La destrucción del Segundo Templo Sagrado

Una visión histórica

El Segundo Templo Sagrado estuvo en pie en Jerusalém durante 420 años (349 a. C.-70 d. C.). A diferencia del período del Primer Templo, cuando los judíos eran en su mayor parte autónomos, durante la gran mayoría de la era del Segundo Templo los judíos estuvieron sujetos al dominio extranjero: los persas, los griegos y, finalmente, los romanos.

Se construye el segundo templo


La era del Segundo Templo duró 420 años y finalizó con la destrucción del Templo Sagrado por parte de los romanos en el año 70 d. C. Pero durante gran parte de este período, Judea estuvo bajo dominación extranjera.


El comienzo de la conquista romana


Al permitir que Pompeyo se involucrara en los asuntos internos de Tierra Santa, Hircano y Aristóbulo, sin darse cuenta, entregaron Judea en manos del Imperio Romano…


Herodes el Grande


Los gobernadores romanos permitieron que reinara la anarquía. Las bandas árabes y los oficiales romanos corruptos saquearon y asesinaron. Los antiguos sumos sacerdotes formaron sus propias milicias para controlar el Templo.



Las facciones de la era del Segundo Templo


Si los judíos hubieran estado unidos, habrían merecido la protección de Di-s. Fue el faccionalismo entre los judíos lo que finalmente provocó la destrucción del Segundo Templo.


Rebelión contra Roma


Pero los judíos comenzaron a rebelarse contra los romanos en todo el país. Cada vez más, se unieron al movimiento de los zelotes, que se preparaban abiertamente para la guerra…


La historia de Kamtza y Bar Kamtza


Bar Kamtza se levantó, se sacudió el polvo de la ropa y se dijo: “Como los rabinos estaban presentes en la fiesta y no lo detuvieron, eso demuestra que estaban de acuerdo con él. ¡Los calumniaré ante el Emperador!”


Solicitud del rabino Yochanan ben Zakkai


El rabino Yojanán ben Zakkai previó sabiamente que Jerusalém estaba condenada y comprendió la necesidad de trasplantar el centro de la erudición de la Torá a otro lugar.



La última Pascua


Los extremistas, haciéndose pasar por judíos que venían a ofrecer sacrificios, también entraron. Una vez dentro, sacaron sus espadas y comenzaron a matar tanto a los moderados como a los judíos visitantes…


Batalla


Finalmente, todas las facciones de Jerusalém no tuvieron otra opción que trabajar juntas y luchar contra su enemigo común. Los defensores judíos, superados en número, lucharon con gran coraje.



Inanición


Los mejores amigos se arrebataban la comida unos a otros. 



El diecisiete de Tamuz


Tito vio que los judíos estaban debilitados por el hambre y ordenó a sus soldados que talaran todos los árboles en una franja de veinticinco kilómetros alrededor de Jerusalém para construir una nueva muralla desde la que atacar.



La destrucción del templo


Romanos y judíos se amontonaban y sus cadáveres caían unos sobre otros. El sonido de los gritos llenaba el aire y el suelo del Templo estaba cubierto de cadáveres…


Las secuelas


Las tropas victoriosas marcharon a través del arco con Tito a la cabeza y delante de él los jóvenes y apuestos cautivos, portando los vasos de oro del Templo.



Parashá en síntesis: Pinjas

El fracaso de Bilam en maldecir al pueblo de Israel (las maldiciones se convirtieron en bendiciones) conduce a Balak y a los nombres de Midiam a poner en acción otro plan de Bilam, que logra tener éxito al hacer pecar a los judíos. Las mujeres moabitas seducen a los hombres judíos, los embriagan, los hacen adorar a su ídolo Ba`al Peor, así como cometer actos inmorales. 

Kozbi, hija de Balak, es llamada por Zimri, príncipe de la tribu de Shimón a su tienda, en abierto desafío a Moshé y a las leyes imperantes. Pinjas, hijo de Elazar y nieto de Aharón, mata a ambos en nombre de Di-s, salvando así al resto del pueblo del castigo Divino. 

La plaga que se había desatado por los pecados cometidos mató a 24.000 judíos, todos de la tribu de Shimón. Este acontecimiento de Shitim es considerado de mayor gravedad que el del becerro de oro, cuando murieron 3.000 personas, ya que el pecado de idolatría se suma el de inmoralidad, que es castigado con gran severidad. 

A lo largo de la historia, cada tribu produjo grandes líderes, con excepción de la tribu de Shimón, de la cual provenía Zimri.

Nuestros Sabios explican que si Pinjas hubiese preguntado al tribunal si se debían tomar medidas contra los pecadores, éste hubiese respondido de forma negativa. La acción cometida con sus sentimientos de celo a Di-s está calificada en la Ley Judía como “es ley, pero no se instruye”. El tribunal no puede ordenar castigo, pero la persona – como en el caso de Pinjas – que estaba presente en el acto vergonzoso está obligada a reclamar y obrar contra la profanación del Nombre de Di-s.

Pinjas es premiado por Di-s con un pacto de paz para sus descendientes. Se le premia con el sacerdocio eterno, por cuanto mostró amor por su Di-s y logró la expiación para los hijos de Israel. Durante la época del Primer Templo, 18 Cohanim Guedolim (Sumos Sacerdotes) fueron descendientes de Pinjas, y durante el Segundo Templo, lo fueron 80. 

A pesar de que Moshé había intervenido numerosas veces para aplacar la ira de Di-s contra su pueblo, no fue premiado como Pinjas. La actuación de ambos era diferente: Moshé lograba el perdón por medio de la plegaria, que era escuchada por Di-s; Pinjas lo hacía por medio de la acción, llevando a las personas a arrepentirse.

La abnegación de moshé era de naturaleza espiritual; en cambio, la de Pinjas era física, arriesgaba su vida. 

Cuando el servicio de la persona es el resultado de la iluminación Divina que impregna el mundo físico – como es, en este caso, el mundo de Moshé -, no hay garantía de la durabilidad de su efecto. El nivel físico no se purifica, ni se eleva y regresa a su estado anterior una vez que la iluminación espiritual cesa.

Cuando la iluminación espiritual deriva del servicio del hombre – como en el caso de Pinjas, quien con su acción eleva y purifica el mundo físico, llevando a las demás personas a retornar a su esencia-, entonces el efecto es duradero, y el perdón, permanente.

Di-s instruye a Moshé para que se enfrente en guerra contra Midián por su tentativa de corrompèr moralmente a los judíos y de intentar destruirlos espiritualmente, lo que es aún más grave que la destrucción física, como la que pretendía Egipto. 

En la actualidad tendríamos que reflexionar sobre las precauciones que tomamos para nuestra protección física y espiritual y la de nuestros hijos. ¿Qué tan cuidadosos somos en prevenir cosas que atentan contra nosotros físicamente? ¿Tenemos el mismo cuidado cuando se trata de evitar un peligro espiritual? los medios de comunicación de masas, bajo el disfraz de la libertad de expresión y de prensa, están repletos de material gráfico y verbal que induce a la violencia y a la vulgaridad, afectando nuestra espiritualidad y la de los nuestros.

Promesas, promesas

Siempre me ha intrigado la manera tradicional en la que los mercaderes de diamantes cierran un trato.

Se dan la mano y dicen: “Mazal uBrajá” (Buena suerte y bendición). Una vez que se hayan dicho esas palabras, el trato está cerrado y tiene el poder de una transacción legal contractual. Es un tributo a la fraternidad del diamante, que en su industria, la palabra es la palabra. En otras industrias, incluso un contrato no vale. Aquí, la palabra hablada es irrevocable.

La Parshá de esta semana, Matot, comienza con un mandato sobre la santidad de nuestras palabras:

“Y Moshé habló a los jefes de las tribus…si un hombre hace una promesa…no puede profanar su palabra; lo que sea que sale de su boca debe cumplir…” 

(Números 30:2).

 

La palabra es la palabra. 

Las promesas son promesas. 

Y las palabras que pronunciamos son sagradas e inviolables.

Si ignoramos lo que decimos, estamos profanando nuestras palabras.

Es por eso que mucha gente se cuida en agregar las palabras “Bli neder” (“sin promesa”), cuando dicen algo que puede constituir una promesa, así de esta manera, se previenen de cumplir con lo que expresaron previamente, y no crean la grave ofensa de violar una promesa. 

Esto, por supuesto, de ninguna manera disminuye el aprecio que tenemos por nuestra palabra, y no precisamos cumplir con promesas si uno ya estipuló que lo que dijo, no constituye una promesa.

La pregunta es: ¿Por qué este mandamiento fue dado a los “jefes de las tribus”? 

Seguro que esto se aplica a cada uno de nosotros. Una respuesta simple es que, siendo que generalmente son los líderes lo que hacen la mayor parte de las promesas, entonces ellos deben ser los más cautelosos. 

Los políticos se caracterizan por ser infames por las promesas que hacen en sus campañas, que una vez electos, raramente cumplen. Dicen bajar los impuestos una vez elegidos. En el momento en el que entran a la oficina, suben los impuestos. Cuando la gente los desafía sobre las promesas no cumplidas, admiten de hecho que han mentido. 

El electorado inocente pensó que ha sido una genuina confesión y deciden que aquél, es el político más honesto que han conocido. Somos gente muy engañada de hecho. Muchos libros han sido publicados sobre el tema de ética en los negocios. A pesar que hay muchas leyes sobre esto, al final del día, la prueba fehaciente de la ética en los negocios es, “¿Has cumplido con tu palabra?”, “¿Has llevado a cabo tus compromisos?”. 

No importa cómo se comportan otras compañías. Importa menos aún, si nuestros competidores son corruptos.

Nosotros debemos honrar nuestras promesas, y éste es el punto clave. 

Ya sea en nuestras relaciones empresariales o en los compromisos de caridad que hacemos en la sinagoga o en otros lugares, nuestra palabra debe ser nuestro lazo. Incluso si nos preocupan los costos financieros inmediatos, podemos estar seguros que con el paso del tiempo, la reputación que vamos a adquirir por haber dicho la verdad y haber cumplido con nuestra palabra, compensará mucho más a cualquier pérdida a corto plazo que pudimos haber tenido.

 

El día en el que el sol se detuvo

“No te veas intimidado por los límites de las normas naturales, pero tampoco debes descartarlos: trabaja en el marco de ellos para ensancharlos y expandirlos. En lugar de liberarte de las circunstancias de la naturaleza, busca liberar y elevar la naturaleza de la naturaleza misma.”

El tercer día del mes hebreo de Tamuz, en el año 2488 desde la Creación (1273 antes de la Era Común), Iehoshúa conducía al pueblo judío en una de las batallas para conquistar la Tierra de Israel.

La victoria era inminente, pero la oscuridad estaba por caer. Entonces Iehoshúa declaró: “Sol, detente en Guivón; luna, en el valle de Aialón”

Milagrosamente, el sol frenó su avance en el cielo hasta que los ejércitos de Israel llevaron la batalla a su conclusión exitosa

Nuestros Sabios dijeron que “Di-s no realiza un milagro en vano” ¿Por qué, entonces, los cambios astronómicos efectuados en favor de Iehoshua? ¿No habría bastado con realizar un milagro algo más limitado, como ser iluminar el campo de batalla en Guivón por algún otro medio sobrenatural?

Subir o alzar

Pero primero debemos examinar la función de los milagros en general.

¿Qué es, exactamente, un milagro?

La palabra hebrea para milagro, “nes” significa “elevado”.

La regularidad y previsibilidad de la naturaleza crean las así llamadas “leyes”: esta es la manera en que es, dice el orden natural, y no puedes menos que ajustarte a esta definida y limitada realidad. La verdad, sin embargo, es diferente: el hombre ha sido imbuido por su Creador con el potencial para elevar su existencia, para trascender aquello dictado por “la manera en que son las cosas”.

Un milagro, con su manifiesta exhibición de poder Divino, tiene un efecto elevador sobre quienes lo experimentan, permitiéndoles ver a través de la fachada de la naturaleza e inspirarlos a trascender las aceptadas normas de su sociedad y las limitaciones propias que el individuo percibe.

Hablando en términos generales, existen dos categorías de milagros:

1) Un milagro de confrontación, que supera y desplaza la norma natural.

2) Un milagro natural que, aunque podría no ser menos “imposible” por las normas que parecen regir nuestras vidas, y en nada menos obviamente una exhibición de la mano de Di-s que el “milagro de confrontación”, ocurre no obstante por medios “naturales”, empleando procesos y fenómenos naturales para lograr su cometido.

Un ejemplo de semejante “milagro natural” es relatado por la Torá en el decimoséptimo capítulo de Números. Koraj y su facción rebelde habían disputado el derecho de Aharón a la kehuná guedolá (sumo sacerdocio). A fin de reafirmar Su elección de Aharón para servirle en el Santuario como representante de la nación judía, Di-s dijo a Moshé: “Toma… una vara de cada uno de los líderes [de las tribus]… cada uno escribirá su nombre sobre su vara… Escribe el nombre de Aharón sobre la vara de Leví… y el hombre a quien Yo escogeré, su vara florecerá… Moshé colocó las varas ante Di-s en el Santuario… Al día siguiente… He aquí que la vara de Aharón había florecido; produjo brotes, germinó fruto y maduró almendras”.

La presencia de frutos en una vara seca ciertamente hubiera bastado como señal Divina. Pero Di-s no hizo simplemente que aparecieran almendras sobre la vara de Aharón. En cambio, estimuló en ella todo el proceso de brotar, florecer, y la emergencia y maduración del fruto, etapas éstas todas visibles en la vara de Aharón.

La vara de Aharón desafió las leyes y restricciones de la naturaleza, pero no obstante ello se ajustó a las fases progresivas naturales que normalmente experimenta la almendra. Trascendió la naturaleza, pero lo hizo en los propios términos de ésta.

A primera vista, podría parecer que la “necesidad” del milagro natural de recurrir a procesos naturales lo hace menos milagroso que un milagro que trasciende la naturaleza por entero. En verdad, sin embargo, un milagro que trabaja a través de la naturaleza es más elevado (o sea, más “milagroso”) que un milagro que la supera.

El súbito y destrozante cambio no ha transformado la naturaleza, sólo ha ido más allá de ella; una hazaña más milagrosa es aquella que no solamente libera a la persona del orden natural, sino que libera la sustancia misma del orden natural propiamente dicho.

Esto explica las “molestias” extremas a que recurrió Di-s, llevando a todo el sistema celeste a detenerse para iluminar un cierto valle durante una noche.

Una milagrosa ingeniería de luz “artificial” hubiera significado que las leyes de la naturaleza fueron meramente desplazadas, mas no transformadas. Para inspirar al pueblo de Israel no solamente a trascender sus propias personalidades naturales sino también para transformarlos y sublimarlos, Di-s insistió en que la luz milagrosa provista a ellos fuera luz solar natural, incluso cuando esto significara crear un nuevo orden natural en los cielos.

Nuevo orden Mundial

El precedente establecido aquel 3 de Tamuz con la detención del sol por parte de Iehoshúa se reiteró en la misma fecha 3.199 años después, esta vez en términos aún más naturales (y por lo tanto más milagrosos).

El 3 de Tamuz del año 5687 (1927) fue el día en el que el Anterior Lubavitcher Rebe, Rabí Iosef Itzjak Schneerson, fue liberado de la prisión Spalerna en Leningrado (hoy Petersburgo).

El Rebe había sido arrestado por agentes de la GPU y la Ievsekia (la “sección judía” del partido comunista) por sus esfuerzos por mantener y promocionar la vida judía bajo el régimen comunista, y fue sentenciado a muerte, Di-s libre.

Pero la presión internacional obligó al régimen soviético a conmutar esta pena, primero a una sentencia de diez años de trabajos forzados en Siberia, y luego a tres años de exilio en Kostromá, un pueblo en el interior de Rusia.

El 3 de Tamuz el Rebe fue liberado de la prisión y enviado a su exilio. Nueve días después, el 12 de Tamuz, tuvo lugar una fase adicional en la redención del Rebe, la orden de liberarlo y permitirle regresar a su hogar en Leningrado. Unos meses más tarde, se le permitió abandonar el país.

Desde fuera de las fronteras de Rusia, el Rebe continuó dirigiendo su red clandestina de emisarios, quienes proveyeron, y proveen hasta este mismo día (aunque ya no más clandestinamente), apoyo espiritual y material a judíos en cada rincón del Imperio Soviético.

En una carta pública escrita en ocasión del primer aniversario de su liberación, Rabí Iosef Itzjak declara: “No solamente a mí redimió Di-s en este día… sino también a cada uno que lleva el nombre de Israel”. El Rebe había enfrentado al todopoderoso Partido y había triunfado.

Aquellos que procuraron destruir todo vestigio de vida judía en la Unión Soviética fueron, ellos mismos, forzados a reconocer que no tenían derecho a impedir que un judío practicara su fe.

Ahora, después de más de seis décadas, se nos ha privilegiado con ser testigos de un logro adicional de la victoria del Rebe, y de la judería soviética. La milagrosa transformación en marcha ahora en ese país es el continuo despliegue del milagro del “3 de Tamuz”.

La historia del 3 de Tamuz es la historia de un milagro, un suceso que trascendió totalmente el orden natural. Sugerir, en los años más oscuros del stalinismo, que un único individuo podría desafiar el todopoderoso empeño del Partido por arrancar de cuajo el judaísmo en la Unión Soviética y triunfar; sugerir que la amenazadora garra del comunismo sobre centenares de millones de almas desaparecería; en otras palabras, haber precedido [los sucesos del año] 1991 en 1927 -hubiera sido equivalente a decir que el sol alteraría su curso.

Al mismo tiempo, sin embargo, éste fue un “milagro natural”, como lo enfatiza el hecho de que: (1) La salvación del Rebe involucró el consentimiento de aquellos que en primera instancia lo habían arrestado y sentenciado (un cambio desde adentro, como los sucesos recientes en ese país); y (2) que la victoria no fue inmediata sino que sobrevino en etapas, y continuó desplegándose en el curso de las décadas.

El 3 de Tamuz fue el día en que una nueva realidad suplantó la vieja. Sin embargo, esta nueva realidad surgió por medios totalmente convencionales”, en la manera progresiva y gradual que es la marca de un desarrollo natural.

La nada caminante

Esta, entonces, es la lección del 3 de Tamuz: No te veas intimidado por los límites de las normas naturales, pero tampoco debes descartarlos: trabaja en el marco de ellos para ensancharlos y expandirlos. 

En lugar de liberarte de las circunstancias de la naturaleza, busca liberar y elevar la naturaleza de la naturaleza misma.

Se cuenta la historia de un jasid que estaba caminando de regreso a casa tras una larga noche de farbrenguen muchas horas después del toque de queda impuesto sobre esa región de una Europa Oriental desgarrada por la guerra.

 

Un policía, notando al judío solitario, gritó: “¡Alto! ¿Quién anda allí?” El jasid, sumergido en sus pensamientos inspirados por el farbrenguen, contestó: “Bitul (anulación, nulidad) va!” Este jasid había internalizado tan plenamente la doctrina jasídica de ‘bitul’ (auto-negación), que su reacción instintiva ante la demanda de identificarse estaba permeada por su nulidad ante su Creador.

El instinto más básico del hombre es mejorar y satisfacer su propio Yo. De modo que Bitul, la negación del Yo ante una verdad superior, va contra la fibra misma de la naturaleza humana. El logro de bitul es un “milagro”, una transformación sobrenatural. No obstante, para este jasid, bitul no implicó la supresión de su identidad; más bien, fue la lenta y gradual remoción de las tendencias egocéntricas de su Yo y su reorientación hacia una identidad más alta, permeada de bitul.

 

El hombre nunca debe aceptar la invencibilidad de cualquier status quo. A la vez, sin embargo, su enfoque que trasciende las normas no debe resultar en logros que queden fuera de quién y qué es él: por el contrario, debe esforzarse por convertir en milagrosa la realidad de su vida.

Basado en Sefer Hasijot 5751,págs. 649-664
Extraído de “El Rebe Enseña” de Editorial Kehot

Parashá en síntesis: Behaalotjá

Esta parte se inicia con el precepto encomendado a Aharón:  encender las luces de los siete brazos del candelabro ubicado en el Santuario. 

El término utilizado para “encender” es Behaalotjá, que en forma literal significa “cuando hagas subir”, cuando eleves. Aharón tenía que encender las llamadas hasta tanto estas se pudieran mantener encendidas por sí solas. 

Las luces de la Menorá del Santuario son el símbolo del alma judía. “La Luz de Di-s es el alma del hombre”. La misión de Aharón era elevar espiritualmente a los judíos, no sólo encendiendo la llama del Judaísmo, sino engendrando en ellos el amor a Di-s, de modo que pudiera mantenerse por sí solo sin necesidad de depender de una inspiración externa. 

Aharón personificó la paz y el amor al prójimo. Tuvo el mérito de acercar a los judíos a la Torá, en vez de simplificar la Torá para bajarla al nivel en que ellos estaban. Elevó el nivel espiritual de las personas para que vivieran según lo establecido en la Torá. 

Simplificar el cumplimiento de los Preceptos atenta directamente contra la esencia y la existencia del Judaísmo, produciendo un ritual sin significantes y un vacío espiritual.

Aún cuando la instrucción del encendido fue dada a Aharón, es aplicable a todos los judíos en el ámbito espiritual, porque cada uno es miembro del “pueblo de sacerdotes” y le corresponde iluminar su camino y el de los demás con la Luz de la Torá. 

La función de la mujer judía es de gran relevancia, pues se le concedió el privilegio del encendido de las velas de Shabat y de las festividades; ella es el soporte espiritual del hogar y, por tanto, posee las fuerzas necesarias para promover la paz y la armonía, alumbrando tanto a los suyos como al mundo exterior. 

Aharón cumplió con entusiasmo la mitzvá del encendido de la Menorá. Lo hizo personalmente con gran precisión durante toda su vida, aun cuando estaba autorizado para delegar esta función en sus hijos; ello nos demuestra la importancia de la disciplina y la constancia en el Judaísmo. 

Los viajes que tuvieron que hacer los judíos durante su travesía por el desierto eran guiados por la Voluntad Divina, mediante las “Nubes de Gloria” que indicaban su estadía en determinado lugar o el avance hacia otro. A veces llegaban a lugares desagradables como Mará, o a otros con mayores recursos de agua y árboles.

Nunca, durante los 40 años, supieron la duración de su estadía en determinado lugar, demostrando así su aceptación y el deseo de seguir a Di-s, independientemente del lugar en donde se encontraban. 

La salida de un lugar a otro era anunciada por tres señales: la “nube de Gloria” apostada sobre el Tabernáculo se transformaba en una columna recta. Moshé proclamaba “Kuma Hashem” (“levantate”), conminando a la Nube a partir y, finalmente, los Cohanim tocaban las dos trompetas de plata con el sonido correspondiente a la partida. 

Por iniciativa del erev rav (Aquellos que salieron con los judíos de Egipto), los Bnei Israel empezaron a pedir carne, además del maná, que era lo único que recibían. Moshé se lo comunicó a Di-s y Éste, a pesar de su enojo con el pueblo por haber sucumbido al deseo de  comer carne, hizo aparecer las codornices (slav) en abundancia, para que comieran de ellas hasta que se saciaran y les repugnara, y se dieran cuenta de que aún las cosas más hermosas y deseables se convertían en lo contrario, si se tenían en exceso. 

Símbolos y costumbres de Shavuot

Shavuot quiere decir no sólo “semanas” (Shavúa) sino también “juramentos” (Shevuá).

El nombre indica los dos juramentos que Di-s e Israel intercambiaron el día de la Entrega de la Torá, de permanecer fieles el uno al otro, por siempre.

A Shavuot se lo llamaba “Pentecostés” (“Quincuagésimo”) por los judíos griegos, porque se celebra cincuenta días después de la ofrenda del Omer.

Los Dos Panes de Trigo que eran traídos como señal de gracias en la época del Bet Hamikdash, simbolizaban la naturaleza dual de nuestra Torá: la Torá Escrita (Torá Shebijtav) y la Torá Oral (Torá Shebeal pé) que se dieron simultáneamente en el Monte Sinaí.

El día en que se dio la Torá fue un Shabat.

Si la Torá hubiese sido entregada en un día de semana, algunos judíos hubieran pensado que, dado que el Shabat es un día de descanso, deberían tener un descanso también del estudio de la Torá.

Al darnos la Torá en un Shabat, Di-s nos mostró que, no sólo se nos permite estudiar la Torá en Shabat, sino que debemos dedicar el día Santo por entero para estudiarla y dedicarnos al culto Divino.

En muchas comunidades se acostumbra decorar la sinagoga con yuyos, flores y plantitas para el festival de Shavuot. La razón es doble:

a) Shavuot es el Día del Juicio para los árboles frutales.

b) En recuerdo al Monte Sinaí que estaba rodeado de verdes pastos, evidenciado por el hecho de que se ordenó que el ganado y las ovejas no pastaran al pie de la Montaña de Di-s.

En la primera noche de Shavuot, es costumbre regresar a la sinagoga luego de la comida, para leer el “Tikún leil Shavuot”.

El libro (“Preparativos para la Noche de Shavuot”), contiene: los versos iniciales y finales de todas las Secciones semanales del Jumash

—Pentateuco—, los párrafos primeros y últimos de los Profetas y las Sagradas Escrituras, las Mishnaiot, partes del Zohar, etc.

Algunos capítulos especiales de la Torá (como el Cruce del Mar Rojo, la Entrega de la Torá, los Diez Mandamientos, el Shemá, etc.) se dan completos.

También la enumeración de los 613 preceptos, tal como los enumera Maimónides con su división en “positivos” (Mitzvot Asé) y “negativos” (Mitzvot Lo Taasé). Muchos judíos pasan toda la noche recitando el “Tikún”.

Para la lectura de los Diez Mandamientos de la Torá, el primer día de Shavuot por la mañana toda la congregación se pone de pie y la escucha.

Algunos judíos observan la costumbre de comer en Shavuot pasteles de crema o miel porque la Torá se asemeja a la leche y la miel.

Se acostumbra escuchar la lectura de los 10 mandamientos el primer día de Shavuot, para revivir la entrega de la Torá y renovar nuestra aceptación del regalo de Di-s. 

No importa las circunstancias en las que nos encontremos, estamos recibiendo la Torá! Ponete en contacto con tu Beit Jabad para recibir el material de lectura.

La costumbre de comer “blintzes” de queso en Shavuot se basa en un juego de palabras hebreas.

La palabra hebrea para queso es “Gueviná”, que nos recuerda la “controversia” de las montañas más altas, cada una pretendiendo ser ella más merecedora que la de Sinaí para el privilegio de recibir la Torá.

Por eso se las llamó “Gavnunim” (Salmos 68:17) — “jorobas”, por su falta de modestia, mientras que la de Sinaí fue elegida por su humildad (Talmud, Meguilá 29a).

Algunos judíos observan la costumbre de comer “Kreplaj” (ravioles de tres puntas) en Shavuot.

La razón es recordarnos la Torá aún durante las comidas. Pues todo lo que tenía relación con la entrega de la Torá es de naturaleza triple:

La Torá —que consiste en el Jumash, Profetas y los Hagiógrafos— (Tanaj) fue dada a Israel —compuesto de Sacerdotes, Levitas e Israelitas— a través de Moisés —el tercer hijo de Amrám— luego de tres días de preparación, en el tercer mes (Siván).

La costumbre, observada en muchas sinagogas, de leer el Libro de Ruth en el segundo día de Shavuot tiene varias razones:

a) Shavuot es el cumpleaños y también aniversario del fallecimiento del Rey David, y el Libro de Ruth da la información sobre sus antepasados. Boaz y Ruth fueron los bisabuelos de David.

b) Las escenas de la cosecha son apropiadas para el Festival de la Cosecha.

c) Ruth fue una conversa sincera, que abrazó el judaísmo con todo su corazón. Similarmente, en Shavuot, todos los judíos eran prosélitos, habiendo aceptado la Torá y todos sus preceptos.

Confiá en tu socio

Cierta vez, un distribuidor internacional de telas de alta gama, visitó al Rebe de Lubavitch, Menajem Mendel Scheerson. Como miembro activo de la comunidad de Jabad en Inglaterra, el hombre ya conocía sobre cómo los asesoramientos y bendiciones del Rebe imapctaban en las vidas de muchas personas. En cierto punto de su discusión, el hombre de negocios le propuso al Rebe de que sea su socio para un negocio. El Rebe se puso serio y dijo: “Esta bien. Recuerde, sin embargo, que en una sociedad, ninguno de los dos llega a hacer un movimiento sin el consentimiento del otro. ¿Tenemos un trato?”

El hombre estaba entusiasmado con esta oportunidad de ser “socio” con el tzadik, y rápidamente aceptó el acuerdo. El Rebe le aconsejó hacer una compra grande de un material determinado que no conocía. El comerciante se fue a su casa e hizo un gran pedido de este tejido inusual. Cuando se reportó de nuevo a Nueva York, el Rebe le respondió de que la compra era demasiado conservadora. Debía haber comprado una cantidad mucho mayor. El hombre salió y compró cantidades astronómicas, hasta el punto de invertir toda su fortuna personal para pagar los envíos.

Para disgusto del hombre, poco tiempo después de las adquisiciones, el valor de este material comenzó a bajar. Tal vez, pensó, debería vender al menos una parte importante. Como había prometido, se comunicó con el Rebe para su consentimiento. Para su sorpresa, el Rebe no le otorgó su consentimiento y le recordó sobre el acuerdo respecto a los movimientos unilaterales.

A medida que el precio del material continuaba bajando, lo mismo ocurría con el espíritu del hombre. Cada día, veía que su fortuna se resbalaba cada vez más lejos. Todas las súplicas al Rebe concluían con la misma respuesta: “No vendas”.

Frente a la ruina financiera, el hombre comenzó a cuestionar toda su relación con el Rebe y Jabad. Tal vez fue un error. Con la devaluación de cada día, su distancia con la comunidad de Jabad crecía.

Ésto continuó durante varios meses. Un día, el precio subió un poco. Le consultó de nuevo al Rebe, pero nuevamente le dijo que aún no. Cuando el precio subió incluso más, el Rebe todavía seguía sin darle la luz verde a la venta masiva.

Poco después, un famoso diseñador de moda extendió una línea que requería una gran cantidad de un material inusual. Cuando el hombre le informó de esto a la Rebe, le dijo que había llegado el momento de vender. El inventario fue rápido. El hombre hizo muchos millones. Entusiasmado, se subió a un avión para entregarle al Rebe un cheque por su “parte”. El Rebe se negó, pidiéndole al hombre que le diera el dinero para caridad.

Luego el hombre le preguntó al Rebe si podían hacer otro negocio juntos. El Rebe sonriendo le dijo: “Lo siento…eres un Shvajer Shutaf, un socio débil”.

Al comienzo de la lectura de la Torá de esta semana, se nos enseña que en el Monte Sinai, Di-s le dice a Moisés que le instruya a los Hijos de Israel sobre la observancia de Shmitá, el año Sabático. Al entrar a la Tierra de Israel, deberían contar los años en ciclos de siete. Durante seis años trabajarían, y el séptimo sería un descanso”. Nada de siembra, recolección, atados. Un año entero para la búsqueda espiritual.

La Torá luego dice: “Y si vas a decir: ¿Qué comeremos en el séptimo año?….Yo daré mi bendición de que el sexto año crecerá lo suficiente para un período de tres años…”. En otras palabras, la bendición Divina de enriquecer el suelo como resultado por haber observado “Shmitá”, compensará tres veces más la pérdida por haber dejado a la tierra descansar.

Tanto si se trata de Santificar el Shabat, enviar a nuestros hijos a escuelas de Torá o hacer un esfuerzo extra para mantener una cocina kosher, Shmitá nos recuerda de que el Monte Sinai representa un puente entre la teoría y la práctica, la fe y la acción. En esa montaña, el Todopoderoso nos tomó como socios en el negocio de la creación. Desde entonces nos ha estado implorando: “No seas un Shvajer Shutaf”

Por: Moshe Bryski

Parashá en síntesis: Emor

Moshé estableció que el estudio de las leyes relacionadas con cada una de las festividades debe comenzar treinta días antes de su celebración y continuar en el mismo Yom Tov. 

En esta parashá, además de establecer las leyes (mitzvot) relativas a las festividades de Pesaj, Shavuot y Sucot (fiestas de Peregrinaje a Jerusalén en tiempos del Templo) que son las tres festividades mencionadas en la Torá, se hace referencia a Sfirat HaOmer (la cuenta del Omer) y al Shabat.

El shabat, el único ritual que aparece en los Diez Mandamientos, es el más mencionado en la Torá. Se le dedican dos tomos del Talmud, dos del Shulján Aruj (código de Leyes Judías, 200 capítulos) y muchas otras referencias en el Midrash, profetas y otros. 

Shabat es testimonio de dos eventos fundamentales: la creación del mundo por Di-s y el éxodo de Egipto. Si una persona dice que cree en Di-s, pero no cree que Él es el Creador del mundo y todo lo que hay en él, su creencia en Di-s no es completa.

Di-s no es una abstracción, tiene injerencia directa en la vida de las personas y del pueblo, lo cual quedó demostrado en el Éxodo, cuando Di-s se reveló – en un evento histórico único a todo un pueblo.

En Shabat, Di-s no mandaba el maná, sino que el pueblo recibía una doble ración el viernes (razón por la cual, hasta el día de hoy, ponemos dos jalot en la mesa de Shabat). Desde entonces – y por más de tres mil años – observamos el Shabat. 

El concepto de Shabat está ligado con el descanso de Di-s después de haber terminado la creación. Podría pensarse que muchas de las cosas prohibidas – como encender una luz, usar la tecnología o manejar – no requieren mayor esfuerzo, lo diferente es el sentido del descanso. Di-s descansó cuando dejó de crear y de interferir en el mundo y lo mismo hacemos nosotros cuando dejamos de ejercer nuestro poder sobre la naturaleza en Shabat. En vez de seguir cambiando el mundo, Di-s armonizó con lo creado en Shabat, una armonía que se siente en Shabat, al no ejercer ningún acto de dominio sobre la naturaleza.

Shabat le da a la persona la oportunidad de tener todo un dia para hacer una mitzva sin ningún esfuerzo, se libera de la esclavitud de la actividad semanal y puede estar en armonía y paz con el mundo (Shabat Shalom).

Dos de las tres mitzvot específicas de la mujer judía están relacionadas con Shabat: la bendición de la jalá y el encendido de las velas, que otorga el privilegio de continuar propagando la luz del Judaísmo.

Pirkei Avot III, XVI: Se cauteloso con un líder

Rabí Ishmael dijo: Sé cauteloso con un líder, y sé cortés con los jóvenes. Recibe a cada persona con alegría.

Este maestro enseña la importancia de saber cómo comportarse con los demás, de acuerdo con su respectiva posición.

Cuando te encuentres con una persona importante, tal como el director de una academia (rosh Ieshivá), debes tratar de no ser presuntuoso y de no retacearle honores. Antes bien debes minimizar tu status en su presencia y subordinarte a él. La regla es que el pequeño sirve al grande.

En otras ocasiones te encontrarás con gente que aún está en su juventud (tashjoret). Para referirse a la juventud se emplea el término tashjoret ya que es la época en que el cabello es aún negro (shajor). En esas ocasiones debes permanecer calmo y reservado, sin descender al nivel de ellos. En caso contrario te faltarán el respeto, y los jóvenes no te prestarán atención.

No obstante, deberás “saludar a todas las personas jovialmente.” Aunque a veces no te debes colocar en el mismo nivel que otro, riendo y gesticulando con otro, no debes ubicarte en el extremo contrario y tratar a los demás con arrogancia y desprecio. Por el contrario, siempre debes saludar a todos con jovialidad. Debes llevarte bien con la gente, y tratar a todos con respeto.

Sabemos que aunque David era rey de Israel, él hablaba al pueblo con respeto y se dirigía a sus subditos como a sus hermanos, como si ellos fueran sus iguales. Así, cuando se dirigía al pueblo, el rey David solía decir: “Escúchenme, mis hermanos y m¡ pueblo” (Crónicas I, 28:2).261

Conforme a otros comentarios esta Mishná significa: “Permanece alerta en el comienzo y tranquilo en la vejez.”

En el tiempo del comienzo (rosh), cuando eres joven, debes estar alerta para servir a tu Creador y cumplir Sus mandamientos. Y cuando estás en tashjoret, cuando eres viejo y tu rostro comienza a oscurecer (shajar) debes procurar estar asentado y tranquilo.

Otros interpretan “Permanece alerta con la Cabeza (Rosh)”. La palabra Cabeza (rosh) denota aquí Di-s, que es la Cabeza del Mundo, y su Comienzo. Debes estar muy dispuesto a servirle a El y cumplir Sus mandamientos.

La palabras “con la Cabeza”, en esta Mishná es lerosh en hebreo. Esto se puede considerar la abreviatura delaasot retzon Avija she-ba-shamaim: “hacer la voluntad de tu Padre que está en el cielo”. Esto significa que debes estar alerta y deseoso de satisfacer a tu Padre celestial.

El maestro continúa: “y ser placentero a los sabios”. La palabra tashjoret se considera que denota los sabios de la Tora y otros grandes cuyos rostros están oscurecidos (shajor) en razón de su gran dedicación al estudio de la Tora. Cuando te vinculas con esas personas, trata de causarles satisfacción (najat rúaj)

Extraído de “Legado Ancestral”

A no quedarse sin fuego

La Torá ordena: “Un fuego permanente ha de arder sobre el altar, no ha de ser apagado”. El fuego del altar debe seguir ardiendo, sin interrupciones.
El altar simboliza el corazón del hombre, tal como el altar era el lugar donde ardía el fuego, el corazón es donde arde el fuego de las
pasiones y sentimientos.

El hombre debe preocuparse por que el fuego del amor a Hashem y el entusiasmo en la Torá y Mitzvot‐ esté siempre encendido
en su corazón.
En el Talmud dice: “permanente‐ incluso en Shabat; ‘permanente’‐ incluso con impureza”. Este dictamen halájico, nos da instrucciones en lo que se refiere al amor a Di‐s.
La esencia del Shabat consiste en cortar con temas mundanos.

El hombre se dedica a los temas del espíritu, de Di‐s, y se aparta de lo mundano. Aunque estando en un espíritu, la Torá: “‘permanente’‐
incluso en Shabat”. La inspiración y el fuego en el servicio a Di‐s es una condición obligatoria en todo nivel y situación.
En contraposición, los hombres que, debido a su bajo nivel espiritual, están en una categoría de ‘impuros’, podrían pensar que no
tienen nada que ver con “el fuego permanente”, el amor y entusiasmo en el servicio a Hashem.

Dice la Torá: “’permanente’‐ incluso con impureza”. En un estado de baja espiritualidad hay que cuidar al “fuego permanente”. Este
calor judío, el amor básico a Di‐s que cada uno posee por herencia, es lo que generará la gran llamarada de fuego que lo sacará de la
degradación espiritual, llevándolo a las alturas que le corresponden.
Sólo el fuego de la santidad posee la fuerza de erradicar al fuego ajeno del fervor por los placeres materiales.

Así lo explica el Maguid de Mezeritch: “cuando el fuego permanente ha de arder sobre el altar”, la persona tiene asegurado que
el ‘no’‐ ‘ha de ser apagado’, todas las conductas y tendencias negativas cesarán y se apartarán frente al ‘fuego permanente’.
Este dicho agrega explicación a la necesidad imperiosa del ‘fuego permanente’.

Sólo un entusiasmo constante y firme en la Torá y las Mitzvot puede impedir los pensamientos, palabras y acciones indeseables.
Una emoción pasajera no tiene la posibilidad de proteger al hombre frente a las artimañas del instinto del mal. Si el ‘fuego permanente’
se apaga, aunque sea por corto tiempo, vuelven a penetrar los sentimientos y deseos de los que hay que cuidarse.

Cada hombre y mujer debe evaluar la intensidad del ‘fuego permanente’ que arde en su ‘santuario’ interior.
Los temas judaicos, el estudio de la Torá y el cumplimiento de sus conductas se realizan con entusiasmo y fervor interior o tan sólo
por rutina y costumbre.

Una de las pruebas para detectar la verdad interior es analizar de qué manera uno estudia Torá y sigue sus preceptos: ¿se da por
satisfecho con haber cumplido con su obligación o pone empeño para embellecer la Mitzvá?
El cumplimiento con ‘hidur’‐ embellecimiento de la Mitzvá al cumplirla en el mejor nivel posible intensifica el vínculo del alma con
el judaísmo, y es una expresión del ‘fuego permanente’ del alma.

(Likutei Sijot tomo 1, pag. 217)