Llanto Injustificado

Cuando los espías que Moshé envió para inspeccionar la Tierra de Israel regresaron al campamento judío en el desierto de Paran luego de cuarenta días, profirieron calumnias en contra de ella: La tierra por la cual hemos transitado para explorarla es una que devora a sus habitantes (Números 13:32). La gente murmuraba en sus tiendas, diciendo: «¿A dónde somos conducidos? ¡Nuestros hermanos han llenado nuestros corazones de miedo!» Aquel día fue un 8 de Av, víspera de Tishá be Av.

Cayó la noche, y la nación se sintió abatida. Toda la congregación alzó su voz angustiada, y el pueblo lloró aquella noche. Todos los Hijos de Israel protestaron contra Moshé y la congregación entera les dijo: ¡Ojalá hubiésemos muerto en la tierra de Egipto o en este desierto, ojalá hubiésemos muerto! ¿Por qué motivo nos conduce Di-s a esta tierra para perecer por la espada? Nuestras esposas e hijos serán tomados cautivos; ¡es mejor para nosotros que regresemos a Egipto! Cada hombre dijo a su prójimo: Volvamos a Egipto (Números 14:1-5).

Y el pueblo lloró aquella noche — Rabí lojanán enseñó: Era Tishá beAv. Di-s les dijo: «Vosotros lloráis sin razón alguna, y por eso fijaré (este día) como uno de llanto para todas las generaciones futuras (Talmud, Taanit 29b).

Constituían una generación verdaderamente ilustre. Habían visto con sus propios ojos las insignes maravillas, señales y milagros que Di-s obró en Egipto y en el mar. Ante ellos los cielos mismos se abrieron. Habían percibido a Di-s y oído Su voz hablándoles de en medio del fuego. Constituían una generación cuyo alimento provenía de los cielos —el maná— y cuya sed era saciada por agua que brotaba de una roca —la Fuente de Miriam—, en contraste con el resto del mundo, que obtiene su pan de la tierra y su agua de los cielos. Su Rey y Amo había transformado para ellos un desierto yermo en un jardín paradisíaco. Estaban rodeados por las Nubes de Gloria Divina y eran guiados, durante el día, por la nube de Di-s, y por la noche, por Su columna de fuego. Constituían una generación que tenía a Di-s siempre cerca; El moró entre ellos y destruyó a sus enemigos. Estaban en camino a heredar la tierra de sus antepasados, el país que Di-s les había prometido: Observa, Di-s ha puesto la tierra ante ti, asciende y toma posesión… no temas ni te acobardes (Deuteronomio 1:21). Di-s los amaba y perdonó sus pecados, aun cuando muy a menudo se rebelaron en Su contra. El los cargó y transportó como sobre las alas del águila para llevarlos hacia Su legado.

Fue apenas ayer cuando se encontraban de pie ante el Monte Jorev en el desierto del Sinaí, a una distancia de tan sólo once días del desierto de Paran —próximo a su heredad— viajando por Seír —la ruta más corta—. Sin embargo, tomaron el camino más largo, rodeando el monte Seir, y aun así llegaron al lugar en tres días, pues Di-s les acortó el camino.

¿Cuál fue el propósito de todo ello? Por Su gran amor hacia el pueblo de Israel y hacia la Tierra Prometida, Di-s acortó su camino para que de esa forma pudieran ingresar a su heredad más rápido aún. No obstante, esta generación, cuyos deseos, todos, fueron cumplidos, cuando se le dijo asciende y toma posesión de la tierra, perdió toda su fe, abandonó su esperanza, y en lugar de albergar un enorme sentimiento de alegría se sumió en el duelo; en lugar de entonar alabanzas, rompió en llanto. ¿Cómo es posible explicar su comportamiento?

En verdad, hay muchas otras preguntas que pueden plantearse. Los espías que Moshé envió eran héroes espirituales. Su fe era tan sólida que no temían ir por los caminos más peligrosos a fin de explorar la tierra. Eran también físicamente fuertes, capaces de transportar pesadas cargas sobre sus hombros a lo largo de cientos de kilómetros. ¿Por qué se desvanecieron sus corazones y atemorizaron a los del resto del pueblo ante la fortaleza de los habitantes de la tierra a la cual estaban por ingresar? ¿Acaso estos eran más fuertes que los egipcios, ante quienes los mismos reyes canaanitas se sometían, antes de que el pueblo de Israel saliera de Egipto?

Con excepción de Calev ben lefuné y lehoshúa bin Nun (y la tribu de Leví), no hubo un solo hombre en toda la nación que no se uniera a los espías en la queja. La Torá (Números 14:1-2) nos dice: Toda la congregación… lloró… y todos los Hijos de Israel protestaron contra Moshé y Aharón…y toda la congregación sugirió lapidarlos. La Torá enfatiza tres veces que toda la nación se unió a los espías, que no había un solo hombre entre ellos cuya fe en Di-s permaneciera firme. ¿Cómo es posible que todo el pueblo se transformara súbitamente en una congregación de rebeldes, diciendo (ibíd. 14:3): ¿Es mejor para nosotros que regresemos a Egipto’?

Los espías eran culpables de haber difamado la tierra pero el pueblo fue aún más lejos y profirió calumnias contra Di-s, Quien siempre les había demostrado compasión: Por el odio que Di-s siente hacia nosotros nos había sacado de la tierra de Egipto, afín de entregarnos en manos de los cananitas para que nos aniquilen (Deuteronomio 1:27). ¿Cómo podía pronunciar una nación santa semejante blasfemia? ¿Cómo podía hablar una nación sabía con tanta insensatez?

Dado que todo este suceso contiene tantos elementos desconcertantes, no podemos conformarnos con una explicación netamente literal, en menoscabo del pueblo de Israel. Las Escrituras mismas testimonian que Israel es un pueblo sabio y entendido, y además, nunca hubo una nación sobre la tierra que perdiera sus sentidos nacionales tan rápido y de repente, de una sola vez. Por lo tanto, estamos obligados a buscar otra explicación para este hecho tan intrincado.

Extraído de «Nosotros en el Tiempo» de Editorial Kehot.



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