Parasha en sintesis – Tetzave

Di-s ordena la utilización del aceite de oliva para el encendido de la Menorá o Candelabro del Santuario, el mismo que se utilizará posteriormente en el Beit Hamikdash o Templo. El aceite era aportado por toda la comunidad. 


Se utilizaba el aceite de mayor pureza, las primeras gotas extraídas de los olivos. El Talmud explica que ese aceite representa la pureza del estilo de vida judía basó en la Torá; como expresión divina, representa la luz interior, la espiritualidad y testimonia la Presencia Divina en el mundo. 

Un milagro especial ocurría con una de las luces de la Menorá, “ner maaravi”: aun cuando se le ponía la misma cantidad de aceite que a todas las demás, permanecía encendida por más tiempo. Cuando el Sacerdote o Cohén limpiaba por las mañanas, encontraba encendida esa luz y con ella prendía todas las demás por la tarde.  Esto fue indicación de la presencia de la Shejiná (Providencia Divina) y duró hasta la muerte de Shimón Hatzadik (Simón el justo).

Aharón y sus cuatro hijos, Nadav, Avihú, Elazar e Itamar, fueron escogidos por Hashem para ser Cohanim (Sacerdotes). Aharón, hermano de Moshé, es el primer Cohén. En cambio Moshé, quien se suponía que sería Cohén, es designado por Di-s como Levi, por su negativa en primera instancia, de ir a Egipto y Liderar a Bnei Israel, cuando Di-s se lo había ordenado. 

Los sacerdotes tenían que usar vestiduras especiales para el servicio en el Santuario. Todas estaban hechas de lino blanco y constaban de una camisa, pantalones, cinturón y turbante. El Cohén Gadol o Sumo Sacerdote usaba además las llamadas vestimentas de oro, pectoral y efod, manto y tzitz (banda de la cabeza).

El Sumo Sacerdote se ponía ocho vestimentas en total, número que representaba un nivel de trascendencia, de conexión con lo extramundano. Cada prenda de vestir estaba relacionada con la expiación de las distintas faltas que pudieran ser cometidas por el pueblo. 

Estas vestimentas tenían un profundo significado místico y espiritual, y por tanto, debían ser elaboradas según las instrucciones divinas y por personas sabias, conocedoras de la Torá. 

El pectoral estaba formado por doce cuadros, cada uno con una piedra preciosa que representaba las distintas tribus. Las letras de los nombres de Abraham, Itzjak y Iaacov, estaban distribuidas de tal modo que en cada piedra preciosa había seis letras, lo cual totalizaba el alfabeto, que era necesario para la combinación de los mensajes de urim vetumim. Las matriarcas estabas representadas en las cuatro filas. 

Las seis letras en cada tribu simbolizaban la Creación del mundo en seis días. El total de letras, 72, corresponden a las 72 letras que componen el nombre de Di-s y que sostuvieron la Creación durante la formación del mundo. A la vez, están relacionadas con el versículo olam Jesed Yibané, “el mundo se sostiene en base a la bondad, misericordia”, jesed, que también tiene el valor número de 72. 

Los urim vetumim eran pergaminos en los cuales Moshé había escrito las 72 letras del nombre de Di-s y que hacían que el pectoral se alumbrara para dar respuesta, a través de las diferentes combinaciones de letras, a las consultas o decisiones que afectan a todo el pueblo de Israel o a un tribunal (Beit Din) para la obtención de una sentencia definitiva. 

Estas vestimentas utilizadas por Aharón (y luego por el Sumo Sacerdote del Templo) fueron las mismas que se llevó Nabucodonosor a Babilonia como botín, después de la destrucción del Primer Templo. Son las que el rey Ajashverosh se puso en el festiv que daba para consolidar su poderío y del cual surge toda la historia de Purim, que se celebra el 14 de Adar. 

La donación de las mujeres

Hay una interesante historia con respecto a la intención de las mujeres de donar sus espejos de cobre pulido para la construcción del mishkán (tabernáculo).

Cuando Moisés anunció que se necesitaban donaciones para construir el Tabernáculo, las mujeres llevaron sus espejos de cobre pulido. Moisés no quiso aceptarlos, diciendo que no era apropiado construir una casa para Di-s con elementos de vanidad. Di-s intervino y le dijo a Moisés que los aceptara, ya que no eran símbolos de vanidad sino de sacrificio personal. De no haber sido por esos espejos, hoy no habría pueblo judío: durante los momentos más difíciles de la esclavitud egipcia, las mujeres utilizaban los espejos para embellecerse, coquetear y animar a sus esposos desalentados, provocando de esta manera la continuidad del pueblo judío.

Moisés recibió entonces los espejos y confeccionó con ellos la pileta que contenía las aguas con las que los cohanim purificaban sus manos y pies antes de entrar a realizar el servicio en el Tabernáculo.

Es este un poderoso ejemplo de cómo a Di-s se puede llegar por medio de lo más mundano siempre y cuando se sepa cómo utilizarlo para tal fin.

Extraído del libro “Una voz sin eco” del Rabino Eliezer Shem Tov

Más allá del sí y el no

Cuando intentamos pensar en lo que está más allá o antes de la creación, sencillamente imaginamos una ausencia de todo lo que existe.

En ensayos anteriores (La Burbuja, Realidades Inversas e Intransigencia), describí una creación que incluye mucho más de lo que a menudo aceptamos. Generalmente pensamos al universo como lo que es. Cuando a tientas intentamos pensar en lo que está más allá o antes de la creación, sencillamente imaginamos una ausencia de todo lo que existe. Lo que ignoramos es que esa creación debe incluir todo lo que no existe también. El mismo concepto de existencia binaria- que algo pueda o no existir- tuvo que ser creado.

Esto coloca al Creador de este modelo también en una luz diferente: El Creador origina el mismo concepto de sí y no, ser y no-ser, presencia y ausencia- y está, por consiguiente, más allá de tal. Para Él, todo se reduce a un solo tema: Su acto de crear. Así como Su voluntad sostiene la existencia de las cosas, así también sostiene el mismo concepto de que podrían no existir.

Para ilustrarlo, hagamos una pregunta: ¿Qué pasaría si Él dejara por un momento de mantener la creación? Usted podría contestar que el mundo desaparecería. Algo así como cuando se apaga la televisión o el monitor de la computadora- el mundo que proyectaba ya no está allí. 

El autor del Tania, sin embargo, escribe otra cosa. Él declara que en ese caso el mundo no estaría ausente, sino que nunca habría existido, tal cual era antes de ser creado. La ausencia también es una creación- y ella también habría desaparecido. Tal vez una analogía más cercana es la experiencia de despertarse abruptamente de un ensueño- no sólo nos olvidamos a menudo del ensueño, sino que a veces incluso olvidamos el hecho de que estábamos soñando despiertos. Esa pequeña fracción de tiempo, de hecho, está excluida de nuestra realidad. (Desgraciadamente, puede no estarlo de la realidad de su supervisor.)

Esto presenta la respuesta más refinada al problema planteado en mi último ensayo- el problema de la intransigencia: que Di-s no cambia. Aun cuando Él está involucrado en el mundo e interesado en el resultado de las cosas, ninguno de éstos implica algún cambio en Él. Tú eres Él antes de que el mundo fuera creado, Tú eres Él después de crearse el mundo, recitamos en nuestras plegarias de la mañana. ¿Por qué? Porque para Él, la existencia y la no-existencia son entidades idénticas.

Como escribe el Salmista: Para Ti, la oscuridad y luz son lo mismo. Para nosotros, la luz es algo y la oscuridad es un no-ente- es nada más que una falta de luz. Para Él, sin embargo, energía y ausencia de energía son ladrillos equivalentes en la construcción del mundo.

Extravagante como parezca, en tiempos recientes hemos logrado una comprensión limitada de esta idea. Durante milenios, mentes pensantes consideraban al universo entero compuesto de dos elementos totalmente diferentes: materia y energía. La materia se consideraba esencialmente inerte, sin ninguna otra cualidad inherente salvo la de ocupar un espacio. La energía, por otro lado, se consideraba como una cualidad de las cosas, sin ocupar ningún espacio propio, sin masa ni forma. Simplemente, la materia es la cantidad de las cosas, la energía, la calidad. La energía empuja la materia, la materia reacciona a la energía con movimiento y cambio.

En el mundo de la materia, entonces, la energía no es una cosa- es simplemente una cualidad de las cosas. Viceversa, desde el punto de vista de la energía, la materia es nada más que una obstrucción de energía.

Qué sorpresa, entonces, al descubrir que la materia puede convertirse en energía y viceversa. Más aún, con una nota al pie de página garabateada a propósito en una oscura tesis, esto es exactamente lo que propuso un joven empleado de patentes llamado Albert Einstein. Y nuestro uso de la energía nuclear es lo que lo lleva adelante.

Investigaciones sobre materia y antimateria proporcionan más ejemplos, así como investigaciones con partículas positivas y negativas. Quizás, en el futuro, tengamos evidencia concreta de que el cosmos no es más que un sandwich de pan (es decir: dos rodajas de pan con otra en el medio. Terminaremos proponiendo un modelo de universo donde el delante y el detrás son esencialmente lo mismo- absurdo como parezca.

Cuando lo hagamos, los cabalistas no se sorprenderán. El «Ari» (Rabí Itzjak Luria, un cabalista del siglo 16) describe el proceso de creación como una interacción continua de energía positiva y negativa (luz y vasijas, guilui y tzimtzum), derivados de los dos nombres principales de Di-s, Elokim y Y-ave. Y-ave es el Creador que emana Su luz creativa y Su presencia, Elokim es el mismo Creador en un modo que eclipsa y niega esa luz. Con cada negación (hester), la luz es encaminada hacia abajo, hacia el reino de un mundo inferior. Ese mundo se divorcia completamente del mundo anterior, conteniendo una luz que es oscuridad en relación a la luz anterior.

Eso es todo desde la subjetividad de esas mentes conscientes creadas dentro de este esquema. El proceso de ocultamiento, sin embargo, funciona como un espejo de un único sentido -mirando de arriba hacia abajo, todo está claro como el día. La oscuridad no oculta nada. Cualquiera sea la luz negada, sólo se negó con el fin de recibir. Desde Su perspectiva todo lo que estaba allí al inicio, está allí al final.

Antes de que todos los lectores se pierdan, usaremos una excelente analogía. La mejor para este concepto no viene de la física, sino de la psicología. Pedagogía, para ser más precisos. La analogía es una analogía en sí misma:

Enseñar el abecedario es una cosa, pero digamos que alguien tiene que enseñar algo más profundo. Tomemos un gran filósofo y pongámoslo en un cuarto con unos chicos brillantes pero pesados, que hacen preguntas del estilo: ¿Por qué hay maldad en el mundo? o ¿Cuál es el significado de vida?

El filósofo ha dedicado su vida a examinar estas preguntas. Quizá hasta haya escrito ensayos sobre ellas. Pero eso no va a ayudar mucho ahora, porque estos chicos no van a entender ni una palabra de lo que escribió. No sólo no se contestaran las preguntas si habla de esa manera con ellos, sino que estos chicos estarán totalmente perdidos y resentirán alguna vez haber preguntado.

Ya mismo, este filósofo tendrá que apartar todas esas palabras elegantes y pruebas detalladas y regresar al núcleo esencial del asunto- el punto inicial, despojado, del cual sus ideas se originaron en primer lugar. Una vez allí, puede empezar a vestir ese punto nuevamente- esta vez con ropas muy distintas.

¿Qué tipo de ropas? Ropas con las cuales los niños puedan relacionarse. Ropas que son lejanas a su mundo, pero que se ajustan muy bien al mundo infantil. Puede dar ejemplos de héroes de películas, de béisbol, dulces y helados. Podría construir una historia basada en los personajes y los objetos comunes del mundo de un chico.

Lo interesante es que estas metáforas pueden ser completamente ajenas al concepto que el filósofo intenta enseñar. Pero esto también es parte de su genio- así como es un genio en zambullirse en las profundidades de un problema, resumir un concepto y despojarlo en su esencia, así también es un genio en percibir reflejos de este problema en asuntos cotidianos. Cuando mira una pelota de béisbol, no solo ve una pelota de béisbol, sino que ve el concepto que quiere enseñar. Y por lo tanto, lo puede usar para una metáfora.

Así los chicos tienen una historia, y la razón de esta historia es enseñarles algo. Al principio, pueden escuchar simplemente la historia. Pero luego piensan: «Nosotros le hicimos una pregunta. ¿Por qué él nos contó una historia?» Y se dan cuenta de que hay un significado en la historia. Y siguen pensando y comprenden que algunos de los detalles de la historia no encajan perfectamente—“sobresalen” un poco. Así que estos detalles deben contener significados más profundos. Si se aferran a la historia lo suficiente-cuarenta años, dice el Talmud- y trabajan duramente en ella, pueden llegar a entender las complejidades que su maestro introdujo en ella.

Para los estudiantes, los artilugios de la historia comprenden una capa de vestimentas que cubren una idea. Como las envolturas de un regalo de cumpleaños, la metáfora del helado, la parábola de la pelota de béisbol, el ejemplo de los dulces–todos éstos actúan como envoltorios dentro de envoltorios, capas dentro de más capas de vestimentas, que se filtran hasta que alcanzan la idea.

Pero para el filósofo-cuenta cuentos, el envoltorio es todo transparente. Cuando habla sobre el helado, no piensa en helado–siente la idea que el helado representa. De hecho, no ve solo una simple historia–ve una explicación.

Después de todo, ¿cual es la idea «envuelta» del filósofo, sino su propia mente? La analogía es como la tortuga que vive en una casa hecha de sí misma. Así también, la historia que provee una casa para estas ideas profundas, se construye de la misma creatividad de los autores. La única diferencia es que el contenido detrás de la historia expresa la habilidad de los autores para entender y esclarecer lo que para otros es oscuro, mientras que el proceso de contar una historia expresa su habilidad para resumir una idea y verla de otra forma.

Para el estudiante, la historia del maestro es la mente del maestro envuelta en una historia. Para el maestro es su mente envuelta en su mente.

Ahora, pensemos en este mundo y todo lo que contiene como una gran parábola. Aquéllos que no tienen preguntas, lo toman al pie de la letra. Creen que los artilugios de la historia existen por derecho propio. Ni siquiera ven una historia.

Aquellos que saben que es una historia, la examinan y descubren significados en ella. Empiezan a ver cómo Di-s se comunica con nosotros a través de artilugios de Su mundo. Ven que el agua expresa la bondad infinita, el fuego, poderío infinito, el dulzor de una fruta, sabiduría, los pájaros, la libertad del alma, los peces, la unicidad de la existencia en los mundos ocultos. Esta gente pela las capas exteriores para descubrir dentro, destellos de verdad.

El Gran narrador, sin embargo, mira la historia y solamente se ve a Si mismo pensándose. La energía de la existencia no es nada más que Su sabiduría infinita. Y los filtros y negaciones de esa energía no son nada más que Su poder para encontrar expresión de esa sabiduría en formas finitas. El Poder de Ser y el Poder de No-ser. En la convergencia de ambos, allí está Él en Su Ser esencial.

Tan etéreo como todo esto puede parecer, tiene una gran aplicación práctica. Al ver la vida como una parábola de sabiduría infinita, empezamos a ver las caídas y los moretones en una luz diferente. Ya no son obstáculos en el camino hacia lo que queremos lograr. Como las anomalías que los sabios pusieron intencionalmente en la historia, son densos nudos de luz, esperando que tú los desenredes y descubras la sabiduría del cual están formados.

Por Tzvi Freeman

Justo, retornante y malvado

En esta parshá los iehudim reciben la orden de construir un Mishkan, Santuario, y en las parshiot siguientes la Torá nos relata los detalles al respecto.

Pero, ¿cuándo exactamente tuvieron lugar la orden y la posterior donación de los elementos necesarios para el Mishkán?

De acuerdo al Zohar, el mandato y los correspondientes donativos sucedieron inmediatamente después de la entrega de la Torá, antes del pecado del becerro de oro. La segunda opinión de los Sabios indica, que la orden Divina de la construcción sucedió en Iom HaKipurím, luego del perdón por el pecado del becerro de oro. Una tercer línea de pensamiento dice que la indicación de Di-s fue dicha a Moshe Rabeinu antes del pecado, y Moshé la transmitió a los hijos de Israel sólo luego de Iom Kipur.

TRES SITUACIONES

De acuerdo a estas tres posturas resulta que los judíos se encontraban en tres situaciones distintas al ser encomendada la construcción del Santuario. De acuerdo al Zohar (que dice que la orden fue dada antes del pecado) los iehudím estaban en el nivel de Tzadikim (justos), ya que la salida de Egipto y la entrega de la Torá los limpiaron de todas las impurezas espirituales.

Sin embargo de acuerdo a la opinión de que esto sucedió luego de Iom Kipur, cuando Hashem perdonó el pecado del becerro de oro, los judíos estaban a la altura de Baalei Teshuvá (retornantes)

El tercer punto de vista señala que la orden fue dada antes del pecado y su concreción fue luego de Iom Kipur. Y aunque el pueblo de Israel estaba en la condición de Reshaím (malvados), no se les anuló la orden de construir un Santuario.

TZADIKIM Y BAALEI TESHUVÁ

Partiendo del dictamen talmúdico sobre las opiniones divergentes de los Sabios que “unas y otras son palabras del Di-s Viviente”, de las tres interpretaciones podemos tomar una enseñanza para cada tipo de judío.

El judío que es un Tzadik (justo y piadoso), puede pensar que debido a su nivel tan elevado no debe tener contacto alguno con el mundo material. Es preferible desconectarse de lo terrenal, dedicándose únicamente a temas espirituales. La Torá le ordena entonces, construir un Mishkán!. También un Tzadik debe tomar el oro, la plata, el cobre, etc, siendo elementos materiales y convertirlos en una Casa para Di-s!.

El Baal Teshuvá (retornante) puede pensar, siendo que el materialismo lo hizo caer en sus redes, es preferible aislarse totalmente del mundo, para que no vuelva a desviarse. Viene la Torá y le indica lo contrario, con los elementos mundanos permitidos debe erigir un Mishkán para Di-s, y de esta forma también completará su Teshuvá (retorno), haciendo uso de su relación ya adquirida con el mundo material en aras de la Torá y Di-s.

TAMBIÉN EL MALVADO

Pero aún podemos confundirnos y pensar, que mientras la persona no haya retornado completamente al camino que marca la Torá, queda excluido de construir un Santuario para Hashem. Aquí la tercer opinión nos enseña que, la orden de construir el Mishkán no se anuló siquiera luego del pecado del becerro de oro, y que aún antes de la Teshuvá seguía vigente el mandato de levantar un Santuario para Di-s. Y cómo un malvado puede realizar semejante tarea?. La respuesta es que, cuando se ocupe del estudio de la Torá, y el cumplimiento de las Mitzvot, finalmente la luz que de ellas emana lo conducirá a la senda correcta.

Basado en “Likutei Sijot”, tomo 6, pág 152.

Felicidad: Divino tesoro

Java vino al mundo. Se enredó con una serpiente

Noaj vino al mundo. ¿Qué le pasó? “Bebió del vino y se emborrachó”.

Sara vino al mundo. Descendió y luego volvió a subir, como está dicho: “Y Abram subió de Egipto, él junto con su esposa”.

Por eso, Sara ganó una vida trascendental… esa vida le pertenecía a ella”.

Zohar 1:122b

Este es un pasaje del Zohar, y como se espera de ello, muy enigmático. ¿Cuál es la secuencia? ¿Qué tiene que ver la historia de Java y la serpiente con Noaj y el vino?, y lo mismo con Sara.

La solución al rompecabezas, es que el Zohar nos está contando una historia de felicidad. Hay tres enfoques para la felicidad en el repertorio humano. Dos fallan. Uno tiene éxito.

Una corta historia de felicidad

Java llegó al mundo, inicialmente un paso más allá del mismo. El placer físico y el dolor no eran más que estímulos externos, que proporcionaban información sobre lo que se nece- sitaba hacer y lo que debía evitarse.

Pero Java creía que la felicidad sólo se podría encontrar experimentando el jardín desde adentro, como diciendo: soy yo quien experimenta el placer. Esa es la serpiente primordial, esa sensación de aquí estoy. Y esa es la voz de la serpiente: “¿Soy feliz?”

Es ahí donde empieza toda la confusión.

Una vez que la experiencia se vio envuelta en ego, el placer comenzó a mezclarse con el dolor, el bien se juntó con el mal y la belleza con la fealdad, y así el mundo se convirtió en algo en el que ninguna acción es inocente y simple.

Java, y todos nosotros, caímos desde un estado trascendental a un hoyo de caos.

Luego vino Noaj. El salió de su arca luego del diluvio y vio un nuevo mundo. Advirtió la oportunidad de comenzar nuevamente, de abandonar el error de Java y construir una nueva estrategia para la felicidad.

La solución parecía obvia: bebió vino, se olvidó de todo y estuvo feliz. El problema es, que una vez que el ego aparece, no puede ser olvidado. Así es como funciona la memoria. Esto logró que nuevamente aparezca confusión en un nuevo mundo.

Luego vino Sara. Se encontró con la serpiente cara a cara, en su propio territorio, en la oscuridad de su propia recámara.

La serpiente esencial de esa época era el Faraón, un ser mortal obsesivo con ego y poder. La serpiente le ofreció a Sara la oportunidad de compartir ese poder.

Pero ella se mantuvo unida a Abraham y Di-s. Incluso cuando se encontró en el palacio de Paró, ella reinó y gobernó sobre él. Por esto, Sara alcanzó una vida eterna, porque sanó el daño que Java había hecho en el alma humana. Sara tuvo un hijo, y lo llamó Itzjak, que significa “él reirá”. Su vida estuvo llena de felicidad, y su hijo era un niño de felicidad. Nosotros somos los hijos de ese niño.

Sin Expectativas

Todos queremos ser felices. A veces pensamos que la felicidad llega cuando obtenemos lo que queremos, lo disfrutamos y luego conseguimos más cosas que queremos.

Más enredos con la misma serpiente.

A veces pensamos que la felicidad se logra olvidándonos de nosotros mismos, tanto con el alcohol, drogas, entretenimientos y cualquier otro tipo de escape. Culpemos a Noaj por eso.

Vemos que ninguna de estas estrategias ha funcionado, entonces, ¿qué nos hace felices? Todos sabemos la respuesta, y parece ser una fórmula sencilla: La alegría llega cuando no hay ego entre medio. Aquellos que sienten que merecen todo, nunca estarán satisfechos.

Sin embargo, eso es muy difícil. El ego no es algo que se puede poner y sacar como un sombrero. Es mucho más complicado que cambiar un rasgo en particular, como ser el miedo o el enojo. Eres tú, tu sensación de que existes.

Pero somos los hijos de Sara. Ella nos dejó marcado el camino, y ahora sólo debemos seguir sus pasos. El ego no puede ser ignorado, pero puede ser presentado con un contexto más elevado.

Encuentra una finalidad más elevada en todo lo que haces, un propósito eterno, el objetivo por el cual has venido a este mundo.

Eso es todo lo que eres. De esta manera el ego se convierte en algo irrelevante.

Con el propósito viene la alegría, y la vida te pertenecerá.

Eso es una vida eterna, porque tu propósito es eterno.

Lecciones del Tabernáculo

El Rebe usó como ejemplo el Mishkan, el santuario móvil que acompañó al pueblo de Israel en los viajes a través del desierto.

Dos historias, entonces. 

La primera historia nos retrotrae a unos 50 años atrás. Un joven estudiante de la ieshivá estaba a punto de embarcarse en un viaje y le escribió al Rebe de Lubavitch para una bendición. El Rebe le contestó que aprovechara la oportunidad de hacer algo positivo en cada lugar donde se detendría en su viaje. El Rebe usó el Mishkan, el santuario móvil que acompañó al pueblo de Israel en los viajes a través del desierto, como ejemplo. En cada lugar que acampaban, el pueblo armaba una estructura formidable–que consistía en centenares de partes y requería un ejército de más de 8,000 personas para levantarla –aun cuando se quedaran solamente una noche. Para un judío, concluyó el Rebe, no hay tal cosa como «atravesar» un lugar. Cada momento en la vida tiene «permanencia», en virtud del hecho que la Providencia Divina nos ha guiado a ese preciso tiempo y lugar para un propósito específico.

La segunda historia cuenta sobre un visitante que, al pasar por la casa del gran maestro jasídico Rab DovBer de Mezhritch (fallecido en 1772), se sorprendió de la pobreza que encontró allí. La casa de rabino no tenía muebles, salvo por algunos tablones de madera y bloques que serían de bancos para sus estudiantes durante el día y de camas para su familia por la noche. «¿Cómo puede vivir así?», dijo el visitante. «Yo no soy un hombre rico, pero por lo menos en mi casa usted encontrará, gracias a Di-s, las necesidades básicas: algunas sillas, una mesa, camas…»

«De veras?» dijo Rabino DovBer. «Pero yo no veo ninguno de sus muebles. ¿Cómo se arregla sin ellos?»

«¿Qué quiere decir? ¿Usted cree que yo cargo todas mis posesiones conmigo dondequiera que yo vaya? Cuando viajo, sobrevivo con lo que está disponible. ¡Pero en mi casa–la casa de una persona es una cuestión diferente!».

«Ah, sí,» dijo Rabino DovBer. «En casa, es absolutamente una cuestión diferente…»

Cada judío debe construir un santuario

En esta parshá los iehudim reciben la orden de construir un Mishkan, Santuario, y en las parshiot siguientes la Torá nos relata los detalles al respecto.

Pero, cuándo exactamente tuvieron lugar la orden y la posterior donación de   los   elementos   necesarios para  el Mishkán?

De acuerdo al Zohar, el mandato y los  correspondientes  donativos sucedieron inmediatamente después de la entrega de la Torá, antes del pecado del becerro de oro. La segunda opinión de los Sabios indica, que la orden Divina de la construcción sucedió en Iom Hakipurím,   luego   del   perdón por el pecado del becerro de oro. Una tercer línea de pensamiento dice que la indicación   de   Di-s   fue   dicha   a   Moshe Rabeinu antes del pecado, y Moshé la transmitió   a  los   hijos de   Israel   sólo luego de Iom Kipur.

TRES SITUACIONES

De acuerdo a estas tres posturas resulta que los judíos se encontraban en tres   situaciones   distintas   al   ser   encomendada la construcción del Santuario. De acuerdo al Zohar (que dice que la orden fue dada antes del pecado) los iehudím   estaban en el  nivel de Tzadikim (justos), ya que la salida de Egipto   y   la   entrega   de   la   Torá   los limpiaron de todas las impurezas.

Sin embargo de acuerdo a la opinión de que esto sucedió luego de Iom Kipur, cuando Hashem perdonó el pecado del becerro de oro, los judíos estaban a la altura de Baalei Teshuvá (retornantes)

El tercer punto de vista señala que la orden fue dada antes del pecado y su concreción fue luego de Iom Kipur. Y aunque el pueblo de Israel estaba en la condición de Reshaím (malvados), no se les anuló la orden de construir un  Santuario.

TZADIKIM Y BAALEI TESHUVÁ

Partiendo del dictamen talmúdico sobre las opiniones divergentes de los sabios “Unas y otras son palabras del D-os Viviente”, de las tres interpretaciones   podemos   tomar   una   enseñanza para cada tipo de judío.

El judío que es un Tzadik (justo y piadoso), puede pensar que debido a su nivel tan elevado no debe tener contacto alguno con el  mundo  material.   Es preferible desconectarse de lo terrenal, dedicándose únicamente a temas espirituales. La Torá le   ordena   entonces, construir   un   Mishkán!.  También  unTzadik debe tomar el oro, la plata, el cobre, etc, siendo elementos materiales y convertirlos en una Casa para Di-s!.

El Baal Teshuvá (retornante) puede pensar, siendo que el materialismo lo hizo caer en sus redes, es preferible aislarse totalmente del mundo, para que no vuelva a desviarse. Viene la Torá y le indica lo contrario, con los elementos mundanos permitidos debe erigir un Mishkán para Di-s, y de esta forma también completará su Teshuvá (retorno), haciendo   uso   de   su   relación   ya adquirida con el mundo material en aras de la Torá y Di-s.

TAMBIÉN EL MALVADO

Pero aún podemos confundirnos y pensar, que mientras la persona no haya retornado completamente al camino que marca la Torá, queda excluido de construir un Santuario para Hashem. Aquí la tercer opinión nos enseña que, la orden de construir el Mishkán no se anuló siquiera luego del pecado del becerro de oro,   y   que   aún   antes   de   la Teshuvá seguía vigente el mandato de levantar un Santuario para Di-s. Y cómo un malvado puede realizar semejante tarea?.

La respuesta es que, cuando se ocupe del estudio de la Torá, y el cumplimiento de las Mitzvot, finalmente la luz que de ellas emana lo conducirá a la senda correcta.

¿Estás celoso?

El décimo y último de los Diez Mandamientos de la Torá dice: “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro, ni a nada que le pertenezca a tu vecino” (Éxodo 20:14)

La estructura de este versículo parece extraña. Al principio, la Biblia especifica seis cosas que no debemos codiciar “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro”. Pero luego, al concluir el versículo, la Biblia establece:“Ni nada que le pertenezca a tu vecino” ¿Por qué es necesaria la redundancia? ¿Por qué no establecer de una “No codiciarás nada que le pertenezca a tu vecino”, que incluye todo? Y si la Torá no quiere fiarse de las generalizaciones y quiere especificar los detalles, entonces ¿por qué no especifica algunas cosas y luego se vuelca a la generalización, “Y todo lo que le pertenezca a tu vecino?”

En hebreo, la palabra utilizada para “nada” y “todo” es la misma. “Kol”. Por lo tanto, el ver-sículo también puede ser traducido como “No codiciarás la casa del tu vecino; no codiciarás a la esposa de tu vecino, ni a su sirviente, ni a su sirvienta, ni a su buey, ni a su burro, ni todo que le pertenezca a tu vecino”. Al concluir el versículo con estas palabras, la Torá no nos está ordenando “no codiciar”, sino, nos está ayudando a alcanzar este estado difícil de conciencia.

¿Cómo puedes demandarle a alguien que no esté celoso? Cuando voy a tu casa y observo tu estilo de vida, ¿Cómo no puedo ponerme celoso?

La respuesta es: “No codicies todo lo que le pertenezca a tu vecino”. Lo que la Torá está insinuando es que de hecho es fácil codiciar la casa y la esposa de tu vecino, sus sirvientes, su buey y su burro; pero lo que debes preguntarte es: ¿estoy celoso de “todo lo que le pertenece a mi vecino”? ¿Estás preparado de asumir su vida completamente? ¿De ser él?

No puedes ver a la vida como miríadas de eventos incoherentes y experiencias. No puedes arrancar un aspecto de la vida del otro y decir: “Hubiera deseado su matrimonio, su casa, su carrera, su dinero…”.

La vida es una experiencia holística e integrada. Cada vida, con sus bendiciones y desafíos, con sus obstáculos y oportunidades constituyen una sola historia, una historia que comienza con el nacimiento y finaliza con la muerte. Cada experiencia en la vida de uno representa un capítulo de nuestra historia individual y no tenemos el lujo de arrancar un capítulo de la historia de otro sin tomar la historia completa.

Cuando aíslas uno o pocos aspectos de la vida de otro, es natural sentirse celoso. Pero cuando te das cuenta de “todo lo que le pertenece a tu vecino”, tu percepción se altera. ¿Realmente quieres adquirir todo lo que le sucede en la vida?

Así que la próxima vez que sientas celos por la vida de otro, pregúntate si realmente quieres ser el otro.

Ralph Waldo Emerson estaba en lo cierto cuando observó que “La envidia es ignorancia”

La esencia de la Tora fue entregada a las mujeres

En esta Parsha la Torá nos relata la entrega de la Torá en el Monte Sinai, por medio de Moshé Rabeinu. Los judíos escucharon allí los Diez Mandamientos.

Cuando iba a ser entregada la Torá, Di-s le dijo a Moshé: Así hablaras a la casa de Iaakov y dirás a los hijos de Israel. Quien es la Casa de Iaakov?, nos contesta el Midrash: se refiere a las mujeres. El Midrash agrega que con respecto a los hombres está escrito y dirás, que denota dureza, en cambio a las mujeres hablaras debía dirigirse de una manera blanda y delicada.

Pero esta no es la única diferencia. El Mejilta señala otro punto: Di-s le ordenó a Moshé entregar a las mujeres los lineamientos generales de las mitzvot (preceptos), y a los hombres los detalles de las mismas.

BASES Y REGLAS

A primera vista podríamos pensar que con esto se desvaloriza a la mujer: se le habla de una manera delicada, y además se le entrega los preceptos de una forma sucinta, partiendo de la base de que no podrían profundizar ni entender demasiado los pormenores de la Torá. Pero cuando analizamos lo que dice el Mejilta, comprenderemos todo de un modo distinto. Encabezamiento de los preceptos no se refiere a la parte fácil sino a la base esencial y las reglas fundamentales. Es decir, Hashem le ordenó a Moshé entregar a las mujeres las bases y normas de la Torá de las cuales se desprenden todos los detalles de las leyes judías que luego debían ser transmitidas a los hombres.

LA VIRTUD DE LA MUJER

Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torá. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros Yo Soy Di-s… y No tendrás otros dioses son el núcleo esencial de la Torá. El primero es la rama de los 248 preceptos de hacer y el segundo de los 365 de no hacer (véase Tania I Cáp. 20). Vemos pues que la regla general constituye la esencia de toda la Torá.

Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torá. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torá destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torá .

LA FE ILUMINA

La razón de lo antedicho es que en la mujer brilla la luz de la fe y el temor a Di-s de manera más revelada. Hashem creó a la mujer de manera tal que el intelecto no se superponga a su personalidad, impidiendo así que su fe se vea tapada y debilitada. Es por eso también que la mujer está ligada a la esencia de la Torá. Y por eso también la pertenencia al pueblo de Israel depende de la madre y no del padre.

Esta virtud está relacionada también con la Redención del Mashíaj. Así como en la salida de Egipto los judíos fueron liberados de la esclavi- tud por el mirito de las mujeres judías de esa generación (como lo explican nuestros Sabios), de la misma manera, como en los días que saliste de Egipto os mostrará maravillas, también el Mashíaj vendrá en merito de las mu- jeres de Israel. Entonces podremos estudiar la Torá del Mashíaj, quien nos revelará a todos la regla general de la Torá, la esencia más íntima de la Torá, muy pronto en nuestros días.

Likutei Sijot, Tomo 31, Pág. 93.

El altar y el respeto al prójimo

Al final de la Parshá itró, la Torá advierte a los cohanim (sacerdotes) que no suban al altar por medio de escalones (y que lo hagan por una rampa inclinada): “Y no subirás a Mi altar por medio de escalones”.

¿A qué se debe? La Torá explica la prohibición: “Para que no se destape la vergüenza sobre él” (el altar). Al subir por escalones, los pasos son más abiertos y esto genera una situación que lindera con descubrir las partes íntimas (los cohanim usaban pantalones por eso sólo lindaba), acto que no es respetuoso de las piedras del altar.

De aquí se aprende una enseñanza en lo que respecta a la conducta con el semejante, como Rashi dice basado en el Midrash: “si tratándose de estas piedras que no poseen conciencia, la Torá dijo que puesto que poseen utilidad, no debes conducirte con ellas con una conducta irrespetuosa, tu compañero- que está hecho a imagen de tu Creador, y él se molesta si es avergonzado- cuántas veces tanto (debes ser cuidadoso y respetuoso)”.

LAS PIEDRAS NO PERCIBEN

Surge aquí la pregunta: ¿Acaso el hecho de que está prohibido avergonzar al otro debemos aprenderlo infiriéndolo de las piedras del altar? ¿No se trata acaso de algo sencillo y lógico que incluso es consecuencia obligada del precepto “amarás a tu prójimo como a ti mismo” y de otras prohibiciones de la Torá?.

Sólo que aquí aprendemos un detalle especial. Ante todo, las piedras no sienten el desprecio. En segundo lugar, no se trata aquí de una conducta libertina e irreverente(algo que está prohibido en toda la extensión del Templo), sino en subir escalones de manera tal que puede interpretarse o parecer como una “conducta irreverente”. Y si incluso un acto como éste está prohibido para con las piedras, cuánto más se debe ser cuidadoso con algo similar frente al prójimo.

INFERIRLO DEL ALTAR

Hay una opinión en el Talmud, que la obligación de resarcir al prójimo por una ‘vergüenza’ causada es sólo cuando el afectado sintió la vergüenza. Pero si, por ejemplo, “lo avergonzó mientras dormía y falleció”, es decir, que no tuvo oportunidad de enterarse de lo ocurrido puesto que falleció inmediatamente- en este caso quien avergüenza está exento de pagar (a los herederos) por la ‘vergüenza’.

Y es aquí donde inferimos de las piedras del altar, que incluso cuando el avergonzado no está enterado del incidente irreverente, e incluso cuando quien avergüenza no realiza un acto de irresponsabilidad concreta, sino tan sólo una acción que puede ser interpretada como una falta de respeto- también de ello uno debe ser cuidadoso.

RESPETO AL CIELO

En las palabras de Rashi hay aquí una alusión a una mirada más profunda de la prohibición de avergonzar al prójimo. Rashi enfatiza que tu compañero “está hecho a imagen de tu Creador”. Siendo que todo hombre fue creado a imagen del Altísimo, cuando se atenta contra el prójimo también se atenta contra Di-s. Y siendo que hashem ve y escucha todo, a pesar de que el prójimo no es consciente del golpe, esto no reduce la gravedad del acto frente a hashem.

Y si es así en lo negativo, cuánto más es en lo positivo: cuando nos conducimos con amor de Ahavat israel y respetamos al prójimo, hay en ello una expresión de amor a Di-s y respeto del Cielo. Este amor a su vez, despierta y revela el amor del Altísimo al pueblo de israel, y esto eleva el honor del pueblo judío también a los ojos de las naciones y trae la verdadera y completa redención, realmente de inmediato.

(Likutei Sijot tomo 21 Pág. 119)