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Sin embargo, la ciudad primero se colocó en el punto
de mira de la historia judía con un auge que resuena
hasta el día de hoy.
Durante la era seléucida, fue la base capital del em-
perador Antíoco IV Epífanes, a quien hoy se recuerda
más como el villano de la historia de Janucá.
Posteriormente, el Talmud registró visitas a la ciudad
de Sabios judíos, incluido el famoso Rabí Akiva, y gene-
ralmente usa Antioquía como estándar para una metrópoli.
Desde entonces, la presencia judía en Antakya ha so-
brevivido a Antíoco y sus seléucidas, sin mencionar a los
romanos, bizantinos, estados cruzados, mamelucos, tur-
cos selyúcidas, otomanos y todos los demás imperios que
gobernaron la ciudad en los últimos dos milenios.
Los judíos que quedan están fuertemente apegados a
las tradiciones judías que pueden practicar en una co-
munidad tan pequeña.
Aunque no tienen suficientes miembros observantes
para formar un minian regular, o quórum de oración de
10 hombres, todos los judíos locales tienen las llaves de
la única sinagoga de la ciudad y pasan por allí con fre-
cuencia.
Dado que Antakya está casi al norte de Jerusalém, la
sinagoga es una de las pocas que todavía funcionan y
que se construyó para tener su Arca en el muro sur, en
lugar del este.
Todos, menos tres de los 14 judíos se abstienen de
comer carne no kasher, comiendo solo pescado y comida
vegetariana durante la mayor parte del año.
Daoud Cemel
habla con una
clienta en la
tienda del famoso
Long Bazaar
de Antakya.
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