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I
magina la escena: estás pa-
rado en el andén, viendo un tren
salir de la estación con un ser que-
rido a bordo, preguntándote si al-
guna vez lo volverás a ver.
En el pasado, cuando los viajes
de larga distancia eran mucho más
arduos y costosos, los gloriosos y
cavernosos pasillos de las estacio-
nes de tren servían como telón de
fondo para todas las idas y venidas
de la vida.
Tal fue el escenario de dos mo-
mentos poderosos entre los jasidim
y el sexto Rebe de Lubavitch, Rabi
Iosef Itzjak Schneersohn: momen-
tos de despedida y reencuentro, de
pérdida aplastante y conexión
eterna.
Era el año 1927. Fue un año es-
pecialmente difícil para los jasi-
dim de Jabad en Rusia, ya que la
Yevsektsiya (la “sección judía” del
Partido Comunista) y la policía se-
creta soviética intensificaron su
persecución de la observancia re-
ligiosa judía.
Muchos jasidim fueron arresta-
dos y nunca más se les volvió a ver.
Otros pasarían décadas en campos
de trabajo forzados en Siberia.
Fue este año que el Rebe fue en-
carcelado en la prisión de Shpa-
lerka en Leningrado, sentenciado
a muerte por su incansable trabajo
promoviendo la educación y ob-
servancia religiosa.
Después de una terrible expe-
riencia en prisión, su sentencia fue
milagrosamente conmutada por la
de exilio en la ciudad de Kostroma,
350 kilómetros al noreste de
Moscú.
El día que debía partir hacia
Kostromá, el 3 de Tamuz (3 de julio
de 1927), los jasidim se reunieron
para una despedida improvisada
en el andén de la estación de tren
de Leningrado.
Había policías uniformados y
agentes secretos por todas partes,
y no había duda de que había in-
formantes intercalados entre la
multitud.
La prisión de Shpalerka en Leningrado