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Como muchos en Antakya, que se asocia más estre-
chamente con la frontera con Siria que con Turquía, ha-
blan árabe en casa.
Sus hijos, como tantos otros en Antakya, se fueron
hace mucho tiempo. Antes de la cena de Shabat en su
casa, Olga mostró con orgullo una foto del cumpleaños
de una nieta en Tel Aviv y una de un hijo que es médico
en Alemania.
Daoud intentó vivir en Israel e incluso se inscribió en
un curso de ulpán para aprender hebreo, pero descubrió
que el estilo de vida allí era demasiado diferente y le di-
ficultaba la vida.
Aun así, él, Olga e incluso su madre Adile, de 90 años,
esperan mudarse allí de forma permanente algún día.
A pesar de su orgullosa declaración al comienzo de
nuestra discusión, Selim finalmente se abrió para expli-
car que él también estaba considerando otras opciones.
“Tengo tres hijos. Cada uno de ellos está en países se-
parados. Uno está en Holanda, uno en Estados Unidos,
uno en Canadá”, dijo. “Ya llevamos mucho tiempo pen-
sando en irnos. Estamos preparando los cimientos”.
Los judíos estuvieron presentes en Antioquía desde su
fundación alrededor del año 300 a.c. por Seleucus I, uno
de los generales de Alejandro Magno y líderes de sus es-
tados sucesores.
La esposa de
Daoud Cemel,
Olga, se mudó
a Antakya desde
Damasco hace
25 años.
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