Donde los caminos se cruzan

La polaridad inherente a la etnología siempre me pareció extraña. Por un lado, está el investigador, un occidental solitario, que debe abandonar su medio natural para conocer cara a cara la forma de vida nativa. Por otro lado, está el nativo, cuya vida lo tiene todo, pero no es consciente de ello. El investigador carece de la vida étnica, mientras que el nativo carece de autoconciencia cognitiva.

Siempre me sorprendió que ambas cualidades no puedan coexistir en la misma persona o en la misma tribu. En un seminario etnológico en París, deliberé sobre esta paradoja. Todos sonrieron, pero nadie pudo deducir como podría ser de otra manera. Pero más tarde, en Roma, pude encontrar la llave de semejante coexistencia.

La primera página de la Mishná que leí en Roma me dio la clara impresión, y que nunca más fue cambiada, de que existe un ejemplo perfecto de conciencia autoetnológica escrita por gente que vivía su existencia como un pueblo, creía en ello, y al mismo tiempo era capaz de entenderlo y analizarlo. Estos mismos “investigadores” que conscientemente analizaban las leyes metafísicas, económicas y todas las menudencias de la vida judía en el Talmud, eran al mismo tiempo los héroes populares como Rabi Akiva, y Rabi Shimón Bar Iojai.

¡Imagínense por otro lado al famoso antropólogo Levy Strauss como un indio piel roja! Más tarde, cuando ya estuve profundamente inmerso en el estudio del Talmud, descubrí que la forma en que fue escrito y es estudiado respondía a una necesidad básica que albergaba dentro de mí desde mi infancia.

Mis padres acostumbraban a decirme que no debía mover mis manos mientras hablaba, y tampoco debía hablar como cantando. Cuando pregunté por qué, me respondieron que eso me hacía parecer judío. Fue en Israel que presencié por primera vez el estudio del Talmud con los movimientos “prohibidos” de las manos y ese canto. Entonces comprendí cuán ancestral era ese movimiento que se encontraba dentro de mí. El judaísmo es una pregunta que no puede ser ni respondida ni evitada.

La existencia de cada individuo judío es la respuesta, más comúnmente sin que siquiera él sea consciente de su significado. Usualmente, antes de que esta pregunta sea formu‐lada, la respuesta ya está allí, tan fuertemente predeterminada por la educación, el ambiente, y otras circunstancias que, según creo, ni siquiera la mente más independiente entre nosotros pueda postularla incondicionalmente. Y cuando la expresamos con palabras, las cosas se ponen peor. La mayoría de nosotros trata de presentar los resultados de impulsos e influencias desconocidas como si se trataran de una elección consciente…

Fuego

Hay 39 categorías de “trabajo” prohibidas en Shabat, deriva‐ das de los 39 tipos diferentes de trabajo que se requirieron para construir el Santuario. Como a cada judío se le ordena erigir un “Santuario” para Di‐s en el sentido espiritual, estas leyes revelan muchas lecciones importantes para nuestro servicio Divino.

Leemos en la primera de las dos porciones de la Torá de esta se‐ mana, prender fuego es uno de estos trabajos prohibidos, ya que dice: “No encenderás fuego en tus habitaciones en el día de reposo”. La definición estricta de “prender fuego” requiere que se obtenga algún tipo de beneficio del acto: ya sea iluminación, calor o con el propósito de producir cenizas. En términos espirituales, esto significa que el “fuego”, en sí mismo, no se considera un componente real de nuestro servicio Divino a menos que produzca un beneficio práctico.

“Fuego” se refiere a la llama innata dentro del alma judía, como dice: “La vela de Di‐s es el alma del hombre”. Se requiere que el judío encienda y anime este fuego interior, hasta que todo su ser esté im‐ pregnado de anhelo de reunirse con su Fuente Divina.

En el judaísmo, sin embargo, la elevación espiritual no es un fin en sí mismo. El objetivo no es sentirse elevado y cercano a Di‐s, en la medida en que el mundo físico y mundano pierda importancia.

La Torá enseña que este no es un verdadero “fuego”, porque aunque es puro, carece de propósito. Para construir un “Santuario” genuino, el amor ardiente de un judío por Di‐s debe resultar en consecuencias y acciones reales.

Esto se refleja en el fenómeno físico de las cenizas. Las cenizas son un símbolo del nivel más intenso de corporalidad, por lo que permanecen después de que otra materia se quema y se consume por completo. De hecho, todo el propósito del “fuego” de un judío, es decir, la exaltación espiritual, es producir “cenizas”, impregnar los niveles más bajos de existencia con la Torá y las Mitzvot.

El refinamiento del plano físico a través de la Torá y las Mitzvot es el objetivo subyacente de la creación del mundo. Cuando un judío utiliza objetos físicos por el bien del Cielo, alcanza la más elevada de las alturas espirituales y cumple la voluntad de Di‐s, según el dicho “La acción es lo principal”.

El servicio de cada judío individual que eleva su propio rincón del mundo conducirá a su vez a la máxima elevación de la creación: la venida del Mashíaj y la Redención Final.

Adaptado del Vol. 36 de Likutei Sijot

Detener la corrupción

Transparencia y Rendición de cuentas son las nuevas palabras de moda para el gobierno corporativo del siglo XXI. Sin duda, gente honorable acepta cualquier esfuerzo genuino para detener la corrupción y la deshonestidad en cualquier esfera de la sociedad tanto sea corporativa, gubernamental o personal. Pero, ¿es un fenómeno nuevo? ¿Es la nuestra, la primera generación en la historia que se preocupa por estos temas?

En lectura de la Torá de esta semana, Pekudei (Shemot 38‐40), aprendemos de los días de Moshé, una contabilidad transparente y detallada que se llevó a cabo sobre las donaciones realizadas por los israelitas para la campaña de construcción del Santuario y sus recipientes sagrados. Las contribuciones de oro, plata y cobre, fueron pesados para que nadie pudiera lanzar ningún entredicho acerca de la integridad de Moshé y su equipo. De hecho, los comentarios derivan de este episodio que aquellos responsables de los fondos de la caridad deben asumir la responsabilidad. Todos tenemos que ser “inocentes a los ojos de Di‐s y el hombre”

“Pirkei Avot” nos recuerda que debemos considerar que algún día, todos se enfrentarán a la rendición de cuentas final. Cada uno de nosotros compareceremos ante el tribunal celestial para dar un “Din vejeshvon”, “una justificación completa y un contable” por la forma en la que hemos vivido nuestras vidas.

Es fascinante observar que de alguna manera el Talmud (Shabat, 31a) nos dice las preguntas reales que serán formuladas por ese Tribunal Supremo. La primera pregunta no va a ser: “¿Usted creyó en Di‐s?”, o “¿Ayunaste en Iom Kipur?” Lo creas o no, la primera pregunta en este final de los exámenes va a ser la siguiente: “¿Fuiste leal en los negocios?”. No qué tan religiosos fuimos con Di‐s, sino cómo fueron llevados a cabo los asuntos de negocios. “¿Fuiste honesto y leal con la gente?”. La segunda pregunta, sin embargo, va al corazón de nuestro judaísmo: “¿Reservaste un horario fijo para el estudio de la Torá?”. Parecería que familiarizarse con la Torá y convertirse en un judío con conocimiento, es la llave que abre las puertas a todo lo demás en la vida judía.

¿No es una anomalía de nuestro tiempo que muchas de nuestras mentes legales más brillantes, abogados, defensores y jueces, nunca hayan abierto una página del Talmud, la enciclopedia clásica de la ley Judía? ¿O que algunos de nuestros mejores médicos no conozcan los escritos médicos de Maimónides, el gran médico y erudito del siglo XII? ¿O que nuestros magnates de los negocios más brillantes siguen siendo judaicamente iletrados? Cuando se trata de cruzar un semáforo en rojo, la ignorancia de la ley no es excusa. Ninguno de los policías de tráfico va a aceptar la historia de que el conductor no sabía que era ilegal. En nuestra época, con tantas nuevas oportunidades disponibles para el estudio de la Torá, la ignorancia Judía no se puede concebir. Si antes el Talmud era un libro de difícil acceso, en la actualidad se puede encontrar disponible en español, inglés y otros idiomas. Las oportunidades de estudios judaicos abundan en todas las comunidades. Y si uno se encuentra geográficamente impedido, el Internet puede hacer maravillas. Asegurémonos que cuando la Policía en el Cielo nos empuje para “hacernos unas cuantas preguntas” todos seamos capaces de responder afirmativamente.

¿Qué sucedió con todos los elementos sagrados de oro y piedras preciosas del Beit HaMikdash?

En el libro Elef Dor (recopilado por Ierujam Horowitz), que es un compendio de datos extraídos de la Biblia, los exégetas, la Mishná, el Talmud, midrashim, respuestas de los Rishonim y Ajaronim, etc, hallamos respuestas y datos desconocidos. “No existe número para cuantificar el oro y la plata y tesoros que sustrajeron los romanos de Jerusalém. El historiador Iosef Ben Matitiahu (Flavio Josefo) relata que la cantidad de oro hallada por los soldados era tan grande en la ciudad y el Templo, que esto provocó un marcado descenso del precio del oro en la zona, hasta la mitad de su costo habitual.

La vid de oro gigante realizada por Herodes que Iosef describe, también fue llevada a Roma: “Era de oro puro. Estaba colocada sobre una de las columnas y pesaba 1000 piezas de oro. Había sido realizada por orfebres profesionales. Las hojas estaban hechas en oro verdoso y los frutos llevaban incrustadas piedras preciosas. Era una pieza increíble que deleitaba a todo aquel que la observaba…” Uno de los cohanim, amenazado de muerte, descubrió ante los romanos depósitos de lana turquesa, roja, hilos de lino y enormes cantidades de fragancias costosas que se usaban para el Incienso. Además, entregó a Tito dos Menorot (Can‐ delabros) de oro, similares en tamaño al Candelabro del

Beit Hamikdash. También mesas, tenedores y fuentes de mucho peso realizadas en oro puro. Hallaron el lugar secreto donde se guardaban las vestimentas del Sumo Sacerdote y numerosas piedras preciosas.

Otra fuente de suministro de oro para los romanos fueron los propios habitantes de Jerusalém. Muchos de los utensilios importantes fueron llevados por los soldados y bastante tiempo después podían verse entre los tesoros de Roma: el Tzitz‐ Placa de oro para el turbante del Sumo Sacerdote, un Candelabro de Oro, el Parojet‐ cortina Divisoria entre el Kodesh‐ Santo‐ y el Kodesh HaKodashim‐Santo de Santos. Incluso el famoso trono de oro del rey Shlomó (o sus partes). Rabí Itzjak Abarbanel testifica: “También fueron sustraídas piedras preciosas de Ierushalaim. Y muchas de ellas se hallan aún en Roma y la ciudad de Pisa y otras localidades”. Cuando Tito llegó a Roma, se organizó en su honor una marcha de victoria. Iosef Ben Matitiahu la relata en detalle (La guerra de los judíos‐ tomo VII). Entre otros datos describe: “De entre todos los tesoros del botín, sobresalían los utensilios que fueron llevados del Beit HaMikdash de Ierushalaim. La pesada mesa de oro puro, la gran Menorá – Candelabro de oro. Y como trofeo, desfiló un Sefer Torá (Rollo de Torá) de los judíos*…”

Arriesgo su vida

1918. La guerra civil estalló entre los rojos y los blancos en Rusia. Después de unos meses de amargas luchas callejeras, los Rojos vencieron. Los comunistas comenzaron a gobernar por la fuerza a los millones de ciudadanos rusos.

Para establecer firmemente su posición, compilaron medidas para regular la vida de los ciudadanos. No podían congregarse por la noche, y durante el día se permitía que se reunieran pocas personas, para que no intentaran conspirar contra el gobierno.

A partir de 1919, el gobierno tomó medidas más duras. Establecieron leyes que limitaban las actividades y la autoridad de las instituciones religiosas. Seguían a los rabinos y organizaban pesquisas en sus hogares en busca de pruebas de rebelión.

Un día llegaron a la casa de rabi Shalom Dovber de Lubavitch, el Rebe Rashab, en Rostov. Un grupo de soldados con rifles irrumpió en la casa del Rebe para buscar ma terial antirrevolucionario. Se ordenó a los miembros del hogar que no se movieran. La vista de los soldados armados era aterradora, y el Rebe les comentó a los que estaban a su alrededor que lo correcto sería que los soldados quitaran las bayonetas de sus rifles.

Todos en la casa estaban aterrorizados, mirando en silencio mientras los soldados revolvían la casa en su búsqueda. Ninguno se atrevió a repetir a los soldados lo que dijo el Rebe. Pasó otro momento, y Rabi Iaakov Landau, joven rabino que era un miembro de la casa en la casa del Rebe, habló valientemente con el oficial al mando y le pidió que considerara el honor del Rebe y que quitara las bayonetas.

El oficial podría haber ordenado que golpearan al joven, pero sorprendentemente, el oficial dijo a sus soldados que respetaran los deseos del Rebe.

Pero la búsqueda no había terminado. Los soldados continuaron, y uno de ellos encontró una caja de tabaco que el Rebe usaba en Pesaj. El soldado se la guardó en el bolsillo. El Rebe observó el robo y gimió, diciendo a los que lo rodeaban que la caja era preciosa para él y que estaba dispuesto a canjear la caja de rapé de Pesaj, que estaba hecha de hojalata, por otra diferente de plata.

Los miembros de la familia pensaron que no era un momento propicio para discutir con los soldados por algo tan insignificante. Una vez más, fue el rabino Iaakov Landau quien arriesgó su vida y, como un jasid leal, accedió a la solicitud del Rebe. Se volvió hacia el oficial y le pidió que le dijera al soldado que devolviera la caja.

Nuevamente los presentes estaban seguros de que el oficial, un hombre malvado cuyo odio por los judíos ardía en sus ojos, ordenaría el arresto del rabino Landau, pero increíblemente, se volvió hacia los soldados, con el rostro enrojecido de ira, y dijo que quienquiera hubiera robado la caja debía sacarla de su bolsillo y ponerlo sobre la mesa, de lo contrario lo lamentaría. En cuestión de segundos, uno de los soldados sacó a regañadientes la caja de su bolsillo y la colocó sobre la mesa.

El Rebe pareció complacido hasta que notó que la tapa de la caja se había abierto. Su rostro estaba abatido de nuevo y dijo que ya que la caja se había abierto ya no la necesitaba, pues posiblemente el soldado hubiera tenido una partícula de jametz en su bolsillo.

Cuando los soldados salieron de la casa, una bala de uno de los soldados disparó accidentalmente al soldado que había robado la caja y lo mató en el acto.

Este difícil episodio dejó su huella en el Rebe Rashab, quien dijo que no podía seguir viviendo con los comunistas. Poco después, el 2 de Nisan de 1920, falleció.

Cuidar la cara

“Y lavarán de él, Aarón y sus hijos, a sus manos y a sus pies” (Shemot 30:19)

En nuestra Parshá, el Altísimo ordena a Moshé a construir una fuente de cobre para lavarse, y colocarla frente al Ohel Moed, la “carpa” del Santuario. Esta fuente era utilizada por los sacerdotes, los cohanim, previo a su servicio en el Santua-rio, como está escrito1: “Y lavarán de él Aarón y sus hijos a sus manos y a sus hijos cuando vengan al Ohel Moed”. Este lavado tenía dos objetivos: 1) Limpieza y purificación: Se requiere del Cohen una limpieza y purificación adicional previo a su inicio del servicio a Di-s en el Santuario. 2) Santidad: a través del lavado, el cohen alcanzaba un mayor nivel de santidad, y por eso, este lavado también se lla-maba- “la santificación de las manos y los pies”2  

TODOS SOMOS COHANIM

Es verdad que el Sagrado Templo está destruido, pero el sentido conceptual de sus servicios y su estructura permanece vigente también en la actualidad. En ese sentido, todo judío es una suerte de “cohen”, siendo que la totalidad del pueblo de Israel es llamada en el texto bíblico como “un reino de sacerdotes y una nación santa”3. Y efectivamente el concepto del lavado previo al servicio al Creador se cumple también en nuestra vida. El Rambam escribe en las Leyes de la Plegaria4: “Por la mañana- lava su cara, sus manos y sus pies, y luego habrá de rezar”. Es sabido5, que las Plegarias están en lugar de las ofrendas que eran traídas en el Sagrado Templo, y el lavado previo a la Plegaria es similar a la purificación y santificación de los cohanim previo al servicio en el Santuario.  

LAVAR LA CARA

El Rambam agrega un detalle que no aparece entre las instrucciones de la Torá para los cohanim: a ellos se les ordenó lavarse sólo sus manos y pies, mientras que el Rambam agregó también el lavado de la cara. Hay en ello también un sentido especial relacionado a la época posterior a la destrucción del Sagrado Templo. Las manos y los pies simbolizan la fuerza para hacer que posee el hombre, mientras que la cara simboliza las fuerzas más internas- el intelecto, la vista, el oído, la palabra y similares.

Los temas mundanos deben realizarse por medio de las manos y los pies- es decir, en ello debe invertirse sólo las capacidades y las fuerzas más externas que hay en nosotros, como está dicho6: “con el esfuerzo de las palmas de tus manos comerás” debe invertirse las ‘palmas’ en la vida mundana, mientras que las fuerzas y capacidades más elevadas hay que guardarlas para lo que es la esencia de la vida- el servir al Altísimo.  

EL INTERIOR SIEMPRE ESTÁ PURO

Y aquí aparece la diferencia entre la época del Templo a nuestros días: en la época del Sagrado Templo ‘la cara’ estaba de por sí separada de lo mundano, y por ende no había necesidad de una purificación y santificación especial previo al servicio en el Templo. Pero en el exilio, cuando la tranquilidad se ve perturbada por el Galut, y puede ocurrir que también las fuerzas internas del hombre estén sumergidas en la vida cotidiana- entonces se requiere de una purificación adicional, para purificar también a ‘la cara’.

Este es el sentido conceptual de lo que el Rambam agrega la necesidad de lavarse también la cara antes de la Plegaria. Sin embargo, hay legisladores halájicos7 que no marcan como obligación el lavado de la cara antes de rezar. De acuerdo a su opinión la misma declaración del judío de inmediato al levantarse de su sueño “Agradezco yo frente a Ti”- enfatiza que la esfera interior del ser siempre permanece ligada al Altísimo, y por eso no hay necesidad de una acción especial de purificación de ‘la cara’ y lo interno.

Puesto que el interior del judío está siempre preparado para servir a Hashem y no hay impureza alguna que pueda dañarlo. Y como el conocido dictamen del Rambam8 que todo judío siempre quiere cumplir la voluntad de su Creador.

(Likutei Sijot Tomo 31, Pág. 184)  

NOTAS: 1.Shemot 30:19 2.Mishná Iomá 28,a 30,a 31,b Ramban Hiljot Tefilá Cáp.5 Halajá 1 3.Shemot 19:6 4.Cáp. 4 Halajá 3 5.Brajot 26,b 6.Tehilim 128:2 7.Shulján Aruj Admur Hazaken, Siman 1, inciso 5 8.Final Cáp. 2 de Hiljot Guirushín 

Mi padre es judío… ¿Por qué tengo que convertirme?


Después de salir de Egipto, donde sufrieron como esclavos y fueron atormentados por ser judíos, los israelitas llegaron al monte Sinaí. Allí les dijeron que tenían que aceptar formalmente la Torá y convertirse al judaísmo sumergiéndose en una mikve (baño ritual). Podrían haber tenido la misma queja: siempre hemos sido judíos, hemos sufrido terriblemente por eso, ¡¿y ahora nos dicen que tenemos que convertirnos en judíos?!

De hecho, ya eran judíos en el sentido étnico, pero aún no se habían convertido en judíos en el sentido religioso. Nacieron en el clan, pero aún no se habían comprometido con la misión. Solo al aceptar sinceramente la Torá asumieron la identidad judía completa en cuerpo y alma. Los israelitas de antaño tuvieron su momento de la verdad:

¿Estoy listo para estar delante de Di‐s y comprometerme a ser judío? ¿No solo por un día o una semana o un año, no solo por mi vida, sino por generaciones?

Y dijeron que sí. El poder de ese momento aún resuena. Todos los judíos que viven hoy en día descienden de una madre que se convirtió al judaísmo, que dio ese paso, ya sea en el monte Sinaí o en algún momento desde entonces. Ahora tienes tu momento de la verdad. Puedes ser cultural y étnicamente judío, como ya lo eres. O puedes pararte en tu propio Sinaí y decirle que sí a Di‐s. Deja a un lado la emoción y tómate esta decisión en serio.

Si no, sigue adelante, deja cosas pendientes para tus hijos y los de ellos. Pero si lo haces, tu compromiso es para siempre, para todas las generaciones, de una vez por todas.

Frutos del pensamiento

Canción de cuna y buenas noches… Para la mayoría de nosotros, la falta de sueño es habitual. Ya sea que nos hayamos quedado despiertos para equilibrar la chequera, o para ponernos al día con los últimos detalles de nuestro emprendimiento, o porque no pudimos dejar ese libro, el despertador suena mucho antes de que durmamos lo suficiente para sentirnos descansados.

Incluso si logramos ir a dormir en horario, suceden cosas que alteran nuestro descanso: el teléfono; un bebé que llora; el ruido del camión de la basura a las 3 de la mañana, etc.

Los investigadores del sueño relatan los pros y los contras de la valeriana, melatonina, el ejercicio, baños calientes, la leche tibia o una comida sólida. También le dirán que cuanto mayor uno es, es más probable que se queje de su falta de sueño. Aunque no necesariamente ofrecen consejos sobre cómo conciliar el sueño o permanecer dormido, las enseñanzas judías tienen qué decir sobre cómo ayudar a que la noche de sueño sea lo más agradable y dulce posible.

El primer paso para dormir bien por la noche es cumplir una mitzvá. En realidad, la última mitzvá del día, decir el “Shemá antes de retirarse a dormir”.

Muchos Sidurim también contienen un párrafo corto pero asombrosamente poderoso como parte de las oraciones antes de dormir en el que declaramos que perdonamos a cualquiera que nos haya enojado o pecado contra nosotros, y pedimos la ayuda de Di‐s para no repetir nuestras fallas del día anterior. Dicho con sinceridad, esta oración seguramente ayudará a dormir bien por la noche.

Y, tal vez, es por eso que el rey David, compositor de los Salmos, escribió (4: 9): “Me acuesto y duermo en paz, pues sólo Tú Hashem, me permites reposar confiado” Cuando somos uno con todos, cuando hemos soltado el equipaje del día, no solo podemos acostarnos, sino también dormirnos.

Estudiar Torá durante el día y la noche también te ayudará a dormir bien. En Proverbios (3:24) leemos sobre el beneficio del estudio de la Torá: “Cuando te acuestes, no tendrás miedo, te acostarás y tu sueño será dulce”.

Unos pocos capítulos más adelante en Proverbios (6:20, 22) se nos aconseja “guarda el mandamiento de tu padre, y no abandones la Torá de tu madre” porque “cuando duermas, te guardará”. Esto alude al hecho de que hacer Mitzvot y estudiar Torá nos protege mientras dormimos. Saber que estamos a salvo seguramente puede ayudarnos a dormir mejor por la noche. 

Cuando tomamos en serio estas enseñanzas, seguramente despertaremos renovados y listos para afrontar otro día. En última instancia, el aumento en el estudio de la Torá y las Mitzvot acelerará el amanecer del gran día de la Redención Mesiánica, cuando todos los que están dormidos, incluidos los que “duermen en el polvo”, se despertarán y revivirán, que suceda. Ahora.

¿Tienes algo importante para decir?

Generalmente tenemos solo una oportunidad para comunicar un mensaje importante. Si perdemos esa oportunidad, luego la segunda vuelta lo que se recibe es muy mínimo.

En la historia de nuestra nación de hace 3300 años, Di‐s se dirigió a nosotros solamente una vez, cuando descendió sobre la montaña de Sinaí y nos dio los Diez Mandamientos. Sin ninguna duda, el Creador utilizó esta oportunidad al máximo asegurándose de que escucharan.

El Midrash dice que la voz de los Diez Mandamientos no tenía eco. El eco ocurre cuando las ondas del sonido se encuentran con una obstrucción. La voz de Di‐s no tuvo eco porque penetraba la materia. Con esto, Di‐s nos dejó un perfecto prototipo a seguir en aquellas ocasiones en las que queremos que nuestras palabras se tomen en serio. Aquí hay algunas enseñanzas de conversaciones de Gran Comunicación:

No de paso

No fue de repente o inesperado. Tampoco fue: “Oh qué bueno que estás aquí. Hay algo que quería discutir contigo…” Con tres días de anticipación, Di‐s se dirigió a los Israelitas para decirles que tenía un importante mensaje que darles. Cuando llegó el momento, la nación estaba preparada y curiosa. Ellos estaban esperando el momento, entonces fueron receptivos.

Elige tu tiempo

Aparentemente, Di‐s no quiso dirigirse a una nación cansada. Eligió el momento en el que tuvieron sus mentes limpias. Elige cómo “Cuando Di‐s entregó la Torá, el pájaro no trinó…” (Midrash). Al contrario de la popular concepción, el Talmud nos dice que Di‐s no hace milagros simplemente para impresionar. Cada milagro tiene su propósito.

Entonces, ¿por qué Di‐s dejó todos los sonidos a un lado menos el Suyo? Porque de esta forma Di‐s creó una atmósfera en la que los receptores sólo lo escuchaban a Él sin distracciones.

Usa los dos lados de tu boca

Antes de deliberar tu mensaje, pregúntate a ti mismo: “¿Estoy dirigiendo este mensaje desde todas las direcciones?, ¿O hay alguna parte en mí que está queriendo transmitir otro mensaje a la misma vez? Si aún no has interiorizado tu mensaje, entonces hay pocas chances de que la otra persona sea receptiva.

Todo el grandioso evento se centró en los Diez Mandamientos, expresado en exactamente 620 letras.

Dejó lugar para considerar los múltiples significados y enseñanzas. Dejó lugar para pensar y no para sofocar. ¿Has dejado a la otra persona pensando? ¡Ya está siendo receptivo!

Leyes de caridad


Tzedaká (significa literalmente justicia pero se la utiliza para significar caridad), es una característica de la descendencia de nuestro padre Abraham: “Pues bien sé que mandará a sus hijos, y a su casa después de él… y hagan justicia (tzedaká) y derecho” (Génesis 18:19). ·

Es un precepto bíblico dar caridad al pobre.

·Si alguien ve a un pobre solicitando caridad y da vuelta el rostro para otro lado para evitar así dar la limosna, esa persona transgrede el precepto bíblico que dice; “No endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre”(Deuteronomio 15:7).

·Se debe alimentar y vestir a los pobres, tanto a los pobres de Israel como a los gentiles.

·Se exige de cada persona hacer tzedaká de acuerdo a sus medios. Incluso un hombre pobre que recibe tzedaká puede hacer tzedaká, aun si sólo puede ofrecer algo mínimo.

·¿Cuánta tzedaká debe dar una persona? Una cantidad promedio seria la décima parte de lo que una persona gana durante el año.

·Todo aquel que demuestra compasión por otros se le muestra a su vez compasión a él, porque está escrito.

“El Señor te haga gracia y misericordia y te multiplique…” (Deuteronomio 13:18).

Ofrecer dádivas aún a los propios padres, si es que estos necesitan de esa ayuda, es considerado también como una observancia de la mitzvá de tzedaká.

·Está prohibido dejar ir a una persona pobre con las manos vacías y debe dársele por lo menos una pequeña cantidad. Si no se tiene nada para darle, se debe al menos mitigar los sentimientos de la persona pobre con palabras reconfortantes.

·La tzedaká debe darse con alegría y con simpatía. Si uno la da con displicencia y con expresión sombría, aunque se trate de una magnífica suma, pierde el mérito de su propia obra.

·Está prohibido increpar con cólera a un hombre pobre o alzarle la voz, porque su corazón ya está destrozado y su espíritu quebrantado. Hay ocho grados de caridad, cada uno más elevado que el anterior. En orden ascendente son los siguientes:

·El octavo y más bajo grado de caridad es cuando se hace a desgano.

·El séptimo nivel, es cuando se da menos de lo que se puede, pero con alegría.

·El sexto nivel, es cuando se da directamente al pobre cuando aquel lo solicita.

·El quinto nivel, es cuando se da la limosna directamente al pobre sin que éste lo solicite.

·El cuarto nivel, es el de la donación indirecta. El que recibe conoce al donante, pero aquel no conoce la identidad del beneficiado.

·En el tercer nivel, el donante conoce la identidad del que recibe, pero el que recibe no conoce la identidad del donante.

·En el segundo nivel el donante no conoce al que recibe y a su vez, el que recibe no conoce al donante.

·La forma más elevada de caridad es ayudar a mantener a una persona antes de que se empobrezca, ofreciéndole una ayuda sustancial en forma digna, otorgándole un crédito adecuado o ayudándole a encontrar un empleo o establecer un comercio, de manera que no se vea obligado a depender de otros