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ESCENCIA 036_Maquetación 1  08/11/2021  15:29  Página 17







                                                       acia la noche del viernes de mi breve
                                                       y última visita, fui con mi abuelo a la
                                              Hsinagoga para dar la bienvenida al
                                              Shabat. Entonces supe que su pequeña sina-
                                              goga, Shtibel, también había sido destruida
                                              durante el último incendio y ahora todos los
                                              jasidim de Jabad restantes se reunían en la
                                              casa inconclusa que pertenecía a uno de los
                                              miembros fieles, un carpintero de oficio.
                                                  En esta atmósfera cotidiana —su andamio
                                              aún allí, atados de madera esparcidos por
                                              todas partes—, los mismos fieles parecían so-
                                              brevivientes accidentales de alguna catás-
                                              trofe.
                                                  Mi abuelo se elevaba sobre su entorno,
                                              asombroso en su dignidad y su rara obstina-
                                              ción de espíritu.
                                                 Durante esos ardientes momentos de ple-
                                              garia, mi abuelo y yo, su joven antagonista,
                                              nos reconciliamos. Hasta mi último momento
                                              recordaré al abuelo de pie ante el quórum,
                                              cantando las plegarias que dan la bienvenida
                                              al Shabat.




                      Mis ojos ansiosos, con los de toda la asamblea, se alzaron
                     hacia él. Y fue durante esos ardientes momentos de plegaria
                     que el abuelo y yo, su joven antagonista, nos reconciliamos.




                                                 Era alto y delgado, y la estrecha faja de su
                                              saco largo de seda negra parecía darle aún
                                              más longitud a esta figura. Todos sus movi-
                                              mientos estaban dirigidos hacia arriba; in-
                                              cluso su barba puntiaguda parecía levantada.
                                              Una vela ardiendo en santidad en la víspera
                                              de Yom Kipur, esa fue la imagen que me trajo
                                              a la mente.
                                                 Su plegaria era un fuego furioso, contro-
                                              lado y sometido. Se elevaba desde las profun-
                                              didades de su interior hasta la fuente del
                                              consuelo.
                                                 Mis ojos ansiosos, con los de toda la asam-
                                              blea, se alzaron hacia él. Y fue durante esos


                                                             ESENCIA                                                                 17
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