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eón Leyson, de nueve años, Su padre, Morris, era uno de los
contaba los días mientras su pocos judíos a los que se les permi-
Lfamilia empacaba sus perte- tía salir del gueto, gracias a su tra-
nencias y se preparaba para mu- bajo en una fábrica propiedad de
darse de su pequeño pueblo en el un alemán llamado Oskar Schind-
norte de Polonia a la gran ciudad, ler. Viajando de ida y vuelta al
Cracovia. gueto, Morris podía traer restos de
Aunque sabía que extrañaría a comida para su familia.
sus amigos del colegio, León ima- Como muchos otros, le preocu-
ginaba la energía emocionante de paba el plan que los nazis tenían
su nueva vida en un nuevo lugar. en mente para los judíos. Ideaba
Su padre, artesano, necesitaba maneras de asegurar que su esposa
mudarse por trabajo. Se rumoreaba e hijos fueran añadidos a la lista de
el peligro de los antisemitas, pero era trabajadores de Schindler, y tal vez
1938, y en una ciudad moderna así se libraran del duro destino de
como Cracovia, ¿qué les podía pasar? los campos de exterminio.
Un año después, los nazis inva- León fue enviado a Plaszow, un
dieron Polonia. «De repente, perdí campo dirigido por un coman-
mis derechos más básicos», recuerda. dante asesino que fusilaba a los ju-
«Pasaba hambre y miedo todo el díos por la más mínima infracción.
tiempo». El comandante tenía una lista
León describió cómo, de la noche de prisioneros designados para ser
a la mañana, se vio rodeado de vio- transferidos a la fábrica de Schind-
lencia y miedo. Los judíos de Cra- ler, y León vio que su nombre es-
covia fueron acorralados y obliga- taba escrito, pero tachado.
dos a vivir en un gueto. Leon pasaba Con un repentino arrebato de
la mayor parte del dia buscando indignación y coraje, confrontó a
comida; cualquier resto que pare- un guardia y le dijo que se había
ciera comestible era un tesoro. cometido un error.
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