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criaron en un hogar tradicional         de que los Rosenberg caminaban
            que observaba el Shabat, pero           por la acera.
            violar el Shabat debido a una duda         Los Rosenberg caminaron du-
            sobre una exención permitida            rante 40 minutos, tal vez una hora.
            estaba fuera de cuestión, dijeron.         A lo largo del camino, cantaron
               “No había nadie afuera”, dijo la     nigunim (melodías jasídicas). “Cual-
            señora Rosenberg. “Hacía dema-          quier canción que se nos ocurriera”,
            siado frío”.
               Su paseo invernal parecía muy        dijo el rabino Rosenberg. “Intenta-
            lejano mientras contaban su his-        mos contar algunos chistes”.
            toria.                                     “Sabíamos que estábamos crean-
               Pero para la pareja, el recuerdo     do un recuerdo”, dijo la señora Ro-
            era tan fresco como las verduras        senberg.
            que recogen del jardín de su gran          Mientras tanto, los Hecht, que
            terreno.                                han vivido en Rhinebeck durante
               El viento ese día de diciembre       una década, estaban en modo Sha-
            soplaba en sus caras, recordaron.       bat.
               Podían ver su aliento contra el         El rabino Hecht había rezado
            cielo oscuro. Mantenerse en equi-       Minjá y Kabalat Shabat, y la fami-
            librio, especialmente apoyados en       lia estaba reunida alrededor de la
            un andador, era peligroso.              mesa del comedor.
               El rabino, que no estaba prepa-         “¿Qué, no hay invitados?”, pre-
            rado para su caminata improvi-
            sada, llevaba zapatillas deportivas.    guntó Mendel, su hijo, que enton-
            Su esposa, una enfermera jubilada       ces tenía seis años.
            y maestra jardinera, que entonces          Le gustaban los invitados que se
            tenía 63 años, tenía botas.             unían a la familia para las comidas
               Afortunadamente, ambos te-           de Shabat todas las semanas.
            nían parkas de plumas y guantes.           No esta noche, explicó el rabino
               “Hacía un frío muy, muy in-          Hecht. Hace demasiado frío afuera.
            tenso, brutal”, dijo el rabino Ro-      Nadie se presentó a rezar; nadie
            senberg.                                vendrá a cenar.
               Los guantes no ayudaron                 Mendel no estaba contento,
            mucho. Había nieve en la acera          pero aceptó la explicación de su
            que les llegaba hasta los tobillos, y   padre.
            hielo.                                     Ya habían cantado Shalom Alei-
               “La calle no estaba mejor”, dijo     jem y Eshet Jail, y el rabino Hecht
            la señora Rosenberg.
               “Estaba llorando un poco”, dijo,     estaba a punto de hacer Kidush.
            por el frío. “Recé a Di-s para que         Tomó la copa en sus manos y es-
            nos llevara a lugar seguro”.            taba a punto de decir: “Baruj...”
               El rabino Rosenberg caminó de-          “Entonces”, dice Tzivia Hecht,
            lante de su esposa para bloquear el     esposa del rabino Hecht y socia en
            viento.                                 el Centro Judío Rhinebeck, “toca-
               Los Hecht, que no tenían idea        ron a la puerta”. •


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