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ESCENCIA 036_Maquetación 1 08/11/2021 15:29 Página 19
ardientes momentos de plegaria que el
abuelo y yo, su joven antagonista, nos recon-
ciliamos.
El poder de su oración y mi participación
en ella salvaron las diferencias entre noso-
tros.
En realidad, hubo un hecho que podría
haber hecho que nuestra reconciliación fuera
casi imposible. Mis camaradas del Partido en
la ciudad se habían enterado de mi visita y de
mi próxima aliá a Israel, y organizaron una
reunión pública en mi honor.
Mi nombre saltó de los anuncios que ha-
bían publicado. La reunión no podía ocultarse
al abuelo y sus amigos, y estaba lleno de
miedo de que, como resultado, mi visita
agrandaría el abismo entre nosotros.
Pero cuando oramos juntos, el miedo se di-
sipó y el abismo desapareció.
Al escuchar el canto de mi abuelo, escuché
debajo de las palabras su profundo lamento
por el inexorable declive del precioso mundo
que había sido suyo. Escuché su dolor por las
diferencias que dividen a los parientes. Escu-
ché su apasionada gratitud por la gran dicha
que sentía al estar cerca de la fuente de toda
bendición; en la eternidad de Israel intacta
de generación en generación; y en el vínculo
—por fin— entre mi alma y la suya.
Todavía puedo escuchar la voz de mi
abuelo cantando a su Padre Celestial, en pre-
sencia de su nieto en la tierra:
“Santuario del Rey, ciudad soberana, le-
vántate, sal de tus ruinas.
“Los afligidos de mi pueblo confían en ti;
la ciudad se edificará sobre su sitio anterior”
Y luego mi abuelo cantó el Salmo de Sha-
bat con una melodía rítmica y vigorosa, en un
estado de ánimo de pura acción de gracias:
“¡Cuán grandes son Tus obras, oh Señor!
Cuán profundos Tus pensamientos.
“El tosco no lo sabe, ni el necio comprende
esto...”
Que su oración de Shabat fue un regalo
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