La mentalidad de la Matzá

Si queremos maximizar nuestra experiencia de Pesaj, debemos conectarnos con el alma de la Matzá, el conocido Pan Ázimo.

Para eso, hay que conocer un poco la historia.

Los Judíos eran esclavos en Egipto. Di-s le dijo a Moisés que era la hora de liberar a los Judíos y luego le presentó el plan del Éxodo:

En la noche del día 15 del mes de Nisan, los Judíos tendrían una comida especial, la ofrenda de Pesaj, Matzá y hierbas amargas.

  1. Más tarde esa noche, Di-s enviaría la plaga final sobre los Egipcios.
  2. Los judíos luego abandonarían Egitpo a las primeras horas de la mañana

A medida que se fueron llevando las cosas, los judíos tuvieron que apurarse para irse, y el pan que estaban preparando para su viaje no tuvo tiempo de leudar, por lo que se transformó en Matzá.

Vemos que los judíos tuvieron dos veces Matzá, la planeada para el menú de la noche, y la segunda que surgió del apuro.

El ego superficial representa la mayor amenaza a nuestra libertad interna. Este sentimiento es representado por el pan leudado.

En cambio la Matzá, representa la humildad: el antídoto para el ego. La Matzá es simple, hecha sólo de harina y agua.

La Matzá también representa la fe, porque esto hace que reconozcamos que no tenemos el control de todo.

Entonces, Di-s le dice a los Judíos que encuentren el significado de la Matzá, para poder dejar su Egipto personal. No era fácil.

Pero lo hicieron, y tuvieron una exitosa comida de Pesaj espiritual.

Esto abrió un segundo nivel de Matzá, una dimensión más profunda.

El primer nivel era la sumisión generada internamente a la Divino, el segundo, generado por lo Divino.

¿Qué harías si Di-s se te revelara? ¿Acaso te quedaría algún interés personal?

La intensidad te sacará todo el ego

Eso es lo que pasó cuando los judíos dejaron Egipto.

Una vez que habían trabajado con ellos mismos para encontrar humildad y fe, Di-s les concedió Divinidad en su lucha contra ego.

En las palabras de la Hagadá: “La masa de nuestros ancestros no tuvo tiempo de leudar (mientras) el Rey del rey de los reyes, el Santo Bendito Sea, se reveló a ellos y los redimió”.

La segunda Matzá no estaba planeada, y no estaba en nuestras manos crearla.

Fue un regalo Divino.

Este año, en el Seder, podemos vivenciar ambos niveles de Matzá, y la preparación comienza de antemano.

Por:  MENDY HERSON

¿Por qué Moshé no es mencionado en la Hagadá?

La Hagadá, el texto que leemos en el curso del seder de Pesaj, nos da una completa descripción de la esclavitud en Egipto y el éxodo.

Sin embargo, un tema principal no se menciona en la narrativa: Moshé. En la Torá, es Moshé el emisario y actor en cada milagro de Di-s en el éxodo.

¿Por qué no aparece en la Hagadá? ¿Acaso no estamos dejando afuera a la persona más importante de todo el éxodo?

Me parece que la respuesta se encuentra al final de “maguid”, que se lee antes de la comida del Seder. Generalmente estamos con un poco de hambre cuando llegamos a esa parte, por lo que debe ser esa la razón por la cual muchas veces no lo miramos con atención.

Comenzamos la parte final de Maguid diciendo: “…en cada generación la persona está obligada a verse a sí mismo cómo si él hubiera salido de Egipto”. Debemos entender de que Pesaj no se trata de una redención que ocurrió hace mucho tiempo, sino de una redención de trabajo continuo.

Pesaj no se trata de algo que pasó, sino de algo que está pasando ahora. Cada año, Pesaj nos da las fuerzas para poder escaparnos de nuestros límites personales, de hábitos e inclinaciones. Cada año Pesaj nos enseña de que Di-s nos puede ayudar a redimir a otros de sus prisiones, tanto físicas como espirituales y emocionales. Y más que todo, creemos en que Di-s redimirá el mundo, con nuestra participación, de la oscuridad y conflicto, y traerá un mundo en que no haya conflicto ni ignorancia.

Hablar de Moshé también muestra que todo el logro fue a través de un individuo extraordinario. “Moshé puede lograr tales cosas, yo no”. 

Quizás esa es la razón por la cual la Hagadá no habla de Moshé. Solo Di-s es el que redime al pueblo Judío y a toda la humanidad. Moshé era grande porque estaba entregado completamente a los planes de Di-s. Si cada uno de nosotros nos entregamos completamente, entonces cualquiera puede ser el conducto para la transformación de las barreras de la oscuridad a un mundo de luz.

No renunciamos a ningún hijo

«Uno es un sabio, uno es un malvado»…(Hagadá de Pesaj)

En la Hagadá de Pesaj leemos sobre «los cuatro hijos» que están sentados en el Seder: «Uno es sabio, uno es malvado, uno es simple y uno no sabe preguntar»

Se despierta inmediatamente la pregunta: ¡¿Por qué aparece el malvado, el más indigno de los hijos, al lado del sabio; aparentemente su lugar debería estar al final de la mesa?!

También la respuesta que se le da al hijo malvado- «si hubiera estado allí (en Egipto) no hubiera sido redimido»- es sorprendente: si no tiene relación con la salvación de Egipto, para que aparece en la Hagadá?

Más aún: En los escritos del Ari Z»L se explica que las cuatro copas son en correspondencia a los cuatro hijos

¡Y de acuerdo a esto se deduce que la segunda copa, sobre la que se recita toda la Hagadá, alude al hijo malvado!

ÉL ES UN IEHUDÍ

Entenderemos esto de acuerdo a lo que dice la Guemará: «Israel, aunque haya pecado, es un Israel» Todo judío, se encuentre en la situación que fuera, tiene dentro de sí «el punto judío»; alberga dentro de él un alma Divina (el Jasidut explica que ése es el sentido íntimo de «uno es malvado”: también dentro del malvado se encuentra el Uno, la chispa judía que tiene una conexión eterna con el Di-s único)

Es por eso que debemos traer al hijo malvado a la mesa del Seder de Pesaj, para acercarlo y descubrir su punto judío. La Torá no está dispuesta a renunciar a él- «en correspondencia a los cuatro hijos se refiere la Torá», ya que «aunque haya pecado, es un Israel». También un judío que peca, sigue siendo llamado con el nombre más excelso: Israel (que es el acróstico de Iesh Shishim Ribó Otiot LaTorá- la Torá posee 600000 letras. Así como el Cashrut de un Sefer Torá depende de una sola letra, de la misma manera, la perfección del pueblo judío depende de cada iehudí, independientemente de su conducta)

NO DEBEMOS EVADIRNOS

¿Pero quién es capaz de acercar al hijo malvado? No puede encargarse de ello «el simple» ni «el que no sabe preguntar» ya que ellos mismos necesitan ayuda. Justamente, «el hijo sabio», el más ilustre, es el más apto y quién posee la fortaleza de despertar en el alma del malvado su chispa Divina.

Aquí la Torá no entrega una doble enseñanza. Al malvado le dice que no debe desalentarse por su situación, pues tiene esperanza. Di-s lo reúne con el sabio, para que pueda mejorar su conducta con su ayuda.

Y al sabio lo guía para que no cuestione: ¿Qué tengo que ver yo con el malvado? Para que no se concentre únicamente en su crecimiento personal, le ordena aproximarse al prójimo para procurar acercarlo a Di-s y Su Torá.

TODOS SERÁN REDIMIDOS

No se trata de un objetivo fácil. Se debe trabajar duramente para lograr encender la llama del alma en el corazón del hijo malvado. Por eso recitamos lo principal de la Hagadá sobre la segunda copa.

¿Y cómo se lo acerca? A través de la frase «si hubiera estado allí, no hubiese sido redimido». No es la intención alejarlo con ella – Di-s no lo permita- sino por el contrario, en este pasaje acentuamos que sólo allí, en Egipto, antes de la entrega de la Torá, no hubiera sido redimido, pero luego de haber sido elegidos como pueblo y que Hashem hizo un pacto eterno con cada judío en el Monte Sinai, está presente la promesa: «No será apartado ningún desviado», e incluso él será redimido junto a todo el pueblo de Israel con la redención completa. Por medio de este incentivo, se despertará también el malvado y deseará descubrir la verdad que hay en él y ser redimido.

Likutei Sijot tomo 1, pag 247

¿Por dónde entra Eliahu?

Hace 31 años, concurrí a un Farbrenguen (reunión jasídica) en Crown Heights, Brooklyn y vi los ojos del Rebe por primera vez. El año que le siguió fue realmente pleno de milagros, incluso con una visita de Elihau Hanaví (el profeta).

La primer noche de Pesaj, mi familia y yo disfrutamos lo maravilloso de nuestro novedoso descubrimiento: el Jasidut (filosofía jasídica) y con fervorosa inspiración, estuvimos sentados alrededor de la mesa del Seder. Nunca hasta ese momento había experimentado un gozo espiritual y una añoranza por la redención.

Cuando terminamos la cena, y la copa de Eliahu se llenó, envié a mi hijo de seis años, con una vela en su mano, a la puerta de calle. Nuestra puerta era de las pesadas y antiguas de madera, cerrada con un macizo cerrojo de bronce. Era posible ver la puerta desde mi asiento. Cuando mi hijo se aproximaba a la entrada, la puerta se abrió de un golpe. Nadie estaba allí (al menos de manera visible). Mi hijo tiró la vela y corrió al lado de su madre. Me asomé y noté que era una noche clara, casi sin viento.

En casa se hallaba el ama de llave de mis padres, una mujer simple y católica devota. Estaba ayudándonos unos días con los niños. Durante la ceremonia del Seder permaneció en su habitación, que se hallaba en el segundo piso. A la mañana siguiente nos contó que oyó que a la noche la puerta se abrió de un golpe e instantáneamente la invadió un inexplicable sentimiento de temor.

Mi segundo encuentro con Elihau tuvo lugar al año siguiente, en Pesaj. En el interín nos habíamos mudado a Montreal. Cuando se acercaba la festividad de Pesaj, basándonos en la experiencia vivida, esperábamos también esta vez, recibir la visita de Eliahu en persona.

La noche de Pesaj llegó y el Seder se llevó a cabo con alegría y expectación. Y cuando llenamos la copa de Eliahu, mi hijo de (ahora) 7 años, se dirigió a la puerta con su hermano de 4. Vivíamos en un duplex, por lo tanto la puerta estaba escaleras abajo. Oí que los niños abrían la puerta y luego gritos de espanto y el ruido de sus pasos corriendo por la escalera. Entraron aterrorizados, pálidos y era imposible entender lo que balbuceaban. Creí que ahora vería a Eliahu. El año pasado no era merecedor. Pero este año, después de haber estudiado Tania, y colocando además de los Tefilín de Rashi, los Tefilín de Rabeinu Tam (como es la costumbre jasídica), habiendo visitado al Rebe más de media docena de veces- quizás ya había adquirido la altura espiritual y perfección suficiente como para que Eliahu se me revele.

Bajé las escaleras para recibir al profeta. Sin embargo encontré otra cosa. Allí, en la puerta no se hallaba la figura angelical de Eliahu, sino dos enormes perros sentados en el frente. Entendí entonces el delirio de mis niños. Ellos eran capaces de cruzar de acera si avistaban a un pequeño perrito con su dueño a dos cuadras de distancia. Y estos dos perros eran realmente grandes. Estaban plácidamente ubicados y me observaban. Cerré la puerta, disgustado. ¿Cómo le explicaría a mi familia que luego de 6 viajes al Rebe, un año de estudio de Tania, etc, sólo era merecedor de la visita de dos perros? A la mañana siguiente en el Templo, el Rabino se me acercó y me preguntó si podía tener un invitado en casa para el almuerzo de Pesaj. Se trataba del hijo de uno de los donantes de la Ieshivá, que se sentía atraído por el estudio de la Torá, y estudiaba abogacía. Había venido a visitar a sus padres en Pesaj, y el Rabino creía que era una buena idea que charlara conmigo.

Nos presentaron, y luego de la Plegaria, mis hijos, mi invitado y yo emprendimos el regreso. Cuando llegamos a la puerta de casa, el invitado se emocionó y exclamó: “¡No puedo creerlo!¡No puede ser verdad!” Luego nos explicó que llegó a Montreal el día anterior a Pesaj junto a sus mascotas, dos perros enormes. Antes del comienzo del Seder en la casa de sus padres, los perros escaparon. Luego del Seder, al notar su ausencia, el muchacho comenzó a buscarlos por las calles de la ciudad. Horas después los halló en un vecindario lejano, sentados en el porch de una casa. Mi casa. La Divina Providencia había guiado a estos monstruos hacia mi hogar. Eliahu no vino en persona, pero me había enviado sus perros. Mi invitado se convirtió con el tiempo en un gran amigo, asumió la observancia absoluta de las mitzvot (preceptos) y ha formado una hermosa familia jasídica.

Mi tercer encuentro con Eliahu, que ocurrió al año siguiente y sucedió a lo largo de todos los años desde entonces es, de alguna forma, menos inquietante. Luego de llenar la copa de Eliahu, mis nietos se acercan a la puerta del frente, con velas en sus manos. La puerta se abre, se recitan los versículos apropiados y nada más. Digamos que es una visita de bajo perfil.

En realidad, la tercera visita es la más trascendente, sólo que debemos saber apreciarla. El último Pesaj, lo pasé junto a mi hijo mayor (el que antes tenía 6 y 7 años) y él me relató una historia.

“Un año, el Kotzker Rebe prometió a sus jasidim que serían testigos de la revelación de Eliahu . En la noche del Seder, el salón estaba colmado de discípulos. El aire estaba electrizado. Cuando llegó el momento de llenar la copa de Eliahu, la puerta fue abierta. Lo que sucedió luego, dejó a todos sin habla: Nada. Nadie entró. Los jasidim estaban destruidos. El Rebe había prometido revelación. El Kotzker, con su rostro radiante de sagrada felicidad, percibió lo que sentían y dijo: “¡Tontos! ¡¿Ustedes creen que Eliahu entra por la puerta?!¡Eliahu entra por el corazón!”

La verdadera luz de la redención viene de nuestro interior. Los milagros provocan inspiración y nos ayudan a prestar atención a verdades espirituales. Pero el auténtico milagro no es el de cambiar la naturaleza, sino el de transformar lo natural en Divinidad. Cada avance personal en lo espiritual, es un paso hacia la Redención. Estudiar Torá, las buenas acciones, y el refinamiento del carácter, abren la puerta de nuestros corazones a Eliahu Hanaví. Cuando este Pesaj se llene la copa de Eliahu y se abra la puerta, no te concentres en la puerta de entrada. Si miras tu corazón, será una buena oportunidad para ver que el santo profeta te sonríe.

Adaptado de un escrito del Profesor Iaakov Brawer.

Historia: El idioma de Pesaj

“¿Pero cómo vamos a hablar con ellos?”, preguntó mi hija Rivka cuando le dije a ella y a mis otros hijos que tendríamos de invitados para el Seder de Pesaj a una pareja mayor de Rusia con su hermana. “¡No hablamos Ruso, y ellos no saben ni Hebreo ni Inglés!”. 

En 1990, cuando la Unión Soviética colapsó, y Mikhail Gorbachev finalmente abrió las puertas de hierro, un millón de judíos de Rusia viajó a Israel. Muchos estaban interesados en descubrir más sobre la religión que el gobierno Socialista había prohibido, y casi todos querían ser parte de un Seder tradicional. Por lo tanto, se hicieron llamadas a la comunidad para recibir a familias Rusas para el Seder. 

Muchas familias judías de Rusia son multi generacionales, y por lo general padres solteros, así que el promedio de las familias consiste en un abuelo (generalmente abuela), una madre y un hijo. Los rusos son conocidos por confiar en que la educación es la llave del éxito y una vida con sentido. 

Me di cuenta cuán fuerte era esta creencia, cuando una mañana una amiga mía se apareció en mi puerta con una mujer de mediana edad, forzándome a que le diera la bienvenida. 

“Ann, ella es la Dra. Ilena Baronovky. Quería que te conociera. Se acaba de mudar a Israel desde Rusia, y durante su entrenamiento médico le enseñaron que tener más de dos hijos causa que la mujer colapse física y mentalmente”. 

Me reí. Quizás la víspera de Pesaj no era el momento ideal para convencer a alguien de que yo me encontraba sana y lejos de colapsar. Mi casa no presentaba una impresión “normal”, pero sin embargo las invité a que pasaran y le mostré fotos de mis siete hijos, de los cuales ninguno se encontraba en casa en ese momento. Ella había visto las plazas llenas de niños, pero estaba convencida de que cada niño le pertenecía a una familia diferente. 

Nuestros hijos hubieran estado contentos de tener niños como invitados, pero ofrecimos recibir a cualquier familia que necesitara un Seder de Pesaj. Después de todo, en nuestra área la mayoría de las familias tienen varios hijos pequeños, y aparentemente no todos podrían recibir una familia joven. 

Recordando mi encuentro con la Dra. Baronovky, fui más consciente de que nuestros invitados Rusos se sintieran abrumados ante la presencia de tantos niños. Pero Rivka también tenía un punto. La comunicación sería difícil. Luego recordé que mi cuñado, David, que estaría con nosotros junto con mi hermana, sabía un poco de Idish. Esperaba que eso rompiera el hielo. 

Los chicos ayudaron a preparar los elementos especiales del Seder de Pesaj. Pusieron el Jaroset y el Maror. El Karpás, el agua con sal y los huevos. Cuidadosamente abrieron la caja con las Matzot y prepararon el plato del Seder para cada hombre adulto que estaría con nosotros. 

Nuestros invitados llegaron, y se los veía claramente contentos. Con gestos de manos, sonrisas y nombres, se presentaron: Olga, su hermana Lena, y el esposo de Lena, Boris. Nosotros hicimos lo mismo. Le dimos a cada uno una Hagadá, con traducción al ruso, y los ubicamos al lado de David, quien inmediatamente comenzó a explicarles el significado de los elementos del Seder. 

Nos sentamos alrededor de la larga mesa vestida de blanco, llena de símbolos de Zman Jeruteinu, el tiempo de nuestra liberación. 

De pronto, me di cuenta que este año realmente habíamos sido privilegiados de tener a personas que experimentaban su primer Pesaj de Liberación, la liberación de celebrar como Judíos nuevamente. 

Habíamos decidido apresurar la primera parte de la Hagadá, ya que eran personas adultas y no estaban acostumbradas a largos Sedarim de Pesaj. Seguramente tendrían hambre e incluso sueño. 

Mi marido, hablando a través de David, les dijo que si querían preguntar algo que lo detuvieran para hacerlo. Luego, sosteniendo la copa de plata de Kidush, comenzó. Lo ojos de los invitados no dejaban de observarlo. 

Luego era el turno de los niños para que digan el “Ma Nishtaná”, las cuatro preguntas. Comenzaron con la conocida melodía, y pude notar que los ojos de Boris se llenaban de lágrimas. Comenzó a hablar rápido, y David, mientras escuchaba, tampoco pudo contener su emoción. “Hace setenta y cinco años, yo le dije esto a mi abuelo en la mesa de Pesaj. Pero desde aquel momento, no lo he vuelto a escuchar hasta ahora. Estoy tan contento. Muchas gracias”. 

Boris se unió al cántico de los niños y todos juntos cantamos el Ma Nishtaná varias veces. Incluso los chicos sintieron que este momento, este año, había algo especial. 

No me había dado cuenta lo correcto que había sido lo que le dije a mis hijos: Pesaj tiene su propio idioma.

La geometría de la libertad

Lograr la libertad se trata de una clara visión de un nuevo paradigma para un mundo mejor…

La historia nos cuenta acerca de muchas revoluciones que empezaron con ideales sublimes y visiones de libertad, para luego ser seguidas por una profunda desilusión, tiranía aún mayor y opresión.

La revolución francesa empezó con una llamarada magnífica de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” y rápidamente evolucionó en el Reino de Terror y los horrores de las Guerras napoleónicas que devastaron Europa. El francés canjeó la esclavitud de abandono que sufría bajo los Monarcas Borbones por la esclavitud de abuso bajo la revolución. La verdadera libertad permanecía tan huidiza como siempre.

Los habitantes de Rusia habían sufrido bajo el dominio autocrático de los Zares Romanov durante siglos. Cuando se rebelaron en 1917, ellos y el mundo estaban llenos de esperanza por una vida de libertad y una nueva, justa y proporcionada sociedad. Esta esperanza fue asesinada en los sótanos y cámaras de tortura de la policía secreta soviética y congelada en los campamentos de esclavos del Gulag. La esclavitud al Romanov era un paraíso comparado a la esclavitud, la falta absoluta de libertad, y la matanza de millones de personas en el nuevo estado del soviet.

Lograr la libertad no es meramente dejar atrás el yugo de la esclavitud; se trata de una clara visión de un nuevo paradigma para un mundo mejor. Si no es así, la revolución no será una verdadera revolución, volteará 360 grados y los mismos modelos inculcados se reafirmarán, y a veces aún peor. Una verdadera revolución necesita ser de 180 grados, una completa y nueva dirección.

Vemos este tema articulado a lo largo de la historia de Pesaj. Di-s le dice a Moshé, al presentársele en la zarza ardiente, que le diga al Faraón: “Shalaj et amí veiaavduni” , “Permite a mi pueblo ir, para que puedan servirme”. Permitir simplemente que el pueblo salga en libertad no va a lograr algo a la larga, si no marchan a algo que es la alternativa, (de hecho la antítesis), a Egipto. Más aún, el encuentro de Moshé con la zarza ardiente tiene lugar frente al Monte Sinai, donde los judíos recibirían posteriormente la Torá, un documento verdaderamente revolucionario que, a través de la representación de los judíos, transformaría y fortalecería a toda la humanidad.

Durante el deambular de los Hijos de Israel a través del desierto, encontramos que cada vez que se alzaban aquellos que esquivaron su deber, coreaban el lamento “Permítenos regresar a Egipto”. ¿Acaso deseaban sufrir de nuevo como esclavos?

 Ciertamente no. Pienso que lo que la Torá está diciéndonos es que abandonando la nueva visión y primacías de la misión, retornamos a Egipto. Quizás un nuevo Egipto, pero una misma esclavitud.

Todo lo que es verdad para las naciones e historia del mundo es verdad para lo que el Talmud llama el “pequeño mundo” de cada persona individual. Pesaj no es una conmemoración. Pesaj es volver a vivir y experimentar el poder liberador de la Divinidad en nuestras vidas.

La palabra hebrea para Egipto, Mitzraim, significa “coerción”. Sufrimos bajo la coerción de los hábitos que mantenemos sólo porque los teníamos ayer. Somos esclavos de las rutinas inculcadas en nuestras vidas y nuestro mundo, porque estamos demasiado ocupados como para desempolvar las tapas de nuestro Libro de Vida para leer sus páginas.

En Pesaj, y sobre todo en el Seder, apartamos todo el resto para concentrarnos en recibir el poder de libertad que fluye de Di-s a cada uno de nosotros. Pero para que esta experiencia tenga un efecto duradero, necesitamos recordar que no sólo tenemos que dejar los viejos hábitos (“permite salir a Mi pueblo”), sino que necesitamos una visión y programa de lo nuevo (“para que puedan servirme”). Si no, no terminaremos lejos de dónde empezamos.

El término veiaavduni en hebreo, “que puedan servirme” realmente significa “Que ellos puedan transformarse a través de Mí”. Cuando miramos a la Torá, cuya recepción fue el único propósito del Éxodo, descubrimos que la libertad es para comprender el potencial de cada aspecto de nuestro ser, reside dentro de las Mitzvot. 

Cada área de la vida está preparada para alcanzar un propósito, un significado y realización, si deseamos atrevernos a ser verdaderamente libres.

“Verdaderamente libres” no es la libertad de la esclavitud de cualquier Faraón, rey o zar que nos esté oprimiendo en ese momento, sino libertad de la esclavitud, de los límites auto impuestos a nuestra capacidad de comprender verdaderamente nuestro potencial Divino.

Matzá, el «alimento de la fe»

Cuando nuestros antepasados ​​salieron de Egipto, tenían tanta prisa que no había tiempo para esperar a que la masa leudara. Como consecuencia, comieron Matzá (pan sin leudar). Con solo esta comida (pero con gran fe), nuestros antepasados ​​confiaron en que el Todopoderoso proporcionaría sustento a toda la nación judía: unas dos millones de almas. 

El más humilde de los alimentos

Matzá simboliza la fe: consiste solamente en harina y agua, y no se le permite leudarse. Del mismo modo, los únicos «ingredientes» para la fe son la humildad y la sumisión a Di-s, que provienen del reconocimiento de nuestra condición de «nada» en comparación con el infinito del Creador.

La Mitzvá de Matzá se cumple en las dos noches del Séder.

Hay diferentes tipos de Matzá, elegí la correcta para cumplir la Mitzvá:

-Matzá de todo el año: no es apta para Pesaj bajo ninguna circunstancia.

-Matzá hecha con jugos o huevo: no es apta para Ashkenazim. Bajo circunstancias límites de salud, consultando con un rabino competente, se puede permitir, pero no para el Séder.

-Matzá a máquina hecha para Pesaj: sólo elaborada bajo estricta supervisión rabínica, pero no es óptima para el Séder.

-Matzá Shmurá hecha a máquina: Matzá hecha de harina que fue cuidada de humedad desde el momento de la cosecha hasta que fue horneada. Casi la mejor Matzá, excepto un detalle…

-Matzá Shmurá hecha a mano: para el Séder se requiere Matzá hecha específicamente para el cumplimiento de la Mitzvá. Tiene que ser elaborada con ese pensamiento, cosa que no es posible con la máquina. Por eso la Matzá más apropiada está hecha a mano, donde cada amasador dice: “amaso, estiro y horneo para confeccionar Matzá apta para cumplir con la obligación de comer Matzá”.

La libertad en cinco dimensiones

Nuestros Sabios hablan de la rela- ción que existe entre el individuo y la historia del pueblo judío, tal como está descripta en la Torá. Los sucesos de la esclavitud en Egipto y el Éxodo que se relata en las parshiot que leemos estas semanas, tienen una relación directa con el mundo personal de cada hombre o mujer de hoy.

Uno de los ejemplos son las Plagas. En el Seder de Pesaj leemos sobre ellas en la Hagadá. A continuación se nos describe la discusión de dos de nuestros Sabios, Rabí Eliézer y Rabi Akiva. El primero opina que cada plaga consistía en cuatro plagas, mientras que el segundo sostiene que cada una contiene cinco.

En este punto podemos descubrir algo acerca del hecho de habitar en Egipto en un nivel íntimo y personal.

El objetivo de las plagas en la historia fue el de romper la fuerza negativa de Egipto y el Faraón, el tirano que esclavizó a los judíos. Desde el punto de vista íntimo, el equivalente de las plagas es el que podamos romper nuestra propia situación de esclavitud. ¿Quién nos esclaviza? Nuestro ego, nuestros propios deseos negativos.

En esa esclavitud existen cuatro niveles, de acuerdo a Rabí Eliezer y cinco acorde con Rabí Akiva: El primer nivel es cuando lo negativo que hay en nosotros tiene tanto dominio sobre nuestro ser que nos fuerza a cometer errores. Ésta es la vida cotidiana, en el que la

persona lucha por controlar su conducta. El segundo nivel de esclavitud es cuando la persona hace lo correcto, pero está siempre preocupado por lo que los demás piensan de él. Está atrapado en su propio concepto de sociedad.

El tercero es más sutil. La persona tiene la sensación de libertad, y está por encima de lo que opinan los demás. De todas formas, aún está limitado por su propio intelecto y comprensión. Permanece frío y sin pasión alguna. En contraste a lo que el judaísmo demanda de nosotros, es decir, “amar a Di-s con todo tu corazón, todo tu alma y toda tu fuerza…” Existen situaciones que exigen más que la fría racionalidad.

El cuarto nivel es aquel en el que la persona va más allá de su comprensión. Él actúa con mesirut nefesh (auto- sacrificio) De acuerdo a Rabí Eliezer, éste es el nivel supremo. Sin embargo, Rabí Akiva visualiza otro problema. La persona puede continuar atrapada en su propia conciencia de rectitud: “¡Estoy sacrificándome a mí mismo! ¡¿No es esto maravilloso?!” Para Rabí Akiva el quinto nivel de libertad se logra cuando el individuo está liberado totalmente de sí mismo. Entonces puede ser verdaderamente devoto en su servicio a Di-s, trayendo la Redención no sólo para sí mismo sino para el mundo entero.

* Por el Rabino dr. Tali Lowenthal basado en las enseñanzas del Rebe

El “Cromosoma ¿Por qué”

Los niños son insólitos. Todas las cosas que los adultos inteligentes y mundanos, dan por sentado, los niños preguntan.
Qué padre no ha recibido preguntas tales
como:
“¿Por qué el cielo es azul?”
“¿Por qué mueren las personas?”
Y uno se detiene a pensar. Se enorgullece de la habilidad del niño, y profundiza en los recovecos de la mente para dragar alguna olvidada explicación. Pensando la mejor manera de decirlo, repasa la idea, recorta algunos detalles, elige las palabras más fáciles, y dice las
cosas como esperaba (ingenuamente) que su hijo quedara satisfecho y el asunto felizmente resuelto.
“El cielo es azul debido a que el aire dispersa todo el resto de los colores, pero permite atravesar al azul”
“Las personas mueren porque sus cuerpos se agotan”.

Parece que el niño lo absorbe, reflexiona un poco, empuja su coche de juguete, palmea a su muñeca, juega un poco alrededor de la sala y
nos permite regresar a nuestras cosas, pensando que el caso está cerrado, hasta que dentro de una o dos horas o días más tarde habrá que hacer frente a la próxima guardia de control de la realidad.


“Pero, ¿por qué el aire no dispersa la luz azul?”
“¿Por qué los cuerpos se agotan?”
En la sincera curiosidad infantil, se halla la necesidad de conocer la explicación de las cosas.
El juego no se limita a los niños. El hecho de que la mayoría de nosotros supera su inherente curiosidad sobre el mundo no es tanto
porque sabemos las respuestas, sino más bien porque, a medida que la vida pasa, nos acostumbramos al funcionamiento maravilloso del
mundo que nos rodea. Cuando ya hemos alcanzado nuestra edad madura, la única pregunta que la mayoría de nosotros se formula
es: “¿Por qué a mí? Claro, salvo los científicos.
Quizás los científicos son más sensibles. Tal vez nunca crecieron. O tal vez sufren de una sobre‐actividad de su “cromosoma ¿por qué?”
en su ADN. Y, la pregunta sigue siendo: ¿Por qué?

Responder a esto resulta ser más importante que lo que parece, porque la notable costumbre humana de buscar explicaciones nos
conduce a las dos unidades más poderosas de las fuerzas sociales en actividad hoy: la ciencia y la religión.
Y puesto que las dos parecen en conflicto, merece la pena el esfuerzo de investigar un poco cómo una pequeña pregunta puede generar dos respuestas radicalmente diferentes.

Como ocurre con muchas otras preguntas, podemos usar el “Principio de Abraham” para resolver esto.
El principio de Abraham establece que cuando dos o más entidades tienen una correlación de estructura o comportamiento, esto
es evidencia de la existencia de un tercero o fuerza causal, externa y más poderosa que ellos, lo que determina su forma o modo de
comportamiento.

Para el científico, la pregunta “por qué” es un viaje de causa y efecto y llegar allí es la mitad de la diversión.
La otra mitad es saber que, independientemente de lo que descubrimos, las preguntas siguen existiendo y al mismo tiempo
aparecen nuevos interrogantes.

Para el religioso sincero también la pregunta “por qué” es una exploración, pero que no termina con algún retroceso infinito, ni un
sinfín de preguntas, sino más bien con una respuesta definitiva: que hay una Primera
Causa que sembró en el mundo el “el cromosoma ¿por qué?” en nuestra psiquis, y nos dio la habilidad lógica de derivar de nuevo a la
fuente, el singular Porque ante Quien no hay ¿por qué? ¿Y por qué Él haría una cosa así?
Bueno, ¿por qué no?

Un precepto que cumplimos cada instante

En el comienzo de Tazria encontramos el versículo acerca de lo que el judío debe hacer cuando le nace un hijo varón.: “y en el
octavo día circuncidará la carne de su prepucio”.
A pesar de que ya habíamos sido ordenados sobre la circuncisión en tiempos de Abraham, cuando el Altísimo le ordenó circuncidarse,
“tú y tu descendencia que te sigue, para todas sus generaciones”, la circuncisión que realizamos no se debe a aquel mandato a Abraham,
sino al mandamiento dicho en nuestra Parshá.

La superioridad de este mandamiento por sobre la orden a Abraham radica en que aquella fue personal, transmitida por profecía a
un individuo, mientras que el mandato en nuestra Parshá es parte de los 613 preceptos dados al Pueblo de Israel en el Monte Sinaí, y el pueblo todo fue testigo de ello. El precepto de la circuncisión es uno de los más importantes. Son muchos los motivos dados a este pre‐
cepto: El momento principal del ingreso del alma sagrada al cuerpo tiene lugar con la circuncisión. Previo a la misma, todavía no se com‐
pletó la unión entre el alma Divina del iehudí y el cuerpo. Es sólo a través de la circuncisión que se genera entre ambos una unificación
completa.

Maimónides escribe que uno de los motivos de este precepto es el refinamiento logrado a través del mismo. La circuncisión debilita
uno de los deseos más fuertes del hombre y da la fuerza para superarlo y manejarlo correctamente.
El Brit‐ Pacto, constituye la señal del Pacto entre Hashem y el Pueblo Judío, una señal eterna sellada sobre la carne que refleja el pro‐
fundo vínculo entre el Altísimo y el Pueblo de Israel.

La singularidad de este precepto consiste en su condición de precepto constante. El Talmud relata que el rey David entró en cierta
oportunidad a bañarse y cuando se vio sin ropas exclamó: “pobre de mí que estoy desnudo sin precepto alguno”.
Pero cuando se recordó de la circuncisión que estaba sellada sobre su carne, se tranquilizó. Aprendemos que este es un precepto
permanente, que continúa hasta la eternidad.

Una virtud adicional de la circuncisión es que se trata de un precepto grabado en la carne del cuerpo. Todo otro precepto está relacionado fundamentalmente con el alma (aunque se utilizan los órganos del cuerpo para cumplirla), y este precepto genera un cambio visible en la carne del cuerpo, y el ojo físico ve el vínculo entre el judío y Di‐s. Por eso, se practica la circuncisión a un bebé que no está en condiciones de entender lo que ocurre. Si sería un pacto del alma, la pregunta tendría lugar. Pero como se trata de un pacto que se sella en la carne del cuerpo, no hay diferencia entre un bebé y un adulto. Por lo tanto, en la primera oportunidad que es posible circuncidar al bebé (puesto que ya tiene ocho días) se sella el pacto eterno entre él y Hashem.