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Somos hijos de Abraham. Individualmente y
como pueblo, no estamos sujetos a limitaciones na-
turales. Nuestra propia existencia es milagrosa,
como los historiadores admiten a regañadientes.
No nos gobierna más que el Todopoderoso, y
nuestro Creador nos ha dotado con la capacidad de
ver a través de todos los impedimentos, restriccio-
nes, dificultades e ilusiones inherentes a la vida
mundana, y de percibir el propósito Divino. Tene-
mos el “ojo que ve”, descrito en Proverbios 20:17: “El
oído que oye y el ojo que ve; ambos los Ha hecho el Señor”.
Nuestro problema es que nos cuesta concentrarnos.
Nos distraemos con las sombras de la apariencia
mundana. Nos dejamos seducir por imágenes mun-
danas y, por lo tanto, nos obsesionamos con objetivos,
preocupaciones, temores y miedos infundados.
El antídoto contra esta miopía espiritual es el ja-
sidut- jasidismo.
A través de la perspectiva de la enseñanza jasí-
dica, podemos penetrar la penumbra del galut
(nuestro estado actual de exilio físico y desplaza-
miento espiritual) y revelar el significado y el pro-
pósito Divino en tantas experiencias de la vida que,
por falta de una visión adecuada, parecen carentes
de sentido y propósito. •
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