¿Buscando en las novelas un amor perfecto?

Sucedió hace mucho tiempo. Recuerdo exactamente cuándo, ya que fue el año de nuestra gran tragedia. Habíamos estado en los Estados Unidos por tan sólo cinco años, después de haber llegado de Estocolmo, Suecia, donde mi padre, el Rabino Israel Yaakov Zuber, de bendita memoria, fue como emisario de Lubavitch por casi dos décadas.

Adaptarse había sido muy difícil, pero a esa altura, todo se estaba poniendo en su lugar. Mi padre era el decano de la Ieshivá de Lubavitch, en Boston. Era miembro importante de la corte Rabínica de la ciudad, y había pasado de ser Rabino en una sinagoga pequeña en Dorchester a una congregación más grande en Roxbury. Mi madre, Rebetzin Zlata Zuber, de bendita memoria, tomaba clases de inglés en la noche, participando en organizaciones de mujeres y socialización en la nueva comunidad.

Y luego, la tragedia.

Fui una estudiante inocente, sin preocupaciones, y después, una joven devastada y desconcertada. Hubo un cambio abrupto de la infancia al mundo feo y horrible de la realidad adulta.

En el mundo actual, donde el crimen y la violencia se han convertido en una parte de la vida cotidiana, podemos reaccionar con menor intensidad a los actos brutales, pero en 1953 el mundo era más seguro y estable, por lo que la noticia de nuestra gran pérdida fue publicada no sólo a nivel local y nacional, sino en todo el mundo.

Una tarde de invierno, cuando el año nuevo secular comenzó, mi padre perdió la vida en manos de asaltantes desconocidos, y nuestras vidas cambiaron para siempre.

Y aquí es donde mi historia en realidad comienza. Unos meses más tarde, mi madre decidió que debíamos irnos a Nueva York para tener una audiencia privada con el Rebe, Rabí Menajem Mendl Schneerson, de Santa memoria.

Yo había estado en una audiencia con el sexto Rebe de Jabad, Rabí Iosef Itzjak Schneerson, de Santa memoria, dos veces. Una vez, cuando era una niña muy pequeña, lo visitamos en el Grand Hotel en Estocolmo, cuando se dirigía a Estados Unidos. Inmediatamente después de nuestra llegada a los Estados Unidos había sido la segunda vez. Pero esta vez sería muy diferente. Rabí Iosef Itzjak, ahora conocido como el Rebe Anterior, había fallecido unos tres años antes, e íbamos a tener una audiencia con el nuevo Rebe de Lubavitch, Rabí Menajem Mendel.

Mis recuerdos del Rebe Anterior eran muy claros, un hombre digno, grande, de una persona de mirada muy seria. Me sentía intimidada por él.

Mi vida había cambiado, ya no era una niña dentro de una familia, sino un adulto joven y responsable. Pensé que la audiencia sería una experiencia interesante, y por supuesto, quería cumplir con los deseos de mi madre de acompañarla, pero no tenía ni idea de qué esperar.

Las citas para la audiencia se hacían con semanas de anticipación, los nombres fueron escritos y se asignaron los horarios. Los tiempos eran arbitrarios, porque era imposible saber el período exacto de cada audiencia antes de nosotros. Con frecuencia, había cambios de última hora para los dignatarios, los visitantes de lugares lejanos y las emergencias. Nos dijeron que nos mantengamos en contacto con uno de los ayudantes del Rebe, el Rabino Leibel Groner, durante esa noche para que no tuviéramos que esperar en el vestíbulo por un largo período de tiempo.

Había un profundo silencio en el interior de 770 (el Centro de Jabad Lubavitch Mundial) cuando llegamos. Algunas personas esperaban afuera de la oficina del Rebe, algunos en el pasillo exterior. No estaba muy lleno. Las audiencias comenzaban en la noche, y con frecuencia continuaban hasta las primeras horas de la mañana.

El Rabino Groner llevaba la cuenta del tiempo y tocaba a la puerta de la oficina del Rebe, o incluso abría la puerta, para indicar que había acabado el tiempo. Si el Rebe estaba absorto en la conversación, entonces no tenía en cuenta la interrupción. Por la lista que el Rabino Groner tenía, sabíamos cuándo sería nuestro turno.

Mi madre estaba visiblemente angustiada. Ahora era la jefa de nuestra familia, una posición para la cual no estaba preparada. Ella se sentía abrumada por la pérdida, el extraño idioma y la novedad del país.

La tensión se acumulaba mientras esperábamos. El silencio se hizo sofocante. Y, finalmente, llegó nuestro turno. Fuimos rápidamente introducidas a la habitación. El Rebe estaba sentado detrás de un gran escritorio de caoba, frente a la puerta. Dos sillas vacías se enfrentaban a la mesa, pero nos quedamos detrás de las sillas como era la costumbre. Alrededor de la habitación había estanterías llenas de libros de enseñanza judía y creo que había pilas de libros de estudio cerca de las estanterías también.

Mi madre lloraba en voz baja mientras yo miraba al Rebe. Nos miró con compasión y preocupación: había conocido a mi padre, y también participado con nosotros en la tragedia. Luego sonrió suavemente y nos invitó a sentarnos. Parecía tan humano, me sentí inmediatamente a gusto. Habló con mi madre durante un tiempo acerca de sus planes para el futuro, de sus actividades diarias, de mi padre, y todo lo que tenía que ver con nuestra vida.

Luego el Rebe me miró y me preguntó acerca de mis cursos, mis planes para el futuro, mis intereses y preocupaciones. Respondí sin dificultad. Parecía tan genuinamente interesado en todo lo que dije, y de sus respuestas e interjecciones, sabía que estaba escuchando con atención. Sonó el timbre, el tiempo había terminado, y nos retiramos sintiéndonos consoladas y tranquilas.

Recuerdo claramente a mi madre señalando que se sorprendió de mi interacción con el Rebe, que me notaba tan cómoda y a gusto, como si se tratara de un miembro de la familia, alguien a quien conocía de toda mi vida. Y de hecho, así es como me sentí.

Unos meses más tarde, cuando fui de visita a Nueva York con unos amigos, decidí ir a ver al Rebe de nuevo. La audiencia fue pedida desde Boston, y en la fecha especificada llegué a 770. Me sentí un poco incómoda esperando sola. No conocía a mucha gente de la zona, y a nadie en el vestíbulo aquella noche. Llegó mi turno, y estaba muy emocionada de tener la oportunidad de reunirme nuevamente con el Rebe. Ahora que sabía lo que esperaba, mi entusiasmo era desbordante.

Al principio hablamos de mis estudios. El Rebe preguntó en detalle acerca de mis cursos, mis profesores, mis intereses y los planes para el futuro. Luego, para mi gran sorpresa, me preguntó por mis planes muy personales, acerca de mis citas para casarme. Le dije que había conocido a varios jóvenes, pero a ninguno como para casarme.

El Rebe sonrió y me preguntó mi opinión sobre un estudiante en particular.

Tragué saliva, no lo podía creer, la pregunta era sobre un joven que había conocido recientemente.

El Rebe luego preguntó sobre otro estudiante, después de un tercero. Yo estaba totalmente abrumada.

Al parecer, sabía todo acerca de mi vida, sin duda en este aspecto. Sacudí la cabeza y enrojecida expliqué por qué cada uno de ellos no era la persona correcta para mí.

Entonces el Rebe sonrió levemente y me dijo que yo había leído demasiados libros. ¿Cómo lo sabía?. Amor, me explicó, no es lo que hay en las novelas románticas. No es esa emoción abrumadora, cegadora que se retrata en una novela. Estos libros no retratan la vida real, dijo. Es un mundo de fantasía, de emociones inventadas. La ficción es sólo ficción, pero la realidad es diferente.

Y entonces, como un padre a una hija, comenzó a explicarme el significado del amor verdadero.

El amor, me dijo, es una emoción que aumenta con fuerza durante toda la vida. Es compartir, preocuparse y respetarse uno al otro. Es construir una vida juntos, una unidad de familia y hogar. El amor que se siente como una esposa joven, continuó, es sólo el comienzo del verdadero amor. Es a través de los pequeños actos cotidianos de la vida que el amor florece y crece.

Y así, continuó, el amor que se siente después de cinco o diez años, es un fortalecimiento gradual. Cuando dos vidas se unen para formar una, con el tiempo, se llega a un punto en el que cada pareja se siente parte del otro, donde cada uno ya no se puede visualizar la vida sin su compañero a su lado.

Sonriendo me dijo que dejara de lado las nociones románticas desarrolladas por mi actividad literaria, y que viera el amor y el matrimonio de una manera significativa.

Salí de la oficina del Rebe con una gran sonrisa en mi cara. El Rebe sabía cómo comunicarse con una joven soñadora. Él sabía qué decir y cómo decirlo. Sus palabras, pronunciadas desde el corazón, resonaron en mi corazón. Ese es mi Rebe.

De todas partes del mundo, Rabinos, empresarios, líderes comunitarios y políticos buscaron el consejo del Rebe, con frecuencia sobre temas de trascendental importancia, afectando a una gran cantidad de personas. Sin embargo, en el caso de una joven parada en el umbral de la vida, preparándose para tomar la decisión más crucial de su existencia, a esta jovencita le dio a su atención. Con amor paternal y compasión, paciencia y preocupación, le explicó el significado del amor, el matrimonio, el hogar y la familia.

Por: Chana Sharfstein

¿Por qué la Torá fue entregada en el desierto?

Si la Torá se supone que representa bendición y conexión con Di-s en este mundo, ¿por qué no fue presentada al mundo en un lugar de abundancia física revelada?

1. Igualdad de oportunidades y capacitación

El hecho de que los Diez Mandamientos fueron dados en el desierto, en una montaña, no fue coincidencia. Todo tiene una razón y enseñanza. El desierto es un lugar que no le pertenece a nadie. Así también la Torá, es accesible a todos.

2. El viaje es también parte de la diversión

La Torá es una vibrante y profunda vía hacia la Santidad. Es una herramienta de transformación para quienes la abrazan.

La tradición Judía nos enseña que en la entrega de la Torá, el monte Sinai floreció. Con la introducción de la Torá, la tierra estéril se convirtió en un exuberante jardín lleno de flores. Por lo tanto, la dinámica del poder transformador de la Torá fue revelada, incluso en mayor medida de lo que podría haber sido si se hubiera dado en una manifestación ya establecida de bendición.

La Torá es un sendero, no un destino. El camino que nos conecta con el Infinito Creador nunca debe ser estático o habitual. Para demostrar esto, se nos fue presentada en el camino hacia la Tierra de Israel.

Por: Rab Baruj E. Erdstein, Nejama Dina Kumer

La Torá y la mujer

En la Parshá de Itró la Torá nos relata la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, por medio de Moshé Rabeinu. 

Cuando iba a ser entregada la Torá, Di-s le dijo a Moshé: “Así hablarás a la casa de Iaakov y dirás a los hijos de Israel”. ¿Quién es la Casa de Iaakov?, nos contesta el Midrash: “se refiere a las mujeres”. El Midrash agrega que con respecto a los hombres está escrito “y dirás”, que denota dureza, en cambio a las mujeres hablarás debía dirigirse de una manera blanda y delicada.

Pero esta no es la única diferencia. El Mejilta señala otro punto: Di-s le ordenó a Moshé entregar a las mujeres los lineamientos generales de las mitzvot (preceptos), y a los hombres los detalles de las mismas.

BASES Y REGLAS

A primera vista podríamos pensar que con esto se desvaloriza a la mujer: se le habla de una manera delicada, y además se le entrega los preceptos de una forma sucinta, partiendo de la base de que no podrían profundizar ni entender demasiado los pormenores de la Torá. Pero cuando analizamos lo que dice el Mejilta, comprenderemos todo de un modo distinto. “Encabezamiento de los preceptos” no se refiere a la parte “fácil” sino a la base esencial y las reglas fundamentales. Es decir, Hashem le ordenó a Moshé entregar a las mujeres las bases y normas de la Torá de las cuales se desprenden todos los detalles de las leyes judías que luego debían ser transmitidas a los hombres.

LA VIRTUD DE LA MUJER

Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torá. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros “Yo Soy Di-s…” y “No tendrás otros dioses” son el núcleo esencial de la Torá. El primero es la raíz de los 248 preceptos “ de hacer” y el segundo de los 365 de “no hacer” (véase Tania I cap. 20). Vemos pues que la regla general constituye la esencia de toda la Torá.

Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torá. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torá destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torá .

LA FE ILUMINA

La razón de lo antedicho es que en la mujer brilla la luz de la fe y el temor a Di-s de manera más revelada. Hashem creó a la mujer de manera tal que el intelecto no se superponga a su personalidad, impidiendo así que su fe se vea tapada y debilitada. Es por eso también que la mujer está ligada a la esencia de la Torá. Y por eso también la pertenencia al pueblo de Israel depende de la madre y no del padre.

Esta virtud está relacionada también con la Redención del Mashiaj. Así como en la salida de Egipto los judíos fueron liberados de la esclavitud por el mérito de las mujeres judías de esa generación (como lo explican nuestros Sabios), de la misma manera, “ como en los días que saliste de Egipto os mostraré maravillas”, también el Mashiaj vendrá en mérito de las mujeres de Israel. Entonces podremos estudiar la Torá del Mashiaj, quien nos revelará a todos la “regla general” de la Torá, la esencia más íntima de la Torá, muy pronto en nuestros días.

Likutei Sijot, tomo 31, pag 93.

Una historia de amor en Shavuot

Dr Abraham Twerski es un renombrado psiquiatra y rabino que trasciende de una distinguida estirpe de líderes jasídicos. Además fundó y dirige exitosamente centros de rehabilitación para drogadictos en Pittsburgh y es autor de libros populares de auto-ayuda. En Shabat y Festividades, se encuentra en su hogar, donde recibe invitados que comparten las comidas festivas con su familia. Durante las mismas, relata interesantes anécdotas Jasídicas que le fueron transmitidas de generación en generación- legados de la tradición oral judía.

Durante una cena sabática, cuando el Rabino concluyó una de sus narraciones, uno de los invitados sugirió respetuosamente: «¿Por qué no recopila estas historias en un libro? Son tan conmovedoras, y me es difícil recordar los detalles cuando quiero relatarlas». El Dr Twerski permaneció en silencio unos instantes y dijo: «Yo solía decir lo mismo a mi tío».

Más tarde, ese año se publicó el primer tomo de «Generación en generación». En Venice, California; Marilyn recibió una copia del libro del Dr Twerski como regalo. Tenía algo más de treinta años, era divorciada y criaba a su hijo, David. Pertenecía a una familia poco tradicionalista, y era muy escaso lo que conocía acerca de judaísmo. Por recomendación de una amiga asistió a varios cursos, lo que provocó que comenzara a frecuentar la Sinagoga y estudiar Torá. Pronto incorporó a su vida varias prácticas religiosas, como ser el comer casher y observar el Shabat. Marilyn era una conocida disertante en el campo de nutrición para deportistas. En junio de 1986 debía exponer en Atlantic City y, en su vuelo de regreso todo se complicó. En su itinerario debía hacer una escala en Filadelfia y otra en Pittsburgh, abordando allí su avión a Los Ángeles. Quería volver a casa y encontrarse con su hijo David, que saldría de campamento el domingo. Pero al acercarse a la puerta de embarque en el aeropuerto de Filadelfia, oyó que desde el altavoz repetían: «El vuelo 181 a Pittsburg será demorado 15 minutos debido al mal tiempo. Pedimos disculpas por la molestia».

«¡Oh no!» dijo Marilyn, y sintió pánico al mirar su reloj. Afortunadamente, aún le quedaba tiempo para alcanzar su conexión a Los Ángeles. Mientras aguardaba impacientemente, hubo otro anuncio: «El vuelo 181 a Pittsburgh será demorado otros veinte minutos».

Su desesperación era terrible. Ahora temía perder su vuelo de enlace. Y de pronto descubrió que no tenía solución alguna. Como judía observante no viajaba Shabat o lom Tov, pues la ley judía lo prohíbe. Con la caída del sol ese día (era miércoles) comenzaba la festividad de Shavuot, y a continuación seguía Shabat. ¡No podría viajar hasta el sábado a la noche! Todo parecía derrumbarse. Debía ayudar a David a empacar… Y aunque su hijo estuviera en casa de amigos, ¿dónde estaría ella los tres próximos días observando adecuadamente la festividad y el Shabat? Mientras tanto anunciaron que el vuelo 181 debía abordar. Viajó rezando para lograr alcanzar su avión a Los Ángeles. Al arribar, corrió desesperadamente al mostrador, para confirmar que su vuelo ya había partido.

Se paralizó por unos instantes. Lloró, sintiendo impotencia. Luego de unos minutos se calmó y llamó a su Rabino en Los Ángeles. «Quédate en Pittsburg durante los días de Shavuot y Shabat» – le aconsejó. «Nos encargaremos de tu hijo. Encuentra una familia judía que te aloje». 

Como no tenía conocidos en Pittsburgh, intentó llamar a las sinagogas locales, pero debido a la proximidad de lom Tov ya nadie se hallaba en las oficinas. Probó suerte con otras organizaciones judías. No halló nada. El pánico comenzó a apoderarse de ella. Revisó su billetera; casi no tenía dinero. Nunca se había sentido tan desprotegida.

De pronto, recordó el nombre de Abraham Twerski, el autor del libro «Generación en generación». ‘Él vive en Pittsburg y tiene un centro de rehabilitación. ¡Debo encontrarlo!’ se dijo. Tomó un taxi a la clínica de Twerski, gastando prácticamente todo el efectivo que llevaba consigo. Halló su oficina, pero estaba vacía. En la clínica se encontraba un médico asociado. «¡Necesito el teléfono particular del Dr Twerski! dijo Marilyn. «Lo siento, no puedo dárselo» dijo el médico. Ella trató de explicarle, pero debido a su frenética manera de expresarse, sólo logró poner nervioso al doctor.

«¡Por favor, el Rabino comprenderá!» suplicó Marilyn «Usted debe ayudarme» La angustia de la mujer era tan genuina que el médico decidió llamar al hijo del doctor Twerski. Éste hizo todos los arreglos para que Marilyn se alojara en la casa de una familia judía vecina de los Twerski. A los 20 minutos, el hijo del Doctor la pasó a buscar y la llevó a la casa vecina. No había palabras para agradecer todo lo realizado. 

La anfitriona de Marilyn la recibió cálidamente en la puerta. El aroma a jalá recién horneada flotaba en el ambiente. «Bienvenida, permíteme que te muestre tu habitación». Subieron la escalera y la dejó descansar. Ya más tranquila, pero preocupada por su hijo, llamó a una amiga para que verifique que todo esté en orden. Luego llamó a David y le relató lo sucedido. Después se refrescó y bajó al comedor. El espíritu festivo era palpable y contagioso. Encendió las velas de lom Tov junto a las otras mujeres de la casa, que luego aguardaron a que los hombres regresaran del Templo. Cuando llegaron, todos se saludaron alegremente. Marilyn fue acomodada en un lugar de honor en la mesa. La calidez y las alegres melodías envolvieron y pacificaron a Marilyn, creando en ella una apertura a lo que el destino pueda ofrecerle. Al retirarse a su habitación, se sumergió en un apacible y profundo sueño.

Al día siguiente, Marilyn almorzó en la casa de los Twerski. Luego de escuchar lo sucedido a su visita, la Sra Twerski dijo: «Debe existir una razón para todo lo que te ha sucedido».

Durante la comida, Marilyn sintió la misma magia que la noche anterior. Del otro lado de la mesa, varios hombres estaban enfrascados en diferentes conversaciones. Uno de ellos, Steven, comenzó a llamar su atención. Tenía ojos celeste claro, y una actitud cálida, y desplegaba una admirable convicción en sus creencias. Además era muy divertido. A medida que avanzaba la comida, parecía que las ocurrentes bromas estaban destinadas sólo a ella.

Al concluir el almuerzo, Steven se ofreció a acompañarla a casa. Caminaron lentamente, conversando amigablemente. Marilyn se sintió molesta cuando llegaron a destino, buscando cualquier excusa para continuar la charla. Por el resto del día, sólo pensó en Steven.

A la mañana siguiente, mientras desayunaba, preguntó a su anfitriona dónde almorzaría Steven luego de la Plegaria. Marilyn se aseguró de almorzar en el mismo sitio. Pero para su decepción, Steven no apareció por allí. Le comentaron que él salía con alguien. «¿Cómo pude confundirme así? ¿Sólo yo sentía una conexión?» pensó Marilyn.

El sábado a la noche, mientras Marilyn empacaba lentamente sus pocas pertenencias, sonó el teléfono. Era Steven.

«Hola! Estoy tan feliz de hablar contigo» dijo él. Marilyn respondió: «Yo también»

«Al otro día de verte cambié mis planes del almuerzo para comer donde tú estabas y poder estar juntos, pero estuviste en otra casa».

Marilyn sonrió, pero no dijo nada.

«¿Te vas mañana?» le preguntó.

«Sí, a primera hora»

«¿Saldrías a tomar algo conmigo esta noche?».

«Si, por supuesto» dijo ella.

Esa noche salieron, hablaron de muchas cosas. Ella supo que él no salía con nadie. Al otro día, la llevó al aeropuerto.

Cuando Marilyn llegó a su casa, y apenas colocó la llave en la puerta, sonó el teléfono. Era Steven.

«¿Cómo estuvo el viaje?» le preguntó.

«Bien. Acabo de entrar».

A los pocos días la llamó y le dijo: «Viajaré a Los Ángeles para visitarte».

Luego de esa visita, Marilyn volvió a Pittsburgh.

Cinco semanas después, ambos estaban seguros acerca de sus sentimientos y se comprometieron.

Luego de casarse, se instalaron en Pittsburgh, cerca de la casa de los Twerski, y tuvieron cuatro hijos. Pero en realidad, su conexión había comenzado bastante antes del retraso provocado por la neblina.

¿Quién era el invitado que sugirió al Dr Twerski escribir sus historias Jasídicas en un libro? El caballero era Steven.

Parasha en sintesis: Bamdibar

Comienza la lectura del cuarto libro del jumash, que lleva el mismo nombre que la Parashá: “En el desierto”. En la traducción al español se le suele nombrar como “Números”, por cuanto el Talmud lo denomina Sefer Hapikudim, “Libro de las cuentas” (Números) por el censo del Pueblo Judío. 

Esta Parashá se lee siempre antes de Shavuot, que conmemora la entrega de la Torá por Di-s a Israel, evento que para nuestros Sabios equivale al matrimonio de Di-s con el Pueblo Judío.

Así como el novio es llamado a la Torá en el Shabat anterior a su boda, del mismo modo se lee Bamidbar para anticipar esa unión tan especial que se produjo con la entrega de la Torá.

El nombre del libro deriva del lugar en que Di-s entregó sus leyes: el desierto, zona inhóspita y deshabitada, para enseñarnos que la Torá no se encuentra supeditada a las limitaciones impuestas por el espacio o por el tiempo; que tenemos la responsabilidad de cumplir sus preceptos en toda situación, en cualquier lugar y circunstancia ya sea en Israel o fuera de ella, y aún en el desierto, tierra desolada. 

El nacimiento del Pueblo Judío en el desierto lo singulariza entre las demás naciones, lo hace emerger bajo la dirección única de Di-s, libre de estructuras preestablecidas y de la influencia de otras naciones, siendo una experiencia única que rompe con las tradiciones previas. 

La humildad, entendida en términos judíos como el reconocimiento de la existencia de un Ser Superior del cual depende el hombre, es enfatizada con la entrega de la Torá en el desierto, porque así como el desierto – que no tiene nada mas que arena-  se transformó en un punto santo por la aparición de la Divinidad, el cuerpo humano – que solo está formado de polvo – accede a la grandeza si permite que la espiritualidad domine sus acciones.

El ser humano por sí solo no tiene ningún poder supremo, sólo puede desarrollar al máximo su potencial si cumple la voluntad Divina que le proporciona una perspectiva apropiada de la vida. 

El cuarto censo del Pueblo Judío fue realizado el primer día del segundo mes (Iyar) del año de su recorrido por el desierto, 20 días antes de la supuesta entrada a Israel, que luego de episodio de los espías se demoró 38 años más. Según el Midrash, sólo se han realizado nueve censos hasta el día de hoy, y el décimo y último tendrá lugar con la llegada del Mashiaj. 

El censo de los judíos no constituye una mera cuenta destinada a conocer su número: tiene como finalidad revelar la esencia del alma judía, produciendo su elevación. Es un gesto de equiparación e igualdad, que no depende del estatus social, intelectual o económico, sino que está referido a la esencia del alma judía. Por eso, para ordenar el censo, se usa la expresión: “elevad las cabezas de toda la congregación de los Hijos de Israel”.

Después del censo y la clasificación por tribus, Moshé instruye al pueblo sobre el modo de acampar y viajar. La ubicación de las tribus en relación con el Santuario es la misma establecida por el Patriarca Iaacov.

El Santuario (Majané Shejiná) estaba en el centro de la Nación, rodeado por los Levitas (Majané Leviya), que a su vez estaban rodeados por el resto de las tribus, tres en cada dirección, formando el Majané B`nei Israel. Todos se hallaban envueltos en las Nubes de Gloria, menos el eirev rav, aquellos que salieron de Egipto con los judíos. 

Di-s ordenó la ubicación de los tribus en las cuatro direcciones para indicar que los judíos protegen al mundo entero. Cada punto cardinal es fuente de determinadas fuerzas: la luz emana del este; del oeste, la nieve y las tormentas; del sur, las lluvias y el rocío, y del norte, la oscuridad y las influencias malévolas. La ubicación dispuesta por Di-s hizo que cada grupo con su particular mérito espiritual combatiera los agentes dañinos derivados de las distintas direcciones.

Las banderas usadas en la actualidad tienen sus antecedentes más remotos en los estandartes (degalim), con la particularidad de que aquellos fueron diseñados por Di-s según el mérito de cada tribu.

El esfuerzo que realmente cuenta


El concluir el tercer libro de la Torá, recuerdo la oración tradicional que se recita al completar un tratado del Talmud. En él, agradecemos a Di-s por la gran oportunidad de esforzarnos en el estudio de la Torá. La oración contiene una línea que dice así: “Nosotros trabajamos y ellos trabajan. Nosotros trabajamos duro y recibimos recompensa, ellos trabajan duro y no reciben recompensa”.

La oración contrasta el estudio de la Torá con todas las demás formas de trabajo: mientras que el estudio de la Torá ofrece una compensación significativa, otros esfuerzos no lo hacen. ¿Es esto así? ¿No hay una compensación significativa en otros campos de trabajo? ¿En qué se diferencia el estudio de la Torá? La explicación radica en un examen cuidadoso de las palabras de la oración: “…trabajan y no reciben recom‐pensa.”

¿Por qué el autor de esta oración de acción de gracias eligió la palabra “trabajar” en lugar de “lograr”? La respuesta es que el estudio de la Torá tiene que ver con el esfuerzo y el “trabajo duro”, en contraste con otros esfuerzos o ciencias, donde el enfoque principal está en el logro y el producto final. El estudio de la Torá se trata principalmente de los medios, no tanto de los fines.

En otras áreas de la vida, ¿a quién le importa tu trabajo? Trabajar es solo un medio para un fin. No hay recompensa por el trabajo duro. De hecho, si pudiera realizar el mismo trabajo sin esforzarse, sería igual de bueno. No se da ninguna recompensa adicional por el trabajo duro. ¡Son principalmente los resultados los que cuentan! En el estudio de la Torá, sin embargo, es todo lo contrario.

Incluso si te esforzaras en el estudio de la Torá sin ningún resultado tangible, ¡eso en sí es digno de recompensa! La razón de esto es que, a diferencia de otras ciencias, el estudio de la Torá no se trata de acumular conocimiento. A diferencia de otros libros de autoayuda y manuales religiosos, la Torá no se trata solo de aprender a observar. El estudio de la Torá se trata principalmente de forjar una relación con Di‐s.

Cuando nos esforzamos en el estudio de la Torá y nos conectamos con la Fuente de la Sabiduría de Di‐s, estamos experimentando la unidad y forjando una relación con nuestro Di‐s, independientemente de si logramos dominar el tema que estamos estudiando.

La relación con Di‐s se experimenta principalmente mientras se trabaja y se estudia, no en los resultados o logros. Este pensamiento se repite en la porción de la Torá de esta semana, que nos dice: “Si andas en mis estatutos” (Levítico 26:3), explicado por Rashi como una referencia a “ocuparse en la Torá”.

Nuevamente, el énfasis aquí está en el esfuerzo y no tanto en los resultados. ¡Qué enfoque refrescante y contraste dramático con todas esas otras áreas, donde lo único que importa son tus resultados! Desde la perspectiva de la Torá, no nos importan tanto cuáles son tus calificaciones, o cuántos títulos y grados dominas en la vida.

¡Lo que más aprecia y valora Di‐s es el arduo trabajo y el esfuerzo que pones en tus estudios de Torá! La calidad y el esfuerzo durante el viaje del estudio de la Torá son mucho más importantes que el destino.

Hermanos de sangre

El Brooks en una de sus rutinas de “Two thousand Year Old Man”, tiene una línea en la define una “tragedia”. “Digamos que estaba por cortar mi dedo, bueno, es trágico, terrible. ¡Me duele! Pero si veo que una persona se tropieza y cae muerto en el acto, ¿qué me importa? No es mi problema” Compara eso con el versículo que dice “Ama a tu semejante como a ti mismo, Yo soy tu Di‐s” (Levítico 19:18) Esto demanda de nosotros que demostremos amor hacia otro judío de igual forma que nos queremos a nosotros mismos. ¿Cómo es posible amar al otro como a uno mismo? Recordando que Yo soy tu Di‐s, igualando el acto de amor de uno hacia su hermano con el amor hacia Di‐s.

La conexión del alma de un judío con Di‐s, esta replicada en la conexión entre judíos. Rechazar a un iehudí es equivalente a rechazar a Di‐s. ¿Cuál es tu prioridad? Dibuja en tu mente un retrato de ti mismo. Ahora agrega en tu imagen a un judío Yeminita con piel oscura, luego a un Jasid con su uniforme.

Introduce un etíope, un turista Americano y un granjero Israelí. ¿Qué tienen que ver todas estas personas contigo? No compartes el lenguaje, la cultura ni pigmentación con ninguno de ellos.

Sin embargo, son familia. Cuando algo malo les pasa, Di‐s no lo permita, esa conexión despertará en ti y querrás ayudarlo. Piensa en tu familia. La relación con tus hermanos es absoluta. Compartimos la sangre, padres y genes. Vivir en diferentes países no destruirá esa co‐nexión. Similarmente ocurre con los iehudim.

Nuestras diferencias son físicas, nuestras cosas en común son espirituales. Superficialmente podemos vernos diferentes, pero nuestro común denominador es nuestra alma.

Nuestra alma judía es una parte propiamente dicha de Di‐s. Desde la perspectiva del alma somos más que hermanos, más bien gemelos idénticos, con una padre en común, Di‐s. Cuando el énfasis de uno es el alma, entonces podemos lograr armonía entre todos los judíos.

El idéntico ADN espiritual que tenemos, es el código de nuestro destino en común y de poder sentir el amor y parentesco que uno tiene hacia el otro. Vivir en diferentes países no destruirá esa conexión.

El judaísmo y la donación de órganos


Ell Judaísmo considera la vida sagrada. Por esta razón, donando un órgano para salvar una vida es el acto más alto de virtud. Pero a veces, precisamente porque la vida es sagrada, la donación de órganos es problemática.

La ley judía distingue entre órganos donados durante la vida y donación del órgano después de la muerte. Mientras se está vivo, donar un órgano sin el que se puede vivir, como un riñón, o médula ósea o sangre para salvar o mejorar otra vida es uno de los más grandes actos que se podría realizar.

En la teoría, lo mismo debe aplicarse a los órganos donados después de la muerte. Siendo que salvar vidas está por encima de casi todo, la oportunidad de hacerlo después de la muerte no sólo debería ser aceptable sino incluso obligatorio.

Pero en la práctica, esto presenta una preocupación mucho más seria. Para ser utilizable en un trasplante, la mayoría de los órganos tienen que ser quitados mientras el corazón todavía está latiendo. Pero la ley judía mantiene que si el corazón todavía funciona, la persona está viva. El momento de muerte se define cuando el corazón se detiene. Así que quitar los órganos de un paciente declarado con muerte cerebral mientras el corazón todavía está latiendo, es equivalente al homicidio.

Mientras el mundo médico y legal ha aceptado la muerte cerebral como una nueva definición de muerte, la inmensa mayoría de expertos en la ley judía no. Manosear la definición de muerte es empezar un camino que puede llevar a problemas éticos mayores. Esta es una pregunta de vida y muerte. Necesitamos de una sabiduría más elevada para guiarnos. No quisiera tener que decidir lo que es correcto o incorrecto basado en mi propia opinión subjetiva y sentimientos.

Agradezco a Di‐s que tenemos la Torá para darnos claridad en estos difíciles problemas

Y a mi ¿Qué me cambia?

Quienes son padres de adolescentes conocen muy bien esta frase. Y seguramente,en el momento de escucharla, hierven cual una pava. Sin embargo, si analizamos concuidado esta expresión, veremos que lo que los jóvenes desean, es descubrir la relación que existe entre ellos y lo que se les transmite y además cómo influye ello en sus vidas.

En realidad, en el judaísmo, cada persona (sea adolescente o ya haya pasado esa etapa) debe cuestionarse el “en qué me cambia”. Estamos frente a Lag Baomer, el día dela elevación y alegría de Rabí Shimón Bar Iojai.

El Rebe de Lubavitch nos señala algunas de las enseñanzas y vivencias de Rabí Shimón, indicándonos “en qué nos debe cambiar”:

LA TORÁ ERA SU OFICIO: el Talmud señala como ejemplo de unión entre la Torá y la persona, a Rabí Shimón y sus alumnos ya testigua que la Torá era su oficio. Su unión con ella era tal que no sólo estudiaba Torá todo el día, sino que toda su esencia era laTorá.

¿Pero qué relación tiene esto con cadajudío? El ‘artesano’ se ocupa de muchasotras cosas además de su oficio. Sin embargo, su actividad’ es una específica. Es suesencia. Allí vuelca sus capacidades. Cada judío debe saber que la Torá es su herencia ‘morashá’ y aunque a lo largo del día no pueda ocuparse por completo de su estudio, pues está atareado con sus que haceres, debe saber que ‘la Torá es su oficio’.

Y debe dedicar tiempo a estudiarla. Y al igual que Rabí Shimón, durante esos momentos debe consagrarse a comprenderla y lograr que a lo largo de todo su día sea notorio que su verdadero oficio es la Torá.

LAS CAUSAS QUE PROVOCAN SANCIONES: Rabí Shimón expresó que tenía la posibilidad de anular las causas indeseables(pecados) que provocan puniciones y lograr que no quede vestigio de ellas.

Se entiende que la intención de Rabí Shimón no era la de alardear -Di-s libre- sino la de transmitir que no sólo un gigante en la Torá, sino cada iehudí tiene la posibilidad(‘puedo’) de redimir al mundo. Pues aun que se encuentre en un nivel inferior, sólo con un pensamiento de Teshuvá (retorno) puede convertirse en un Tzadik. Y así saber que la llegada del Mashíaj depende de cada uno de nosotros.

HAY ALGO PARA CORREGIR?: El Talmud nos relata que cuando Rabí Shimón salió de la cueva después de 13 años, su primer pregunta fue: ¿En qué puedo ayudar para aliviar la vida de los iehudim? Le mostraron un lugar en el camino, del que se sospechaba era impuro y provocaba que los cohanim (sacerdotes) se desviaran para evitarlo.

Debido al gran amor al prójimo deRabí Shimón, en lugar de correr a ver a su familia y amigos de quién estuvo desconectado 13 años, se ocupó primero de corregir algo que provocaba incomodidad a algunos judíos. El mensaje: Cada uno de nosotrosdebe realizar el esfuerzo necesario para ayudar tanto material como espiritualmente atodo iehudí, aunque la tarea no nos parezca trascendental o faraónica. Sobre todo en estaé poca en que lamentablemente, muchos judíos no sólo se desvían sino que están perdidos en el camino, y suplican que alguien se acerque para indicarles la dirección correcta.

(Basado en sijot del Rebe,shaar Hamoadim)

Confia en tu socio

Cierta vez, un distribuidor internacional de telas de alta gama, visitó al Rebe de Lubavitch, Menajem Mendel Scheerson. Como miembro activo de la comunidad de Jabad en Inglaterra, el hombre ya conocía sobre cómo los asesoramientos y bendiciones del Rebe imapctaban en las vidas de muchas personas. En cierto punto de su discusión, el hombre de negocios le propuso al Rebe de que sea su socio para un negocio. El Rebe se puso serio y dijo: “Esta bien. Recuerde, sin embargo, que en una sociedad, ninguno de los dos llega a hacer un movimiento sin el consentimiento del otro. ¿Tenemos un trato?»

El hombre estaba entusiasmado con esta oportunidad de ser «socio» con el tzadik, y rápidamente aceptó el acuerdo. El Rebe le aconsejó hacer una compra grande de un material determinado que no conocía. El comerciante se fue a su casa e hizo un gran pedido de este tejido inusual. Cuando se reportó de nuevo a Nueva York, el Rebe le respondió de que la compra era demasiado conservadora. Debía haber comprado una cantidad mucho mayor. El hombre salió y compró cantidades astronómicas, hasta el punto de invertir toda su fortuna personal para pagar los envíos.

Para disgusto del hombre, poco tiempo después de las adquisiciones, el valor de este material comenzó a bajar. Tal vez, pensó, debería vender al menos una parte importante. Como había prometido, se comunicó con el Rebe para su consentimiento. Para su sorpresa, el Rebe no le otorgó su consentimiento y le recordó sobre el acuerdo respecto a los movimientos unilaterales.

A medida que el precio del material continuaba bajando, lo mismo ocurría con el espíritu del hombre. Cada día, veía que su fortuna se resbalaba cada vez más lejos. Todas las súplicas al Rebe concluían con la misma respuesta: «No vendas».

Frente a la ruina financiera, el hombre comenzó a cuestionar toda su relación con el Rebe y Jabad. Tal vez fue un error. Con la devaluación de cada día, su distancia con la comunidad de Jabad crecía.

Ésto continuó durante varios meses. Un día, el precio subió un poco. Le consultó de nuevo al Rebe, pero nuevamente le dijo que aún no. Cuando el precio subió incluso más, el Rebe todavía seguía sin darle la luz verde a la venta masiva.

Poco después, un famoso diseñador de moda extendió una línea que requería una gran cantidad de un material inusual. Cuando el hombre le informó de esto a la Rebe, le dijo que había llegado el momento de vender. El inventario fue rápido. El hombre hizo muchos millones. Entusiasmado, se subió a un avión para entregarle al Rebe un cheque por su «parte». El Rebe se negó, pidiéndole al hombre que le diera el dinero para caridad.

Luego el hombre le preguntó al Rebe si podían hacer otro negocio juntos. El Rebe sonriendo le dijo: “Lo siento…eres un Shvajer Shutaf, un socio débil”.

Al comienzo de la lectura de la Torá de esta semana, se nos enseña que en el Monte Sinai, Di-s le dice a Moisés que le instruya a los Hijos de Israel sobre la observancia de Shmitá, el año Sabático. Al entrar a la Tierra de Israel, deberían contar los años en ciclos de siete. Durante seis años trabajarían, y el séptimo sería un descanso”. Nada de siembra, recolección, atados. Un año entero para la búsqueda espiritual.

La Torá luego dice: “Y si vas a decir: ¿Qué comeremos en el séptimo año?….Yo daré mi bendición de que el sexto año crecerá lo suficiente para un período de tres años…”. En otras palabras, la bendición Divina de enriquecer el suelo como resultado por haber observado “Shmitá”, compensará tres veces más la pérdida por haber dejado a la tierra descansar.

Tanto si se trata de Santificar el Shabat, enviar a nuestros hijos a escuelas de Torá o hacer un esfuerzo extra para mantener una cocina kosher, Shmitá nos recuerda de que el Monte Sinai representa un puente entre la teoría y la práctica, la fe y la acción. En esa montaña, el Todopoderoso nos tomó como socios en el negocio de la creación. Desde entonces nos ha estado implorando: «No seas un Shvajer Shutaf»

Por: Moshe Bryski