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Rebetzin Jaia Mushka
nes, sin importar quién seas o no desearme Mazel Tov.
un estudiante de Ieshivá. Le dije que más tarde esa
Pero el Rebe había dicho que noche mi familia y yo nos dirigi-
esto era solo el comienzo; eso sig- ríamos a Montreal, que es donde
nificaba que tenía la capacidad de se iba a llevar a cabo la boda, y me
hacer aún más. Me sentí obligado dio sus bendiciones, deseándonos
a estudiar y memorizar más dis- un buen viaje.
cursos, y pasé a recitar otro cada El Rebe se volvió, bajó las esca-
día en las celebraciones de bodas leras y salió por la puerta que con-
de una semana. ducía a su automóvil en el camino
En más de una ocasión, el Rebe de entrada, con su secretario, Rabi
me animó a estudiar Torá de ma- Groner, detrás de él. Luego, mien-
nera regular y siempre se enfocó tras caminaba, de repente se de-
en no perder el tiempo. Conocía tuvo y se dio la vuelta.
mis puntos débiles, así como “¡Meir Shlomo! ¡Meir Shlomo!”
dónde necesitaba mejorar, y con el El rabino Groner me llamó. Bajé
discurso me dio la fuerza para se- corriendo las escaleras y me paré
guir adelante. en el último escalón donde el Rebe
La noche antes de la boda, es- me miraba con una gran sonrisa.
taba de pie en el pasillo de 770. “Probablemente sepas”, dijo mien-
Cuando el Rebe salió de su oficina tras señalaba en mi dirección, “que
para irse a casa, se detuvo para llevas el nombre de mi abuelo”. •
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