Receta de Jalá de agua

Cómo hacer una jalá de agua perfecta

La jalá de agua es más ligera, menos densa y nada dulce. Normalmente no contiene huevo ni edulcorante.

Por Miriam Szokovski

Pareve de carne y lácteos | Tiempo > 60 minutos | Dificultad Intermedia

 

¿En qué se diferencia la jalá de agua de la jalá tradicional ?

La jalá de agua es más ligera, menos densa y nada dulce.

Normalmente no contiene huevo ni edulcorante (se reserva un poquito para ayudar a la levadura a hacer su trabajo).

A la gente le encanta por su exterior crujiente y su sabroso sabor, perfecto para untar en matbucha , baba ganoush, hummus y otras salsas o ensaladas de Shabat.

Ingredientes


1,25 libras (570 gramos) de harina
1 ½ tazas de agua tibia
1 cucharada de levadura seca
1 cucharada de azúcar
2 cucharadas de aceite
½ cucharada de sal kosher

También:
Aceite
1 huevo batido
Semillas de sésamo o amapola

NOTA:

Esta receta rinde para 2 panes y no utiliza suficiente harina para tomar jalá con una bendición . Esta receta se puede multiplicar fácilmente; si la multiplicas por 4, estarás utilizando 5 libras de harina, que es suficiente para realizar la mitzvá .

 

Coloque todos los ingredientes en el bol de una batidora. Mezcle a velocidad lenta hasta que la masa se integre. Aumente la velocidad a media y deje que la batidora amase la masa durante 10 a 15 minutos.


Saque la masa de la batidora y forme una bola. Cúbrala ligeramente con aceite y colóquela en un recipiente limpio.

Cúbrala con un paño húmedo y déjela reposar durante 1 hora.


Dividir y trenzar la masa a gusto.

Colocar en una bandeja para horno cubierta con papel de horno.


Pincele los panes con huevo batido (yo usé solo clara de huevo, por eso mis panes jalá son bastante pálidos) y espolvoree con semillas de sésamo o amapola.

Cubra suavemente y deje reposar durante otros 30 minutos.


Destapar la bandeja y llevar al horno. Hornear a 350°F (180°C) durante 45 minutos.


Opcional: para lograr una corteza más crujiente, coloque una cacerola con agua en el fondo del horno cuando coloque la jalá.

Esto creará vapor en el horno que le dará una corteza espectacular.


Rinde: 2 panes

Hafrashat Jalá (La separación de la la Jalá)

En esta Parashá se narra el episodio de los espías que fueron enviados por Moshé para que conocieran la tierra de Canaán (Israel) a la cual estaban próximos a entrar. Se designaron doce espías, uno por cada tribu, que salieron el 29 de Siván de 2449 y regresaron 40 días después, el 9 de Av (Tishá Be Av).

Diez de los doce espías rindieron un reporte negativo del país, diciendo que era una tierra de ciudades fortificadas, de personas gigantes, que sería inconquistable y que la tierra devoraría a sus habitantes, lo cual causó desánimo entre los judíos. 

Sólo Caleb ben Yefune y Yehoshua Ben Nun dieron una versión positiva, diciendo que era una tierra de la que manaba leche y miel.

El desconsuelo hizo que el pueblo llorase amargamente la noche del 9 de Av. Al ver su actitud de desconfianza y poca fe, Di-s decretó que por haberse lamentado sin razón, haría de ese día una ocasión de verdadero duelo. 

Como se sabe, la destrucción del Primer y Segundo Templo ocurrieron en esa fecha, además de muchos otros acontecimientos trágicos para el Pueblo Judío. 

El error de los espías no residió en la falta de fe en Di-s, como se suele explicar. Su temor – según enseña el Jasidut – estaba fundamentado en que el ingreso a la tierra provocaría la decadencia espiritual del pueblo, que tendría que luchar por la sobrevivencia y ocuparse de satisfacer todas las necesidades que en el desierto eran cubiertas por Di-s.

Los espías, personas de alto nivel espiritual, especialmente designados por Moshé, pensaron que la tierra devoraría a sus habitantes en el sentido de que las preocupaciones para el logro de su manutención ocuparían todas sus energías, en detrimento del estudio de la Torá y el desarrollo de la espiritualidad, que era más fácil de conseguir estando en el desierto, aislados, recibiendo maná del cielo, agua de la “fuente de Miriam” y teniendo vestimentas que no se desgastaban. 

Los milagros que sostenían a los judíos en el desierto no representaban el máximo nivel de la experiencia espiritual; solo fueron una preparación para el verdadero objetivo: toma posesión de la tierra de Israel y hacerla una Tierra Santa, pero ocupándose de las cosas comunes del mundo impregnándola con luz espiritual, produciendo el verdadero milagro que ocurre cuando lo infinito forma una unidad con lo finito. 

El objetivo de cada una de las mitzvot (preceptos) es traer la Divinidad a este mundo, en cada uno de los aspectos de la vida ordinaria. “Conocer a Di-s en todos nuestros caminos”, entender que no existe nada que quede fuera de su dominio.

La falta de comprensión por parte de los espías y de la mayoría del pueblo de que todos los actos del hombre – aun los mundanos – están relacionados con la Divinidad, hizo que esta generación no entrara a Eretz Israel, sólo sus hijos – que fueron educados adecuadamente – merecieron entrar a la tierra y habitarla cumpliendo los preceptos de la Torá. 

En esta Parashá se instruye sobre el precepto de Jalá, que nos demuestra que las mitzvot en el judaísmo están relacionadas con el mundo físico, pues nada hay más material que el pan, producto de la tierra y símbolo del sustento del hombre. Al separar la jalá (masa) mediante la respectiva bendición se está reconociendo que todo sustento deriva de Di-s, la Fuente de Vida y ello transforma lo mundano y físico en algo profundamente espiritual.

Otro de los significados de la jalá se puede aprender del proceso de preparación de la masa. Cuando el trigo crece, cada espiga es reconocible; luego, aun en el proceso de desgranado y molienda de la harina, los gránulos son distinguibles. Solo cuando se agrega el agua se forma la masa y los granos individuales hacen una unidad homogénea. Entonces se puede separar la masa, que se entrega al Sacerdote (actualmente, ese pedazo se quema).

El simbolismo de este proceso consiste en la importancia de la unidad del Pueblo Judío: cada judío no es una unidad separada independiente de los demás judíos del mundo, sino que debe estar preparado para dar de sí mismo, para compartir con los demás. 

El agente unificador es la Torá, que según nuestros sabios es comparada con el agua, pues unifica a los judíos de todas las clases y los amasa en un todo. 

Cumplir la mitzva de jalá es privilegio de la mujer judía. Con ello demuestra a su familia lo que significa dar ánimo y ser sensible a las necesidades de los demás; a través de su observancia, se revela la Presencia de Di-s en su casa y recibe la bendición para todos los miembros de su familia. 

Cada ingrediente de la jalá tiene enorme importancia y está relacionado con nuestra vida. En la medida que se comprenda, ayudará a centrarse en la esencia y el contenido de esta bendición que se hace en honor al Shabat. 

  • El recipiente representa el hogar. Cada ingrediente añadido debe traer una bendición única. 
  • La harina representa la materia prima de Hashem – el sustento (tamizar lo bueno de lo malo)
  • El azúcar representa la dulzura  y las cosas buenas. 
  • La sal representa la crítica, por lo cual hay que ocultarla entre la harina. 
  • La levadura representa protección. Se reza para que Di-s nos proteja. 
  • El agua equivale a la Torá y la vida.
  • El aceite representa abundancia y bendición. Es nuestra esencia; al verterla, imagine la unción de  cada miembro de su familia y rece por ellos con su nombre completo. 
  • Los huevos representan la fertilidad y el ciclo de vida.

Al amasar se integran todos los elementos vitales. La mitzva de Hafrashat Jalá, que consiste en la elevación, separación y quema de un pedacito de masa de harina, es una de las tres mitzvot confiadas por Di-s a la mujer y en su acepción más amplia incluye toda la comida. 

Ser judío es una experiencia holística en la cual mantener el kashrut es una parte integral. Acta todo el cuerpo, mente, corazón y psique de la persona. Una ventaja de la dieta kasher es que refina y purifica a los integrantes del pueblo. 

Las otras dos mitzvot encomendadas por Di-s a la mujer, por la confianza que esta le merece son: el encendido de velas de Shabat para iluminar el hogar y le mundo tanto en lo físico como en lo espiritual, y la mitzvá de pureza familiar o Taharat Hamishpajá base para asegurar la continuidad del Judaísmo.

Parashá en síntesis: Shlaj

En esta Parashá se narra el episodio de los espías que fueron enviados por Moshé para que conocieran la tierra de Canaán (Israel) a la cual estaban próximos a entrar. Se designaron doce espías, uno por cada tribu, que salieron el 29 de Siván de 2449 y regresaron 40 días después, el 9 de Av (Tishá Be Av).

Diez de los doce espías rindieron un reporte negativo del país, diciendo que era una tierra de ciudades fortificadas, de personas gigantes, que sería inconquistable y que la tierra devoraría a sus habitantes, lo cual causó desánimo entre los judíos. 

Sólo Caleb ben Yefune y Yehoshua Ben Nun dieron una versión positiva, diciendo que era una tierra de la que manaba leche y miel.

El desconsuelo hizo que el pueblo llorase amargamente la noche del 9 de Av. Al ver su actitud de desconfianza y poca fe, Di-s decretó que por haberse lamentado sin razón, haría de ese día una ocasión de verdadero duelo. 

Como se sabe, la destrucción del Primer y Segundo Templo ocurrieron en esa fecha, además de muchos otros acontecimientos trágicos para el Pueblo Judío. 

El error de los espías no residió en la falta de fe en Di-s, como se suele explicar. Su temor – según enseña el Jasidut – estaba fundamentado en que el ingreso a la tierra provocaría la decadencia espiritual del pueblo, que tendría que luchar por la sobrevivencia y ocuparse de satisfacer todas las necesidades que en el desierto eran cubiertas por Di-s.

Los espías, personas de alto nivel espiritual, especialmente designados por Moshé, pensaron que la tierra devoraría a sus habitantes en el sentido de que las preocupaciones para el logro de su manutención ocuparían todas sus energías, en detrimento del estudio de la Torá y el desarrollo de la espiritualidad, que era más fácil de conseguir estando en el desierto, aislados, recibiendo maná del cielo, agua de la “fuente de Miriam” y teniendo vestimentas que no se desgastaban. 

Los milagros que sostenían a los judíos en el desierto no representaban el máximo nivel de la experiencia espiritual; solo fueron una preparación para el verdadero objetivo: toma posesión de la tierra de Israel y hacerla una Tierra Santa, pero ocupándose de las cosas comunes del mundo impregnándola con luz espiritual, produciendo el verdadero milagro que ocurre cuando lo infinito forma una unidad con lo finito. 

El objetivo de cada una de las mitzvot (preceptos) es traer la Divinidad a este mundo, en cada uno de los aspectos de la vida ordinaria. “Conocer a Di-s en todos nuestros caminos”, entender que no existe nada que quede fuera de su dominio.

La falta de comprensión por parte de los espías y de la mayoría del pueblo de que todos los actos del hombre – aun los mundanos – están relacionados con la Divinidad, hizo que esta generación no entrara a Eretz Israel, sólo sus hijos – que fueron educados adecuadamente – merecieron entrar a la tierra y habitarla cumpliendo los preceptos de la Torá. 

En esta Parashá se instruye sobre el precepto de Jalá, que nos demuestra que las mitzvot en el judaísmo están relacionadas con el mundo físico, pues nada hay más material que el pan, producto de la tierra y símbolo del sustento del hombre. Al separar la jalá (masa) mediante la respectiva bendición se está reconociendo que todo sustento deriva de Di-s, la Fuente de Vida y ello transforma lo mundano y físico en algo profundamente espiritual.

Otro de los significados de la jalá se puede aprender del proceso de preparación de la masa. Cuando el trigo crece, cada espiga es reconocible; luego, aun en el proceso de desgranado y molienda de la harina, los gránulos son distinguibles. Solo cuando se agrega el agua se forma la masa y los granos individuales hacen una unidad homogénea. Entonces se puede separar la masa, que se entrega al Sacerdote (actualmente, ese pedazo se quema).

El simbolismo de este proceso consiste en la importancia de la unidad del Pueblo Judío: cada judío no es una unidad separada independiente de los demás judíos del mundo, sino que debe estar preparado para dar de sí mismo, para compartir con los demás. 

El agente unificador es la Torá, que según nuestros sabios es comparada con el agua, pues unifica a los judíos de todas las clases y los amasa en un todo. 

Cumplir la mitzva de jalá es privilegio de la mujer judía. Con ello demuestra a su familia lo que significa dar ánimo y ser sensible a las necesidades de los demás; a través de su observancia, se revela la Presencia de Di-s en su casa y recibe la bendición para todos los miembros de su familia. 

Cada ingrediente de la jalá tiene enorme importancia y está relacionado con nuestra vida. En la medida que se comprenda, ayudará a centrarse en la esencia y el contenido de esta bendición que se hace en honor al Shabat. 

  • El recipiente representa el hogar. Cada ingrediente añadido debe traer una bendición única. 
  • La harina representa la materia prima de Hashem – el sustento (tamizar lo bueno de lo malo)
  • El azúcar representa la dulzura  y las cosas buenas. 
  • La sal representa la crítica, por lo cual hay que ocultarla entre la harina. 
  • La levadura representa protección. Se reza para que Di-s nos proteja. 
  • El agua equivale a la Torá y la vida.
  • El aceite representa abundancia y bendición. Es nuestra esencia; al verterla, imagine la unción de  cada miembro de su familia y rece por ellos con su nombre completo. 
  • Los huevos representan la fertilidad y el ciclo de vida.

Al amasar se integran todos los elementos vitales. La mitzva de Hafrashat Jalá, que consiste en la elevación, separación y quema de un pedacito de masa de harina, es una de las tres mitzvot confiadas por Di-s a la mujer y en su acepción más amplia incluye toda la comida. 

Ser judío es una experiencia holística en la cual mantener el kashrut es una parte integral. Acta todo el cuerpo, mente, corazón y psique de la persona. Una ventaja de la dieta kasher es que refina y purifica a los integrantes del pueblo. 

Las otras dos mitzvot encomendadas por Di-s a la mujer, por la confianza que esta le merece son: el encendido de velas de Shabat para iluminar el hogar y le mundo tanto en lo físico como en lo espiritual, y la mitzvá de pureza familiar o Taharat Hamishpajá base para asegurar la continuidad del Judaísmo.

No podremos entrar a Eretz Caanán

En el desierto, el pueblo de Israel disfrutó una utopía espiritual. Apartados de un mundo pagano y material, estaban libres para servir a Di-s y procurar la sabiduría Divina revelada a ellos en Sinaí. ¿Por qué abandonar todo esto, argumentaron los espías, por una vida de agricultura, comercio y política? ¿Por qué ingresar a una tierra que consumiría la vida espiritual de sus habitantes, llenando sus días con esfuerzo material?

En la Sección Semanal de Shlaj (Números 13-15) leemos acerca del incidente de los espías que regresaron de su misión a la Tierra Prometida con argumentos que pretendían disuadir al pueblo judío de la idea de entrar a la tierra que Di-s les había asignado como herencia eterna.

“Es una tierra que consume a sus habitantes”, advirtieron; mejor haríamos quedándonos aquí, acampando en el desierto, en lugar de intentar domesticar un ambiente tan hostil.

Otro argumento contra el ingreso a la Tierra de Israel, repetido por aquellos seducidos por el consejo de los espías, fue que “nuestros pequeños serán para botín” por el enemigo. A lo que Di-s contestó:

“Y vuestros pequeños, de quienes dijisteis que ‘serán para botín’, a ellos llevaré Yo, y ellos conocerán la tierra que vosotros habéis despreciado”.

Fisifobia

La enseñanza jasídica explica la reluctancia de los espías a entrar a la tierra.

En el desierto, el pueblo de Israel disfrutó una utopía espiritual. Todas sus necesidades materiales les fueron provistas sin esfuerzo ni involucración de su parte: el maná cayó del cielo, el “manantial de Miriam” les dio agua; milagrosamente, sus ropas no se estropearon e incluso crecieron con sus cuerpos

Apartados de un mundo pagano y material, estaban libres para servir a Di-s y procurar la sabiduría Divina revelada a ellos en Sinaí.

¿Por qué abandonar todo esto, argumentaron los espías, por una vida de agricultura, comercio y política? ¿Por qué ingresar a una tierra que consumiría la vida espiritual de sus habitantes, llenando sus días con esfuerzo material, sus pensamientos con preocupación financiera, y su psiquis con las depravaciones del “mundo civilizado” con el que inevitablemente entrarían en contacto como estado nacional?

Derroche Santo

Es allí donde se esconde el significado más profundo de su lamento: “nuestros pequeños serán para botín”.

Al describir la generosidad de Iosef hacia su familia durante los años de hambruna en Egipto, la Torá nos cuenta que: “losef alimentó… a toda la familia de su padre, pan según sus pequeños”5

La naturaleza de un niño pequeño, explican nuestros Sabios, es que desparrama su alimento; apenas un pequeño porcentaje de lo que se sirve sobre su plato entra realmente en su boca.

Cuando se alimenta a un adulto hambriento, se sabe que cada miga de su dádiva sirve a un fin caritativo. Alimentar niños implica un grado mayor de generosidad: uno debe estar dispuesto a que la mayor parte de su regalo sea derrochado en aras del excepcional bocado que efectivamente se aplicará al destino pretendido.

Lo mismo es cierto de la caridad espiritual. Es mucho más gratificante ser maestro de una clase de eruditos que aprecian el valor de lo que se les está enseñando, que buscar al espiritualmente inmaduro – que menosprecia el mensaje que se desea compartir con él- con la esperanza de que siquiera una sola palabra logre hacer impacto en su corazón y produzca el más minúsculo efecto sobre este.

Es más gratificante recluirse en una habitación y abocarse al estudio y la plegaria con el conocimiento de que el potencial Divino de cada momento y caloría está siendo cristalizado, que tratar con el mundo material, un emprendimiento caracterizado por falsos comienzos, fines enclenques y resultados ambiguos.

“Nuestros pequeños serán para botín”, afirmaron los espías, si entramos a la tierra. Aquí, cada uno de nuestros momentos y recursos está aplicado a su uso más óptimo. Aquí, no hay privación ni superávit en nuestras vidas; ni deficiencia ni desperdicio. Allí, nos conduciremos con las dilapidadoras vidas de niños pequeños – arrojando nuestro grano a la tierra para que se descomponga, de modo que quizás una centésima parte de éste germine y produzca fruto, invirtiendo el grueso de nuestro tiempo y energía en el plano de lo material para obtener su magro y esporádico rendimiento espiritual

Pero es el pequeño niño que hay en nuestro interior lo que Di-s desea. Es por él que creó un mundo, no para una nación de eruditos ermitaños recluidos en un desierto sin rumbo.

Sí, dijo Di-s, Yo os he puesto en una utopía espiritual, pero sólo como preludio para el verdadero negocio de la vida.

Una única victoria moral entre el derroche y la ambigüedad de lo material. Me es más preciada que los logros incesantes, invisibles, sin esfuerzo, de vuestro paraíso alimentado por el maná.

Basado en Likutei Sijot, Vol. XIII, 195-196

Mi problema, tu problema

Esa noche estaba de muy mal humor. 

Las cosas no salían bien últimamente…

Algunos de mis familiares no se comportaban bien; mi estado de salud no era de lo mejor; dos de nuestros parientes estaban internados en el hospital y nos sentíamos preocupados por ello. Acerca de todo esto hablaba con a mi marido durante el viaje. Llegamos al lugar buscado, de muy mala gana, por los inconvenientes que nos acosaban.

Era un enorme edificio con rampas para discapacitados por todas partes. Tocamos el timbre y esperamos ser atendidos.

La mujer que nos recibió estaba sentada en su silla de ruedas. Su cuerpo era tan enorme que apenas cabía en ella. Llevaba puesto un pañuelo sobre su cabeza y evidentemente era una persona observante. 

Hacía mucho calor a pesar del ventilador que estaba funcionando. Mientras nos hablaba no nos miraba a la cara. Mientras mi esposo se dedicaba a retirar las Mezuzot de los marcos de las puertas, me senté a charlar con la mujer. Comenzó a contarme sobre su vida:

Tenía graves problemas en sus huesos y una infección espinal; un simpático rabino le había ayudado a obtener una dama de compañia las 24 horas del día, a cargo del gobierno; esta mujer dormía en el living porque el único dormitorio que había lo ocupaba la dueña de casa. Ella, en realidad, no salía mucho, casi nada, ya que en las sinagogas no hay rampas y la dama de compañía no tenía fuerzas para empujar la silla de una persona tan pesada.

En medio de la conversación mi esposo se acercó a nosotras para mostrarnos como la letra “shin” debe ir en el frente de la Mezuzá. Comenzó a decir “esta letra debe ir…” cuando la mujer lo interrumpió: “Lo siento, soy ciega, así que sólo descríbalo con sus palabras”. ¡Por eso que no nos miraba al hablar! Luego nos señaló una de las paredes, sobre la que había muchos diplomas y certificados colgados. Nos dijo: “Soy estudiante graduada en sociología y ciencias políticas; aunque el gobierno no entrega empleo a los discapacitados!”.

En ese instante pensé: “¿Qué otra cosa le puede suceder a esta mujer en la vida? 

No puede leer libros, no puede salir, no tiene familia; aunque su departamento fuera hermoso, no puede verlo, pero de todas formas es pequeño y caluroso”.

Pero lo más admirable de toda la situación fue que ella era optimista. 

Cree en Di-s y siente que Él la ayuda; siempre ve el lado positivo de las cosas. “¡Después de todo estoy viva!” Y agregó “¡Muchos de los héroes y protagonistas de la Torá fueron discapacitados! Itzjak era ciego, Moshé tartamudeaba, Iaakov quedó rengo, y miren cuántas cosas importantes lograron.

Nunca fueron menos por su discapacidad”. Al finalizar la visita me di cuenta de que no podía siquiera invitarla a pasar un Shabat con nosotros. Ni bien abandonamos el edificio, mi marido me miró y me dijo: “¿Shoin arop ale problemen?” (¿Ya pasaron todos los problemas?).

Entonces, vi mis inconvenientes desde una perspectiva correcta. Ellos estaban allí, pero además tenía mi vista, mi cuerpo funcionando, mi familia, amigos, mi cómoda casa; podía ir a la sinagoga o donde deseara; podía trabajar… no había límites para todas las Brajot (bendiciones) que tenía. El viaje de regreso esa noche, fue diferente a todos. En lugar de estar sólo conforme, le agradecí a Di-s por todo… también por mis problemas…

Por Yanki Tauber

Entrar a la Tierra

Vivimos en una era de acción. Incluso hay momentos en el que tenemos que detenernos a pensar. Una acción es más significativa y poderosa cuando es precedida por una preparación, aunque a veces este proceso puede generar errores también.

La historia de los Espías presenta un ejemplo de este concepto: la necesidad de la preparación, y también los aspectos personales y creativos de esto. Más allá del evento histórico, que tuvo lugar hace más de tres mil años, este acontecimiento nos ofrece una guía útil para nuestras vidas en cualquier era.

El pueblo Judío estaba por entrar a la Tierra de Israel. En otras palabras, estaban a punto de emprender un gran proyecto, algo central y fundamental que claramente fue ordenado por Di-s: el cumplimiento de todo el curso de la salida de Egipto. Antes de tomar este gran paso, enviaron a un grupo de doce hombres a la Tierra, para que investigaran la situación.

Los Sabios dicen que esto no fue una orden de Di-s, sino algo que el pueblo Judío decidió por si solo.

Esta historia tiene dos dimensiones paralelas: nos está contando sobre el pasado y también guiándonos en el presente. Como es explicado por el Rebe de Lubavitch, la Torá nos está diciendo que hay una verdadera necesidad de detenernos, pensar y prepararnos antes de tomar acciones en nuestras vidas. Estas acciones incluyen el cumplimiento de las órdenes de Di-s todos los días. “Entrar a la Tierra de Israel” representa todo lo importante en el Judaísmo y en el vida. Antes de la acción debemos investigar y reflexionar.

Como en el caso de los Espías, esta reflexión tiene una cualidad personal e individual. No es una “orden” reflexionar. No hay instrucciones. Uno necesita el poder para utilizar nuestra mente y pensar creativamente para poder hacer la adecuada preparación. Una persona que solo sigue las reglas no va a poder pensar claramente sobre todos los temas.

Hay un equilibrio sutil. La reglas las tenemos que cumplir. De hecho, ese fue el error de los Espías. En el transcurso de su investigación ellos decidieron que no había necesidad de intentar cumplir con la orden de Di-s de ir a la Tierra. Sería imposible. Dijeron que se den por vencidos.

Esto nos muestra que en su caso, la preparación no fue la correcta. En vez de investigar cómo cumplir con la orden de Di-s, se trasformó en una discusión si cumplir o no con la orden de Di-s.

El desastroso efecto que tuvo ese caso fue cuarenta días de retraso para entrar a la Tierra, de hecho, fue la pérdida de toda una generación. A pesar de esto, el Rebe comenta, y la enseñanza positiva queda para nosotros.

Las buenas acciones requieren preparación, y esa preparación necesita una dimensión personal y creativa, combinada con la fe de que si Di-s nos ordenó que lo hagamos, podemos hacerlo y es lo correcto. La pregunta es cómo hacerlo de la manera más significativa.

A través de esta pausa para reflexionar, y teniendo el balance entre la estructura y creatividad, cada individuo puede entrar a su Tierra Prometida, y así también ayudar al resto de la humanidad.

Por: Tali Loewenthal

¿Por qué la Torá hace referencia a Ieoshua como “bin” Nun?

Pregunta:

Cuando la Torá menciona los nombres de los espías (Números 13:4-15), a todos se les hace referencia como “Tal y tal “ben”(hijo de) tal y tal”. La única excepción es Ieoshua, quién es llamado Ieoshua “bin” Nun. ¿Por qué bin y no ben?

Respuesta:

En el comentario de Najmánides en Éxodo 33:11, sugiere que las dos palabras deben ser leídas juntas como “binnun”. Ese nombre viene de la palabra hebrea “Biná”, “el que entiende”, y se le fue otorgado a Ieoshua por respeto a sus capacidades intelectuales.

Otras explicaciones que yo encuentro:

La Torá nos dice que Ieoshua era el estudiante de Moisés por excelencia. “Su asistente, Ieoshua Bin Nun, un muchacho, no se iba de su carpa[del estudio]” (Éxodo 33:11)

Nos enseñaron que el estudiante de uno es considerado como su hijo. Algunos usan esta idea para explicar por qué Ieoshua era llamado “bin” Nun. Podría haber sido el hijo biológico de Nun, pero en cierta forma, también el hijo de Moisés. 

El Jatam Sofer, ofrece otra explicación. El Midrash declara (Midrash Raba, Génesis 47), que cuando Di-s cambió el nombre de Sarai a Sarah (Génesis 17:5), la letra hebrea “Iud”, que fué removida de su nombre (para ser substituida por una “Hei”) se sentía agraviada. ¿Por qué no podría ser mas parte del nombre de esta Santa mujer? Di-s hizo este cambio prometiendole hacer cambios en un futuro. Esto fue llevado a cabo cuando Moisés le agregó la letra “Iud” al nombre de Ieoshua, que originalmente era Hoshea (Números 13:16)

En su estado original, cuando era la última letra del nombre de Sarai, la “iud” no tenía una vocal, como es el caso con la mayoría de las letras que entran al final de una palabra hebrea o nombre. Ahora, la “iud”, al estar en el comienzo del nombre de Ieoshua, es necesario la vocal “sheva”, que se compone de dos puntos alineados verticalmente. Estos dos puntos fueron “prestados” de la vocal “Segol” que normalmente está por debajo de la palabra “ben”, que son tres puntos constituidos en forma de un triángulo. Esto deja solo un punto para la palabra “ben”. Un punto es la vocal “Jirik”, que cambia la pronunciación a “bin”.

Con los mejores deseos,

Rabino Baruj S. Davidson

Birkat Hagomel

  • Hay cuatro categorías de personas que necesitan agradecer a Di‐s por la bondad que ha hecho por ellos con la “Bendición de Acción de Gracias” (Birkat HaGomel1):
    a) Aquel que ha cruzado el océano (un viaje en avión al extranjero, etc.)
    b) El que ha cruzado el desierto
    c) Alguien que se recuperó de una enfermedad muy grave
    d) El que salió de prisión.
  • Se incluyen en la categoría de desierto todas las demás situaciones de peligro para la vida de las que uno se salva, como el derrumbe de un muro sobre él, ladrones, accidentes automovilísticos, etc.
    Uno dice la bendición al llegar a su destino (cruce del desierto o del océano) incluso si el viaje transcurrió sin incidentes y sin experimentar ninguna situación de peligro.
  • Si uno hace algunas escalas a lo largo de su viaje, como escalas en puertos o aterrizajes en aeropuertos, incluso si no continúa en la siguiente etapa de su viaje por uno o dos días más, no pronuncia la bendición hasta que llega a su final destino.
  • Quien regresa de su viaje ese mismo día o el siguiente, debe decir la bendición sólo al regreso.
  • Si uno experimentó más de uno de los anteriores al mismo tiempo, requiriendo que la bendición se diga unas pocas veces, solo la dice una vez por todas.
  • No decimos la bendición cuando volamos solo sobre tierra.
  • Si hubo algún percance durante el viaje del que uno se salvó, entonces todos están de acuerdo en que se debe decir la bendición, aunque en circunstancias normales no sería necesario decirla.

No existe algo así como un antisemita

La Torá relata cómo cuando los Hijos de Israel levantaban el campamento para embarcarse en sus viajes por el desierto, Moshé proclamaba: “Levántate, oh Di‐s, dispersa a Tus oponentes y haz que Tus enemigos huyan de delante de Ti…”
El emperador romano Adriano era un odiador de judíos incurable.
Una vez, mientras paseaba con gran pompa, visitando a sus súbditos, observó a un judío entre la multitud de simpatizantes; “¿Qué, un maldito judío insulta a mi Majestad saludándome en público? ¡Llévenselo y crucifíquenlo!”

Rápidamente corrió la voz de la acción despótica de Adriano, y la próxima vez que Adriano salió de gira, un judío que tuvo la mala suerte de estar en las inmediaciones se aseguró de mantenerse alejado de la multitud, no pronunciar palabras de saludo y permanecer agazapado al borde del camino. Una actitud de sumisión total.

“¿Qué, un maldito judío insulta a mi Majestad ignorándome en público? ¡Crucifíquenlo!” gritó el emperador.
Cuando los consejeros del emperador preguntaron sobre la flagrante inconsistencia de sus acciones, Adriano respondió: “No me enseñen cómo tratar con mis enemigos”.
Pero, ¿realmente los judíos eran sus enemigos? ¿Podría un simple pueblo haber suscitado tal odio sin fundamento?

Es significativo que, en el versículo citado anteriormente, Moshé no llama a Di‐s para que nos defienda de aquellos que nos son hostiles, sino para “dispersar a Tus oponentes… Tus enemigos”

La antigua lucha entre los judíos y los que odian a los judíos es un nombre inapropiado.
Recuerdo, cuando visité el campo de exterminio nazi de Dachau, lo irritante que fue ver en el crematorio el gran cartel que dedicaba el lugar “a los que murieron en la lucha contra el nazismo”.

El memorial puede ser algo apropiado para los opositores políticos del régimen que sufrieron y murieron allí, pero el tío de mi abuelo, los primos y miles de otros mártires no murieron luchando contra nada.

En lo que a ellos respecta, estaban felices de llevar una vida privada antes de que Hitler y sus secuaces los buscaran.
Calificarlo como una “lucha” entre la víctima inocente y el verdugo es tan inapropiado como describir el esfuerzo de la sociedad moderna para protegerse de los terroristas suicidas como un “ciclo de violencia”.
La lucha no es entre nuestros enemigos y nosotros.

Más bien, los antagonistas de Di‐s nos atacan como peones en su batalla contra la rectitud y la Divinidad.
El odio a los judíos está tan arraigado y generalizado que no se puede atribuir ninguna explicación lógica o racional al fenómeno, aparte de definirlo como la eterna lucha del hombre malvado contra la Divinidad.
Si no están luchando contra nosotros sino contra Di‐s, nuestra única respuesta viable es vivir y actuar como judíos sin importar la provocación.
Cuando es evidente que su odio hacia nosotros se basa en nuestra relación especial con Di‐s, se convierte en la responsabilidad de Di‐s defenderse de Sus enemigos y acudir a nuestro rescate, liberándonos para reanudar nuestra misión histórica de representar Divinidad
para el mundo.

¡Cuidado! Mucha ciencia puede volverlo creyente

Durante el embarazo, el bebé reposa en la placenta de su madre, rodeado de agua. No respira. Sus pulmones están colapsados, plegados entre las dos cámaras superiores del corazón aún abierto, así que la sangre circula y hay un tubo que conecta la aorta a la arteria pulmonar…

El testimonio de un notable investigador y la increíble respuesta del Rebe de Lubavitch

Durante los diez minutos posteriores al parto, sus pulmones se tienen que expandir, el orificio de su corazón, cerrar, y el tubo, sellarse. En verdad, deben desarrollarse 67 diversas secuencias para que el bebé comience a respirar oxígeno. Esto ocurre milagrosa y cotidianamente y sabemos que ningún ser humano pudo haber desarrollado o programado esta secuencia. Si una compañía tratara de construirlo, no funcionaría. 

En mi profesión, todas las complejas investigaciones científicas realizadas en los últimos cien años demuestran el concepto de “causa y consecuencia”, y “acción y reacción”, y en mi opinión, el de un Creador. La ciencia y la Torá no se contradicen, sino que se complementan. La ciencia nos enseña que cuando Di-s nos asegura que “Yo he Creado el mundo”, “Yo cuidaré de ustedes”, “Yo los sanaré” y “Yo proveeré”. Él tiene razón.

Teóricamente a nadie le debería faltar alimentación y en los Salmos se asegura que: “Tú abres tus manos y resarces las necesidades de los vivientes”. Di-s ha provisto. Y exactamente eso afirma la ciencia, pues en el año 1998, por primera vez en la historia de la humanidad se produjo suficiente comida para alimentar a cada persona viviente del planeta.

Cuando nace un bebé, ¿saben qué? Él tiene razón. Cuando la ciencia demuestra que un médico sana a un paciente, ¿saben qué? Él tiene razón. Di-s ha provisto. Nunca hubo un Rabino que haya dicho jamás a un científico “deja de investigar” o “basta de buscar”. Porque toda la naturaleza es fiel reflejo de la gloria de Di-s

Cuando era joven, trabajé en el programa de la NASA y buscaba vida en Marte. Gastamos cientos de millones de dólares investigando la posibilidad de vida en Marte. En aquellos días le pregunté al Rebe. “¿Es correcto? ¿Puedo realmente hacer esto, porque otras religiones advierten que no se debe investigar? Y la Torá no demuestra que haya vida en Marte”.

El Rebe me contestó en Idish: “Profesor Greene: usted puede y debe buscar vida en Marte, y si no la encuentra ahí, puede buscar en otro lado, y en otro, y en otro. Porque afirmar contundentemente que Di-s no creó vida en otro lado es limitar Su capacidad Creadora, y nadie está en condiciones de hacer eso”.

Velvl Greene (Profesor de Epidemiología y Salud Pública en la universidad Ben Gurión y dirige el Centro Lor Jacobovitz de Ética Médica Judía. Participó del programa de Exobiología de la NASA.

Extraído de la revista Aieka