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Restablecimiento de la Torá
Poco después de que Ezra llegara a Jerusalém, se en-
teró del estado espiritual de los judíos allí. Se habían
unido libremente con las mujeres no judías de la tierra y
habían dejado de guardar las fiestas judías y otros man-
damientos.
Devastado, Ezra rasgó sus vestidos y se sentó de luto
todo el día hasta la noche. Después de traer el sacrificio
de la tarde, se levantó y comenzó a orar en voz alta a
Di-s, llorando y pidiendo perdón por los pecados de su
pueblo.
Una multitud se reunió lentamente para observar sus
sentidas súplicas. Sus lágrimas también los conmovie-
ron, y eventualmente todo el grupo lloró junto con él, la-
mentando sus pecados.
El pueblo pidió que Ezra asumiera un papel de lide-
razgo para ayudar al pueblo a regresar al servicio de Di-s.
Inmediatamente, Ezra formó un grupo de oficiales
para este propósito, y les hizo jurar a todos que llevarían
a cabo sus instrucciones. Después de hacerlo, envió una
proclamación por toda la tierra para que todos los judíos
que habían ascendido a Israel desde Babilonia se reu-
nieran en Jerusalém en tres días.
La orden fue atendida. En el día señalado, la gente se
sentó en grupos acurrucados, azotados por una poderosa
tormenta, mientras Ezra les hablaba. Los reprendió por
sus malas acciones y los animó a mejorar sus caminos.
Cuando terminó de hablar, la congregación acordó como
uno solo volver al camino de la Tora.
Se estableció un sistema por el cual cada pueblo nom-
braba un oficial para que estuviera a cargo de la gente,
asegurándose de que rectificaran sus acciones. Uno por
uno, los hombres trajeron ofrendas por el pecado. Para el
primero de Nisán, solo tres meses después, los matrimo-
nios mixtos eran cosa del pasado.
Ezra también reunió a la gente y les leyó la Torá pú-
blicamente, familiarizándolos con sus leyes. Uno de los
resultados inmediatos de aquella oración fue la renovada
adhesión a las fiestas.
Después de escuchar las leyes de la Fiesta de las Ca-
bañas (Sucot), el pueblo guardó la festividad con un fer-
vor y una piedad que no se veían desde los días de
Ioshua, hijo de Nun.
En ese momento, la gente también abrazó la obser-
vancia completa del Shabat.
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