Algo a cambio

En los tiempos de la guerra de Rusia‐Japón, todos aquellos miembros de la reserva que poseían tarjetas rojas eran llamados al ejército y enviados al frente de inmediato.

Entre ellos se hallaba el jasid Reb Mendl Dovid Gurvitz, melamed‐maestro‐ de Viliz, que ya estaba casado y tenía hijos pequeños. Con una gran preocupación viajó a Lubavitch para ver al Rebe Rashab.

El Rebe lo bendijo: “¡Que el Altísimo te libere de sus manos!” Rabi Mendl no se contentó con la respuesta y le dijo: “Rebe, es mi deseo que me de su palabra de que será así”. “No puedo prometerte” dijo el Rebe y repitió la bendición.

Nuevamente, Reb Mendl dijo: “Rebe, sé que vuestro padre, el Rebe Maharash, aseguró su bendición a alguien, y esta se cumplió” El rostro del Rebe se enrojeció y le respondió: “Mi padre podía dar su palabra, pero yo no puedo hacerlo”.

El jasid no se dio por vencido hasta que finalmente el Rebe le dijo: “¡El Altísimo te liberará de sus manos!” Reb Mendl Dovid regresó a su hogar feliz y se preparó para presentarse al ejército.

El lugar de enrolamiento era enorme y estaba colmado de gente. Cada uno llegaba con su mochila y era enviado al frente de inmediato. El oficial a cargo tenía la lista de los reclutas en sus manos. En instantes debía hacer la revista de todos los conscriptos.

De pronto salió de su oficina y preguntó: “¿Quién es Gurvitz Mendl?” Cuando Reb Mendl se acercó, el oficial le dijo: “Puedes regresar a tu casa. En pocos días ven a buscar el certificado de excepción”. Reb Mendl no entendía lo que sucedía. Desde su audiencia personal con el Rebe sabía que obtendría su salvación, pero nunca pensó que sería de manera tan inmediata. 

Investigó acerca de lo sucedido y supo la verdad: El oficial a cargo vivía desde hacía muchos años en Viliz, en una casa alquilada. El dueño de la vivienda era un judío de Riga. Después de la muerte del propietario, sus hijos venían cada tres años para renovar el contrato. 

En Viliz había varios interesados en alquilar la residencia e incluso de aumentar la renta. Cuando los propietarios llegaron a Viliz y escucharon las nuevas ofertas, le dijeron al oficial que debía dejar la casa.

 El militar no deseaba mudarse ni aumentar el pago. 

Entonces presentó la siguiente propuesta: “Permítanme permanecer en la casa, con el mismo alquiler, y a cambio de ello les ofrezco lo siguiente: en unos días realizaremos un alistamiento masivo y seguramente muchos judíos estarán obligados a enrolarse. Les prometo liberar por lo menos a un judío”. 

Los propietarios estuvieron de acuerdo y renovaron el contrato. El oficial deseaba cumplir de inmediato con su palabra y ya que conocía a todos los habitantes de Viliz, decidió expedir a Reb Mendl de inmediato. (Likutei Sipurim)

Conociendo al Miteler Rebe

El 9 de Kislev es el cumpleaños y Iortzait de Rabi Dover, 2do Rebe de Jabad.

Rabi Dovber nació y falleció el mismo día, 9 de Kislev (5534‐5588).

Un día después, el 10 de Kislev, recordamos una importante fecha en su vida‐ el día de su liberación, luego de haber sido arrestado debido a una calumnia.

También en él encontramos un epítome de ambos conceptos. Por un lado, elevó inmensamente la profundización en la filosofía jasídica, logrando que cuando dos jasidim se encontraban, dialogaran sobre el concepto básico que expresa la nulidad del mundo frente a su Fuente Divina.

Por el otro, se dedicó a reunir fondos para los iehudim en la Tierra de Israel, y además promovió el asentamiento de judíos en aldeas (dentro de Rusia) para que se dedicasen a la agricultura e industria.

El mismo fue el primero de los Rebes que se mudó a Lubavitch. Esta línea de conducta expresa la verdad completa, pues une todos los extremos. Un sistema que se dedique únicamente a temas espirituales o solamente a temas terrenales, no puede ser verdad.

La verdad debe abarcar todos los aspectos de la vida, los del espíritu y los de la materia. En Rabi Dovber confluyen ambos conceptos: la gigantesca estatura espiritual, reflejada en la inconmensurable sabiduría de la Torá y el Jasidut. Y junto con esto, el interés por los más ínfimos detalles de los problemas que acosaban al iehudí, o a la comunidad toda.

• Cierta vez dijo Rabí Dovber de Lubavitch a Rabí Itzjak de Homil: “Tengo en mente un tema de Jasidut que ocuparía 1000 páginas, ¿qué crees? ¿Lo expreso oralmente o lo escribo?”. No se sabe qué le contestó.

• Dijo el Rebe Maharash: “Mi abuelo, Rabí Dovber escribía sus discursos jasídicos a una velocidad asombrosa y con letras muy apretadas. Cada página contaba con 50 o 60 renglones y cuando llegaba al final de ella todavía no se había secado el principio del párrafo. Todo esto es debido a que su mano estaba unida a la fuerza del pensamiento y con la rapidez del mismo escribía”

• Rabí Mordejai de Babroisk viajaba anualmente para la festividad de Sucot a visitar al Miteler Rebe, Rabí Dovber de Lubavitch. Debido a que era un importante huésped se alojaba en la casa del Rebe e inclusive estudiaban juntos en las horas de la madrugada, y al amanecer, Rabí Dovber comenzaba la Tefilá de Shajarit que se prolongaba hasta las cuatro de la tarde. Cada año, al comenzar a estudiar nuevamente, el Rebe le decía a Rabí Baruj Mordejai: “Nu, ¿en qué estábamos?”, y continuaba estudiando como si hubieran interrumpido el tema el día anterior…

• Cuando se estaba por imprimir uno de los libros del Miteler Rebe, le preguntaron al Tzemaj Tzedek qué calificativo ponerle. El Rebe indicó que coloquen el término “humilde” que no significa sumiso sino alguien con personalidad.

• Cierta vez, el Miteler Rebe, Rabí Dovber, estaba con el famoso Jasid Rabí Itzjak Aizik de Homl, en Jol HaMoed Pesaj. Los Jasidim jóvenes se quejaron al Rebe que Rabí Itzjak Aizik no se dedicaba tanto a ellos y se recluía en sí mismo. El Rebe le preguntó a Reb Aizik: “¿Por qué no te acercas a los muchachos y estudias con ellos Jasidut? Respondió Reb Aizik: “Si no tengo siquiera tiempo de ocuparme de mí, ¿cómo puedo entonces, dedicarme a los demás? Rabí Dovber le dijo: “Aizl, Aizl, tienes que hacer como yo. Cuando veo que conmigo mismo no puedo ya lograr nada en absoluto, trato por lo menos de hacer un bien al prójimo”.

Un accidente beneficioso

Es viernes por la tarde en París. 

Se acerca Shabat, así que tomo mi motocicleta y me dirijo a casa. 

Vivo en Francia, y soy el emisario de Jabad en S. Maur-des-Fossés, una pequeña ciudad al sur de París. 

Está lloviendo a cántaros, y las calles están resbaladizas. Aminoro la velocidad, ajustando mi casco. 

De pronto, noto un auto deportivo que entra en la intersección. El conductor no me ve y está acercándose a toda velocidad. 

La situación es peligrosa, y mi corazón comienza a latir muy fuerte. ¿Qué hago? Frenar en el pavimento mojado a 80 km/h es bastante arriesgado. Estoy en peligro de volcar. ¿Continúo? El choque es inevitable. 

Freno rápidamente. La motocicleta se patina y yo me caigo al suelo. Espero a que se acerque el auto. ¿Son estos mis últimos momentos? 

Silencio. Un auto frena y bloquea la calle. Me busco heridas. Gracias a Di-s, estoy bien. Intento salir de la calle. 

Una mujer corre hacia mí. “¿Está bien?”, me pregunta en francés. “¿Puedo ayudarlo?” 

“Creo que estoy bien”, respondo, quitándome el casco. Ella parece sorprendida..Quizá no esperaba ver un hombre barbudo. No hay muchos en París. 

“¿Está todo bien?” pregunta nuevamente, esta vez en Hebreo. Ahora yo me sorprendo. 

Ella se presenta como Madam Katia Dahan. “Vivo aquí cerca y justo estaba pasando por aquí”, dice. “No esperaba ver a un judío, mucho menos a un rabino”. 

“¿Y el hebreo?”, pregunto. 

“Ah, eso es por los viajes a Israel hace años”, dice. 

Katia quiere hablar, pero yo me disculpo y le explico, “Es casi Shabat, y debo llegar a casa”. 

Katia está sorprendida de escuchar que el Shabat se acerca. Su reacción me sorprende. Casi 400.000 judíos viven en ese barrio; es difícil no saber que hoy es la víspera de Shabat. 

“¿Prendes velas de Shabat?”, pregunto. 

Katia otra vez más me ve con aquella mirada extraña en sus ojos. Murmura, “No”. 

“¿Puedo invitarte a nuestra casa para Shabat?”, le ofrezco. 

“¿Cuál Shabat?”, pregunta con sorpresa 

“Esta noche”, respondo. 

Una sonrisa se asoma “No creo que pueda ir hoy de noche, pero estaré feliz de ir otro Shabat”, dice. Intercambiamos números de teléfono, y nos despedimos. 

Katia no vino aquella noche, ni el otro Shabat. Y yo no podía encontrar su número, a pesar que había intentado localizarla. 

Pasaron cuatro meses. 

Una mañana, recibí un mensaje de texto de un número desconocido. 

Momentos más tarde, mi teléfono comenzó a sonar. 

“¿Rabino? Es Katia Dahan. ¿Se acuerda de mí?” 

“¡Por supuesto! Todavía te estamos esperando para Shabat” 

“¿Cuándo puedo ir?” “Por favor, ven este Shabat” 

Aquél viernes de noche, Katia fue uno de nuestros invitados. Estuvo muy emocionada durante toda la comida. 

Muchos me preguntaron quién era ella. Les conté la historia del accidente. Dije: “Pueden decir que ella era un mensajero de Arriba que vino a ayudarme durante aquellos momentos tan tenebrosos” 

Katia nos miró con una sonrisa y dijo, “Pienso que es hora que ustedes escuchen mi versión…” 

“Tengo 45 años y vivo sola. Tengo una hermana y una madre, con quienes no hablo desde hace veinte años. 

“Es difícil estar soltera, especialmente para una mujer judía. Mis padres eran tradicionalistas; hacíamos Kidush, celebrábamos las festividades, y ayunábamos en Iom Kipur. Pero desde que vivo sola, he dejado de ser observante. 

“Cuando vives solo, es difícil hacer Kidush porque no tienes familia con quien compartir las comidas. Es difícil ir solo a la sinagoga. Ni siquiera tenía amigas judías. 

“Hace unos dos años, luego de haberme desconectado del judaísmo, quise retornar mi religión. Decidí encontrar un empleo en un ambiente judío. De esa manera, me haría de amigos nuevos, y quizá me invitaran a pasar Shabat y las festividades. 

“Encontré un empleo en una zapatería en Pilatzel. Todos los trabajadores eran judíos, y yo me hice amiga de ellos. 

“Pero había un problema…Shabat. Los viernes, solían desearse uno al otro “Un Buen Shabat”, y los lunes se preguntaban cómo había ido el Shabat. Pero nadie me prestaba atención. Cada semana, esperaba ser invitada, pero cada semana me traía más y más desilusión. 

“Ha pasado casi un año… ¿Puede ser que los judíos no te acepten más?”, me preguntaba. “¿Cómo pueden ser tan desconsiderados?” 

La voz de Katia se ahogó de emoción, “Me enojé mucho con los judíos y con el judaísmo. Decidí que no era para mí. Dejé el empleo de la zapatería y encontré otro. 

“Pero aún había un problema…Shabat. Cada viernes de noche, recordaba el Shabat de mi infancia…las velas, el Kidush….pensé, “¿Cómo puedo frenar estos recuerdos?” 

“Decidí encontrarme algo para hacer los viernes de noche. Encontré un anuncio del coro de la iglesia, buscando cantantes para los viernes por la noche” 

El silencio prevaleció en la mesa. “Me aceptaron en el coro, y ya ha pasado un año desde que comencé a cantar en la iglesia los viernes de noche. Con una triste sonrisa, agregó, “Llego a mi casa tan cansada, que no tengo tiempo de pensar en el Shabat. 

“Todo estaba tranquilo, hasta aquél viernes”, continuó Katia, “cuando vi a la motocicleta rodando por la acera. Corrí a ayudar al conductor y me impacté cuando me recordó que era la noche del Shabat ¡y que me invitaba a su casa! ¡Y ni siquiera me conocía! 

“¿Piensa que me mandaron para usted?”, concluyó Katia. “Yo creo que fue a usted a quien mandaron, para traer de vuelta a mi alma”. 

Katia ya no canta más en la iglesia. Ella pasa todas las noches de los viernes con nosotros o con alguna otra familia de Jabad. 

Así que no fue un accidente de motocicleta cualquiera después de todo.

El borracho de Iom Kipur

Según como lo contó Yanki Tauber

Aquellos que llegaron temprano a la sinagoga de la aldea en la noche de Iom Kipur, pudieron notar a aquel hombre durmiendo en la punta de la sinagoga. Sus sucias vestimentas y el fuerte olor a alcohol, determinaban la causa de su sueño a esa hora. ¿Un Judío borracho en la noche del Día Sagrado? Varios de la sinagoga incluso sugirieron que lo echaran de allí.

Muy pronto, el lugar se empezó a llenar, y el borracho dormido casi ni se veía dentro de la multitud. Mientras el sol desaparecía por debajo del horizonte, la multitud quedó en silencio. El Rebe entró, y fue a su lugar en la pared que daba al este. Con una señal del Rebe, el Arca fue abierta, y el Gabai comenzó a sacar los rollos de Torá en preparación al servicio de Kol Nidrei.

Ese fue el momento que el borracho eligió para levantarse, subir las escaleras que dirigían a la plataforma en el centro de la habitación donde se leía la Torá, y anunció: “Neum ata horaita”. Aparentemente, el lugar lleno de gente, los rollos de Torá siendo llevados desde el Arca abierta, visto a través de la borrachera, le pareció que era el comienzo de las hakafot de Simjat Torá. El borracho estaba confundiendo el momento más solemne del año con la ocasión mas alegre.

La multitud escandalizada estaba a punto de sacar al hombre de la habitación, cuando el Rebe se dio vuelta y dijo: “Déjenlo. Para el ya es el momento de las hakafot. El ya está ahí”.

La noche siguiente, cuando el Rebe estaba sentado con sus jasidim en la comida festiva luego del ayuno, les contó la historia de Reb Shmuel, el borracho de Kol Nidrei.

En la mañana de la noche del Día Sagrado, Reb Shmuel había escuchado de un judío, que, junto con su esposa y seis hijos, habían sido encarcelados por no pagar el alquiler del establecimiento. Reb Shmuel fue al noble para pedir por su liberación, pero el noble se mantuvo firme en su negativa. “Hasta que no vea cada centavo que se me debe”, juró: “que el Judío y su familia se queden donde están. Ahora sal de aquí antes de suelte a mis perros”.

“No puedo permitir que una familia judía esté en un calabozo en Iom Kipur”, dijo Reb Shmuel, y se dispuso a reunir la suma requerida, determinado en lograr su puesta en libertad antes del atardecer.

Durante todo el día fue de puerta en puerta. La gente dio generosamente para un judío en necesidad, pero por la tarde, a Reb Shmuel todavía le faltaban 300 rublos para llegar a la suma requerida. ¿Dónde iba a encontrar una gran suma de dinero a esas horas?. Pasó por una taberna y vio un grupo de jóvenes bien vestidos sentados y bebiendo. Estaban jugando a las cartas, y una pila considerable de billetes, monedas de oro y plata se habían acumulado sobre la mesa.

Al principio dudó en acercarse: ¿Qué puede uno esperar de judíos que pasan la víspera del Día Sagrado bebiendo y jugando en una taberna? Pero al darse cuenta de que eran su única esperanza, se acercó a su mesa y les habló de la difícil situación de la familia en prisión.

Estaban a punto de mandarlo con las manos vacías, cuando a uno de ellos se le ocurrió una alegre idea: ¿no sería divertido conseguir un Judío piadoso borracho en Iom Kipur?. Llamó a un camarero, y le pidió un vaso de vodka. “Beba esto de un trago”, le dijo a Reb Shmuel, “y te daré 100 rublos”.

Reb Shmuel miró a través del vaso que le había puesto delante de él al fajo de billetes que el hombre sostenía bajo su nariz. Aparte de un sorbo de lejaim en Shabat y en casamientos, Reb Shmuel bebía sólo dos veces al año, en Purim y Simjat Torá, con el fin de que el cuerpo se alegre junto con el alma. Y la cantidad de vodka en el vaso, era más de lo que consumía en ambas ocasiones combinadas. Reb Shmuel levantó el vaso y bebió su contenido.

“¡Bravo!”, gritó el hombre, y le entregó los 100 rublos. “Pero esto no es suficiente”, dijo Reb Shmuel, con su cabeza empezando a sufrir las consecuencias de la bebida. “Necesito otros 200 rublos para que la familia pobre salga de la cárcel!”

“Un trato es un trato!”, gritaron. “Cien rublos por vaso!. ¡Camarero! Por favor, rellene este vaso para nuestro compañero!”

Luego de dos litros y 300 rublos, Reb Shmuel salió tambaleándose de la taberna. El alcohol es su cabeza era ajeno a todo, a las miradas de sus paisanos corriendo en sus últimos preparativos para el Día Sagrado, al ladrido de los perros feroces del noble, a las lágrimas de alegría y gratitud de la familia redimida, excepto a la tarea de entregar el dinero al noble y encontrar su camino a la sinagoga. Porque sabía que si primero iba a su casa para comer algo antes del ayuno, no lograría llegar a la sinagoga para Kol Nidrei.

“En Rosh Hashaná”, el Rebe concluyó su historia, “nos presentamos a la Soberanía de los cielos y proclamamos a Di-s Rey del universo. Hoy hemos ayunado, orado y arrepentido, trabajando en traducir nuestro compromiso con Di-s a un pasado refinado y un mejorado futuro. Ahora nos acercamos a Sucot, en que nos alegramos por los logros de los “días de Temor” a través de las mitzvot especiales de la festividad, una alegría que llega a su clímax en la hakafot de Simjat Torá. Pero Reb Shmuel ya está ahí. Cuando anunció el inicio de las hakafot en Kol Nidrei, la noche anterior, no se trataba de un “error”. Para nosotros, Iom Kipur estaba empezando, para él, ya era Simjat Torá…. “

La revelación

Una vez tuve una revelación Divina.

Estaba en el día sagrado de Rosh Hashaná, pero no estaba en el shul (Sinagoga). Estaba en un hospital- en una mañana muy húmeda- en un estéril y deprimente departamento de rehabilitación de geriatría, dónde unas bobes (abuelas) viejitas se habían reunido para oír el sonido del Shofar.

Todos los años hago esto- hago sonar el Shofar en los hospitales. Todos los años por lo menos una persona llora.

Este año había una bobe que no parecía tan anciana. El sólo hecho de ver un Shofar la llenó de excitación. Ella vertió en mí los recuerdos de su niñez. Parecía que el pasado se había despertado en ella. Había crecido rodeada del calor y el espíritu del Jasidut, e incluso aquí en Vancouver éste nunca la había dejado.

Ella recitó la bendición y yo empecé a soplar el Shofar, suave pero claramente. Las lágrimas empezaron a salir. Estoy acostumbrado a ello. Pero cuando terminé, era obvio que Di-s estaba allí en el cuarto. Porque ella estaba hablando con él.

“¡Oy, ziser G-t! ¡Taire, ziser G-t! ¡ Main zizer G-t!” 

Estaba llorando y estaba sosteniendo a Di-s en sus manos. Las manos de una bobe anciana que sostiene a un infinito y eterno Di-s.

Ella lo llamó “zis”. Yo nunca había oído algo semejante. Había oído “Zis” aplicado a los postres y a los nietos. Los Salmos de Rey David y el Cantar de los Cantares hablaban sobre el Omnipotente de esa manera. Pero ésta era una anciana bobe. Su voz tenía ese tono de amor y compasión, y sin embargo estaba llena con temor. Ella lloraba con aflicción, con alegría, con dolor, con anhelo y sus palabras eran dulcemente exultantes.

No puedo traducir las palabras que dijo. No funciona en español: “Mi estimado dulce Di-s”. No sucede nada.

Porque en español usted no habla con Di-s de la manera que una esposa habla con su amado esposo, un marido que se marchó en un largo viaje y que nunca supo si volvería, y usted ahora está de repente en sus brazos. Como una madre habla con sus pequeños y dulces hijos. Como la charla de una hija con su padre, que sabe que nunca la abandonará. Todos en uno.

En español no hay tal cosa. Pero en el idish de su niñez, ella podía decirlo.

Para mí, sus lamentos quebraron las más profundas exploraciones de los filósofos, haciéndolos estallar como un niño hace estallar las burbujas en el aire, como las sombras desaparecen en la solana. No tenían ningún significado aquí. Son sólo ideas. Éste es Di-s. La cosa real. Ésta fue la revelación. Algo que las ancianas bobes recuperaban. Algo que habíamos perdido. Casi.

Tenía que irme al shul. Ella todavía estaba empapada en lágrimas. Descubrí que yo estaba sonriendo. Usted pensará que soy insensible, pero estaba indefenso ante esta pro

funda y estimulante alegría que brotaba desde adentro.

Ella lloraba. Yo estaba lleno de alegría. ¿Por qué no? Yo había visto a Di-s cara a cara.

Al Unzer 

zisser G-t.

De Tzví Freeman

Un alma nueva

Baruj era un seguidor del Baal Shem Tov. Su esposa, Rivka, era una estudiosa de la Torá, inusual para las mujeres de aquellos días. Rivka y Baruj fueron a ver el Baal Shem Tov, para pedir su bendición para tener un hijo.

El cumpleaños del Baal Shem Tov era el 18 de Elul. En la seudá de ese día auspicioso, el Baal Shem Tov bendijo a Baruj y Rivka y les prometió que, exactamente un año más tarde, serían padres de un niño.
Ellos pasaron las Altas Fiestas con el Baal Shem Tov en Medzibosz. Antes de partir, el Baal Shem Tov les repitió su bendición, y Rivka prometió que iba a consagrar a su hijo a la difusión de la Torá y el jasidut. Rivka decidió intensificar sus estudios de Torá, y le pidió a su cuñada, Devora Lea, orientación respecto a la oración y el estudio durante su embarazo previsto.

Seis meses más tarde, Baruj fue a Medzibosz, para informar al Baal Shem Tov que su esposa estaba embarazada. El Baal Shem Tov le deseó “Mazal Tov” y le dio ciertas instrucciones para transmitir a su esposa.

El día 18 de Elul (ese año un miércoles), en su cumpleaños, el Baal Shem Tov mostró una alegría extraordinaria. Dirigió personalmente las oraciones con melodías alegres. Estaba claro que el Baal Shem Tov estaba observando aquel día como un día especial de fiesta. Durante la comida que siguió a la oración, el Baal Shem Tov dijo a sus discípulos:
Hoy, una nueva alma descendió a la tierra, un alma que iluminará el mundo con la parte revelada y las enseñanzas esotéricas de la Torá, y con éxito difundirá el camino del jasídut con dedicación desinteresada, preparando el camino para la llegada del Mashíaj.

El día 25 de Elul (cuando la circuncisión del hijo de Baruj y Rivka tuvo lugar en Liozna), el Baal Shem Tov organizó una fiesta. Tres días después, el Shabat volvió a dar un discurso y fue en un marco claramente eufórico. Todo esto representaba un misterio para sus discípulos y seguidores.
Lo que los discípulos del Baal Shem Tov vieron en aquellos días no era más que su maestro celebraba el nacimiento de Shneur Zalman, su circuncisión, y el tercer día después de la circuncisión. Los discursos que el Baal Shem Tov pronunció en esas ocasiones estaban relacionados con el recién nacido.

Para Iom Kipur de ese año, Baruj llegó a Medzibosz para estar con el Baal Shem Tov.Había sido advertido de no contar a nadie sobre el nacimiento de su hijo, ni el nombre que le había dado. Una vez más, antes de salir para su casa, recibió del Baal Shem Tov un conjunto de instrucciones en cuanto a la disciplina que rodeaba al niño, y la cuidadosa vigilancia que debía mantenerse en todo momento.

Al año siguiente, Baruj, como de costumbre, llegó a lo del Baal Shem Tov para las Altas Fiestas. El Baal Shem Tov preguntó por el pequeño con gran detalle, y repitió su advertencia de tener especial cuidado del niño.
Después de Sukot, cuando Baruj estaba listo para irse, el Baal Shem Tov le advirtió nuevamente acerca del niño, y de no repetir ninguno de sus actos o dichos ingeniosos, como a algunos padres les gusta jactarse de sus hijos.
Otro año pasó. Una vez más Baruj hizo su peregrinaje anual a Medzibosz. Al regresar a casa después de Sukot, su esposa le dijo que hubo un cambio notable en el niño en su segundo cumpleaños. Su vocabulario había mejorado considerablemente. Los padres descubrieron que el muchacho tenía una memoria extraordinaria.

El Baal Shem Tov dio instrucciones complementarias en relación con el niño. Baruj pidió permiso para traer al niño al Baal Shem Tov en su tercer cumpleaños para el tradicional “corte de cabello”, y el Baal Shem Tov le dijo que el niño debía ser traído por su madre y su tía Devora Lea, el 18 de Elul, después de la oración de la mañana. Shneur Zalman ya podía recitar muchos Salmos de memoria, y su comprensión era asombrosa.\Según el plan, Rivka y su cuñada, llevaron al niño, en su tercer cumpleaños al Baal Shem Tov. 

Este cortó unos cuantos mechones de pelo, dejando las peot (rizos laterales) según la costumbre, y lo bendijo. Luego mandó a los visitantes de regreso a su casa, con su bendición para un viaje seguro. Durante todo el camino, Shneur Zalman preguntó a su madre quién era el anciano Judío que le había cortado el pelo. “Es el Zeide”, fue su respuesta.

Entonces no sabía que un día llegaría a considerar al Baal Shem Tov como su “abuelo” espiritual en un sentido muy real, es decir, como el Rebe de su Rebe, el Maguid de Mezritch, a quien le debía su plenitud espiritual.

DE “RABI SHNEUR ZALMAN DE LIADI”, KEHOT

Usted y yo bailaremos…

Rabi Iosef I. Biston y su esposa Beila Rajel son emisarios del Rebe en Florida, USA, hace más de dos décadas.…

Hace unos años, su hija mayor se comprometió. La boda sería en Florida y muchas personas que conocieron en su labor comunitaria, así como familia y amigos, asistirían al casamiento.

El día de la boda, estando de pie bajo la jupá (palio nupcial) de su hija, el Rabino Biston notó la presencia de un viejo amigo de Brooklyn, entre los invitados.

El Rabino Biston estaba sorprendido al verlo, ya que no había respondido que concurriría. Se conocían hacía más de treinta años, cuando ambos asistieron al Campamento Gan Israel, en Nueva York. La amistad creció cuando ambos estudiaron en la Ieshivá Central de Lubavitch en 770 Eastern Parkway. Aunque separados durante años por la distancia, guardaron contacto y se “ponían al día” cuando se veían.

Después de la jupá, el invitado vino a desearle “mazal tov” al Rabino Biston y dijo: “Después te diré por qué estoy asistiendo a la boda”.

Más tarde, el hombre procedió a contarle la asombrosa historia a su viejo amigo:

“Antes debo decirte algo que pasó hace 23 años. Tu padre y yo hablábamos seguido. Supe que estabas casado durante varios años y todavía no tenían hijos. Decidí ir al Rebe y pedirle una bendición para ustedes. Supe la hora en que el Rebe saldría de ”770” para ir a su casa, y planeé acercármele cuando caminara a su automóvil. Efectivamente, cuando el Rebe salió de 770, me aproximé y le pedí una bendición para hijos para Iosef Itzjak ben Zvetel Guitel y su esposa Beila Rajel bat Devora. Cuando el Rebe me oyó, dijo inmediatamente “Devora Lea” corrigiéndome, y entonces agregó: “ya les di una bendición”.

Pero le dije al Rebe: “Quiero una garantía”. A esto el Rebe dijo: “Usted y yo bailaremos en la boda”.

Le pregunté al Rebe: “¿El Rebe bailará? El Rebe no asiste a las bodas”.

El Rebe me miró y dijo: “No te preocupes, los dos bailaremos en la boda de sus hijos”.

Pregunté otra vez: “¿Quién es -nosotros- el Rebe y yo?” El Rebe repitió esta frase dos veces más. Y fue el final de la conversación. Después de la desaparición física del Rebe, no pude comprender sus palabras.

“Esta última noche del viernes, unos días antes de la boda de tu hija, tuve un sueño. El Rebe y tu padre vinieron a mí. El Rebe me preguntó: “¿Por qué no vas a la boda?”. Al principio no respondí y el Rebe me preguntó de nuevo: “¿Por qué no vas? Hicimos un trato: que bailaríamos en la boda”. No respondí y me desperté. No presté atención al sueño.

“La noche siguiente, el Rebe vino de nuevo a mí en un sueño, esta vez sin tu padre. Una vez más me preguntó por qué no viajaba a la boda. Respondí que no tenía el dinero para viajar. A esto el Rebe dijo: “Un jasid nunca tiene problema con el dinero”.

Le dije al Rebe: ””Pero yo no soy un jasid” El Rebe contestó: “Sí, lo eres”. Y el sueño acabó. Tampoco presté atención esta vez.

“La tercer noche, el Rebe vino y preguntó: “¿Nu, por qué no vas a la boda?”. Respondí: “es un momento financiero difícil” ”El Rebe contestó: ” Tendrás el dinero”. Y desperté.

Ese día, lunes por la mañana, fui a trabajar y me encontré a un amigo. Él me dijo: “Pareces angustiado”. Le dije que no había dormido unas noches. Mi amigo me dijo: “Quiero darte $400 para que vayas a Florida y tomes una vacación”. Respondí que no tenía el tiempo para ir. Pero mi amigo insistió: “Puedes viajar por un día”.

Esa tarde, cuando vine a casa, mi esposa sugirió que te llamara para desearles “mazal tov”. Después de todo, tu hija se casaba en dos días. Dije a mi esposa: “Quizá debo ir a la boda en lugar de llamarlos”. Llamé a mi amigo y le pregunté si su oferta estaba en pie. “Claro”, dijo. Llamé a la aerolínea, reservé un boleto y un hotel en Florida por una noche. El precio total era de $300. Volví a llamar a mi amigo y le dije que necesitaría sólo $300. Su contestación fue: “¿Cómo puedes ir a una boda y no traer un regalo? Dale los cien dólares extra al novio”.

“Y aquí yo estoy,” concluyó.

El Rabino Biston estaba conmovido por esta historia. Sabía que el Rebe guarda su palabra de verdad. Así que durante la danza, Rabi Biston se aseguró de bailar con su viejo amigo varias veces. Él sentía de verdad que estaba bailando con su padre y el Rebe.

De: Miracles in our Times

Llenando espacios

¿Cuántos estudiantes universitarios pueden caber en un smart car? ¿Cuántas cosas absolutamente esenciales puede colocar una mujer en su cartera? ¿Cuántos objetos puede meter un hombre en el bolsillo de su traje y todavía tener la chaqueta puesta correctamente?

Apretarse  en  el ascensor cuando ya está lleno; apretar la arena en un balde, una y otra vez para dejar espacio para más; una maleta tan llena que tienes que sentarte sobre ella para lograr cerrarla.

La gente parece estar obsesionada con abarrotar tantas cosas como sea posible en una cantidad mínima de espacio. Desde los organizadores del armario hasta las bolsas que comprimen el aire, queremos aprovechar al máximo el lugar, tanto tangible como intangible.

El mes de Elul, en el que nos encontramos actualmente, es precisamente eso. Elul es el tiempo de balance del año anterior. Es la época de “inventario”, “tiempo de contabilidad de fin de año”.

Además Elul es un enfoque hacia el futuro, una oportunidad para planificar con la sabiduría adquirida con la experiencia. Elul nos da la oportunidad de concentrarnos en cómo haremos las cosas de manera diferente en el próximo año.

Pero también hay un tercer aspecto para Elul. Mientras estamos recordando el pasado y considerando el futuro, seguimos viviendo en el presente. Y en este presente, las enseñanzas judías nos invitan a usar todo el mes de Elul para llenar nuestro espacio espiritual con tantas mitzvot (mandamientos) como    podamos. Nos 

anima a agregar más mitzvot a nuestro repertorio y realzar la manera en la que las realizamos.

En Elul, se nos exhorta específicamente a dar caridad adicional; Pasar más tiempo conectados con Di-s a través de la Tefilá- oración; que nuestras mezuzot y Tefilín sean revisados por un Sofer- escriba  experto (y poner mezuzot en aquellas puertas que pudieran  necesitarlas);  observar  las leyes de kashrut con más cuidado; bendecir a nuestros amigos, vecinos y parientes con un año bueno y dulce.

Utilizar el espacio espiritual que se nos da durante Elul en su máxima capacidad sólo será para nuestro beneficio para el próximo año. Que tengamos un año dulce, feliz, saludable y de redención para todos nosotros!

Adaptado del L’Chaimweekly

Mordejai y su mentor, Rabi Levi Itzjak

Frecuentaba la casa del Gran Rabino de la ciudad, Rabi Levi Itzjak Schneerson.

Mordejai era uno de los más brillantes estudiantes en la escuela secundaria. Sus pares y maestros advirtieron que era un judío observante y lo atormentaban. En cada conversación, sus maestros mencionaban lo fútil de la religión. Pero Mordejai permanecía firme en su observancia. Mordejai no estaba sólo en sus dificultades, pues su mentor, Rabi Levi Itzjak, lo apoyaba y animaba.

Aunque Rabi Levi Itzjak era el rabino oficial de la comunidad, el regimen comunista no le permitía  mantener una discusión de Torá con la gente, ni tampoco influir en los jóvenes para seguir los Preceptos. Pero esto no lo detuvo. Usó cada oportunidad para hablar al público sobre fortalecer y conservar el Judaísmo, aunque hubiera delatores presentes.

 

Cuando Mordejai completó la secundaria, decidió asistir a la universidad, pero no fue aceptado.

No podía entender por qué, pues sus calificaciones eran excelentes.

Habló con el rector de la universidad, y éste le dijo: “Ve a preguntarle a Schneerson, nosotros no podemos ayudarte.” Finalmente, Mordejai fue aceptado, pero lo enviaron a una granja donde los estudiantes trabajaban y estudiaban. Mordejai seguía en contacto con Rabi Levi Itzjak.

 

Los estudiantes iban a la ciudad para comprar suministros para la granja. Todos aprovechaban la oportunidad para vender sus productos y ganar dinero. Pero Mordejai usaba sus visitas de otra manera. Indagaba sobre los judíos de la ciudad, y verificaba qué artículos religiosos les faltaban. Cada vez que iba allí, llevaba su bolso lleno de Mezuzot, Tzitzit y Libros de Oración. Los distribuía de acuerdo a las instrucciones de Rabi Levi Itzjak. Todo en secreto.

Cada día Mordejai se ponía sus Tefilín. Mientras los demás dormían, salía furtivamente a los campos. Allí, entre los tallos de maíz, rezaba rápidamente.

 

Todo fue bien hasta que una tarde de Janucá, un inspector judío llegó al lugar, y descubrió velas ardiendo. Al otro día Mordejai fue enviado a casa. Allí continuó estudiando Torá y observando las mitzvot. También visitaba la casa de Rabi Levi Itzjak. 

Un día de verano, Mordejai fue a nadar al mar, y nunca volvió…

El rector de la universidad quería hacer el entierro por cuenta del gobierno. Preguntaron a la hermana de Mordejai, una comunista declarada con una importante posición gubernamental. Ella se excusó diciendo que sus padres eran tradicionales y no podía intervenir. Luego fue deprisa a lo de Rabi Levi Itzjak y le dijo: “La voluntad de Mordejai es su voluntad, lo que usted diga, haremos”.

 

El entierro fue de acuerdo a la ley judía. La gente acudió de todas las puntas de la ciudad. La universidad envió a estudiantes y profesores al entierro. Rabi Levi Itzjak empezó su discurso: “Mordejai, en su corta vida, nos mostró el camino. No temió de lo que sus amigos o el gobierno dijeran. No prestó atención a quienes buscaron dañarlo. Mordejai resistió por su fe y observancia”

La muchedumbre estaba muy agitada por las palabras del Rabino. Se sorprendieron al oír del sacrificio de Mordejai para distribuir artículos religiosos, y cómo oraba en secreto entre los tallos de maíz. El rabino los instó a seguir el camino de Mordejai y no olvidarse de su Padre Celestial.

 

Cuando Rabi Levi Itzjak concluyó, todos estaban asustados porque el Rabino se atrevió a hablar así, ignorando a las autoridades y sus amenazas. Tres años después, en 1939, fue arrestado, torturado, y desterrado.

Rabi Levi Itzjak falleció en el exilio. Pero nunca lograron quebrar el espíritu del gran hombre que fue el padre del Lubavitcher Rebe.

 

(Publicación de ufaratzta) de “Em BeIsrael”




Una plegaria en el Kotel

Deseo contarles una vivencia especial, donde fui testigo de la inspiración Divina del Rebe:

Durante los “Diez días de Teshuvá” (los días que se encuentran entre Rosh Hashaná y Iom Kipur) del año 5749, estuve de visita en Israel. Uno de esos días, al amanecer, me dirigí al Kotel HaMaaraví (Muro de los Lamentos) para rezar allí. Durante mi Plegaria, recordé a varios de mis amigos y conocidos, pidiendo para ellos un Año Bueno y Dulce. Agregué además, como siempre acostumbraba, el nombre del Rebe de Lubavitch, pidiendo a Di-s que Le dé salud, por el bien de todo el pueblo judío.

Al concluir mis rezos retorné a mi automóvil. Para mi sorpresa, descubrí que la policía vial había colocado un “cepo” a mis ruedas. Aparentemente, debido a la oscuridad reinante a la madrugada, no había notado el cartel que indicaba que el estacionamiento estaba prohibido en ese sector.

Me dirigí a las oficinas de la municipalidad y aboné la multa. Pero me informaron que debía esperar un tiempo hasta que liberaran mi auto, debido a los trámites burocráticos.

Decidí aprovechar el tiempo y escribir una carta a cada uno de mis amigos, contándoles que recé por ellos en el Kotel. Decidí escribir una carta también al Rebe de Lubavitch. En la misiva le aclaraba que basado en lo que dicen nuestros Sabios: “quien envía un regalo a su compañero, debe avisarle”, le informaba que me encontraba en la ciudad de Ierushalaim y había rezado por él (Menajem Mendl Ben Jana) en el Kotel HaMaaraví, para que Hashem le diera salud y pudiera continuar conduciendo al pueblo de Israel con salud y satisfacciones, etc.

Después de Iom Kipur, regresé a los Estados Unidos. Desde el año 5745 acostumbraba a visitar 770 (Sede Central de Jabad Lubavitch Mundial) junto a mis hijos, dos veces  al año. Cuando el Rebe repartía “Kos Shel Brajá” (Al concluir Pesaj, Shavuot, Rosh Hashaná y Simjat Torá, el Rebe acostumbraba a repartir de su copa de Havdalá a los presentes. Para dicho acontecimiento llegaban miles de iehudim desde diferentes barrios y pasaban delante del Rebe. El Rebe bendecía a cada uno de ellos). Ese Motzaei Simjat Torá (dos semanas después de haber rezado en el Kotel) acudí como siempre a 770. Deseo aclararles que jamás tuve una audiencia privada con el Rebe, y jamás me presenté delante de él. Se entiende de ello que no había ninguna forma de que el Rebe pudiera reconocerme o saber mi nombre.

Me paré en la fila junto a mis hijos. Al llegar nuestro turno, el Rebe primero sirvió Kos Shel Brajá a mis hijos y luego me sirvió a mí. Cuando dije “Lejaim” el Rebe me miró a los ojos y me dijo:“Muchas gracias por recordarme frente al Kotel…”

Miré al Rebe sorprendido. Pero el Rebe ya estaba mirando a quien venía detrás de mí. Me adelanté un paso, pero no podía dejar de mirar al Rebe. Estaba totalmente pasmado por lo sucedido. Había sido testigo de la inspiración Divina del Rebe.

(Testimonio de Reb. Isajar Ber Rozenberg, jasid de Tzanz- Rebot Moftai)