El Altar

En el Mishkan había dos altares. La parashá Terumá nos habla del altar de cobre, 1 sobre el cual se hacían sacrificios de animales y ofrendas de comida, y la Tetzave nos habla del altar de oro, 2 sobre el cual se ofrecía incienso.

La última Mishná del Tratado Jagigá (que es también la última Mishná de la Orden de Moed) habla de estos dos altares. Afirma que no pueden volverse impuros. La razón, según el rabino Eliezer , es que “son como la tierra”; la Torá los llama tierra, que no puede volverse impura. Según los sabios, la razón es que “están [solamente] recubiertos [con oro y cobre]”; dado que los recubrimientos de oro y cobre son solo eso, recubrimientos, son secundarios a lo que está debajo. Y dado que lo que está debajo no puede volverse impuro, los recubrimientos no se vuelven impuros.

Como sabemos, Di-s es infinito, y Su Torá , que es Su conocimiento, también es infinita. Esto significa que se aplica a nosotros en todo momento y en todo lugar. Por lo tanto, se aplica a todos y cada uno de nosotros, como si nos fuera dada hoy. También tiene un número infinito de interpretaciones, ya que cada uno de nosotros tiene un alma diferente y vemos la Torá a través de la lente de nuestra alma. También nos acercamos a la Torá desde nuestras propias circunstancias y nuestro propio paradigma.

¿Cuál es la lección que debemos aprender de esta enseñanza, de que los dos altares no pueden volverse impuros?

Los vasos de tu alma
Todos somos un pequeño Templo , donde la Presencia Divina quiere residir. Así como el Templo tenía diferentes vasijas en su interior, también nosotros tenemos diferentes aspectos de nuestra constitución: nuestra mente, pensamientos y emociones, etc.

A veces podemos tener un pensamiento mundano e impío. También es posible tener un pensamiento pecaminoso inapropiado. En otras palabras, es posible que uno de los “vasos” de la persona, su mente, pensamientos, sentimientos, etc., se vuelva impuro. Cuando esto sucede, tenemos que encontrar una manera de hacer que el vaso vuelva a ser puro, para que sea digno de ser un vaso del Templo, donde Di-s pueda residir una vez más. ¿Cómo se hace esto?

Permaneciendo puro
Las personas pueden dividirse en dos categorías, ya sea física o espiritualmente: ricos o pobres. Para los ricos, todo es oro, y para los pobres, su dinero es cobre.

Independientemente de cómo nos sintamos por dentro o de cómo actuemos por fuera, la chispa esencial, el pintaleh Yid , nunca puede ser tocada y nunca puede volverse impura. Y ese es el altar de la persona en el que sacrificamos la inclinación al mal y nos acercamos a Di-s. Cuando nos conectamos con el pintaleh Yid , nos volvemos totalmente puros.

¿Por qué nos volvemos totalmente puros? “Puesto que son como la tierra”, y la tierra no puede volverse impura. ¿Cuál es el simbolismo de la tierra? La tierra está subyugada ante todos, ya que todos la pisamos. Cuando nos conectamos con el pintaleh Yid , somos totalmente anulados ante Di-s, y como decimos al menos tres veces al día, “Y mi alma debería ser como la tierra ante todos”.  Cuando somos anulados, no hay yo. Sólo existe la voluntad de Di-s que se revela en la Torá.

“Porque son como la tierra”, son las palabras de Rabí Eliezer ben Hurkanus , quien era conocido como Rabí Eliezer Hagadol (“el Grande”), quien era más grande que todos los sabios de Israel juntos,  y aun así no tenía ego, como nos dice el Talmud : “Nunca dijo nada que no hubiera escuchado de sus maestros”. Era como la tierra, anulado ante Di-s, y ese era el camino de servicio que enseñaba a sus estudiantes a seguir. En un nivel más profundo, estaba en un plano tan elevado, que solo veía que todo era la esencia de Di-s. No veía la cáscara externa, ya fuera oro o cobre. Solo veía la esencia, la tierra.

Los sabios dicen: “ya que están [sólo] recubiertos [de oro y cobre]”. Están diciendo que no todos están al nivel de Rabí Eliezer . La mayoría de nosotros reconocemos el exterior y, a veces, tendremos fallas. Los ricos ven el oro y pueden verse tentados a seguir los deseos que vienen con la opulencia. Y los pobres, todo lo que tienen es cobre y pueden verse tentados a hacer algo deshonesto para salir adelante.

Sea rico o pobre, debemos darnos cuenta de que el oro y el cobre son sólo una cáscara exterior, que no son nada y que se anulan ante lo que está debajo, el pintaleh Yid . Finalmente, llegaremos a darnos cuenta de esto y haremos teshuvá , y tendremos el mérito de ver la llegada del Mashiaj . Que venga pronto. 

Por Yitzi Hurwitz

Mishpatim, “sobre juicios y leyes”

Mishpatim comienza con leyes que regulan apreciar la importancia vital de las relaciones humanas individuales y sociales. Sin embargo, esta sección sigue a la de Itró, donde se enfatizan las obligaciones del hombre hacia Di-s. El último capítulo de Itró que es el que precede y está unido a Mishpatim, trata las leyes del Altar.

Nuestros Sabios se preguntan con respecto a esta secuencia: ¿Qué relación tiene la sección de Mishpatim con las leyes del Altar?

La respuesta es: para enseñarnos que el Sanhedrín (la Corte de Jueces), debe estar cerca del Altar, símbolo de la obligación del hombre hacia Di-s. Esto señala que en el área de las relaciones humanas, tanto a nivel individual como intergrupal, es inútil apoyarse enteramente en sentimientos “intuitivos” de igualdad y justicia, tal como muchas experiencias amargas lo han demostrado.

Entonces, ¿qué sistema de moralidad puede sobrevivir en la coexistencia cotidiana de grupos e individuos? Sólo un sistema de ética y justicia cuyas leyes deriven su autoridad de una fuente Superior, del Creador del universo y del hombre. Ya que sólo el Creador conoce plenamente la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tan sólo el Creador puede prescribir leyes verdaderas, éticas y moralmente perdurables, tanto para el individuo como para la sociedad en general.

Sólo las leyes que sustenten su veracidad y autoridad en el Ser Supremo, son válidas para todos, eternamente, sin variar con el tiempo y con el lugar.

A la luz de lo anterior se puede apreciar la importancia vital de la educación judía genera y de la Yeshiva y de la escuela judía en particular.

Lejanos son los días en que se creía que la educación en la Ieshivá era necesaria tan solo para la preparación de Rabinos o Shojatim (matarifes), pero no para las personas comunes.

Hoy, en nuestra sociedad, es muy claro que la enseñanza de la Torá en una Ieshivá, donde hay una atmósfera de reverencia y amor a Di-s, es indispensable para que cada niño y niña judíos, se desarrollen como buenos judíos cumpliendo sus obligaciones hacia Di-s y entonces comprenderemos”!

Una Orden General Desde que los judíos dejaron Egipto, fueron llamados “El ejército de Di-s”. Una persona que cumple el servicio militar, comprende inmediatamente que al recibir una orden de un oficial superior, no puede demorar su ejecución hasta el momento en que pueda analizarla y ver si está de acuerdo, es- pecialmente si la orden viene de un alto mandatario, ya que tal demora puede poner en peligro a todo el ejército. En verdad, una orden de Divina no debe estar en un nivel inferior. Ningún judío puede demorar el cumplimiento de una orden de Di-s hasta que tenga tiempo de estudiarla y aprobarla. Es por esa razón que la Torá fue recibida con la declaración unánime de todo nuestro pueblo: ¡“Naasé ve nishmá!, ¡cumpliremos y escucharemos!.

Beshalaj: Los niños transforman el mar en una muralla

“Y las aguas fueron para ellos una muralla a su derecha y a su izquierda” (Shemot 14:22)

Nuestra Parshá describe el milagro de la partición del Iam Suf. 

El milagro ocurrió luego de que los judíos se vieron aprisionados, con el mar frente a ellos y los egipcios persiguiéndolos desde atrás. Entonces ocurrió el gran milagro: el mar se partió frente a ellos, y las aguas se erigieron en “una muralla a su derecha y a su izquierda”. El propio obstáculo, el mar, se transformó en una muralla protectora del pueblo de Israel.

¿En mérito a qué se hizo acreedor Israel de este milagro? Fue por los niños. Nuestros Sabios Z”L relatan2 sobre los niños que estuvieron presentes al salir de Egipto que “ellos Lo reconocieron (a Di-s) primero que todos”. Es verdad, se encontraban ahí Moshé, Iheoshua y todos los Grandes y los Ancianos de Israel, pero quienes reconocieron antes que todos a Hashem fueron específicamente los niños. Esos niños, que nacieron y crecie- ron en plena esclavitud de Egipto, pero recibieron la educación que corresponde – ellos fueron los primeros en identificar al Altísimo y apuntaron con el dedo diciendo: “¡Este es mi Di-s y he de embellecerlo!”3

NACIERON EN EXILIO

Estos niños que se desarrollaron en el seno del exilio de Egipto, experimentaron con intensidad su condición de “pocos entre todos los pueblos”4 Sintieron cómo el estilo de vida egipcio se opone a una vida judaica, y a pesar de ello fueron leales a su judaísmo y estaban orgullosos del mismo.

Motivados por esta educación no dudaron en abandonar “la cacerola de la carne” y salir al gran y temible desierto, incluso carentes de provisiones suficientes, en un espíritu de absoluta confianza- bitajón- en el Altísimo. A eso se debe que se hicieran meritorios de ser los primeros en reconocer a Di-s y que en aras de ellos se parta el mar.

Cuando hay niños como éstos, no hay motivo para alterarse porque “Egipto viaja atrás de ellos”5 y del hecho que los hijos de Israel estén rodeados por todos lados, por el mar y el desierto. Con niños como estos se puede avanzar dentro del mar hasta que el propio mar se parta ante ellos.

EL OBSTÁCULO PROTEGE

Cuando se partió el mar Iam Suf ocurrió algo singular: no sólo fue removido el obstáculo (el mar), sino que el mismo se transformó en una muralla protectora del pueblo de Israel- “y las aguas fueron para ellos una muralla a su derecha y a su izquierda”. Éste es el nivel más perfecto de la anulación de las perturbaciones, y también ello tuvo lugar en mérito de los niños. Cuando se educa a niños para que sean los primeros en proclamar “Este es mi Di-s y Lo embelleceré” entonces las propias trabas y estorbos se transforman en elementos protectores de Israel.

Cuando el niño judío sabe que la única existencia verdadera es la santidad, y asume naturalmente y en forma tácita que nada puede molestarlo e impedirle cumplir con la Voluntad Divina, que se expresa en los man- datos de la Torá, entonces se hace meritorio de que todos los obstáculos caigan y desaparezcan, y más aún – que se conviertan en co- laboradores que contribuyen en su servicio a Di-s.

MILAGRO CONSTANTE

No sólo para salir de Egipto necesitó el pueblo judío de un milagro sobrenatural de esta magnitud. En cada generación precisamos de milagros. El pueblo judío siempre se asemeja a la ovejita que está entre setenta lobos, y su misma existencia está basada en lo sobrenatural, es un milagro continuo, como el de la partición del Iam Suf. Para ha- cerse acreedor permanente de este milagro que asegura la continuidad del pueblo judío, debe educarse a los niños a estudiar la Torá Escrita y la Torá Oral, así como también a observar la conducta sagrada del pueblo judío. ¡Entonces tendremos el privilegio de verlos proclamar por propia iniciativa: “Éste es mi Di-s y Lo embelleceré”, incluso antes que sus padres y abuelos!

Likutei Sijot Tomo 2, pag 523

Beshalaj: el síndrome del faraón

La gente critica a los psicólogos y sus eufemismos, pero a menudo me pregunto si no sería bueno pedir prestado un poco de su precisión estratégica al tratar los asuntos de la Torá. 

Algunos aspectos importantes de la historia del Éxodo que podrían entenderse mejor si usásemos la terminología correcta. Tomemos el evento de la partición del Mar Rojo. Es fácil ser derogatorio acerca del Faraón cuando consideramos los hechos superficialmente. Él ve una nación entera siendo llevada por un pilar de fuego, sobre el suelo del mar en tierra seca, entre dos pilares de agua que están inmovilizados como paredes de piedra -incluso Indiana Jones lo habría pensado dos veces- y como un loco corre hacia adentro con todo su ejército. Y no es que no tuviera algún precedente del cual aprender.

Podríamos tentarnos en describir al Faraón en esta situación como que “algo le faltaba”, para ser cortés. 

El Faraón era, sin embargo, intelectualmente capaz. Sólo que sufría de un cuestionamiento al Monoteísmo. Para ser más específico, el Faraón pertenecía a un subconjunto de cuestionadores del monoteísmo que poseen una fijación con el orden natural percibido (“Ma’at” en el egipcio Antiguo. Similar al concepto budista de Kharma. En idioma moderno, “Física”). Cuando aparece un conflicto entre el orden natural y la realidad percibida (es decir, un milagro), el sujeto experimenta ansiedad. Considerando que esta ansiedad podría resol- verse fácilmente a través de la aceptación de una Fuerza Omnipotente y más allá de la naturaleza, nuestro sujeto prefiere ignorar la realidad obvia que se halla ante de sus ojos en favor del con- cepto del mundo del orden natural que ya ha in- tegrado previamente en su personalidad. Esto podría resultar finalmente, en el ahogarse bajo las olas del Mar Rojo.

Ahora que he proporcionado una visión más simpática de las dificultades personales del Faraón, se hace un tanto más fácil relacionarnos con él. Después de todo, hacemos lo mismo que él todo el tiempo. Por lo menos, yo lo hago. Se trata de la “Angustia”

La angustia es un estado desde el que ignoramos la realidad obvia y percibida, en favor de la pervertida, improbable visión de cómo imaginamos que debe ser el orden natural. Nos figuramos nuestra vida como un forcejeo entre nuestra propia competencia y las leyes de la física, comercio y aceptación social. Eso significa que tenemos mucho de qué preocuparnos.

La realidad obvia es que nuestra vida diaria está llena de milagros que vienen desde Arriba. Tenemos muy poco control sobre dónde terminamos y lo que tenemos que hacer ahí. La física no tiene mucho que decir. Podemos hacer lo mejor que podemos con cualquiera sea la cosa que se nos ha dado y tener confianza en el Director De Todo, que Él sabe lo que Él está haciendo.

Pero en cambio, nos preocupamos.

¿Por qué nos preocupamos?

Porque no percibimos los milagros. ¿Por qué no percibimos los milagros? Porque vemos la marcha del orden natural a nuestro alrededor, y si hay un orden natural, los milagros no pueden suceder, ¿verdad? ¡Después de todo, los milagros significan que las leyes de la naturaleza se han eliminado temporalmente, y que la vida se pone totalmente anómala.

Error. Ése es el Faraón otra vez. Quizás un poco más sutil, pero no obstante Faraón.

Monoteísmo significa que el orden natural no es un juego absoluto de reglas para jugar o para romper. 

Creer que hay Una Fuerza Infinita detrás de todas las cosas, significa reconocer que Él puede encontrarse haciendo Sus cosas en cualquier parte – de acuerdo a las reglas o no por las reglas. Nada lo detiene en conseguir su camino -ningún comité supervisor, ninguna junta de apelación, ningún accionista, ninguna suegra. Ni siquiera el Orden Natural.

¿La prognosis? Según los profetas, estamos muy preparados para esto. Como leemos en la Haftará en el último día de Pesaj: “Como en los días en que salimos de Egipto, te haré ver mi- lagros”. (ISAíAS 10:32)

Rabi Menajem Mendl de Lubavitch (el “Tzemaj Tzedek,” 1745-1826) explicó, “Como en los días cuando ustedes apuntaron al Mar Rojo que se abría y dijeron, ‘¡Éste es mi Di-s que hace esto! ‘ Como entonces, en estos tiempos, les permitiré ver más milagros maravillosos aún, de los que suceden diariamente en vuestras vidas.”

Podemos abrir nuestras mentes e intentar empezar ahora.

De Tzví Freeman

Bó: Aprendiendo de la experiencia

¿Cómo es posible, que después de cada plaga el Faraón prometía acceder al pedido de Moisés, pero tan pronto como la presión de la plaga finalizaba, el Faraón se obstinaba y renegaba de su promesa?

Cuando Moisés, inmediatamente le advertía respecto de las próximas plagas, el Faraón permanecía sin impresionarse hasta que ocurría el desastre predicho, y luego otra vez prometía, sólo para retractarse nuevamente cuando la presión desaparecía. ¡Esto se repitió diez veces! ¿El Faraón era tan necio, e incapaz de aprender de la experiencia?

El Rabino Twersky escribe: -Yo no entendía completamente al Faraón hasta que me dediqué al tratamiento de alcohólicos, y presencié un fenómeno similar, ocurriendo con gran regularidad. El

alcohólico sufre consecuencias graves como resultado de su beber; y permanece con una gran pena y algunas veces incluso se acerca a la muerte. Su reacción es invariable: “¡Eso es! Yo ya he tenido suficiente con el alcohol.

¡Nunca más beberé, no, nunca!”. Es una experiencia habitual, que en el lapso de algunas semanas, o sólo en pocos días, comienza a beber nuevamente. Las personas le advertirán de cuán peligroso es el alcohol, y le recordarán las amargas consecuencias por él sufridas… pero todo es inútil. Él bebe otra vez.

Lo que parece tan ilógico tanto en el caso del Faraón como en el alcohólico no es realmente extraño. Muchas personas fallan en aprender de la experiencia. Cuando el profeta Isaías usó la metáfora, “Tú estás ebrio, si bien no de vino” (29:9), no estaba usando la expresión vagamente. Nuestra historia bíblica demuestra cuánto una y otra vez nosotros nos hemos desviado de la observancia de Torá y cada vez sufrimos graves consecuencias, no obstante tan rápido olvidamos y regresamos a nuestros caminos descarriados.

Lo que es verdad de nuestro pueblo históricamente es a menudo cierto en muchos individuos aún hoy. Simplemente, no aprendemos de la experiencia.

¿Qué es lo que al alcohólico lo vuelve díscolo al aprendizaje de la experiencia? Es, probablemente, que él no desea cambiar su estilo de vida y no

quiere abandonar cualquier sensación que el alcohol provee. ¿Qué es lo que volvió al Faraón incapaz de aceptar el testimonio de sus sentidos? Probablemente el rechazo a admitir que él estaba equivocado. Sentimientos egoístas tales como estos impiden a las personas aprender de experiencias dolorosas y con eso evitar la repetición de equivocaciones.

¿Qué es lo que nos impide aprender de la experiencia? Probablemente algún sentimiento o idea egoísta que nos rehusamos a abandonar.

Dado que nuestro egoísmo es el que nos vuelve irreflexivos frente a lo obvio,

¿qué podemos hacer para cambiar esta situación? Uno de los modos más efectivos es valernos de un confiable maestro y guía, alguien que al no estar afectado por nuestras distorsiones emocionales, puede ayudarnos a ver la realidad más claramente y aprender de nuestras experiencias.

“Hazte tú mismo de un maestro” (Ética de los padresS 1:16) es un invalorable consejo.

 

“DE VIVIENDO CADA DÍA”, EDITORIALBNEI SHOLEM

Parashá en Síntesis: Bo

EI valor numérico de la palabra “Bo”  en hebreo es 3 y en la Parashá que lleva este nombre se describen las tres últimas plagas de Egipto: langosta, oscuridad y muerte de los primogénitos.

Di-s le dijo a Moshé que fuera (“ve”) a anunciarle al Faraón la próxima plaga, la de langosta,

luego de la cual el país queda devastado, ya que las langostas eran insaciables; no sólo se 

comían la vegetación, árboles y grama, también devoraban las pertenencias de los egipcios.

El castigo de los egipcios se prolongó por doce meses, aún cuando cada plaga duraba una 

semana. La generación del diluvio también fue castigada por doce meses.

Cada plaga fue dirigida contra alguna de las deidades que los egipcios adoraban (el Nilo; las ranas, signo de fertilidad; el carnero sagrado, etc.) y fueron la expresión del poder de Di-s como único Creador que dirige todas las esferas y astros, y puede producir milagros incluso contrariando la naturaleza. Las plagas sirvieron para demostrar la supremacía de la divinidad de Di-s por encima de la brujería y la magia negra,que tenía su máxima expresión en Egipto.

Las tres primeras plagas fueron traídas por Aharón; el granizo, la langosta y la oscuridad,

por Moshé; las bestias salvajes, la peste y la muerte de los primogénitos, directamente por

Hashem (Di-s), y la sarna, por los tres juntos.

Di-s mandó diez plagas a Egipto para castigar al Faraón, quien negaba la existencia del Creador del Universo, un Universo que fue creado a través de diez dichos o pronunciamientos; las plagas emergieron de todos Ios elementos existentes: agua, tierra, aire y fuego, para demostrar que todos derivan de y son manejados por Di-s.

Las diez plagas no son un mero conjunto de eventos sobrenaturales que destruyeron el

imperio egipcio, hace unos 3.300 años. La Torá representa un modelo para la vida, un manual de la raza humana, Y por Io tanto los episodios que narra tienen un carácter espiritual y atemporal que de manera continua ocurren en el corazón del hombre.

La Cabalá enseña que cada alma humana se compone de diez puntos de energía, diez características que definen la personalidad y que reciben el nombre de Sefirot (“puntos de luz”). Cada persona tiene la opción de refinar estos diez atributos de manera que expresen su luz divina interior, o por el contrario, pervertirlos.

El antiguo Egipto, en su plan de eliminación de todo un pueblo, pervirtió los diez atributos del alma de sus ciudadanos. La energía negativa generada por la perversión del espíritu humano retorno de nuevo a Egipto en forma de diez plagas que asolaron el país.

En nuestra vida personal, Egipto refleja un estado de disfunción psicológica, en la que uno o

varios de los atributos del alma se distorsionan, lo que dificulta la capacidad del ser humano

para la verdadera autorrealización y plenitud. Cuando no somos capaces de enfrentar

nuestros propios demonios, nuestros atributos perversos pueden volver a nosotros también en forma de plagas psicológicas.

El primero de Nisán, Di-s le dijo a Moshé y Aharón que saldrían de Egipto ese mes y que el mes de Nisán debía contarse como el primero del año.

Esto nos señala la importancia del evento del Éxodo, ya que todos los meses se cuentan

teniéndolo como referencia: en vez de darles nombres específicos, se les enumera en relación con la salida de Egipto.

Así sucede con los días en hebreo, que se enumeran en relación con el Shabat (primer día,

segundo día, etc., respecto al Shabat). 

Desde la Creación del mundo hasta la salida de Egipto, Di-s fijaba el comienzo de cada mes. A partir de la creación de Benei Israel como pueblo, les instruye con la mitzvá (precepto) de Rosh Jodesh (bendición del mes), que será determinada por el Bet Din o Tribunal a partir del reporte de dos testigos, quienes observarán la luna nueva.

En la actualidad se sigue un calendario fijo establecido por Hilel Hanasi, en el que está indicado el comienzo de cada mes, cuando se bendice.

El calendario judío es lunar, con ajustes al calendario solar, porque Pésaj debe ocurrir -según la Torá- en primavera.

Los judíos son comparados con la luna, cuya luz va disminuyendo hasta que desaparece, pero es precisamente en ese instante cuando renace la luna nueva, para crecer en forma constante.

En sus distintas épocas, la historia judía refleja el ciclo lunar. En el exilio de Egipto, luego que la opresión llegara a su punto máximo, comenzó la renovación de la esperanza.

Hay que recordar que la parte más oscura de la noche es aquella que precede al amanecer.

Antes de salir de Egipto, cada familia judía tenía que sacrificar una oveja (Korban Pésaj) que era una deidad para los egipcios-y además, quienes no estuvieran circuncidados, tenían que hacer este rito.

Después de la décima plaga, la muerte de los primogénitos -en la cual fallecieron miles de egipcios (porque en cada familia había varios, debido a la promiscuidad existente), además de los animales que adoraban-, el Faraón rogó a Moisés que se llevara a su pueblo.

La salida de Egipto se produce el 15 de Nisan del año 2448 desde la creación del mundo, cuya celebración se hace en Pésaj, que debe festejarse para siempre.

Además de las innumerables menciones de la salida de Egipto en las plegarias y la celebración de pésaj cuando se lee la Hagadá, hay dos mitzvot que sirven para recordarla. 

Una es Pidyon Haben: cuando Di-s salvó de la muerte a los primogénitos judíos, decretó que éstos le pertenecían por Io tanto, los padres deben redimir al primogénito, comprándoselo a un Cohén treinta días después de nacido. La otra es la mitzvá de los Tefilin, en cuyo interior se encuentran los versículos alusivos a la salida de Egipto. Esta

mitzvá debe ser observada por todo varón judío después de cumplir trece años.

A Egipto llegaron setenta personas y salieron 600 mil.

¿Por qué justo diez plagas?

Cuando el Faraón insistió en su negativa a liberar a los hijos de Israel , Moisés y Aarón le advirtieron que Di-s lo castigaría a él y a su pueblo. Y, en efecto, Di-s envió las diez plagas, una tras otra, hasta que el Faraón cedió. A continuación se presenta una lista de las diez plagas en hebreo y un resumen de cada una de ellas.

¿Hay algún significado en el número de las plagas?

¿Por qué fueron necesarias las diez?

El número es significativo. En una ocasión, Moisés se acercó a Paró y le dijo: Así dijo el Amo de Israel, “Deja salir a mi pueblo, y déjalos que me celebren en el desierto”. (Shemot 5:1)

Paró respondió: “¿Quién es el amo, que debo escucharlo para dejar salir a Israel? Yo no lo conozco y tampoco dejaré salir a Israel” (Shemot 5:2)

Pero de hecho, Paró sí conocía el concepto de Di-s. Los Egipcios adoraban ídolos de todo tipo, y hasta Paró se consideraba uno de ellos. Pero no creía en un omnipresente, ni en un todopoderoso Di-s quién creó absolutamente todo.

Sabemos que Di-s creó el mundo con Su palabra; para ser más precisos, con diez expresiones. Pero Paró negó estas diez.

Y así también las diez plagas corresponden a los diez elementos con los cuales Di-s creó el mundo, cada uno demostrando un aspecto independiente de la creación, algo que fácilmente podría ser atribuido a la “naturaleza”, y fue enteramente de las manos de Di-s.

Las plagas probaron que Di-s realmente es el omnipresente, y el todopoderoso Creador.

  1. Sangre: La primera plaga, la cual eliminó el agua potable, estableció que Di-s manda sobre el agua.
  2. Ranas: Durante la plaga de las ranas, éstas llegaron a meterse dentro de los hornos de piedra, lo cual probaba que Di-s está por arriba de las creaciones de hombre físico.
  3. Piojos: Con la tercera plaga, piojos, que comenzó desde el polvo, fue sabido que Di-s está por arriba de todo el polvo de la tierra.
  4. Animales salvajes: La cuarta plaga, en la cual los animales salvajes destruyeron todo lo que se les aparecía en el camino, demostró que Di-s está por sobre todos los animales de la tierra.
  5. Pestilencia: A través de la enfermedad esparcida por todos los animales, fue sabido que Di-s controla todo el aire que respiramos.
  6. Sarpullido: El sarpullido en todo el cuerpo de los egipcios establecieron que Di-s puede causar que las personas sufran o sean curadas.
  7. Granizo de fuego y hielo:Esta plaga declaró que Di-s controla el elemento de fuego.
  8. Langostas: Cuando las langostas consumieron todos los cultivos, fue claro que Di-s controla toda la vegetación de la tierra.
  9. Oscuridad: Con la oscuridad que permaneció en los Egipcios por varios días, Di-s demostró que solo Él puede cambiar lo que se encuentra en el cielo.
  10. Muerte de los primogénitos: Con esta plaga se demostró que Di-s está por arriba de los ángeles y mundos espirituales.

¿Por qué los judíos untaban sangre en sus dinteles?

 

Al aproximarnos al momento culminante del Éxodo de Egipto e inmediatamente antes de la Plaga de los Primogénitos, nos encontramos con un mandato bastante extraño:

Habla a toda la comunidad de Israel y diles: «El día diez de este mes, cada uno tomará un cordero por cada casa paterna, un cordero por cada familia… Y tomarán de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer… Yo pasaré por la tierra de Egipto esa noche y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así en los hombres como en los animales; y yo, el Señor, ejecutaré juicios sobre todos los dioses de Egipto.

Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estaréis; y yo veré la sangre y pasaré sobre vosotros, y no habrá plaga que os destruya cuando yo hiera la tierra de Egipto.

En la famosa orden de sacrificar un cordero en vísperas del Éxodo se encuentra la instrucción de tomar su sangre y marcarla en el dintel de la puerta. Si bien el texto brinda cierta explicación, quedan muchas preguntas pendientes. 

¿Qué era exactamente esa “señal”?

¿Exige Di-s un marcador físico para identificar los hogares judíos? ¿Y por qué sangre?

 

Era un marcador para el ángel destructor
Ibn Ezra explica que la sangre era una señal para garantizar que el ángel de la destrucción no entrara en los hogares judíos.

Dice que la sangre se colocaba en la entrada de las casas individuales dentro de cada patio. Las puertas del patio se mantenían cerradas para que los egipcios, que veían a las ovejas como deidades, no vieran la sangre y se enojaran porque los judíos habían sacrificado a sus dioses.  Por la misma razón, para evitar llamar la atención, la matanza se hacía después del anochecer. 

La sangre mostró la valentía de los judíos
Otros sugieren lo opuesto: la sangre fue colocada en el exterior específicamente para provocar a los egipcios.  Rabbeinu Bachye explica que esta es también la razón por la que se requería que el cordero fuera asado: para asegurar que su aroma se extendiera, dando a conocer ampliamente sus acciones.

Esta abierta muestra de lealtad a Di-s , incluso en medio de la idolatría generalizada de Egipto, fue lo que los hizo merecedores de la redención. Al rechazar con valentía las malas influencias que los rodeaban, demostraron su firme compromiso con Di-s y su disposición espiritual para la liberación. 

Significa vida
Rabbeinu Bachye cita un versículo del Levítico que dice que “la sangre es el alma”. La sangre, por lo tanto, simbolizaba tanto la muerte para los egipcios (en referencia a la plaga de los primogénitos) como la vida para los israelitas . Servía como señal de protección, indicando que el “destructor” no tenía permiso para dañar al pueblo judío. 

Los “Destructores” se sumaron al viaje
Luego, plantea una pregunta obvia.  Si la sangre protegió a los judíos del “destructor”, ¿esto implica que Di-s no llevó a cabo personalmente la Plaga de los Primogénitos, sino que la delegó en un ángel o una fuerza destructora?  Esto parece contradecir la lectura simple de los versículos y muchos comentarios de los sabios. 

Rabbeinu Bajie aclara que fue Di-s mismo quien mató a los primogénitos egipcios. Sin embargo, los momentos de destrucción inherentemente crean oportunidades para que actúen otras fuerzas destructivas. El “destructor” mencionado en el versículo no fue el ejecutor principal de la plaga, sino una fuerza destructiva atraída por el caos. La sangre sirvió para proteger los hogares judíos de estas fuerzas secundarias, asegurando que permanecieran intactos ante la destrucción más amplia. 

Simbolizaba la sangre depositada en el altar.
La sangre de los sacrificios del Templo se rociaba, untaba o derramaba sobre el altar. Para el sacrificio pascual, la sangre se recogía en una copa designada y se vertía en la base del altar. El Talmud señala que en Egipto, el dintel y los postes de la puerta servían como un símbolo del altar del Tabernáculo y, más tarde, del Templo. 

Era la Proto-Mezuzá
La Mejilta compara la protección de la sangre colocada en los postes de las puertas con la protección que ofrece colocar una mezuzá en el poste de la puerta.

¿No es este un argumento a fortiori ( kal vajomer )? Si acerca de la sangre del sacrificio pascual en Egipto, que era más liviana, era temporal, aplicable sólo en ese momento, no se observaba de día ni de noche y no se ordenaba para las generaciones futuras, se dijo: “Y Él no permitirá que el destructor [golpee]”, entonces, ¡Cuánto más con la mezuzá , que es más estricta! Contiene diez nombres divinos únicos, se observa de día y de noche y es un mandamiento para todas las generaciones. ¡Más aún porque “Él no permitirá que el destructor” entre! 

Mostró el amor esencial de Di-s
El Rebe explica que la plaga de los primogénitos surgió de un nivel de divinidad que estaba más allá de los límites del orden natural, lo que refleja la esencia de Di-s que trasciende el juicio y la lógica. Desde esta perspectiva, el argumento de que los judíos no eran dignos de ser redimidos, debido a su bajo nivel espiritual, no tiene importancia. Esta revelación destacó el amor ilimitado de Di-s por el pueblo judío, un amor que desafía las acusaciones o comparaciones racionales.

Sin embargo, para canalizar este amor trascendente al ámbito físico, los judíos necesitaban tomar medidas. Marcaban los postes de sus puertas con la sangre de la ofrenda de Pésaj (que también simbolizaba la sangre de la circuncisión), actos que demostraban un compromiso suprarracional con Di-s. Estos signos simbolizaban su participación activa en la atracción del amor infinito de Di-s, transformándolo en protección tangible y allanando el camino para su redención. 

La sangre transformó el hogar en un templo en miniatura
Estos hechos ocurrieron en el momento del nacimiento de la nación judía. Por eso, explica el Rebe , era necesario enfatizar el fin último del servicio Divino del pueblo judío: cumplir el mandamiento “Yo habitaré entre ellos”  —específicamente dentro de cada judío— hasta el punto de que su hogar se convierta en un lugar donde la Presencia Divina pueda reposar.

Por eso, cada familia debía sacrificar su propio cordero dentro de su casa y colocar la sangre en el marco de la puerta. Al cumplir las mitzvot asociadas con ofrecer un sacrificio en su propio espacio, transformaban sus hogares en un microcosmos del Templo.

Sin embargo, en las generaciones futuras, el sacrificio de Pésaj sólo podía llevarse a cabo en el Tabernáculo o Templo, donde la Presencia Divina se revelaba abiertamente. Ofrecer el sacrificio fuera de estos espacios santificados está prohibido. Esto se debe a que el Tabernáculo o Templo encarnaba el cumplimiento de “Yo habitaré entre ellos”, canalizando la Presencia Divina hacia el servicio colectivo del pueblo judío. Sin embargo, antes de la Entrega de la Torá y la construcción del Tabernáculo, el énfasis estaba puesto en actualizar el “Yo habitaré entre ellos” dentro de cada individuo, transformando sus hogares en santuarios para la presencia de Di-s. 

Fuente

Parashá en sintensis: Vaerá

La política del Faraón de Egipto cambió luego de la muerte de los hijos de Iaakov: los judíos se fueron asimilando al medio ambiente egipcio, perdiendo el respeto por sí mismos y, a la vez, su identidad. La única tribu que no se asimiló, siguió circuncidando a sus hijos y no obedeció el decreto de trabajos forzados fue la tribu de Levi, que además permaneció en la región de Goshen, donde vivían los judíos en tiempos de Yosef.

Amram y Yojevet, ambos de la tribu de Levi, tuvieron tres hijos: Aharón, Miriam y Moshé.

Amram es uno de los cuatro tzadikim o justos que mueren sin haber pecado. Los otros tres

fueron: Biniamín, hijo de Iaakov; Yishai, padre de David y Kilav, hijo de David con Avigail.

Moshé, al igual que Iaakov y Iosef, nace circuncidado, característica ésta propia de los

tzadikim (hombres piadosos). 

El nombre que recibe Moshé de sus padres es Yekutiel; sin embargo, en la Torá se le nombra como Moshé (nombre que le puso la hija del Faraón por sugerencia de Yojevet).

Después de que Moshé es dejado en el Nilo, cesa el edicto de matar a los recién nacidos judíos, por cuanto los astrólogos avisan al Faraón que el Redentor de Israel había sido echado al río. 

Moshé se destacó por su alto sentido de justicia, su humildad y la empatía que tenía con su pueblo. Fue uno de los 48 profetas más notables y poseyó el nivel más alto de profecía, pues Di-s le habló “cara a cara”.

Di-s se le apareció por primera vez a Moisés, desde la zarza ardiente – arbusto que ardía y no se consumía por el fuego – para decirle que hablara con el Faraón, a fin de que dejara salir de Egipto al Pueblo Judío. Este arbusto no estaba ubicado en el Monte Sinaí.

La zarza ardiente nos enseña que la Presencia Divina está en todas partes, aún en las cosas más insignificantes, y además, que el Pueblo Judío no será nunca devorado por el fuego (enemigos), ni durante el exilio de Egipto, ni en los siguientes. 

En Midian, Moisés se casa a los setenta y siete años de edad con Zipora, hija de Yitró y tiene con ella dos hijos: Guershon, cuyo nombre deriva de guer (extraño fui en tierras de idólatras) y Eliezer. 

Di-s se le aparece a moshé y le dice que anuncie al Pueblo Judío su redención. 

Di-s en esta ocasión se aparece con Su nombre trascendente, formado por las cuatro letras: yud, kei, vav, kei, indicando que la salida de Egipto es parte del Plan Divino general. 

En el resto de la Parashá se describen las siete primeras plagas que mandó Di-s a Egipto para que el Faraón dejara salir a los judíos. Estas plagas fueron: sangre, ranas, piojos, bestias feroces, pestes, sarna, granizo. Las plagas invadieron todo el país, menos la región de Goshen.

Las tres primeras plagas fueron ejecutadas por Aharón y no por Moshé, ya que éste sentía especial gratitud por las aguas del Niño, que habían participado en su salvación. Ello nos demuestra la importancia de la gratitud como uno de los pilares de la sociedad: debemos conservarla no obstante el paso del tiempo y las circunstancias. 

La primera plaga, “sangre”, estuvo dirigida contra una de las características reinantes en Egipto, que era la frialdad e indiferencias frente a Di-s, simbolizada por las frías aguas del río Nilo, que los egipcios adoraban como un dios. 

El primer paso hacia la libertad fue atacar “las aguas del río”, la frialdad mortal, y convertirlas en “sangre”, que representa la calidez, la vitalidad y la santidad. 

El mensaje para nuestros días es que debemos combatir la frialdad, la indiferencia y la apatía hacia nuestro judaísmo.