Iehudit, la mujer que trajo la salvación

No se sabe con claridad cuándo sucedió la historia que estamos por contar. La historia apareció por primera vez en un libro muy antiguo que lleva el nombre de su heroína, Iehudith (Judith) y estaba escrito en hebreo. Sin embargo, el texto original se perdió y sólo quedó una traducción al griego, y no una muy precisa.

La historia se volvió a contar con versiones diferentes. Según una versión, sucedió durante una revuelta de los Macabeos contra sus opresores sirios y Iehudith era la hija de Iojanán, el Sumo Sacerdote, padre de la familia de los jashmonaim. De todas formas, el acto heroico de Iehudith ha inspirado fe y coraje en el corazón de los judíos a lo largo de la historia.

La ciudad de Betulia, en la tierra de Judea, cayó bajo las manos de un enorme ejército, con Holofernes, un general greco-sirio, a la cabeza. Los hombres de Betulia lucharon heroicamente y con desesperación. Holofernes cortó los abastecimientos de alimentos y agua, y muy pronto la ciudad estaba a punto de rendirse.

Uziá –-el comandante de las fuerzas de defensa– y los Ancianos de la ciudad imploraron a los habitantes que no se rindieran. “Denos cinco días más para hallar alguna solución”.

Reluctante, el pueblo aceptó. Todos menos uno.

“¿Por qué ponéis a Di-s a prueba? Si realmente tenéis fe, jamás debéis deponer vuestra confianza en Di-s. Además, bien sabéis que la rendición a Holofernes es peor que la muerte”. Así hablaba Iehudit, la hija de Iojanán, el Sumo Sacerdote. Era una joven viuda bendecida con maravillosa gracia y belleza. Sus palabras causaron honda impresión en Uziá y los Ancianos.

“¿Qué podemos hacer?”, le preguntaron. “Reza por nosotros, Iehudit, y quizás Di-s acepte tus plegarias”.

“He pensado en un plan. Quiero ir a ver a Holofernes”, dijo Iehudit. Uziá y los Ancianos estaban asombrados. “¿Sacrificarías tu vida por la posibilidad de que quizás logres ablandar el corazón de Holofernes?”

Iehudit, no obstante, insistió, y luego de mucha discusión Uziá y los Ancianos decidieron permitirle hacer el intento. Iehudit cruzó los portones de Betulia, vestida en sus prendas más finas. Estaba acompañada por su fiel doncella, quien portaba una cesta llena de panecillos, queso y un par de botellas de vino.

Antes de ingresar al campamento enemigo fueron interceptadas por los centinelas, exigiendo saber quiénes eran y quién las enviaba.

“Tenemos un importante mensaje para el valiente Holofernes”, dijo Iehudit. “Llévennos a él de inmediato”.

“¿Quién eres, y por qué estás aquí?”, preguntó Holofernes, deleitando sus ojos con la inesperada y encantadora visitante.

“Soy Iehudit, una simple viuda de Betulia. He venido a decirte cómo capturar la ciudad, en la esperanza de que tratarás con piedad a sus habitantes”. Iehudit contó a Holofernes lo que éste ya sabía, que la situación en la sitiada ciudad era desesperante, que sus habitantes contaban con escasas raciones de alimento y bebida. Con todo, dijo, su fe en Di-s se mantiene firme y, mientras conserven su fe, no se rendirían. Muy pronto, sin embargo, por desesperación, comenzarán a comer animales no-kasher, prohibidos por la Ley Divina. Ello despertará la ira de Di-s en su contra y la ciudad caerá.

“¿Cómo sabré cuando esto sucede?”, preguntó Holofernes.

“Ya lo he organizado con uno de los centinelas a la entrada de la ciudad. El me informará lo que sucede en su interior”, respondió Iehudit.

Holefernes se sentía totalmente cautivado por Iehudit. Dio órdenes de que ella y su doncella tuvieran total libertad para moverse por el campamento, y quienquiera intentara molestarlas de cualquier manera sería ejecutado de inmediato. Cada noche Iehudit caminaba hasta los portones de la ciudad y comunicaba al centinela que todo estaba en orden, funcionando como lo había planeado. “El pueblo debe mantener firme su confianza en Di-s”, le dijo.

Al tercer día Holofernes y sus hombres comenzaron a inquietarse. Cuando Iehudit entró a la carpa de Holofernes con su inseparable doncella, le preguntó: “¿Qué información me traes hoy?”

“Tengo muy buenas noticias, general. Ya no queda más alimento kasher. En un día o dos el hambre los llevará a comerse sus mulas y perros. ¡Entonces Di-s los entregará en tus manos!”

“Maravilloso”, dijo Holofernes. “Esto exige una celebración. Esta noche tendremos una fiesta. Solamente nosotros dos”. Esa noche Holofernes recibió a Iehudit en su carpa y le ofreció de las delicias que cubrían su mesa. “He traído mi propio vino y comida, preparados especialmente para esta ocasión”, dijo Iehudit. “Mi queso de cabra es célebre en todo Betulia”.

A Holofernes le agradó el queso salado y el fuerte vino. Muy pronto, estaba estirado en el suelo, totalmente ebrio.

Iehudit recitó una plegaria silenciosa y desenvainó la pesada espada de Holofernes. Tomado puntería, la hizo caer sobre el cuello del general con todas sus fuerzas. Luego ocultó la cabeza del general en su cesta y caminó tranquilamente hasta su carpa.

“Ven pronto”, dijo a su doncella. Las dos mujeres caminaron serenamente, como lo solían hacer cada día, hasta llegar a los portones de la ciudad. “Llévenme con Uziá de inmediato”, ordenó al centinela. Uziá no podía creerlo, y observaba el macabro premio que Iehudit le había traído.

“No hay tiempo para perder”, dijo Iehudit al comandante. “Prepara a tus hombres para un ataque sorpresa al amanecer. Cuando los soldados de Holofernes corran a su carpa y encuentren su cuerpo decapitado, huirán para salvar sus propias vidas”.Eso es exactamente lo que sucedió. El enemigo huyó despavorido, en confusión y terror. Y fue la valiente Iehudit, temerosa de Di-s, quien salvó a la ciudad.

En su memoria, y en el de su heroica actitud, tenemos una tradición de comer alimentos lácteos en Januca.

Sara

Sara

Para mí un nombre hermoso.

El nombre de mi madre. Siempre escuché cómo la llamaban. Claro, nunca la llamé por su nombre. Sara, mezcla dulzura con personalidad segura. Sara es el nombre de cuatro de mis nietas. Lo llevan en honor a mi madre. ¡Y qué bien que les queda! Cada una de ellas es diferente, incluso físicamente, pero todas son, gracias a Di-s, brillantes, como lo era su bisabuela. El nombre, la esencia, las une. Mi madre, mis nietas y todas las Sara de todas las épocas, que conocimos y conoceremos se llaman así en honor a la primera Sará, nuestra matriarca. Mucho se habla de su esposo, Abraham Avinu, quién forjó el pueblo de Israel y difundió el monoteísmo en el mundo.

Pero que algo quede claro: No hubiese podido lograr su cometido sin la ayuda, apoyo y asistencia absoluta y fiel de Sara. Qué mejor entonces, que conocer un poco más de cerca la vida y personalidad de la mujer más famosa e influyente de nuestra historia. 

Llamada en un principio Sarai, Di-s le cambia el nombre reemplazando la letra Iud por la Hei. A partir de ese momento es llamada Sará. En hebreo significa “Princesa” “Ilustre” y en arameo “Princesa” “Guardián” “Ángel” y “Genio”. Todas estas características son aplicables a nuestra matriarca. Nieta de Teraj, sobrina de Abraham queda huérfana a muy temprana edad y su abuelo la adopta. Años más tarde contrae matrimonio con Abraham. Era una mujer alegre. Todos sus días fueron felices. Sará se encuentra entre las cuatro mujeres que la Biblia menciona como hermosas. También la llamaban Iská- pues todos se sentían acariciados por su hermosura.

Otros atribuyen este nombre a su poder de profecía. Todos los maltratos del camino desde Jarán a Israel no estropearon  su belleza. Su hermosura opacaba a las demás a punto de decirse que cualquier otra mujer frente a Sará era como un mono frente al ser humano. Fue codiciada por reyes y faraones. Su inmensa modestia y fidelidad a su esposo ayudaron a que fuera reconocida además como una mujer santa. Su atractivo físico era insignificante frente a su profundidad espiritual. Fue una de las siete profetizas que nombra la Biblia. De todas formas, sólo con ella Di-s habló en forma directa y no a través de algún ángel.

Cuando tenía cien años estaba tan limpia de pecados como una joven de veinte. Era muy recatada y el cántico compuesto por el rey Salomón “Eshet Jail”- Mujer Virtuosa- define a Sará desde el comienzo hasta el final. Ella apoyó y secundó a Abraham en la difusión del monoteísmo en el mundo, llevando el mensaje entre las mujeres de su generación. Sará era estéril y Di-s la recordó el día de Rosh Hashaná. Cuando logró concebir, también lo lograron muchas otras mujeres en mérito a ella y muchos enfermos se curaron. Al dar a luz a su hijo Itzjak a los 90 años, numerosas mujeres de la nobleza vinieron a visitarla con sus propios bebés. Todos sospechaban que el nacimiento de su hijo era un fraude y en realidad Itzjak era un niño adoptado. Pero Sará amamantó a todos esos infantes demostrando que era la madre legítima de Itzjak.

Explican nuestros Sabios que todos los hombres temerosos del Cielo y todos los prosélitos descienden de aquellos bebés que Sará amamantó. Durante todos los días de su vida una nube de honor posaba sobre su tienda, sus puertas abiertas a los cuatro vientos para recibir a quien lo necesitase, la bendición coronaba su masa y su vela estaba encendida desde la víspera del Shabat hasta la víspera del siguiente. Cuando ella falleció, todo esto desapareció. Pero la misma bendición regresó con la llegada de Rivka, su nuera. 

Sará falleció a los 127 años, plena de belleza espiritual y física, dejando el más importante legado a cada una de las mujeres judías. Que su mérito y enseñanzas iluminen nuestros hogares para lograr completar su misión y la nuestra de hacer de este mundo una morada para Di-s.

Por: Miriam Kapeluschnik

Dedicado a mi madre, Sara Ester Gordon, fallecida en la semana de Jaie Sara 5753

¿Quiénes son las Matriarcas?

Por Shlomo Nudelman

Las matriarcas judías, también conocidas como “ imahot ” (hebreo: אִמָּהוֹת), son las cuatro mujeres fundadoras del pueblo judío:

Sara
Rivka (Rebeca)
Rajel (Raquel)
Lea

Sus vidas y acciones están registradas en la Biblia, específicamente en el Libro del Génesis, donde jugaron un papel crucial en la formación de la nación de Israel, junto con sus maridos, los tres patriarcas, Abraham , Isaac y Jacob. Sara , que estaba casada con Abraham, fue la primera de las cuatro madres del pueblo judío. Rebeca era la esposa del hijo de Sara, Isaac. Y Lea y Raquel estaban casadas con el hijo de Rebeca, Jacob .

¿Qué hicieron las Matriarcas?
Cada una de las matriarcas judías tuvo un profundo impacto en la formación y la base espiritual del pueblo judío.

Sara, a través de su fe y del nacimiento milagroso de Isaac, aseguró la continuidad del pacto de Abraham con Di-s. Después de que nació su hijo, supervisó celosamente su crianza, incluso tomando la difícil decisión (aprobada por Di-s ) de despedir a su hijastro, Ismael.

Rebeca, cuya bondad innata la convirtió en la pareja perfecta para Isaac, consiguió la bendición de primogenitura de su esposo para su hijo, Jacob.

Raquel, tras sufrir infertilidad, murió al dar a luz a su segundo hijo. Por ello, Raquel es personificada como la quintaesencia de la maternidad, que se sacrificaría por sus hijos a lo largo de los siglos.

Lea, a pesar de las pruebas personales y de no ser amada por Jacob tanto como su hermana Raquel, engendró seis de las 12 tribus de Israel, dando forma significativa a la nación.

¿Cuál es la fuente de las cuatro Matriarcas?
Según el Talmud , hay tres Patriarcas y cuatro Matriarcas. El número de Patriarcas tiene sentido, porque son tres hombres que son los antepasados de todos los segmentos del Pueblo Judío, a diferencia de los hijos de Jacob, los progenitores de 12 tribus únicas.

Pero las matriarcas son diferentes. Tanto Raquel como Lea dieron a luz a sólo algunas de las 12 tribus, siendo Lea la madre de seis y Raquel la madre de dos. Hay cuatro tribus adicionales que descienden de las concubinas de Jacob, Bilha y Zilpa.

Entonces, ¿por qué hay cuatro matriarcas? ¿No deberían ser dos (Sara y Rebeca) o seis (Sara, Rebeca, Raquel, Lea, Bilha y Zilpa)?

El Talmud responde que la designación de Patriarca o Matriarca no se basa (estrictamente) en la ascendencia sino en la prominencia. Fueron estas cuatro grandes mujeres las que formaron la base espiritual sobre la que se construyó nuestra nación.

El coraje de Miriam

Al final de la Parashá de Behalotja leemos cómo cuando Miriam tuvo que vivir fuera del desierto de Israel por siete días “…el pueblo no viajó hasta que Miriam fue traída nuevamente” (Números 12:15)
Dos millones de personas, con todos sus líderes, profetas, jueces, ancianos y Sabios, atrasaron su viaje para esperar a un individuo!
Eso fue debido a que ellos recordaron cómo ella aguardó en los juncos del Nilo para cuidar a su hermano Moisés que flotaba en la canasta sobre el río. Ellos se acordaron cómo Miriam, una pequeña niña, ha cambiado el curso de la historia.

Amram, padre de Aron y Miriam, era el líder de la generación previa al éxodo de Egipto. Cuando el Faraón decretó: “Cada hijo varón debe ser tirado al Nilo” (Éxodo 1:22), Amram declaró que era inútil tener hijos, entonces se divorció de su esposa Iojeved. Todos los Judíos siguieron su ejemplo y se divorciaron de sus esposas. Luego Miriam habló. Con tan solo seis años en ese momento, y sabiendo que su padre era justo y líder de la nación, ella dijo con coraje:

“Tu decreto es peor que el del Faraón, porque él sólo decretó sobre los varones, pero tu los has hecho sobre varones y niñas. El Faraón es un hombre malvado, y su decreto puede ser efectivo o no. Tu eres una persona justa, por lo que tu decreto será efectivo”

Miriam declaró que uno debe seguir las órdenes de Di-s, incluyendo el precepto de “multiplíquense”(Génesis 9:1), sin tener en cuenta la “lógica” ni las consecuencias.
Amram reconoció la verdad y sinceridad de su pequeña hija. Inmediatamente se volvió a casar con Iojeved, y todo Israel, inspirados por su ejemplo, hicieron lo mismo.

Cuál fue el resultado de las acciones de Miriam? Nació Moisés, y en el momento que su madre lo puso sobre el río, los astrólogos del Faraón declararon: “El liberador ya ha sido lanzado al agua”, y el decreto fue anulado.

El coraje de una niña de seis años de “decirlo como es”, incluso al líder de la generación, afectó a la anulación del malvado decreto en el éxodo de Egipto, trayendo la liberación a través de Moisés, no sólo para él mismo, sino también para sus padres, familia y todo Israel.

Por: Itzjak Meir Kagan

¿Las mujeres no cuentan?

La Parshá de Bamidbar (Números 1:1-4:20) comienza con el censo del Pueblo Judío.

“…un conteo de cada hombre de acuerdo al número de sus nombres. Desde los veinte años en adelante, todos los que están en condiciones de ir al ejército en Israel, debes contarlos de acuerdo a sus legiones…”

La razón simple para este censo era contar a aquellos que serían llamados para ir a la guerra. En un nivel más profundo, nuestros Sabios explican que Di-s deseaba el censo del pueblo Judío porque Él los aprecia.

Los maestros Jasídicos explican que el conteo del pueblo judío demuestra el valor de cada individuo, cómo cada uno es tan querido por Di-s. Cada persona fue contada, sin importar su nivel de observancia, sus aptitudes o habilidades, su nivel de estudio o si es un hombre acaudalado o lo contrario. A cada individuo fue mostrado que él cuenta ni por más ni por menos que uno. Independientemente de los “adornos externos”, él fue mostrado que Di-s lo aprecio por su valor esencial. Más aún, al acentuar su identidad independiente, fue fortalecido para respetar su propia individualidad y permanecer sincero con sí mismo.

Sin embargo, en este nivel, se vuelve cuestionable por qué es que un gran segmento del pueblo judío fue excluido por completo. Sólo los hombres eran contados y sólo aquellos desde los veinte años para arriba. ¿Son tal vez algunos más equitativos que otros? ¿Acaso la contribución de toda la población femenina no fue apreciada por Di-s?

Los Kabalistas explican que la fuerza masculina en la creación linda con el exterior, mientras que la femenina linda con el interior. El servicio espiritual del hombre es forjar en el exterior, en territorio extranjero, guerrear contra la negatividad de nuestro mundo. El rol espiritual de la mujer, en contraste, es proteger, nutrir, descubrir y revelar la santidad implícita en la creación.

Estamos en un modo masculino cuando marchamos fuera de nosotros mismos para imponer una verdad más elevada sobre nuestro mundo y sobre nosotros. Cuando buscamos nutrir el poder Divino en lo que ya está y se vuelve sensible al potencial de nuestra esencia interna, estamos usando nuestra dinámica femenina.

El conteo del pueblo judío comenzó desde la edad de veinte en adelante, aquellos suficientemente maduros físicamente, emocionalmente y espiritualmente para ir a guerrear.

¿Qué significa “salir a guerrear” en el sentido espiritual?

Nuestra tarea como seres humanos es crear un mundo que sea una casa para nuestro Creador, compatible con Sus expectativas y morales, un mundo sagrado.

Podemos lograr esto a través de dos modalidades. Por un lado, queremos traer Divinidad a nuestro mundo a través de pelear contra la oscuridad y maldad que nos rodea. Vencemos la negatividad mundana a través que la asaltamos con agresividad, con la fuerza física, literalmente guerreando contra la tiranía de los regímenes crueles o través de batallas ideológicas contra ideas inmorales.

La otra modalidad es fortalecer, cultivar y nutrir todo lo positivo que se encuentra alrededor de la creación de Di-s. Este modo no es el de ir a guerrear, o el de imponer orden, sino el de descubrir y nutrir los aspectos positivos y Divinos dentro de nuestro mundo y así, hacer crecer y esparcir Divinidad.

Mientras que el primer modo requiere ponerse a uno en una posición de peligro al exponernos a los elementos externos, el segundo involucra proteger y guardar los elementos internos preciados de Divinidad de adentro de nuestras vidas y de nuestro mundo.

Ambos enfoques son necesarios y cada rol es integral al plan del Creador. Hay veces en las que debemos lidiar con una batalla externa y hay veces en las que debemos guardar nuestros tesoros internos.

Mientras que el modo de protección y descubrimiento requiere de habilidades delicadas y de sensibilidad espiritual, pelear una batalla externa requiere de riesgo definitivo y de exposición. Para guerrear contra las fuerzas externas uno debe no solo tener un entrenamiento adecuado sino también un fuerte sentido de identidad y una apreciación real sobre la singularidad de uno y su valor como individuo.

El censo en esta porción de la Torá era para aquellos individuos que les fue dada la tarea de “ir afuera” y “guerrear”. Los hombres peleando afuera precisaban esta infusión mucho más que las mujeres cuyo foco era interno. Durante el ataque, al pelear en ambientes extraños contra valores extraños que constantemente intentan erradicar los ideales y visiones de uno, este recordatorio era necesario para mantener al guerrero enfocado y en el camino en vez de ser tragado por las normas que lo rodean.

Quizá ésta sea la razón de porqué sólo los hombres fueron contados. Di-s provee de fuerza adicional a aquellos que son expuestos y vulnerables a la guerra contra las fuerzas negativas de la creación, sin precisar proveer a las mujeres cuyo valor es constantemente validado a través de su rol de guardar nuestros tesoros internos.

Esto no es para implicar que la tarea de la mujer es más “fácil” o requiere menos por parte de ellas. Al contrario, su rol era y es crítico. Pero sus desafíos son diferentes, y las mujeres no precisan esta aplicación de su valor.

Su valor interno, que guardan con tanto aprecio para ellas y para sus familias, les era obvio y nunca fue desafiado..

Por Jana Weisberg

Una gran mujer

Cuenta Reb Janania Halbershtam, quien trabajó durante 18 años en el hogar del Rebe y la Rebetzn Jaia Mushka:

ALGUNOS DE SUS RASGOS

El honor que sentía por su esposo y su auto-anulación frente a él es comparable al que siente un jasid por su Rebe.

Cuando pasaba mensajes del Rebe decía: “Así y así dijo mi esposo” Jamás agregó alguna explicación de su parte.

Sin embargo, el Rebe la consultaba y trabajaba junto a ella. En las noches en las que no se quedaba en su oficina en “770”, acostumbraba a trabajar en el escritorio de su casa, y contestaba cartas que recibía de todas partes del mundo. Su ritmo era incomparable. ¡Contestaba hasta cientos de cartas por noche!

En las horas de la madrugada, la Rebetzn se sentaba junto al Rebe. Cuando las misivas recibidas estaban escritas en francés, el Rebe le dictaba la respuesta en Idish y ella respondía en francés.

Era una intelectual brillante, y dominaba varios idiomas.

El Rebe honraba muchísimo a su esposa, y muchas veces se refería a ella como: “La hija del Rebe” (su suegro era el Rebe Anterior, Rabi Iosef Itzjak Schneerson) Y cuando le provocaba alegría decía: “He dado satisfacción a la hija del Rebe”.

UNA CENA SOBRE LA SILLA

Durante un tiempo, la Rebetzn debió permanecer en cama debido a una dolencia en su pierna. Reb Halbershtam recuerda que en uno de esos días, dejó la cena de la Rebetzn sobre una silla al lado de su cama y colocó la comida para el Rebe, como de costumbre, sobre la mesa. Luego Halbershtam vio cómo el Rebe tomaba su bandeja de comida y se dirigía a la habitación donde estaba la Rebetzn, colocó su comida junto a la de su esposa, y ambos cenaron juntos… sobre la silla en lugar de una mesa.

BAJO PERFIL

La Rebetzn se distinguía por su recato y modestia, y escapaba de los honores como del fuego. Cuando asistía a cualquier sitio se empeñaba en esconder su identidad.

También cuando realizaba compras, se preocupaba de hacerlo en lugares en los que nadie la conocía. Cierta vez, Halbershtam se atrevió a preguntarle por qué se aleja tanto de los honores.

Ella respondió con total simpleza: “Créeme que no necesito que se me rindan honores. Las manifestaciones de honor no me interesan en absoluto”

En cierta ocasión, la Rebetzn acudió a un negocio de ropa en Nueva York para comprarse un tapado. Se encontraba allí también la esposa de un importante rabino de una comunidad jasídica. Alguien deslizó un comentario a la esposa del rabino, diciendo que “la Rebetzn de Lubavitch se encuentra en lugar”. La esposa del rabino se acercó a la Rebetzn, le dio la mano y charlaron por un instante. Al concluir la conversación, la Rebetzn se apresuró a terminar su compra y dejar el lugar. Al salir le dijo a Halbershtam: “No podemos retornar a este negocio. Ya saben quien soy…”

UN PASEO DISTINTO…

En sus últimos años, la Rebetzn tomaba un paseo diario por un parque a orillas del río Hudson. Siempre viajaban por el mismo camino, pero en cierta ocasión tuvieron que desviarse. Al pasar por una de las calles, notaron que algo sucedía: autos de policía, un camión de mudanzas, una familia afligida y alguien que les gritaba furiosamente.

La Rebetzn ordenó a Halbershtam que detuviera el automóvil y retrocediera para averiguar de qué se trataba. “Mi padre, el Rebe” dijo la Rabanit, “me enseñó que cada cosa que uno ve está guiada por la Providencia Divina. Si nos desviamos y nos tocó ver esta escena, debe existir una razón”

Halbershtam se acercó al lugar de los hechos y averiguó lo sucedido. Rápidamente regresó al auto y le relató al Rebetzn lo indagado. Una familia judía- inmigrantes de Rusia- se había atrasado en el pago de sus alquileres, adeudando un total de 7000 dólares. El propietario, después de muchas advertencias, los estaba desalojando por la fuerza.

La Rebetzn, sin pronunciar palabra, abrió su cartera, sacó su libreta de cheques y emitió uno por la suma indicada. Se lo extendió a Halbershtam, y le señaló que lo entregara al propietario sin darle demasiadas explicaciones y que además se asegurara que devolvieran los muebles dentro de la casa rápidamente, para dejar el lugar antes de ser reconocidos por la familia y así evitar que se avergonzaran.

Halbershtam entregó el cheque a un sorprendido propietario, se cercioró que la policía ordenara retornar los muebles a su lugar, y dejó detrás a una familia judía confundida pero eternamente agradecida a esa misteriosa dama que ocupaba el asiento trasero del automóvil

La donación de las mujeres

Hay una interesante historia con respecto a la intención de las mujeres de donar sus espejos de cobre pulido para la construcción del mishkán (tabernáculo).

Cuando Moisés anunció que se necesitaban donaciones para construir el Tabernáculo, las mujeres llevaron sus espejos de cobre pulido. Moisés no quiso aceptarlos, diciendo que no era apropiado construir una casa para Di-s con elementos de vanidad. Di-s intervino y le dijo a Moisés que los aceptara, ya que no eran símbolos de vanidad sino de sacrificio personal. De no haber sido por esos espejos, hoy no habría pueblo judío: durante los momentos más difíciles de la esclavitud egipcia, las mujeres utilizaban los espejos para embellecerse, coquetear y animar a sus esposos desalentados, provocando de esta manera la continuidad del pueblo judío.

Moisés recibió entonces los espejos y confeccionó con ellos la pileta que contenía las aguas con las que los cohanim purificaban sus manos y pies antes de entrar a realizar el servicio en el Tabernáculo.

Es este un poderoso ejemplo de cómo a Di-s se puede llegar por medio de lo más mundano siempre y cuando se sepa cómo utilizarlo para tal fin.

Extraído del libro “Una voz sin eco” del Rabino Eliezer Shem Tov

La esencia de la tora fue entregada a las mujeres

En esta Parshá, la Torá nos relata la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, por medio de Moshé Rabeinu.

Los judíos escucharon allí los Diez Mandamientos.

Cuando iba a ser entregada la Torá, Di-s le dijo a Moshé:

Así hablaras a la casa de Iaakov y dirás a los hijos de Israel. Quien es la Casa de Iaakov?, nos contesta el Midrash: se refiere a las mujeres. El Midrash agrega que con respecto a los hombres está escrito y dirás, que denota dureza, en cambio a las mujeres hablaras debía dirigirse de una manera blanda y delicada.

Pero esta no es la única diferencia. El Mejilta señala otro punto: Di-s le ordenó a Moshé entregar a las mujeres los lineamientos generales de las mitzvot (preceptos), y a los hombres los detalles de las mismas.

BASES Y REGLAS

A primera vista podríamos pensar que con esto se desvaloriza a la mujer: se le habla de una manera delicada, y además se le entrega los preceptos de una forma sucinta, partiendo de la base de que no podrían profundizar ni entender demasiado los pormenores de la Torá. Pero cuando analizamos lo que dice el Mejilta, comprenderemos todo de un modo distinto. Encabezamiento de los preceptos no se refiere a la parte fácil sino a la base esencial y las reglas fundamentales. Es decir, Hashem le ordenó a Moshé entregar a las mujeres las bases y normas de la Torá de las cuales se desprenden todos los detalles de las leyes judías que luego debían ser transmitidas a los hombres.

LA VIRTUD DE LA MUJER

Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torá. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros Yo Soy Di-s… y No tendrás otros dioses son el núcleo esencial de la Torá. El primero es la rama de los 248 preceptos de hacer y el segundo de los 365 de no hacer (véase Tania I Cáp. 20). Vemos pues que la regla general constituye la esencia de toda la Torá.

Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torá. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torá destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torá .

LA FE ILUMINA

La razón de lo antedicho es que en la mujer brilla la luz de la fe y el temor a Di-s de manera más revelada. Hashem creó a la mujer de manera tal que el intelecto no se superponga a su personalidad, impidiendo así que su fe se vea tapada y debilitada. Es por eso también que la mujer está ligada a la esencia de la Torá. Y por eso también la pertenencia al pueblo de Israel depende de la madre y no del padre.

Esta virtud está relacionada también con la Redención del Mashíaj. Así como en la salida de Egipto los judíos fueron liberados de la esclavi- tud por el mirito de las mujeres judías de esa generación (como lo explican nuestros Sabios), de la misma manera, como en los días que saliste de Egipto os mostrará maravillas, también el Mashíaj vendrá en merito de las mu- jeres de Israel. Entonces podremos estudiar la Torá del Mashíaj, quien nos revelará a todos la regla general de la Torá, la esencia más íntima de la Torá, muy pronto en nuestros días.

Likutei Sijot, Tomo 31, Pág. 93.

La Rebetzn

En el año 1950, después de la desaparición física de  Rabí Iosef Itzjak Schneerson, el liderazgo del movimiento de Jabad-Lubavitch mundial pasó a manos de su ilustre yerno, Rabí Menajem Mendel Schneerson, marido de su hija menor, la Rebetzn Jaia Mushka. 

Es bien conocido el hecho que a pesar de la negativa inexorable inicial del Rebe de aceptar la responsabilidad del puesto, fue su esposa, la Rebetzn Jaia Mushka que, a pesar del gran sacrificio personal que esto traería consigo, influyó en él para aceptar el puesto con todas sus adversidades públicas y privadas. 

Ella fue firme: “Es absolutamente inconcebible que los treinta años de total auto- sacrificio y logros de mi padre fueran, Di-s no lo permita, en vano…”

Erudita y mujer sabia, la Rebetzn Jaia Mushka ocupó el venerado y exaltado lugar de un modo absolutamente humilde y modesto. Toda su vida cumplió el ideal del Salmista: “Todo el honor de la hija de un rey está dentro”. Al llamar a la oficina del Rebe a “770” (Central Mundial de Jabad Lubavitch) o llamando por teléfono a una muchacha de la escuela secundaria enferma al internado para saber cómo se sentía, siempre se refería a sí misma simplemente como: “La Señora Schneerson, de President Street”.

Afectuosa y atenta a todos, la Rebetzn vio su papel como totalmente consagrado al trabajo de su marido. Incluso cuando transmitía los consejos de su esposo a aquellos que buscaban su guía a través de ella, repetía sus palabras con precisión, asegurándose que se entendió exactamente cómo el Rebe pensó.

Jaia quiere decir vida; Mushka, es una especia aromática.

Acerca de la importancia de colocar el nombre a una niña en honor de la Rebetzn, el Rebe dijo una vez: “Se puede demostrar que ‘sus hijos están vivos’ tomando una lección de su conducta, y conduciéndose en su espíritu, en su actitud de mesirut nefesh (auto-sacrificio)”.

“Más aún, al nombrar a una niña en su honor, y educandola para seguir su ejemplo. Después de todo, éste es el aspecto más básico de ‘sus hijos están vivos, y también ella está viva’…”

La Rebetzn no tuvo hijos propios, pero cuando un niño que la visitaba en su casa le preguntó: “¿Dónde están sus hijos?” ella contestó: “¡Los Jasidim son mis hijos!”.

Miles de mujeres y niñas alrededor del mundo llevan orgullosamente su nombre.

La idishe mame moderna

El amor por los hijos, descrito de un modo un tanto exagerado, el cuidado por la salud física al extremo de recordarle al hijo de 35 años que no olvide ponerse el saquito, cierta manipulación edípica hacia el hijo varón, sobre todo, por celos al afecto de él “por otra mujer”, la sobreprotección por la hija mujer, el rol de víctima y su obsesión perfeccionista por la limpieza y la cocina han creado un combo repetido a lo largo de cientos de anécdotas, con psicoanalistas y diván incluídos.

Pero, ¿es eso en realidad una madre judía? Y, en la época actual ¿existen todavía madres así? ¿Son de esa clase las nuevas generaciones de madres judías, que además de ser madres, tienen un trabajo o profesión y se comunican con los hijos y con el mundo por medio de Internet? ¿O las ídishe mames están condenadas a desaparecer tragadas por los nuevos modelos de conductas no judías y llevadas de la mano por la moderna tecnología?

De mi personal inquietud, que me condujo a observar el comportamiento y modos de desempeñar el rol maternal en las nuevas generaciones de madres judías jasídicas, he descubierto entre muchas otras cosas que,

  • a–  Estas actuales ídishe mames no atiborran de comida a sus hijos, les enseñan a comer sano.
  • b–  Se preocupan por la salud física de los suyos, pero le dan igual o mayor importancia a su salud espiritual y emocional.
  • c–  No intentan que sus hijos se apeguen a ellas como si fueran ídolos, sino que se apeguen a Di-s.
  • d–  No tratan de que sus hijos dependan de sus cuidados, sino que aprendan a cuidarse por sí mismos y a ser independientes.
  • e–  Les enseñan con su ejemplo a ser ídishe miembros del pueblo de sus antepasados y a vivir guiados por las claras reglas judías de conducta.
  • f–  Les enseñan a ser respetuosos con los mayores, siéndolo ellas mismas.
  • g–  Tienen un gran colaborador que generalmente participa en todo, el ídishe Tate.

He visto ídishe mames y jasídishe mames (¿existen madres más judías que ellas?), que raramente cocinan knishes de papa o kneidlaj, a veces ni siquiera se saben las recetas tradicionales, pero sí realizan menús con muchas verduras y frutas para cubrir los aportes de vitaminas y minerales de sus hijos.

Lo primero que hacen cuando despiertan a los chicos por la mañana es enseñarles a recitar el “modé aní” y a continuación a realizar el lavado de manos y la bendición correspondiente, entonándolas con melodías infantiles, a veces populares y a veces compuestas por ellas mismas. Por la noche, “vamos a decir Shemá”, significa que es hora de ir a dormir y no hay discusión porque es el momento especial con mamá o papá.

Autora:

Dra. Betty Katz