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Está más
presente ahora
que antes
de su muerte,
y aún más
cada nuevo día.
El Rebe hablando
de este suegro
su predecesor
Dos
Para aquel cuyo yo es su cuerpo, la muerte del
cuerpo es la muerte del yo. Pero para aquel cuyo yo es
su amor, asombro y fe, no hay muerte, sólo un pasaje.
Desde un estado de encierro en el cuerpo, hace el
paso a la liberación. Continúa trabajando en este
mundo, y aún más que antes.
El Talmud dice que Iaakov, nuestro padre, nunca
murió. Moshé tampoco murió. Tampoco Rabí Iehudá el
Príncipe.
Eran almas muy elevadas que eran una con la Ver-
dad en un vínculo último, y como la Verdad nunca
puede morir, ellos tampoco.
Sí, a nuestros ojos vemos la muerte. Un cuerpo está
enterrado en la tierra y debemos lamentar su pérdida.
Pero esto es sólo una parte de la falsedad de nuestro
mundo. En el Mundo de la Verdad, siguen aquí como
antes.
Y la prueba es que todavía estamos aquí. Porque si
estas almas elevadas no estuvieran con nosotros en
nuestro mundo, todo lo que sabemos dejaría de existir.
ESENCIA 7