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Las sagradas escrituras de los indígenas no fueron quema-
das ni saqueadas; en cambio, se conservaron y luego se
transcribieron en material duradero.
No había nada inusual en esto, porque las sociedades
paganas generalmente tenían respeto por otras religiones.
Incluso en otros lugares de Israel, como Shjem, que era el
hogar de los samaritanos (Shomronim) y su variación de la
fe monoteísta judía, la práctica religiosa no se vio pertur-
bada. Cuando los romanos conquistaron la región a fines
del siglo I e.c., en realidad restauraron muchos de los sím-
bolos religiosos.
A lo largo de la historia, muchos grupos devotos fueron
completamente intolerantes con las creencias de los demás.
Posiblemente el ejemplo más notorio, la Inquisición espa-
ñola, iniciada a fines del siglo XV, nos recuerda la tortura y
la aflicción con que los hombres son capaces de atormen-
tarse unos a otros, por el pecado de no cumplir con ciertas
creencias.
Sin embargo, a diferencia de los movimientos religiosos
posteriores -de hecho, persisten hasta el día de hoy- que no
permitieron que florecieran otras religiones, porque se sen-
tían en posesión exclusiva de la Verdad y se consideraban
obligados a convertir a todos los demás, los antiguos paga-
nos no tenían tal misión. Como seguían una creencia poli-
teísta, que acepta más de un ser celestial y fuerza divina,
podían apreciar las tradiciones locales y no veían la necesi-
dad de alterarlas.
Contrariamente a su comportamiento anterior, en Jeru-
salém los griegos se propusieron hacer cumplir una lista de
decretos represivos.
La circuncisión, la huella de la orden de Di-s en la carne
del hombre, fue prohibida. La observancia del Shabat es-
taba prohibida; Siendo para los judíos un símbolo de tran-
quilidad y el sosiego que merecían y esperaban iniciar en
sus vidas, ahora estaba prohibido el día que siempre los
había separado de sus vecinos.
Hicieron caso omiso del tradicional rechazo a los produc-
tos del cerdo, y fueron obligados a sacrificarlo y luego co-
merlo. Aquellos que, a pesar de los edictos, desafiaban los
deseos del rey e instruido a otros acerca de las lecciones de
su tradición, eran quemados en la hoguera, envueltos en el
pergamino de los pergaminos que les habían sorprendido
enseñando.
Los historiadores señalan que este fue el único aconteci-
miento en la carrera de Antíoco en el que se revocaron los
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