La verdadera Cabalá

En estos últimos tiempos, la noticia ha corrido de una punta a la otra del mundo, dejando perpleja a más de una persona sensata. Una famosa cantante de rock, ha adoptado la Cabalá como forma de vida.

Lamentablemente, a través de ella, muchas personas han oído por primera vez el nombre de algo tan sagrado y especial como es la Cabalá. Es por eso vimos de extrema necesidad aclarar y difundir el verdadero significado y sentido de esta excelsa y sublime parte de nuestra sagrada y eterna Torá.


¿Qué es la Cabalá ?

La Cabalá es una antigua fuente de sabiduría judía que explica las leyes eternas del modo en que mueve la energía espiritual a través del Cosmos. Durante muchos siglos, gran cantidad de hombres santos han pasado sus vidas inmersos en el estudio de estas enseñanzas místicas. Para comprender la Cabalá , habría que dedicar toda una vida al estudio y la Plegaria. Hasta hace poco, las profundas y complejas enseñanzas de la Cabalá eran inaccesibles para la mayoría. La mayor contribución del jasi- dismo- que nace a partir del siglo XVIII en Europa- es la de haber adoptado un enfoque comportamental de la Cabalá , puesto que enseña cómo aplicar sus profundas enseñanzas espirituales en la vida cotidiana.

La Cabalá no es sólo conocimiento. Debe ir acompañada por el estilo de vida al- tamente disciplinado de un judío religioso, viviendo la vida de la Torá. Es una vida que imbuye a lo cotidiano de una intensa espiritualidad.

Al tiempo que la Cabalá explora las alturas vertiginosas de los mundos superiores, los reinos angélicos y las fuerzas que modelan el Cosmos, también nos orienta sobre la dinámica de la vida aquí abajo. El mundo físico es una imagen finita de los reinos infinitos.


¿Quién es un cabalista?

Este término es una invención surgida en círculos académicos que contemplan la tradición mística desde el exterior y es utilizado para describir a alguien que afirma haber estudiado algo de Cabalá a partir de un trabajo secundario y pretende ser profesor.

El término correcto para designar a aquel que consagra su vida a la Cabalá es mekubal, que significa: “el que ha recibido”.

Existen pocos mekubalim (el plural de mekubal) públicos en el mundo. Hay que dejar claro que la Cábala no es un movimiento, sino un magisterio espiritual.

Desgraciadamente, en el actual “mer- cado” espiritual, se pueden encontrar caba- listas autoproclamados que ni siquiera están familiarizados con las leyes básicas y la tra- dición judías, y que es posible que ni si- quiera hayan practicado las Mitzvot (Preceptos) religiosas tradicionales y no pueden leer siquiera hebreo o arameo, las lenguas en las cuales ha sido escrita la Ca- balá.

Los Rebes, o maestros Jasídicos, son también mekubalim. Por ello, es una experiencia impresionante acercarse a un Rebe o a un mekubal. El Rebe puede ver a través de tu alma. Para él no hay secretos.


(Contenidos adaptados de “ la Cabalá Práctica ” de rabí Laibl Wolf)

El sepelio del Maimónides

El 04 de enero de 2021 se cumplirá un nuevo aniversario de fallecimiento del Rambam, Rabí Moshe ben Maimon.

El Rambam, Maimónides, fue uno de los más grandes Sabios judíos de todas las épocas.

Durante su vida, escribió numerosos libros en los que explicó las leyes y filosofía de la Torá. También era conocido y respetado como médico, filósofo y científico.

 El Rambam nació en Córdova, España, y se mudó cuando aún era joven con su familia a Egipto. Como no deseaba aceptar remuneración monetaria por su trabajo como estudioso de la Torá, se consagró a la medicina para mantener a su familia. El Rambam alcanzó la cúspide de su reputación profesional como doctor cuando fue nombrado médico personal de la corte de Saladín.

 Cuando el Rambam sintió que su fin se acercaba, dijo a su familia que lo enterraran en la Tierra de Israel. El 20 de Tevet, a la edad de 69, el Rambam falleció. En Egipto, donde había sido Gran Rabino, fue llorado por judíos y musulmanes por igual, durante tres días. En la Tierra Santa y el resto del mundo, dónde el Rambam había actuado como guía y mentor de la judería mundial, se lo conmemoró con servicios especiales y ayunos.

 Personas de lugares lejanos acudieron a Egipto para asistir al entierro del gran Rambam. Entonces, estalló una gran discusión acerca de dónde enterrarlo. La petición del Rambam sólo había sido de enterrarlo en la Tierra de Israel. No había hecho ninguna mención acerca de qué ciudad o sitio debería ser su lugar de descanso final.

 Como no llegaron a ninguna conclusión al respecto, todos estuvieron de acuerdo en tomar el ataúd hacia la frontera de Israel, y hallar una guía acerca de dónde enterrarlo. El ataúd fue colocado sobre un gran camello y cientos se unieron a la caravana. Una de las partes más difíciles y peligrosas del viaje del desierto eran las bandas de ladrones que atacaban a los viajeros. Al anochecer apresuraron el paso. Esperaban hallar un lugar seguro para acampar. Sus miedos no fueron infundados. “¡Nos atacan!” gritó el líder de la caravana. Muchos se esparcieron en diferentes direcciones. Unos pocos permanecieron con el ataúd para cuidarlo.

 Los bandidos se acercaron al camello con una gran caja. Era obvio que debía contener un tesoro, pues todos estaban cuidándolo. Intentaron, pero la caja no podría bajarse del camello.

 

“¡Tomen las riendas del camello!” gritó el líder de la banda. “Lo llevaremos con nosotros”.

Sus esfuerzos no tuvieron éxito. El camello no se movió.

 

“Abran la caja” ordenó al líder. Uno de los gángsters se paró encima de a la caja y trató de sacar la tapa. “¡Hay un cuerpo en esta caja!” chilló, y se echó a correr. Todos lo otros se asustaron, pensando en un cuerpo muerto en el medio del oscuro desierto y se fueron. Para sorpresa de los acompañantes, el camello empezó a moverse, como si tuviera un destino específico en mente.

 

El líder de la caravana ordenó ir tras el camello. “Nos permitirá ver qué dirección tomar”. Era obvio que el camello se dirigía hacia la frontera de Israel. Todos lo siguieron. Ahora, todos sabrían dónde enterrar al Rambam.

 

Después de llegar a las fronteras de Israel, el camello continuó viajando. El camello entró a la ciudad de Tiberia, en la parte Norte del país. Continuó a través de las estrechas calles de la ciudad hasta que se detuvo de repente y se arrodilló en la tierra. Todos entendieron que éste era el lugar dónde debían enterrar al Rambam. Cuidadosamente, quitaron el ataud del camello y lo pusieron en la tierra. Inmediatamente empezaron a excavar la tumba. Todos dieron testimonio de este extraño evento, y el milagro que tuvo lugar ante de sus propios ojos.

 

La gente de la ciudad de Tiberia construyó una bonita estructura sobre el lugar dónde el Rambam fue enterrado. Y todos los años, en el aniversario de su fallecimiento, miles de personas de todas partes del mundo vienen a visitar su sagrada tumba. El Talmud nos dice que “Quién ora en la tumba de una persona virtuosa es igual a quien ha rezado en el Sagrado Templo.”

Todo lo que queres saber acerca de la profecía

¿Qué es un profeta?

Un profeta es un individuo que recibe un mensaje de Di-s para ser transmitido a la gente. Maimónides lo cuenta como uno de los 13 fundamentos de la fe judía que «Di-s se comunica con el humano a través de la profecía».


¿Qué hay en estos mensajes?

El propósito de los mensajes que se comunican a los profetas individuales no es revelar el propósito de la existencia o de legislar las leyes de la vida, ya que esto está contenido en la Torá y en sus 613 preceptos, aquellos que Di-s nos comunicó en el Monte Sinaí. Una vez que Di-s transmitió el mensaje con la revelación en el Sinaí, en cierto sentido, Él nos lo dejó a nosotros para que lo estudiemos y lo expliquemos. El Talmud incluso trae un caso en el que los Sabios de la Torá debatían un punto en la ley de la Torá y se oyó una Voz Celestial apoyando el punto de vista de la minoría; los Sabios no quedaron impresionados, y silenciaron a la Voz, citando la declaración propia de la Torá sobre ella misma «no está en los Cielos» (Deuteronomio 30:12).

El propósito de la profecía es corregir la dirección de la sociedad Judía, o la dirección de toda la sociedad. A veces viene un profeta para predecir el futuro, cuando Di-s considera necesario que debemos saber qué sucederá para poder incentivarnos en nuestra misión de la vida. Otras veces viene, para hacernos acordar que estamos «aflojando el ritmo» de lo que Él espera de nosotros, y nos advierte sobre las consecuencias terribles que esto traerá si no recapacitamos. A veces, Di-s usa a un profeta para enviar mensajes privados a un individuo (particularmente a un individuo cuyas acciones tienen un gran efecto, como por ejemplo un rey). Un profeta también puede transmitir una instrucción específica que no está contenida en la Torá como un mandamiento Divino «de una vez», en tales casos, uno debe seguir las instrucciones incluso si van en contra del mandamiento universal de la Torá. Una profecía, sin embargo, nunca contenderá una nueva Mitzvá, ni anulará una Mitzvá; un profeta que clama tal comunicación de Di-s, es pues, un falso profeta.

Por ello, Isaías fue enviado para describir la Era Mesiánica que es la culminación y la recompensa de nuestros esfuerzos. Jeremías predijo la destrucción del Templo Sagrado. Ioná fue enviado a Ninvé para advertir a sus habitantes que la ciudad se destruirá a menos que ellos se arrepientan de sus caminos perversos. Samuel transmitió el mensaje Divinos al Rey Shaul para que batalle contra Amalek, y Elishá fue enviado para llevar a cabo el famoso desafío de los dos novillos en el Monte Carmel (incluso que esto implicó violar temporalmente la prohibición de la Torá de ofrecer sacrificios fuera del Templo Sagrado). Pero ningún profeta dijo alguna vez nada acerca que esto fuera producto de su propia mente. Hablaron y actuaron únicamente por mandato Divino.


¿Cómo se convierte uno en profeta?

Primero, uno debe ser meritorio. Maimónides trae la siguiente lista: uno debe ser sabio, tener una mente lúcida y clara; ser de carácter impecable, y estar en absoluto control de las pasiones y deseos de uno; ser de constitución alegre y tranquila; huir de la materialidad y de las frivolidades de la vida y dedicarse completamente al conocimiento y servicio de Di-s.

Todo esto, sin embargo, no trae la profecía, sólo hace que uno sea meritorio de recibirla. La recepción misma de la profecía viene de Arriba, por elección Divina. Mientras que la «escuela de profecía» en el antiguo Israel entrenaba a los aspirantes de profetas para poder recibir la profecía, a través de extensa meditación y forma de vida rigurosamente espiritual, el alumno de profecía no puede causar que una profecía venga a él a través de acciones específicas. La profecía se manifiesta de manera súbita, sin señales de advertencia o preparación por parte del profeta. Lo que sucedió fue que Di-s eligió a una persona a quien hablarle y transmitirle mensajes, no al revés.


¿Cómo se verifica a los profetas?

Primero, la persona debe ser conocida como alguien que posee atributos superiores. Luego, si una persona de tal calibre anuncia que recibió una profecía, se asume que está diciendo la verdad. Pero la última prueba es la veracidad de sus profecías; si lo que dijo que sucedería sucedió, sabemos que es un profeta; de lo contrario, no lo es.

(Esto, sin embargo, se aplica solamente a la predicción de un evento positivo, siendo que una vez que una promesa Divina sobre un bien es comunicada a través de un profeta, ésta nunca es retractada; sin embargo, si un profeta advierte, en nombre de Di-s que una calamidad está destinada a suceder, y no ocurre, esto no desaprueba su profecía, siendo que un mal decreto puede ser anulado a través de la plegaria y el arrepentimiento. Por supuesto, predecir el futuro sin poseer los caracteres de un profeta, no lo hace a uno profeta)


¿Cómo se siente experimentar la profecía?

Al igual que una señal de transmisión de un alto nivel de watts en un instrumento de bajo nivel de watts, la profecía generalmente sobrecarga el equipo mental del receptor. La profecía frecuentemente causa desmayos, demencia temporaria, convulsiones o espasmos musculares involuntarios. Algunos profetas podían recibir la señal durmiendo, teniendo sueños súper enigmáticos, en forma de acertijos que debían decodificar al despertarse. Los profetas no tenían conversaciones verbales o mentales con Di-s. La única excepción fue Moshé, quien hablaba con Di-s «como un hombre habla con su amigo» (Éxodo 33:11).


¿Cuáles son las reglas primordiales de la profecía?

De los 613 mandamientos de la Torá, algunos pertenecen a las profecías. Éstos incluyen:

  1. Obedecer las instrucciones del profeta
  2. No dudar ni probar las promesas de Di-s o advertencias transmitidas por el profeta

Y para el profeta:

  1. Transmitir personalmente las instrucciones de Di-s.
  2. No suprimir una profecía recibida (como intentó hacerlo Ioná).
  3. No profetizar en nombre de otros dioses (incluso si el contenido es cierto)


¿Quiénes eran los profetas?

Hubo miles de profetas en la historia Judía. La gran mayoría, sin embargo, transmitieron mensajes que eran específicos al tiempo y a las circunstancias en las que se encontraban. Sus profecías, por ende, no fueron grabadas para más adelante, e incluso sus nombres nos son desconocidos. Muchos de estos profetas eran ciudadanos comunes (estudiantes, campesinos, artesanos), quienes por virtud de su justicia y sensibilidad por lo espiritualidad, fueron seleccionados para recibir una profecía Divina. A menudo no sabía qué les ocurría, y sólo luego se daban cuenta que habían recibido una profecía. Algunos, como Ioná, sí sabía de qué se trataba, y aún así intentó escaparse de ella.

El Talmud cuenta 55 profetas «históricos» cuyas profecías están grabadas en la Torá porque contienen un mensaje relevante para todas las generaciones. La mayoría eran figuras públicas que profetizaron frecuentemente y que se convirtieron en líderes de su gente. Esto incluye 15 profetas cuyas palabras fueron registradas en libros individuales que llevan sus nombres: Isaías, Jeremías, Ezequiel, y doce libros más cortos, incluyendo Amos, Hoshea, Najúm, y otros. Los otros 40, que pudieron no haber tenido profecías todo el tiempo, están mencionados en otros varios lugares en el Tanaj-Biblia- como Natán (en los Libros de Samuel), y Ido (Crónicas).

La profecía parece haber sido una experiencia para el público masculino mayoritariamente, 48 de los 55 profetas «históricos» fueron hombres, aunque no podemos saber si esto refleja la proporción de profetas y profetizas. Las siete profetizas más importantes fueron: Sara (Esposa de Abraham), Miriam (hermana de Moshé), Débora (la única mujer entre los Jueces), Jana (madre de Samuel), Abigail, Juldá y Ester (de la historia de Purim).


¿Existe la profecía hoy en día?

La era de la profecía oficialmente acabó hace unos 23 siglos. La última generación de profetas fue aquella que comenzó a profetizar antes que el Primer Templo Sagrado fuera destruido en el año 424 AEC, a pesar que un número de esa generación sobrevivió el exilio Babilónico que duró 70 años y vivió para ve la construcción del Segundo Templo. El más famoso, Ezequiel profetizó en Babilonia, y tres profetas Jagai, Zejaria y Malaji fueron miembros de la «Gran Asamblea», que dirigió a la gente durante los primeros años luego de su regreso desde Babilonia. Mordejai y Ester también fueron miembros de la generación que sufrió la destrucción del Primer Templo y presenció la construcción del segundo. Con el fallecimiento de esa generación, «la profecía partió de Israel».

Sin embargo, el principio que «Di-s se comunica con la humanidad a través de la profecía» permanece un fundamento de la fe judía. Una forma menos de profecía, conocida como Ruaj Hakodesh (Inspiración Divina), permanece la provincia de los Tzadikim, los hombres y mujeres justos de todas las generaciones. De acuerdo a la tradición, uno de los profetas más grandes, Eliahu, nunca murió, y anunciará la llegada del Mashiaj. El Mashiaj mismo es un profeta, y en la era mesiánica, la profecía se convertirá en un fenómeno universal, en las palabras del profeta Joel, «Y sucederá que volcaré Mi espíritu sobre toda carne, y tus hijos e hijas profetizarán; tus mayores soñarán, tus hombres jóvenes verán visiones». Y en una carta para los judíos de Yemen, Maimónides cuenta una tradición antigua que «poco después de la era mesiánica, la profecía volverá al pueblo judío».

Por Mendy Hecht 

10 de Tevet

El 25 de diciembre de 2020 es el 10 de Tevet, día de ayuno en conmemoración al sitio de la muralla de la ciudad de Jerusalem, lo que luego dió paso a la destrucción del Gran Templo.

Desde el día en que el pueblo de Israel entró a la Tierra Prometida, bajo el liderazgo de Iehoshúa, sucesor de Moshé, vivió en su tierra durante un período de 850 años dando a luz veinte generaciones de hijos y nietos, hasta que el despiadado Nabucodonosor, rey de Babilonia, se alzó en su contra y lo obligó a exiliarse.

De este período, 440 años transcurrieron hasta que Shlomó HaMélej (el Rey Salomón) construyó el primer Beit HaMikdash, y otros 410 años hasta que los ejércitos de los babilonios (cuyo reino estaba situado en la antigua Caldea, motivo por el cual el Talmud los denomina Casdím) lo destruyeron.

Cuando el pueblo de Israel entró por primera vez en la Tierra Prometida estaba destinado a permanecer allí eternamente, pues Di-s había dicho a Avraham (Génesis 13:15): Porque toda la tierra que ves la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Di-s sólo puso una condición:

Guardareis todos Mis estatutos y todas Mis leyes, y los cumpliréis no sea que la tierra en la cual Yo os introduzco para que habitéis en ella os vomite (Levítico 20:22); y no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado, como vomitó a la nación que la habitó antes que vosotros (ibid. 18:28).

Rashi, en su comentario sobre este versículo, cita de Torat Kohanim:

Ello puede compararse con un príncipe al que se le dio comida en mal estado; como no la pudo retener la vomitó. De igual manera, la Tierra de Israel no puede contener a aquellos que pecan.

Muchas de las veintiún generaciones de judíos que poblaron la tierra al comienzo, no cumplieron los mandamientos de Di-s contaminándola con la veneración de ídolos. Abandonaron a Di-s y sirvieron a Baal y Ashtar. Dejaron al Di-s de sus padres y deificaron ídolos, haciendo abatirse la ira de Di-s sobre Iehudá y Jerusalén a raíz de sus pecados. Di-s envió profetas para reprenderlos, para inspirarlos al arrepentimiento y hacerlos retornar a El, pero el pueblo no prestó atención.

Incluso los jefes de los Kohaním y el pueblo cometieron enormes transgresiones como todas las abominaciones de las naciones, e impurificaron la Casa de Di-s que El había santificado en Jerusalén. Y el Di-s de sus padres rápidamente envió mensajeros, porque tenía compasión de Su pueblo y de Su lugar de morada, pero ellos se burlaron de los emisarios de Di-s, se mofaron de Su palabra y ridiculizaron a Sus Profetas, hasta que la ira de Di-s se alzó contra Su pueblo a tal punto que no hubo remedio (II Crónicas 36:14-16).

Los Sabios dijeron:

¿Con qué pueden compararse las diez tribus, y las tribus de Iehudá y Biniamín? Con dos personas que utilizaban una cobija nueva para cubrirse durante la época de lluvias. Una de ellas tiraba de un lado mientras que la otra tiraba del otro, hasta que se desgarró. De igual modo, las diez tribus no se abstuvieron de venerar ídolos en Shomrón, ni las tribus de Iehudá y Biniamín en Jerusalem, hasta que provocaron la destrucción de ésta.

Y aconteció a los nueve años de su reinado, en el décimo mes, a los diez días del mes, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino con todo su ejército hacia Jerusalem y la sitió, levantando muros a su alrededor. Y la ciudad se mantuvo sitiada hasta el año undécimo del reinado del rey Tzidkiahu. A los nueve días del mes el hambre prevaleció en la ciudad, hasta que no hubo pan para el pueblo. Y se abrió una brecha en el muro de la ciudad.. (II Reyes, 25:1-4).

Y en el mes quinto, a los diez días del mes… vino Nebucodonosor, capitán de la guardia… y quemó la Casa de Di-s, el palacio del rey y todas las casas de Jerusalem… Todos los muros que la rodeaban fueron destruidos… El resto de la multitud fue exiliada por Nevuzaradán (Jeremías 52:12).

Vemos, pues, que el 10 de Tevet -cuando se inició el sitio de Jerusalem- fue el comienzo de toda una cadena de calamidades que finalmente concluyó con la trágica destrucción del Beit HaMíkdash y el destierro de Iehudá.

BAJO ASEDIO Y EN PELIGRO

Como vimos anteriormente, durante el sitio de Jerusalem prevaleció el hambre. En Pesiktá Rabatí26 leemos:

Las hijas de Tzion se encontraban en los mercados, y al verse unas a otras, una preguntaba:

“¿Por qué motivo has venido hoy al mercado, cuando nunca antes en tu vida lo habías hecho?”

Y la otra respondía: “¿Debo ocultarte la verdad? La hambruna es muy dura y no la puedo soportar”.

Entonces se ayudaban entre sí e iban en busca [de comida] por toda la ciudad, sin encontrar nada. Se apoyaban sobre las columnas y morían en cada esquina. Sus bebés de pecho gateaban por todos lados, cada uno de ellos reconociendo a su madre, y trepándose a ellas trataban de amamantarse, intentando succionar leche, pero nada había. Y allí morían, sobre el regazo de sus madres.

En Ialkut Shimoní (Eijá 1), nuestros Sabios escriben:

Cuando el malvado [Nevuzaradán] vino a Jerusalem junto con sus aliados, pensó que conquistaría la ciudad rápidamente, pero Di-s fortaleció a sus residentes hasta el tercer año [del sitio], con la esperanza de que se arrepintieran. En aquel entonces había en Jerusalem varios hombres valientes, que lucharon contra los caldeos (babilonios), aniquilando a muchos de ellos. Entre estos se encontraba un poderoso guerrero llamado Ahvá ben Guevirti. Cuando los soldados enemigos lanzaban enormes rocas contra las murallas, intentando abrir una brecha en ellas, él las atajaba con sus manos y las lanzaba de vuelta a los soldados enemigos, matando a muchos de ellos. Incluso comenzó a detener las piedras con sus pies y arrojarlas de vuelta hacia el enemigo. Pero los pecados de la ciudad lo hicieron tambalear, y fue así que una fuerte ráfaga de viento lo hizo caer desde la muralla causando su muerte. Entonces las murallas de Jerusalem fueron quebradas y los babilonios entraron en la ciudad.

AYUNAR PARA CORREGIR LOS PECADOS

Maimónides escribe lo siguiente (Leyes del Ayuno 5):

El ayuno del 10 de Tevet es como los demás ayunos que fueron establecidos para lamentar la destrucción del Beit HaMikdash y el exilio de Israel. Sin embargo, el propósito principal del ayuno no es el dolor y el lamento, pues la aflicción sentida cuando tuvieron lugar estos acontecimientos fue suficiente. Por el contrario, su finalidad fundamental es la de estimular el arrepentimiento, recordarnos las malas acciones de nuestros antepasados, como así también las propias acciones que acarrearon, a ellos y a nosotros, grandes tribulaciones. Mediante el recuerdo de todo esto nos arrepentiremos y obraremos correctamente, como expresa el versículo (Levítico 26:4 “Y confesarán sus pecados y los pecados de sus antepasados por el mal que Me han causado…”.

Nuestros Sabios (Talmud Ierushaliní, Iomá 1) enseñaron: “Toda generación en la cual no es reconstruido el Beit HaMikdash, es considerada como si lo hubieran destruido”, puesto que cada generación tiene la capacidad de despertar la misericordia Divina, redimir a Israel de sus enemigos, reunir a sus exiliados de los lugares en que se encuentran dispersos, y reconstruir el Beit HaMíkdash.

13 cosas sobre Janucá que todo judío debería saber

1. Ocho noches=luces milagrosas

La ceremonia, gratuita y abierta a todo el público, atrae a miles de personas cada año a la Elipse frente al césped de la Casa Blanca (Foto: Baruj Ezagui)

¿Por qué Janucá dura ocho días? El Talmud se pregunta y responde:

Los sabios enseñaron: A partir del 25 de Kislev, los días de Janucá son ocho. Uno no puede hacer discursos fúnebres ni ayunar durante esos días. Esto se debe a que los griegos entraron al Santuario, contaminaron todo el aceite que había y cuando los jashmonaim los vencieron y salieron victoriosos, encontraron sólo una vasija de aceite que aún tenía el sello del Sumo Sacerdote. Ese aceite sólo alcanzaba para encender el candelabro durante un día. Sin embargo, un milagro ocurrió y encendieron el candelabro por ocho días. Al año siguiente, los

sabios instituyeron esos días y los convirtieron en una festividad con recitación de Halel y plegarias de agradecimiento.1

Sin embargo, hay más. El número siete representa todo lo que puede encontrarse en este mundo. La semana tiene siete días, hay siete planetas clásicos y siete notas musicales. De hecho, el mundo fue creado en siete días.

Y luego tenemos el número ocho, que representa todo lo que está arriba, aquello que no entra en las ranuras nítidas que sostienen los fragmentos de nuestras vidas. El número ocho evoca lo transcendental y lo Divino. El ocho es el número de los milagros.

2. La luz después de la oscuridad

El artista Dominic Alves capturó esta imagen de un Janucá nevado en Brighton, Reino Unido

Las velas de Janucá deben arder luego de que caiga la noche, ya que el propósito es traer luz en la oscuridad, pero deben encenderse lo suficientemente temprano como para que alguien pueda verlas. Las velas tienen que verse para que puedan cumplir su función de recordarle a otros el gran milagro que Di-s nos hizo.

3. La fiesta silenciosa

Janucá es la única fiesta judía que no está mencionada en ninguno de los 24 libros de la Biblia. Esto se debe a que el canon fue sellado por los Hombres de la Gran Asamblea, dos siglos antes del milagro de Janucá. Tampoco tiene un tratado en el Talmud que discuta sus observancias. En cambio, tiene apenas una mención en el tratado de Shabat. En el contexto de la discusión del encendido de velas de Shabat, las velas de Janucá (y, por extensión, la festividad de Janucá) tienen su tiempo en el esplendor Talmúdico.

4. Antes de las papas había… ¡queso!

Hoy en día, existe una costumbre muy extendida de disfrutar latkes de papa en Janucá, ya que el aceite con el que se fríen nos recuerda al milagro de las llamas de la Menorá del Templo que ardieron durante ocho días. Pero hay una costumbre más antigua de comer panqueques de queso en Janucá, que nos recuerda aquella comida láctea (y embriagante) que la valiente Judith le dio al general griego antes de decapitarlo mientras dormía y, de esta manera, salvó a su pueblo. Parece ser que los latkes de queso se transformaron en latkes de papa (las papas eran desconocidas en el Viejo Mundo hasta finales del siglo XVI), y nació una nueva costumbre.

5. La menorá que enciendes es la menorá de Hilel

Una menorá de Janucá al octavo día, usando aceite.

En los días del Talmud, había dos grandes academias de aprendizaje: Hilel y Shamai. La casa de Hilel enseñaba que cada noche de Janucá agregamos otra vela—tal como hacemos hoy en día. La casa de Shamai, sin embargo, sostenía que empezamos con ocho luces la primera noche y vamos encendiendo una menos cada día, terminando Janucá con una sola llama.2¿Estàs tentado de probar la manera de Shamai? El tiempo para hacerlo todavía no llegó. La tradición nos dice que, cuando venga Mashiaj, seguiremos las reglas de la Casa de Shamai, pero, hasta entonces, hay una hermosa lección para aprender del modelo de Hilel. Añade más luz cada noche. Cada partecita de luz se suma para crear algo brillante.

6. ¿Sirios, griegos, helenistas o yevanim?

A veces, en la historia de Janucá escuchamos sobre los griegos, los sirios o incluso los helenistas. Entonces, ¿quiénes eran exactamente los intrusos que fueron expulsados por los Macabeos? ¡Todos ellos! Luego de la muerte de Alejandro Magno, su imperio se dividió. El imperio griego seléucida estaba en Siria y el imperio Ptolemaico tenía su base en Alejandría, Egipto. Los soldados que estaban en Judea pertenecían a los greco-sirios. Y, ¿quiénes son los helenistas y los yevanim? La misma gente: Hella es la palabra griega para decir “griego” y Yavan es como lo decimos en hebreo.

(Y ahora, para confundir un poquito más las cosas, también estaban los judíos helenizados, o “Mityavnim” en hebreo, que estaban del lado de los griegos/yevanim/helenistas/sirios/seléucidas y representaban una amenaza aun mayor para la supervivencia de la vida judía tradicional).

7. Menorot por todos lados

El primer Janucá, se encendieron velas por todo el patio del Sagrado Templo en Jerusalén. Esto trajo la luz de Janucá desde el interior del santuario del Templo, el lugar más sagrado de la tierra, hacia afuera. Mientras los judíos continúan observando Janucá en todo el mundo, las ondas de santidad continúan ampliándose y expandiéndose.

8. Muchas opciones

La mayoría de las festividades judías comienzan sólo en cuatro de los siete días de la semana. Por ejemplo, el primer día de Rosh Hashaná puede ser lunes, martes, jueves o Shabat— nunca cae domingo, miércoles ni viernes. Sin embargo, como el mes anterior a Janucá (Jeshván) puede tener 29 o 30 días, Janucá puede empezar en cualquier día de la semana excepto los martes.

9. Los Macabeos, ¿fueron realmente tan geniales?

Cualquier niño que vaya al prescolar de Jabad puede decir que los héroes de la historia de Janucá son los Macabeos, el clan que lideró el valiente levantamiento contra los invasores

griegos. Pero no era todo tan bueno. Iehudá Macabí y su familia eran cohanim, miembros de la tribu de sacerdotes elegidos por Di-s para manejar el Santo Templo. Los sucesores de Iehudá Macabí tomaron el reinado por su cuenta, algo que legalmente les pertenecía a los descendientes del Rey David, de la tribu de Iehudá. Ciertamente, no pasó mucho tiempo hasta que la monarquía de Judea fue arrastrada a una serie de tomas de poder y eventos sangrientos, con un rey atrás de otro intentando imitar a los mismos griegos que sus propios ancestros habían expulsado de la tierra.

10. Janucá en la URSS

Avraham Genin, una figura destacada en la red de instituciones judías clandestinas manejadas por Jabad en la URSS (Foto: Nathan Brusovani (Bar), www.brusovani.com)

La mayor parte de su vida, Avraham Genin encendió la menorá en la privacidad de su casa o en la sinagoga. Ex soldado del Ejército Rojo, perdió su pie culpa de una bomba alemana; pero eso no le impidió continuar caminando a la sinagoga cada semana—un esfuerzo que le llevaba una hora y media. Un jasid incondicional que se negó a inclinarse ante Stalin y sus secuaces, sirvió con valentía como mohel y maestro de Torá, un faro de luz en la era comunista atea.

Pero luego, sucedió lo inesperado. Para la época de Janucá de 1991, se habían formado algunas grietas en la Cortina de Hierro, y, en presencia de aproximadamente 6.000 judíos, Avraham Genin encendió una menorá gigante adentro del Palacio de los Congresos Kemlin (era el segundo año que se encendía una menorá grande en público en la URSS; el año anterior, la menorá se había colocado cerca de la Casa Blanca de Rusia).

Desde entonces, el encendido público de la menorá de Janucá se convirtió en un elemento esencial de la vida judía rusa

11. Janucá en el espacio

En diciembre de 1993, se envió al espacio el Transbordador Espacial Endeavour para servir al Telescopio Espacial Hubble. Uno de los astronautas que valientemente caminó en el espacio para reparar el telescopio fue Jeffrey Hoffman.

Sabiendo que estaría en el espacio durante Janucá, Hoffman se aseguró de llevar con él un dreidel y una menorá de viaje para poder celebrar (por la falta de gravedad y por seguridad, no había manera de encender las velas).

Luego, por comunicación satelital, mostró sus provisiones de Janucá, hizo girar su dreidel en el aire y les deseó a los judíos de todo el mundo un ¡felíz Janucá!

12. Tu menorá ¿está en la entrada o en una ventana?

La costumbre más común (fuera de Israel) es encender la menorá en una ventana. En la época de la Mishná, sin embargo, la menorá se colocaba afuera, del lado izquierdo de la puerta entrando desde la calle.

Esto trajo consigo una ley muy particular. Si una persona colocaba una vela en la calle y luego un burro que cargaba paja pasaba demasiado cerca, el dueño de la vela sería responsable del incendio resultante. En Janucá, sin embargo, estaría exento por estar cumpliendo una mitzvá.

¿Por qué se colocaba la menorá del lado izquierdo de la puerta? Porque la mezuzá está del lado derecho. Con la mezuzá de un lado y la menorá del otro, uno está literalmente rodeado de santidad.

La dura realidad de la diáspora, tanto por el aspecto sociopolítico como por lo meteorológico, forzó a encender la menorá en el interior y, algunas comunidades, tomaron la costumbre de ponerla en el borde de la ventana. Incluso hoy en día, muchas personas (incluidas las de Jabad) preferimos encender en la entrada y rodearnos de las mitzvot de la mezuzá y la menorá, tal como se hacía en el pasado.

13. Cómo Janucá tomó popularidad en tres años

El propósito de la menorá es difundir el conocimiento a la mayor cantidad de personas posible. Por esta razón, se enciende la menorá también en las sinagogas todas las noches. Pero en los últimos años, la mitzvá de la menorá se ha extendido aún más.

El Rabino Moshe Hecht con estudiantes del New Haven Hebrew Day School en Connecticut, 1987.

Durante Janucá de 1973, algunos alumnos de la ieshivá de Jabad-Lubavitch estaban planeando ir a Manhattan para repartir menorot. Se les ocurrió que, si ponían una menorá gigante en el techo del auto, muchas más personas iban a prestarle atención y tomarían las menorot que estaban repartiendo. Con algunos trozos de madera y bloques de cemento, se las arreglaron para construir una menorá enorme y la ataron al techo de una camioneta. La menorá resultó todo un éxito.

Para 1974, el Rabino Abraham Shemtov tuvo la inusual, quizás hasta loca idea de encender una menorá justo enfrente del Salón de la Independencia, donde está la Campana de la Libertad, el ícono de la libertad estadounidense.
En 1975, el Rabino de Jabad, Jaim Drizin, hizo arreglos en San Francisco para encender una menorá gigante de madera en Union Square (Plaza Unión). Bill Graham— un niño que había sobrevivido al holocausto y que era un promotor musical muy reconocido— donó fondos para la construcción de una menorá de 6,7 metros de altura, hecha de caoba. Al día de hoy, se la conoce como la menorá de Bill Graham. (Foto: www.billgrahammenorah.org)

En 1975, en la costa opuesta de los Estados Unidos, el Rabino Jaim Drizin hizo arreglos para encender una menorá gigante de madera en Union Square (Plaza Unión). Bill Graham, un niño que había sobrevivido al holocausto y que era un promotor musical muy reconocido, donó una menorá de caoba de 6,7 metros de altura y la tradición siguió creciendo hasta su forma actual.

En el año 2016, Jabad-Lubavitch instaló más de 15.000 menorot gigantes en espacios públicos. Los encendidos públicos y los eventos de Janucá se realizaron a lo largo de más de 90 países en todo el mundo. Además, circulaban por las calles 5.000 menorot sobre los techos de los vehículos, concientizando a las ciudades, los pueblos y las zonas rurales sobre la festividad.

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NOTAS AL PIE 1.

Shabat 21b, citando Meguilat Taanit. 2.

Shabat 21b.

Por Menajem Posner 

Nota extraída de Chabad.org traducida por Rivka Baron 

 

La mujer que trajo la salvación

No se sabe con claridad cuándo sucedió la historia que estamos por contar. La historia apareció por primera vez en un libro muy antiguo que lleva el nombre de su heroína, Iehudith (Judith) y estaba escrito en hebreo. Sin embargo, el texto original se perdió y sólo quedó una traducción al griego, y no una muy precisa.

 La historia se volvió a contar con versiones diferentes. Según una versión, sucedió durante una revuelta de los Macabeos contra sus opresores sirios y Iehudith era la hija de Iojanán, el Sumo Sacerdote, padre de la familia de los jashmonaim.

De todas formas, el acto heroico de Iehudith ha inspirado fe y coraje en el corazón de los judíos a lo largo de la historia.

La ciudad de Betulia, en la tierra de Judea, cayó bajo las manos de un enorme ejército, con Holofernes, un general greco-sirio, a la cabeza. Los hombres de Betulia lucharon heroicamente y con desesperación. Holofernes cortó los abastecimientos de alimentos y agua, y muy pronto la ciudad estaba a punto de rendirse.

Uziá –-el comandante de las fuerzas de defensa– y los Ancianos de la ciudad imploraron a los habitantes que no se rindieran. «Denos cinco días más para hallar alguna solución».

Reluctante, el pueblo aceptó. Todos menos uno.

«¿Por qué ponéis a Di-s a prueba? Si realmente tenéis fe, jamás debéis deponer vuestra confianza en Di-s. Además, bien sabéis que la rendición a Holofernes es peor que la muerte».

Así hablaba Iehudit, la hija de Iojanán, el Sumo Sacerdote. Era una joven viuda bendecida con maravillosa gracia y belleza. Sus palabras causaron honda impresión en Uziá y los Ancianos.

«¿Qué podemos hacer?», le preguntaron. «Reza por nosotros, Iehudit, y quizás Di-s acepte tus plegarias».

«He pensado en un plan. Quiero ir a ver a Holofernes», dijo Iehudit.

Uziá y los Ancianos estaban asombrados. «¿Sacrificarías tu vida por la posibilidad de que quizás logres ablandar el corazón de Holofernes?»

Iehudit, no obstante, insistió, y luego de mucha discusión Uziá y los Ancianos decidieron permitirle hacer el intento.

Iehudit cruzó los portones de Betulia, vestida en sus prendas más finas. Estaba acompañada por su fiel doncella, quien portaba una cesta llena de panecillos, queso y un par de botellas de vino.

Antes de ingresar al campamento enemigo fueron interceptadas por los centinelas, exigiendo saber quiénes eran y quién las enviaba.

«Tenemos un importante mensaje para el valiente Holofernes», dijo Iehudit. «Llévennos a él de inmediato».

«¿Quién eres, y por qué estás aquí?», preguntó Holofernes, deleitando sus ojos con la inesperada y encantadora visitante.

«Soy Iehudit, una simple viuda de Betulia. He venido a decirte cómo capturar la ciudad, en la esperanza de que tratarás con piedad a sus habitantes».

Iehudit contó a Holofernes lo que éste ya sabía, que la situación en la sitiada ciudad era desesperante, que sus habitantes contaban con escasas raciones de alimento y bebida. Con todo, dijo, su fe en Di-s se mantiene firme y, mientras conserven su fe, no se rendirían. Muy pronto, sin embargo, por desesperación, comenzarán a comer animales no-kasher, prohibidos por la Ley Divina. Ello despertará la ira de Di-s en su contra y la ciudad caerá.

«¿Cómo sabré cuando esto sucede?», preguntó Holofernes.

«Ya lo he organizado con uno de los centinelas a la entrada de la ciudad. El me informará lo que sucede en su interior», respondió Iehudit.

Holefernes se sentía totalmente cautivado por Iehudit. Dio órdenes de que ella y su doncella tuvieran total libertad para moverse por el campamento, y quienquiera intentara molestarlas de cualquier manera sería ejecutado de inmediato.

Cada noche Iehudit caminaba hasta los portones de la ciudad y comunicaba al centinela que todo estaba en orden, funcionando como lo había planeado. «El pueblo debe mantener firme su confianza en Di-s», le dijo.

Al tercer día Holofernes y sus hombres comenzaron a inquietarse. Cuando Iehudit entró a la carpa de Holofernes con su inseparable doncella, le preguntó: «¿Qué información me traes hoy?»

«Tengo muy buenas noticias, general. Ya no queda más alimento kasher. En un día o dos el hambre los llevará a comerse sus mulas y perros. ¡Entonces Di-s los entregará en tus manos!»

«Maravilloso», dijo Holofernes. «Esto exige una celebración. Esta noche tendremos una fiesta. Solamente nosotros dos».

Esa noche Holofernes recibió a Iehudit en su carpa y le ofreció de las delicias que cubrían su mesa. «He traído mi propio vino y comida, preparados especialmente para esta ocasión», dijo Iehudit. «Mi queso de cabra es célebre en todo Betulia».

A Holofernes le agradó el queso salado y el fuerte vino. Muy pronto, estaba estirado en el suelo, totalmente ebrio.

Iehudit recitó una plegaria silenciosa y desenvainó la pesada espada de Holofernes. Tomado puntería, la hizo caer sobre el cuello del general con todas sus fuerzas. Luego ocultó la cabeza del general en su cesta y caminó tranquilamente hasta su carpa.

«Ven pronto», dijo a su doncella. Las dos mujeres caminaron serenamente, como lo solían hacer cada día, hasta llegar a los portones de la ciudad. «Llévenme con Uziá de inmediato», ordenó al centinela.

Uziá no podía creerlo, y observaba el macabro premio que Iehudit le había traído.

«No hay tiempo para perder», dijo Iehudit al comandante. «Prepara a tus hombres para un ataque sorpresa al amanecer. Cuando los soldados de Holofernes corran a su carpa y encuentren su cuerpo decapitado, huirán para salvar sus propias vidas».

Eso es exactamente lo que sucedió. El enemigo huyó despavorido, en confusión y terror. Y fue la valiente Iehudit, temerosa de Di-s, quien salvó a la ciudad.

En su memoria, y en el de su heroica actitud, tenemos una tradición de comer alimentos lácteos en Januca.