Perspectiva jasídica de Pureza familiar

Origen de Dam Nidá

A fín de explicar dos cuestiones decisivas que se suscitan en la presentación de Taharat Hamishpajá, pueden aplicarse muchas ideas extraídas de la literatura jasídica. 

La primera es el hecho de que Dam Nidá, la sangre de la menstruación de la mujer, es tumá (impureza): refleja un estado espiritual que trasciende la comprensión humana y que no está vinculada con los estados físicos de la impureza, la suciedad, etc. 

La segunda es el modo en que la relación entre marido y mujer, cuando regida por las leyes de Taharat Hamishpajá, refleja la relación entre Di-s y el pueblo judío, que son llamados «marido y mujer».

Según el Talmud, Dam Nidá se origina en el Jardín del Edén, en el momento en que Adánm y Java desobedecieron la voluntad Divina al comer del Árbol del Conocimiento. Como resultado de este pecado, tanto Adán como Java fueron castigados. Adán fue exiliado del Edén. Desde ese momento, su principal ocupación así como la de la humanidad luego, ya no fue deleitarse en la luz de Di-s, en el estudio de la Torá. En cambio, el hombre fue obligado a salir y a pasar la mayor parte de su tiempo y de sus energías ganándose la vida, como está escrito: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan» (Génesis 3:19).

Dam Nidá fue una consecuencia del pecado de Java. Mediante la mitzvá de Taharat Hamishpajá, así como mediante las otras dos mitzvot de ella, encender las velas y separar la jalá, la mujer judía también «corrige» lo sucedido en el Jardín del Edén. Vuelve a dar vida al mundo que se vio oscurecido por el pecado de Adam y Java.

Originalmente, el Jardín del Edén era un sitio perfecto, en el que no había entrado el mal. Una vez que Adam llevaba el mal dentro de sí, no podía permanecer en el Jardín del Edén. Esto también es aplicable al castigo de Java. Dam Nidá fue una consecuencia directa de comer del Árbol del Conocimiento. El elemento maligno que existía en Java después de cometer el pecado se convirtió, en parte, en Dam Nidá. Por consiguiente, puesto que Dam Nidá sale de un cuerpo judío como consecuencia del pecado, se lo categoriza como tumá.

El judío es un miembro de una nación santa. El hombre y la mujer judía son, en su raíz, bien absoluto. El judío no guarda relación con aquello que está prohibido, ni mediante su alma Divina ni mediante su alma animal (natural). Por consiguiente, el cuerpo de un judío no puede contener el mal, y lo expulsa. Este es también el modo en que el cuerpo trata a Dam Nidá, que es expulsado de él como consecuencia del primer pecado. Vemos pues que esta es una cuestión totalmente espiritual que no guarda relación alguna con la salud física o la higiene.

Correlación entre Isur y Tumá

Pese al hecho de que Dam Nidá es de por sí tumá (como dijimos antes, “impureza”), en realidad no es en razón de la tumá que se prohíbe a la mujer mantener relaciones con suposo mientras se halla en estado de Nidá, sino en razón de una prohibición que lleva el nombre de Isur. La importancia de esta diferencia se pone de manifiesto en cuanto comprendemos la diferencia entre Isur y Tumá.

Isur es el tipo de mal que el intelecto puede comprender. Cumplimos con las mitzvot por cuanto esta es la voluntad Divina, y no de acuerdo a nuestra comprensión. La persona puede percibir el mal en el acto prohibido, o Isur. Por ejemplo, hay varios tipos de alimentos no kasher. Una categoría de alimentos prohibidos incluye los animales carnívoros. Es comprensible que si comemos la carne de un animal salvaje carnívoro, podemos vernos influenciados por las cualidades depravadas del animal y asimilarlas. En consecuencia, los animales que la Torá permite comer a los judíos son herbívoros y de naturaleza suave, y sólo pueden consumirse después de haber sido sacrificados de manera humanitaria y sagrada.

Tumá, en cambio, es el tipo de mal que el intelecto no puede aplicar a la actualidad, y, en la mayoría de los casos, se aplica únicamente a la época del Gran Templo de Jerusalén. Un mal que puede comprenderse debe ser prohibido en todo momento, en tanto que un mal que escapa a la comprensión, es únicamente un bloque dentro del marco de los niveles superiores de santidad que los judíos alcanzaron, en la época del Templo. Ahora que el Templo está destruido y que los judíos experimentan un nivel inferior de santidad y pureza, Tumá no plantea un obstáculo.

Tumá se vincula con los poderes del alma, denominados «poderes abarcantes» en la terminología jasídica, y que trascienden el intelecto; a saber, la Voluntad y el Deleite*. Estos poderes se encuentran siempre en el estado de «abrazar y anhelar a Di-s.»

Isur, en cambio, afecta únicamente los poderes limitados e interiores del alma, incluyendo el intelecto y las emociones. Estos poderes no siempre están próximos a Di-s y son responsables de nuestros pecados, por cuanto se ha dicho: «Un hombre no comete pecado a menos que se apodere de él un espíritu necio» (Talmud, Sota 3a). Peca, porque no comprende o capta con su mente la grandeza de Di-s.

El Jasidut enseña que todo en este mundo físico tiene su fuente y su contraparte en la espiritualidad. El hombre y la mujer sobre la Tierra son comparados, alegóricamente con Di-s y el pueblo judío. Esta comparación se extiende incluso a los detalles de las leyes que rigen la relación entre marido y mujer. Por consiguiente, el hecho de que se prohíba a la mujer cohabitar con su esposo en razón de Isur, y no de tuma, nos enseña un importante concepto que atañe a la relación entre Di-s y los judíos.

Perspectiva sobre la relación entre Di-s y el pueblo judío

El propósito de la vida del hombre y de la mujer judíos es unirse a Di-s mediante la Torá y las mitzvot. Cuando un judío no cumple la voluntad Divina, se separa de Di-s; se convierte, por así decirlo, en Nidá, en el sentido en que el Targún Onkelós (traducción aramea de la Torá) traduce la palabra, relacionándola con la raíz que significa «distancia». Si bien en el pueblo judíos hay Tumá, la auténtica voluntad de todos los judíos es observar la Torá a fin de unirse a su «esposo», Di-s, y de convertirse en una unidad con El. Tumá no obstaculiza esta relación; no limita, ni siquiera por un instante, la unidad de los judíos con Di-s, como está escrito: «. . . Quien mora contigo en medio de tu Tumá» (Levítico 16:16). Únicamente la idea de Isur se interpone entre marido y mujer, Di-s e Israel. E incluso Isur sólo separa a los judíos de Di-s durante un tiempo. Su auténtica unidad no puede violarse y su separación es solo temporaria. Los judíos pecan únicamente pues no comprenden la grandeza de Di-s, y no porque realmente deseen separarse de Él. Por consiguiente, cuando los judíos hacen una sincera teshuvá (retorno a Di-s) se reúnen con Él.

La forma en que una mujer se purifica de Dam Nidá (sangre menstrual) es mediante su inmersión en una mikvá. El significado profundo de mikvá es la idea de bitul, o anulación. (Esto es aplicable tanto a los hombres, cuando utilizan la mikvá según la costumbre, como a las mujeres). Maimónides escribe: «Se sumergirá en las puras aguas del conocimiento» (Hiljot Mikvaot 11:2) lo cual significa que la inmersión de la persona representa un sometimiento total de su propia voluntad a la de Su Creador. 

Las palabras correspondientes a inmersión (tivut) y anulación (bitul) tienen las mismas letras en hebreo. Cuando una persona está totalmente cubierta por las aguas de la mikvá, su «Yo» egocéntrico queda anulado, y la persona alcanza el nivel de ser vehículo y recipiente para la santidad. Las aguas de la mikvá pueden purificar a una persona de sus intenciones egoístas incluso en un instante y acercarla a Di-s y a la senda adecuada de una forma que constituye un «placer para el espíritu».

Cobrar conciencia de que el matrimonio entre un hombre y una mujer corresponde a la unión más elevada y más santa del universo —aquella de los judíos con Di-s— debería inspirar en nosotros una profunda reverencia por las leyes de Taharat Hamishpajá y llevarnos a considerar la unión entre marido y mujer con estima. El acto matrimonial, lamentablemente, puede convertirse en el acto más bajo y más carente de espiritualidad, si marido y mujer tienen actitudes equivocadas. No obstante, cuando este acto se lleva a cabo con las intenciones adecuadas y bajo las circunstancias adecuadas (mediante la observancia de Taharat Hamishpajá), puede convertirse en la relación más elevada y más espiritual de la Tierra.

Oremos por que los hijos que nazcan de esta relación santificada sean la generación del Mashíaj, en la que el pueblo judíos, que es comparado a «una auténtica viuda de marido viviente» (Samuel II 20:3) se reúna con su esposo, el Santo, Bendito sea, por siempre jamás.

TZIPORA MUCHINIK

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