Trabajar con las manos y resguardar la tranquilidad mental

 En el comienzo del párrafo bíblico de “Vaiakhel” la Torá relata que Moshé reunió a los hijos de Israel y procedió a ordenarles sobre el cuidado del Shabat. Entre lo dicho aparecen las palabras: “Seis días será hecho trabajo, y en el séptimo día será para ustedes sagrado, un Shabat Shabaton…”

 De este versículo aprendieron nuestros Sabios Z”L que no sólo el descanso sabático es una Mitzvá -mandamiento- sino que también lo es el trabajo de los seis días de la semana. “Tal como fue encomendado Israel con la mitzvá activa del Shabat, así también fue ordenado sobre el trabajo” (Mejilta de Rashbi) 

La labor y el trabajo realizados de acuerdo a las instrucciones de la Torá y con el propósito de servir a Di-s con el resultado de las mismas son también una suerte de servicio al Altísimo.

COMO QUE FUERA AUTOMÁTICAMENTE

A su vez este versículo nos insinúa el tipo de actitud que debe tener el judío hacia su trabajo de la semana. Moshé estaba hablando directamente al pueblo. Lo lógico entonces era decirle: “seis días hagan (o harán) trabajo”. Pero Moshé no dijo esto (hagan) sino será hecho.

Cuando se le dice a alguien: “harás” esto implica que haya una acción e involucramiento por parte de la persona en la labor requerida. Pero cuando se dice “será hecha” la connotación es como que el trabajo se hará por sí solo, sin que el hombre deba invertir en ello sus fuerzas.

EL ESFUERZO DE TUS PALMAS

En realidad, esto es lo que la Torá pretende enseñarnos: es verdad, hay que trabajar durante los seis días de la semana. Esto es incluso, un mandamiento- una mitzvá. Pero no hay necesidad de introducir en el trabajo toda la cabeza, toda el alma.

Se requiere del judío que recuerde constantemente que el trabajo no es el objetivo final de la vida, sino un medio para la manutención y similar. La verdadera vida es la del espíritu -el estudio de la Torá, la plegaria, la dedicación al cumplimiento de las Mitzvot, los actos de benevolencia.

Este pensamiento se refleja también en el versículo: “cuando comas del esfuerzo de tus palmas dichoso serás y será bueno para ti”. El énfasis está en el término “el esfuerzo de tus palmas” Tan sólo las manos, es decir las fuerzas de la acción, debe invertirse en el comercio y el trabajo; pero la cabeza y el alma deben preservarse libres para estudiar Torá y servir a Hashem. Cuando el judío se comporta así, se hace meritorio del “dichoso serás y será bueno para ti”.

QUE EL SHABAT SEA UN SHABAT

Acerca de esto se puede preguntar: “¿si no invertimos en el negocio todas nuestras fuerzas y toda el alma, cómo aseguraremos su éxito y crecimiento?” A ello debe responderse que se requiere también creer en Di-s. El judío tiene fe que al fin y al cabo el sustento viene del Altísimo. La función del hombre es hacer el “recipiente” para recibir la bendición de Di-s y por ello debe trabajar y dedicarse a su actividad comercial, pero quien define si va a ganar del trabajo y cuánto, es Hashem.

Siendo así, cuando Di-s dice que el judío no debe sumergirse totalmente en los negocios, esto mismo indica que el camino para recibir la bendición de Di-s y afianzar el negocio, es exclusivamente cuando se cumple con la Voluntad de Di-s y no cuando se actúa contrariamente a ella. Quien quiera desee el éxito de sus actividades comerciales, debe abstenerse de invertir en ello toda su alma, puesto que esto es lo que Hashem quiere y es Él quien brinda la bendición. Cuando el judío trabaja durante los seis días de la semana, de acuerdo a las instrucciones de la Torá, también su Shabat es diferente. No tiene dificultad en dirigir sus fuerzas hacia los temas del espíritu, y no permanece pensando constantemente en sus actividades mundanas. De esta manera vivenciará una verdadera vida judía, tanto en los días de la semana y cuánto más, en el Shabat.

Likutei Sijot 1, Pág. 187

Construcción en equipo

¿Cómo vuelves a motivar a un pueblo desmoralizado? ¿Cómo vuelves a armar una nación partida? Ese es el desafío que tuvo que enfrentar Moisés en esta Parashá.

La palabra clave aquí es “Vaiakhel”, “Moisés juntó”. Kehilá significa comunidad. Una Kehilá, o Kahal, es un grupo de personas que se juntan por un propósito dado. Ese propósito puede ser positivo o negativo, constructivo o destructivo. La misma palabra que aparece al principio de esta Parashá como el comienzo de la solución, aparece en la Parashá anterior como comienzo del problema: “Cuando el pueblo vio que Moisés estaba demorando en bajar de la montaña, se juntaron (Vaiakhel) alrededor de Aharón y dijeron: “Haznos un Di-s para que nos guíe, porque de este hombre Moisés, quién nos sacó de Egipto, no sabemos qué ha sucedido”.

La diferencia entre estos dos tipos de Vaiakhel, es que uno resulta en orden y el otro en caos. Bajando de la montaña y viendo el becerro de oro, leemos que “Moisés vio que el Pueblo estaba actuando salvajemente y que Aharón los había dejado que se descontrolen…” 

Hay una asamblea que es disciplinada, y otra que es turba, tiene un deseo por cuenta propia. La gente ante la multitud, pierde su control.

Vaiakhel es la respuesta de Moisés ante la salvaje multitud que se juntó alrededor de Aharón y creó el becerro de oro. Él hace algo fascinante, no se opone al pueblo, como lo había hecho inicialmente cuando vio el becerro de oro, sino que utiliza la misma motivación que los llevó a ellos a generarlo. Ellos querían crear algo que sería señal de que Di-s está con ellos: no en las altas montañas, sino en el medio del campo. Él se apela a la misma sensación de generosidad que provocó que ofrecieran sus ornamentos de oro. La diferencia es que ahora están actuando de acuerdo a la orden de Di-s, y no sus sentimientos espontáneos.

Él pide a los israelitas que hagan donaciones voluntarias para la construcción del Tabernáculo, el Santuario, el Mikdash. Ellos lo hacen con tanta generosidad que Moisés tiene que frenarlos. 

Si quieres afianzar seres humanos para que actúen en hacer el bien en común, haz que construyan algo junto, algo que no puede hacerse por cuenta propia.

La construcción en equipo, incluso después del desastre del becerro de oro, no es misterio ni milagro. Se logra dándole una misión constructiva a un equipo. Cada miembro del grupo debe ser capaz de hacer una contribución única y luego sentir que fue valorado. Debe decir con orgullo: Yo he ayudado a hacer eso.

Esto es lo que Moisés entendió e hizo. Sabía que si quería armar un equipo, debía ser uno que construyera.

Por: Rabino Jonathan Saks