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Monumento
conmemorativo
del centenario
del nacimiento de
Raoul Wallenberg,
frente al Ministerio
de Relaciones
Exteriores
en Estocolmo.
Mientras los nazis avanzaban sobre Budapest y
amenazaban con volar el gueto de la ciudad y li-
quidar a los judíos que quedaban, él les advirtió a
los generales nazis que rendirían cuentas y serían
llevados ante la justicia por sus crímenes de guerra
y crímenes de lesa humanidad.
Los generales nazis desistieron. Unos 70.000 ju-
díos más se salvaron gracias al coraje indomable
de una persona preparada para enfrentar el mal ra-
dical.
Al advertirles a los generales nazis que serían
considerados responsables de sus crímenes de gue-
rra, Wallenberg fue un precursor de los principios
de Nuremberg y de lo que hoy llamamos derecho
penal internacional.
Para el “asesino de escritorio” Adolf Eichmann,
que estaba organizando los transportes a Aus-
chwitz, Wallenberg era el Judenhund Wallenberg,
el “perro judío”.
Para los judíos, como me dirían los salvados por
Wallenberg, era el “Ángel de la guarda”. •
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