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Sinagoga
Ratzfert (Újfehértó),
Hungría
Cuando el judío herido se reunió con ella, lamentó la
“cálida bienvenida” que había recibido de su hijo.
Sorprendida, no dudó en disculparse. “Tal vez la preo-
cupación por mis asuntos comerciales no me dejó sufi-
ciente tiempo para dedicarme a criar a mi hijo”, suspiró.
Después de que el empresario judío se fue, la madre
llamó a su hijo y lo reprendió.
El niño miró a su madre sorprendido. Sus ojos trans-
mitieron sus pensamientos: “Mamá, ¿cuál es el pro-
blema? Después de todo, él es solo un judío”.
Al darse cuenta del sentimiento tácito, dijo: “Sabe,
hijo mío, que los judíos que desprecias son el pueblo ele-
gido de Di-s. Creo que su religión es correcta y justa.
Debes saber, querido, que el cristianismo y el Islam se
alimentan de ideas tomadas del judaísmo”.
Sin esperar escuchar tales palabras, el niño miró a su
madre y le preguntó: “¿Por qué nunca actuaste de
acuerdo con tus convicciones y te convertiste al ju-
daísmo?”
La madre pensó por un momento y eligió sus palabras
cuidadosamente. “Después de todo lo dicho y hecho,
creo que una persona debe seguir el camino de sus pa-
dres y continuar con las tradiciones y creencias con las
que fueron criados”.
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