¿Por qué no actualizamos las costumbres?

Pregunta: ¿Puedes explicar por qué las leyes nunca pueden revertirse a su forma original? Por ejemplo, algunas festividades son dos días fuera de Israel por la dificultad del cuidado de los tiempos cientos de años atrás, pero es algo que ya está resuelto.

Respuesta:

Las costumbres tienen importancia como la Ley, ya que la Torá las reconoce como ley. Eso tiene sentido, porque la base de la Torá no es el libro sino las personas. ¿Cómo sabes que la Torá es verdadera? Porque la gente lo atestiguó, la aceptaron, y luego pasaron la tradición. Entonces, sin tradición, no tendríamos Torá.

Pero hay más que eso. En verdad, tu pregunta trata un tema central de la Torá. ¿Qué es la Torá? ¿Un libro o sabiduría? Si la Torá fuera un libro, entonces habría una “Torá verdadera”, como está escrita en el libro, y “La Torá disfrazada con costumbres”. De vez en cuando, sacaríamos un disfraz y lo remplazaríamos por otro. En otras palabras, estaría la Torá esencial por el libro, y conjuntos de disfraces desechables.

Pero la Torá no es un libro, es Sabiduría Divina que entra al mundo a través de las experiencias Judías colectivas. Lo que estaba escrito en un libro hace 3300 años es la Torá envuelta, como una semilla que contiene el ADN para todo el futuro. El pueblo judío es la Tierra en la que se planta la semilla. Di-s es el jardinero. La diferencia es que un jardinero no sabe cómo van a crecer sus plantas, pero este jardinero tenía todo en mente (debido a que Él está más allá del pasado y futuro).

Él planta la semilla que contiene todo envasado herméticamente en matices, códigos y anomalías, y ve su sabiduría desarrollarse en la historia y tradición.

Por eso, cuando el consenso colectivo judío, incluyendo los rabinos, las abuelas sabias, las madres lactantes y los hombres trabajadores, todos aceptan una tradición que surge de nuestra comprensión de la Torá, Di-s, por así decirlo, chasquea Sus dedos Santos y dice:

“¡Éxito! ¡Lo hicieron!” ahora la respuesta a tu pregunta es obvia:

¿Cómo podríamos desechar el éxito de Di-s?

Por Tzvi Freeman

Guenizá

¿Qué es la Guenizá y qué hacemos con ella?

En el capítulo XII de Devarim, la Torá le ordena a la generación que está por entrar a conquistar la Tierra de Israel la destrucción de las imágenes y monumentos de idolatría que allí encuentren. Culmina diciendo en el versículo IV: “No harás así para con Hashem tu Di-s”. De aquí aprenden nuestros Sabios que está prohibido borrar el nombre sagrado de Hashem. Más aún, ni siquiera podemos dejarlo en un lugar donde pueda arruinarse.

Por ello, todos aquellos escritos que contienen el nombre de Hashem y no tienen más utilidad, no pueden ser descartados ni abandonados. Debemos procurar dejarlos en un lugar protegido para que el nombre de Hashem no sea borrado. Este lugar recibe el nombre de Guenizá.

¿Cómo es la ley respecto a los escritos de Torá (que no contengan el nombre de Hashem) y la de aquellos artículos de Mitzvá, como las correas de los Tefilín y los hilos de los tziztit que fueron utilizados y ahora perdieron su validez?

Para explicar esto debemos previamente analizar los tres tipos de objetos de santidad: 

a) Aquellos que poseen el nombre escrito de Hashem en cualquier idioma que sea (Tanaj, Tefilín, Mezuzá, Sidurím, etc.) 

b) Textos de Torá que no contengan escrito el Nombre de Hashem (Talmud, Shuljan Aruj, las carpetas de estudios de Torá de los chicos, etc.) y 

c) Artículos que fueron utilizados al servicio de la Mitzvá. Este ítem se divide a su vez en dos subcategorías: 1) aquellos objetos que son la Mitzvá misma (las correas y los batim de los Tefilín y los hilos de los Tzitzit) y 2) aquellos objetos con los que se realizó la Mitzvá misma (la tela del Talit, las ramas del techo de la Sucá, las cuatro especies de Sucot, etc.).

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría a) deben ser llevados a una Guenizá para protegerlos de ser destruidos. Por ello, el responsable de la Guenizá deberá guardarlos en una vajilla de cerámica y enterrarlo en un cementerio judío.

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría b) deben ser llevados a una Guenizá para que éstos no resulten despreciados. Por ello, el responsable de la Guenizá deberá enterrarlo en un cementerio judío.

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría c-1) se procede igual que con los de la categoría b).

Respecto a aquellos objetos que entran en la categoría c-2) como fueron utilizados para una Mitzvá no pueden ser despreciados, pero tampoco estamos obligados a protegerlos. La costumbre en la práctica es la de reutilizarlos para el cumplimiento de otra Mitzvá, como por Ej: Las cuatro especies son quemadas en el momento de la quema del jametz en la víspera de Pesaj y los hadasim para olerlos en la havdalá.

por el Rab. Iosef Feigelstock Shlita

La Kabalá de la oscuridad

La novena de las 10 plagas que visitó a Egipto fue la plaga de la Oscuridad: “Ninguna persona podía ver a su hermano, ni nadie podía pararse de su lugar, por tres días; pero los hijos de Israel, tenían luz en todas sus moradas” (Éxodo 10:23)

La plaga física de la oscuridad tiene su raíz en la oscuridad espiritual, que puede ser definida como ausencia de la presencia revelada de Di-s. Al discutir el origen espiritual de esta plaga, el Midrash cita dos opiniones: Rabí Nejemia enseñó que la oscuridad se origina en las regiones del Guehinom (purgatorio), Rabi Iehudá enseñó que se origina en las esferas celestiales.

Los Maestros Jasídicos explicaron la diferencia entre estas dos formas de oscuridad:

1) La oscuridad clásica, asociada con el Guehinom, actúa como una cortina. Cuando una cortina tapa una ventana, obstruye el paso de los rayos de sol y deja a la habitación a oscuras. Esta es la oscuridad del Gehinom, en donde la presencia de Di-s está totalmente oculta.

2) La oscuridad celestial es primordial; antecede toda luz. La esencia de Di-s va más allá que cualquier revelación. Cuando él decide revelarse, irradia hacia afuera para que su luz se vuelva visible, pero más allá de la luz, todavía hay oscuridad. La oscuridad es el dominio de su esencia y la esencia no requiere luz. No le falta luminiscencia, sino que la trasciende.

En otras palabras, la oscuridad clásica oculta la luz de Di-s, mientras que la oscuridad celestial revela la esencia de Di-s, trascendiendo toda luz.

Proyectado en el nivel humano:

Estas dos formas de oscuridad espiritual, una vez experimentado en el nivel humano, obtienen dos reacciones muy diferentes. La oscuridad clásica es el encubrimiento de la luz. Dejado en la oscuridad espiritual, el humano busca Divinidad porque su condición anhela luz.

La oscuridad celestial, en el nivel humano, tiene un efecto espiritual negativo.  El  ser humano, al no poder trascender la luz, experimenta tal trascendencia como la satisfacción con la oscuridad. Si se subyuga tal satisfacción por un período prolongado de tiempo puede olvidar por completo la virtud de la Divinidad.

Ceguera e inmovilidad:

La oscuridad física afectó a los egipcios de dos formas. La primera era que “ninguna persona podía ver a su hermano” y la segunda era que “ninguna persona podía elevarse de su lugar”. El Midrash enseña que esta plaga duró seis días. Los primeros tres días los egipcios no podían verse uno al otro pero podían levantarse y moverse. Durante los últimos tres días la oscuridad se intensificó tanto hasta el punto que paralizó hasta el movimiento más simple. No podían levantarse de sus lugares.

Estos dos períodos de tres días en la Plaga de la Oscuridad pueden ser vistos como correspondientes de los dos tipos de oscuridades que discutimos antes. Durante el primer período de tres días, los egipcios experimentaron la oscuridad espiritual clásica en la que uno se siente privado de luz y languidece por ella. Durante este tiempo no podían ver a su hermano. En este sentido, su hermano es una metáfora de la luz de Di-s. Querían ver su luz, pero la oscuridad los prevenía de hacerlo. Durante el segundo período de tres días la oscuridad era en la forma celestial. Crecía su alegría con la oscuridad: ya no languidecían por su “hermano”, sino más bien no podían levantarse de su lugar. “Su lugar” es una metáfora de su contento con la luz; no podían levantarse de esta alegría para apreciar el valor de la luz de Di-s.

Los dos Antídotos:

¿Qué hacían los Hijos de Israel mientras los egipcios languidecían en la oscuridad?

El Midrash cita dos propósitos sobre la utilidad de la plaga de la oscuridad:

1)Muchos judíos no querían abandonar Egipto, así que Di-s decretó que morirían allí. Los egipcios permanecieron inconscientes de tan bochornoso hecho porque los judíos murieron y fueron enterrados durante el período de la oscuridad.

2) La oscuridad proveyó una oportunidad a los judíos de circular por las casas egipcias para determinar la ubicación de los objetos de valor que tomarían luego. Cuando los judíos pidieron prestado estos objetos, los egipcios no podían negar poseerlos porque los judíos detallarían el lugar en donde estaban escondidos.

De acuerdo a uno de los comentarios, ambas razones son ciertas. Durante los tres primeros días de la plaga, los judíos enterraron a sus muertos y durante los últimos tres días exploraron los hogares egipcios.

En un nivel metafórico estas dos actividades constituyen actividades antídotos para las dos formas de oscuridad descritas arriba.

1) El antídoto para la oscuridad que oculta la luz es quitar esa “cortina” que oculta y tirarse a la piscina de luz. Durante los primeros tres días, mientras los egipcios languidecían por la luz los judíos saltaron en ella. Los judíos distinguieron claramente la oscuridad de la luz y a los malvados de los justos. Entendieron por qué sus hermanos murieron y rápidamente los enterraron para remover todo resto de maldad de entre ellos.

2) El antídoto para la oscuridad que está contenta de su oscuridad es mirar dentro de la misma e identificar su raíz divina; reconocer que el hecho de que el hombre esté contento sin luz es un reflejo del hecho que su creador trasciende toda luz. Durante los últimos tres días, mientras los egipcios permanecieron atrapados en su “lugar” de oscuridad contenta, los judíos miraron en los lugares oscuros ocultos y descubrieron tesoros de “oro” y “plata”. En el lenguaje de la Kabalá, el oro y la plata representan amor a Di-s. Los judíos miraron dentro de la oscuridad y descubrieron su amor por las raíces Divinas ocultas.

Por Lazer Gurkow

No existe un judio demasiado alejado

“Y pasaré por la tierra de Egipto en esta noche” (Shemot 12:12)

Encontramos en la Torá dos expresiones en lo que respecta a la plaga de los primogénitos. En una, Di-s dice: “como a la medianoche salgo Yo en el seno de Egipto”. En la otra, los términos son: “y pasaré por la tierra de Egipto en esta noche” La diferencia entre ambas es: ‘salgo’ implica una acción específica y dirigida hacia un lugar, mientras que ‘pasaré’ significa una acción casual, al transitar de paso por el lugar con otra intención y objetivo. En ése espíritu, explica Rashi la palabra ‘pasaré’, (basándose en las palabras del Midrash): “cual un rey que va de lugar en lugar, y en una pasada son golpeados todos”. El rey pasa por el lugar con otro objetivo, y de paso castiga a los pecadores.

UNA SALIDA CON EL OBJETIVO DE SALVAR

En aquella noche de Pesaj, tuvieron lugar dos sucesos: el primero, la salida especial por parte del Altísimo a lo más profundo de Egipto, con el objetivo de salvar al Pueblo de Israel. Y el otro, el castigo a los primogénitos egipcios, una acción considerada como de paso en comparación con el primer objetivo.

¿Cuál fue el objetivo de la salida de Hashem a Egipto? Estaba dirigida a salvar a aquellos judíos que estaban tan inmersos en la impureza de Egipto, hasta el punto que incluso en esa noche, cuando los judíos fueron encomendados por Di-s a ofrendar el sacrificio pascual y a no salir de sus casas, fueron éstos a las casas de sus vecinos egipcios, por cuestiones sociales.

A pesar de ello, Di-s descendió allí para marcar la diferencia entre los egipcios y estos judíos y salvar incluso a estos.

EL AMOR DE DI-S A SU PUEBLO

Este acto pone de manifiesto el intenso amor de Hashem al pueblo de Israel. Podemos imaginar cuál era el nivel espiritual de un judío, que a pesar de haber sido testigo de las nueve plagas que sufrieron los egipcios, y habiendo recibido la orden de Di-s de ofrendar el sacrificio pascual y permanecer en su casa esa noche, decide salir e ir a pasar el rato con los egipcios. ¿Existe acaso peor bajeza? Sin embargo, Hashem demuestra Su amor a Su pueblo y baja para salvar incluso a los más bajos del pueblo de Israel. Y lo llevó a cabo Di- s mismo- “Yo y no un ángel, Yo y no un serafín”- y yendo de casa en casa, por así decirlo, para extraer del seno de la impureza de Egipto a los judíos que estaban inmersos en ella.

SALIR Y ACERCAR

Debemos aprender de la acción del Altísimo cómo debe enfocarse la relación con otro judío. Hay quienes están dispuestos a enseñar Torá y acercar al prójimo al cumplimiento de los preceptos, pero siempre y cuando ese judío esté listo a venir al Beit Hamidrash, la Casa de Estudios, a estudiar y escuchar. Pero salir del Bet Hamidrash e ir hacia aquellos judíos que se encuentran en plena “impureza de Egipto”- ¡eso no!.

Nos enseña Hashem, que incluso por judíos como estos, sale Él mismo de su excelso “lugar de Gloria” y va hacia ellos a acercarlos y salvarlos. De la misma manera debemos ir nosotros al encuentro de incluso los judíos que estén en el nivel espiritual más bajo. Debemos llegar a su lugar y al nivel donde se encuentren, y contarles sobre el amor del Altísimo a ellos y acercarlos a la luz de la Torá. De esta misma manera, todos los judíos serán redimidos del exilio diaspórico “y serán recogidos ustedes, uno a uno, hijos de Israel”, cuando tenga lugar la verdadera y completa redención a manos de Mashíaj Tzidkeinu.

Likutei Sijot tomo 36, Pág. 45

Pollo a la miel

Pollo a la miel, apetitosa receta para disfrutar del pollo de una forma diferente. Si te gusta probar nuevos sabores esta receta es para vos.

Ingredientes:

1 pollo cortado en piezas.

4 cucharadas de miel.

4 cucharadas de jugo de Limón.

4 cucharadas de aceite.

4 cucharadas de salsa de soja.

Modo de preparar:

Se colocan las piezas de pollo en un recipiente con el pellejo hacia abajo.
Aparte se mezclan los ingredientes y se cocinan a fuego lento hasta que se disuelvan.

Se vierte esta salsa sobre el pollo y se hornea destapando durante una hora. Después se voltea las piezas de pollo, se bañan con su jugo y se siguen horneando hasta que doren.

¿Cómo te salió? Si te gustó, ¡compartila!

Técnicas para mejorar la autoestima

A veces, entro en un comercio y en  medio de la conversación con el vendedor sé que no voy a comprarle nada. Sin embargo, hay otros que pueden venderme cualquier cosa…

¿Qué hace a un buen vendedor? En mi experiencia, es alguien con el talento de hacerme creer que yo, el cliente, soy la persona más importante en esta transacción, y que la venta se realizará sólo si es de mi interés. Incluso en caso que termine no haciéndola, siento que el vendedor interpreta mi “no” como: “no estoy todavía listo, pero pruebe de nuevo en el futuro”. Este reconocimiento y la focalización en el cliente y sus necesidades hacen a un vendedor exitoso.

Estas técnicas de ventas pueden ser adoptadas por padres que desean mejorar sus habilidades en relacionarse con sus hijos. Nuestro trabajo como padres es venderles a nuestros hijos su propia imagen. El primer punto de referencia para la autoestima de un niño –o la falta de ella- viene de lo que el niño cree que los padres piensan de él. Es por consiguiente importante convencer al niño que aunque no puede ser perfecto, igualmente es especial y está trabajando continuamente para adquirir más habilidades.

Un niño que no hace la tarea o tiene el cuarto desarreglado y se le dice repetidamente: “nunca haces la tarea” o “eres muy desarreglado” podría empezar a creerlo y es probable que empiece, tarde o temprano, a mantener esa expectativa. Por otro lado, podríamos decirle al mismo niño: “Eres una persona responsable, y estás aprendiendo nuevas habilidades cada día ejercitando cómo asumir tus responsabilidades para hacer tu tarea y cuidar que tu cuarto esté limpio”. Cuando fallan, debemos animarlos diciendo: “Intentaremos mañana de nuevo, para que puedas adquirir más habilidades en el futuro y ser la persona responsable que eres capaz de ser”. Declaraciones como estas animarán el ego positivo – la estima y el deseo de intentar la próxima vez con más fuerza.

Debemos tener presente que los niños tienen una habilidad especial de percibir si nuestra interacción con ellos es sincera o no.

Este principio de creer en la persona y no juzgar su futuro por sus conductas pasadas también es la llave a un buen matrimonio y a una relación de patrón-empleado eficaz. La actuación de las personas está normalmente basada en la fe y las expectativas que otros tienen de ellos. He visto calificaciones de niños en la escuela que suben o bajan drásticamente basadas en lo que percibieron que era la opinión del maestro acerca de ellos. Cuanto más positiva sea la opinión, mejor será la actuación del niño.

¡Pruébelo—funciona!

Por Yaakov Lieder

Un juego de platos

Antes de encontrarnos al Rabino Moshé Feller en 1962, éramos considerados judíos activos e incluso comprometidos. La mayoría de nuestros amigos eran judíos, nuestras familias eran judías, nuestros intereses incluían “cosas” judías, y nuestra perspectiva era judía. Leíamos libros judíos, escuchábamos música judía, poseíamos cuadros de Chagall en nuestra casa, y éramos miembros de una sinagoga Conservadora. Gail era la soprano principal en el coro de la sinagoga y yo era uno de los pocos miembros que asistía en las noches del viernes sin tener que ver con qué Bar Mitzvá se festejaba ese fin de semana. Probablemente éramos Sionistas, también. Contribuíamos regularmente con CUJA, etc.

Antes de que nos encontráramos al Rabino Feller, no me recuerdo haciendo algo deliberadamente, o absteniéndome deliberadamente de algo, porque y sólo porque era un Mandato de la Torá. Tales pensamientos nunca entraron en mi mente. Íbamos a la sinagoga, encendíamos las velas, comíamos gefilte fish y vestía un Talit porque era una tradición muy agradable. No hacerlo hubiera sido una declaración de rechazo, desinterés, o apatía. No me interesaba negar o ser desinteresado. No era parte de mi propia imagen. Por otro lado, no guardábamos el cashrut, ni nos abstuvimos de manejar en Shabat, o ninguna de esas cosas. No eran asuntos pertinentes. No jugaban ningún rol en mi sistema de valores. No protestábamos ni transgredíamos conscientemente, como se oye hablar de los socialistas judíos o los libre pensadores. Éramos, simplemente, “buenos judíos” que no deseaban alardear. Claro, sabíamos que algunos judíos evitaban la comida no casher y no manejaban en Shabat. (Había algunos de ellos en nuestra ciudad, entonces.) Y esas eran sus tradiciones y sus opciones. No pensábamos que estaban equivocados, sólo ligeramente atrasados en la evolución social.

Mirando atrás, pienso que nuestras vidas reflejaban la paradoja característica del judío secular moderno: interesado en las cosas judías pero básicamente ignorante; activo en círculos judíos pero limitado en la opción; comprometido con la comunidad, familia, profesión y el “pueblo judío” pero desconociendo la corporación que indica este compromiso. Y más que nada, bastante desprovisto de aprendizaje y experiencia que le permita discriminar entre lo importante y lo trivial, lo real y el fraude. Debe de haber habido miles como yo. Hay todavía.

El Rabino Feller me buscó porque yo era una estrella potencialmente creciente de la comunidad judía. Estaba intentando organizar su primer banquete y quiso que mi nombre -así como el de otros como yo- figurara en el comité de sus patrocinadores.

La historia de nuestra primera reunión se ha contado bastante a menudo (incluso se mencionó en la revista Time). Un extraño joven, barbado, de sombrero negro, recuerda antes del ocaso que no ha dicho sus oraciones de la tarde. Desatendiendo el hecho de que está en mi oficina y que él había pedido la cita, que estaba pidiendo un favor -se pone de pie, camina a la pared, se coloca un cordón negro alrededor de su cintura y procede a balbucear. Nunca olvidaré mi desconcierto y turbación. No sabía lo que él estaba haciendo o por qué. No sabía que los judíos oraban fuera de una sinagoga. No sabía que los judíos oraban por la tarde. No sabía que oraban en días de semana. ¡Y no sabía cómo alguien podía orar sin que le indicaran la página!

Había muchas cosas que no sabía. Pero desarrollé un interés concreto y afecto especial por este hombre que era tan agradable y tan diferente. Tenía reglas completamente diferentes para guiarse -tan esenciales y tan arcaicas. Ante todo, era comprometido y estable. Me agradaba eso.

En poco tiempo nos hicimos amigos -su familia y la nuestra. Discutimos, debatimos, nos visitamos, socializamos. Gail y yo nos impresionamos con la sinceridad y el calor genuino, pero pensábamos en ellos como anacrónicos – remanentes de un pasado, como fuera de tono con las realidades y necesidades del mundo americano moderno. No cambiamos nuestro estilo de vida por ellos. En cambio, seguíamos esperando que ellos cambien el suyo. Después de todo, casi todos los demás que habían tenido barba y sombrero lo hicieron finalmente.

Si intentó influir en nosotros durante esos primeros meses, debe haber sido un esfuerzo muy sutil. No había presión o demanda. Claro, ellos no comían en nuestra casa. Pero no era un signo de que algo estaba equivocado. Empezamos a estudiar juntos, pero nuestro progreso era imperceptible. Yo hacía demasiadas preguntas, demasiados axiomas desafiantes. No era un estudiante dócil.

Podría haber seguido así por mucho tiempo, si no fuera por nuestro viaje a Varsovia.

En el verano de 1963 fui invitado a participar, como miembro de la comisión americana, a una conferencia internacional en la investigación del espacio, en Polonia. En mi investigación había descubierto microorganismos viables en la estratosfera en un momento en el que el campo de exobiología estaba demasiado colmada de especulación y penosamente falta de datos biológicos. Cualquiera haya sido la razón real para la invitación, era una oportunidad. En 1963, visitar Varsovia y Europa Oriental era muy raro. Algunos de mis colegas profesionales no habían estado en Varsovia desde la guerra. Ninguno de mis amigos judíos tampoco.

Gail y yo dejamos a los tres niños con mis padres en Canadá y volamos a Varsovia. Era una visita triste. Por esos años la ciudad no se había recuperado aún de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial. La destrucción física era evidente en los montones de cascote que cubrían grandes secciones de la ciudad. La destrucción emocional era peor. El antisemitismo polaco que se había alimentado generosamente durante la ocupación alemana estaba nutriéndose ahora con el odio a los judíos de los nuevos amos: los rusos. Nos dijeron que había unos mil judíos en Varsovia: un grupo de comunistas judíos, algunos de los que nos encontramos en la oficina del periódico yiddish, más de un manojo de hombres viejos que asistía a los servicios en la única sinagoga que permaneció en pie; varios en las artes; y el resto que había vuelto de los campamentos después de la guerra y no quiso dejar sus muertos o sus recuerdos. Habían sobrevivido a la guerra y ahora estaban sobreviviendo a la paz.

Incluso veinte años después, todavía recuerdo el frío cuando atravesamos el área dónde estaba el ghetto judío. Se habían nivelado las paredes y todos los edificios. Los montones de piedra y maderas quemadas estaban allí. Pero uno podría ver las huellas del tranvía. Y era posible, con la ayuda de mapas que habíamos copiado de la literatura del Holocausto, reconocer las líneas callejeras originales, e incluso sus identidades. Podíamos encontrar nuestro camino al Umschlagge Platz, a la Calle de Mila y al antiguo cementerio judío.

Me recuerdo llorando en la tumba de I.L. Peretz, el gran escritor judío. Recuerdo haber llorado a los montones de tierra que cubrían las tumbas colectivas. Recuerdo haber caminado mucho y llorado mucho. Ésta, después de todo, era la herencia judía que conocía. Allí estaba mi casa o mi tumba. Éste era el fin del Socialismo idishista sionista que el Judaísmo europeo conoció. Me había afectado más Varsovia que Iad Vashem, Museo del Holocausto, en Jerusalén, diez años después. Ese es un museo, una lección de historia, una urna, un despliegue aséptico. Varsovia era muerte y aniquilación cultural.

Sobre todo, me pregunté cómo se sentía Gail. Después de todo, yo era producto de una cultura más tradicionalista de Winnipeg. Ella venía de la cultura estéril de los templos Reformistas de California del sur. Peretz, Sholem Asch y Varsovia eran parte de mi educación.

Lo supe el sábado a la tarde. Tuvimos visitas -un judío polaco y sus dos niños- que habíamos encontrado en el cementerio e invitamos para el té. Habíamos oído que había una escuela judía y queríamos saber más. El niño de siete años no sabía nada. El de once, orgullosamente recitó la suma total de su conocimiento judío: las cuatro preguntas de la Hagadá de Pesaj. Bebimos el té. Les di un regalo y mi tarjeta comercial y se fueron. Nosotros dos lloramos. El fin de siglos de la creatividad judía de Varsovia era un muchacho que apenas podía tartamudear “Ma Nishtaná”.

Gail reaccionó. Sentada en su cama donde había estado llorando, como un rayo pronunció las palabras más firmes que le había oído decir en nuestros siete años de matrimonio:

“No sé lo que piensas y en realidad no me importa, pero yo he tomado una determinación. En cuanto volvamos, voy a pedirle a Moishe que haga casher nuestra casa. Somos los únicos que quedamos. No hay nadie más. Si lo perdemos, si no lo hacemos, si nuestros niños no saben sobre ello, no habrá más judíos. Puedes hacer lo que quieras. Pero nuestra casa va a ser casher.” 

Era una proclamación desafiante. Los cuadros, los libros y la música no eran suficiente. Ella pensó transformar la casa orgánicamente, en su mismo ser. Es más, cumplió con su palabra. Cuando llegamos a Minneapolis, a la primer persona que llamó fue al Rabino Feller, y él estaba dispuesto a cumplirla también.

No recuerdo todo los detalles. Pero recuerdo la mirada asustada en su cara cuando miró por primera vez dentro de nuestro refrigerador. Para este dulce hombre joven, recién salido de la Ieshivá, no casher significaba una cicatriz en la pleura de un animal faenado; o una gota de leche en cincuenta gotas de sopa del pollo. La presencia de carne de cerdo real y mariscos debe haber sido shockeante. Pero poco a poco “puso nuestra casa en orden”. Nos presentó a un carnicero casher; nos enseñó a buscar el sello de cashrut en la comida empaquetada; pasó horas hirviendo los cubiertos de plata y utensilios de metal; supervisó el ‘sopleteo’ de nuestro horno; la señora Feller ayudó a Gail a comprar platos nuevos.

Un solo ítem le dio problemas: un carísimo juego de loza inglesa que habíamos recibido como regalo de boda de mis hermanas de Canadá. Era un juego bonito y sin duda, una de nuestras posesiones más preciosas. Gail estaba deseosa de “casherizar” los platos. Deseaba usarlos para Shabat. Estoy seguro de que el proyecto entero habría fracasado si le hubieran dicho entonces que la única manera de casherizar la loza, incluso la loza inglesa, es rompiéndola. Él no tenía corazón para destruir nuestra loza. O quizá fue un buen psicólogo. Cuando descubrió qué comidas se habían servido en ellos, sugirió que los guardáramos. “No los usen hasta que pregunte por esto en Nueva York. Alguien en Nueva York debe tener más experiencia que yo con cosas así.”

Los platos fueron guardados. Cada vez que él volvía de un viaje de Nueva York, Gail preguntaba si había averiguado. Y cada vez se había “olvidado”. Pero lo recordaría la próxima vez. Entretanto, “Guárdenlos en un lugar seguro. No los usen”

Esto siguió durante meses; durante años. La loza estaba guardada pero nunca fue usada. Seguimos esperando el consejo del experto que nunca vino. De algún modo, la vida siguió adelante sin los platos.

Nos acercamos mucho a los Feller durante esos años. Despacio la transformación que empezó en la cocina pasó a otras áreas de nuestra vida. Rabi Feller nos presentó al Rebe de Lubavitch, y empezamos a crecer en la observancia de las mitzvot. Gail dejó de cantar en el coro de la sinagoga; Yo empecé a ponerme -al principio esporádicamente- los Tefilín, después más regularmente. Dejé de manejar en Shabat. Dejamos de comer en McDonalds. Un Shabat, no encendimos la televisión. Compramos un par de tzitzit para nuestro hijo pequeño. Nos cambiamos a una sinagoga con mejitzá que separa a los hombres de las mujeres. Gail empezó a ir a la mikve ( baño ritual). Unos pasos adelante; un poco recayendo; y más pasos adelante. 

Pero la loza inglesa permanecía en el armario. Hasta que un día, vine a casa de la universidad, y se había ido. Sucedió después de una serie de abortos traumáticos y melancólicos. Antes de observar las leyes de pureza familiar, no teníamos ninguna dificultad para tener niños saludables y normales. Pero cuando comenzamos con la mikve empezamos a tener problemas -tres abortos en cuatro años. Gail estaba triste; Yo estaba triste. Nuestros amigos nos confortaron. El Rebe escribió cartas de estímulo a Gail -cartas privadas que todavía no he leído. Pero cuando vine a casa aquel día singular, ella estaba sonriendo otra vez:

“Tomé la loza y se la vendí a Dorothy (nuestra vecina no judía).Tomé el dinero y compré este sheitel (peluca). ¿Qué piensas?”

Todos esto pasó hace aproximadamente 15 años. En 15 años se compra y desecha muchos sheitlaj. Nuestras dos hijas mayores crecieron y se casaron. Viven con sus maridos y sus propios niños en Jerusalén. Nuestro hijo pequeño completó sus estudios rabínicos recientemente en la Ieshivá de Lubavitch en Montreal. Tuvimos dos niños más desde entonces – y son el deleite de nuestra edad madura. Hemos crecido, ambos, personal y “profesionalmente”.

Y tenemos otro juego de loza inglesa del que comemos cada Shabat.

Por el Profesor Velvl Greene

Artifices de la revolución de nuestra generación

…Recuerdo perfectamente el rostro del Rebe cuando descendió del barco a orillas de los estados unidos de Norteamérica. Sus ojos se destacaban, su mirada penetraba hasta el corazón. Creímos que descansaría unos días luego del viaje, pero al llegar nos aclaró la razón de su llegada aquí: “no he venido a descansar, sino a trabajar, y muy duro, para darle renovada vida al judaísmo de américa”… Así describe el Rabino Tzvi Iehuda Foguelman, hoy enviado del rebe en Worcester – Massachusets- acerca de la llegada de Rabí Iosef Itzjak Schneerson, el sexto Rebe de Jabad a Nueva York, el 19 de marzo (9 de Adar II) de 1940.

En ese entonces el Rabino Foguelman, era un joven alumno de la Ieshivá “Torá Vadaat”, y recuerda la sorpresa con que fueron recibidas las palabras del Rebe entre el público, sobre sus intenciones de convertir a América en un lugar de Torá como lo había sido Europa. “el Rebe nos pidió que no nos avergoncemos de caminar por las calles con barba y peot, pero eso se veía peor que circular con sombreros típicos de Turquía. Gracias al Rebe comenzaron a verse judíos con barba en las afueras de Nueva York, y con el pasar de los años esto se popularizó en todos los círculos en donde se estudiaba la Torá”.

Dos días después de su llegada dijo Rabí Iosef Itzjak: “ya hace 48 hs que llegué aquí y todavía no se fundó la Ieshivá Tomjei Tmimin (de lubavitch)”. Y ciertamente el Rebe instituyó la Ieshivá, y luego decenas de ellas se extendieron a lo largo de todo Estados Unidos.- Rabinos y personalidades judías vinieron a convencerlo de que sus planes eran irrealizables.

El Rebe les contestó “¡América no es diferente!”. 

En medio de esta revolución falleció, el 10 de shvat de 5710 (1950). Su alma se elevó a los cielos, y la tarea quedó en manos de su yerno, Rabí Menajem Mendel Schneerson, séptimo Rebe de la dinastía de jabad, conocido simplemente como “el Rebe”. El Rebe realzó y difundió el estudio y el cumplimiento de la torá de una manera increíble, hasta lograr que la luz del judaísmo brille en cada rincón del planeta.

El Rabino Foguelman recuerda la llegada del Rebe a América: “no lo conocíamos de antes; pero inmediatamente reconocimos su grandeza. Había sobre él un halo de santidad. Desde el primer instante el Rebe Rabí Iosef Itzjak le entregó la dirección de todas las instituciones que convertirían a América en un lugar de Torá”.

A pesar de su extremada modestia, el Rebe Anterior lo obligó a “revelar un poco de su grandeza”.

Una vez dijo el Rebe Iosef Itzjak de su yerno: “mi yerno nunca duerme a las 4 de la mañana; ó que recién se levanta o que todavía no se fue a dormir”.

Y se cumplió lo que está escrito: “se ocultó el sol y salió el sol”. El 10 de shvat de 5711 (1951) comenzó a brillar el sol del Rebe, y en su luz se refugian miles de judíos, en todo el mundo.

Luego de 70 años de liderazgo podemos decir: “dichosa la generación del Rebe”. ¡que pronto Di-s nos permita marchar hacia la redención verdadera y completa!

¿Por qué Peyena?

La ciudad de Kursk, en el suroeste de Rusia, es la más conocida por la gran batalla de tanques que se libró allí en 1943.

Sesenta y cinco kilómetros al sur de Kursk, y un poco más al oeste de la carretera principal, se encuentra una pequeña aldea llamada Peyena. Hoy en día casi no aparece en el mapa, y sólo no judíos viven allí. Hace doscientos años, tampoco vivían allí iehudim. Pero fue allí donde Rabi Shneur Zalman de Liadi, fundador del movimiento Jabad, falleció en la víspera de Shabat del 27 de diciembre de 1812. En nuestro calendario el 24 de Tevet de 5573.

En noviembre de 2011, el Instituto Zalman Shazar publicó una biografía realizada por el profesor Immanuel Etkes de la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde demuestra que Rabi Shneur Zalman fue único como líder jasídico que actuaba principalmente como un educador.

Según Etkes, este enfoque pedagógico, habilitó a Rabi Shneur Zalman para llegar con éxito a un amplio sector de la sociedad judía, tanto a la académica como a los menos educados, mientras preservaba los elementos centrales de las enseñanzas místicas del Baal Shem Tov.

Si bien esta biografía se apoya fuertemente en el magnum opus de Rabi Shneur Zalman – el Tania – y en su correspondencia existente, sigue siendo limitada en su alcance, ya que no refiere a los esfuerzos comunitarios del Alter Rebe o a los elementos más esotéricos de su pensamiento. Existe mucha información sobre las interacciones del Alter Rebe con la comunidad judía en general, así como con sus propios seguidores, y una amplia variedad de proyectos comunales que él lideraba.

Pero volvamos al pueblo al sur de Kursk. ¿Cómo llegó Rabi Shneur Zalman a Peyena? ¿Por qué falleció en la casa de un campesino anónimo a unos quinientos kilómetros de su casa de Liadi?

Cinco meses antes, la Gran Armée de Napoleón Bonaparte había cruzado el río Niemen e invadió Rusia. A medida que la tensión entre la Alianza Francesa y el Imperio de Rusia llegó a un punto, la comunidad judía se dividió entre los partidarios de los franceses – heraldos del liberalismo y la emancipación – y los partidarios patriotas del zar. El Alter Rebe reconoció que los rusos no amaban a los judíos, y sin embargo, se comprometió totalmente a la causa del zar. El zar, insistió, era un hombre de fe, y esa fe le dotó de humildad y bondad, lo que le hace merecedor de que Di-s le otorgue la victoria. 

Consideraba a Napoleón, por el contrario, como la antítesis completa de todo lo Divino; un hombre cuyo egoísmo extremo lo llevaría primero a las profundidades de la depravación – tirar decenas de miles de vidas por nada más que su propia gloria y en última instancia a la derrota ignominiosa. Liadi se encuentra cerca de la carretera principal entre Minsk al oeste y al este de Smolensk, y Rabi Shneur Zalman utilizó una red de discípulos para seguir los movimientos hacia el este del ejército francés y reportarlos a las autoridades rusas. 

A medida que las fuerzas del mariscal Davout se acercaron, el Alter Rebe decidió dejar Liadi y unirse al ejército ruso bajo el mando del general Neverovsky. Ese día, las tropas de Neverovsky fueron atacadas por una fuerza francesa, y el grupo del Alter Rebe huyó en dirección a Smolensk.

Rabi Shneur Zalman y su séquito fueron perseguidos en los próximos meses por las tropas francesas.

Rabi Shneur Zalman se acercaba a los setenta años, y su escape se extendió en el invierno ruso. 

El 19 de Tevet, se enfermó. En el momento en que se dirigían hacia Kremenchug, se vieron obligados a buscar refugio en Peyena, unos cuatrocientos kilómetros antes de llegar a su destino. Allí falleció el 24 de Tevet.

La idishe mame moderna

El amor por los hijos, descrito de un modo un tanto exagerado, el cuidado por la salud física al extremo de recordarle al hijo de 35 años que no olvide ponerse el saquito, cierta manipulación edípica hacia el hijo varón, sobre todo, por celos al afecto de él “por otra mujer”, la sobreprotección por la hija mujer, el rol de víctima y su obsesión perfeccionista por la limpieza y la cocina han creado un combo repetido a lo largo de cientos de anécdotas, con psicoanalistas y diván incluídos.

Pero, ¿es eso en realidad una madre judía? Y, en la época actual ¿existen todavía madres así? ¿Son de esa clase las nuevas generaciones de madres judías, que además de ser madres, tienen un trabajo o profesión y se comunican con los hijos y con el mundo por medio de Internet? ¿O las ídishe mames están condenadas a desaparecer tragadas por los nuevos modelos de conductas no judías y llevadas de la mano por la moderna tecnología?

De mi personal inquietud, que me condujo a observar el comportamiento y modos de desempeñar el rol maternal en las nuevas generaciones de madres judías jasídicas, he descubierto entre muchas otras cosas que,

  • a–  Estas actuales ídishe mames no atiborran de comida a sus hijos, les enseñan a comer sano.
  • b–  Se preocupan por la salud física de los suyos, pero le dan igual o mayor importancia a su salud espiritual y emocional.
  • c–  No intentan que sus hijos se apeguen a ellas como si fueran ídolos, sino que se apeguen a Di-s.
  • d–  No tratan de que sus hijos dependan de sus cuidados, sino que aprendan a cuidarse por sí mismos y a ser independientes.
  • e–  Les enseñan con su ejemplo a ser ídishe miembros del pueblo de sus antepasados y a vivir guiados por las claras reglas judías de conducta.
  • f–  Les enseñan a ser respetuosos con los mayores, siéndolo ellas mismas.
  • g–  Tienen un gran colaborador que generalmente participa en todo, el ídishe Tate.

He visto ídishe mames y jasídishe mames (¿existen madres más judías que ellas?), que raramente cocinan knishes de papa o kneidlaj, a veces ni siquiera se saben las recetas tradicionales, pero sí realizan menús con muchas verduras y frutas para cubrir los aportes de vitaminas y minerales de sus hijos.

Lo primero que hacen cuando despiertan a los chicos por la mañana es enseñarles a recitar el “modé aní” y a continuación a realizar el lavado de manos y la bendición correspondiente, entonándolas con melodías infantiles, a veces populares y a veces compuestas por ellas mismas. Por la noche, “vamos a decir Shemá”, significa que es hora de ir a dormir y no hay discusión porque es el momento especial con mamá o papá.

Autora:

Dra. Betty Katz