El coraje de Miriam

Al final de la Parashá de Behalotja leemos cómo cuando Miriam tuvo que vivir fuera del desierto de Israel por siete días “…el pueblo no viajó hasta que Miriam fue traída nuevamente” (Números 12:15)
Dos millones de personas, con todos sus líderes, profetas, jueces, ancianos y Sabios, atrasaron su viaje para esperar a un individuo!
Eso fue debido a que ellos recordaron cómo ella aguardó en los juncos del Nilo para cuidar a su hermano Moisés que flotaba en la canasta sobre el río. Ellos se acordaron cómo Miriam, una pequeña niña, ha cambiado el curso de la historia.

Amram, padre de Aron y Miriam, era el líder de la generación previa al éxodo de Egipto. Cuando el Faraón decretó: “Cada hijo varón debe ser tirado al Nilo” (Éxodo 1:22), Amram declaró que era inútil tener hijos, entonces se divorció de su esposa Iojeved. Todos los Judíos siguieron su ejemplo y se divorciaron de sus esposas. Luego Miriam habló. Con tan solo seis años en ese momento, y sabiendo que su padre era justo y líder de la nación, ella dijo con coraje:

“Tu decreto es peor que el del Faraón, porque él sólo decretó sobre los varones, pero tu los has hecho sobre varones y niñas. El Faraón es un hombre malvado, y su decreto puede ser efectivo o no. Tu eres una persona justa, por lo que tu decreto será efectivo”

Miriam declaró que uno debe seguir las órdenes de Di-s, incluyendo el precepto de “multiplíquense”(Génesis 9:1), sin tener en cuenta la “lógica” ni las consecuencias.
Amram reconoció la verdad y sinceridad de su pequeña hija. Inmediatamente se volvió a casar con Iojeved, y todo Israel, inspirados por su ejemplo, hicieron lo mismo.

Cuál fue el resultado de las acciones de Miriam? Nació Moisés, y en el momento que su madre lo puso sobre el río, los astrólogos del Faraón declararon: “El liberador ya ha sido lanzado al agua”, y el decreto fue anulado.

El coraje de una niña de seis años de “decirlo como es”, incluso al líder de la generación, afectó a la anulación del malvado decreto en el éxodo de Egipto, trayendo la liberación a través de Moisés, no sólo para él mismo, sino también para sus padres, familia y todo Israel.

Por: Itzjak Meir Kagan

¿Las mujeres no cuentan?

La Parshá de Bamidbar (Números 1:1-4:20) comienza con el censo del Pueblo Judío.

“…un conteo de cada hombre de acuerdo al número de sus nombres. Desde los veinte años en adelante, todos los que están en condiciones de ir al ejército en Israel, debes contarlos de acuerdo a sus legiones…”

La razón simple para este censo era contar a aquellos que serían llamados para ir a la guerra. En un nivel más profundo, nuestros Sabios explican que Di-s deseaba el censo del pueblo Judío porque Él los aprecia.

Los maestros Jasídicos explican que el conteo del pueblo judío demuestra el valor de cada individuo, cómo cada uno es tan querido por Di-s. Cada persona fue contada, sin importar su nivel de observancia, sus aptitudes o habilidades, su nivel de estudio o si es un hombre acaudalado o lo contrario. A cada individuo fue mostrado que él cuenta ni por más ni por menos que uno. Independientemente de los “adornos externos”, él fue mostrado que Di-s lo aprecio por su valor esencial. Más aún, al acentuar su identidad independiente, fue fortalecido para respetar su propia individualidad y permanecer sincero con sí mismo.

Sin embargo, en este nivel, se vuelve cuestionable por qué es que un gran segmento del pueblo judío fue excluido por completo. Sólo los hombres eran contados y sólo aquellos desde los veinte años para arriba. ¿Son tal vez algunos más equitativos que otros? ¿Acaso la contribución de toda la población femenina no fue apreciada por Di-s?

Los Kabalistas explican que la fuerza masculina en la creación linda con el exterior, mientras que la femenina linda con el interior. El servicio espiritual del hombre es forjar en el exterior, en territorio extranjero, guerrear contra la negatividad de nuestro mundo. El rol espiritual de la mujer, en contraste, es proteger, nutrir, descubrir y revelar la santidad implícita en la creación.

Estamos en un modo masculino cuando marchamos fuera de nosotros mismos para imponer una verdad más elevada sobre nuestro mundo y sobre nosotros. Cuando buscamos nutrir el poder Divino en lo que ya está y se vuelve sensible al potencial de nuestra esencia interna, estamos usando nuestra dinámica femenina.

El conteo del pueblo judío comenzó desde la edad de veinte en adelante, aquellos suficientemente maduros físicamente, emocionalmente y espiritualmente para ir a guerrear.

¿Qué significa “salir a guerrear” en el sentido espiritual?

Nuestra tarea como seres humanos es crear un mundo que sea una casa para nuestro Creador, compatible con Sus expectativas y morales, un mundo sagrado.

Podemos lograr esto a través de dos modalidades. Por un lado, queremos traer Divinidad a nuestro mundo a través de pelear contra la oscuridad y maldad que nos rodea. Vencemos la negatividad mundana a través que la asaltamos con agresividad, con la fuerza física, literalmente guerreando contra la tiranía de los regímenes crueles o través de batallas ideológicas contra ideas inmorales.

La otra modalidad es fortalecer, cultivar y nutrir todo lo positivo que se encuentra alrededor de la creación de Di-s. Este modo no es el de ir a guerrear, o el de imponer orden, sino el de descubrir y nutrir los aspectos positivos y Divinos dentro de nuestro mundo y así, hacer crecer y esparcir Divinidad.

Mientras que el primer modo requiere ponerse a uno en una posición de peligro al exponernos a los elementos externos, el segundo involucra proteger y guardar los elementos internos preciados de Divinidad de adentro de nuestras vidas y de nuestro mundo.

Ambos enfoques son necesarios y cada rol es integral al plan del Creador. Hay veces en las que debemos lidiar con una batalla externa y hay veces en las que debemos guardar nuestros tesoros internos.

Mientras que el modo de protección y descubrimiento requiere de habilidades delicadas y de sensibilidad espiritual, pelear una batalla externa requiere de riesgo definitivo y de exposición. Para guerrear contra las fuerzas externas uno debe no solo tener un entrenamiento adecuado sino también un fuerte sentido de identidad y una apreciación real sobre la singularidad de uno y su valor como individuo.

El censo en esta porción de la Torá era para aquellos individuos que les fue dada la tarea de “ir afuera” y “guerrear”. Los hombres peleando afuera precisaban esta infusión mucho más que las mujeres cuyo foco era interno. Durante el ataque, al pelear en ambientes extraños contra valores extraños que constantemente intentan erradicar los ideales y visiones de uno, este recordatorio era necesario para mantener al guerrero enfocado y en el camino en vez de ser tragado por las normas que lo rodean.

Quizá ésta sea la razón de porqué sólo los hombres fueron contados. Di-s provee de fuerza adicional a aquellos que son expuestos y vulnerables a la guerra contra las fuerzas negativas de la creación, sin precisar proveer a las mujeres cuyo valor es constantemente validado a través de su rol de guardar nuestros tesoros internos.

Esto no es para implicar que la tarea de la mujer es más “fácil” o requiere menos por parte de ellas. Al contrario, su rol era y es crítico. Pero sus desafíos son diferentes, y las mujeres no precisan esta aplicación de su valor.

Su valor interno, que guardan con tanto aprecio para ellas y para sus familias, les era obvio y nunca fue desafiado..

Por Jana Weisberg

Una gran mujer

Cuenta Reb Janania Halbershtam, quien trabajó durante 18 años en el hogar del Rebe y la Rebetzn Jaia Mushka:

ALGUNOS DE SUS RASGOS

El honor que sentía por su esposo y su auto-anulación frente a él es comparable al que siente un jasid por su Rebe.

Cuando pasaba mensajes del Rebe decía: “Así y así dijo mi esposo” Jamás agregó alguna explicación de su parte.

Sin embargo, el Rebe la consultaba y trabajaba junto a ella. En las noches en las que no se quedaba en su oficina en “770”, acostumbraba a trabajar en el escritorio de su casa, y contestaba cartas que recibía de todas partes del mundo. Su ritmo era incomparable. ¡Contestaba hasta cientos de cartas por noche!

En las horas de la madrugada, la Rebetzn se sentaba junto al Rebe. Cuando las misivas recibidas estaban escritas en francés, el Rebe le dictaba la respuesta en Idish y ella respondía en francés.

Era una intelectual brillante, y dominaba varios idiomas.

El Rebe honraba muchísimo a su esposa, y muchas veces se refería a ella como: “La hija del Rebe” (su suegro era el Rebe Anterior, Rabi Iosef Itzjak Schneerson) Y cuando le provocaba alegría decía: “He dado satisfacción a la hija del Rebe”.

UNA CENA SOBRE LA SILLA

Durante un tiempo, la Rebetzn debió permanecer en cama debido a una dolencia en su pierna. Reb Halbershtam recuerda que en uno de esos días, dejó la cena de la Rebetzn sobre una silla al lado de su cama y colocó la comida para el Rebe, como de costumbre, sobre la mesa. Luego Halbershtam vio cómo el Rebe tomaba su bandeja de comida y se dirigía a la habitación donde estaba la Rebetzn, colocó su comida junto a la de su esposa, y ambos cenaron juntos… sobre la silla en lugar de una mesa.

BAJO PERFIL

La Rebetzn se distinguía por su recato y modestia, y escapaba de los honores como del fuego. Cuando asistía a cualquier sitio se empeñaba en esconder su identidad.

También cuando realizaba compras, se preocupaba de hacerlo en lugares en los que nadie la conocía. Cierta vez, Halbershtam se atrevió a preguntarle por qué se aleja tanto de los honores.

Ella respondió con total simpleza: “Créeme que no necesito que se me rindan honores. Las manifestaciones de honor no me interesan en absoluto”

En cierta ocasión, la Rebetzn acudió a un negocio de ropa en Nueva York para comprarse un tapado. Se encontraba allí también la esposa de un importante rabino de una comunidad jasídica. Alguien deslizó un comentario a la esposa del rabino, diciendo que “la Rebetzn de Lubavitch se encuentra en lugar”. La esposa del rabino se acercó a la Rebetzn, le dio la mano y charlaron por un instante. Al concluir la conversación, la Rebetzn se apresuró a terminar su compra y dejar el lugar. Al salir le dijo a Halbershtam: “No podemos retornar a este negocio. Ya saben quien soy…”

UN PASEO DISTINTO…

En sus últimos años, la Rebetzn tomaba un paseo diario por un parque a orillas del río Hudson. Siempre viajaban por el mismo camino, pero en cierta ocasión tuvieron que desviarse. Al pasar por una de las calles, notaron que algo sucedía: autos de policía, un camión de mudanzas, una familia afligida y alguien que les gritaba furiosamente.

La Rebetzn ordenó a Halbershtam que detuviera el automóvil y retrocediera para averiguar de qué se trataba. “Mi padre, el Rebe” dijo la Rabanit, “me enseñó que cada cosa que uno ve está guiada por la Providencia Divina. Si nos desviamos y nos tocó ver esta escena, debe existir una razón”

Halbershtam se acercó al lugar de los hechos y averiguó lo sucedido. Rápidamente regresó al auto y le relató al Rebetzn lo indagado. Una familia judía- inmigrantes de Rusia- se había atrasado en el pago de sus alquileres, adeudando un total de 7000 dólares. El propietario, después de muchas advertencias, los estaba desalojando por la fuerza.

La Rebetzn, sin pronunciar palabra, abrió su cartera, sacó su libreta de cheques y emitió uno por la suma indicada. Se lo extendió a Halbershtam, y le señaló que lo entregara al propietario sin darle demasiadas explicaciones y que además se asegurara que devolvieran los muebles dentro de la casa rápidamente, para dejar el lugar antes de ser reconocidos por la familia y así evitar que se avergonzaran.

Halbershtam entregó el cheque a un sorprendido propietario, se cercioró que la policía ordenara retornar los muebles a su lugar, y dejó detrás a una familia judía confundida pero eternamente agradecida a esa misteriosa dama que ocupaba el asiento trasero del automóvil

La donación de las mujeres

Hay una interesante historia con respecto a la intención de las mujeres de donar sus espejos de cobre pulido para la construcción del mishkán (tabernáculo).

Cuando Moisés anunció que se necesitaban donaciones para construir el Tabernáculo, las mujeres llevaron sus espejos de cobre pulido. Moisés no quiso aceptarlos, diciendo que no era apropiado construir una casa para Di-s con elementos de vanidad. Di-s intervino y le dijo a Moisés que los aceptara, ya que no eran símbolos de vanidad sino de sacrificio personal. De no haber sido por esos espejos, hoy no habría pueblo judío: durante los momentos más difíciles de la esclavitud egipcia, las mujeres utilizaban los espejos para embellecerse, coquetear y animar a sus esposos desalentados, provocando de esta manera la continuidad del pueblo judío.

Moisés recibió entonces los espejos y confeccionó con ellos la pileta que contenía las aguas con las que los cohanim purificaban sus manos y pies antes de entrar a realizar el servicio en el Tabernáculo.

Es este un poderoso ejemplo de cómo a Di-s se puede llegar por medio de lo más mundano siempre y cuando se sepa cómo utilizarlo para tal fin.

Extraído del libro “Una voz sin eco” del Rabino Eliezer Shem Tov

La esencia de la tora fue entregada a las mujeres

En esta Parshá, la Torá nos relata la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, por medio de Moshé Rabeinu.

Los judíos escucharon allí los Diez Mandamientos.

Cuando iba a ser entregada la Torá, Di-s le dijo a Moshé:

Así hablaras a la casa de Iaakov y dirás a los hijos de Israel. Quien es la Casa de Iaakov?, nos contesta el Midrash: se refiere a las mujeres. El Midrash agrega que con respecto a los hombres está escrito y dirás, que denota dureza, en cambio a las mujeres hablaras debía dirigirse de una manera blanda y delicada.

Pero esta no es la única diferencia. El Mejilta señala otro punto: Di-s le ordenó a Moshé entregar a las mujeres los lineamientos generales de las mitzvot (preceptos), y a los hombres los detalles de las mismas.

BASES Y REGLAS

A primera vista podríamos pensar que con esto se desvaloriza a la mujer: se le habla de una manera delicada, y además se le entrega los preceptos de una forma sucinta, partiendo de la base de que no podrían profundizar ni entender demasiado los pormenores de la Torá. Pero cuando analizamos lo que dice el Mejilta, comprenderemos todo de un modo distinto. Encabezamiento de los preceptos no se refiere a la parte fácil sino a la base esencial y las reglas fundamentales. Es decir, Hashem le ordenó a Moshé entregar a las mujeres las bases y normas de la Torá de las cuales se desprenden todos los detalles de las leyes judías que luego debían ser transmitidas a los hombres.

LA VIRTUD DE LA MUJER

Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torá. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros Yo Soy Di-s… y No tendrás otros dioses son el núcleo esencial de la Torá. El primero es la rama de los 248 preceptos de hacer y el segundo de los 365 de no hacer (véase Tania I Cáp. 20). Vemos pues que la regla general constituye la esencia de toda la Torá.

Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torá. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torá destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torá .

LA FE ILUMINA

La razón de lo antedicho es que en la mujer brilla la luz de la fe y el temor a Di-s de manera más revelada. Hashem creó a la mujer de manera tal que el intelecto no se superponga a su personalidad, impidiendo así que su fe se vea tapada y debilitada. Es por eso también que la mujer está ligada a la esencia de la Torá. Y por eso también la pertenencia al pueblo de Israel depende de la madre y no del padre.

Esta virtud está relacionada también con la Redención del Mashíaj. Así como en la salida de Egipto los judíos fueron liberados de la esclavi- tud por el mirito de las mujeres judías de esa generación (como lo explican nuestros Sabios), de la misma manera, como en los días que saliste de Egipto os mostrará maravillas, también el Mashíaj vendrá en merito de las mu- jeres de Israel. Entonces podremos estudiar la Torá del Mashíaj, quien nos revelará a todos la regla general de la Torá, la esencia más íntima de la Torá, muy pronto en nuestros días.

Likutei Sijot, Tomo 31, Pág. 93.

La Rebetzn

En el año 1950, después de la desaparición física de  Rabí Iosef Itzjak Schneerson, el liderazgo del movimiento de Jabad-Lubavitch mundial pasó a manos de su ilustre yerno, Rabí Menajem Mendel Schneerson, marido de su hija menor, la Rebetzn Jaia Mushka. 

Es bien conocido el hecho que a pesar de la negativa inexorable inicial del Rebe de aceptar la responsabilidad del puesto, fue su esposa, la Rebetzn Jaia Mushka que, a pesar del gran sacrificio personal que esto traería consigo, influyó en él para aceptar el puesto con todas sus adversidades públicas y privadas. 

Ella fue firme: “Es absolutamente inconcebible que los treinta años de total auto- sacrificio y logros de mi padre fueran, Di-s no lo permita, en vano…”

Erudita y mujer sabia, la Rebetzn Jaia Mushka ocupó el venerado y exaltado lugar de un modo absolutamente humilde y modesto. Toda su vida cumplió el ideal del Salmista: “Todo el honor de la hija de un rey está dentro”. Al llamar a la oficina del Rebe a “770” (Central Mundial de Jabad Lubavitch) o llamando por teléfono a una muchacha de la escuela secundaria enferma al internado para saber cómo se sentía, siempre se refería a sí misma simplemente como: “La Señora Schneerson, de President Street”.

Afectuosa y atenta a todos, la Rebetzn vio su papel como totalmente consagrado al trabajo de su marido. Incluso cuando transmitía los consejos de su esposo a aquellos que buscaban su guía a través de ella, repetía sus palabras con precisión, asegurándose que se entendió exactamente cómo el Rebe pensó.

Jaia quiere decir vida; Mushka, es una especia aromática.

Acerca de la importancia de colocar el nombre a una niña en honor de la Rebetzn, el Rebe dijo una vez: “Se puede demostrar que ‘sus hijos están vivos’ tomando una lección de su conducta, y conduciéndose en su espíritu, en su actitud de mesirut nefesh (auto-sacrificio)”.

“Más aún, al nombrar a una niña en su honor, y educandola para seguir su ejemplo. Después de todo, éste es el aspecto más básico de ‘sus hijos están vivos, y también ella está viva’…”

La Rebetzn no tuvo hijos propios, pero cuando un niño que la visitaba en su casa le preguntó: “¿Dónde están sus hijos?” ella contestó: “¡Los Jasidim son mis hijos!”.

Miles de mujeres y niñas alrededor del mundo llevan orgullosamente su nombre.

La idishe mame moderna

El amor por los hijos, descrito de un modo un tanto exagerado, el cuidado por la salud física al extremo de recordarle al hijo de 35 años que no olvide ponerse el saquito, cierta manipulación edípica hacia el hijo varón, sobre todo, por celos al afecto de él “por otra mujer”, la sobreprotección por la hija mujer, el rol de víctima y su obsesión perfeccionista por la limpieza y la cocina han creado un combo repetido a lo largo de cientos de anécdotas, con psicoanalistas y diván incluídos.

Pero, ¿es eso en realidad una madre judía? Y, en la época actual ¿existen todavía madres así? ¿Son de esa clase las nuevas generaciones de madres judías, que además de ser madres, tienen un trabajo o profesión y se comunican con los hijos y con el mundo por medio de Internet? ¿O las ídishe mames están condenadas a desaparecer tragadas por los nuevos modelos de conductas no judías y llevadas de la mano por la moderna tecnología?

De mi personal inquietud, que me condujo a observar el comportamiento y modos de desempeñar el rol maternal en las nuevas generaciones de madres judías jasídicas, he descubierto entre muchas otras cosas que,

  • a–  Estas actuales ídishe mames no atiborran de comida a sus hijos, les enseñan a comer sano.
  • b–  Se preocupan por la salud física de los suyos, pero le dan igual o mayor importancia a su salud espiritual y emocional.
  • c–  No intentan que sus hijos se apeguen a ellas como si fueran ídolos, sino que se apeguen a Di-s.
  • d–  No tratan de que sus hijos dependan de sus cuidados, sino que aprendan a cuidarse por sí mismos y a ser independientes.
  • e–  Les enseñan con su ejemplo a ser ídishe miembros del pueblo de sus antepasados y a vivir guiados por las claras reglas judías de conducta.
  • f–  Les enseñan a ser respetuosos con los mayores, siéndolo ellas mismas.
  • g–  Tienen un gran colaborador que generalmente participa en todo, el ídishe Tate.

He visto ídishe mames y jasídishe mames (¿existen madres más judías que ellas?), que raramente cocinan knishes de papa o kneidlaj, a veces ni siquiera se saben las recetas tradicionales, pero sí realizan menús con muchas verduras y frutas para cubrir los aportes de vitaminas y minerales de sus hijos.

Lo primero que hacen cuando despiertan a los chicos por la mañana es enseñarles a recitar el “modé aní” y a continuación a realizar el lavado de manos y la bendición correspondiente, entonándolas con melodías infantiles, a veces populares y a veces compuestas por ellas mismas. Por la noche, “vamos a decir Shemá”, significa que es hora de ir a dormir y no hay discusión porque es el momento especial con mamá o papá.

Autora:

Dra. Betty Katz

Aborto: ¿Cuándo comienza la vida?

Este artículo presenta un somero análisis de la posición judía, basado en una serie de conferencias dictadas durante el Seminario Judicial Judío de Detroit.

Aclaración: cada caso es particular y debe ser consultado con un rabino ortodoxo. 

Determinación de la vida:

Antes de analizar la interrupción de la vida, debemos establecer primero cuándo ésta comienza. Cierta vez se realizó un debate público con la presencia de tres panelistas: un médico, un filósofo y un rabino. La discusión era: “¿Cuándo comienza la vida?”.

El médico se puso de pie y expuso que la ciencia médica ha demostrado inequívocamente que la vida comienza una vez que el óvulo ha sido fertilizado. El filósofo, extremadamente pragmático, propuso que la vida no puede ser considerada como tal hasta tanto el niño no fuera una entidad viable por sí misma, es decir, una vez retirado de la madre.

El rabino se acercó lentamente al podio y, muy confiado, dijo: “Señores, ¡la vida comienza cuando los niños han crecido y se mudan a otra casa!”

Risas aparte, la verdadera posición del judaísmo en cuanto al aborto es un enfoque que combina la opinión del médico y el filósofo: bajo circunstancias normales, es decir, cuando la fertilización tuvo lugar tal como lo fue en el curso de los últimos 5780 años, la vida comienza con la concepción.

A ello se debe que la ley judía jamás autorizará el uso de un dispositivo intrauterino como forma de contracepción. Este dispositivo impide que el óvulo, fertilizado en las Trompas de Falopio, pueda implantarse en el útero. Esto, por definición, no es contracepción sino anticoncepción.

La ciencia moderna ha posibilitado que aquellas parejas desafortunadas que durante años desearon infructuosamente tener hijos puedan recurrir a la “fertilización in vitro” (FIV). Y entonces, surge la pregunta: “Esta cosa que está en el platillo del laboratorio,¿es un organismo viviente?

La ley judía responderá: “Si”; la vida comienza con la concepción.

El procedimiento usual en FIV es que se toman varios óvulos de la madre, de manera que la mayor cantidad de ellos sean fertilizados e implantados. Si, por ejemplo, se han fertilizado diez de estos óvulos, resultaría contraproducente implantar los diez. Probablemente morirían todos. Lo más probable es que el médico implante tres o más, con la esperanza de que uno “prenda”.

Entonces, surge el problema en cuanto al correcto modo de proceder con los óvulos restantes. La ley judía dirá que no podemos matarlos, pero tampoco, tenemos la obligación de implantarlos. Entonces, deberán ser preservados por un proceso de congelamiento profundo hasta que venza su propia vida, unos tres años.

Restricciones:

Hace unos años se preguntó al ex-presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, cuál era su opinión acerca del aborto. Respondió que se oponía, salvo en casos de violación, incesto, o amenaza a la vida de la madre.

En el judaísmo no hay pregunta. Puesto que la vida se inicia con la concepción, no podemos permitir el aborto simplemente porque no nos gusta el padre. Es cierto que la situación ocurrida es desafortunada, pero no podemos tomar nuestra venganza en el feto.

En el caso de una mujer que fue sometida a amniocentesis, y se ha descubierto que el feto que lleva en su vientre sufre del Síndrome de Down, Tay Sachs, o alguna enfermedad debilitante, nos veremos nuevamente forzados a decir que la vida comienza con la concepción, y el aborto no es viable.

Si una mujer que tiene diez hijos enfrenta dificultades para manejar la situación y se encuentra con que está esperando a su hijo número once, ella del mismo modo, tiene prohibido someterse a un aborto.

El punto central detrás de estas restricciones, y detrás de toda la ética judía, es nuestra poderosa creencia y fe en Di-s. Como judíos, estamos convencidos de que Di-s tiene el control de todo. El nacimiento de cada hijo responde a la Providencia Divina y éste tiene su lugar en el mundo. Para aquellos que se quejan de cuán superpoblado y súper estresado está el mundo, respondo que estaba superpoblado cuando yo era un niño y había tres mil millones de habitantes, estaba superpoblado en mi adolescencia con cuatro mil millones, y lo está ahora con cinco mil millones, y lo seguirá estando con seis mil millones. Parecería que Di-s siempre tiene lugar para uno más.

Circunstancias permisibles:

El judaísmo se diferencia de las éticas cristianas, entre otras cosas, por el hecho de que si sólo tenemos una única posibilidad de salvar a la madre o al feto, la vida de la madre tiene prioridad. La madre es una entidad viva y viable que, con la ayuda de Di-s, tendrá otros hijos y llevará una vida productiva. El feto, por su parte, es un ente incierto. No sabemos si vivirá o morirá. Si como hemos propuesto, la vida comienza con la concepción,¿cómo podemos medir la importancia de una vida por sobre otra?

El Talmud cita dos respuestas lógicas:

1) Si una persona es perseguida por un asesino, no sólo tenemos permitido matar al perseguidor sino que estamos obligados a hacerlo. El feto que pone en peligro la vida de la madre, es considerado un perseguidor y debe ser eliminado.

2) La persona tiene prohibido mutilar su propio cuerpo. En recientes épocas de guerra se hizo hábito común entre los hombres cercenar un pequeño trozo del dedo índice para evitar así el reclutamiento. Semejante práctica, sin lugar a dudas, está prohibida.

Di-s ha prestado a cada uno de nosotros un cuerpo del que debemos cuidar. Tal como sucede con el alquiler de un automóvil, cuando la empresa espera recibirlo de vuelta en perfectas condiciones. Sin embargo, si Di-s libre, una persona tiene una pierna engangrenada, no sólo tiene permitido ver que ésta sea amputada, sino que está obligado a hacerlo para salvar su vida.

Hay una historia del primer Rebe de Lubavitch, Rabí Shneur Zalman de Liadí, que enfatiza cuán crítica es la preservación de la vida. Cierta vez, mientras estaba entregado a sus oraciones de Iom Kipur, el Rebe se quitó el Talit, salió de la Sinagoga y se dirigió al extremo del pueblo. Allí cortó leña, encendió un fuego, y cocinó una sopa con la que alimentó a una mujer que acababa de tener familia.

La preservación de la vida supera a la ley.

El Shabat, Iom Kipur, e incluso una parte del propio cuerpo, pueden ser sacrificados para salvar la vida. Nuestros Sabios nos dicen: “profaná un Shabat para salvar una vida, para que puedan preservarse muchos Shabat”. En este caso, el feto será observado como un órgano enfermo de la madre y, en consecuencia, puede ser amputado para salvar la vida de la madre.

Conclusión:

Si la óptica del judaísmo parece tan próxima a la de los que defienden el “derecho a la vida”, ¿por qué no se ve a ningún rabino estacionándose en protesta frente a las clínicas dedicadas a abortos en los Estados Unidos y otros países? ¿por qué no hay demostraciones masivas de judíos frente a los edificios gubernamentales? ¿por qué no hay marchas auspiciadas por las Ligas Ortodoxas?

En verdad, la visión del judaísmo respecto del aborto es la exacta antítesis del Movimiento “Derecho a la Vida”.

Los judíos creen en la Maternidad. Cada hijo nacido es una bendición única, una que traerá sólo la mayor de las alegrías a la madre. Los judíos no desalientan el aborto, sino que alientan a cada mujer a realizar su sueño, sea éste declarado o latente, de criar una familia.

Con mucha frecuencia, cuando ya es demasiado tarde, una mujer mayor se arrepentirá de no haber tenido aquel niño. Pero una mujer a la que se convenció para que no hiciera el aborto, jamás se arrepentirá por tener ahora aquel niño.

¿Por qué no hay juezas mujeres en la Torá?

PREGUNTA:

Estoy interesado en saber por qué las mujeres no pueden juzgar disputas en las leyes de la Torá. ¿Cómo es el caso de Débora, la jueza? ¿La sabiduría está limitada a los hombres? ¿Las mujeres no tienen la habilidad de distinguir entre dos puntos en una disputa?

RESPUESTA:

La Torá no trae una razón de por qué las mujeres no pueden ser juezas en casos civiles. El Talmud Yerushalmi dice que las mujeres no pueden ser juezas y trae varias pruebas escritas. La regla está codificada en el Código de la Ley Judía. En este contexto, la regla es algo sorprendente. A lo largo de la Torá escrita y oral nos encontramos con que los hombres consultan a las mujeres y siguen su consejo, a partir de Abraham “obedeciendo a la voz de Sara¨, Jacob siguiendo el consejo de su madre, y después de consultar con sus esposas antes de salir de Harán (a pesar de que ya había sido encargado de ello por Di-s). Del mismo modo, el Rey David con el asesoramiento de una mujer Sabia que salva una ciudad entera. Numerosas mujeres se citan en el Tanaj y en el Talmud por su sabiduría, sin embargo, no encontramos ningún caso en el cual deciden situaciones civiles.

 La excepción aparente es la historia de Débora, la profetisa, sentada debajo de su palmera datilera mientras “la gente viajaba a ella para un juicio”. Rabeinu Asher escribe que Débora no pudo haber juzgado las controversias por sí misma, ya que a las mujeres no se les permite juzgar. Por el contrario, ella tuvo que haber estado instruyendo a los jueces hombres cómo deben juzgar. Obviamente, la restricción no tiene nada que ver con la experiencia o incluso la inteligencia: Aquí tienes la experta en el juicio y sin embargo ella misma no podía juzgar.

Una posible explicación se refiere a las distintas formas en que las mentes masculinas y femeninas operan. La investigación actual apoya la creencia común de que las mentes de los hombres y mujeres son diferentes y sobresalen en diferentes áreas. ¿Cómo estas diferencias se aplican a juzgar una disputa?

En la sentencia de cualquier disputa, hay dos pasos discretos. El primero es el de escuchar a cada parte y tratar de ver la situación desde múltiples perspectivas. Por esta razón, no está permitido juzgar un caso en que él personalmente fue testigo ( ya que se le hace imposible ver cualquier punto de vista distinto). Del mismo modo, un juez que es de mente estrecha y sólo puede ver una perspectiva a la vez no es un juez competente. Extremadamente raro es el caso de que una de las partes es 100% culpable, mientras que el otro es 100% inocente. De hecho, en casos de pena capital, si ningún juez ha presentado un argumento en el mérito de la defensa, la sentencia no es válida.

El segundo paso en el juicio requiere una facultad enteramente diferente. Después que el juez ha pesado y evaluado todos los puntos de vista presentados, debe determinar con certeza quién tiene razón y quién está equivocado. El primer paso requiere de un entendimiento (Biná), la capacidad de comparar las ideas de unos a otros y sentir las cualidades de cada uno. El segundo paso requiere una aptitud completamente diferente, lo que a veces se llama “daat Jazak”, una comprensión fuerte. Esto no es un entendimiento comparativo, sino una unión sólida a una sola idea.

¿Cómo se relaciona esto con la neurología masculina y femenina? Al describir la creación de la primera mujer, los Sabios toman el verbo “vayiven”, “y Él construyó”, que también puede leerse como “entendido”. Ellos comentan que la mujer fue creada con un sentido de comprensión más allá de la del hombre. La implicación tácita es que este es un requisito necesario para su papel como un “ezer k’negdo”, un compañero que va a ofrecer una visión alternativa, que el hombre por sí mismo no puede ver. De hecho, los Sabios talmúdicos aconsejan al hombre que ” se agache y deje que su esposa le susurre en su oído” cuando se enfrentan a una nueva decisión en la vida, especialmente cuando se trata de cuestiones sociales. Este sentido más profundo de comprensión es probablemente también un componente clave en el papel de la mujer como “la madre de toda la vida”, nutrir las mentes pequeñas para convertirse en más grandes.

Por otro lado, se dice que los hombres tienen un mayor sentido de “daat”, asumir compromisos firmes y decisivos que no se pueden doblar fácilmente. Debo admitir que en mi experiencia personal, pocos hombres han cumplido con esto. Sin embargo, eso no niega la noción de que esto es una cualidad más masculina que femenina. Cualquier suposición que podamos hacer respecto a esto, no son más que conjeturas humanas. La Torá es una disposición de la sociedad de acuerdo a lo Divino, no humano. Las diferencias son obvias, e incluído entre ellos:

Los seres humanos deben trabajar con la naturaleza humana como algo dado y luego desarrollar las reglas de gobierno, Di-s diseña la naturaleza humana de acuerdo a las normas que Él desea que deben regirse. Para que podamos comprender entonces lo más profundo de estas normas debemos comprender nuestra propia naturaleza y la naturaleza de todas las cosas, algo de lo que ninguna criatura es realmente capaz. Sin embargo, creo que podemos decir lo siguiente: El hecho de que la Torá prohíbe a una mujer juzgar los litigios civiles y los casos de capital, de ninguna manera implica que no es una fuente de consejo y sabiduría para los hombres. Por el contrario, la narrativa de la Torá parece que nos da instrucciones de que esto es su papel, tanto a través de la historia de su creación, como las historias de las muchas mujeres sobresalientes en nuestra historia a quienes le debemos nuestra supervivencia como un pueblo.

Por: Tzvi Freeman

Es muy judío preocuparse

“¿Comiste? ¿Qué?, ¿tan poco? Toma, voy a traerte un plato”. “¿Estás seguro de que estás bien abrigado?
Tomá otro suéter”.

La madre judía es legendaria por su insaciable necesidad de crianza. Por muy autoritaria que parezca a veces, sabemos que proviene
del amor.
Este instinto de cuidar de los demás está arraigado en nosotros desde la propia Torá.
Cuando recibimos a un huésped, estamos obligados a alimentarlo y ofrecerle refugio para pasar la noche o al menos acompañarlo
en el camino hasta que estemos seguros de que haya llegado a un lugar seguro.
Aprendemos esto de Abraham, quien escoltó a los ángeles que vinieron a visitarlo.
El efecto devastador de no ofrecer alojamiento a los huéspedes se ilustra con la mitzvá de eglá arufá, el “becerro decapitado”.

Si un extraño es encontrado muerto en el campo y nadie sabe quién lo asesinó, los ancianos de la ciudad más cercana al cadáver deben
matar un ternero y proclamar:
“Nuestras manos no derramaron esta sangre, ni nuestros ojos vieron este crimen”

En otras palabras, la gente de la ciudad tiene que testificar que no vieron pasar a este viajero y lo ignoraron y a sus necesidades.
No podemos apartar la vista de las necesidades de otra persona y asegurarnos de que todo estará bien, que ella puede cuidarse y que
Di‐s la ayudará.
Es nuestra obligación darnos cuenta, preocuparnos y actuar.

El tema de eglá arufá aparece como invitado sorpresa en la porción de la Torá de Vaigash.
Después de que Iosef reveló su verdadera identidad a sus hermanos, los envió de regreso con su padre, Iaakov, cargados de regalos. Al principio, Iaakov se negó a creer que su hijo vivía. Luego el versículo dice: “Vio los carros que Iosef envió para llevarlo, y el espíritu de
su padre Iaakov revivió”
¿Qué fue lo que hizo que el espíritu de Iaakov reviviera al ver los carros?
Citando el Midrash, Rashi explica que los carros (agalot) aludían a la eglá arufá, la última lección de Torá que Iaakov le había enseñado
a Iosef antes de su abrupta separación.
Cuando vio los carros, entendió el mensaje que Iosef le enviaba.
No te preocupes, padre. Todavía estoy vivo.
Sigo siendo tu hijo Iosef.

La Torá que me enseñaste permanece viva dentro de mí.
La lección de eglá arufá mantuvo a Iosef durante todos sus brutales años de esclavitud en Egipto.
Era un adolescente, sólo 17 años, cuando fue cruelmente separado de su padre.

El mensaje de despedida de su padre, consciente o inconscientemente, fue que no existe un judío que esté solo, desamparado,
abandonado.

Si se encuentra un cuerpo en las afueras de una ciudad, toda la ciudad, incluidos los ancianos, debe reunirse para rendir cuentas.
“Teníamos la obligación de proporcionarle comida y refugio, y acompañarlo sano y salvo
en su camino. Somos responsables no sólo de sus necesidades físicas sino también de sus necesidades espirituales”.

Esto es lo que Iosef le decía. “Aba, me entrenaste bien. No me enviaste con las manos vacías. Me alimentaste, me vestiste con prendas
espirituales que me mantuvieron abrigado y protegido durante 22 largos años. Tus palabras de despedida me dieron la fuerza y fortaleza
para soportar todas las pruebas y tribulaciones en Egipto”.

Y el espíritu de Iaakov revivió.