Una demanda

Un viernes de tarde, un hombre golpeó la puerta de Rabí Itzjak Aizik, rabino de Vitebsk.
“Rebe, tengo un Din Torá (demanda, pleito)” dijo. “Pido que oiga mi caso y tome una decisión.”
“En verdad,” dijo el rabino, “ahora estoy muy ocupado con los preparativos para Shabat. Quizás usted y su litigante puedan venir
después de Shabat, y oiré a ambos.”
“Soy un melamed (maestro),” dijo el hombre, “y enseño a mis alumnos desde mañana hasta la noche. Mi único tiempo libre es el
viernes de tarde”
“Muy bien,” dijo Rabi Itzjak Aizik, “oiré su caso ahora. Pero debemos convocar a su litigante. Se me prohíbe oír sus argumentos sin que su litigante esté presente.”
“Él está presente,” dijo el hombre. “Mi Din Torá es con Di‐s.”
“De acuerdo,” dijo Rabi Itzjak Aizik, des‐ pués de una larga pausa. “Entre a mi estudio y oiré su caso”. Dijo el melamed: “Di‐s me ha
bendecido con una hija que ya ha alcanzado la edad de casarse. Pero no tengo un kopeck en mi bolsillo—ningún dinero para la ropa,
gastos del casamiento, y mucho menos para una dote. Mi demanda es que Di‐s está legalmente obligado a ayudarme a casar a mi
hija.”
“¿En qué se basa para semejante demanda?” preguntó Rabí Itzjak Aizik.
“En la Torá está escrito que ‘hay tres socios en el nacimiento de una persona: su padre, su madre y Di‐s” Dos de los socios son
pobres, pero el tercer socio es, por Su propia declaración, bastante adinerado: Él así lo declara: ‘Mía es la plata, Mío es el oro” (Jagai
2:8). Es, por consiguiente, deber del socio rico asumir los gastos en esta empresa.”

El Rabino se retiró a su estudio para verificar las fuentes pertinentes y legitimar el caso. Después de un rato, salió con su veredicto.
“El melamed está en su derecho,” declaró. “El Omnipotente está obligado, por la ley de la Torá, de proveer lo necesario para
el matrimonio de la joven.”
Cuando el melamed se llegó a su casa, vio que un coche lujoso partía velozmente de su ruinosa casa. “No creerás lo que pasó,” dijo
su esposa, desde la puerta. “Un noble estuvo aquí con su esposa. La señora estaba convencida que alguien le dio un mal de ojo, y
oyó que la esposa del melamed sabe los secretos adecuados para protegerse de eso.
Hice lo que me pidió, y cuando el noble me preguntó cuánto debía pagarme, pronuncié la suma que necesitamos para la dote y los
gastos del casamiento. Sin decir una palabra, el hombre puso el dinero en la mesa y salió.”

¿Cómo se descubrió el Kotel?

“El Sagrado Templo será destruido, pero el Muro Occidental nunca será destruido” dijo una Voz Celestial. “Será la señal de que la Presencia Divina reside allí”
Los romanos no toleraban ver cómo los hebreos se aferraban al Muro e instigaron a todos los gentiles de Jerusalém a arrojar la basura diariamente en el Muro. Lentamente el Kotel quedó cubierto por los desperdicios.
Pasaron muchos años. Un judío rico visitó Jerusalém. Caminó por las calles, buscando el Kotel, sin poder hallarlo. Preguntó a los transeúntes y todos se encogían de hombros; nunca habían visto el Muro.

El hombre no se dio por vencido. Continuó con su búsqueda. Cierta vez notó la presencia de una mujer muy anciana que acarreaba un pesado paquete de basura.
Le preguntó: “¿Qué es lo que traes?”.
La mujer respondió: “Traigo mi basura para arrojarla sobre la colina”
El hombre volvió a insistir: “¿No tienes un lugar más cercano a tu hogar para llevarla?”
“Es una antigua costumbre la de arrojar la basura aquí. En otra época aquí se erigía un magnífico muro de piedra. Los judíos lo consideraban santo. Los romanos ordenaron cubrirlo con desperdicios”. Arrojó su bolsa y se retiró.

El iehudí dijo: “No me moveré de aquí hasta dejar a la vista el Kotel Hammaraví”
Salió a las calles de Jerusalém y susurró entre los que pasaban: “Dicen que hay un tesoro escondido debajo de la colina de basura” Él mismo tomó una pala y comenzó a cavar. A los pocos minutos una multitud lo rodeaba, imitándolo. La ciudad entera hablaba del tesoro enterrado. Todos llegaban con palas. Ya se veían las piedras del Muro. Cuando cayó el sol la gente se retiró. El judío escondió algunas monedas de oro en la colina. A la mañana temprano uno de los excavadores halló una moneda y luego otro. Estaban seguros de que el tesoro estaba bien abajo. Cada día agregaba más monedas hasta gastar toda su fortuna en su misión. Luego de 40 días de trabajo, todo el Muro quedó a la vista.

En el mismo lugar de donde Di‐s tomó la tierra para crear a Adam con Sus manos, donde Abraham trajo a Itzjak para sacrificarlo, donde estuvieron el Primer y Segundo Templo, allí mismo será reconstruido el Tercer Beit Hamikdash, con la pronta llegada del Mashiaj.

Parasha en síntesis: Devarim

Se comienza la lectura del quinto libro de la Torá que lleva el mismo nombre y que también es traducido como Deuteronomio. Generalmente se le denomina Mishné Torá (la representación de la Torá), porque en él Moshé repasa prácticamente toda la Torá con el pueblo antes de su muerte.

Se dirige a la generación que entraría a Eretz Israel y, por ello, repetidamente enfatiza el mandamiento contra la idolatría, para prevenir a los judíos de las prácticas de los pueblos que habitaban Canaán.

Cuando Moshé se dirigía a la generación que estuvo presente en Matán Torá (entrega de la Torá) en Sinaí, no utilizó nunca el término “creer”, si no los verbos “ver”, “oír” y “saber”; porque todos los acontecimientos fueron presenciados por ellos o sus padres y, por tanto, tenían conocimiento cierto de ellos. Como las generaciones sucesivas tendrían que basarse en el testimonio de sus antecesores, el libro Devarim ordena enfáticamente a cada padre transmitir a sus hijos los acontecimientos de Matán Torá. 

Estudiar el libro de Devarim es una manera excelente para reafirmar la fe (emuná, del hebreo emet “verdad”), porque hace referencia a los preceptos fundamentales de amor y temor a Di-s y nos impele a reconocer la grandeza de Di-s y su Torá.

En este libro se advierte sobre los futuros castigos por el olvido de la Torá, siendo uno de ellos la dispersión de los judíos a lo largo y ancho del mundo. Concluye prediciendo la redención final, para cerrar el ciclo iniciado con la creación del mundo.

Frente a todo el pueblo reunido en asamblea (para lo cual Di-s hizo el milagro de magnificar su voz), Moshé habló al pueblo, aludiendo a los eventos y experiencias negativas ocurridas durante la travesía en el desierto.

El nombramiento de los 70 jueces a los cuales se refiere Moshé nos enseña que Di-s no consideraba beneficioso el monopolio de liderazgo y, aún cuando ellos no podían equipararse en eminencia con Moshé, podrían desarrollar niveles de grandeza y distinciones, cada uno según su potencial.

Cada persona tiene la misión de descubrir la mejor forma en que puede utilizar sus talentos para servir a Di-s y el pueblo judío. A cada individuo se le dan ciertas habilidades, las cuales deben desarrollarse al máximo; el patrón de comparación no son otras personas, sino uno mismo, la posibilidad de desarrollar su propio potencial.

El Shabat que precede a Tishá Be´Av se llama Shabat Jazón por cuanto se lee como Haftará (porción del libro de los Profetas) la famosa visión (Jazón) de Yehayahu Ben Amos (Isaías).

Es la visión que muestra a cada judío, a gran distancia, el futuro Tercer Templo y señala como mensaje que así como esta Haftará es leída durante los nueve días de luto por la destrucción de los Templos, del mismo modo, del exilio (galut) que vive el Pueblo Judío en la actualidad vendrá la redención definitiva (Gueulá).

Esta es la tercera de tres Haftarot que se leen cada Shabat de “las tres semanas”, las cuales predicen los castigos sobre el Pueblo Judío. Las dos primeras son Divrei Yirmiyahu (Jeremías) y Shiimú (también de Jeremías, profeta que vivó en la época de la destrucción del Primer Templo).

La construcción y luto que caracterizan “las tres semanas” y, en especial, los nueve primeros días de Av, son interrumpidos en Shabat, porque ese día debe prevalecer la alegría. En el Shabat anterior a Tishá Be´Av debe incrementarse aún más la alegría, más de lo usual, para que no quede ninguna sombra de tristeza, pues se le compara con la época de la Redención por venir, que será definitiva, de perfección espiritual.

Desde el Shabat después de Tishá Be ´Av hasta el de antes de Rosh Hashaná siguen siete Haftarot con profecías de consuelo y salvación que tendrá el Pueblo Judío y que se conocen con el nombre de Shivá de Nejamatá (Siete de Consuelo).

En nuestras propias palabras

¿Por qué hablamos tanto? ¿Por qué esta necesidad de poner todo en palabras, como si nada existiese realmente, hasta que no se ajusta y encaja como un juego de sonidos emitidos humanamente?

No quiero decir hablar de cosas obvias como «La comida está allí» o «Viene hacia nosotros algo extraño, ¡corramos!” o «quiero un aumento». Quiero decir la interminable explicación en la que nos involucramos; la perpetua conversación que nos sentimos obligados a «hacer»; los cuadrillones de palabras liberadas cada día de las pilas de libros, en los kilómetros de papel de diario, en las ondas radiofónicas y a través de alambres de cobre y fibra óptica. ¿Por qué esta necesidad de poner todo en palabras, como si nada existiese realmente, hasta que no se ajusta y encaja como un juego de sonidos emitidos humanamente?

Porque no hay nada que el ser humano más quiera–y necesite–que jugar a ser Di-s.

Di-s lo hizo: Él habló y la realidad cobró existencia. Dijo, «¡Haya luz!» y hubo luz. Dijo, «¡Que las aguas por debajo del cielo se junten en un área y que aparezca la tierra seca!» y se formaron océanos y continentes. Pero el hombre mira la creación de Di-s como algo todavía inconcluso, falto de definición. Entonces hablamos y hablamos y hablamos, categorizamos, cuantificamos y calificamos el mundo de Di-s en un esfuerzo para darle significado y propósito.

Hay diferencias, claro. Di-s es infinito y Todopoderoso; nosotros somos finitos y falibles. Di-s habló y la luz cobró existencia; nos han concedido el poder para hablar; esa luz hacia una más luminosa, más enfocada–pero así como somos, probablemente la hablaríamos hacia la oscuridad. Podemos verbalizar continentes como países y provincias de una comunidad mundial productiva–o podemos hablar de ellos en términos de animosidad y disputa.

Pero eso es el «socio en la creación» que Di-s quiso: un compañero que de la misma manera que arruina un negocio, también lo hace exitoso. Un socio libre, independiente, cuyas elecciones son totalmente propias–y por consiguiente propia su responsabilidad y sus logros. Porque Di-s quiso verdaderos socios en Su esfuerzo, no un manojo de empleados y mensajeros (Él ya tenía muchos de ellos cuando creó al hombre–se llaman «ángeles»).

Un verdadero compañero no sólo hace su parte en el funcionamiento y el desarrollo del negocio; también participa preparando la declaración de la misión, el modus operandi, las reglas y las regulaciones.

El libro de Devarim («Palabras»), también llamado Mishné Torá («Repetición de la Torá», de ahí el anglo-latino Deuteronomio o «Segunda Ley»), consiste en un largo discurso de Moshé de 37 días, que comienza el 1 de Shevat y termina el 7 de Adar–día del fallecimiento de Moshé–del año 2488 de la creación (1273 antes de la Era Común).

En su discurso, Moshé recapitula los eventos más importantes y las leyes que se registran en los otros libros de la Torá. Moshé escribió esos libros también, pero allí él transcribió todo como lo recibió de Di-s, mientras que en el Deuteronomio él lo dice «en sus propias palabras». (Así, un pasaje que en el Libro de Éxodo o Levítico inicia con «y Di-s le habló a Moshé diciendo», en el Deuteronomio se expresa con «En ese momento, Di-s me dijo».)

No obstante, el Libro del Deuteronomio pertenece a la «Torá Escrita», en que no sólo el contenido sino también las palabras y las letras son de origen Divino. Nuestros Sabios explican que como Moshé había sometido su ego a la voluntad Divina «la presencia Divina hablaba de su garganta», «las palabras de Moshé también son las propias palabras de Di-s».

Como tal, el Libro del Deuteronomio actúa como un puente entre la Torá Escrita y la «Torá Oral». La Torá Oral incluye el Talmud y los Midrashim, los comentarios y los códigos, el Zohar y la Cábala, y «todo lo que un digno estudiante expondría a su maestro»–todo lo que se ha producido en 33 siglos de estudio e interpretación de la Torá, de acuerdo con la tradición de Sinaica. En el Torá Oral que se genera en las mentes y voces menos perfectas que las de Moshé, el contenido es Divino, pero las palabras y las letras son humanas –propias del hombre. Al conceder Di-s no sólo un mandato para la boca humana de formar Su mundo, sino también de participar en la formulación de la Torá–las leyes, el modelo, el «código de la fuente» de la creación.

¿Por qué nosotros hablamos tanto? Porque para eso estamos aquí. Nuestras palabras–habladas o escritas, impresas o hechas de pixeles, destruyen o crean mundos.

Yanki Tauber

Los tesoros del Beit Hamikdash

Hoy podemos preguntarnos: ¿qué sucedió con todos los elementos sagrados realizados con materiales como el oro y piedras preciosas? En el libro Elef Dor (recopilado por Ierujam Horowitz), que es un compendio de datos extraídos de la Biblia, los exégetas, la Mishná, el
Talmud, midrashim, respuestas de los
Rishonim y Ajaronim, etc, hallamos interesantes respuestas a esta pregunta y otros datos quizás desconocidos. “no existe número para cuantificar el oro y la plata y tesoros que sustrajeron los romanos de Jerusalém. El historiador Iosef Ben Matitiahu (Flavio Josefo) relata que
tan grande era la cantidad de oro hallada por los soldados en la ciudad y el Templo, que esto provocó un marcado descenso del precio del oro en la zona, hasta la mitad de su costo habitual.

La vid de oro gigante realizada por Herodes que Iosef describe, también fue llevada a Roma: “Era de oro puro. Estaba colocada sobre una de las columnas y pesaba 1000 piezas de oro. Había sido realizada por orfebres profesionales. Las hojas estaban hechas en oro
verdoso y los frutos llevaban incrustadas piedras preciosas. Era una pieza increíble que deleitaba a todo aquel que la observaba…” Uno de los cohanim, amenazado de muerte, descubrió ante los romanos depósitos de lana turquesa, roja, hilos de lino y enormes cantidades
de fragancias costosas que se usaban para el Incienso. Además, entregó a Tito dos Menorot (Candelabros) de oro, similares en tamaño al Candelabro del Beit Hamikdash. También mesas, tenedores y fuentes de mucho peso realizadas en oro puro. Hallaron el lugar
secreto donde se guardaban las vestimentas del Sumo Sacerdote y numerosas piedras preciosas.

Otra fuente de suministro de oro para los romanos fueron los propios habitantes de Jerusalém. Muchos de los utensilios importantes fueron llevados por los soldados y bastante tiempo después podían verse entre los tesoros de Roma: el Tzitz- Placa de oro para el turbante del
Sumo Sacerdote, un Candelabro de Oro, el Parojet- cortina Divisoria entre el Kodesh- Santo- y el Kodesh HaKodashimSanto de Santos.

Incluso el famoso trono de oro del rey Shlomó (o sus partes).
Rabí Itzjak Abarbanel testifica: “También fueron sustraídas piedras preciosas de Ierushalaim. Y muchas de ellas se hallan aún en Roma y la ciudad de Pisa y otras localidades”. Cuando Tito llegó a Roma, se organizó en su honor una marcha de victoria. Iosef Ben Matitiahu la
relata en detalle (La guerra de los judíostomo VII). Entre otros datos describe:
“De entre todos los tesoros del botín, sobresalían los utensilios que fueron llevados del Beit HaMikdash de Ierushalaim. La pesada mesa de oro puro, la gran Menorá – Candelabro de oro. Y como trofeo, desfiló un Sefer Torá (Rollo de Torá) de los judíos*…”
*en varios lugares nuestros Sabios recuerdan que el Sefer torá que fue llevado prisionero a roma era aparentemente de la época de los primeros Profetas o de Ezrá Hasofer.

¿Puedo sobornar a Di–s con la caridad?

Pregunta:
Estimado Rabino, a menudo doy tzedaká, caridad, en memoria de mis seres queridos y personas que me han inspirado, pero últimamente mis motivaciones han cambiado. He estado donando a causas nobles, con la esperanza de lograr algo que anhelo y sueño – Quiero que mi hija se case. ¿Esto sigue siendo caridad, o estoy sobornando a Di-s?

Respuesta:
En realidad, dar caridad para beneficio personal está perfectamente bien. Según el Talmud, “El que da caridad y dice, ‘con la condición de que mi hijo se cure de una enfermedad, o ‘con condición de que pueda ganar una recompensa en el mundo por venir’ -. Es una medida totalmente justa1, aunque, como dijo, esto parece extraño.
¿No es contaminada la donación cuando se hace para beneficio propio? Sin duda, se debe dar con los motivos más altruistas. Pero no. Cuando se trata de dar caridad nuestras intenciones importan poco. Lo principal es que la persona necesitada o causa digna sea ayudada. Un filántropo vino una vez a Rabí Shneur Zalman de Liadi a quejarse porque sentía que estaba dando caridad, sin sinceridad. “¿Sin sinceridad?
¡Tontería s!”, Respondió el Rebe. “Hay mucho de sinceridad .Tal vez no eres sincero con la caridad, pero los pobres son muy sinceros en la recepción de tu contribución”
No te preocupes tanto por las intenciones. Cuando se trata de ayudar a los de más, las acciones valen más. Si estás haciendo algo bueno, incluso por razones egoístas, sigue siendo bueno. Y si los motivos egoístas son lo que se necesitas para continuar dando caridad, que así sea.
¿Di-s puede ser sobornado? No lo creo. Aunque recibas la bendición especial que buscas. Pero una cosa es segura, Di-s no queda en deuda. Cualquier buena acción, sea cual sea el motivo, genera bendición y será recompensado. A veces vemos los resultados, a veces no. Pero son nuestras buenas obras, no las buenas intenciones, que hacen del mundo un lugar mejor.

Un poco de historia

Bastante antes de la destrucción de Jerusalém a manos de los romanos, Rabí Iojanán ben Zakai previó el trágico destino de la ciudad. Se abstenía de los enredos políticos, y cuando vio la futileza del forcejeo contra Roma y comprendió que la caída de Jerusalém era inevitable, determinó que se debía establecer un lugar de refugio para el Judaísmo.

Un día, Rabí Iojanán llamó a su sobrino, Aba Sikra. Aba Sikra era el jefe de un grupo de judíos que se oponía fuertemente a cualquier tipo de diálogo con los romanos. “¿Cuánto tiempo más dejarás que la gente se muera de hambre en las calles”? Rabí Iojanán preguntó a Aba Sikra.
“Esto ya se ha escapado de mis manos,” fue la afligida respuesta de Aba Sikra.
“¿Me ayudarás a salir de la ciudad e intentar hablar con Vespaciano, el general romano”? Rabí Iojanán apeló.
Sikra estuvo de acuerdo en ayudar. Sugirió que Rabí Iojanán simule estar enfermo. Luego, “moriría” y podrían sacarlo de la ciudad para ser enterrado. Desde allí, podría llegar clandestinamente al general romano.
Y así fue. Pero cuando los estudiantes de Rabí Iojanán llevaron su ataúd cerca de las puertas de la ciudad, los defensores detuvieron la marcha.
“Permítanos pinchar el ataúd con nuestras espadas para asegurarnos que está verdaderamente muerto” dijeron.
Aba Sikra intervino. “No corresponde comportarse de semejante manera con un gran sabio como Rabí Iojanán ben Zakai.”

Los Defensores dudaron y finalmente estuvieron de acuerdo y les permitieron salir. Rabí Iojanán pudo entrar en el campamento romano.
“Paz sobre usted, Rey,” Rabí Iojanán saludó a Vespaciano.

“Usted es culpable de traición por llamarme rey,” contestó el general.
“Ah, pero sé a través de la profecía que Jerusalém sólo caerá en manos de un rey. Usted, ciertamente, será el César.” Mientras estaban hablando, un mensajero vino, e informó a Vespaciano que el César había muerto y él había sido escogido nuevo gobernante del Imperio romano.

Se dice que Vespaciano recibió esta noticia cuando llevaba puesta una bota, y la otra aún no se había calzado.
Cuando intentó quitar su bota, no pudo. Y cuando intentó ponerse la otra bota, no pudo tampoco. Rabí Iojanán explicó que “las noticias buenas hacen que los huesos se ensanchen” (Proverbios 18:5), y que si miraba a alguien que no es de su agrado, sus pies volverían a la normalidad.

Vespaciano se impresionó por la sabiduría de Rabí Iojanán y le ofreció: “Pídame lo que su corazón anhele y cumpliré sus deseos.”
La primer demanda de Rabí Iojanán fue que la ciudad de Iavne sea un lugar de refugio y allí se establezca una academia de estudio. Segundo, salvar la vida de los descendientes de Rabi Gamliel, para que la Casa real de David no se destruya (la costumbre romana era asesinar a la familia gobernante entera). Finalmente, Rabi Iojanán pidió los servicios de un médico para curar a Rabí Tzadok‐un gran Sabio que ayunó durante 40 años intentando salvar a Jerusalém de la destrucción.

Vespaciano concedió las demandas aparentemente modestas, sin comprender sus implicaciones de largo alcance para la supervivencia del pueblo judío. El establecimiento del nuevo centro de Torá en Iavne puso el fundamento para el renacimiento espiritual de la nación
judía después de que su independencia nacional se perdió ante el poderoso Imperio romano‐un imperio que ha desaparecido del mapa.

Viajando por la vida

La Torá habla en detalle sobre los viajes de los Hijos de Israel a través de los años en el desierto. La Torá especifica cada uno de los cuarenta y dos viajes que hicieron.

La Torá no nos cuenta cosas sin razón. Siempre hay una enseñanza que podemos tomar para nuestras vidas.

Todos nosotros hemos emprendido muchos viajes a lo largo de nuestras vidas, tanto físicos como espirituales. Hacemos muchas paradas en el camino. Estas paradas son importantes, son etapas hacia nuestro destino. Es todo muy fácil, una vez que llegamos y nos olvidamos de todo lo que pasamos. A veces nos olvidamos de las personas que nos ayudaron durante el recorrido.

La Torá nos recuerda que a pesar de que hayamos llegado a nuestro destino, siempre debemos ser conscientes del camino que nos llevó, y no dar por sentado los que nos han alentado y guiado a través de nuestros «viajes». Esas etapas previas pueden parecer como “piedras” en el camino una vez que llegamos a la meta, pero son importantes. En aquél momento representaron un paso más cerca hacia nuestro destino. Siguen siendo importantes ahora, porque sin ellos no estaríamos donde nos encontramos ahora.

Un joven estaba viajando desde Jerusalém hasta Galilea. Llegó a un cruce de caminos de cuatro vías y vio que el cartel se había caído.

Ahora no tenía forma de saber qué camino tomar. ¿Qué iba a hacer?

La respuesta fui simple. Sabía de donde venía, Jerusalém. Arreglando las señales de tal forma que Jerusalém quedara apuntado el camino en el que venía, pudo darse cuenta qué camino tomar.

Cuando sabemos de dónde venimos, podemos saber hacia dónde nos dirigimos.  Esta porción de la Torá nos recuerda esto. Que todos podamos luchar y finalmente llegar a nuestro destino.

Por: Mordejai Wollenberg

¿Cómo puedo ser Feliz?

PREGUNTA:

Sé que se supone que un judío siempre debe estar alegre, pero cuando me miro no veo ninguna buena razón para estar feliz. Por el contrario, tengo muchas razones para sentirme miserable. ¿Se supone que debo ser capaz de cambiar mi estado de ánimo a voluntad?

RESPUESTA:

Sí, enfrentamos algunos desafíos difíciles en la vida, y los sentimientos de desesperación son comprensibles. Pero podemos dar vuelta nuestra situación. La felicidad nunca está más allá de nuestro alcance.

Esto se debe a que la felicidad es el estado humano natural. Sólo mira a los niños pequeños. Los niños no necesitan aprender estrategias para vivir positivamente, y no necesitan motivos para estar felices. Necesitan motivos para estar tristes. Si un niño llora preguntamos «¿Qué está mal?» Si un niño ríe, juega y baila alrededor del cuarto, no preguntamos «¿A qué se debe la gran celebración? ¿Por qué estás feliz?» Un niño es feliz por necesidad, si no son felices es porque hay un motivo, o porque están hambrientos, sedientos o cansados, o necesitan atención. Pero mientras no pasa nada malo, un niño es feliz sin motivo.

En algún lugar, las cosas cambian. Crecemos y nos volvemos más exigentes, difíciles de complacer, y perdemos esa alegría infantil. A medida que nos cansamos de las decepciones de la vida, sentimos que necesitamos una razón para estar felices. Si ves a un adulto caminando con una gran sonrisa, te preguntas «¿Qué pasa, por qué está sonriendo?»

La diferencia es que los niños no tienen conciencia de sí mismos. Son libres de ser felices. Es solamente cuando maduramos que nos volvemos más conscientes. Tenemos problemas y preocupaciones, deseos no cumplidos y sueños no realizados. Ninguno de nosotros puede decir honestamente que lo tiene todo, y siempre podemos encontrar un motivo para estar deprimidos. Pero un niño no está molesto por lo que le «falta», así que tiene todo. La falta de auto conciencia del niño lo deja libre para disfrutar de la vida y ser feliz.

Cuanto más nos preocupamos por nuestra propia felicidad, más lejos estamos de lograrla. Cuando nos olvidamos de lo que necesitamos y comenzamos a concentramos en para qué somos necesarios, y el bien que podemos hacerle a los demás en lugar del bien que podemos conseguir para nosotros, nuestra alegría infantil vuelve y somos felices.

Esta es la alegría de la festividad de Purim: un tiempo para dar regalos, donaciones, decir «Lejaim», y agradecerle a Di-s por la oportunidad de estar vivos. Aún en los momentos más oscuros, concentrándonos en la misión en lugar de uno mismo, podemos acceder a nuestra alegría interior.

La felicidad no está en un lugar ahí afuera, sino que se encuentra en el interior, en esa parte nuestra que es para siempre joven y por siempre dada, nuestra alma.

Por Aron Moss

Apretados

Tres semanas es mucho tiempo cuando estás esperando un e-mail. Pero toma todo el dolor y el tormento, todos los pecados y sufrimientos de una nación de 4.000 años y aprésalos en un espacio de tres semanas…y tres semanas son un espacio muy estrecho de hecho.

¿Cuándo «sucede» algo? Podemos decir que una guerra ocurre durante los años que ocupan un siglo en particular. Podemos decir que un cambio en la situación de una persona sucede en el curso de una generación o etapa. O, podemos ver las causas básicas de estos eventos y procesos.

Un momento único y traumático en la vida individual de uno, particularmente en la infancia de la persona o niñez, puede afectar numerosos sucesos «futuros», pensamientos y sentimientos, y puede conformar el estado mental de la persona y las circunstancias de su vida durante muchas décadas. Lo mismo es cierto con nuestras vidas como personas. Los eventos de dos días terribles en nuestros años de formación encapsulan un gran pedazo de nuestra historia y marcan la trayectoria de nuestro recorrido en el próximo milenio.

¿Cuáles son estos dos días, y qué sucedió?

El 17 de Tamuz

El día 17 del mes de hebreo Tamuz del año 2448 desde la Creación (1313 AEC), cuarenta días desde el Recibimiento de la Torá en el Monte Sinaí, Moshé descendió de la montaña, y se encontró con que los Hijos de Israel estaban adorando a un becerro de oro. En sus manos, llevaba las Tablas de la Ley, inscriptas en ellas los Diez Mandamientos. Al ver la traición del pueblo al nuevo pacto con Di-s, Moshé «tiró las Tablas de sus manos y las rompió bajo la montaña».

Di-s perdonó a Su pueblo, pero también dijo: «En el día de Mi contabilidad, Lo contaré». Nuestros sabios explican: cada pecado de la historia judía contiene un poco del pecado del becerro de oro; cada catástrofe de la historia Judía contiene algo de la catástrofe de la partición de las Tablas.

El 9 de Av

Era un pueblo herido, pero en estado de recuperación cuando acamparon desde el Monte Sinaí para volver a seguir su trayectoria hasta la Tierra Prometida. Y luego, en la víspera del día nueve del mes Hebreo de Av, un año y tres semanas después de la partición de las Tablas, la travesía de Israel se detuvo en seco.

Fue en esta trágica noche que nuestros ancestros, desanimados por el reporte negativo traído por los espías, perdieron la fe en la Divina promesa de la Tierra. Al final, Moshé una vez más aseguró el perdón de Di-s y reanudaron el viaje, pero una vez la naturaleza de la travesía fue profundamente alterada. Moshé y toda la generación que habían dejado Egipto y presenciaron la entrega de la Torá en el Sinaí, murieron en el desierto. Sus hijos anduvieron en el desierto durante 40 años, marcando un patrón que se repetiría en los futuros exilios de Israel.

Las tres semanas

Cerca de 1.400 años más tarde, estos dos días de traición y desesperación otra vez dejaron su marca en la historia Judía, remarcando las infames «tres semanas» en las que se vio la destrucción de Jerusalem y su Templo Sagrado y el comienzo de nuestro más reciente, más largo y más amargo Galut (exilio).

El 17 de Tamuz del año 3829 desde la Creación (69 EC), el ejército Romano que se encontraba sitiando Jerusalém, irrumpió en la ciudad destruyendo las murallas. Durante tres semanas las batallas arrasaron en las calles de Jerusalem, hasta que toda la ciudad fue destruida y el Templo Sagrado, el corazón de la ciudad y del pueblo Judío, ardió en llamas el 9 de Av.

Otras numerosas tragedias en la historia Judía, (tanto antes como después de la destrucción del Templo), ocurrieron el 17 de Tamuz y el 9 de Av, y durante las tres semanas que hay entre estas dos fechas. Hasta el día de hoy, estos dos días, este año correspondientes al 6 de julio  y 27 de julio de 2023 respectivamente, son días de ayuno, y las «Tres semanas» marcan un período de duelo y arrepentimiento.

El profeta Jeremías, en sus Lamentaciones por la destrucción de Jerusalem, proclama sobre el pueblo de Israel: «Todos sus perseguidores los alcanzaron entre las escaleras estrechas». Las «escaleras estrechas» explica el Midrash, son los «21 días entre el 17 de Tamuz y el 9 de Av».

Despegando

¿Qué sucede cuando tanto caos y fomento son apretados en un espacio tan estrecho?

Pregúntale a un jardinero qué sucede cuando pellizcas una manguera de jardín. Pregúntale a un ingeniero de láser qué sucede cuando un haz de luz es enfocado en un punto en particular. Pregúntale a un historiador qué sucede cuando las pasiones reprimidas de una persona se canalizan a través de la persona de un líder carismático.

Pregúntale a nuestros sabios: te dirán que el Mashiaj nació el 9 de Av. Te dirán que es la tarea de nuestra generación apretar cuatro mil años de anhelo y esfuerzo en la estrecha recta del Galut y llevar nuestro mundo a una órbita más alta: a un estado de bondad Divina y perfección prometida por los profetas de Israel.

Por Yanki Tauber