Libre albedrío ¿Natural o sobrenatural?

“Ve, he puesto ante ti hoy la bendición y la maldición. La bendición, si prestarás atención a los mandamientos del Señor tu Di-s…Y la maldición, si no prestarás atención a los mandamientos…” Deuteronomio, 11:26-28

La Libertad de Elección es uno de los núcleos principales de nuestra religión, y de hecho cada sistema judicial se basa en esta idea. Un robot o una computadora, no son premiados por ejecutar una misión noble, ni merecen castigo por realizar algún acto inmoral. No tenemos prisiones para almacenar computadoras que han difundido virus… Todo el crédito o la culpa es de los programadores. Si los hombres fuésemos robots sin habilidad de poder elegir libremente, entonces tampoco mereceríamos castigo. Ciertamente, los elementos más violentos de la sociedad todavía deberán ser retenidos en algún tipo de facilidad correccional, no por-que se los culpa por su comportamiento, sino para proteger al resto de la población, así como los depredadores salvajes deben ser retenidos lejos de la sociedad, pero nadie puede culparlos por sus actos, así como no podemos condenar al león o al águila por su naturaleza depredadora, o darle crédito a los delfines por su disposición amistosa.

El hecho que penalizamos a los criminales (y esto ha sido un método aceptado para poder lidiar con los criminales, por todas las civilizaciones a lo largo de la historia), muestra que la sociedad siempre ha reconocido que el ser humano posee una intuición de distinción entre lo correcto y lo incorrecto, y tiene la habilidad de elegir entre los dos, y por ende, es responsable por cualquier decisión que toma.

¿Pero es correcta esta facultad? ¿Disfruta de verdad el ser humano de la Libertad de elección? ¿Hay alguna diferencia entre el ser humano y las otras criaturas que Di-s creó que se comportan según la naturaleza que Di-s les otorgó, ya sea para bien o para mal?

Hoy en día, se nos dice que casi todos los comportamientos dañinos pueden ser a causa de problemas genéticos. La persona que es un cleptomaníaco, o un individuo que es obeso, impulsivo, depresivo, etc, es porque tiene alguna falla genética. Si no es un tema de genes, entonces debe tratarse de alguna experiencia traumática de la niñez. Quizá perdió a un ser querido cuando era joven, fue abusado por sus padres, proviene de una familia disfuncional, o no ha recibido la suficiente atención de su maestro. Si ninguno de estos factores pueden explicar el comportamiento destructivo de la persona, entonces significa que no puede afrontar el pago de un psicólogo competente, uno que puede hacer un mejor diagnóstico, y que explique por qué no se lo debe culpar…

Es por eso que Di-s declara: “Ve, he puesto hoy ante ti la bendición y la maldición”. De hecho, la Libertad de Elección no es una cualidad original del ser humano; naturalmente, la persona debe ser obligada a comportarse de acuerdo a su naturaleza, una naturaleza que es formada por una combinación de genética y experiencias de vida. Pero Di-s le dice a cada persona: “no importa tu naturaleza, crecimiento, e inteligencia, no importa qué golpes has experimentado, Yo te garantizo la habilidad de ser santo como Moshé”. Y lo mismo es cierto al revés: incluso alguien que ha sido criado por padres rectos, y tiene la disposición natural de hacer lo que es correcto, tiene la habilidad de elegir también el mal y alejarse de los caminos de Di-s.

Uno nunca debe pensar que nunca será una persona espiritual: “no está dentro de mi naturaleza”. La naturaleza de la persona es meramente un desafío que Di-s garantiza que podemos sobrellevar.

El mito de la caridad

Los judíos no creen en la caridad. No te dejes engañar por su filantropía legendaria, por su saturación de movimientos sociales y humanitarios. Los judíos no practican la caridad, y el concepto es virtualmente inexistente en la tradición judía.

En vez de caridad, el judío da tzedaká – la palabra significa «rectitud» y “justicia”. Cuando el judío contribuye con su dinero, tiempo y recursos al necesitado, no está siendo benévolo, generoso o “caritativo”. Él está haciendo lo que es correcto y justo.

Se cuenta una historia acerca de un jasid adinerado que recibió una carta de su Rebe, Rabi Abraham Yehoshua Heshel de Apta, solicitándole que le diera 200 rublos a un amigo jasid para salvarlo de la ruina financiera. Este jasid rico contribuía regularmente con su Rebe en acciones caritativas, pero esta carta en particular le llegó en un duro momento financiero y contenía un pedido de una suma excepcionalmente grande. Después de cierta consideración, el jasid decidió no responder al pedido del Rebe.

Al poco tiempo la fortuna del jasid comenzó a disminuir: Una de sus empresas fracasó gravemente, luego otra y al poco tiempo había perdido todo.

– “Rebe”- gritó, cuando pudo lograr una audiencia privada con su Rebe, Rabi Abraham Iehoshua, “Yo sé por qué me ha sucedido esto. ¿Pero fue mi pecado tan terrible como para merecer tan severo castigo? ¿Acaso es correcto castigar sin advertencia? ¡Si usted me hubiese dicho la importancia de dar esos 200 rublos, hubiera seguido sus instrucciones al pie de la letra!”

“Pero tú no has sido castigado de ninguna manera”- contestó el Rebe

– “¿Qué me está diciendo? ¡He perdido toda mi riqueza!»

– “Nada tuyo fue tomado de ti” – dijo el Rebe. “Cuando mi alma bajó a la tierra, cierta cantidad de recursos materiales me fue asignada para usarla en mi trabajo. Sin embargo dedique mis días y noches a rezar, estudiar, enseñar Torá y asesorar a aquellos que vienen a mí en busca de orientación y no dejé ningún tiempo para la tarea de administrar todo ese dinero. Estos recursos fueron puestos en la confianza de un número de ‘banqueros’ – gente que podía reconocer reconocería la importancia de apoyar mi trabajo. Cuando no pudiste llevar a cabo tu papel, mi cuenta contigo fue transferida a otro banquero.»

En nuestro mundo, tan evidentemente – y a veces violentamente – dividido entre la prosperidad y la pobreza, existen dos perspectivas generales en abundancia y característica:

a) Que éstas son las posesiones legítimas de los que las ganaron o heredaron. Si eligen compartir incluso una pequeña parte de las mismas con otros, esto es un acto noble, digno de alabanza y ovación.

b) Que la distribución desigual de los recursos terrestres entre sus habitantes es una parodia. Poseer más que otros es una injusticia, incluso un crimen. Dar al necesitado no es una «buena acción” sino la rectificación de error.

La tradición judía rechaza ambas opiniones. De acuerdo a ley de la Torá, dar al necesitado es un mitzvá – un mandamiento y una buena acción. Esto significa que, por un lado, esto no es un acto arbitrario, es solamente un deber y una obligación. Por otra parte, es una buena acción – un crédito para aquel que reconoce su deber y lleva a cabo su obligación.

El judío cree que la abundancia material no es un crimen, solamente una bendición de Di-s.

Una persona que fue bendecida por la riqueza, debe verse a sí mismo como a un «banquero» de Di-s – una persona privilegiada, en la que Di-s deposita su confianza para entregar los recursos de Su creación a otros.

Di-s podría asignar porciones iguales de Su mundo a todos sus habitantes. Pero entonces este mundo no sería solamente nada más que una exhibición de las energías creativas de Di-s, predecible como un juego de computadora y estático como una exhibición de museo. Di-s deseó un mundo dinámico en el cual el hombre, es también un creador y abastecedor. Un mundo en el que cual los controles, se han entregado hasta cierto punto a los seres que tienen la energía de elegir entre satisfacer o renunciar su papel. Así la ley judía requiere que cada individuo de tzedaká – incluso si uno mismo es sostenido por la tzedaká de otros. Si el propósito de la tzedakáa fuera simplemente rectificar la distribución desigual de abundancia entre ricos y pobres, esta ley no tendría ningún sentido. Tzedaká, sin embargo, es mucho más que eso: es la oportunidad concedida a cada persona para sentirse un «socio con Di-s en la Creación.»

Dar tzedaká es, sobre todo, una lección de humildad. Frente a nosotros se encuentra un ser humano menos afortunado que nosotros. Sabemos que Di-s podría proveerlo fácilmente de todo lo que él requiere, en vez de enviárselo a través de mí.

¡Aquí hay una persona que está sufriendo pobreza para darnos la oportunidad de hacer un hecho de Sagrado! De la misma manera, si la Providencia Divina nos coloca en el papel de recepción de un acto caritativo, no debemos sentirnos desmoralizados por la experiencia. Para nosotros que sabemos que Di-s podría fácilmente proporcionarnos todas nuestras necesidades y que nuestra situación actual es simplemente para conceder a otra persona la capacidad de hacer un hecho Sagrado. Nuestro «benefactor» nos está dando el dinero o cierto recurso; nosotros le estamos dando algo mayor – la oportunidad de ser un socio de Di-s en la Creación. En las palabras de nuestros sabios: «más de lo que el hombre rico hace por el pobre, el pobre hace por el hombre rico.»

Por Yanki Tauber, basado en las enseñanzas del Lubavitcher Rebe.

¿Quién compuso la bendición para después de las comidas?

La obligación de expresar gratitud a Di-s luego de comer una comida, está escrita claramente en la Torá: “y vas a comer y serás saciado, y deberás bendecir a Di-s, tu Di-s, por la buena tierra que El te ha dado”.

Los Sabios Talmúdicos han sacado la conclusión de este versículo que la alabanza debe contener tres componentes. Debe incluir gratitud a Di-s por:
1- La comida que han consumido
2- La Tierra Santa
3- Jerusalém

Por lo tanto, estas tres bendiciones de Alabanza son una obligación bíblica. Sin embargo, originalmente, cada persona redactó esas bendiciones de la forma que ellos vieron que quedaba bien. No había un texto estándar.

La estructura, es decir, los conceptos generales que deben incluir, fueron añadidos a las primeras tres bendiciones en etapas:
– La primera vez que el Maná cayo del cielo, Moisés desarrolló la primera bendición, agradeciéndole a Di-s por el sustento.
– Cuando el Pueblo Judío entró a Israel, Ieoshúa estructuró la segunda bendición, agradeciéndole a Di-s por la Tierra.
– Cuando el Rey David fue coronado en Jerusalém, compuso el esquema básico de la tercera bendición, agradeciéndole a Di-s por Jerusalém. Cuando la construcción del Primer Templo fue completada, el Rey Shlomó agregó a esta bendición la mención del Templo, la joya de la corona de Jerusalém.
Cuando los hombres de la Gran Asamblea instituyeron un texto de plegaria estándar, lo hicieron también con la bendición para después de las comidas. Ellos desarrollaron un texto básico para estas tres bendiciones, que es el que usamos hasta hoy en día.

La cuarta y última bendición es totalmente rabínica y fue instituida (estructura y texto) por el Sanhedrín en la ciudad de Yavne en el año 3908 (148 AEC). Esta bendición, alabando a Di-s por ser “bueno y benéfico” fue instituida para conmemorar el tremendo milagro que ocurrió cuando los Romanos permitieron enterrar a los fallecidos de Beitar.

Por: Rab Naftali Silberberg

Encontrando tu Fortuna

Hasta hace poco, él había sido el hombre más rico de la ciudad, pero la rueda de la fortuna lo llevó a convertirse en un mendigo, sin dejar rastros de su antigua fortuna y riqueza.

Más terrible que la pérdida de sus lujos, y de la vida anterior que tanto había disfrutado, era su imagen pública. Se había acostumbrado tanto a la forma diferente en la que todos lo trataban. Había sido tan placentero sentirse bienvenido por todos, y tratado con el mayor de los respetos. Había disfrutado de poder ofrecer opinión en cada cosa y añoraba terriblemente la habilidad de poder ganarse la opinión pública con solo algunas palabras bien elegidas.

Antes, había pensado que su consejo era valorado independientemente, pero ahora, que había sido relegado a acatar órdenes, estaba forzado a mirar a otros disfrutar de la adulación que alguna vez le había correspondido a él.

¡Pero ahora estaba volviendo! Había enfrentado la tormenta, y re invertido el capital, y con algunos golpes de suerte, volvió a lo que era antes. No sólo había vuelto a ser rico, sino que además, le había vuelto la sabiduría.

Le consultaban frecuentemente, y la gente lo aplaudía por su perspicacia e inteligencia. Todos iban a pedirle sus consejos, y le felicitaban por su disposición de querer compartir.

La única persona que no se dejó llevar, era el magnate mismo. Muy frecuentemente se oía recalcándose a sí mismo, acerca de lo agradecido que estaba por el breve período que se encontró en “la sombra”, para que poder ver quienes eran sus verdaderos amigos y cual era la estima social verdadera de sus opiniones y pensamientos.

¿No es extraño que cuando alguien es acaudalado, automáticamente se le atribuyen muchas otras cualidades? ¿Por qué asumirías lógicamente que los subastitas por ejemplo, tienen un gran aprecio por el arte o que pueden confiarse para decidir la política pública? No todos los financieros son gigantes intelectuales. La adquisición de dinero demanda ciertos tipos de habilidades y dotes, y esto no necesariamente se transporta a otras disciplinas.

La Torá nos advierte acerca de desarrollar una visión equivocada de la realidad.

Sé cuidadoso en no olvidar a Di-s y en faltar en cumplir Sus mandamientos…Debes comer y saciarte, construir buenas casas y morar en ellas. Al crecer tu rebaño, tu oro y tu plata y todo lo que posees, tu corazón puede volverse arrogante y puedes olvidarte de Di-s. (Deuteronomio 8:11-13)

Una lección permanente para todos sobre los peligros del lujo y la riqueza, aunque codificada en las palabras, y se puede leer en el mensaje sobre cómo relacionarnos con la riqueza del otro.

Sólo porque una persona posea casas, oro y plata, no hay que asumir que todo lo demás crecerá también. Mantén las cosas en perspectiva, la riqueza no confiere legitimidad intelectual. En el Judaísmo, la sabiduría es atribuida tradicionalmente a aquellos que estudian Torá. Los eruditos son nuestra verdadera aristocracia y el rol del hombre rico es mantener al estudio de la Torá y ayudar al funcionamiento de la sociedad.

La riqueza puede ser un desafío para aquellos que fueron bendecidos con ella. Recuerda siempre quiénes son tus verdaderos amigos. El dinero va y viene, pero la personalidad dura para siempre. Si te olvidas de este recordatorio, corres el riesgo de volverte arrogante y desagradecido.

El desafío para el resto de la sociedad es aceptar y honrar a un hombre de manera proporcional a su intrínseco valor, no a su balance bancario. Estamos orgullosos de los valores de nuestra Torá y nos sostenemos en ellos, a pesar de todo. Nunca debemos olvidar que Di-s es Quien gobierna el mundo y que debemos responder solamente a Él.

Por Elisha Greenbaum

Expresando la unidad: La plegaria del Shemá

La plegaria judía más famosa, es el Shemá.
Es una mitzvá (precepto) decir el Shemá por la mañana y en la noche. También figura un par de veces más en el Libro de Rezos. Además del recitado del Shemá en la plegaria de la noche, también se lo recita antes de irse a dormir. Es uno de los primeros textos judaicos que se le enseña al niño, y también es pronunciado cuando una persona finalmente, deja este mundo.

La frase central en la primera línea del Shemá es «Di-s es Uno». El Talmud habla sobre «alargar» la manera en la que uno dice «Uno»: «Ejad». Quien alarga la palabra «Ejad», entonces sus días y años también se alargarán. Las enseñanzas Jasídicas explican, que «alargar», significa pensar y meditar el significado interno del mundo. La idea de «Di-s es Uno» significa que no solo hay un Di-s, sino que Di-s y toda la creación son una cosa. No hay nada aparte de Di-s. Nada existe fuera de Él; cada cosa que percibimos, cada partícula de existencia, no es sino una manifestación de Di-s.

Por este motivo, cualquier cosa en el Universo está totalmente dependiente de Di-s en cada momento. Di-s creó el Universo hace mucho tiempo, pero también lo mantiene existiendo continuamente. Los Sabios hablan sobre una energía que emana de la esencia infinita de Di-s, que hace que el Universo exista. Si Él cesa de dar esta fuerza viviente al mundo, dejaría de existir. Maimónides dice: Di-s puede existir sin el mundo, pero el mundo no puede existir sin Di-s. Con este concepto en mente, es que uno declara el Shemá con todo su ser.

*Unidad*
Las letras Hebreas tienen un valor numérico, que nos ayuda a comprender el significado de la Torá y de sus plegarias.
La palabra «Uno» en el Shemá, «Ejad», se forma con tres letras: Alef, Jet, Daled.
Alef, que tiene el valor numérico de «uno», se refiere a Di-s Mismo. Jet, cuyo valor numérico es «ocho», se refiere a los siete cielos y la tierra, o sea, «arriba» y «abajo», el plano vertical, e incluyendo todas las dimensiones espirituales. La tercer letra es Daled, cuyo valor numérico es «cuatro», que denota las cuatro direcciones del plano horizontal: norte, sur, este, oeste.

Ahora podemos entender lo que quiere decir el Talmud al decir «alargar» la manera en la que decimos «Ejad». Significa, pensar sobre el significado del mundo: que el mundo y todas sus dimensiones, ya sea la física y la espiritual, y el mundo entero y el Universo físico entero, todo es una expresión de la unidad infinita de Di-s.
El pueblo Judío en sí mismo es descrito como «Ejad», «Una nación en el mundo». Esto implica, no solo que somos únicos en el mundo, sino que somos una nación que comunica a toda la humanidad el concepto de la unidad de Di-s. Más aún, al mantener los mandamientos de Di-s en nuestra vida diaria, traemos la Unidad Divina a este mundo, dentro de cada detalle de nuestra existencia física. Como dice el Talmud, Di-s nos premia otorgándonos largos y plenos días y años.

Por Tali Loewenthal

¿Por qué honramos a nuestros padres?

Esta Mitzvá tiene tanto peso que es uno de los Diez Mandamientos. La importancia de honrar a los padres es enfatizada por el hecho que es el número cinco de éstos.

Como muchos saben los Diez Mandamientos fueron dados en dos tablas con cinco mandamientos en cada una. La primera fue reservada para aquellas leyes que tienen que ver con la relación entre la persona y Di-s, mientras que la segunda tabla se ocupa de las leyes que gobiernan la interacción humana. Los Sabios notan que incluir el mandamiento de honrar a los padres en la primera tabla nos muestra su importancia: Se trata de un aspecto tan fundamental  de nuestra existencia que sólo mediante el cumplimiento de esta ley, podemos apreciar plenamente nuestra relación con el Todopoderoso.

Los 10 Mandamientos son recordados en la Torá dos veces. La primera aparece en Itró y la segunda en Vaetjanán. Cuando aparecen por segunda vez, las palabras cambian un poco, por ejemplo: las palabras “El Eterno, tu Di-s, te ha ordenado «se añaden. Las palabras adicionales subrayan el hecho de que, aunque tenemos una tendencia natural a honrar a nuestros padres, esta tendencia puede disminuir dependiendo de las circunstancias. Sin embargo, cuando se nos recuerda que esto es una orden directa de Di-s, nos hace entender que el cumplimiento de esta obligación no tiene nada que ver con nuestros sentimientos o experiencias personales. En cambio, la idea se ve reforzada a honrar a nuestros padres, no sólo por nuestros sentimientos naturales, sino porque el «Comandante en Jefe» ha ordenado así.

Esta ley en particular se remonta a un tema recurrente. La filosofía judía afirma que hay tres socios en la creación de una nueva vida, y estos son Di-s, la madre y el padre. Estamos obligados a ver a nuestros padres, no sólo con amor, pero con respeto también. Colocamos a nuestros padres sobre un pedestal y los mantenemos allí.

Esta filosofía nos recuerda un componente crítico en la fe judía. En contraste directo con el punto de vista secular, entendemos que cuanto más atrás vamos en la historia judía, mayores nuestros predecesores se consideran. Es cierto que pudimos avanzar en el campo del conocimiento secular, pero cuando se trata de la esfera de lo espiritual nos palidecemos en comparación a aquellos que vinieron antes que nosotros. Nosotros los Judíos también sabemos que aquellos que se destacan en el ámbito espiritual son nuestro modelo a seguir y los «superhéroes» de cualquier Judío.

Como Rabino, recibo muy frecuentemente la pregunta: “¿Festeja el día del padre o de la madre?”. A esto yo respondo: “En el Judaísmo, cada día debemos honrar y apreciar a nuestros padres”

Son por estas razones que cada uno de nosotros debemos esforzarnos para honrar verdaderamente a nuestros padres. Eso significa que debemos hacer un esfuerzo activo para cuidar de sus necesidades (tanto física como espiritual), así como tratarlos con el máximo respeto. No es sólo una cosa agradable o sensata de hacer, sino que es un mandamiento directo de Di-s!

Por Yerujem Eilfort

En nuestras propias palabras


¿Por qué hablamos tanto? ¿Por qué esta necesidad de poner todo en palabras, como si nada existiese realmente, hasta que no se ajusta y encaja como un juego de sonidos emitidos humanamente?

No quiero decir hablar de cosas obvias como «La comida está allí» o «Viene hacia nosotros algo extraño, ¡corramos!” o «quiero un aumento». Quiero decir la interminable explicación en la que nos involucramos; la perpetua conversación que nos sentimos obligados a «hacer»; los cuadrillones de palabras liberadas cada día de las pilas de libros, en los kilómetros de papel de diario, en las ondas radiofónicas y a través de alambres de cobre y fibra óptica. ¿Por qué esta necesidad de poner todo en palabras, como si nada existiese realmente, hasta que no se ajusta y encaja como un juego de sonidos emitidos humanamente?

Porque no hay nada que el ser humano más quiera–y necesite–que jugar a ser Di-s.

Di-s lo hizo: Él habló y la realidad cobró existencia. Dijo, «¡Haya luz!» y hubo luz. Dijo, «¡Que las aguas por debajo del cielo se junten en un área y que aparezca la tierra seca!» y se formaron océanos y continentes. Pero el hombre mira la creación de Di-s como algo todavía inconcluso, falto de definición. Entonces hablamos y hablamos y hablamos, categorizamos, cuantificamos y calificamos el mundo de Di-s en un esfuerzo para darle significado y propósito.

Hay diferencias, claro. Di-s es infinito y Todopoderoso; nosotros somos finitos y falibles. Di-s habló y la luz cobró existencia; nos han concedido el poder para hablar; esa luz hacia una más luminosa, más enfocada–pero así como somos, probablemente la hablaríamos hacia la oscuridad. Podemos verbalizar continentes como países y provincias de una comunidad mundial productiva–o podemos hablar de ellos en términos de animosidad y disputa.

Pero eso es el «socio en la creación» que Di-s quiso: un compañero que de la misma manera que arruina un negocio, también lo hace exitoso. Un socio libre, independiente, cuyas elecciones son totalmente propias–y por consiguiente propia su responsabilidad y sus logros. Porque Di-s quiso verdaderos socios en Su esfuerzo, no un manojo de empleados y mensajeros (Él ya tenía muchos de ellos cuando creó al hombre–se llaman «ángeles»).

Un verdadero compañero no sólo hace su parte en el funcionamiento y el desarrollo del negocio; también participa preparando la declaración de la misión, el modus operandi, las reglas y las regulaciones.

El libro de Devarim («Palabras»), también llamado Mishné Torá («Repetición de la Torá», de ahí el anglo-latino Deuteronomio o «Segunda Ley»), consiste en un largo discurso de Moshé de 37 días, que comienza el 1 de Shevat y termina el 7 de Adar–día del fallecimiento de Moshé–del año 2488 de la creación (1273 antes de la Era Común).

En su discurso, Moshé recapitula los eventos más importantes y las leyes que se registran en los otros libros de la Torá. Moshé escribió esos libros también, pero allí él transcribió todo como lo recibió de Di-s, mientras que en el Deuteronomio él lo dice «en sus propias palabras». (Así, un pasaje que en el Libro de Éxodo o Levítico inicia con «y Di-s le habló a Moshé diciendo», en el Deuteronomio se expresa con «En ese momento, Di-s me dijo».)

No obstante, el Libro del Deuteronomio pertenece a la «Torá Escrita», en que no sólo el contenido sino también las palabras y las letras son de origen Divino. Nuestros Sabios explican que como Moshé había sometido su ego a la voluntad Divina «la presencia Divina hablaba de su garganta», «las palabras de Moshé también son las propias palabras de Di-s».

Como tal, el Libro del Deuteronomio actúa como un puente entre la Torá Escrita y la «Torá Oral». La Torá Oral incluye el Talmud y los Midrashim, los comentarios y los códigos, el Zohar y la Cábala, y «todo lo que un digno estudiante expondría a su maestro»–todo lo que se ha producido en 33 siglos de estudio e interpretación de la Torá, de acuerdo con la tradición de Sinaica. En el Torá Oral que se genera en las mentes y voces menos perfectas que las de Moshé, el contenido es Divino, pero las palabras y las letras son humanas –propias del hombre. Al conceder Di-s no sólo un mandato para la boca humana de formar Su mundo, sino también de participar en la formulación de la Torá–las leyes, el modelo, el «código de la fuente» de la creación.

¿Por qué nosotros hablamos tanto? Porque para eso estamos aquí. Nuestras palabras–habladas o escritas, impresas o hechas de pixeles, destruyen o crean mundos.

Yanki Tauber

Cuando comienza el mes de Av

*Cuando comienza el mes de Av —hasta el día 9— limitamos aún más nuestro regocijo al grado de evitar incluso cualquier situación que pueda llevar a alegrarnos. Así, no plantamos árboles para dar sombra o para embellecer y dar aroma, ni emprendemos ningún proyecto de construcción o de refacción en la casa por mero lujo, como ser redecorar o pintar nuestros hogares. Sin embargo, si alguien no tiene dónde vivir, puede construir una casa durante este período.

*En muchas comunidades es costumbre realizar un siúm (culminación del estudio de un tratado talmúdico) cada día del mes de Av, desde Rosh Jodesh hasta Tishá beAv inclusive. La fuente de esta costumbre surge de una interpretación original de la frase de nuestros Sabios: «Desde que ingresa [el mes de] Av, se disminuye la alegría». La interpretación es la siguiente: «Desde que ingresa Av, se disminuye» la tristeza del exilio diaspórico. ¿De qué manera se logra esto? Mediante «la alegría». Y como la única alegría permitida es la que genera el estudio de la Tora (Lospreceptos de Di-s son rectos, alegran el corazón — Salmos 19:9), se realiza un siúm cada día. No obstante, no se comen alimentos cárneos tras éste, cómo suele hacerse en un siúm en el resto del año.

*Está prohibido comprar, coser, y tejer prendas nuevas, incluso si la intención es estrenarlas luego de Tishá beAv. Tampoco se puede comprar una prenda usada si es que ésta le agrada a la persona por su belleza. Sin embargo, debe observarse, estas restricciones atañen sólo a situaciones donde no se encuentra involucrada la realización de una mitzvá. Pero si el fin es el de cumplir una mitzvá —por ejemplo, comprar el ajuar para el novio y la novia, o construir una casa para ellos—, está permitido. Si existen razones para sospechar que después de Tishá beAv aumentarán los precios de las prendas, se puede comprar la ropa que se desee, pero no se ha de usarla hasta después de Tishá beAv.

*Desde Rosh Jodesh Av —y según otros, desde la semana en que acaece Tishá beAv— no se debe lavar ropa, aunque no vaya a ser utilizada hasta después de Tishá beAv. Sin embargo, si la persona tiene un único conjunto de ropa, puede lavarlo hasta comenzar la semana en la cual acaece Tishá beAv.Alguien que transpira mucho y necesita cambiar su camisa con suma frecuencia debe preparar de antemano —antes de Rosh Jodesh Av— varias camisas, y vestir por un rato cada una de ellas [o bien, usarlas en Shabat]. Sólo así podrá usarlas durante los «nueve días».

*Además de la prohibición de cortarse el cabello, los adultos también tienen prohibido cortar el cabello de sus niños a partir del 17 de Tamuz, y lavar sus prendas desde Rosh Jodesh Av. Sin embargo, la ropa de niños pequeños puede ser lavada y planchada —incluso durante la semana en que acaece Tishá beAv—. De ser posible, no hay que lavar grandes cantidades de ropa ni hacerlo en forma pública.

*Está prohibido lucir zapatos nuevos a partir de Rosh Jodesh Av. Sin embargo, si fueron comprados especialmente para usar en Tishá beAv —por ejemplo, calzado confeccionado con lona o goma— pueden lucirse aunque sean nuevos. No obstante, es preferible estrenarlos en Iom Kipur y no en Tishá beAv.

*Desde Rosh Jodesh Av [según algunas opiniones, incluyendo ese día] hasta después de Tishá beAv, está prohibido comer carne y beber vino [a excepción de Shabat], pues durante este período se interrumpieron los sacrificios animales y las libaciones de vino en el Beit HaMikdash. Por costumbre esta prohibición se extendió para incluir también toda comida a base de carne. Sin embargo, está permitido comer alimentos parve que fueron preparados en un recipiente utilizado generalmente para preparar carne. La costumbre sefardí es observar todas estas restricciones sólo en la semana misma en que acaece Tishá beAv.

*Algunos son estrictos y se abstienen de beber el vino usado para el recitado de la Havdalá y el Birkat HaMazón. En su lugar, dan de beber el vino a un niño que aún no comprende el significado del duelo por Jerusalén, pero que ya es lo suficientemente grande como para ser entrenado en la práctica de mitzvot. Si no hay ningún niño presente, la persona misma que recita la Havdalá debe beber el vino, pero en el caso del Birkat HaMazón debe recitarlo sin vino.

*Desde Rosh Jodesh Av [según la costumbre sefardí, en la semana en que acaece Tishá beAv no se puede lavar el cuerpo entero, aun con agua fría. Asimismo, está prohibido bañarse en una piscina, en un río, o en el mar. Sin embargo, si Rosh Jodesh Av acaece un viernes, la persona puede bañarse con agua caliente en honor a Shabat, siempre que ésta sea su costumbre cada viernes.La prohibición anterior se refiere específicamente al baño por placer. Aquel que debe bañarse por motivos de salud —por ejemplo, si los médicos le ordenaron bañarse cada día con agua caliente—, o un trabajador que se ensució como consecuencia de su trabajo, pueden bañarse durante este período.

Extraído de «Nosotros en el Tiempo» de editorial Kehot.

Viajando por la vida

La Torá habla en detalle sobre los viajes de los Hijos de Israel a través de los años en el desierto. La Torá especifica cada uno de los cuarenta y dos viajes que hicieron.

La Torá no nos cuenta cosas sin razón. Siempre hay una enseñanza que podemos tomar para nuestras vidas.

Todos nosotros hemos emprendido muchos viajes a lo largo de nuestras vidas, tanto físicos como espirituales. Hacemos muchas paradas en el camino. Estas paradas son importantes, son etapas hacia nuestro destino. Es todo muy fácil, una vez que llegamos y nos olvidamos de todo lo que pasamos. A veces nos olvidamos de las personas que nos ayudaron durante el recorrido.

La Torá nos recuerda que a pesar de que hayamos llegado a nuestro destino, siempre debemos ser conscientes del camino que nos llevó, y no dar por sentado los que nos han alentado y guiado a través de nuestros «viajes». Esas etapas previas pueden parecer como “piedras” en el camino una vez que llegamos a la meta, pero son importantes. En aquél momento representaron un paso más cerca hacia nuestro destino. Siguen siendo importantes ahora, porque sin ellos no estaríamos donde nos encontramos ahora.

Un joven estaba viajando desde Jerusalém hasta Galilea. Llegó a un cruce de caminos de cuatro vías y vio que el cartel se había caído.

Ahora no tenía forma de saber qué camino tomar. ¿Qué iba a hacer?

La respuesta fui simple. Sabía de donde venía, Jerusalém. Arreglando las señales de tal forma que Jerusalém quedara apuntado el camino en el que venía, pudo darse cuenta qué camino tomar.

Cuando sabemos de dónde venimos, podemos saber hacia dónde nos dirigimos.  Esta porción de la Torá nos recuerda esto. Que todos podamos luchar y finalmente llegar a nuestro destino.

Por: Mordejai Wollenberg

Apretados

Tres semanas es mucho tiempo cuando estás esperando un e-mail. Pero toma todo el dolor y el tormento, todos los pecados y sufrimientos de una nación de 4.000 años y aprésalos en un espacio de tres semanas…y tres semanas son un espacio muy estrecho de hecho.

¿Cuándo «sucede» algo? Podemos decir que una guerra ocurre durante los años que ocupan un siglo en particular. Podemos decir que un cambio en la situación de una persona sucede en el curso de una generación o etapa. O, podemos ver las causas básicas de estos eventos y procesos.

Un momento único y traumático en la vida individual de uno, particularmente en la infancia de la persona o niñez, puede afectar numerosos sucesos «futuros», pensamientos y sentimientos, y puede conformar el estado mental de la persona y las circunstancias de su vida durante muchas décadas. Lo mismo es cierto con nuestras vidas como personas. Los eventos de dos días terribles en nuestros años de formación encapsulan un gran pedazo de nuestra historia y marcan la trayectoria de nuestro recorrido en el próximo milenio.

¿Cuáles son estos dos días, y qué sucedió?

El 17 de Tamuz

El día 17 del mes de hebreo Tamuz del año 2448 desde la Creación (1313 AEC), cuarenta días desde el Recibimiento de la Torá en el Monte Sinaí, Moshé descendió de la montaña, y se encontró con que los Hijos de Israel estaban adorando a un becerro de oro. En sus manos, llevaba las Tablas de la Ley, inscriptas en ellas los Diez Mandamientos. Al ver la traición del pueblo al nuevo pacto con Di-s, Moshé «tiró las Tablas de sus manos y las rompió bajo la montaña».

Di-s perdonó a Su pueblo, pero también dijo: «En el día de Mi contabilidad, Lo contaré». Nuestros sabios explican: cada pecado de la historia judía contiene un poco del pecado del becerro de oro; cada catástrofe de la historia Judía contiene algo de la catástrofe de la partición de las Tablas.

El 9 de Av

Era un pueblo herido, pero en estado de recuperación cuando acamparon desde el Monte Sinaí para volver a seguir su trayectoria hasta la Tierra Prometida. Y luego, en la víspera del día nueve del mes Hebreo de Av, un año y tres semanas después de la partición de las Tablas, la travesía de Israel se detuvo en seco.

Fue en esta trágica noche que nuestros ancestros, desanimados por el reporte negativo traído por los espías, perdieron la fe en la Divina promesa de la Tierra. Al final, Moshé una vez más aseguró el perdón de Di-s y reanudaron el viaje, pero una vez la naturaleza de la travesía fue profundamente alterada. Moshé y toda la generación que habían dejado Egipto y presenciaron la entrega de la Torá en el Sinaí, murieron en el desierto. Sus hijos anduvieron en el desierto durante 40 años, marcando un patrón que se repetiría en los futuros exilios de Israel.

Las tres semanas

Cerca de 1.400 años más tarde, estos dos días de traición y desesperación otra vez dejaron su marca en la historia Judía, remarcando las infames «tres semanas» en las que se vio la destrucción de Jerusalem y su Templo Sagrado y el comienzo de nuestro más reciente, más largo y más amargo Galut (exilio).

El 17 de Tamuz del año 3829 desde la Creación (69 EC), el ejército Romano que se encontraba sitiando Jerusalém, irrumpió en la ciudad destruyendo las murallas. Durante tres semanas las batallas arrasaron en las calles de Jerusalem, hasta que toda la ciudad fue destruida y el Templo Sagrado, el corazón de la ciudad y del pueblo Judío, ardió en llamas el 9 de Av.

Otras numerosas tragedias en la historia Judía, (tanto antes como después de la destrucción del Templo), ocurrieron el 17 de Tamuz y el 9 de Av, y durante las tres semanas que hay entre estas dos fechas. Hasta el día de hoy, estos dos días, este año correspondientes al 27 de junio  y 18 de julio de 2021 respectivamente, son días de ayuno, y las «Tres semanas» marcan un período de duelo y arrepentimiento.

El profeta Jeremías, en sus Lamentaciones por la destrucción de Jerusalem, proclama sobre el pueblo de Israel: «Todos sus perseguidores los alcanzaron entre las escaleras estrechas». Las «escaleras estrechas» explica el Midrash, son los «21 días entre el 17 de Tamuz y el 9 de Av».

Despegando

¿Qué sucede cuando tanto caos y fomento son apretados en un espacio tan estrecho?

Pregúntale a un jardinero qué sucede cuando pellizcas una manguera de jardín. Pregúntale a un ingeniero de láser qué sucede cuando un haz de luz es enfocado en un punto en particular. Pregúntale a un historiador qué sucede cuando las pasiones reprimidas de una persona se canalizan a través de la persona de un líder carismático.

Pregúntale a nuestros sabios: te dirán que el Mashiaj nació el 9 de Av. Te dirán que es la tarea de nuestra generación apretar cuatro mil años de anhelo y esfuerzo en la estrecha recta del Galut y llevar nuestro mundo a una órbita más alta: a un estado de bondad Divina y perfección prometida por los profetas de Israel.

Por Yanki Tauber