¿Por qué celebrar en una tumba?

Rabi Shimón Bar Iojai, fue uno de los más grandes sabios del pueblo judío. Alumno de Rabi Akiva, vivió en la época de las persecuciones romanas. Se decía de él que toda mujer debe orar para que su hijo pueda emularlo, y que por lo excepcional que era, su mérito fue suficiente para proteger a toda su generación.

Los romanos condenaron a Rabí Shimón a muerte por sus declaraciones contra el gobierno. Pasó a la clandestinidad junto con su hijo Elazar. Se escondieron en una cueva durante 12 años, pasando ese tiempo estudiando Torá.

Cuando salieron, se habían elevado a tales alturas de santidad y comprensión Divina que veían el mundo desde una perspectiva diferente de la persona promedio.

Compuso muchos volúmenes de comentarios de la Torá, pero es más conocido por el Zohar, la obra fundamental de la Cábala. Rabí Shimón pidió que el aniversario de su muerte, 33 del Omer, esté marcado por grandes celebraciones, especialmente en el lugar de su tumba en Merón.

Es inusual celebrar en un Iortzait así. Una fuente de esta antigua costumbre se basa en el hecho de que la sentencia de muerte contra Rabí Shimón fue anulada por un milagro. Ya que a los asesinados por los romanos se les negaba sepultura, la celebración es en su tumba, y Rabi Shimón murió de muerte natural.

La antigüedad y la continuidad de estas costumbres se evidencian por los registros en el diario de un viajero que data de 1522, “… El 15 de Iyar una gran caravana se formó en Meron, más de mil almas estaban allí, porque muchos vinieron de Damasco con sus esposas e hijos, y la mayoría de la comunidad de Safed, y toda la comunidad de Levukim, que es un pueblo cerca de la cueva donde Rashbi y su hijo estaban escondidos… y pasamos dos días y dos noches [coincidiendo con Lag Baomer] de celebración y regocijo”.

¿POR QUÉ CELEBRAR EN UNA TUMBA?

La libertad en cinco dimensiones

Nuestros Sabios hablan de la rela- ción que existe entre el individuo y la historia del pueblo judío, tal como está descripta en la Torá. Los sucesos de la esclavitud en Egipto y el Éxodo que se relata en las parshiot que leemos estas semanas, tienen una relación directa con el mundo personal de cada hombre o mujer de hoy.

Uno de los ejemplos son las Plagas. En el Seder de Pesaj leemos sobre ellas en la Hagadá. A continuación se nos describe la discusión de dos de nuestros Sabios, Rabí Eliézer y Rabi Akiva. El primero opina que cada plaga consistía en cuatro plagas, mientras que el segundo sostiene que cada una contiene cinco.

En este punto podemos descubrir algo acerca del hecho de habitar en Egipto en un nivel íntimo y personal.

El objetivo de las plagas en la historia fue el de romper la fuerza negativa de Egipto y el Faraón, el tirano que esclavizó a los judíos. Desde el punto de vista íntimo, el equivalente de las plagas es el que podamos romper nuestra propia situación de esclavitud. ¿Quién nos esclaviza? Nuestro ego, nuestros propios deseos negativos.

En esa esclavitud existen cuatro niveles, de acuerdo a Rabí Eliezer y cinco acorde con Rabí Akiva: El primer nivel es cuando lo negativo que hay en nosotros tiene tanto dominio sobre nuestro ser que nos fuerza a cometer errores. Ésta es la vida cotidiana, en el que la

persona lucha por controlar su conducta. El segundo nivel de esclavitud es cuando la persona hace lo correcto, pero está siempre preocupado por lo que los demás piensan de él. Está atrapado en su propio concepto de sociedad.

El tercero es más sutil. La persona tiene la sensación de libertad, y está por encima de lo que opinan los demás. De todas formas, aún está limitado por su propio intelecto y comprensión. Permanece frío y sin pasión alguna. En contraste a lo que el judaísmo demanda de nosotros, es decir, “amar a Di-s con todo tu corazón, todo tu alma y toda tu fuerza…” Existen situaciones que exigen más que la fría racionalidad.

El cuarto nivel es aquel en el que la persona va más allá de su comprensión. Él actúa con mesirut nefesh (auto- sacrificio) De acuerdo a Rabí Eliezer, éste es el nivel supremo. Sin embargo, Rabí Akiva visualiza otro problema. La persona puede continuar atrapada en su propia conciencia de rectitud: “¡Estoy sacrificándome a mí mismo! ¡¿No es esto maravilloso?!” Para Rabí Akiva el quinto nivel de libertad se logra cuando el individuo está liberado totalmente de sí mismo. Entonces puede ser verdaderamente devoto en su servicio a Di-s, trayendo la Redención no sólo para sí mismo sino para el mundo entero.

* Por el Rabino dr. Tali Lowenthal basado en las enseñanzas del Rebe

Sobre juicios y leyes

Mishpatim comienza con leyes que regulan apreciar la importancia vital de las relaciones humanas individuales y sociales. Sin embargo, esta sección sigue a la de Itró, donde se enfatizan las obligaciones del hombre hacia Di-s. El último capítulo de Itró que es el que precede y está unido a Mishpatim, trata las leyes del Altar.

Nuestros Sabios se preguntan con respecto a esta secuencia: ¿Qué relación tiene la sección de Mishpatim con las leyes del Altar?

La respuesta es: para enseñarnos que el Sanhedrín (la Corte de Jueces), debe estar cerca del Altar, símbolo de la obligación del hombre hacia Di-s. Esto señala que en el área de las relaciones humanas, tanto a nivel individual como intergrupal, es inútil apoyarse enteramente en sentimientos “intuitivos” de igualdad y justicia, tal como muchas experiencias amargas lo han demostrado.

Entonces, ¿qué sistema de moralidad puede sobrevivir en la coexistencia cotidiana de grupos e individuos? Sólo un sistema de ética y justicia cuyas leyes deriven su autoridad de una fuente Superior, del Creador del universo y del hombre. Ya que sólo el Creador conoce plenamente la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tan sólo el Creador puede prescribir leyes verdaderas, éticas y moralmente perdurables, tanto para el individuo como para la sociedad en general.

Sólo las leyes que sustenten su veracidad y autoridad en el Ser Supremo, son válidas para todos, eternamente, sin variar con el tiempo y con el lugar.

A la luz de lo anterior se puede apreciar la importancia vital de la educación judía genera y de la Yeshiva y de la escuela judía en particular.

Lejanos son los días en que se creía que la educación en la Ieshivá era necesaria tan solo para la preparación de Rabinos o Shojatim (matarifes), pero no para las personas comunes.

Hoy, en nuestra sociedad, es muy claro que la enseñanza de la Torá en una Ieshivá, donde hay una atmósfera de reverencia y amor a Di-s, es indispensable para que cada niño y niña judíos, se desarrollen como buenos judíos cumpliendo sus obligaciones hacia Di-s y entonces comprenderemos”!

Una Orden General Desde que los judíos dejaron Egipto, fueron llamados “El ejército de Di-s”. Una persona que cumple el servicio militar, comprende inmediatamente que al recibir una orden de un oficial superior, no puede demorar su ejecución hasta el momento en que pueda analizarla y ver si está de acuerdo, es- pecialmente si la orden viene de un alto mandatario, ya que tal demora puede poner en peligro a todo el ejército. En verdad, una orden de Divina no debe estar en un nivel inferior. Ningún judío puede demorar el cumplimiento de una orden de Di-s hasta que tenga tiempo de estudiarla y aprobarla. Es por esa razón que la Torá fue recibida con la declaración unánime de todo nuestro pueblo: ¡“Naasé ve nishmá!, ¡cumpliremos y escucharemos!.

El propósito de los mandamientos

Los Diez Mandamientos son, en varios sentidos, los destacados de toda la Torá. Pero el Midrash trae una declaración sorprendente: Se dice que la primera palabra de los Diez Mandamientos está en lenguaje Egipcio, ¿Qué significa?.

Los Diez Mandamientos son la síntesis de toda la Torá. Todo el Pueblo Judío los escuchó de Di-s. El primer mandamiento “Yo soy Di-s, tu Di-s, quién te sacó de la tierra de Egipto”, es la declaración básica de nuestra relación especial con el Infinito. La primera palabra, “Anoji”, significa “Yo soy”. Di-s está hablando de Sí mismo, y comunicándose con nosotros.

El Midrash es intrigante. Dice que esta primera palabra es Egipcia, porque Di-s quería hablarnos en el idioma que habíamos aprendido cuando estábamos en Egipto. Esto nos dice algo sobre la naturaleza de la Torá y de ser Judío. Di-s no quiere relacionarse con nosotros sólo en el nivel sagrado y espiritual de nuestras vidas, representado por el hebreo, la lengua Sagrada. Él quiere también llegar a la dimensión terrenal, “Egipcia”.

No debemos caer en la convicción  de que no tenemos este nivel más bajo. Sino, debemos tratar de controlarlo, luego elevarlo y por último, transformarlo en algo Sagrado.

Di-s nos ayuda en esto: Hay enseñanzas judías para cada aspecto de la vida, incluyendo lo más básico. Las Mitzvot nos conectan con Di-s en cada nivel de nuestro ser. Por esta razón, la primera palabra de los Diez Mandamientos, “Anoji”, es en Egipcio: Llega a la persona “Egipcia” dentro de nosotros y la transforma en Judío.

Punto de Encuentro

Los Sabios nos dicen que cada alma Judía estuvo presente en la entrega de la Torá. Fue un momento de encuentro de todo el Pueblo Judío.

El reconocimiento a Di-s que fue experimentado en Sinai, se mantiene en el corazón de cada judío, y en la chispa de su identidad Judía.

Durante esos cuarenta días y noches en el Monte Sinai, se le fue revelada toda la Torá a Moisés. Los Sabios nos dicen que “Cada nueva idea que podría haber sido sugerida por un estudiante en una discusión con su maestro, se la fue dicha a Moisés en Sinai”.

Sinai fue, por lo tanto, el punto de encuentro de Di-s, todo el Pueblo Judío y la Torá.

Por: Tali Lowenthal

La traducción de los setenta

En los primeros años del segundo Beith HaMíkdash, el pueblo de Israel se encontraba bajo dominio persa. Luego, Grecia heredó su lugar e
Israel pasó a ser sometida por los griegos. Un sucesor de Alejandro Magno, Talmai (Ptolomeo Filadelfo), ordenó a los Sabios judíos confeccionar una traducción griega de la Torá. El Talmud (MEGUILá 9a) relata: Sucedió que el rey Talmai reunió a setenta y dos eruditos, y los ubicó en setenta y dos habitaciones, sin informarles el motivo por el cual los había convocado.

Entró a cada una de las habitaciones y dijo: “Escribid para mí la Torá de Moshé, vuestro maestro”. Di-s concedió a cada uno de ellos
los mismos conocimientos, y produjeron versiones idénticas. Talmai no encontró ninguna diferencia entre las traducciones. Incluso en
aquellos pasajes que los Sabios creyeron conveniente alterar la traducción literal, los cambios
que cada uno introdujo fueron exactamente los mismos. Ello representó una manifiesta santificación pública del Nombre de Di-s – Kídush
HaShem – como así también del nombre de Israel y sus Sabios.

UN ACTO DE DI-S
La tarea que Talmai impuso a los setenta y dos Sabios, estaba más allá de la capacidad humana. La Torá está escrita de forma tal que su
contenido da lugar a una amplia gama de interpretaciones – y fue entregada a los judíos junto con los lineamientos necesarios para interpretar correctamente sus palabras, oraciones y letras, y a partir de ello obtener la gran variedad de significados que encierra. En contraste, aquel que traduce la Torá a una lengua extranjera encontrará que no existe ningún idioma con medios de expresión tan ricos en connotaciones múltiples como lo es el Lashón Hakódesh ( Lengua Sagrada).

Además, en la Torá hay muchos versículos que, de ser traducidos literalmente, podrían ser fácilmente malinterpretados por los gentiles, quienes en consecuencia tergiversarían o menospreciarían su contenido. Para evitarlo, se deben incluir explicaciones o alterar la traducción literal, de modo que la genuina intención de las palabras resulte clara y comprensible para ellos. ¿Cómo es posible que setenta y dos Sabios, con puntos de vista diferentes, lleguen a la misma conclusión?

El pedido de Talmái a los Sabios, y la manera en que los obligó a trabajar, evidencia que su verdadero propósito era inducirlos a producir versiones diferentes, que luego podría utilizar para denigrarlos. Fue por esta razón que los Sabios recibieron una colosal asistencia Divina,
y todos llegaron a las mismas conclusiones respecto de los lugares donde debían realizar cambios en el texto o su matiz. El día en que los
setenta y dos Sabios finalizaron la traducción griega de la Torá -un 8 de Tevet- fue de gran pesar para el pueblo de Israel. Aunque la providencia de Di-s en favor de Su pueblo y la protección Divina que recibieron los Sabios se pusieron de manifiesto en ese día, evocando maravilla entre judíos y gentiles, fue, sin embargo, un momento de desgracia, tan calamitoso como el día en que se había construido el becerro de oro.

En Meguilat Taanit, los Sabios describieron: En el octavo día de Tevet la Torá fue traducida al griego durante el reinado del rey Talmai, y el mundo quedó sumido en la oscuridad por tres días.¿Con qué puede compararse ello? Con
un león que fue capturado y enjaulado. Antes de ser apresado, todos le temían y huían de él, pero ahora, todos venían a verlo y decían: “¿Dónde está su fuerza?” Lo mismo ocurre con la Torá.
Mientras estaba en manos de Israel y era interpretada por los Sabios en su propio idioma, la

Lengua Santa, todos la respetaban y temían menospreciarla. Incluso los gentiles que querían estudiarla no podían tener contacto alguno con ella sin antes entrar bajo las alas de la Shejíná (Presencia Divina) y adquirir conocimientos de la lengua sagrada y de las formas prescriptas para interpretar la Torá. Pero una vez reducida a la traducción griega fue despojada del respeto que infundía, y todo el que lo deseaba podía venir ahora y contemplarla.

Los mellizos de Tamar

Entre los numerosos nacimientos en el libro de Génesis, dos son mellizos. Iaakov y Esav, hijos de Itzjak y Rivká, y Peretz y Zeraj, mellizos de Tamar y Yehuda.

Mientras que ciertas similitudes marcan los dos nacimientos, también hay diferencias significativas, tanto en las circunstancias respecto a los embarazos como en los carácteres de los mellizos.

Itzjak y Rivka estuvieron casados veinte años sin tener hijos. Oraron para tenerlos. Su sagrada unión produjo dos hijos muy diferentes: Yacov creció hasta convertirse en un erudito y Esav en un materialista.

Los mellizos de Tamar fueron concebidos en circunstancias mucho menos elevadas. Tamar se casó originalmente con el primogénito de Yehuda, Er. Tras la prematura muerte de Er, se casó con su hermano menor Onan, pero Onan, también murió sin hijos. Cuando Tamar se dio cuenta de que Yehuda no tenía intención de casar a su tercer hijo, Sela, con ella, se disfrazó de prostituta y sedujo a Yehuda mismo. Cuando el embarazo se hizo evidente, casi había sido condenada a muerte, por orden de Yehuda, por prostitución. Fue sólo cuando ella mostró ciertos efectos personales que Yehuda había dejado con ella como garantía en contra de su pago, que se dio cuenta de que la “prostituta” con quien había convivido era su ex nuera, y que los mellizos en su vientre habían sido engendrados por él mismo.

Sin embargo, los hijos mellizos nacidos fuera de esta moralmente dudosa unión, eran hombres justos. De hecho, todos los Reyes de Israel, desde David hasta el Mashiaj, son el tema del embarazo de Tamar.

Las diferencias inversas entre estos dos embarazos y nacimientos, se aluden en los versículos que los describen. Respecto al embarazo de Rivka, la Tora dice: “Sus días de dar a luz se han cumplido, y he aquí que había mellizos en su vientre”, con Tamar, la Torá escribe: “En el momento que dio a luz, he aquí que había mellizos en su vientre”. Nuestros Sabios, observando la diferente fraseología, explican que lo de Rivka fue un embarazo “completo” de nueve meses, mientras que Tamar dio a luz después de un embarazo “incompleto” de sólo siete meses.

Nuestros Sabios también señalan que la palabra hebrea para gemelos, “teomim”, esta escrita de manera diferente en cada versículo. En la Lengua Sagrada, muchas palabras se pueden escribir tanto “completa” o no, es decir, faltándole una o más letras. En el episodio del nacimiento de Peretz y Zeraj, la palabra “teomim” aparece completa, pero en el relato de Yacov y Esav, aparece en forma deficiente, carente de las letras “alef” y “iud”. Esto, explican los comentaristas, alude al hecho de que los mellizos de Tamar “Ambos eran justos, mientras que en el caso de Rivka, uno era justo y el otro malvado”.

En otras palabras, el “completo” embarazo de Rivka produjo un “deficiente” par de mellizos, y Tamar viceversa.

¿Semillas de maldad?

Pero, ¿fue el embarazo de Rivka perfecto? El Midrash parece dar a entender que ya desde el vientre se sabía que uno iba a ser malvado.

La Torá nos cuenta que los “niños luchaban dentro de ella”. El MIdrash explica: “Cuando pasaba por una casa de estudio, Yacov luchaba para salir…y cuando pasaba por un lugar de idolatría, Esav luchaba para salir”. Rivka, confundida de esto, “buscó el consejo de Di-s”, y se le fue dicho: “hay dos naciones en tu vientre”

Hay, sin embargo, otro Midrash que describe que Esav y Yakov compartieron una infancia en un ambiente Sagrado bajo la tutela de su Santo abuelo Abraham, y que “sólo después Esav se arruinó con sus acciones”. Esto apoya nuestra concepción inicial de que fueron concebidos de forma impecable, seguida de una “deficiente” progenie, que se atribuye sólo al hecho de que Esav, por su propia elección, eligió el mal camino.

Pero se puede encontrar una contradicción similar en los comentarios de nuestros Sabios respecto a la creación del mundo. Por un lado, tenemos la declaración del Midrash que “el mundo fue creado completo”, es decir, completamente maduro sin que le faltara nada. Sin embargo, el mundo perfecto que Di-s creó contiene el potencial de la imperfección, incluso del mal. De hecho, este potencial es una parte integral de su perfección. El Midrash, citando el versículo: “Y Di-s vio todo lo que Él hizo, y he aquí que era muy bueno”, comenta: “He aquí que era muy bueno”, hace referencia a la inclinación al bien, “y He aquí que era muy bueno “, esta es la inclinación al mal…” he aquí que era muy bueno’, esta es la buena fortuna, “y he aquí que era muy bueno”, esto es el sufrimiento…” he aquí que era muy bueno”, esto es el paraíso, “y he aquí que era muy bueno”, esto es el infierno…” he aquí que era muy bueno, este es el ángel de la vida, “y he aquí que era muy bueno”, este es el ángel de la muerte…”

Las dos Delicias

Maimonides escribe que un principio fundamental de la Fe Judía es “el libre albedrío se le dio a cada uno: si desea inclinarse al buen camino y ser una persona justa, la opción está en sus manos, si desea ir por el camino del mal y ser un malvado, la opción está en sus manos”. Sin embargo, vemos que ciertas personas son más susceptibles al mal que otras. El Talmud describe a la víctima prototípica del mal, Yiov, protestándole a Di-s: “Amo del Universo, Has creado personas justas, y Has creado personas malvadas”.

En el Tania, Rabi Shneur Zalman de Liadi explica que de hecho, Di-s ha creado “Personas justas” y “Personas malvadas”. “Personas justas” (Tzadikim), son individuos que, por naturaleza, aborrecen la maldad y desean sólo el bien, tanto porque han nacido de esa manera o porque han transformado sus caminos negativos a positivos”. “Personas malvadas”, por otro lado, son aquellos individuos que son destinados a “no ser malvados en la realidad, Di-s no lo permita, pero que las acciones de maldad llegan a sus mentes y pensamientos solamente, para que constantemente estén peleando para evitar las malas acciones porque no serían capaz de aniquilarlas por completo, como sí pueden lograrlo los justos”.

Di-s desea los dos tipos de seres humanos en Su mundo: “Así como en la comida física, por ejemplo, existen dos tipos de delicias: comidas dulces y deliciosas, y ácidas y fuertes que han sido condimentadas para convertirse en delicias que gratifican el alma”, así también “hay dos tipos de gratificaciones ante Di-s: uno, de la completa aniquiliación del mal…por los justos, y otro: cuando el mal está subyugado mientras que todavía está fuerte y poderoso. . . a través de los esfuerzos del hombre intermedio”.

Este es el significado más profundo de las “dos naciones” que Rivka tenía en su vientre. La gravedad del mal exhibida por uno de sus mellizos no era una deficiencia, sino el potencial de la “segunda delicia” anhelada por Di-s. Sólo más tarde, cuando Esav decidió rendirse a su inclinación al mal en lugar luchar contra ella, de que la dualidad de fuerzas se convirtió en un par “deficiente” de mellizos.

Sin embargo, Iakov y Esav constituyeron un embarazo “completo”, conteniendo los dos potenciales fundamentales que Di-s implantó en Su creación: el deleite de la absoluta bondad y el gran placer y sentido de logro que viene sólo de la lucha contra la adversidad.

El embarazo y parto de Tamar describen el proceso inverso: cómo las circunstancias y acciones negativas pueden ser sublimados para que la perfección original se restaure. De hecho, cuando el potencial para el mal, el sufrimiento, el infierno y la muerte, se hacen realidad, existe la posibilidad de alcanzar una perfección más profunda, cuando son vencidos y transformados en bien.

El ascenso al Monte Zion

De ahí la paradoja de nuestra existencia: la perfección engendra imperfección (como en el embarazo de Rivka), ya que nada puede decirse que es verdaderamente perfecto a menos que posea el potencial de lucha, lo que significa que debe ser vulnerable a la imperfección. E imperfección da a luz a la perfección (como en el embarazo de Tamar), cuando esa vulnerabilidad se explota para cosechar los frutos de la lucha y alcanzar el hermanamiento perfecto de bondad inmaculada y vencimiento del mal.

Toda la historia es el progreso noble y doloroso hacia la resolución de esta paradoja, cuando, en la era del Mashíaj, “los salvadores (descendientes de Tamar) subirán al monte de Zion para juzgar al monte de (Rivka) Esav”, uniendo las vulnerabilidades que han nacido fuera de la perfección de la creación de Di-s con la perfección que nace de la vulnerabilidad de la condición humana.

De las enseñanzas del Rebe de Lubavitch

Cortesía de: MeaningfulLife.com

El significado de los sueños

¿Qué son exactamente los sueños? ¿Profecías? ¿Revelaciones o simples fantasías? Nos angustian, nos alegran, nos dejan pensando…

Zejariá, Jagai y Malaji fueron los últimos Profetas y con ellos concluyó la etapa de la profecía en el seno del pueblo judío.

Tras ellos surgieron los Miembros de la Magna Asamblea -“Anshei Kneset Hagdolá”- quienes continuaron con la cadena de transmisión judía, de nuestra tradición, comenzada por Moisés, receptor de la Torá en el Monte Sinaí, y quien la recibiera de sus manos, Iehoshúa -Josué.

De aquí en más, a partir de la construcción del Primer Beit Hamikdash -Gran Templo de Jerusalem- en el año 3408 (352 antes de la E. C.), la tradición continuó a través de nuestros maestros de la Mishná -los “Tanaím”-, quienes ocuparon el lugar de los Profetas en la función de enseñar el verdadero camino de Di-s al pueblo.

Estos “Tanaim” poseían las virtudes de los Profetas y cumplían fielmente su cometido. Eran personalidades de talla superior, temerosos de Di-s y eruditos conocedores de la Torá y su significado, íntegros en sus virtudes personales y dotados de un inagotable caudal de entrega y dedicación. Carecían de intereses egoístas y solo buscaban servir a su Creador con alegría y cariño.

Con todo, aún cuando reuniesen las características de los Profetas, por razones que solo el Amo del Universo conoce, el espíritu de la profecía no se manifestó en ellos. Con los Profetas de la Biblia – el “Tanaj”-  había concluido, indefectiblemente, la etapa de los profetas.

Con todo, si bien la profecía había dejado de existir, había surgido algo relativamente cercano a ella: la Inspiración Divina (“Rúáj Hakodesh”).

Esta Inspiración Divina condujo y guió las enseñanzas de los Sabios de la Mishná y el Talmud -los “Tanaím” y los “Amoraím”- y sus sucesores, los “Rabanán Seburaé”, los “Gueoním” -Saadiá Gaón, Rav Sherira Gaón, Rav Hai Gaón, etc.-, y tras ellos los “Rishoním” -Rabí ltzjak Alfasi y otros-.

Sin embargo, cada generación se veía a sí misma en inferioridad de nivel frente a la generación precedente, respecto de la altura espiritual que le fue concedida. “Si los primeros fueron cual ángeles, nosotros somos cual hombres” -este refrán de nuestros Sabios- era el que de mejor manera ilustra el sentimiento que abrigaban ante la magnitud espiritual de generaciones anteriores.

En cuanto la profecía dejó de existir, nuestros Sabios dejaron de basarse en ella en su empeño de alcanzar la revelación Divina.

Desde ese momento, su función se remitía a cuidar el legado de la Torá, interpretarla y explicar sus detalles, y ver que fuese transmitida a las generaciones subsiguientes. Muchos de sus valores fundamentales habían sido entregados a modo de reglas generales, insinuadas en contadas palabras, condensada gran cantidad de sabiduría espiritual en poco espacio físico.

Y esta función específica de los Grandes de la Torá a partir de ese momento continúa siendo el basamento de actividad de los legítimos Sabios de la Torá incluso hasta nuestra presente generación.

Ahora bien, tras este preámbulo, veamos más de cerca cuál es el enfoque que nuestros Sabios han conferido al tema de los sueños, tal como éste se ve abordado en la literatura talmúdica.

En forma general cabe decir que su perspectiva está magistralmente resumida en las palabras del Profeta Irmiahu – Jeremías “¿Qué hace el alimentocon el grano?” (Irmiahu 23:28). En otras palabras, cabe considerar que se trate de sueños con verdadero contenido, más, en su amplia mayoría, solo encierran palabras vanas.

De ese modo, nuestros Sabios, de acuerdo a las palabras de Irmiahu, han reflexionado de la siguiente manera: como no es posible que el alimentoexista sin el grano, del mismo modo no es posible un sueño sin palabras carentes de sentido” (Talmud, Berajot 55).

Lo dicho es cierto frente a la mayoría de los sueños, más aún si hemos de tener en cuenta que éstos dependen en gran medida con la temática del pensamiento durante el día transcurrido. Los sueños expresan en qué ha estado enfrascado su pensamiento.

En general nuestros Sabios han sido de la opinión de que no debe prestarse especial atención al contenido de los sueños.

Ven innecesario narrar su contenido, repetirlo a otros, así como buscar su interpretación.

De este modo, resulta que es absurdo hablar de “buenos sueños” o “malos sueños”. Tal es así que el mismo Rav Jisdá declara más benéfico un “sueño malo” que uno “bueno”, y Rashi explica que ello se debe a que el primero de estos sueños, al menos posee la virtud de incentivar al hombre a regresar a Di-s, lo invita a la “Teshubá”.

A la par de que nuestros Sabios restaron importancia a los sueños y consideraron un modo inadecuado querer entrever en ellos una noticia futura, buena o mala, resaltaron más la necesidad de tomar en consideración la personalidad del hombre que los ha soñado. Si se trata de un hombre que durante toda la jornada se dedica a asuntos materiales, acosado por la preocupación de su subsistencia y manutención, es muy probable que incluso en sus sueños esta temática esté presente, de modo que sus sueños no superan en importancia al cauce de sus pensamientos mientras estuvo despierto.

Por el contrario, cuando se trata de un hombre dedicado por entero a la vida espiritual, a la pureza y la santidad, impregnado constantemente del efecto de la Torá y sus preceptos celestiales, en ese caso, cabe prestar atención al mensaje intrínseco en sus sueños.

En el caso de un hombre así, el sueño puede ser portador de un significado más allá del usual.

Y este concepto es expresado en una corta frase de nuestros Sabios: “Un sueño – es una parte de sesenta, de profecía” (Talmud, Berajot 57b). Bajo una perspectiva similar, el Zohar -obra cumbre de la Kabalá- expresa que en el presente, al carecer nosotros de la profecía, solo un Eco Celestial puede ser portador de una información celestial. En el Talmud encontramos diversos casos en los que, a diferente gente, se les mostró o reveló algo, mediante el sueño. Incluso nuestros Sabios hablan de un ángel (“Baal Hajalomot”) encargado de notificar cosas mediante un sueño. En otras partes del Talmud se nos da cuenta de problemas resueltos, conflictos y debates solucionados o pasajes complejos e incomprensibles que resultaron accesibles – todo mediante revelaciones durante el sueño.

Casos similares ocurrieron en épocas post-talmúdicas, por ejemplo el caso de Rashi, quien apareció ante su nieto, el “Rashbám”, en el sueño, así como el caso de “Maharám” de Rotenburg, quien se apareció en el sueño a uno de sus discípulos y le enseñó un pasaje talmúdico.

Uno de los legisladores judíos (“Poskim”) del Siglo XIII, Rabí laacov Haleví de Marvidgh conocido con el apodo de Rabí laacov “Hajasid” (‘el piadoso’), escribió una Responsa halájica cimentada en aquellas leyes que le fueran preguntadas y cuya respuesta le fuera revelada en el sueño, según relata Rabí Jaim losef David Azulai -el “Jidá”-.

Mas, como hemos dicho, no pueden compararse los sueños de los Grandes de la Torá y el espíritu, a los sueños del hombre medio, cuyas “revelaciones” en sueños no están en la misma altura.

A pesar de esto, y teniendo en cuenta la naturaleza humana que sí se deja influenciar por sus sueños, es que nuestros Sabios han compuesto una plegaria que es recitada mientras los Kohanim -sacerdotes, descendientes de Aharón- bendicen al pueblo judío en la Sinagoga, durante las festividades.

Y así dicen nuestros Sabios:

“Quien tiene un sueño e ignora qué significa, que se levante cuando los sacerdotes extienden sus manos en bendición, y diga: ‘¡Señor del universo! He soñado mas ignoro qué significa. Sea si soñé respecto de mí, sea si soñaron mis compañeros acerca de mí, o si soñé yo acerca de otros. Si (estos sueños) son buenos, fortifícalos y fortalécelos, tal como los sueños de losef el Tzadik. Si precisan ser curados, cúralos tal como has hecho con las aguas de Mará mediante nuestro maestro Moisés, (como has hecho) con Miriám, de su lepra, con Jizkiahu de su enfermedad, y como las aguas de Ierijó – Jericó- mediante Elisha. Y tal como has convertido a la maldición del malvado de Bilá”.

Arca dulce arca

Un aspecto notable, pero a menudo pasado por alto, de la historia del Diluvio son
las condiciones de vida dentro del Arca y los “extraños compañeros de cama” que creó.
Durante todo un año, este recipiente relativamente pequeño albergó al menos dos ejemplares de cada ser vivo. Esto significa que los animales que en sus hábitats nativos son depredadores vivían cerca de sus presas naturales, pero ninguna criatura resultó dañada. La cooperación y armonía entre todos los habitantes del Arca fue clave para su supervivencia.

Nuestros Sabios explican que el Arca estaba impregnada de un espíritu mesiánico que producía una atmósfera mila‐
grosamente armoniosa. “El lobo habitará con el cordero… y el león, como el ganado, comerá paja” (Isaías 11:6‐7). El “nuevo orden
mundial” mesiánico descrito en los libros de los profetas se realizó temporalmente en los confines de la pequeña Arca.
¿Qué lección podemos extraer del aura mesiánica que invadió el Arca durante los días oscuros del Diluvio?
Si bien las lluvias torrenciales del Diluvio terminaron hace más de 4000 años, en un sentido espiritual y emocional, muchos de nosotros nos
despertamos todos los días para enfrentar una “inundación” de preocupaciones, dificultades y responsabilidades. Estas “aguas embravecidas” metafóricas amenazan con ahogarnos: financieramente, emocionalmente y, quizás lo más importante, espiritualmente.

Muchos piensan que si se mantienen a flote el tiempo suficiente, los cielos se iluminarán y la tormenta pasará. Una ilusión… En cambio, la Torá nos da la mejor solución: basta de “flotadores del hombre muerto”. ¡Entra al Arca!
Todos tenemos la capacidad de transformar nuestros hogares en Arcas en miniatura, microcosmos mesiánicos, capullos aislados donde escapar de la tormenta junto con nuestras familias.

La Era Mesiánica se caracteriza por ser una era en la que “todos los deleites físicos serán tan abundantes como el polvo de la tierra”, porque “el conocimiento de Di‐s será la búsqueda del mundo entero”. Al ajustar nuestra perspectiva y adoptar una “mentalidad mesiánica”, un estado mental que prioriza la Torá, las Mitzvot, la plegaria y la búsqueda de la espiritualidad, creamos una apariencia de este “mundo futuro” en nuestra vida actual. Cuando nuestras prioridades están en orden, todas las tormentas del mundo no pueden perturbarnos y prevalece la tranquilidad interior.
Esta transformación comienza con un cambio de prioridad mental; se expresa prácticamente mediante la adición constante de otra mitzvá,
otra clase de Torá y otra sección más de las Tefilot recitadas con la concentración adecuada.
“Porque he aquí, tinieblas cubrirán la tierra, y una espesa nube los reinos, pero sobre ti brillará Di‐s” (Isaías 60:2)

El Arpa del Rey David

El Rey David no dormía toda la noche como el común de la gente. Desde el anochecer hasta cerca de la medianoche estudiaba Torá jubilosamente con voz agradable.

Cuando el cansancio lo vencía, se adormecía. Pero a la medianoche se despertaba y se levantaba como un león para estudiar Torá ininterrumpidamente hasta el amanecer.

¿Cómo sabía el Rey David cuando era exactamente la medianoche?. Él tenía un despertador original -su arpa-, el mismo instrumento con el que acompañaba sus hermosos cantos de alabanza al Creador. El arpa estaba colgada sobre su cama. A la medianoche, un viento suave del norte soplaba a través de la ventana que estaba abierta y tocaba dulcemente las cuerdas del arpa. Los suaves sonidos lo despertaban y le recordaban que era la hora de servir a su Creador.

Una vez, cuando empezaba a amanecer, los sabios de Israel y sus parnasim (líderes) entraron al cuarto del rey y le dijeron, “Su majestad, el pueblo necesita ganarse la vida. Hay mucha gente que no tiene nada para comer.“

“Vayan a ver a los Judíos ricos y díganles que les den Tzedaká (caridad) a sus hermanos pobres para que mantengan unos a otros”, respondió el rey.

“Perdónenos, Su Majestad, por nuestra insistencia,“ le dijeron los parnasim a modo de disculpa“ pero hay muchas familias numerosas con grandes necesidades. El dinero que recibirán de los ricos no será suficiente, del mismo modo que una pequeña cantidad de carne no alcanzaría para satisfacer a un león hambriento, y así como un pozo nunca se podría llenar con la tierra que se sacó a los costados y que luego se arrojó nuevamente al mismo.“

La compasión de David por los que padecían miseria resurgió. Luego de reflexionar por un momento. respondió, “ustedes saben que nuestros enemigos están oprimiéndonos y tramando destruirnos constantemente. Declarémosle la guerra. Con la ayuda de D’s, triunfaremos. En consecuencia, podremos tomar todo su oro y plata como botín de guerra y repartirlo entre los pobres. Esto les va a alcanzar para un tiempo largo.”

Antes de declarar la guerra, los sabios Judíos consultaron al consejero del Rey, Ajitofel, sobre quien Shemuel Hanaví (el profeta Samuel) declaró que recibió su cargo por ruaj hakodesh (espíritu divino). Ajitofel le enseñó estrategia militar a los judíos. Luego los líderes le pidieron permiso al Sanhedrín (Supremo Tribunal) para hacer la guerra y rezar por el triunfo. También consultaron a los Urim Vetumim, que era un trozo de pergamino sobre el cual estaba escrito el nombre sagrado de Hashem. Este estaba colocado dentro el peto del Kohen Gadol (sumo sacerdote). El joshen (peto) era una vestidura adornada con doce piedras que tenía los nombres de las doce tribus. El Kohén Gadol (Sumo Sacerdote) le preguntaba a los Urim Vetumim si el pueblo debía salir a la guerra o no, y si iban a triunfar. Como respuesta ciertas letras del Joshen se encendían como faroles y el Kohén Gadol ordenaba las letras en palabras. Si el mensaje que se formaba indicaba triunfo, los judíos sabían que del Cielo les permitían salir a la guerra y les otorgarían la victoria.