Llanto Injustificado

Cuando los espías que Moshé envió para inspeccionar la Tierra de Israel regresaron al campamento judío en el desierto de Paran luego de cuarenta días, profirieron calumnias en contra de ella: La tierra por la cual hemos transitado para explorarla es una que devora a sus habitantes (Números 13:32). La gente murmuraba en sus tiendas, diciendo: “¿A dónde somos conducidos? ¡Nuestros hermanos han llenado nuestros corazones de miedo!” Aquel día fue un 8 de Av, víspera de Tishá be Av.

Cayó la noche, y la nación se sintió abatida. Toda la congregación alzó su voz angustiada, y el pueblo lloró aquella noche. Todos los Hijos de Israel protestaron contra Moshé y la congregación entera les dijo: ¡Ojalá hubiésemos muerto en la tierra de Egipto o en este desierto, ojalá hubiésemos muerto! ¿Por qué motivo nos conduce Di-s a esta tierra para perecer por la espada? Nuestras esposas e hijos serán tomados cautivos; ¡es mejor para nosotros que regresemos a Egipto! Cada hombre dijo a su prójimo: Volvamos a Egipto (Números 14:1-5).

Y el pueblo lloró aquella noche — Rabí lojanán enseñó: Era Tishá beAv. Di-s les dijo: “Vosotros lloráis sin razón alguna, y por eso fijaré (este día) como uno de llanto para todas las generaciones futuras (Talmud, Taanit 29b).

Constituían una generación verdaderamente ilustre. Habían visto con sus propios ojos las insignes maravillas, señales y milagros que Di-s obró en Egipto y en el mar. Ante ellos los cielos mismos se abrieron. Habían percibido a Di-s y oído Su voz hablándoles de en medio del fuego. Constituían una generación cuyo alimento provenía de los cielos —el maná— y cuya sed era saciada por agua que brotaba de una roca —la Fuente de Miriam—, en contraste con el resto del mundo, que obtiene su pan de la tierra y su agua de los cielos. Su Rey y Amo había transformado para ellos un desierto yermo en un jardín paradisíaco. Estaban rodeados por las Nubes de Gloria Divina y eran guiados, durante el día, por la nube de Di-s, y por la noche, por Su columna de fuego. Constituían una generación que tenía a Di-s siempre cerca; El moró entre ellos y destruyó a sus enemigos. Estaban en camino a heredar la tierra de sus antepasados, el país que Di-s les había prometido: Observa, Di-s ha puesto la tierra ante ti, asciende y toma posesión… no temas ni te acobardes (Deuteronomio 1:21). Di-s los amaba y perdonó sus pecados, aun cuando muy a menudo se rebelaron en Su contra. El los cargó y transportó como sobre las alas del águila para llevarlos hacia Su legado.

Fue apenas ayer cuando se encontraban de pie ante el Monte Jorev en el desierto del Sinaí, a una distancia de tan sólo once días del desierto de Paran —próximo a su heredad— viajando por Seír —la ruta más corta—. Sin embargo, tomaron el camino más largo, rodeando el monte Seir, y aun así llegaron al lugar en tres días, pues Di-s les acortó el camino.

¿Cuál fue el propósito de todo ello? Por Su gran amor hacia el pueblo de Israel y hacia la Tierra Prometida, Di-s acortó su camino para que de esa forma pudieran ingresar a su heredad más rápido aún. No obstante, esta generación, cuyos deseos, todos, fueron cumplidos, cuando se le dijo asciende y toma posesión de la tierra, perdió toda su fe, abandonó su esperanza, y en lugar de albergar un enorme sentimiento de alegría se sumió en el duelo; en lugar de entonar alabanzas, rompió en llanto. ¿Cómo es posible explicar su comportamiento?

En verdad, hay muchas otras preguntas que pueden plantearse. Los espías que Moshé envió eran héroes espirituales. Su fe era tan sólida que no temían ir por los caminos más peligrosos a fin de explorar la tierra. Eran también físicamente fuertes, capaces de transportar pesadas cargas sobre sus hombros a lo largo de cientos de kilómetros. ¿Por qué se desvanecieron sus corazones y atemorizaron a los del resto del pueblo ante la fortaleza de los habitantes de la tierra a la cual estaban por ingresar? ¿Acaso estos eran más fuertes que los egipcios, ante quienes los mismos reyes canaanitas se sometían, antes de que el pueblo de Israel saliera de Egipto?

Con excepción de Calev ben lefuné y lehoshúa bin Nun (y la tribu de Leví), no hubo un solo hombre en toda la nación que no se uniera a los espías en la queja. La Torá (Números 14:1-2) nos dice: Toda la congregación… lloró… y todos los Hijos de Israel protestaron contra Moshé y Aharón…y toda la congregación sugirió lapidarlos. La Torá enfatiza tres veces que toda la nación se unió a los espías, que no había un solo hombre entre ellos cuya fe en Di-s permaneciera firme. ¿Cómo es posible que todo el pueblo se transformara súbitamente en una congregación de rebeldes, diciendo (ibíd. 14:3): ¿Es mejor para nosotros que regresemos a Egipto’?

Los espías eran culpables de haber difamado la tierra pero el pueblo fue aún más lejos y profirió calumnias contra Di-s, Quien siempre les había demostrado compasión: Por el odio que Di-s siente hacia nosotros nos había sacado de la tierra de Egipto, afín de entregarnos en manos de los cananitas para que nos aniquilen (Deuteronomio 1:27). ¿Cómo podía pronunciar una nación santa semejante blasfemia? ¿Cómo podía hablar una nación sabía con tanta insensatez?

Dado que todo este suceso contiene tantos elementos desconcertantes, no podemos conformarnos con una explicación netamente literal, en menoscabo del pueblo de Israel. Las Escrituras mismas testimonian que Israel es un pueblo sabio y entendido, y además, nunca hubo una nación sobre la tierra que perdiera sus sentidos nacionales tan rápido y de repente, de una sola vez. Por lo tanto, estamos obligados a buscar otra explicación para este hecho tan intrincado.

Extraído de “Nosotros en el Tiempo” de Editorial Kehot.



Ruth, la razón de ser

El Libro de Ruth fue escrito por el profeta Shmuel.

Es apropiado leer el Libro de Ruth en Shavuot, por dos razones:

Primero, porque nos da una visión de la cosecha, y cómo eran tratados los pobres durante esta época, con bondad y amor.

En segundo lugar, porque Shavuot es el aniversario de la muerte del rey David, y en el Libro de Ruth tenemos el origen de la Casa de David. El Rey David fue el bisnieto de Ruth y Boaz.

Pero quizás la razón más importante para la lectura del Libro de Ruth en este festival sea el hecho de que nos brinda una vivida descripción del perfecto Guer Tzedek, el prosélito o converso al judaísmo.

Shavuot es la época de la “Entrega de Nuestra Ley”, y cuando la recibimos, nosotros también, como el Guer Tzedek, juramos aceptar la Torá y cumplir sus 613 Mitzvot —mandamientos—.

La aceptación sin vacilaciones de la Torá y sus magníficas enseñanzas es nuestro orgullo. A pesar de todas las aparentes restricciones y responsabilidades, que coloca sobre los hombros de todo judío adulto, tenemos conciencia del privilegio de formar parte del “pueblo elegido” por Di-s.

Sin embargo, no buscamos prosélitos, o conversos.

Cuando un Guer viene y dice que quiere abrazar el judaísmo, nuestra Torá nos dice que es deber nuestro indicarle todas las dificultades y el peso de la responsabilidad que cabe a cada judío para cumplir dignamente la Torá. Debemos demostrarle que está eligiendo un camino muy difícil, y un modo de vida que no es popular en el resto del mundo.

Si, a pesar de todas estas consideraciones y advertencias, el Guer insiste en su deseo de abrazar el judaísmo, entonces sí podemos estar orgullosos de aceptar a un hombre así en nuestra congregación, pues seguramente será un judío devoto y sincero.

Onkelos, el famoso autor del Targum (traducción de la Biblia al arameo), fue un Guer Tzedek, y también lo fue Ruth.

Ruth era una princesa Moabita que profesaba altos ideales.

No estaba satisfecha con la adoración de ídolos en su propio pueblo, y cuando se presentó la oportunidad, abandonó los privilegios de la nobleza en su tierra para aceptar una vida de pobreza entre el pueblo que admiraba.

He aquí cómo ocurrió.

Eran los días en que los Jueces regían Israel.

Los hijos de Israel se habían alejado de la observancia de la Torá, haciéndose acreedores al castigo de Di-s. El hambre reinaba en toda la tierra.

Había un cierto personaje en Judea llamado Elimelej. Era un rico mercader que no estaba acostumbrado al hambre y la pobreza, y pensó que podía escapar a la miseria yéndose a otro lado. Junto con su esposa, Naomí, y sus dos hijos, emigró a Moav.

Ruth se hizo amiga de la familia judía, y comenzó a comparar su modo de vida, diferente, con el que ella llevaba.

Aprendió a admirar las leyes y costumbres judías, y la desazón que había sentido ante la vacía adoración de ídolos por parte de su pueblo se transformó en abierta crítica.

De esta manera, cuando uno de los hijos de Naomí le propuso matrimonio, se sintió feliz y orgullosa de aceptar.

No tuvo remordimientos por lo que dejaba atrás, su vida plena de lujos en el palacio, su título real, las posibilidades de riqueza y honores en el futuro. Todo lo que veía era el egoísmo y la crueldad de su gente, y la diferencia notoria con los judíos, a quienes ya se sentía profundamente ligada.

Elimelej y sus dos hijos murieron, y Naomí se convirtió en una pobre viuda, sin saber hacia dónde ir o qué hacer.

Por eso, Naomí dijo a Ruth y a su otra nuera, Orpá (también moabita): —Hijas mías, debo irme, y he decidido regresar a mi ciudad natal, Bet-Lejem. Las cosas no pueden estar muy bien allí, y no hay razón para que vosotras también sufráis. Aceptad mi consejo, entonces, y regresad a la casa de vuestros padres. Vuestros esposos están muertos, y quizás, si os quedáis en vuestra propia tierra, podréis encontrar otros hombres y volver a casaros. Yo he perdido a mis hijos para siempre, pero vosotras sois jóvenes, y podréis encontrar nuevos maridos.

Orpá se entristeció, besó a su bondadosa suegra y se despidió de ella. Ruth se aferró a Naomí llorando y le suplicó que le permitiera ir con ella. Se lo imploró con palabras emocionadas, diciendo: —No me pidas que te deje y me vuelva, pues donde tú vayas, allí iré yo, y donde tú te hospedes, allí me hospedaré yo; tu pueblo es mi pueblo, y tu Di-s mi Di-s; donde tú mueras yo moriré, y allí seré enterrada; que ésto y más me haga el Señor si nada más que la muerte nos separa.

Ruth era perfectamente consciente de lo que hacía. Naomí le había recordado las dificultades que el judío enfrentaba en todo momento, pero con todo, permaneció firme en su propósito de seguir a su suegra y aferrarse a la fe de su adopción, que se había vuelto tan preciosa para ella. El futuro probaría que Ruth sería recompensada con justicia por su resolución, mas, aún en su pobreza, Ruth no tuvo remordimientos. Era la época de la cosecha cuando Ruth y Naomí llegaron a tierra de lehudá —Judea—.

Ambas estaban cansadas de su viaje, y Ruth insistió que Naomí descansara, mientras ella salía a los campos de Bet-Lejem para encontrar algo con qué paliar el hambre.

Ruth penetró en un campo donde muchos hombres estaban ocupados cortando trigo, mientras otros los ataban con hojas y otros más los apilaban en carretas para su transporte.

Un poco vacilante, pero alentada por el hambre y el pensamiento de que debía obtener algo de comer para su suegra, Ruth ingresó al campo y se sentó a descansar, y ver si allí tenía suerte. —¡Di-s sea contigo, extraña!

Ruth hizo señas de haber recibido el amable saludo. Se sintió aliviada al escuchar a la misma persona bondadosa —¿Por qué no te adentras más en el campo? No temas. Junta algo de grano para satisfacer tu hambre.

Boaz mismo, el dueño del campo era el que así hablaba a Ruth. En ese momento, él era el Juez de Israel.

Ruth le agradeció y recogió algunas mazorcas.

Estaba por retirarse cuando la misma voz bondadosa le instó a quedarse y juntar aquellas que los hombres habían dejado de cosechar en las esquinas del campo, como “Pea”.

—¿Qué es pea? —preguntó Ruth.

Nuestra Torá nos dice que cuando el dueño de un campo ha cortado el grano, debe dejar las esquinas para los pobres, los necesitados y los extranjeros, quienes pueden venir a cosecharlo ellos mismos y llevarse el fruto de su trabajo —contestó Boaz.

—¡Qué maravilloso! —exclamó Ruth.

Se quedó pues a cortar el grano de una punta del campo, y culminada su labor se preparó para retirarse.

—No necesitas irte todavía —insistió Boaz— ¿Por qué no te quedas y te beneficias con Léket?

—¿Qué quiere decir Léket? —preguntó nuevamente Ruth.

—Según nuestra Torá, si un cosechador no corta de un solo golpe la espiga, o no la ve, no puede volver atrás, sino que debe dejar el grano que no ha cortado, o se le ha caído, como beneficio para los pobres y extraños —explicó Boaz pacientemente.

Ruth no dijo nada, pero no vio razón alguna para rehusar beneficiarse con las leyes de la Torá que ella misma había abrazado sin reservas.

Cuando hubo recogido toda una canasta, volvió a Boaz, le agradeció muy sinceramente por su bondad y se dispuso a partir.

—Aún puedes quedarte —insistió Boaz—. Puedes tomar Shijejá.

—La Torá es verdaderamente ilimitada al velar por aquellos menos afortunados —dijo Ruth— ¿Ahora dime por favor qué es ‘Shijejá”?

—Cuando el propietario de un campo lleva su carga de grano hacia los depósitos, es posible que haya dejado por olvido algunos fardos en el campo. Pues bien, la Torá le prohíbe regresar y recogerlos, y debe dejarlos para los pobres, las viudas, los huérfanos y los extraños.

Ruth se alegró con su buena fortuna.

Había juntado casi más de lo que podía llevar. Naomí y ella estarían ahora a salvo del hambre, por un buen tiempo. Agradeció a Boaz una vez más, y éste le hizo prometer que volvería.

Ruth estaba llena de emoción mientras se dirigía en busca de su suegra. Le relató todo lo que le había sucedido en los campos de Boaz. Naomí se sintió feliz con el éxito de Ruth y con el hecho de que ésta hubiera agradado a Boaz, el generoso terrateniente. Además, le dijo a Ruth que Boaz era pariente de Elimelej.

Entretanto, Boaz había hecho averiguaciones sobre la extraña que había capturado su corazón, y descubrió que era la nuera viuda de Naomí. Debido al parentesco existente, y de acuerdo a las leyes de la Torá era recomendable que Boaz contrajera enlace con Ruth y así se lo hizo saber. Cuando Boaz pidió a Ruth que se casara con él, Naomí le recomendó aceptar.

De esta manera Ruth fue imprevistamente recompensada con riqueza y felicidad.

Ruth y Boaz tuvieron un hijo llamado Oved, quien fue padre de Ishai. El hijo menor de Ishai fue David, quien se transformó en el ungido del Señor y querido rey de todo el pueblo judío.

La historia de un hermano

Maurice Cohen trabajó para el Mossad en un proyecto especial en los años 1960. Al principio, Maurice no sabía quién era el que mandaba aquellos mensajes que él decodificaba. Al pasar el tiempo, Maurice comenzó a sospechar que los mensajes eran mandados por su hermano Eli. La increíble historia aparece en este artículo por primera vez.

Cuando Eli estaba en Siria, yo trabajé en la unidad de inteligencia, la responsable de las actividades de Eli. Codifiqué las transmisiones que le mandé y decodifiqué aquellas que recibía.

Al principio, no sabía para quién eran estos mensajes, o de quién eran. Más adelante, descubrí que el destino era Damasco, en Siria, y nuestro agente no era nada menos que Eli Cohen, conocido por su nombre en código de Kamel Amín Tabet, nuestro hombre en Damasco.

Como parte de mi trabajo, tenía todos los códigos regulares y secretos que los activadores de Eli usaban para comunicarse con él. Eli y sus activadores solían mandar un mensaje personal al final de las transmisiones operativas. Un día recibí el código: “¿Recibió Nadia la máquina de coser Singer que le mandé?”. Ahora bien, no había ninguna palabra en el libro de código que fuera “Nadia”, o “Máquina de coser Singer”. Pregunté a mis comandantes, “¿Qué significa esto?”. Su respuesta fue que era un código súper secreto, del cual yo no tenía espacio de seguridad. Lleno de curiosidad, visité a mi cuñada Nadia aquel día, y descubrí que de hecho, ella había recibido la máquina de coser que Eli había mencionado en su mensaje.

En otro mensaje mandado a Eli, al final del telegrama había un mensaje personal, “Srita. Fifi un Comienzo de Marcha”, La Señorita Fifi había comenzado a caminar. Por supuesto, no les pregunté a mis comandantes, y fui directo a la casa de mi cuñada, y vi que mi sobrinita Sophie, la hija de mi hermano Eli, había dado sus primeros pasos, luego de haberle tomado más tiempo que otros bebés. Esto lo había preocupado a Eli, y el mensaje fue mandado a él para calmarlo.

Aquí, llegué a la conclusión que el hombre detrás de estas líneas no era otro que mi hermano Eli.

Eli tendría vacaciones para visitar Israel. Durante estos tiempos, mensajes falsos serían mandados al mismo destino para engañar al enemigo.

En una de sus visitas a Israel, Eli trajo un par de pantuflas para su hija. Eran de piel, con diseño en oro, hecho en Siria. El talle estaba grabado en las suelas de las pantuflas en números árabes. Yo estaba muy emocionado, y le pregunté a Eli dónde había comprado aquellas lindas pantuflas. Eli contestó sin titubear, “De la Galería Lafayette, en París”. Se la compliqué un poco a Eli, y continué preguntándole si en París, todos los talles están escritos en árabe. Se molestó un poco, y me preguntó sarcásticamente, “¿Qué es esto, un interrogatorio? Te he dicho que los traje de Francia. Quizá fueron importados de algún país Árabe”.

Eli se sintió incómodo y trató de cambiar de tema. Me preguntó si había recibido una línea de teléfono nueva para mi apartamento, ya que me había mudado hacía poco y era difícil conseguir una línea de teléfono aquellos días. “Trabajas para el servicio postal, debería serte más fácil conseguir una línea”, bromeó. No sabía que yo trabajaba ocultamente para el Ejército de Inteligencia Israelí. Le dije que había recibido un teléfono, y le di el número. Pero en vez de darle el mío, comencé a darle el del departamento de él en Damasco, que había mandado poco tiempo antes de su viaje a Israel. Eli comenzó a escribir el número, pero paró en la mitad. Su rostro enrojeció, su incomodidad era evidente, pero se calmó de inmediato y me dijo que tenía que correr al supermercado a comprar algo antes de que cerrara.

Eli llamó a sus comandantes en la base central quienes lo habían activado, y les contó lo sucedido con gran temor y preocupación. Le dijeron que no había de qué preocuparse, que debía de ser una coincidencia. Pero antes de que Eli regresara a casa, fui convocado a mi base y prevenido de no discutir el tema con Eli ni revelar este secreto a nadie.

Guardé este secreto muy profundo en mi corazón, sin poder compartirlo con nadie, en especial con mi familia. Sabía la importancia de seguridad que implicaba. Me di cuenta de la valiente postura que mi hermano Eli había tomado para defender a su país, mientras se ponía en peligro mortal. Este conocimiento rasgaba mi corazón y me ponía en un terrible dilema. ¿Debería causar que la misión esencial de Eli se alterase para poder salvar su vida y que volviera a su familia, y así ser considerado un traidor por mi gente y mi país? ¿O debería ignorar la información que poseía, y poner la seguridad de Eli en las manos de Di-s, y dejarlo completar su sagrada misión de salvar nuestra santa tierra de la destrucción de un enemigo vicioso y loco? No tenía opción. Luego de una larga deliberación, sabía que debería optar por la segunda, y dolorosa opción.

Los resultados de mi decisión son muy conocidos. Eli fue finalmente capturado y encarcelado en Damasco, torturado con crueldad barbárica que es demasiado agonizante como para ser descrita. Luego de un largo juicio, del cual Eli no recibió defensa apropiada, fue sentenciado con la pena de muerte y colgado en público en Damasco en el año 1965. Sin embargo, la información que Eli reunió ayudó a Israel a ganar la Guerra de los Seis Días, y esencialmente liberar a Israel de una amenaza de destrucción segura.

Eli fue a su muerte como un judío orgulloso, con la legendaria plegaria “Shma Israel” en sus labios. Pidió perdón a toda su familia, y que nos reunamos a decir el Kadish por él y por su padre de bendita memoria.

Para más información sobre Eli Cohen, puede ingresar a la página web (en inglés): http://elicohen.org/resources/brothersstory/

Por Maurice Cohen

Pirkei Avot I

Estamos en el período del año en el cual estudiamos el tratado talmúdico de Pirkei Avot. El tratado contiene seis capítulos y se estudia uno cada sábado de los seis sábados entre Pésaj y Shavuot. (Hay también quienes tienen la costumbre de repetir el ciclo hasta Rosh Hashaná.)

La temática de Pirkei Avot es la conducta piadosa, más allá de lo que exige la ley. En otras palabras, a diferencia de los demás tratados del Talmud, Pirkei Avot no habla de obligaciones sino de Milta Dejasiduta, sugerencias en cuanto a cómo vivir una vida en un nivel espiritual y ético más allá de lo exigido por la ley.

Hay varias razones dadas por las cuales se estudia este tratado justamente en este período del año. Una es que es una preparación para recibir la Torá, Dérej Eretz Kodmá Latorá, los buenos modales vienen antes y son una preparación para el estudio de la Torá.

Veamos algunas de las enseñanzas del capítulo que corresponden a esta semana. Igual que todos los tratados de la Mishná, Pirkei Avotse divide en capítulos y los capítulos agrupan módulos más específicos, denominados Mishná (o Mishnaiot en plural).

Mishná 1:

Moisés1 recibió la Torá del Sinaí y la transmitió a Josué2; Josué la transmitió a los Ancianos3; los Ancianos la transmitieron a los Profetas4; y los Profetas la transmitieron a los integrantes de la Gran Asamblea5.

Ellos dijeron tres cosas: Sé paciente en el juicio; formen muchos discípulos; y hagan un cerco defensivo para la Torá.


La pregunta que salta a la vista es ¿qué tiene que ver una reseña histórica de la transmisión generacional de la Torá con un tratado de ética?

Hay varias respuestas que dan los comentaristas:

1) Es para enfatizar que las sugerencias que aparecen en este tratado no son inventos humanos sino que provienen del Sinaí.

2) La descripción de la transmisión generacional contiene una enseñanza en cuanto a cómo aproximarse y tener éxito en el estudio de la Torá y asegurar su perpetuación. La Torá no es igual a cualquier cuerpo de conocimiento y el método de estudio de la Torá no es igual al de cualquier otra materia. Para poder conectarse verdaderamente con la Torá, más allá de su interpretación superficial, hacen falta ciertas condiciones, representadas en los mencionados eslabones de transmisión.

Veamos.


1. Moisés recibió la Torá del Sinaí.

A primera vista cabe preguntarse, por qué dice que recibió la Torá del Sinaí y no en el Sinaí? También: ¿por qué mencionar al Sinaí como origen de la Torá en vez de decir que Moisés recibió la Torá de D-os?

Nuestros sabios relatan6 que la razón por la que D-os entregó la Torá específicamente sobre el Monte Sinaí fue porque debido a su poca altura simboliza la humildad.

Hete aquí la primera condición necesaria para poder recibir la Torá correctamente: la humildad. Si uno se aproxima al estudio de la Torá con arrogancia, es difícil que esté abierto a aprender algo, ya que seguramente estaría convencido que es capaz de enseñarle a la Torá en vez de aprender de ella…


2. y la transmitió a Josué.

La Torá7 describe la característica especial de Josué como un “joven que nunca se apartó de la tienda (de Moshé)”. Hete aquí la segunda característica necesaria para tener éxito en el estudio de la Torá: dedicación. Para tener éxito en el estudio de la Torá hay que dedicarle tiempo; mucho tiempo. Debe ser la ocupación central, si no exclusiva, de uno.


3. y Josué la transmitió a los Ancianos.

La palabra hebrea por Anciano es Zakén. El Talmud8 explica que Zakén es una compresión de dos palabras Ze Shekaná (Jojmá), o sea “el que adquirió (sabiduría)”. La idea es que la edad se mide por la cantidad de sabiduría que uno ha adquirido.


“Adquirir” implica usar la mente para entender y “adueñarse” la Torá. A diferencia de los primeros dos pasos que implican “dejarse de lado”, este paso implica lo contrario, usar la capacidad intelectual de uno para entender las cosas de acuerdo a ella. El intelecto de uno también tiene que estar de acuerdo.


4. y los Ancianos a los Profetas.

¿Qué tiene que ver la profecía con el estudio de la Torá? De hecho, no es aceptable decidir una ley de la Torá en base a la profecía. Uno no puede imponer su opinión en un tema halájico diciendo que “D-os me dijo que la interpretación de tal ley es así…”; debe ganar la discusión en base a argumentos fundados en las tradicionales reglas de interpretación talmúdica.

La explicación es que para tener éxito en el estudio de la Torá uno debe, tal como los profetas, estar en un estado espiritual elevado para poder captar la dimensión Divina de la misma. El estudio de la Torá no es meramente una actividad intelectual; es una tarea spiritual y uno precisa la ayuda de D-os para tener éxito.


5. y los Profetas la transmitieron a los hombres de la Gran Asamblea

Los hombres de la Gran Asamblea fueron quienes definieron muchos de los aspectos prácticos del judaísmo luego del retorno del exilio babilónico.

Hete aquí otra característica necesaria para el estudio exitoso de la Torá: buscar y sacar conclusiones prácticas de cada cosa que uno estudia en la Torá. El saber que cada cosa debe tener una aplicación práctica ayuda a que el estudio sea más focalizado y exitoso.


Ellos dijeron tres cosas:

Si bien dijeron muchas cosas, las tres citadas aquí tienen que ver con el tema de la perpetuación de la Torá.


Sé paciente en el juicio

Esto tiene implicancias tanto para jueces como para líderes comunitarios y educadores.

Para los jueces la enseñanza es que no deben juzgar apresuradamente.

Para los líderes comunitarios la implicancia es que no juzguen por las apariencias; que sepan comprender a fondo la situación de su comunidad antes de juzgarla y tomar acción.

Para los educadores la enseñanza es que deben analizar los fuertes y debilidades de cada alumno y trazar un plan de estudios personalizado acorde.


Formen muchos discípulos

Al entender las particularidades de cada alumno uno podrá desarrollar la capacidad de cada uno, logrando así muchos discípulos. El énfasis está en la palabra “discípulo”, quiere decir uno que no sólo escucha y comprende, sino internaliza las enseñanzas recibidas.


Hagan un cerco para la Torá

En cada generación hay que analizar los desafíos particulares y establecer normas de conducta que aseguren el respeto a la Torá, su cumplimiento y futura transmisión.


Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch, que su mérito nos proteja, transmisor de Torá por excelencia quien personificaba las enseñanzas de esta Mishná.

Rabino Eliezer Shemtov

Si todos los Jasidim se visten igual… ¿Están subyugando su individualidad?

Ser original significa poseer algo propio y único que nadie posee.

Algunos piensan que para ser originales se necesita una camisa rara, zapatos a la moda y un corte de pelo inusual.

Lo más extravagante que uno se vea, más resaltará de la multitud, estableciendo su identidad.

¿Es el aspecto exterior lo que define su individualidad? Para la tradición Judía lo que hace a cada persona un individuo único es su carácter, no su forma de vestir.

Cuando perteneces a una comunidad donde todos se visten del mismo modo la única manera de sobresalir es que uno sea original, no su ropa.

A la gente que nos rodea le llamará la atención nuestro carácter, el modo de tratar a los demás, el lenguaje, el valor de nuestro espíritu, el clamor de nuestro corazón, los sacrificios, la calidad de nuestras relaciones y la sinceridad de nuestros argumentos. Uno no puede esconderse detrás de una indivdualidad basada en el corte de pelo y la moda, debes ser un sujeto “REAL”.

Todos deben vestirse del modo que desean, pero tal vez debas repensar cuál es la mirada que posees de ti mismo y cómo estás proyectando esta imagen al exterior.

¿No será que nos obsesionamos con la idea de vestir de manera original tratando de compensar la ausencia de un sentido genuino de individualidad y falta de preocupación por nuestra verdadera misión en este mundo?

Las personas que realmente se sienten cómodas con su individualidad no necesitan dejarse el pelo hasta los tobillos ni tatuarse de pie a cabeza. Ni caminan por el mundo semidesnudos para mostrar al resto su originalidad. Lo que hay dentro de ti es lo que te hace realmente un ser humano. Esta conciencia no se adquiere a partir de un modo particular de vestir. Nace del verdadero y más íntimo carácter de la persona.

Una pequeña luz

Hace mucho, mucho tiempo en un pequeño pueblo de Rusia, un grupo de jasidim estaba decidido a cumplir las palabras de su Rebe.

Les había dicho que bajaran al sótano a oscuras para deshacerse de la oscuridad y estaban intentando esta hazaña aparentemente simple.

Pero, ¿cómo debían hacerlo? se preguntaron.

“Bajen las escaleras con palos y golpeen la oscuridad”, les dijo el Rebe. Los jasidim fueron obedientemente al sótano y comenzaron a gol‐ pear la oscuridad. Por supuesto, no sirvió de nada y pronto regresaron a su Rebe para pedirle consejo una vez más.
“Vuelvan abajo y esta vez griten

para alejar la oscuridad”.
Los jasidim volvieron a bajar.

“¡Fuera oscuridad!” gritaron. “¡Fuera!” gritaron. “¡Deja este lugar para siempre!” vociferaron

Pero nada pasó. Y así, regresaron a su Rebe.

Esta vez, el Rebe les dio otra sugerencia.

“Vayan abajo y enciendan una vela”.

Los jasidim bajaron las escaleras y encendieron una vela. Y el sótano una vez oscuro se llenó de luz, porque incluso un poco de luz ahuyenta una oscuridad muy profunda.

Este próximo martes celebramos el 120 cumpleaños del Rebe de Lubavitch. El enfoque del Rebe está tipificado en la historia anterior, que es una ilustración de una enseñanza fundamental de Rabi Shneur Zalman, fundador del jasidismo Jabad: “Una pequeña luz disipa una gran cantidad de oscuridad”. (Tania, cap. 12).

La perspectiva del Rebe brinda en vivir con una perspectiva positiva, trayendo más alegría, bien y luz al mundo.

El Rebe enciende velas. Él enciende y cuida “la vela de Di‐s, que es el alma del hombre” en cada uno de nosotros, siempre de la manera positiva y amorosa.

Y al hacerlo, permite que todos enciendan sus propias velas para ayudar a disipar la oscuridad.

El Rebe predica con el ejemplo. Los miles a quienes el Rebe ha empoderado como sus emisarios, las decenas de miles a quienes el Rebe ha inspirado de todos los ámbitos de la vida, todas las culturas y credos, países y continentes, encienden velas, alejando así la oscuridad.

Rebe de educar al mundo sobre Mashiaj y la inminencia de la Redención.

La Era de la Redención se asemeja a la luz que viene después de las tinieblas. Y la Redención se acelera y se trae a este mundo a través de cada uno de nosotros encendiendo velas, haciendo actividades positivas, siendo amables, alegres, ayudando a otra persona, comenzando a cumplir otra mitzvá, avanzando en nuestro conocimiento judaico, estudiando acerca de Mashiaj y la Redención.

¡Vamos todos a encender velas hoy! Hagámoslo para disipar algo de la oscuridad. Hagámoslo como regalo de cumpleaños para el Rebe y para acelerar la Redención.

Testimonio urbano: Yo como kasher


Mis amigos saben de mi “cambio de bando” al kashrut. No se hacen ningún problema, aunque miran con cierto resquemor. Nunca falta el chiste al mejor estilo “¿cómo, vos no te pedís una hamburguesa con queso?”, pero siempre lo hacen con buenas intenciones, apelando al sentido del humor.

Como solemos hacer, nos juntamos una noche en la casa de uno a tomar unas copas. Ya desde que me había subido al colectivo una idea retumbaba en mi cabeza: tengo que convencerlos de que comer comida kasher no implica convertirse en rabino. Hay millones de personas que llevan una vida normal pero que, a la hora de alimentarse, siguen éste tipo de dieta. Es más: muchas veces, si no fueran ellos mismos los que lo aclaran, el hecho de que comen comida supervisada pasaría totalmente inadvertido.

Mis amigos seguían entre risas, charlando no sé de qué cosa, pero yo tenía este tema retumbándome en la cabeza. Así que me decidí y lancé el desafío: “Saben qué, ¿por qué no se vienen la semana que viene a casa? Tengo ganas de hacer un asado”. Me miraron incrédulos. Supongo que pensaban que mi nueva dieta consistía sólo de knishes, lajmayin y demás platos judíos.

Lamentablemente, el grueso de la gente ignora que “comida kasher” no es igual a “comida tradicional judía”. Una milanesa, siempre que sea Supongo que pensaban que mi nueva dieta con-sistía sólo de knishes, lajmayin y demás platos judíos. Lamentablemente, el grueso de la gente ig-nora que “comida kasher” no es igual a “comida tradicional judía”. adquirida en carnicerías kasher o en la góndola kasher del súper, tranquilamente puede ser kasher. Entre risas aceptaron, como diciendo “a ver si te salen los latkes a las brasas”. Habían dado el sí. Ahora la pelota estaba de mi lado.

Lo primero que sentí al llegar a mi casa fue temor. ¿En qué habré estado pensando? Pero decidí que no sólo sería un desafío para ellos, sino uno para mí también. El viaje a la carnicería me sorprendió, porque no sabía que existían chinchulines o salchichas parrilleras. Más o menos planifiqué la cuestión: Arrancaríamos con chinchulines, unas mollejas, chorizos y salchichas parrilleras. Además, papas y cebollas al plomo. Después, tira de asado y entraña. Había ojo de bife, pero la verdad es que el precio era de un ojo de la cara (Lo dejo para algún asado que organice mi viejo…).

Ensaladas varias, chimichurri y criolla. Una vez que pasé en limpio el menú me di cuenta de que realmente podía salir bien y ni notarían la diferencia. Finalmente llegó el día esperado: a las 12.00 me puse a hacer el fuego y ya 12.15 empezaron a venir los muchachos. Hicieron los chistes típicos que ya me había imaginado, pero la primera sorpresa llegó en cuanto saqué una bandeja con choripanes: pensaban que era yo el que los estaba cargando. Seguimos con las salchichitas, chinchulines y etcéteras. No voy a negar que uno advirtió que la entraña era “un poco más salada” que la taref (no kasher) y que hubo otro que hizo el previsible chiste de la falta de provoleta, pero nada más. Terminamos llenísimos y yo, chocho. Me dieron la razón: si no les hubiese dicho que era un asado kasher, ni se hubieran dado cuenta. Eso sí, a la hora de repartir gastos, ¡casi me matan!Saludos, Martin.

Toda la Meguilá


Todo comenzó un Purim a principios de 1980. Rabi Shlomó Schwartz, conocido como Schwartzie, era rabino del campus universitario de Jabad en UCLA (Universidad de California). Trataba de convencer a los estudiantes judíos para que escucharan una lectura de la Meguilá de Ester, pero todos se negaban.

Finalmente, un profesor judío aceptó. Este imaginó que la lectura de la Meguilá tomaría uno o dos minutos. Pero cuando Schwartzie desenrolló un enorme pergamino, el profesor se sobresaltó. “¿Cuánto tiempo llevará esto?” preguntó vacilante. Schwartzie respondió: “Alrededor de 15 a 20 minutos”.

El profesor tenía prisa, ya que tenía un largo camino por recorrer hasta su casa en Irvine. “Lo siento, no podré escuchar la lectura de la Meguilá”. Sin pensarlo dos veces, Schwartzie dijo: “¿Irvine? ¡Yo también tengo que ir allí! ¿Puedes llevarme?”. El profesor aceptó y Schwartzie subió al auto. Irvine está en las afueras de Los Ángeles, aproximadamente una hora en auto.

Mientras conducían, Schwartzie dijo: “Tenemos un viaje largo por delante. Sugiero leer la Meguilá y tú escuchas mientras conduces”. El profesor estuvo de acuerdo.

Después de un viaje de una hora y la lectura de Meguilá, llegaron a Irvine. Para dejarlo en un lugar conveniente, el profesor preguntó a su pasajero: “¿A dónde tienes que ir?” Schwartzie respondió: “A la estación de autobuses”.

Entonces, quedó claro que Schwartzie había hecho el viaje solo para leer la Meguilá para él.

La historia podría terminar aquí, y sería una bonita anécdota sobre un joven y entusiasta rabino de Jabad haciendo lo suyo. Después de 30 años, Schwartzie falleció a principios de 2017.

El rabino Moshe Schwartz, uno de los hijos de Schwartzie, es emisario de Jabad en Massachusetts. En una visita a Crown Heights, conoció a un estudiante en la Ieshivá Jabad.

El joven le preguntó: “¿Eres hijo del rabino Shlomó Schwartz?” Moshe respondió “sí” y el joven insistió en que escuchara su historia. “Crecí en una familia asimilada. Cuando tenía 20 años, decidí aprender más sobre mis raíces judías y estudiar en una Ieshivá. Mis padres se asustaron.

Su sueño era que fuera a la universidad y se desarrolló un feroz conflicto entre nosotros. “Mis padres sugirieron que tuviéramos una ‘intervención familiar’, a la que invitaríamos a mis abuelos para hablar sobre la crisis.

El abuelo era un profesor respetable y mis padres estaban seguros de que apoyaría su perspectiva. “El abuelo escuchó a ambos lados. Luego se volvió hacia mí y me preguntó: ‘¿A qué Ieshivá quieres ir?’ “‘La Ieshivá de Jabad’, respondí. “Sorprendentemente, el abuelo dijo: ‘Bueno, entonces, eso es bueno. Ve allí’.

“Mis padres estaban conmocionados. “El abuelo contó una historia sobre una experiencia que tuvo con un joven rabino de Jabad a principios de los años 80 en UCLA. Fue en Purim. Él era el profesor que conducía el automóvil y escuchó la lectura de Meguilá de Schwartzie. El abuelo concluyó: ‘Si esta Ieshivá educa a los jóvenes a tener tales valores, a tener tal devoción por otras personas al punto de dedicar horas para que alguien más tenga una sola mitzvá, estoy feliz de que mi nieto vaya a estudiar a un lugar así”

¿Cuál es todo el tema de traer una ofrenda?

Al individuo que no podía permitirse el lujo del gasto monetario de ofrendar un animal en el altar del Templo, se le daba la prerrogativa de traer una comida a cambio, como declara la Biblia en el comienzo del Libro de Vaikrá. Es por ello que la Torá dice: “Venefesh Ki Takriv” – “Cuando una alma (individual) traiga una comida como ofrenda hacia el Señor, su ofrenda será de harina fina; y él verterá el aceite en ella, y pondrá incienso.” (Vaikra 2: 1)

Rashi en su comentario en el versículo nombrado anteriormente, cita el Talmud (Menajot 104.) que dice que la Torá no usa el término “nefesh”, que literalmente significa “alma”, en relación con cualquier ofrenda voluntaria excepto con la ofrenda de comida.

¿Quién trae habitualmente una ofrenda de comida? Un hombre pobre. El Santo, Bendito Sea, dijo: “Yo acredito que esta persona está ofreciendo esta comida como si hubiese ofrecido su misma alma por Mi causa.”

La razón principal y propósito de ofrecer los sacrificios en el Altar del Templo, era imbuir en las personas la importancia de acercarse a Di-s. De hecho, la palabra “Korban” está asociada con la palabra “LeKarev” que quiere decir acercarse.

En la actualidad no tenemos el Beit HaMikdash y no podemos traer los korbanot- ofrendas. Sin embargo, nos acercamos más a Hashem, sacrificando nuestro confort y conveniencias para cumplir con la Voluntad de Di-s.

Rabi Shneur Zalman de Liadi, explica que cualquier ofrenda hecha a Di-s debe venir por necesidad del corazón. Es por ello que la Torá usa la expresión “Adam Ki Iakriv MiKem Korban” – “una persona de ustedes que trae una ofrenda a Di-s”. Sólo cuando la ofrenda viene del alma del hombre y es “de ustedes”, puede lograr el efecto deseado en Di-s y traer al contribuyente de la ofrenda más cerca del Omnipotente.

Para ilustrar el concepto, quiero compartir una historia que escuché de mi abuela, la Rebetzin Miriam Grunhut. Sus padres, Reb Najman y Beila Freidman de Budapest ayudaron a centenares de refugiados judíos durante el Primera Guerra Mundial. Debido a las consecuencias de la conflagración, se dedicaron a criar personalmente a muchos niños huérfanos como sus propios hijos y estaban profundamente involucrados en los proyectos de Tzedaká (caridad) dentro de la ciudad de Budapest. Reb Najman era profundamente querido por todos los Tzadikim (justos) de su generación y era conocido por ser un ‘Poel Ieshuot’ (hacedor de salvaciones) entre las personas en desgracia.

Uno de los grandes estudiosos de Torá y Rebe Jasídico de Polonia, estaba en ese momento fuera de su ciudad debido a la guerra y se alojaba en la casa de Reb Najman.

Mi bisabuela le sirvió una compota de manzana a este Rebe para el almuerzo. El Rebe se volvió a ella y dijo “doz iz fleishig” que significa: “esto es considerado como carne”.

Mi abuela Beila respondió con cuidado y preocupación -sabiendo que este Tzadik se abstenía de comer carne toda la semana salvo el Shabat- y dijo: “Nein, dos iz parve” “No, esto es Parve- neutro, ni de carne ni lácteo”. El Rebe sonrió y dijo: “¡Esto es fleishig (de carne) porque ha sido preparado con el corazón!”.

De hecho, cuando ponemos nuestro corazón en hacer un Mitzvá, esta se transforma en más significativa y nos conectamos a nuestra esencia espiritual.

Por Yehoshua S. Hecht

Educación


A la hora de escoger una escuela para nuestros hijos, por lo general tendemos a elegir una que sea a fin con nuestra educación. Pensar que ahora debemos brindarles una educación secular y luego, cuando ellos crezcan, elegirán por si solos que orientación religiosa seguir. No siempre resulta, ya que los jóvenes llegan a ese momento con total desconocimiento de la tradición y costumbres judías.

Entonces ¿qué será lo que están en condiciones de elegir? Si usted realmente quiere que su hijo en el futuro tenga poder de elección, bríndele toda la información que su hijo merece. Vale decir, formarlo en ambos estudios, lo que le brindará en el futuro los medios para escoger, ya que estudió ambas líneas.

En conclusión, si somos honestos con nosotros mismos, no debemos ocultarle información (como tal vez nuestros padres hicieron con nosotros) y darle una educación que brinde al menos las dos líneas, vale decir la secular y la judía.

Cuando hablamos de dar a nuestros hijos una educación judía, debemos analizar a qué institución enviarlo ya que existen escuelas que se nombran como colegios judíos pero están casi vacías de enseñanzas judías.

Hoy en día existen muchos establecimientos escolares que brindan ambos sistemas de educación, vale decir, la educación oficial como en cualquier escuela y también la parte judía tradicional que consiste en el estudio de Tanaj, halajá y hebreo. Y se da trascendencia a las Mitzvot, tradiciones y costumbres judías.