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omo extranjero, no tenía permiso
de trabajo ni un centavo y estaba
Cdispuesto a aceptar cualquier tra-
bajo que pudiera conseguir.
En esa época, muchos estudiantes ju-
díos extranjeros se encontraban en la
misma situación. Trabajábamos como
camareros, lavábamos platos, dábamos
clases e incluso escribíamos direcciones
en sobres...
En esa época era estricto con la obser-
vancia de la Torá y las Mitzvot, aunque
no estoy seguro de por qué.
Allí estaba, en París, un joven estu-
diante, libre como un pájaro, sin que
nadie criticara mi comportamiento. Fá-
cilmente podría haber elegido no ce-
ñirme al camino de la Torá.
Creo que me estaba demostrando a
mí mismo que ni siquiera las condicio-
nes más difíciles me harían perder la ca-
beza ni la fe.
Entonces llegó el mes de Tishrei y
quise cumplir con la mitzvá de comer en
una Sucá. A medida que pasaban los
días, comprendí que encontrar una Sucá
en París no sería tan sencillo como pen-
saba.
No tenía suficiente dinero para comer
en la Sucá del restaurante local, así que
busqué una pública. No muy lejos del
hotel donde vivía, en el Barrio Latino,
había una sinagoga para judíos de Eu-
ropa del Este, con una Sucá adyacente.
Por mucho que las Mitzvot fueran
importantes para mí, aún más queridas
eran las costumbres con las que crecí.
Una de estas costumbres era comer en la
Sucá en la festividad de “Sheminí Atze-
ret”.
Algunas personas usan la Sucá du- El registro de inscripción
rante siete días, como lo indica la Torá, del Rebe en la Universidad
y en Sheminí Atzeret, el octavo día, ya de París, conocida
no se sientan en la Sucá. como la Sorbona.
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