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a familia Shlesinger de Alon Shvut estaba de va-
caciones en el norte de Israel. Su hijo Elisha, de
L28 años, conducía para acompañarlos en Sha-
bat.
Necesitaba cargar combustible, pero seguía pa-
sando por alto los desvíos mientras aceleraba hacia su
destino.
Después de pasar cinco gasolineras, finalmente de-
cidió detenerse en la siguiente. Miró su reloj. Faltaban
3 horas para Shabat y estaba a una hora de su destino.
Considerándolo todo, el momento era el correcto.
Mientras llenaba el tanque de nafta de su auto,
notó a una mujer con niños parada junto a su auto, no-
tablemente molesta. Se acercó a ella y le preguntó si
podía ayudarla.
“¡Accidentalmente llené mi auto con combustible
diesel en lugar de regular y ahora no arranca!” le res-
pondió.
Elisha escuchó su situación y frunció el ceño. No
había manera de sacar el combustible. Necesitaba
atención profesional y no había mecánicos de servicio
en la estación.
“¿Adónde te dirigías?” le preguntó a la mujer.
“A Alei Zahav en el Shomrón”, dijo, con ansiedad
en su voz.
Elisha sabía exactamente dónde era el lugar… ¡fal-
taban casi 3 horas, y solo faltaban 3 horas para Sha-
bat! Claramente necesitaba llegar allí, pero ¿cómo?
No es de extrañar que estuviera frenética. Parecía
imposible.
Pero no a Elisha. No lo pensó dos veces. Le tendió
las llaves del auto a la asombrada mujer.
“¡Toma mis llaves y comienza a conducir hacia Alei
Zahav! Lo llené para que tengas mucha gasolina. ¡Lle-
garás a tiempo! Aquí está mi número de celular. Este-
mos en contacto después del Shabat y podremos
encontrar la manera de devolverme el auto”.
La mujer quedó estupefacta. ¿Un joven, un com-
pleto desconocido, que le entrega su coche?
Ella le agradeció efusivamente y partió hacia Alei
Zahav.
Mientras tanto, Elisha llamó a su padre y le explicó
la situación. Su padre vino rápidamente a recogerlo y
todos llegaron a sus respectivos destinos a tiempo
para Shabat.
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