Un precepto que cumplimos cada instante

En el comienzo de Tazria encontramos el versículo acerca de lo que el judío debe hacer cuando le nace un hijo varón.: “y en el
octavo día circuncidará la carne de su prepucio”.
A pesar de que ya habíamos sido ordenados sobre la circuncisión en tiempos de Abraham, cuando el Altísimo le ordenó circuncidarse,
“tú y tu descendencia que te sigue, para todas sus generaciones”, la circuncisión que realizamos no se debe a aquel mandato a Abraham,
sino al mandamiento dicho en nuestra Parshá.

La superioridad de este mandamiento por sobre la orden a Abraham radica en que aquella fue personal, transmitida por profecía a
un individuo, mientras que el mandato en nuestra Parshá es parte de los 613 preceptos dados al Pueblo de Israel en el Monte Sinaí, y el pueblo todo fue testigo de ello. El precepto de la circuncisión es uno de los más importantes. Son muchos los motivos dados a este pre‐
cepto: El momento principal del ingreso del alma sagrada al cuerpo tiene lugar con la circuncisión. Previo a la misma, todavía no se com‐
pletó la unión entre el alma Divina del iehudí y el cuerpo. Es sólo a través de la circuncisión que se genera entre ambos una unificación
completa.

Maimónides escribe que uno de los motivos de este precepto es el refinamiento logrado a través del mismo. La circuncisión debilita
uno de los deseos más fuertes del hombre y da la fuerza para superarlo y manejarlo correctamente.
El Brit‐ Pacto, constituye la señal del Pacto entre Hashem y el Pueblo Judío, una señal eterna sellada sobre la carne que refleja el pro‐
fundo vínculo entre el Altísimo y el Pueblo de Israel.

La singularidad de este precepto consiste en su condición de precepto constante. El Talmud relata que el rey David entró en cierta
oportunidad a bañarse y cuando se vio sin ropas exclamó: “pobre de mí que estoy desnudo sin precepto alguno”.
Pero cuando se recordó de la circuncisión que estaba sellada sobre su carne, se tranquilizó. Aprendemos que este es un precepto
permanente, que continúa hasta la eternidad.

Una virtud adicional de la circuncisión es que se trata de un precepto grabado en la carne del cuerpo. Todo otro precepto está relacionado fundamentalmente con el alma (aunque se utilizan los órganos del cuerpo para cumplirla), y este precepto genera un cambio visible en la carne del cuerpo, y el ojo físico ve el vínculo entre el judío y Di‐s. Por eso, se practica la circuncisión a un bebé que no está en condiciones de entender lo que ocurre. Si sería un pacto del alma, la pregunta tendría lugar. Pero como se trata de un pacto que se sella en la carne del cuerpo, no hay diferencia entre un bebé y un adulto. Por lo tanto, en la primera oportunidad que es posible circuncidar al bebé (puesto que ya tiene ocho días) se sella el pacto eterno entre él y Hashem.

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