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Lo que el Rebe afirmó en su correspondencia al profe-
            sor Goldstein se convirtió en la sustancia del desafío
            que planteó al mundo científico.




                             “Debería ser evidente que mi carta no implica una nega-
                           ción ni un rechazo a la ciencia ni al método científico... Es-
                           pero que no crea que pretendo menospreciar los logros de la
                           ciencia”.
                             Luego dirige un comentario que había escuchado atri-
                           buido a Goldstein, cuya idea principal era que el Rebe no
                           tenía por qué hacer declaraciones públicas sobre asuntos
                           relacionados con la ciencia: “Del mismo modo que los pro-
                           blemas rabínicos deberían ser tratados por alguien formado
                           en estudios rabínicos, los problemas científicos deberían de-
                           jarse a quienes estudian ciencias”.
                             El Rebe reconoció que aceptaba la validez de este co-
                           mentario desdeñoso, pero lo que no aceptaba era que se
                           aplicase a él: “Estudié ciencias a nivel universitario de 1928
                           a 1932 en Berlín, y de 1934 a 1938 en París, y desde entonces
                           he procurado seguir los desarrollos científicos en ciertas
                           áreas”.
                             El Rebe también reconoció que “las teorías científicas
                           deben juzgarse según los estándares y criterios establecidos
                           por el método científico en sí mismo” y no pueden cuestio-
                           narse meramente como resultado de los textos rabínicos;
                           “por consiguiente, omití deliberadamente de mi análisis
                           cualquier referencia a las Escrituras o al Talmud”. (En otra
                           carta a un destinatario diferente, volvió sobre este mismo
                           punto: “Defiendo la verdad del relato de la Creación en Be-
                           reshit [Génesis] sobre fundamentos científicos”).
                             Lo que el Rebe afirmó en su correspondencia al profesor
                           Goldstein se convirtió en la sustancia del desafío que plan-
                           teó al mundo científico.
                             Él no dijo a los científicos que deberían aceptar el relato
                           de la Creación que ofrece la Torá; sabía que semejante ar-
                           gumento caería en oídos sordos.
                             Lo que quería de la comunidad científica era el recono-
                           cimiento de que la evolución es una teoría, una teoría que
                           no tiene ninguna “evidencia [irrefutable] que la sustente”.
                             Por lo tanto, la teoría de la evolución bien podría contra-
                           decir al relato bíblico de la Creación, pero los científicos
                           deberían tener la humildad de reconocer que no lo des-
                           miente. •


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