Nuestras dignas tiendas

El Talmud hace las más incómodas preguntas: ¿Qué quiso decir Bilám ? ¿Cuáles fueron esas maldiciones que se transformaron en bendiciones?

Quiero decir, todos oímos la historia de cómo el Rey Balak convoca a Bilám  para maldecir a los Hijos de Israel y cómo Di-s transforma las maldiciones en la boca del pérfido profeta en bendiciones. Leemos los versos que fluyen de los labios de Bilám  que incluyen algunas de las más delicadas palabras jamás dichas sobre el pueblo judío. Hermosa historia; pero el Talmud pregunta: ¿Qué quiso decir Bilaam? ¿Cuáles fueron esas maldiciones que se transformaron en bendiciones?

Bueno, sigue la lógica Talmúdica, si las maldiciones se transformaran en bendiciones, entonces las maldiciones hubieran sido lo diametralmente contrario de las bendiciones. Si deseamos saber lo que Bilám  quiso decir, debemos echar una mirada más profunda a las palabras que realmente masculló.

¿Qué bendijo Bilám ? Que grandes reyes se levantarían en Israel, estableciendo una dinastía que se extenderá por generaciones y nunca se interrumpirá; que Israel será para siempre soberana en su tierra, la más grande y poderosa entre la familia de las naciones, la Presencia Divina morará en ella, guiando a la humanidad en su búsqueda de sabiduría y servicio a su Creador. Así que, ¿qué quiso decir Bilám? Exactamente lo contrario: los reyes de Israel caerán, su dinastía real se cortará, su soberanía cesará, la Presencia Divina en su Santo Templo partirá, su poder fracasará y su liderazgo desaparecerá.

Pero el Talmud no lo deja todo así nomás. Insistiendo en ese punto, pregunta qué pasó al final. En la era del rey David y del rey Shlomó se cumplieron las bendiciones de Bilám . Pero luego todo empezó a caerse en pedazos. La gente abandonó a Di-s, la nación entró en conflicto; la dinastía Davídica fue destronada, el Santo Templo destruido, el orgulloso pueblo expelido de su tierra, subyugado y perseguido por siglos.

¡Así que al final prevalecieron las maldiciones de  Bilám prevalecieron! Di-s las transformó en bendiciones, pero nosotros las volvimos a transformar al formato original de Bilám . La hermosa historia terminó en ruin final.

Pero hay una bendición que hemos retenido. “¡Qué dignas son tus tiendas, Iaakov” proclamó Bilám desde las alturas de Peor. Éstas, dice el Talmud, son las casas de rezos y las casas de estudio plantadas en el corazón de cada comunidad judía.

Estas tiendas y moradas nunca se desarman. Después de dos docenas de siglos como “los hijos desterrados de la mesa de su padre,” todavía cumplimos con Di-s tres veces por día en nuestras casas de rezos. Treinta y tres siglos después de Sinaí, la Torá todavía se estudia, se expone y se debate en nuestras casas de estudio.

A esta bendición nos hemos aferrado vehementemente. Y esta bendición restaurará para nosotros todas las demás.

Yanki Tauber

El esfuerzo que realmente cuenta


El concluir el tercer libro de la Torá, recuerdo la oración tradicional que se recita al completar un tratado del Talmud. En él, agradecemos a Di-s por la gran oportunidad de esforzarnos en el estudio de la Torá. La oración contiene una línea que dice así: “Nosotros trabajamos y ellos trabajan. Nosotros trabajamos duro y recibimos recompensa, ellos trabajan duro y no reciben recompensa”.

La oración contrasta el estudio de la Torá con todas las demás formas de trabajo: mientras que el estudio de la Torá ofrece una compensación significativa, otros esfuerzos no lo hacen. ¿Es esto así? ¿No hay una compensación significativa en otros campos de trabajo? ¿En qué se diferencia el estudio de la Torá? La explicación radica en un examen cuidadoso de las palabras de la oración: “…trabajan y no reciben recom‐pensa.”

¿Por qué el autor de esta oración de acción de gracias eligió la palabra “trabajar” en lugar de “lograr”? La respuesta es que el estudio de la Torá tiene que ver con el esfuerzo y el “trabajo duro”, en contraste con otros esfuerzos o ciencias, donde el enfoque principal está en el logro y el producto final. El estudio de la Torá se trata principalmente de los medios, no tanto de los fines.

En otras áreas de la vida, ¿a quién le importa tu trabajo? Trabajar es solo un medio para un fin. No hay recompensa por el trabajo duro. De hecho, si pudiera realizar el mismo trabajo sin esforzarse, sería igual de bueno. No se da ninguna recompensa adicional por el trabajo duro. ¡Son principalmente los resultados los que cuentan! En el estudio de la Torá, sin embargo, es todo lo contrario.

Incluso si te esforzaras en el estudio de la Torá sin ningún resultado tangible, ¡eso en sí es digno de recompensa! La razón de esto es que, a diferencia de otras ciencias, el estudio de la Torá no se trata de acumular conocimiento. A diferencia de otros libros de autoayuda y manuales religiosos, la Torá no se trata solo de aprender a observar. El estudio de la Torá se trata principalmente de forjar una relación con Di‐s.

Cuando nos esforzamos en el estudio de la Torá y nos conectamos con la Fuente de la Sabiduría de Di‐s, estamos experimentando la unidad y forjando una relación con nuestro Di‐s, independientemente de si logramos dominar el tema que estamos estudiando.

La relación con Di‐s se experimenta principalmente mientras se trabaja y se estudia, no en los resultados o logros. Este pensamiento se repite en la porción de la Torá de esta semana, que nos dice: “Si andas en mis estatutos” (Levítico 26:3), explicado por Rashi como una referencia a “ocuparse en la Torá”.

Nuevamente, el énfasis aquí está en el esfuerzo y no tanto en los resultados. ¡Qué enfoque refrescante y contraste dramático con todas esas otras áreas, donde lo único que importa son tus resultados! Desde la perspectiva de la Torá, no nos importan tanto cuáles son tus calificaciones, o cuántos títulos y grados dominas en la vida.

¡Lo que más aprecia y valora Di‐s es el arduo trabajo y el esfuerzo que pones en tus estudios de Torá! La calidad y el esfuerzo durante el viaje del estudio de la Torá son mucho más importantes que el destino.

Rabí Akiva y su legado

Los 49 días entre la festividad de Pesaj y Shavuot, se distinguen por la costumbre de la sefirá, es decir la cuenta del Omer. Los días de Omer en general, y el día 33 –Lag Baomer- en particular, están relacionados con el Gran Rabí Akiba y sus discípulos.

Rabí Akiba tenía cuarenta años, era iletrado y extremadamente pobre cuando comenzó una vida de estudio de Torá. Se inspiró ante la visión de un pequeño chorro de agua que al golpear sobre la dura roca hizo un agujero. Se dijo entonces a sí mismo: “Si el agua al caer con constancia, puede hacer un agujero en la roca, igualmente si estudio con perseverancia, aún yo, puedo ser un Erudito”. Tanto logró Rabí Akiba con su esfuerzo que se convirtió en uno de los grandes sabios y maestros de nuestra nación. En su momento llegó a liderar una Academia de Estudios de Torá que contaba que contaba con más de 24.000 alumnos a lo largo y ancho de la Tierra de Israel.

Por no haber sido respetuosos entre ellos, una plaga los atacó durante los días de Omer y muchos fallecieron. Por esa razón, los días de Omer son considerados días de duelo. No se celebran casamientos y también hay otras limitaciones en lo que se refiere al regocijo durante este período. El día 33 del Omer –Lag Baomer- la plaga terminó. A partir de ese momento, Lag Baomer se convirtió en un día festivo y auspicioso.

Su significado

La Guemará (el Talmud), testimonia que los estudiantes que fallecieron eran “alumnos de Rabí Akiba”. Se entiende que debían ser merecedores de ese título. Eso significa que estaban dedicados al estudio de la Torá y al cumplimiento de las Mitzvot con devoción, diligencia y Mesirut Nefesh (autosacrificio), tal como su maestro, el grande y exaltado sabio Rabí Akiba les había enseñado. Se deduce de ello, que la falta de respeto que hubo entre ellos, no pudo ser a causa de algo trivial, sino que estuvo motivado por el alto nivel espiritual en que se encontraban como alumnos de Rabí Akiba.

La explicación de esta conducta se encuentra en el dicho de nuestros sabios de santa memoria: “las personas en general, tienen distintas mentes y personalidades”. Cada individuo tiene su propia forma de servir a Di-s, estudiar la Torá y cumplir las Mitzvot. Por ejemplo, una persona puede hacerlo por amor a Di-s, otro puede hacerlo por temor a Di-s, y un tercero puede hacerlo por un sentimiento de total obediencia y sumisión a la Voluntad de Di-s, y así sucesivamente, aunque en la práctica, todos ellos observan con meticulosidad la Torá en su vida diaria.

Por ser discípulos de Rabí Akiba, eran hombres de nobleza, que servían a Di-s con la mayor sinceridad y devoción y con todo su ser. Por eso le parecía a cada uno que el suyo era el enfoque correcto, y el que no hubiera llegado a su nivel estaba lejos de la perfección. Más aún, siendo ellos discípulos de Rabí Akiba que enseñaba: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, este es un gran principio de la Torá”, no estaban conformes con avanzar en forma individual en su propia forma de servir a Di-s, sino que deseaban lo mismo de sus compañeros, tratando de inducirlos a seguir su camino. Cuando veían que éstos no aceptaban su influencia, no podían respetarlos en el nivel que se esperaba de los discípulos de Rabí Akiba.

Su enseñanza

A la luz de lo antes mencionado, podemos ver que la historia de Lag Baomer en la Guemará, nos enseña cuál debe ser nuestra conducta.

La instrucción consta de tres partes:

1) El servicio a Di-s debe ser hecho con verdadera inspiración y vitalidad, al punto que se refleje en la totalidad de la personalidad del individuo.

2) Lo recién mencionado incluye –por supuesto- la gran Mitzvá de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

3) Además, el individuo debe mirar en forma respetuosa y benevolente a cada judío, que está absolutamente comprometido con la Torá y el cumplimiento de las Mitzvot, aunque difiera en su forma de servicio, sea por amor o por reverencia, etc.

Otra instrucción es que, si uno se encuentra con un judío que todavía no adquirió el nivel adecuado en el servicio Divino, su relación deberá ser también con el debido respeto y afecto, de acuerdo con la enseñanza de nuestros Sabios: “Juzgarás a cada persona en forma favorable”. Es necesario tener en cuenta que la persona que aún no está comprometida con el Judaísmo, puede no ser responsable, sino que simplemente no tuvo la oportunidad de recibir una educación judía tal como corresponde.

En un caso así, debemos compadecernos de esa persona, y hay que hacer el mayor esfuerzo para acercarlo al judaísmo en forma cordial, con todo amor y respeto.

Un viaje espiritual

Cada año, en la segunda noche de Pesaj, los judíos comienzan a observar la mitzvá de Sefirat HaOmer, la “Cuenta del Omer”, que se extiende por 49 días y culmina con la celebración de Shavuot. Se trata de un precepto que encierra muchas lecciones y directivas para el crecimiento espiritual.

No importa cuán extraño pudiera sonar; la celebración de Shavuot sería imposible sin la Cuenta del Omer. La Torá nos da una fecha calendario para cada Festividad, exceptuando a Shavuot. Para Shavuot sólo ordena: “Contaréis para vosotros, desde el día siguiente al Shabat, desde el día en que traéis el Omer para la ofrenda, siete semanas completas serán; hasta el día siguiente al séptimo Shabat contaréis cincuenta días” (Levítico 23). El quincuagésimo día, se celebra Shavuot.

Hoy, cuando contamos con un calendario hebreo fijo, la Festividad siempre cae el sexto día de Siván. Sin embargo, antes del exilio, el calendario judío se fijaba mes a mes basándose en el informe de testigos que habían observado la luna nueva. El día quincuagésimo después de la segunda noche de Pesaj no era automáticamente el sexto de Siván porque el número de días de cada mes variaba. La única garantía de que la Festividad seria celebrada el día quincuagésimo era la cuenta de cincuenta días de la gente. Así, se dice que el pueblo judío, con el poder de su Cuenta del Omer, de hecho, provocaba la Festividad de Shavuot y con eso la entrega misma de la Torá. Según el pensamiento jasídico, tal como contar los días trae a Shavuot como Festividad, del mismo modo la manera en que nos preparamos cada día es lo que provoca nuestra propia celebración personal de recibir la Torá.

La Torá nos cuenta que durante los 50 días entre el Pesaj original y la Entrega de la Torá, el pueblo judío estaba saliendo de Egipto, en ruta hacia el Monte Sinaí. En la analogía del jasidismo, esto se corresponde con el viaje espiritual para salir de Egipto, Mitzraim, las limitaciones del propio ser; hacia el Monte Sinaí, el sitio de la mayor revelación de verdad en nuestra historia.

Es un viaje que revivimos en nuestras propias vidas. Cada año, cuando ocurre Shavuot, la Torá dice que si el día es recordado adecuadamente, las energías que estaban presentes en la ocasión original se manifiestan una vez más. Así, se nos da tiempo de la Cuenta del Omer a fin de recalcar qué es lo que recibir la Torá significa para nosotros personalmente. Y durante estas siete semanas trabajamos hacia la meta de estar preparados para recibir esa revelación de la verdad más profunda.

El Zohar dice que cuando los judíos abandonaron Egipto, estaban en el 490º plano de Tumá (impureza espiritual), siendo el 50º el nivel más bajo, y que de día en día se elevaron hasta que en el Monte Sinaí estaban en el 49º plano de los 50º de Tahará (pureza espiritual).

El mensaje reflejado aquí es que también nosotros somos capaces de un crecimiento extraordinario, incluso la autotrascendencia, durante el período de Sefirat HaOmer; si sólo hemos de quererlo y trabajar por ello.

Uno de los significados de la palabra Pesaj es “brincar” o “saltar”. Durante SefiratHaOmer, que es una continuación, en muchos niveles, de la experiencia de Pesaj, tenemos la capacidad de saltar por sobre todos los obstáculos a fin de alcanzar nuestras metas.

Los místicos nos ayudaron en este proceso al asociar cada una de las siete semanas del período de la Sefirá con siete atributos. Los días de la semana, a su vez, tienen también, cada uno de ellos, asignados una de estas características. Así, cada uno de los 49 días de la Sefirá está asociado a un conjunto único de características.

Los siete atributos básicos son:

-Jesed, bondad amorosa; apertura total y entrega.

-Guevurá, fortaleza de carácter; control.

-Tiferet, gloria, belleza (corona); una combinación de jésed y guevurá; la belleza que se percibe sólo en el contraste con la fealdad.

-Nétzaj, éxito; eternidad; el impulso al éxito que no surge de móviles ulteriores, tales como los que un niño expresa en el juego competitivo un impulso que debemos poner al servicio del trabajo espiritual.

-Hod, esplendor; magnificencia; ejemplificada por Aharón, quien amó la paz y la persiguió, aprendiendo Torá de su hermano más joven, Moshé, sin envidia.

– Iesod, fundamento; la moralidad fundamental.

– Maljut, soberanía; la acción que se realiza después de que todos los obstáculos han sido eludidos.

Cada de las siete cualidades está estrechamente hilvanada con las demás y depende de ellas. El amor bondadoso sin fortaleza de carácter conduce a un corazón débil, por ejemplo. Combinadas, cada cualidad ilumina a la otra y nos permite refinar nuestros rasgos de carácter.

Es costumbre observar un período de semiduelo durante Sefiral HaOmer a causa de una serie de sucesos desafortunados qué acontecieron en la historia judía durante este tiempo. Las prácticas de abstenerse de celebrar bodas, reuniones públicas alegres, y cortar el cabello, son adicionales a los mandamientos de la Torá en lo que concierne a la Cuenta del Omer.

El Talmud, en el Tratado de Ievamot (62), cuenta:

“Rabí Akiva tenía doce mil pares de alumnos esparcidos a lo largo del país, desde Guevat a Antipatros, y todos murieron durante un breve lapso de tiempo, entre Pesaj y Shavuot, porque no trataron uno al otro con respeto”.

Siglos después, los masivos pogroms en Alemania en 1096 durante las Cruzadas Alemanas y las matanzas de Chmielnicki en 1648-49 se asocian al período de la Sefirá.

Algunos se quejan de que estas costumbres restringen la alegría. De hecho, sin embargo, son una invitación para explorar la verdadera fuente de alegría en la personalidad propia que no precisa de muletas externas de barullo para hallar expresión. Porque no es momento para reuniones públicas grandes, la Sefirá también permite tiempo para el desarrollo de relaciones personales cercanas.

Uno se recuerda del profesor que dijo a sus alumnos que tenía un objeto con forma de pera con hilos, y que el objeto no le permitía jugar al softbol, comer, trotar, leer, coser, cultivar, o ir a las películas. Cuando uno de los estudiante exclamó:

“Entonces, ¿para qué sirve?”, el profesor respondió: “es un violín, y con él puedo traer placer a mucha gente”. Durante la Sefirá, también, la clave radica en saber cómo utilizar las oportunidades que el período nos provee.

Calcular meses y años

Es el precepto con el cual El, exaltado sea, nos ordenó calcular meses y años. Este es el precepto de Kidush Hajodesh.

Es lo que Él, exaltado sea, dijo: Este mes es para ustedes, cabecera de meses. En su explicación se dijo: “Este testimonio sea entregado a ustedes”, es decir: este precepto no está en manos de cada uno individualmente —como es en el caso de Shabat Bereshit, en el que cada cual cuenta seis días y hace Shabat en el séptimo— de modo que (digamos que) también cada persona que ve la luna (nueva) lo haga (a este día) Rosh Jodesh, o que calcule con el cálculo de la Torá y establezca Rosh Jodesh, o que (si) viera que la Primavera se ha atrasado, u otra cosa que corresponda tomar en consideración, y (por eso) agregue un mes — (no es así) sino que este precepto ha de realizarlo siempre y exclusivamente el Gran Tribunal, y sólo en la Tierra de Israel. Por eso es que en nuestra época ha quedado anulada (la fijación de los meses de acuerdo a) la Reiá, debido a la desaparición del Gran Tribunal, tal como ha quedado anulada la ofrenda de los Sacrificios debido a la desaparición del Gran Templo.

Ese fue el error de los apóstatas —que en estas tierras de oriente son llamados “Caraítas”— y éste es también el fundamento que incluso no todos los Rabinos percibieron y (por eso) comenzaron a palpar con ellos en la oscura penumbra.

Ten presente que este cálculo que nosotros efectuamos hoy en día, y que con él conocemos los Rosh Jodesh y las Festividades, no está permitido hacerlo salvo en la Tierra de Israel únicamente. Empero, en momentos de apremio y cuando no hubieran Sabios de la Tierra de Israel, sólo entonces, tiene un Tribunal habilitado por el de la Tierra de Israel permitido agregar un mes al año y fijar los comienzos de mes fuera de la Tierra (de Israel), tal como hizo Rabí Akibá, según se explicó en el Talmud. Esto presenta gran dificultad, y según se sabe, mayormente, casi siempre, hubo (Tribunal) en la Tierra de Israel, y fueron ellos quienes fijarían los meses y agregarían un mes a los años de acuerdo a los sistemas de la Tradición y en reunión conjunta.

Hay aquí un muy insigne fundamento del credo, que no sabrán ni percibirán salvo quienes analizan en profundidad.

El cálculo que nosotros hacemos hoy, fuera de la Tierra (de Israel), según el calendario que poseemos, y (por el cual) decimos que tal día es Rosh Jodesh y tal día es Festividad — de ninguna manera el que lo hagamos Festividad se debe a nuestro cálculo, sino a que el Tribunal de la Tierra de Israel ya ha fijado con anterioridad que este día sea Festividad o Rosh Jodesh. Y por cuanto que ellos dijeron que este día es Rosh Jodesh o que este día es Festividad, éste se constituye en Festividad o Rosh Jodesh —débase esta acción de ellos al cálculo o a la reiá— según se nos transmitió: “Que ustedes proclamarán a ellas — no tengo Festividades, salvo éstas”, vale decir: estos (días), que dicen ellos que son Festividades, (lo son) incluso involuntariamente, incluso compelidos, incluso equivocados, según nos llegó a nosotros por Tradición.

Nuestro cálculo de hoy es a los solos efectos de que sepamos el día que fijaron los de Eretz Israel, puesto que de esta misma manera se calcula y fija hoy, y no por reiá. Nos basamos en lo que ellos fijaron y no en nuestro cálculo. Este cálculo nuestro sólo sirve para revelar (lo que ya estaba fijado de antes).

Esto, compréndelo bien.

He de darte explicación adicional: Si supusiéramos, a modo de ejemplo, que los habitantes de la Tierra de Israel desaparecieran de ella —Di-s libre de hacer tal cosa, puesto que ya aseveró que no borrará ni desarraigará totalmente al remanente de la nación— (y si supusiéramos) que no existe Tribunal, y que fuera de la Tierra (de Israel) no hubiera Tribunal habilitado en la Tierra de Israel — en tal caso, este cálculo nuestro carecería en absoluto de utilidad alguna para nosotros, pues fuera de la Tierra (de Israel) nosotros no debemos hacer cálculos ni agregar meses a los años ni fijar meses salvo bajo las premisas mencionadas, como hemos explicado que de Tzión saldrá la Tora’, y de Jerusalén la Palabra de Di-s.

Si quien posee un conocimiento cabal de las palabras del Talmud acerca de este tema, meditara, todo lo que hemos dicho le resultará explicado con claridad indudable.

Por cierto, en las expresiones de la Torá hay insinuaciones que instruyen acerca de los fundamentos de la materia en la que nos basamos para conocer los Rosh Jodesh y (el momento en que es) agregado un mes al año (lunar). De ellos, es lo que El dijo: Y observarás este decreto para su momento (prefijado) de año en año; y dijeron: “(Este versículo) enseña que no se agrega un mes al año salvo en el momento (previo) inmediato a la Festividad”.

También dijeron: “¿De dónde (sé) que sólo se agrega un día al mes si es de día, y que sólo se consagra al mes (declarando el Rosh Jodesh) si es de día? Pues fue dicho: (De año en año, con las palabras cuya traducción literal sería:) ‘de día en día'”.

Dijo El, exaltado sea: Para los meses del año. Dijeron (nuestros Sabios): “Consideras meses para (formar) años, pero no consideras días”, de lo que se comprende que el agregado en él (año) sólo puede ser de un mes completo.

Dijo El: Un mes de días. Dijeron (nuestros Sabios): “Consideras días para (formar) un mes, pero no consideras horas”

Y dijeron: “Cuida al mes de la Primavera — se desprende (de este versículo) que es imperativo que resguardemos las estaciones en nuestros años (lunares), por lo cual han de ser años solares”.

Todas las leyes de este precepto han sido explicadas ya, íntegramente, en el Capítulo Primero (del Tratado Talmúdico) de Sanhedrín, y en el Tratado de Rosh Hashaná y también en (el de) Berajot.

Una casa

Naciones guerrean por ella, familias apartan una considerable suma de sus ingresos para adquirir una. Hasta los Sabios del Talmud llegan a decir:

“Un hombre sin un hogar no es un hombre”.

Una casa es más que un techo que protege de la lluvia, paredes que mantienen fuera a visitantes indeseados, una cocina   para   preparar   comida   y   una cama para dormir. Fuertes, edificios de oficina, hoteles y restaurantes también pueden realizar esas funciones, inclusive mejor que cualquier residencia.

Pero sólo en casa una persona está “en casa”.

En casa es donde puedes hacer muecas en el espejo, puedes llevar un suéter verde viejo con agujeros y comer pickles con mayonesa porque te da la gana.

Di-s, también, desea una casa un lugar dónde Él pueda ser íntegro y desinhibido. Los maestros jasídicos preguntan: ¿Por qué Di-s creó el mundo físico? ¿Qué puede darle nuestra existencia tosca, finita y conflictiva, que las dimensiones espirituales de la creación no pueden? Y ellos contestan: Di-s creó el mundo físico porque Él quiso una casa, un lugar dónde pueda hacer las cosas porque tiene ganas.

La primera casa de Di-s tenía dos cuartos en un edificio de 13 mts. x 21mts aproximadamente. Según Éxodo 25, estaba hecha de los siguientes materiales: oro, plata, cobre, lana teñida de azul, violeta y rojo, lino, pelo de cabra, pieles animales y madera. Fue hecha a medida, con especificaciones detalladas dadas a Moshé en el Monte Sinaí. Se asentaba en el centro mismo del campamento Israelita en el desierto, y estaba   diseñada   para   que   pudiera desarmarse y volverse a armar cuando fueran de un lugar a otro durante los cuarenta años entre su Éxodo de Egipto y su entrada en la Tierra Santa. Después, una versión más grande y permanente   se   construyó   en   el   Monte   del Templo en Jerusalén.

Dijo Di-s a los hombres:

 “Yo creé sabiduría,   conocimiento   y   entendimiento, y en estas creaciones mora Mi mente. Yo creé amor, justicia y compasión, y en éstos reside mi carácter. Yo creé a la belleza, el esplendor y la majestuosidad, y en éstos investí Mi personalidad. Pero ninguno de éstos es Mi casa, más que la oficina en la que trabajas o el teatro en el que te entretienes.

Así que Creé la materia física, la cosa más ‘no-Divina’ que pueda concebir para que haya un lugar en donde no tenga que jugar ningún rol y no tenga que proyectar ninguna característica.

Sólo Mi deseo de realización. Cuando tomas tu oro (tus excesos materiales), tu plata (tu imperturbable riqueza de clase media) y tu cobre (los pocos pesitos para la subsistencia) y los usas para moldear una realidad conforme a Mi deseo, estás haciéndome una casa en Mi mundo”.

Es la culpa de Di-s

PREGUNTA:

El Talmud nos cuenta que el mundo entero tembló cuando Di-s dijo: “No usarás el Nombre de Di-s, tu Di-s, en vano”. ¿Qué mensaje transmitía la Torá que causó que todo el mundo temblara?

RESPUESTA:

Se cuenta una historia de un grupo de hermanos que llegaron a América para hacer negocios juntos. Unos años más tarde arreglaron con sus padres para que emigraran. El padre era un judío observante piadoso, con barba y traje jasídico. Luego de un corto tiempo, se afeitó la barba y cambió su traje por indumentaria moderna. Perplejos por el comportamiento de su padre, los hijos consultaron a su Rabino.

Cuando el Rabino le preguntó al padre por qué había cambiado tan drásticamente, él le dijo lo siguiente: “Mis hijos tienen un gran mercado de carne, y yo siempre estoy sentado en una mesa que está en el negocio.

Cuando la gente me ve, se anima a comprar con la confianza de que todo es Kasher. Sin embargo, pronto me dí cuenta que la carne que estaban vendiendo no era Kasher y ellos me estaban usando para engañar al público. Es por esto que decidí afeitarme y cambiar mi traje, que representan mi Judaísmo, a fin de no ayudarlos a vender carne no Kasher”.

Desafortunadamente, a través de la historia, las naciones del mundo han perseguido y torturado a los judíos bajo el pretexto de hacerlo “por el bien del Cielo (Di-s)”. Alegaron que los judíos deben ser culpados por los problemas de sociedad y merecen ser oprimidos. También entre los judíos, es lamentablemente común que una persona hiera a otra, afirmando que “es una Mitzvá” hacerlo.

El mandamiento de Di-s de “No menciones Mi Nombre en vano”, puede ser interpretado como “No explotes Mi Nombre”, Torá y religión, como un medio para justificar las iniquidades.

No trates de cubrirlas con un velo de justicia y virtud.

Este conmovedor mensaje Divino provocó escalofríos a todos, y el mundo entero tembló de miedo.

* Moshe Bogomilsky

Decir la verdad

¿…y cuando está permitido ser menos que honesto?

En el libro de Génesis leemos cómo Iaakov, siguiendo el pedido de su madre, se disfrazó como su hermano mayor Eisav para que pudiera recibir la bendición que su padre Itzjak quería darle a Eisav…a pesar del hecho que Iaakov era un gigante espiritual y el paradigma de la verdad. De hecho, el atributo de la verdad es el que está más asociado con nuestro patriarca Iaakov, como está dicho “Da la verdad a Iaakov”.

Parecería que la presión que se necesitaba para recibir las bendiciones, hizo caso omiso a la prohibición general de engañar. Veremos pues, la importancia de decir la verdad y bajo qué situaciones está permitido engañar.

La virtud de la Verdad

La Torá dice: “Distánciate de las palabras de falsedad” Este es el único pecado sobre el que la Torá nos advierte que nos “distanciemos”.

Al decir la verdad, emulamos a nuestro Creador, sobre Quien está dicho: “El sello de Di-s es la verdad”. El Sefer Jasidim escribe que quien habla la verdad puede cambiar el destino decretando que algo suceda…y sucederá.

En el Talmud, se ve evidente que ser cuidadoso de hablar la verdad es una Segulá (actividad espiritualmente propicia) que le permite a uno completar los años destinados a él por  Di-s.

El Talmud dice que hay cuatro grupos de personas que no son meritorios de recibir la presencia Divina. Uno de ellos son los mentirosos. Este castigo es medida por medida: por medio de la mentira ellos demuestran que quieren caer en gracia en los ojos de las personas, ignorando la presencia del Altísimo. Por ello, no son meritorios de estar frente a Su presencia.

El Talmud también dice que hay tres tipos de personas que Di-s desprecia. Uno de ellos es aquél que dice una cosa, pero piensa algo completamente distinto.

En un nivel muy práctico, está claro que cuando la persona se acostumbra a decir la verdad, la gente confía en él, como dice el versículo: “Una lengua verdadera se establece para siempre”. Por el otro lado, uno que habitualmente es mentiroso, la gente le desconfía, como continúa el versículo, “Pero una lengua mentirosa, sólo por un momento”, o sea, su confiabilidad es muy corta.

Entendiendo el permiso de mentir

A pesar de lo arriba mencionado, encontramos que en ciertas circunstancias está permitido o incluso es recomendable mentir. La razón para esto es que el mandamiento Bíblico contra la mentira sólo incluye una mentira que dañaría otra persona, como dice el versículo: “Distánciate de las palabras de falsedad; no mates a un hombre inocente o justo”. O sea, está prohibido mentir de manera que cause muerte o daño a cualquier persona.

e nos dice que una mentira dicha para promover la paz, no está incluida para nada en la prohibición de decir mentiras. Parece ser que si el propósito final de esta mentira es positivo, entonces no está prohibido.

Ejemplos de mentiras permitidas

Uno puede “cambiar la verdad” por razones de paz. Esto se aprende de una conversación entre Di-s, Sará y Abraham en Génesis. Sará dijo sobre sí misma: “Luego que me he arrugado, recibiré una piel suave, y mi marido es anciano”. Cuando Di-s repitió sus comentarios a Abraham, dijo que Sará había dicho: “Cómo puedo dar a luz cuando he envejecido”. Como explica Rashi, Di-s cambió las palabras de Sará para que Abraham no sepa que Sará había hecho un comentario denigrante sobre él.

Aaron, el Sumo Sacerdote solía emplear este método al intentar hacer las paces entre parejas que discutían y amigos. Solía acercarse a uno y decirle que el otro estaba muy arrepentido y quería reconciliarse. Cuando la persona escuchaba esto, expresaba interés en querer resolver el problema. Aaron iba luego a la otra persona y le decía lo mismo. Así, las cosas se solucionaban. El Rif dijo que mentir para mantener la paz, es una Mitzvá.

Otros ejemplos de mentiras blancas permitidas:

Cambiar la verdad para practicar la humildad. Por ejemplo, uno puede clamar no saber algo de cierto tratado Talmúdico aunque uno sí lo sepa, de esa forma cambia la verdad para preservar la modestia.

Cambiar la verdad para proteger a otro de alguna inconveniencia o peligro. Por ejemplo, si un anfitrión ha sido muy generoso y amable, y luego se le pregunta al huésped sobre dicho anfitrión, él no debe contar todo sobre su amabilidad porque esto causaría que le vengan muchos invitados.

De manera similar, si una persona tiene una enfermedad incurable, y decírselo provocaría que su salud se deteriore aún más, es correcto esconderle dicha información.

Una mentira blanca que se dice para proteger a otro de ser avergonzado. Un ejemplo de esto es que uno puede decir que una novia se ve bella, incluso cuando no es muy linda.

Usar expresiones exageradas cuando está claro que se trata de una exageración. Por ejemplo: “Te ves blanco como un papel”.

Hay algunas circunstancias bajo las cuales uno puede engañar para poder recuperar pérdidas que se le deben. Nuestro patriarca Iaakov empleó este método para proteger sus ganancias obtenidas de forma legal, de ser defraudadas por su suegro y tío Labán.

Si alguien hace algo para sí mismo, pero otro entiende que lo está haciendo para honrarlo, uno no tiene que corregir este malentendido. El Talmud relata que algunos rabinos estaban viajando de una ciudad a otra. Un rabino se acercó a ellos pensando que habían venido a saludarlo. En tal caso, el Talmud concluye, no es necesario corregir este error.

Excepciones a las excepciones

A pesar de todas estas autorizaciones, uno debe siempre intentar no decir una mentira completa, sino más bien, decir mitad de verdad.

Incluso en estos casos, uno debe intentar evitar mentir a los niños, para no entrenarlos a mentir.

También, en dichas circunstancias, uno no debe mentir constantemente.

El Maguen Abraham dice que incluso en las circunstancias arriba mencionadas, uno debe mentir sólo sobre el pasado pero no sobre el futuro. Por ejemplo, uno no debe decir: “No haré esto o aquello”, en aras de la paz. Otros cuestionan dicha sentencia.

Por Aryeh Citron

¿Que causó la destrucción del Templo Sagrado, y como podemos retificarlo?

El Talmud nos explica por qué el exilio de Babilonia, que ocurrió después de la destrucción del Primer Templo, duró sólo setenta años predeterminados, mientras que ahora nos encontramos en un exilio mucho más largo y tampoco se nos ha dado una fecha de finalización.

“Los primeros cuyos pecados eran conocidos, el fin (de su exilio) se dio a conocer. Estas últimas, cuyos pecados no eran conocidos, su final es (también) desconocido”.

Esta declaración parece contradecir otra, citada en el mismo lugar del Talmud: “¿por qué fue destruido el Primer Templo? Por los tres pecados que los Judíos cometían, idolatría, adulterio y asesinato. El Segundo Templo, cuando los judíos estaban llenos de Torá, Mitzvot y actos de bondad, ¿por qué fue destruido? Debido a que los judíos eran culpables de tener odio infundado hacia los demás.

¿Cómo pudo el Talmud decir que “los pecados no eran sabidos?”

El Rebe de Lubavitch explica que el carácter de odio y pelea, es el pecado desconocido. En general, un idólatra, un adúltero o un asesino, es consciente de su pecado. “La carne es débil” y las personas son víctimas de la tentación, pero el arrepentimiento es perfectamente alcanzable, debido a que la persona misma está preocupada por los pecados que manchan su alma.

Por el contrario, la persona que es culpable de participar en peleas e incitación al odio, no tiene idea de que él tiene la culpa. En su opinión, el otro merece todo el abuso que está recibiendo. De hecho, odio sin fundamento es quizá, el pecado más evidente, sin embargo, muy pocos reconocen tener la culpa.

Esto es cierto tanto en nuestras relaciones interpersonales, así como en la lamentable tendencia de nuestra nación de estar muy preocupada por disputas entre las diferentes líneas. Izquierda, derecha y el medio. Conservador, ortodoxo y reformista. Jasídico, no jasídico, sionista y anti sionista, etc.

La Redención vendrá cuando finalmente reconozcamos que el “yo tengo razón y él está equivocado”, incluso si ese es el caso, no es una razón válida para odiar.

Por: Rabino Naftali Silberberg

Miedo al pecado

A los del tipo “hedonista” les suena divertido. Otros piensan que es un concepto completamente cristiano, mientras que otros lo atribuyen a los antiguos hebreos. Para los Sabios del Talmud, el pecado es, por sobre todo, un acto de estupidez. “Una persona peca exclusivamente si un hálito de estupidez penetró en ella”-dicen.

Hace unos años me dedicaba a redactar manuales de instrucciones de uso de electrodomésticos. Esos libritos de 30 páginas que vienen en la caja con los microondas, destornilladores eléctricos, etc. Era un trabajo muy aburrido, pero se pagaba bien y me permitía escribir mientras tenía alguno de mis hijos sentado sobre mi regazo. Lo mejor era que no tenía que firmarlos.

Cierto día me llegó una carta que reenvió una de las compañías para las que trabajaba, enviada por un cliente y decía así: “Señor, tengo en mi mano el manual que usted escribió y que recibí junto a mi video cámara. Estoy indignado por su impertinencia y audacia. Esta es mi cámara, por la que pagué con mi dinero. Tiene muchos botones, teclas e indicadores de luz. ¿Cómo se atreve a decirme qué botones apretar y qué hacer con ellos? Yo puedo apretar cualquier botón o pulsar las teclas a mi antojo. Y en cuanto a los indicadores de luz, puedo decidir yo- y no usted- qué es lo que indican; es más, si así lo deseo puedo ignorarlos. Atentamente, un cliente estúpido”.

Por supuesto que no firmó así, pero podría haberlo hecho y sería lo correcto. No es necesario decir que no me molesté en responderle.

Los Sabios del Talmud no vieron demasiada diferencia entre mi tonto cliente y el pecador estándar. Desde su punto de vista, cuando una persona actúa contrariamente a las instrucciones de su Creador, de cómo debe vivirse la vida, seguramente cometerá un acto malo, malvado, egoísta, destructivo, desafiante, cobarde de acuerdo al caso. Pero por sobre todo, lo que estará realizando es algo profundamente estúpido.

Yanky Tauber