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Decidió hablar con un rabino. El rabino habló y habló,
pero Yanir rápidamente perdió el interés. “Trató de per-
suadirme y se convirtió en una discusión. Terminé yén-
dome enojado”.
Esta experiencia, junto con su experiencia anterior le-
yendo el Corán, le dio el deseo de aprender más sobre el ju-
daísmo. Yanir recordó lo que le habían dicho sobre el “robo”
de la música a los judíos, y ahora empezó a darse cuenta de
que muchos elementos de otras religiones habían sido to-
mados prestados de los judíos, por lo que valía la pena ir a
la fuente.
Decidió hablar con un rabino. El rabino habló y habló,
pero Yanir rápidamente perdió el interés. “Trató de persua-
dirme y se convirtió en una discusión. Terminé yéndome
enojado”.
“El rabino vio que no estábamos hablando el mismo
idioma y me pidió que hablara con un judío en Jerusalém.
Así que me encontré en la casa de un jasid de Jabad, el ra-
bino Yonadav Kaplan.
Sospechaba mucho de él y apenas hablamos, pero ob-
servé el funcionamiento de una casa judía y me di cuenta
de que había encontrado lo que estaba buscando, una vida
de santidad, donde la espiritualidad y la fe infunden la vida
cotidiana.
Cuando vi al rabino Kaplan decir una bendición antes de
comer, me dio escalofríos. Me di cuenta de que había com-
pletado el círculo, de regreso a donde estaba cuando co-
mencé mi búsqueda casi ocho años antes.
Pensé en todas las religiones que había visto durante
todos esos años y me di cuenta de que solo aquí, en el ju-
daísmo, había una integración completa de la espiritualidad
y lo físico, lo etéreo de la religión con los detalles monótonos
de la vida cotidiana”.
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