El alma fugitiva

Las secciones de la Torá en Tazria (Levítico 12-13), y Metzorá (14-15), tratan sobre las leyes de Tzaraat, una enfermedad espiritual. Su marca identificable es una mancha blanca o manchas que aparecen en la piel de la persona, en las paredes de la casa, o en una vestimenta de tela o cuero.

No todas las manchas blancas indican Tzaraat. Hay varios síntomas secundarios que determinan si la persona (o la casa o la vestimenta) deben ser declarados impuros (tamé). En el cuerpo humano, uno de los signos del Tzaraat es si la mancha blanca subsecuentemente causa (al menos) que dos pelos dentro de esa área se vuelvan blancos.

Con respecto a esta ley, hay un pasaje remarcable en el Talmud que cuenta sobre un debate que se llevó a cabo en la Academia Celestial:

Fue debatido en la Academia Celestial: Si la mancha blanca precede al cabello blanco, es impuro, si el cabello blanco precede a la mancha blanca, es puro; pero ¿qué sucede si hay una duda, sobre cuál apareció primero?

El Santo Bendito Sea dijo: Es puro.

Toda la Academia Celestial dijo: Está impuro

Ellos dijeron: ¿Quién decidirá por nosotros? Raba bar Najmeini. Ya que Raba bar Najmeini declaró: Yo soy singular (conocedor) de las leyes del tzaraat…Ellos enviaron un mensajero (a que lo trajeran al cielo)…Dijo (Raba): ¡Tahor! ¡Tahor! (Puro, puro). (Talmud, Bava Metzia 86a).

Vuelo desde uno mismo:

Para entender el significado de este debate entre el Santo Bendito Sea y la Academia Celestial, y por qué un ser humano mortal fue llamado para decidir entre ellos, debemos entender primero la naturaleza de la enfermedad del Tzaraat en general, y el significado de la mancha blanca y el cabello blanco en particular.

Las enseñanzas Jasídicas explican que el alma humana es manejada por dos fuerzas contrarias: el deseo de correr o escaparse (ratzó), y el deseo de asentarse (shov). Cada vez que nos embarga un sentimiento de alegría, amor, ambición o deseo, estamos corriendo, escapando de nuestro ser para alcanzar algo más grande, más bello y perfecto que él. Cuando experimentamos asombro, humildad, devoción o compromiso, estamos asentándonos, afirmando nuestra conexión con nuestra existencia, nuestro lugar en el mundo y nuestra misión en la vida. Ratzó nos lleva a escalar una montaña, Shov, a construir una casa; Ratzó a rezar, Shov a hacer una Mitzvá.

En un alma sana espiritualmente, el deseo vacila entre ratzó y shov como el alza y la caída de un péndulo bien balanceado, o la contracción y expansión del latido de un corazón. Las limitaciones de nuestro lugar en el mundo, la finitud de nuestra naturaleza y cuerpo, los límites de nuestro propio ser, nos impulsan a escaparnos de ellas, de buscar lo ilimitado y lo infinito. Pero nuestro propio escape nos trae a un lugar en donde podemos apreciar mejor la belleza y la necesidad de nuestra existencia. Por ello, el ratzó provoca una neutralización de Shov, un retorno hacia uno mismo y al lugar de uno en el mundo.

Tzarat es la condición en la que este balance crucial es interrumpido. El péndulo del alma asciende en su arco de ratzó pero falla en descender al shov. El deseo escapa el ser  y falla en volver, dejando detrás un vacío en el que todo tipo de elementos indeseables pueden tomar control como las malezas en un jardín abandonado.

Esto se simboliza con las manchas blancas y los cabellos blancos que son síntomas de Tzarat. Una mancha de piel blanca indica que la vida y la vitalidad se han ido de (aquella parte) del cuerpo. Aún así, una mancha blanca sola no significa que el fracaso del deseo de asentarse es un resultado de cualquier evolución negativa en el carácter y el comportamiento de la persona. Pero cuando vemos cabellos blancos que surgen de la mancha blanca, cuando vemos cosas muertas que se nutren de este lugar muerto, tenemos un caso completo de tzarat.

Por el otro lado, la existencia de cabellos blancos, no indica Tzarat. Esto representa el equipaje de mano ordinario que cargamos durante nuestra vida, la corriente y moliente de las características negativas y experiencias que tienen la función positiva de desafiarnos y de provocar a nuestros mejores talentos y energías más potentes. Es sólo cuando los cabellos blancos son causados por la mancha blanca que significa que algo más serio está en marcha. Tal condición indica que la persona se ha escapado tan lejos con sus impulsos escapistas que ha abandonado completamente sus compromisos de la vida y la productividad, dejando atrás un hueco y un ser inanimado que es suelo reproductor de las peores cosas de la naturaleza humana.

Por lo tanto, la ley que un cabello blanco es un síntoma de tzarat, sólo rige cuando la mancha blanca precede al cabello blanco, indicando que este crecimiento muerto es el resultado de una cierta área de la vida de la persona que ha sido drenada de su vitalidad.

Dos Visiones de Hombre:

¿Cuál es la raíz de la causa del tzarat? Ratzó es escaparse de uno mismo, mientras que shov es el retorno a uno mismo. Parecería por lo tanto que el tzarat (ratzó sin shov), deriva de un exceso de desinterés.

En verdad, sin embargo, es totalmente lo contrario. Ratzó es lo que el alma desea hacer, mientras que shov es lo que el alma está comprometida a hacer. Un comportamiento escapista es la última auto complacencia, mientras que asentarse es la última sumisión. Tzarat, por lo tanto, deriva de una falta de humildad, del fracaso de poder ceder el deseo de uno frente al deseo del Creador.

Esto explica el debate arriba mencionado entre el Santo Bendito Sea y la Academia Celestial. Los Cabalistas hablan sobre dos tipos de energía Divina que nutren nuestra existencia: una luz Divina que «llena los mundos», que penetra en cada criatura y se relaciona con su carácter individual; y una luz Divina que «abarca los mundos» (que los rodea en cierto sentido), una energía trascendente que sólo podemos relacionarnos con ella como algo místico o espiritual, algo que está por fuera de nosotros.

Por supuesto, la esencia Divina no es ni «llenadora» ni «abarcadora». En última instancia, la relación de Di-s con nuestra existencia no puede ser definida como interna o externa, no es ninguna de las dos, ya que la realidad Divina va mucho más allá de tales distinciones y caracterizaciones. Pero Di-s deseó relacionarse con nosotros de una manera que sea consistente con nuestra realidad. En nuestra experiencia, hay cosas que son internas, cosas que podemos entender y empatizar, y cosas que son abarcadoras, o sea, que van más allá de los parámetros de nuestro entendimiento. Así Él, también, se relaciona con nosotros a través de estos dos canales, Poniéndose a disposición nuestra a través de la vía racional y medios de comunicación aprehensibles (o sea, las leyes de la naturaleza), así como también a través de vectores místicos y espirituales.

Hay numerosas diferencias entre estos dos modos de energía Divina y sus efectos sobre nosotros, que se discuten extendidamente en los trabajos de la Cabalá y el Jasidismo. Una diferencia básica es que la luz Divina que «llena los mundos» da crédito a nuestro sentido de la realidad y de la individualidad, mientras que desde la perspectiva de la luz «abarcadora», que trasciende los parámetros de nuestra existencia, nuestra realidad no tiene validez verdadera y nuestro sentido del «yo» es un poco más que una ilusión.

La «Academia Celestial» es una ilusión a la luz llenadora, mientras que «El Santo Bendito» (Kedushá, santidad, que significa trascendencia) connota la luz «abarcadora» de Di-s. Así que con respecto al caso en el que hay una duda de si el cabello blanco creció antes o después que la mancha blanca, la «Academia Celestial» se inclina a declarar que es un caso de Tzarat. Ya que es esa la perspectiva Divina en la que el hombre reconoce el egoísmo del hombre. Si Tzarat es una posibilidad, debemos sospechar que de hecho, ha ocurrido.

«El Santo Bendito», sin embargo, ve al hombre como un ser esencialmente abnegado. Desde el punto de partida de la luz «abarcadora», Tzarat es una anomalía. Si hay evidencia clara y concluyente que una persona ha complacido sus deseos escapistas hasta un extremo tal, las leyes de Tzarat se aplican. Pero si hay duda, la perspectiva Divina se inclina a declararlo puro.

El Veredicto:

¿Quién debe decidir entre estas dos visiones Divinas? Solo uno que está en contacto con la primordial visión, con la singular verdad que trasciende tanto los modos «llenador» y «abarcador» de la relación Divina con la realidad.

Raba bar Najmeini era «singular en las leyes de Tzaraat». Era un ser humano, pero un ser humano que se ha dedicado tanto a la Torá de Di-s que descubrió su núcleo singular, descubrió la visión Divina de la realidad tal cual se relaciona con la misma esencia de Di-s más que con los elementos «llenador» o «abarcador» de Su luz.

Cuando Raba bar Najmeini reflexionó sobre las leyes del egoísmo y altruismo humano, vio al hombre como Di-s mismo lo ve: una creación absolutamente devota al deseo de su Creador. Una creación que, incluso si es tocado por la posibilidad de una deficiencia de shov, es invariablemente declarada: ¡Puro! ¡Puro!.

Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch

Cortesía de Meaningfullife.com

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