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Rabino Jaim Menajem Teijtel
Ese Sucot, había una larga fila de judíos locales que de-
seaban hacer su bendición usando ese Etrog, y el Rebe es-
tuvo feliz de compartirlo.
Escuchar sobre el auto sacrificio del Rebe por parte del
rabino Rubinstein impresionó a nuestro grupo, y cuando
llegó Pesaj, estábamos decididos a no irnos sin la Matzá
shmura adecuada.
En ese momento, el trigo estaba sujeto a un raciona-
miento estricto, pero un joven partió en busca del preciado
producto. Después de vagar hasta un pueblo remoto en los
Alpes franceses, pudo adquirir el trigo que necesitábamos
para hornear en secreto la Matzá.
Durante los años siguientes, el rabino Zalman Schneer-
son nos guió de un escondite a otro y sobrevivimos al Holo-
causto por la gracia de Di-s.
La visita del Rebe a París fue la primera vez que lo vi,
y el sentimiento de emoción que se apoderó de mí
fue indescriptible, a pesar de que aún no era el Rebe.
Se vestía al estilo europeo, con una chaqueta corta
y un sombrero de color claro, pero de inmediato
se hizo evidente que se trataba de un hombre
que sobresalía por encima del resto.
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