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Uno

               Rabí Iehudá, el Rebe de todo Israelen su tiempo , al
            pasar de la vida confinado dentro de un cuerpo a la li-
            beración de todas las ataduras físicas -cuando comenzó
            a alcanzar estados más elevados, incomparablemente
            más elevados, porque “los justos no tienen descanso,
            ni en este mundo ni en el venidero”- en ese momento
            dijo: “Hijos míos, los necesito”.
               Lo mismo ocurre con nuestro Rebe.
               Incluso cuando ha abandonado los confines de su
            cuerpo, incluso cuando se eleva a alturas de existencia
            completamente nuevas, no sólo aquellos ligados a él lo
            necesitan, suben más alto con él, logran mucho más a
            través de la fuerza que él les da,
               -si no él también los necesita, y depende de su arduo
            trabajo, para lograr lo que debe lograr.
               Porque un Rebe y aquellos relacionados con él son
            uno.
                 Paráfrasis de un discurso sobre el último día de Pesaj, 5710.
                                 Impreso en Likutei Sijot vol. 2, pág. 509.


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