Caminando por la cuerda floja

Rabí Mendel Futerfas debió pasar muchos años de su vida en los campos de trabajo de la Unión Soviética. Al salir, relató que pudo mantener su cordura conectando su mente con la experiencia jasídica, enseñada por Rabí Israel Baal Shem Tov, que enuncia que “de cada cosa que uno ve o escucha debe tomar una lección en su servicio a Di-s”. Muchas veces la enseñanza más profunda podía derivar del más inusual de los “profesores”.

Uno de los prisioneros se atribuía el hecho de ser equilibrista. Rab Mendel no lo creía, pues no podía imaginar que una persona malgastara su tiempo, caminando por una cuerda, arriesgando su vida, en vez de hacerlo como todo el mundo, sobre piso seguro.

Al fallecer Stalin se suavizó la presión sobre los presidiarios y el equilibrista decidió mostrar sus dotes. Encontró una soga larga, ató una de las puntas a uno de los  edificios y aseguró la otra en un edificio distante a unos cuantos metros de allí. Verificó con seriedad todos los detalles, hasta quedar satisfecho. Un vasto grupo de espectadores se congregó debajo de la soga, que se encontraba a  5 metros de altura. El hombre se quitó los zapatos y trepó a la cuerda. Caminó unos pocos pasos, perdió el equilibrio y cayó. Se levantó como un gato, esperó algunos instantes y lo intentó de nuevo. Nuevamente se repitió la escena. Pero la tercera vez, comenzó a caminar y luego bailar sobre un pie, después sobre el otro, al ritmo de los aplausos. Entonces, fue hacia el final, dio la vuelta, y bailando retornó a su lugar anterior. Saltó y saludó como un artista al público que lo vitoreaba. Luego de estrechar las manos de todos, se acercó a Rab Mendel y le dijo: “Bueno Rabino, ¿qué piensa ahora?”. El Rab le dijo lo impresionado y sorprendido que estaba. “¿Cómo logras caminar por una cuerda tan finita, sin caer?” -preguntó.

Después de un momento, el equilibrista reveló su secreto: “Fijo mi vista en la dirección hacia la que deseo ir, y nunca pienso en que puedo caer” Hizo una pausa y agregó: “¿Sabe cuál es la parte más difícil? ¡Dar la vuelta! Pues al voltear, se pierde por un instante, el enfoque de la meta. Toma mucho tiempo aprender a virar… “

Anatomía humana

La Kabalá clásica relaciona los poderes del alma (las diez sefirot) con distintos aspectos de la anatomía humana. Esta identificación de poderes espirituales con miembros del cuerpo ilustra la idea cabalística de hitlabshut (“investidura”), donde una realidad más elevada se inviste dentro de una inferior. El poder del alma representa la realidad superior que se inviste y se expresa a través de una inferior, tal como un recipiente físico, como por ejemplo un miembro o un órgano del cuerpo. 

Es importante notar que en la literatura tradicional de la Kabalá se pone gran énfasis en la correlación entre la sefirot supremas y los miembros y órganos del cuerpo humano, saltando directamente desde el plano de lo Divino al de lo físico. El Baal Shem Tov y sus discípulos revelaron y describieron en detalle las correlaciones psicológicas entre las supremas sefirot y sus paralelos físicos, pero sólo en una etapa tardía del desarrollo histórico de la revelación de la sabiduría oculta de la Torá. Estas asociaciones psicológicas sirven como intermediarios espirituales por medio de los cuales las sefirot Divinas pueden investirse de hecho y reflejarse en los miembros físicos del cuerpo.

Estas correspondencias pueden sintetizarse como sigue:

Keter se manifiesta en el cuerpo como el cráneo. Así como la corona rodea la cabeza, el cráneo es la corona, relativamente abarcadora, que se halla en el cuerpo. El cráneo sugiere la idea de poner un horizonte en nuestro campo de la experiencia consciente. Dando una definición a la mente y límites a su habilidad de expansión e inflarse, la conciencia está siempre rodeada de un borde de experiencia inconsciente que en sí mismo da forma a la conciencia.

De todos los poderes mentales, se considera a Jojmá como la mente esencial o la “mente dentro de la mente”. Consecuentemente, Biná asociada a Jojmá, a parte de referirse al corazón mismo (el asiento físico de la experiencia emotiva nacida del entendimiento de la mente), puede ser vista como el “corazón dentro de la mente”. Esta distinción también funciona en el cuerpo, donde Jojmá es ubicada en el hemisferio derecho y Biná en el izquierdo. El tercer elemento adicional, Daat, se localiza en el lóbulo posterior del cerebro en el punto donde el cerebro se junta con la médula espinal, la posición del lóbulo occipital.

Con respecto a los tres atributos emotivos del corazón, encontramos que el brazo derecho corporiza a Jesed y el izquierdo a Guevurá. Esto es aludido por el versículo: “Su brazo izquierdo está bajo mi cabeza y el derecho me abraza”, y según el dicho de nuestros sabios: “el brazo izquierdo aleja y el derecho acerca”. En este contexto, “alejar” significa desconectar o dejar libre, confiriendo a la otra parte un sentido de independencia (antes de acercarlo). En forma similar, la metáfora de “su brazo izquierdo está bajo mi cabeza” significa que alimenta mi conciencia de auto independencia (antes de abrazarme con su brazo derecho). La posición equilibrante de belleza es el torso, que está ligado a todas las partes del cuerpo en general y está centrado en particular entre los brazos.

De las propiedades de comportamiento del alma, las de Netzaj y Hod corresponden a las piernas. Estas representan el primer contacto y el más continuo con la realidad exterior. Por otra parte, las piernas facilitan el movimiento del cuerpo como un todo, llevando a la persona a donde quiera ir. Netzaj es la cualidad de poner “nuestro mejor pie primero” en una postura firme y asertiva. Hod es la pierna izquierda, que mantiene el curso del movimiento de la persona monitoreando y validando su enérgico empuje. Finalmente, la propiedad de Iesod es conocida como la “señal del Pacto Sagrado”, que corresponde a los órganos reproductivos masculino y femenino. Conocido como “la finalización del cuerpo”, Iesod es la manifestación física del cuerpo de su propia habilidad de realizarse y cumplimentarse, como también de conectarse y comunicarse con otros.El último poder del alma se manifiesta en la boca. Maljut, reinado, es el área de influencia de la persona. Como está escrito: “La palabra del rey rige”, significando que el alcance de la autoridad del rey está señalada por cuán lejos pueden viajar sus palabras. La capacidad de hablar que tiene la boca, de generar la auto expresión, es el poder de afectar nuestro entorno, nuestro mundo.

Shabat Bereshit, empezamos nuevamente…

Cada día, varios miles de millones de horas de sueño humano se derraman en el universo. Si hay más de 6.000.000.000 de personas en el mundo, y cada una duerme un promedio de siete horas por noche… haga sus cuentas. El punto es que el tiempo de sueño es probablemente nuestro mayor malgastado recurso.

¿Por qué pasamos más del 25 o 30 % de nuestras vidas haciendo nada? ¿Para qué dormimos? Quizás parezca una pregunta sin sentido. ¿Para qué dormir?

Pues nuestro cuerpo lo demanda. Porque así estamos psicológicamente construidos; necesitamos cierta cantidad de horas de descanso por día para poder funcionar.

Pero el iehudí sabe que no es una pregunta sin sentido. Si Di-s nos creó de cierta forma, existe una razón. Si nuestras horas activas deben estar precedidas por el sueño, al que el Talmud llama “una muerte menor”, debe haber algo para aprender, una verdad que es fundamental para alcanzar lo mejor de la naturaleza humana.El Rebe de Lubavitch explica: Si no durmiésemos, no habría mañana. La vida sería un hoy interminable. Cada uno de nuestros pensamientos y acciones serían una acumulación de los pensamientos y acciones previas. No habría nuevos comienzos en nuestras vidas, pues el mero concepto de comienzo sería totalmente extraño para nosotros.Dormir significa que poseemos la capacidad de, no sólo mejorar sino de trascender. Abrir un nuevo capítulo en nuestra vida sin tener en cuenta lo que se hubiera predicho o sido posible por lo que hicimos hasta ahora. Ser capaces de liberarnos de las limitaciones de ayer y construir un nuevo y recreado ser.

Rabí Israel Baal Shem Tov enseñó que Di-s recrea constantemente cada detalle del mundo. Y eso es para que nosotros seamos capaces de hacerlo también… al menos una vez al día.

Levántese mañana y comience de nuevo.

¿Por qué un etrog italiano?

De las cuatro especies de plantas que tenemos una mitzvá de tomar juntos en Sucot, el Lulav (hoja de palma), Etrog (cidra), Hadas (mirto) y
Aravá (sauce), se destaca el Etrog. Es el más hermoso de los cuatro y el más caro.
Los árboles de cidra son pequeños y delicados, y solo crecen en climas cálidos.
Aunque uno puede obtener un Etrog kasher de varios países, muchos, incluido Jabad, prefieren los que se cultivan en la
costa sur de Italia en la región de Calabria.
También se denominan “Etroguim de Yanover”, ya que “Yanova” en idish significa Génova,
la ciudad portuaria del norte de Italia desde donde se envían estos Etroguim a otras partes de Europa.

¿Por qué estos son tan apreciados?
De acuerdo con la ley judía, un Etrog “kasher” que se usa para la mitzvá no puede haber crecido en una rama de Etrog que haya sido injertada en otra especie.
Dado que el árbol de cidra es muy delicado y débil, a menudo se injerta con el portainjertos de otro árbol de cítricos, lo que le permite sobrevivir en un entorno más duro.
El producto de este injerto es genéticamente indistinguible del Etrog no injertado. Por agradables que parezcan estas frutas, no son aptas para ser utilizadas para la mitzvá.

Por esta razón, solo usamos Etrog que proviene de árboles que tienen un pedigrí establecido. De hecho, Rabi Moshé Sofer
opinaba que un Etrog es similar a un pájaro kasher en el sentido de que solo usamos uno que tiene una fuerte tradición de ser una especie kasher.

Dado que desde hace más de 1.000 años nuestros antepasados usaban los Etroguim de Calabria, con la tradición de que no se injertaban, nosotros también los usamos.
(Después de la Segunda Guerra Mundial, algunos granjeros calabreses comenzaron a injertar sus árboles. Como precaución, el Rebe de Lubavitch ordenó que se supervisaran los huertos de Etrog para que no se realizaran injertos y, además, que hubiera al menos dos supervisores disponibles en todo momento durante la cosecha, asegurándose de que el Etrog recolectado y enviado provenga únicamente de estos árboles sin injertar).

Etrog de Moshé
Muchos escriben sobre una tradición que se remonta a los días de Rabi Shlomo Itzjaki, conocido como Rashi (1040‐1105),
y los Baalei Tosafot, quienes usaron específicamente Etroguim de Calabria.
Pero esta tradición se remonta aún más atrás. Rabi Shneur Zalman de Liadi enseñó que cuando Di‐s le dijo a Moshé
que los judíos debían tomar un Etrog en Sucot, estaban en el desierto, donde no crecía ningún Etrog.
Entonces Moshé envió mensajeros a través de las Nubes de Gloria para reunir los Etroguim de Calabria.

El bebé del Etrog

Cierta vez vivía en una pequeña aldea un santo Rabí. Por supuesto, se cuidaba de observar todas las mitzvot de la mejor manera posible, y en cada uno de sus detalles. 

Pero amaba especialmente la mitzvá de las “Cuatro Especies”, pues ésta era una mitzvá que no podía cumplirse en todo el año y sólo venía junto con la festividad de Sucot. ¡Cuántos pensamientos y símbolos elevados estaban ligados a esta mitzva! No es de extrañar, entonces, que el Rabí no escatimara dinero para obtener el más perfecto Etrog posible.

Varias semanas antes de que llegara Sucot, el Rabí enviaba un mensajero especial para que le comprara un Etrog perfecto. El mensajero viajaba a la ciudad grande más cercana, y si era necesario, a ciudades más lejanas, examinaba todos los etroguím que estaban a la venta, y elegía luego el más hermoso y perfecto sin fijarse en el precio. Nunca antes había sucedido que el mensajero regresara sin un Etrog perfecto.

Pero estaba vez sí sucedió, y el Rabí estaba profundamente apenado. El mensajero le contó que había viajado por muchas ciudades, y había examinado numerosos Etroguím, pero no había encontrado uno que se ajustara a los requerimientos del Rabí. Probablemente ese había sido un mal año para la plantación de Etroguím, pues la mayoría de ellos tenía manchas y otros defectos y no tuvo otra alternativa que rechazarlos.

En la pequeña aldea todos estaban tristes por esta contrariedad, pues amaban mucho a su Rabí. Además, sabían que si el Rabí no tenía un Etrog para Sucot, también ellos se verían privados de la oportunidad de recitar la bendición sobre las Cuatro Especies, porque generalmente el Etrog del Rabí era el único en esta pequeña y pobre comunidad. Repentinamente pareció haber un rayo de esperanza. Un viajante que pasaba por la pequeña aldea, al escuchar de la preocupación del Rabí, contó a la gente que en cierta aldea lejana, próxima a la frontera, había un judío acaudalado que tenía el Etrog más hermoso y perfecto.

Dos de los amigos más cercanos al Rabí no perdieron tiempo. Alquilaron un caballo y una carreta y partieron hacia aquella aldea, próxima a la frontera. Cinco días después arribaron allí y se dirigieron de inmediato a la casa del judío rico que tenía un Etrog perfecto. Pidieron al dueño del Etrog que se los mostrara, cosa que éste hizo orgulloso. Extrajo su caja de plata, desenvolvió el algodón blanco y puro que lo protegía, y allí, ante sus ojos, tenían un Etrog de extraordinaria belleza y perfección.

“Exactamente el Etrog que buscamos para nuestro reverenciado Rabí”, dijeron los dos mensajeros. Extrajeron todo el dinero que traían consigo y lo pusieron sobre la mesa.

“No hay dinero en el mundo con el que se me pueda comprar este Etrog”, dijo el dueño. “Yo también soy judío y amo la mitzvá del Etrog. Lo siento amigos, el Etrog no está en venta”.

Los dos mensajeros comenzaron a implorar al hombre que les vendiera el Etrog. Le dijeron que seguro podría obtener otro y, aunque no fuera tan perfecto, sería lo suficientemente bueno como para recitar sobre él la bendición; su santo Rabí, por otro lado, sufría enorme pena al no tener un Etrog, y tampoco la comunidad tendría uno.

El dueño se lamentó, pero no cedió. “Es la primera vez en mi vida que he sido afortunado comopara conseguir un Etrog tan perfecto y no me separaré de él. Prueben suerte en otra parte”.

Profundamente decepcionados, los dos mensajeros le desearon un feliz Año Nuevo y un feliz Iom Tov, y se dieron vuelta dispuestos a irse.

“¡Esperen!”, los volvió a llamar el hombre. “Hay una condición que podría hacerme cambiar de opinión. Hasta daría con gusto el Etrog como regalo al santo Rabí, de cumplirse la condición”.

“¿Cuál es la condición”, preguntaron esperanzados.

“Di-s me ha bendecido con una buena esposa y con riquezas, pero nos ha negado la bendición de un hijo. Ni mi mujer ni yo somos jóvenes. Daré este Etrog como regalo al Rabí si él bendice a mi mujer y a mí para que tengamos nuestro propio hijo el año que viene en esta época. Pero deben saber que este regalo está sujeto al cumplimiento de esta condición. De otra manera se considerará como si hubiera sido obtenido por engaño. En ese caso, el Rabí estaría pronunciando la bendición sobre un Etrog robado, y no habrá cumplido, Di-s libre, la mitzvá”.

Los rostros de los dos mensajeros se ensombrecieron, y sus esperanzas se esfumaron. ¿Cómo podrían ellos aceptar el Etrog bajo semejante condición? Intentaron convencer una vez más al hombre para que les vendiera el Etrog y que depositara su confianza en que Di-s lo recompensaría según los deseos de su corazón. Pero el hombre no estaba dispuesto a cambiar de idea. “Tómenlo o déjenlo. Yo cederé mi Etrog únicamente bajo esa condición”.

Luego de discutir la cuestión entre sí unos minutos, los mensajeros decidieron aceptar el Etrog según la condición del hombre, y se apuraron a regresar a casa tan rápido como pudieron.

Cuando estuvieron frente a su amado Rabí, le informaron jubilosos que habían traído un Etrog. Cuando el Rabí lo vio, brillando como oro en su envoltura de algodón blanco, su rostro se encendió, dispuesto a bailar de alegría.

“Pero…”, los mensajeros comenzaron a balbucear.

“¿Pero qué?”, preguntó el Rabí.

“Junto con este Etrog va una condición”, y le contaron de qué se trataba.

Por un momento el brillo desapareció del rostro del Rabí y se lo veía muy serio, sumido en sus pensamientos. Luego dijo: “Sólo puedo dejar la cuestión en las manos de Di-s; bendeciré al hombre y a su mujer, tal como ha pedido, y que el Altísimo haga según Su voluntad”.

El rostro del Rabí volvió a encenderse una vez más con alegría interior, en tanto acariciaba el Etrog y admiraba su belleza y perfección. Esperaba ansioso que llegara Sucot, cuando podría cumplir la gran mitzvá de recitar la bendición sobre el Etrog.

Pasó casi un año, y poco antes de Sucot llegó un mensaje de parte del acaudalado judío de la lejana ciudad próxima a la frontera, informando que la bendición del Rabí se había cumplido y que habían tenido un varón. Junto con el mensaje había un hermoso y perfecto Etrog como regalo para el Rabí, esta vez sin ninguna condición.

Año tras año el acaudalado hombre enviaba al santo Rabí un hermoso Etrog antes de Sucot. Un año, el Etrog fue traído por un elegante joven.

“Yo soy el ‘bebé del Etrog’ “, se presentó el joven. “Mi nombre es Moshé, y mi padre me envió a que estudie Torá bajo su tutela”.

Moshé o, como lo llamaba la gente, “Moshé Etrog”, estudió Torá con entusiasmo, y observaba todas las mitzvot con alegría. Pero, por encima de todo, apreciaba la mitzvá del Etrog, que observaba con especial alegría e inspiración.

El día que fui ángel

La tradición nos dice que los ángeles nos visitan en la Sucá, y cada año pienso que una vez, hace más de 20 años, fui un ángel.
La memoria no es perfecta, pero el siguiente es mi relato de ese encuentro de hace mucho tiempo.
Era una mañana gris y nublada de Chicago y yo estaba como un soldado a cargo de la Sucá pública que habíamos
instalado afuera de una tienda de bagels local.

Cuando pasaba un cliente, les ofrecía realizar la bendción sobre el Lulav y el Etrog y tal vez disfrutar de su comida bajo la Sucá.
Parecía apresurada cuando pasó junto a mí, como si no me viera o al inusual “ramo” que sostenía en mis brazos.
No importa, me consolé, ella no era la primera y no sería la última.

Unos minutos después, salió con un vaso de papel humeante y una pequeña bolsa marrón. Redujo la velocidad
y se acercó pensativa.
“Rabino, ¿puedo hacerle una pregunta?”
“Seguro”, dije.
“¿Qué tal una pregunta inusual?”
“No hay problema”, respondí.
Trabajaba varias horas al día respondiendo consultas en la página web de Jabad y le aseguré que no hay pregunta prohibida.
“¿Qué sabes sobre el Malaj‐ ángel‐ Mijael? ¿Es una pregunta inusual? “
Podría decirle que el ángel Mijael es uno de pocos arcángeles mencionados por su nombre en las Escrituras, es
el defensor del pueblo judío y está asociado con la buena inclinación, la bondad y el agua.
“¿Es algo habitual que un rabino hable de él en un sermón?” ‐inquirió la mujer, con un toque de urgencia en su
voz.
“No creo que sea lo más usual, pero tampoco es lo más inusual”, respondí, sin estar seguro de lo que la mujer quería escuchar. “¿Por qué? ¿Dónde escuchaste a un rabino hablar en un sermón del ángel Mijael?
Todo su relato se desató como un torrente de pensamientos dando vueltas en una mente torturada por el dolor.

Ella estuvo en un Bar Mitzvá en Boston. El rabino de Jabad que ofició, habló de la tradición jasídica que dice que en la mañana de Simjat Torá, el ángel Mijael y su equipo de ángeles “limpian” el cielo, que está lleno de suelas gastadas y cordones de los zapatos rotos de judíos que bailaron con entusiasmo la noche anterior.
“Mientras el rabino contaba la historia, me miraba directamente, aunque no tenía idea de quién era yo”,
continuó.
“Luego dijo: ‘El mensaje de ángel Mijael es que no hay nada más importante que ser felices, celebrar, bailar y regocijarnos en la vida que se nos ha dado’”.
“Lo que el rabino no sabía”, confió, “es que mi único hijo, Mijael, murió en un accidente a principios de este año.
Cuando dijo que ángel Mijael nos estaba diciendo que siguiéramos bailando, entendí que me estaba transmitiendo un mensaje de mi ‘ángel Mijael’: Es hora de que comience a vivir de nuevo, de encontrar la manera de ser feliz y hacer las paces con la vida que tengo.
“Me fui a casa y decidí ingresar a terapia para procesar el terrible dolor que estaba experimentando. Hoy es mi primera sesión y estoy en camino. Cuando pasé por la tienda de bagels, sentí que aún no estaba lista.

Así que me detuve aquí aunque normalmente no como kasher, para tomar una taza de café y darme unos minutos más.
“Entonces te reconocí, también un rabino de Jabad, ofreciéndome la oportunidad de hacer una mitzvá.
Debes haber sido enviado aquí por mi “ángel Mijael” diciéndome que estoy en el camino correcto.
“Estoy lista para empezar a vivir de nuevo”.

Shabat Teshuvá.

Este Shabat se conoce con dos nombres: Shabat Shuvá y Shabat Teshuvá.

El nombre Shabat proviene de las palabras iniciales de la Haftará de esta semana: “Shuva Israel ‐ Regresa, oh Israel”.

El segundo nombre, Shabat Teshuvá, se deriva del hecho de que este Shabat cae en medio de Aseret Iemei Teshuvá, los Diez Días de Arrepentimiento. Este nombre también está asociado con la Haftará, ya que su tema central es el regreso a Di‐s.

Los dos nombres de este Shabat revelan una lección oportuna. La frase “Shuva ‐ Regreso” es gramaticalmente una orden. Di‐s nos ordena regresar a Él en arrepentimiento.

Teshuvá, por el contrario, es un sustantivo que denota la acción misma, el retorno real a Di‐s.

La palabra “Shuva” se relaciona más con Aquel que da la orden que con la persona a la que se dirige.

Implica una situación en la que la orden ya ha sido emitida, pero aún no ejecutada. La orden en sí imparte cierta fuerza, pero no garantiza que necesariamente se cumplirá en el futuro.

“Teshuvá”, por otro lado, implica que la acción ya se ha realizado, es decir, que la Teshuvá ya se ha realizado. Pero si ese fuera el caso, ¿por qué seguiríamos refiriéndonos a este Shabat como Shabat Teshuvá?

La respuesta es que el acto de Teshuvá consiste tanto en la orden de regresar a Di‐s como en su posterior implementación.
Shuvá nos enseña que incluso después de que un judío haya hecho teshuvá, todavía necesita trabajar en sí mismo.

No importa cuánta Teshuvá haya hecho una persona, siempre es posible elevarse más; de ahí la directiva: “Vuélvete, oh Israel, al Señor tu Di‐s”.
Así se entiende que siempre hay margen de mejora, para un nivel de Teshuvá aún más profundo e infinito, ya que Di‐s mismo es Infi nito y sin limitaciones.

Ésta, entonces, es la lección de Shabat Shuvá: un judío nunca debe contentarse con los logros espirituales que ya haya alcanzado.
Nunca debe pensar que, por haber trabajado en sí mismo durante toda una semana, ahora tiene derecho a “descansar” porque es Shabat.

¡No, hoy es Shabat Shuvá! Incluso después de haber hecho Teshuvá, se requiere más trabajo. Porque el servicio de Teshuvá es continuo y sin fin.

Adaptado de Hitvaaduiot 5744, Volumen

¿Por qué pasarse el día de Iom Kipur enfocándonos en nuestras imperfecciones?

PREGUNTA: ¿POR QUÉ PASARSE EL DÍA DE IOM KIPUR ENFOCANDO NUESTROS PECADOS,

FRACASOS E IMPERFECCIONES? ¿NO ES DEPRESIVO?

RESPUESTA:

Iom Kipur es la celebración de ser humanos. Y ser humano significa ser imperfecto. El fracaso humano es tan predecible, que Di-s ha puesto en el calendario un día anual de perdón. No es sólo una fiesta optativa para aquéllos que hayan pecado. Iom Kipur viene cada año para cada persona.

Es como si Hashem supiera que tropezamos. Que siempre existirán líos que tendremos que reparar. Di-s no se sorprende por nuestros fracasos y Él nos otorga un día de limpieza todos los años. Nunca se esperó de nosotros que seamos perfectos. Cada Iom Kipur recibimos una nota de Di-s que dice algo así:

“Yo sé que eres humano. Los humanos no son perfectos. Yo los hice de esa manera. Y sin embargo, los amo. De hecho, eso es por qué Yo los amo – porque ustedes no son perfectos. Yo ya tenía perfección antes de crearlos. Lo que Yo quiero de la creación es un mundo imperfecto que se esfuerza por mejorar, lleno de seres humanos que fallan, se levantan y salen adelante.

Siendo imperfectos pero, no obstante, perseverantes, ustedes han cumplido el propósito de su creación. Han logrado la única cosa que Yo no puedo hacer sin ustedes – traer al Di-s perfecto dentro de un mundo imperfecto. Gracias. Con Amor, Di-s”

Para todos nosotros, que no somos perfectos, Iom Kipur es nuestro día. En lugar de estar deprimidos por los fracasos, los celebramos.

Cada resbalón, cada esfuerzo fallido a mantener nuestra vocación, es otra oportunidad para crecer y mejorar.

Fallar en nuestra misión es parte de la misión. Iom Kipur es el día en que Di-s nos agradece que seamos humanos, y nosotros agradecemos a Di-s que no somos perfectos. Si lo fuéramos, no tendríamos nada que hacer.

La Historia Humana en su versión de 120 días

“Ven a ver lo que hace Di-s, Su temible trama a los hijos del hombre”

Salmos 66:5

El 7 de Sivan, Moshé subió a la montaña…

el 17 de Tamuz las Tablas fueron rotas.

El 18 quemó al Becerro de Oro y juzgó a los transgresores.

El 18 volvió a subir y durante cuarenta días rogó misericordia.

El 1 de Elul subió a recibir las Segundas Tablas, y estuvo allí durante cuarenta días.

El 10 de Tishrei, Di-s restauró Su buena voluntad con el pueblo judío, diciéndole a Moshé: “Yo los he perdonado como pediste”, y le entregó las Segundas Tablas.

Rashi, Éxodo 31:1 y 33:11

Una sola gota de agua, analizada en el laboratorio, revela las características de billones de sus hermanas; de hecho, te dirá lo suficiente sobre cada gota de cada océano de la tierra.

Lo mismo sucede con la historia. Por un lado, cada período es único, cada año, día y momento es diferente en contenido y en carácter. Y aún así, como generalmente reconocemos, la historia de cada individuo puede contar la historia de cientos, y los eventos de una sola generación invisten aquellos de una era entera.

Nosotros, que navegamos en la superficie terrenal del tiempo, lo conocemos como una sucesión de eventos y de experiencias. Atravesamos sus desiertos, y sus tierras, sus pasajes llanos y rocosos. Para nosotros, la naturaleza universal del momento yace enterrada debajo de su significado más inmediato; para nosotros, el momento rinde no la totalidad de la vida y de la historia, sino solo aquellos elementos específicos y facetas que inviste.

Pero también hay vistas de una naturaleza más inclusiva, paisajes de tal diversidad e impacto que son mini mundos virtuales por sí mismos. Hay momentos en el recorrido de un individuo o de personas en los que los momentos reflexivos salen a la luz, en los que una serie de eventos ofrecen una versión condensada de todo el universo del tiempo.

Uno de estos momentos fue un período de 120 días en los años 2448-9 desde la Creación. Los eventos de este período, experimentado por el pueblo judío poco después de su nacimiento como nación, fueron una especie de coreografía de la misma esencia de la historia humana, la base, el proceso, y la meta final de la vida en la tierra. Los 120 días desde el 6 de Sivan del año 2448, hasta el 10 de Tishrei de 2449 contenían todo: los que sustentan a la creación, la saga de la lucha humana, y el último triunfo que surge de las imperfecciones y las fallas del hombre.

Los Eventos

El 6 de Sivan del año 2448, todo el pueblo de Israel se reunió en el Monte Sinaí para recibir la Torá del Creador. Allí, experimentaron la revelación de Di-s y escucharon los Diez Mandamientos que encapsulan toda la Torá. A la mañana siguiente, Moshé ascendió a la montaña, en donde se reunió con Di-s durante cuarenta días y cuarenta noches y recibió la Torá.

Al final de los primeros cuarenta días de Moshé en el Monte Sinaí, Di-s le dio las dos Tablas de Piedra, una obra maestra de Di-s, en donde estaban inscriptos los Diez Mandamientos. Pero en el campamento, el pueblo judío ya estaba abandonando el nuevo pacto realizado con Di-s. Volviendo al paganismo de Egipto, hicieron un becerro de oro, y lo proclamaron como dios de Israel.

Di-s le dijo a Moshé: “Desciende, ya que tu pueblo, que has traído de la Tierra de Egipto, han sido corrompidos, se han desviado del camino que Yo les ordené…

Y Moshé bajó de la montaña, con las Dos Tablas del Testimonio en sus manos… y Cuando Moshé se acercó al campamento y vio al becerro y los bailes… tiró las Tablas de sus manos y las rompió al pie de la montaña.

Esto sucedió el 17 de Tamuz.

Moshé destruyó al ídolo y rehabilitó a la nación errante. Luego volvió al Sinaí durante cuarenta días otra vez más, para rogarle a Di-s que perdonara a Israel. Di-s consintió, y estuvo de acuerdo en proveer otro par de Tablas que reemplazaran aquellas que habían sido rotas por el pecado de Israel. Estas Tablas, sin embargo, no eran obra de Di-s, sino que eran construcción humana:

Y Di-s le dijo a Moshé: “Talla para ti dos tablas de piedra, como las primeras, y Yo inscribiré sobre ellas las palabras que estaban sobre las primeras tablas que has roto…Ven a la mañana a la montaña del Sinaí, y preséntate ante Mí en la cima”.

Moshé ascendió al Sinaí por tercera vez durante cuarenta días el 1 de Elul. Di-s ya había perdonado el pecado de Israel, y ahora una nueva y fuerte relación entre Él y Su pueblo se había creado. El 10 de Tishrei, recibimos nuestro segundo par de Diez Mandamientos, inscriptos por Di-s en las Tablas y tallados por la mano de Moshé.

Así, tenemos 3 veces un período de cuarenta días, y tres estados correspondientes de la Torá: Las Primeras Tablas, las Tablas Rotas, y las Segundas Tablas. Esto, ejemplifica la base de nuestra existencia, el desafío de la vida, y el último logro del hombre.

La Trama

Nuestros Sabios señalan que el primer versículo de la Torá “Bereshit Bará Elokim” (“En el principio Di-s creó los cielos y la tierra”), comienza con la letra Bet, la segunda letra del alfabeto hebreo. Esto es, para enseñarnos que hay un Alef que precede a la Bet de la existencia creada; la creación no es un fin por si misma, sino que sirve como un principio que precede en secuencia y en sustancia.

El Alef del pre Génesis, es el Alef de “Anojí Hashem Elokeja” (“Yo soy Hashem tu Di-s”), la primer letra de los Diez Mandamientos. La Torá es la pre concepción de Di-s sobre cómo debe ser la vida en la tierra; la base y la razón de ser de la creación es que nos desarrollemos nosotros y el ambiente a su forma ideal.

Pero Di-s quería más. Más que darnos cuenta de Su huella original en la existencia, más que el caer en el lugar en una perfección pre programada. Más que un mundo al estilo las Primeras Tablas que eran completamente obra de Di-s.

Una entidad creada, por definición, no tiene nada que realmente le pertenezca: todas las herramientas, potenciales y posibilidades que posee le han sido otorgadas por Di-s. Pero Di-s deseaba que la experiencia humana tenga una ganancia más allá de la que fue proyectada por Su investimento inicial en nosotros. Así que Nos creó con las vulnerabilidades de la condición humana.

Nos creó con la libertad de elección, y por ende, con el potencial de errar. Cuando actuamos de manera correcta y constructiva, nos estamos comportando de acuerdo a lo planeado y nos damos cuenta del potencial investido dentro de nosotros por nuestro Creador. Pero cuando optamos por actuar incorrectamente y destructivamente, entramos en un estado de ser que no es parte de lo planeado en la Torá, de hecho, es el antítesis de lo que la Torá describe. Aún así, este estado de ser es el “trampolín” de la teshuvá, la fuerza de levantarnos de las ruinas de nuestra caída a una nueva dimensión de perfección, una perfección que antes no podíamos ver.

Así es como los maestros jasídicos explican la creación de Di-s de la posibilidad de la maldad. Esto es “Su temible trama a los hijos del hombre”. El alma del hombre es una chispa de Divinidad, inherentemente y completamente buena; no susceptible a la corrupción. Todas las fallas humanas no son más que una trama, impuestas en contraste total a su naturaleza esencial.

Si las Primeras Tablas eran una visión Divina de la creación, las Tablas rotas son nuestro mundo familiar, conocido, un mundo que tolera la imperfección, la falla, incluso la maldad. Es un mundo en donde las Primeras Tablas han sido rotas, un mundo arrancado fuera de la sincronía de su inherente bien.

Las Tablas rotas son una trama artificial por el Autor, para que la existencia permita la posibilidad de unas Segundas Tablas. Cada falla, puede ser redireccionada como una fuerza positiva. Cada ruptura del alma perfecta de las Primeras Tablas es una oportunidad para el hombre de tallar para sí mismo un segundo juego, en el que el sello Divino está cincelado en las tablas de la iniciativa humana y de la creación. Un segundo juego que incluya todo un panorama de potenciales que estén más allá del alcance de las primeras, un juego completamente Divino.

Di-s le dijo a Moshé: No te angusties por las Primeras Tablas, que contenían solo los Diez Mandamientos. En las Segundas Tablas yo también te estoy dando la Halajá, el Midrash y la Agadá.

Si Israel no hubiera pecado con el becerro de oro, nuestros sabios concluyen, entonces hubieran recibido solo los Cinco Libros de Moshé y el libro de Yehoshua. Como dice el versículo: “Mucha sabiduría viene por medio de mucho dolor”.

Recordada y Promulgada

Estos 120 días han dejado un sello perdurable en nuestra experiencia del tiempo. Ya que el calendario Judío hace más que medir y marcar el tiempo; en las palabras del Libro de Ester: “Estos días son recordados y promulgados”. Las festividades y fechas conmemorativas que marcan nuestro recorrido anual a través del tiempo son oportunidades de volver a actuar los eventos y los logros que estamos recordando.

Cada Shavuot, otra vez experimentamos la revelación en el Sinaí y nuestra adquisición de la fundación de nuestras vidas. Cada año el 17 de Tamuz otra vez lidiamos con las caídas que caracterizan los eventos del día. El mes de Elul y los primeros diez días de Tishrei, corresponden a la tercera vuelta de 40 días de Moshé en el Monte Sinaí, como días de buena voluntad entre Di-s y el hombre, días en el que el Creador está mucho más accesible para todo el que Lo busca.

Y Iom Kipur, el día más sagrado y potente del año, marca el clímax de esta saga de 120 días. Desde el día en que Di-s dio las Segundas Tablas al pueblo de Israel, este día es un manantial de Teshuvá: la fuente de nuestra capacidad de reclamar las deficiencias del pasado como combustible para alcanzar alturas inimaginables.