acerca del Judaísmo, especialmente de las festividades. Hice lo mejor que pude para explicarles lo que me solicitaron, y me sorprendió lo poco que conocían de nuestras tradiciones. Ella parecía muy interesada en Janucá. Cuando terminé de contestar preguntas, sorpresivamente, ella me miró a los ojos y dijo: “Tengo algo que deseo darte”

Desapareció por un instante, para retornar después con un paquete envuelto en tela. Se sentó, siguió mirándome fijo, y comenzó a hablar despacio.

“Cuando era una pequeña niña de 8 años, durante la Segunda Guerra Mundial, las autoridades vinieron a nuestro pueblo para llevarse a todos los judíos. Mi mejor amiga, Jeanette, era judía. Una mañana fui a buscarla para jugar, y vi que su familia era forzada a subir a un camión mientras los apuntaban con fusiles. Corrí a contarle a mi madre lo que sucedía y le pregunté a dónde llevaban a Jeanette. ‘No te preocupes’ -me dijo- ‘Jeanette regresará pronto’. Volví a la casa de mi amiga, pero sólo encontré a otros habitantes del pueblo, que se llevaban todas las cosas de valor, dejando de lado los objetos judíos, que tiraban a la calle. Cuando me acerqué, vi un objeto de su casa tirado en la basura. Lo levanté y reconocí en él, algo que mi amiga y su familia encendían en la época coincidente con Navidad. En mi mente de niña, pensé: ‘Llevaré esto a casa y lo guardaré hasta que retorne Jeanette’

Pero ni ella ni su familia volvieron.

Hizo una pausa, tomó un poco de licor y prosiguió: “Desde ese momento lo he guardado. Lo escondí de mis padres y no le conté a nadie acerca de su existencia. De hecho, durante estos cincuenta años, el único que conocía mi secreto ha sido mi esposo. Cuando supe lo que en verdad le había sucedido a los judíos, y cómo muchas de las personas que conocía habían colaborado con los nazis, no podía siquiera mirar este paquete. De todas formas, lo guardé, esperando algo, aunque no estaba segura qué. Ahora lo sé. Estaba esperándote a ti, una mujer judía que ayudó a curar a mi nieta, y es a ti que te lo confío”.

Sus temblorosas manos colocaron el paquete en mi regazo. Lo desenvolví lentamente. Dentro de él había una Menorá (candelabro de Janucá), pero distinta a todas las que había visto hasta ahora. Estaba hecha de sólido bronce, tenía ocho vasitos que contenían el aceite y las mechas y un noveno vasito centrado por encima de los demás. Tenía un aro arriba, y la mujer mencionó que recordaba que la familia de Jeanette la colgaba en el hall de la casa.

Me parecía antiguo; luego varias personas me aseguraron que probablemente tenía más de 100 años. Cuando la sostuve y pensé en lo que representaba, comencé a llorar. Todo lo que fui capaz de decir fue: “Merci” Cuando me iba, sus últimas palabras fueron: “Que veamos nuevamente la luz”.

Me enteré que la mujer falleció apenas un mes después de nuestro encuentro.

Este Januca, la Menorá verá nuevamente la luz. Y cuando mi familia y yo la encendamos, pronunciaremos una plegaria especial en honor a aquellos cuya memoria ella representa.



El Rabino de Nelson Mandela

En septiembre de 2007 estaba en Monte Carlo para la boda de un amigo.

El Shabat por la mañana oramos en la sinagoga local y luego caminamos hasta el cercano Hotel de Paris. Al entrar al vestíbulo, me sorprendió la fuerte presencia de seguridad. Pronto supe que el legendario ex presidente sudafricano Nelson Mandela estaba alojado en el hotel. Me enteré que estaba reunido en una de las señoriales salas del piso del vestíbulo que yo estaba atravesando.

Instintivamente quise conocer al icónico hombre de Estado. La pequeña posibilidad de acceder a reunirme Mandela no me impidió preguntar al guardia de seguridad en la puerta si podía pasar para bendecir al ex presidente. Justo en ese momento, un segundo miembro del equipo de seguridad se acercó y me preguntó qué quería. El primer guardia explicó que yo era un rabino que quería bendecir a Madiba en el santo día de Shabat. Estuvieron de acuerdo en dejarme ir a saludarlo.

Mientras me acercaba al ex presidente, éste levantó la vista y sonrió. Yo estaba vestido con el atuendo completo de Jabad para Shabat, levita negra, sombrero de fieltro negro, y mi Talit (manto para el rezo) blanco y negro cubría mis hombros.

Después de haber sido presentados, Mandela me invitó a sentarme a su lado. Me pidió que lo bendiga y mencionó que estaba emocionado porque lo había bendecido en el día de reposo. El Presidente Mandela también me dijo lo mucho que apreciaba cuando “su rabino” Rabi Cyril Harris, lo bendijo en su país.

Mirando a través del gran hombre, que había sufrido durante décadas, luchó por la libertad, y logró unir una nación fragmentada, me sentí obligado a hacer una pregunta. ¿Alguna vez había comparado su historia a la de Iosef, el personaje bíblico?

Sin pausa, Mandela respondió que sentía una fuerte afinidad con Iosef. Este había sido encarcelado de por vida, sin embargo, encontró la fuerza en su perspectiva positiva y finalmente surgió para dirigir una nación. Con los ojos brillantes, Mandela se rió en voz alta: “¡Pero pasé muchos años más en la cárcel de lo que Iosef lo hizo!”

Entonces le pregunté: “¿Es en honor a la túnica de colores de Iosef que usted viste siempre camisas coloridas, su marca registrada Madiba?”

“No”, respondió: “Visto estas camisas para representar a mi pueblo y su lucha y para representar las hermosas y diversas culturas y tradiciones de África” Tiernamente tocó el continente africano bordado en la camisa negra de seda hecha a medida.

Charlamos con facilidad. Comentó sobre cómo yo estaba vestido y dijo: “Al verte vestido así me recordó esa visita del sábado a la sinagoga unos pocos días después de ser elegido presidente”. En el primer Shabat después de ganar las elecciones, allá por mayo de 1994, visitó la sinagoga más grande de Sudáfrica, en Ciudad del Cabo. “Su rabino” Rabbi Harris le había invitado a asistir a los servicios de la mañana.

Mandela recordó cómo se había dirigido a la multitud reunida y haciendo un llamamiento a la comunidad judía local para implorar a sus familiares que habían emigrado a regresar a su casa para ayudar a reconstruir una nueva Sudáfrica democrática”. También aseguró a la comunidad judía local a no tener miedo

de un Gobierno de unidad nacional y prometió que “juntos lo vamos a lograr” Luego recordó: “Cuando regresé al automóvil, mi conductor me dio un regalo de una mujer que habían asistido a la sinagoga esa mañana. Era una hermosa camisa de color negro, con un diseño colorido con peces de oro bordados en ella. Elegí usar esa camisa para la apertura del Parlamento de nuestro nuevo gobierno democrático.

“Después de vestir esa camisa, esta misma mujer (la diseñadora sudafricana Desré Buirski) continuó enviándome camisas. Nos convertimos en buenos amigos, y ella ha diseñado cientos de camisas para mí. Estas me ayudan a llevar mi mensaje en todo el mundo”.

Él sonrió y añadió: “Y todo porque fui a la sinagoga un sábado por la mañana”

Me puse de pie y le di las gracias por la generosidad de su tiempo y el honor de conocerlo. Antes de salir, el Sr. Mandela elogió el aspecto tradicional de mi vestimenta jasídica. “Estoy feliz de verte vestido de esta manera, siempre debes estar orgulloso de llevar la ropa de la fe judía como una marca de honor”, dijo.

Al estrechar su mano, me dijo, “Recuerda joven rabino, cuando vistes tu atuendo real, representas lo que simboliza la Biblia: Todos los seres humanos son hijos de Di-s, creados a imagen de Di-s, independientemente de su origen étnico, color o la fe”



Enseñar nuevos trucos a un viejo judio

La Parshá de la Torá de esta semana concluye con lo que podría llamarse : El  Brit Milá -circuncisión- más difundido del planeta…

La auto – circuncisión misma, realizada por Abraham a la edad madura de  noventa y nueve años acentuó su reputación de hombre santo y lo lanzó a una  estratosfera sin precedentes de devoción y profecía. Abraham también  recibió las bendiciones de Di-s para una numerosa, piadosa y poderosa  descendencia. ¡Todos esto por quitar una pequeña parte de su cuerpo! 

¿Hay un mohel cerca  de casa?
El mundo tiene un refrán que dice que no se puede enseñar nuevos trucos a  un perro viejo. El perro viejo ya está tan firme en sus rutinas y hábitos-  su comida, sus horas de dormir, sus ladridos de media noche y su árbol  preferido- que da lo mismo que intente enseñarle a maullar y trepar a un  árbol como enseñarle una nueva manera de darse vuelta.
Esto es especialmente verdad si las rutinas del perro viejo tuvieron éxito. 

¿Por qué y para qué debe aprender un nuevo truco?

Pero Abraham tenía una visión más amplia. Entendió que el mundo espiritual  del alma es infinitamente diferente al mundo de los perros y sus trucos. En  el mundo del alma, no hay ningún límite a lo bueno que puede hacerse, a la sabiduría que puede aprenderse o al éxito que puede lograrse.

Abraham desafiaba siempre sus hábitos y rutinas. Cuando era un hombre  joven, destrozó personalmente a los dioses falsos del mundo. Dedicó su vida  después, a expandir monoteísmo y moralidad, enseñando principalmente con el
ejemplo de su hospitalidad y bondad inagotables. Además, escribió libros  que eran como atlas del camino a las esferas más altas del misticismo.

Abraham tenía 99 años. Sin embargo, se veía a sí mismo espiritualmente como  un bebé de ocho días, sin tener otra cosa que hacer que crecer.

Todo lo que tenía que hacer era quitar una pequeña parte de su cuerpo…

Dos párabolas sobre la prosperidad

CHARCOS DE VINO
Rabi Tzvi de Portziva acostumbraba a ser el jazán (cantor) de la plegaria de Musaf de Rosh Hashaná en la sinagoga de Rabi Iosel de Torchin, el hijo de la Jozé de Lublin.
Una vez, Rabi Itzjak Meir de Gur le preguntó: «¿Podrías compartir una enseñanza que hayas oído de Rabi Iósele?»

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