Subidas y bajadas de Iosef

Iosef tuvo éxito porque logró dominarse a sí mismo…

Es interesante que en ambas porciones semanales de la Torá, Vaieshev y Miketz, ambas hablan en extensión sobre Iosef y su increíble aventura espiritual. 

En Vaieshev, Iosef comienza como el hijo favorito y termina siendo un esclavo, mientras que en esta parshá, Miketz, comienza como un esclavo y termina como virrey del Faraón. ¿Cómo puede explicarse semejante dicotomía? El Rabino Issac Bernstein, de bendita memoria, rabino de la Sinagoga Kinloss en Londres, sugirió que en Vaieshev Iosef estaba ocupado interpretando sus propios sueños, mientras que en Miketz estaba ocupado interpretando sueños de otros; esto es para enseñarnos que cuando toda nuestra energía está dirigida a nosotros mismos, tendemos a bajar, mientras que cuando usamos toda nuestra fuerza para ayudar a otros, tenemos una habilidad especial para subir, ascender tanto físicamente como espiritualmente.

El Rebe de Lubavitch señala otro camino hacia el éxito. 

Iosef se enfrentó con muchas dificultades antes de su éxito. Fue odiado por sus hermanos, secuestrado y exiliado, acusado falsamente y encarcelado por su amo, y castigado otra vez por Di-s por confiar en un humano y no en lo Divino. A pesar de todo esto, Iosef nunca se dio por vencido. 

Constantemente seguía con toda su fuerza, haciendo lo mejor que podía y ganándose el favor de los que lo rodeaban. Vemos esto en las primeras palabras de esta porción semanal de la Torá. ¿Por qué está escrito: “Al final de dos años de días”? ¿No hubiera sido suficiente decir: “Al final de dos años”? ¿Por qué precisamos la palabra “días”? Rabeinu Bajia explica que la expresión “dos años de días” es una referencia a cómo Iosef pasó su tiempo. Él trataba a cada día de los dos años de forma especial, no queriendo perder ni un solo minuto de trabajo hacia su meta. Su éxito vino de su propio dominio, de controlar su ambiente en vez de dejar que el ambiente lo controlara a él.

Vemos un mensaje similar en Janucá. En adición a la bendición que decimos en el encendido (“…y nos ordenó encender la vela de Janucá”), Janucá tiene una segunda bendición única. Siendo que el enfoque de Janucá son sus milagros, los Rabanim establecieron una bendición separada: “…Quien Ha hecho milagros para nuestros antepasados aquellos días, en estos tiempos”. 

Esta bendición nos está diciendo que a través del cumplimiento de los preceptos de cada festividad, podemos recrear el mismo ambiente espiritual que existió durante el evento original, AHORA.

¿Qué pasó entonces? Los griegos y los judíos que fueron influenciados por ellos querían apartar a los judíos de la Torá y de su especial conexión con Di-s. No cuestionaron la Torá como a la filosofía. Estaban indignados que estaban en contacto con su elemento Divino.

La misma pelea toma lugar hoy en día. La sociedad está intentando implacablemente imponerse en nuestras vidas con la base de los valores sostenida en conseguir placeres físicos, en secularizarnos, y en reemplazar nuestro enfoque judío de que Di-s dirige al mundo y que nuestras vidas y acciones deben reflejar esto a través del estudio de la Torá y el cumplimiento de los preceptos. Técnicamente, sería suficiente encender una vela cada noche para cumplir con el precepto de las Luces de Janucá. Pero, cada año, el Pueblo Judío cumple con los mandamientos de Janucá y lo hace realzadamente, agregando cada noche una nueva vela, y así proclamando a Di-s como “el Jefe” y que apreciamos Sus mandamientos

No vamos a permitir que el mundo cierre nuestro Templo Sagrado que existe dentro de cada uno de nosotros, y rezamos fervientemente que Él pronto nos va a permitir ser parte de la construcción del Tercer Templo físico.

Por Shaul Yosef Leitler

Los judios, maestros de la humanidad

La misión que Di-s le dio al pueblo judío es constituirse en maestros de la humanidad. Como en toda relación alumno-profesor hay cosas que aprender de lado y lado, cada uno de los lugares del galut tiene algo que enseñarle a los judíos…

Cuando hablamos de Janucá, y su significado, Friedman aborda el tema de la relación entre los judíos y el mundo circundante. Para él está claro que la convivencia debe darse en el marco del respeto y la tolerancia.

¿Cuáles son las normas que rigen estas relaciones?

Desde el principio de la historia, los judíos hemos sido llamados a ser los maestros del mundo, pues tenemos que enseñarle qué quiere Di-s del hombre. A lo largo de la historia, los pueblos que nos rodean no quisieron oír este mensaje, y algunos hasta llegaron a odiarnos por tratar de enseñarles. Hoy en día la situación es diferente: los pueblos tienen hambre de conocimientos, pero no pueden hallar buenos profesores. 

Nosotros no tenemos que enseñarle a nuestros vecinos qué es ética, pues todo el mundo sabe lo que esto significa. Tampoco tenemos que enseñarles a creer en Di-os, pues todas las demás religiones lo hacen. 

Lo único que nosotros le podemos ofrecer al mundo es el mensaje de que Di-os nos dio la Torá y que en ella se describen las muchas cosas que Él necesita de nosotros, y que hemos llamado mandamientos o mitzvot. Nosotros tenemos que realizar estas acciones principalmente porque Di-s las necesita mucho más que nosotros. Esto es lo que nosotros llamamos el servicio divino, y que está expresado en 613 preceptos solo para los judíos, aunque también haya otros que corresponden al resto de la humanidad. 

Esto es importante que se diga: cualquier ser humano que haga lo que Di-s necesita es justo, y por lo tanto tiene una porción en el mundo venidero.

¿Cuándo un judío está sirviendo realmente a Di-s?

En el momento mismo en que cumple con los mandamientos para satisfacer las necesidades de Di-s. La gente cree que hay preceptos caprichosos como ponerse los tefilín, calzarse primero el zapato derecho, comer en la sucá o encender las velas de shabat. Nosotros no hacemos esto para satisfacer el intelecto humano sino porque Dios tiene necesidad de que se haga. 

Dios es justicia y si él lo necesita es por alguna razón. Yo siempre hago el paralelo entre los deseos de Di-os y los de una madre que le pide al hijo que le traiga té al salón. Una madre nunca le haría esto al hijo sólo por capricho, sino porque lo quiere o precisa de ello, y no para sólo fastidiarlo.

Se ha observado entre los judíos últimamente una tendencia, en el marco de la así llamada Nueva Era, a aventurarse a buscar “la luz” en fuentes exógenas a la religión judía ¿Se puede decir que todo lo no judío es malo? ¿Cómo poder identificar lo que es casher y lo que no lo es?

Si algo viene realmente de Dios, entonces está escrito en la Torá. Si algo la contradice, puede ser que sea espiritual, puede que sea moral, pero no viene de Él. En esto tiene mucho que ver el autorrespeto y la consideración que debe tener el judío por los demás. Cuando un judío está frente a las creencias y prácticas de los demás, debe pensar que él es transmisor de un mensaje único.

¿Qué cosas se pueden aprender de los demás pueblos?

Cada vez que un judío, o un grupo de los nuestros se ha asentado en algún lugar del mundo, ha sido para aprender algo. Esa es la voluntad divina. Cuando nosotros teníamos que saber cómo ser aristocráticos, estuvimos en España. Cuando necesitamos ser industriosos, estuvimos en Europa. De Estados Unidos hemos aprendido la sofisticación y de otros la disciplina.

¿Qué cosas nos puede enseñar los propios países, a donde Dios nos ha traído?

No conozco profundamente cómo son estos países, en los que he estado de paso, pero en general a mí me parece que podemos aprender de toda la América Latina la habilidad de confiar más en Di-s como regente del mundo. Me da la impresión que la gente de aquí es más dependiente de la voluntad divina, y eso se nota en que siempre están más relajados. Nosotros los judíos deberíamos aprender también a estar más tranquilos, sin tanto estrés.

Sobre la asimilación:

Mucha gente piensa que un medio sin antisemitismo ayuda a la asimilación y tal vez esa gente tenga razón, porque efectivamente el rechazo del medio hacia el judío lo obliga a mantenerse dentro de los límites de su pueblo. No obstante, esta no es una situación deseable. Yo creo que el mejor antídoto contra la asimilación es el respeto por uno mismo, que implica necesariamente el respeto por la esencia judía, pues si uno está consciente de que cada uno de nosotros tiene que enseñarle al mundo cuáles son las necesidades de Di-s, el asumir esta misión nos mantiene dentro del judaísmo. Los demás países no necesitan que nosotros nos casemos con sus otros ciudadanos, pues ya tienen suficientes personas para hacerlo. El mundo necesita que nosotros seamos sus maestros.

Rab. Manis Friedman

Adhesión

En los ocho días de Januca encendemos una Menorá de ocho brazos. Pero no encendemos todas las velas cada noche. La primer noche, encendemos una vela, en la segunda dos, y así sucesivamente hasta que en la octava noche, las ocho velas brillan.

Esto demuestra claramente un tema básico en el Judaísmo: siempre debe haber un progreso constante. 

Pude haber encendido una vela ayer, iluminando mi vida y mi ambiente, pero esto no es suficiente para hoy; debo avanzar “de fuerza en fuerza”, dándole más sentido a mi vida. Si Di-s me dio vida hoy, entonces debe ser productiva, debemos progresar más allá de nuestro propio status-quo, de nuestras propias normas. Januca nos enseña que no debemos estar satisfechos con lo que ayer fue bueno.

En el Código de la ley Judía, las leyes de Trefot tratan sobre las anormalidades específicas físicas que hacen que un animal faenado apropiadamente (kasher) adquiera el status de uno no kasher. Un animal Kasher debe ser un animal sano, y una herida mortal o una herida que amenaza su vida lo hace inadecuado para su consumo. 

En el capítulo 58, párrafo 7 de aquellas leyes, el código trae el siguiente escenario: Te encuentras en la orilla de un río y una especie de pájaros kasher vuela sobre ti. De repente, el pájaro se dirige en picada al agua cayendo con un estruendo. Ahora, nada con lentitud hacia la orilla. Estás hambriento, y te gustaría comerlo, faenarlo y almorzarlo. ¿Deberías asumir que ha sufrido un trauma interno y se ha herido con el impacto? ¿O hay una esperanza razonable que está vivo y bien, que si lo faenas y lo inspeccionas encontrarás sus órganos intactos?

La Halajá nos da la siguiente prueba: Si está nadando hacia arriba, contra la corriente, puedes estar tranquilo que se encuentra bien. Si está flotando con la corriente, entonces intenta determinar si el pájaro flota más rápido que la corriente o junto a la corriente. Si nada más rápido, puedes estas seguro que todavía está sano; si simplemente flota con la misma velocidad que la corriente, no te molestes…se está muriendo. 

En el judaísmo, vivir significa un auto mejoramiento constante. Significa estar constantemente proactivo.

Pude haber tenido una crianza inadecuada; puedo tener defectos de carácter, esa es una parte natural de nuestra condición humana. Pero no podemos resignarnos a nuestro carácter o comportamiento negativo. Debemos nadar contra la corriente cuando sea necesario, enfrentar a nuestras respectivas naturalezas. 

Puedo no ver la razón para nada contra la corriente. Quizá me siento satisfecho con mi carácter y con el de mi comunidad. El Judaísmo me dice que no descanse sobre mis laureles, siguiendo la corriente positiva de mi vida o las normas virtuosas de mi sociedad. Debo ir más que aquella norma, más rápido que la corriente. Incluso cuando las cosas están bien, siempre hay lugar para mejorar.

Si sacio mi deseo de productividad con lo que ya he logrado, básicamente he dejado de vivir. 

La actitud judía de la vida es: Si Di-s te dio otro día, obviamente es porque hay algo más para hacer. Nunca hay que satisfacerse con lo que logramos ayer. No podemos sentirnos satisfechos hasta que nos hayamos perfeccionado a nosotros y a nuestro alrededor hasta el punto de llegar a vivir en un mundo tranquilo, pacífico y perfecto: un mundo del Mashiaj.

Por Rabí Mendy Herson

 

Volvamos a ver nuevamente la luz

Hace unos años atrás, un médico del sur de Francia se contactó conmigo. Su nieta había contraído una enfermedad que desconcertaba a los médicos allí…

Me llamó luego de haber leído diferentes artículos míos acerca de los desórdenes en el sistema nervioso autónomo. Los síntomas de su nieta parecían coincidir con aquellos que yo describía, y él deseaba saber si yo podía ayudar.

Por supuesto que acepté, y durante meses colaboré con los pediatras franceses a través del teléfono o el fax, prescribiendo una serie de terapias. A lo largo de esas semanas, la niña tuvo una significativa y milagrosa recuperación. Los abuelos manifestaron su agradecimiento sincero y me pidieron que cuando visitara Francia se los hiciera saber.

En el verano de 1996, fui invitada a disertar en un importante congreso científico internacional, que se llevaba a cabo en Niza, Francia. Avisé al médico que había ayudado años atrás. Al llegar al hotel, recibí un mensaje para que lo contactara. Lo llamé, y quedamos en encontrarnos a cenar juntos una noche.

El día de la cita, nos encontramos y viajamos en su auto hacia su casa, que se hallaba en la hermosa campiña del sur de Francia. Fue sorprendente saber que su casa era más antigua que los Estados Unidos de Norteamérica. Durante el viaje, me contó que su mujer tenía cáncer de mama y no estaba pasando por un buen momento, pero que de todas formas insistía en conocerme.

Cuando nos encontramos, pude ver que a pesar de la severa enfermedad, seguía siendo una bellísima mujer con un noble porte.

Fue una de las veladas más hermosas de mi vida. Después de la cena, nos sentamos en el salón del siglo XVII, tomamos licor y charlamos. Nuestra conversación seguramente pareció extraña a la joven pareja que nos atendió durante la comida, pues pasaba del inglés al francés y también al español.

Luego de un rato, la mujer me dijo: “Mi esposo me contó que usted es judía, ¿no?” ”Si” dije, “soy judía”. Me pidieron que les contara acerca del Judaísmo, especialmente de las festividades. Hice lo mejor que pude para explicarles lo que me solicitaron, y me sorprendió lo poco que conocían de nuestras tradiciones. Ella parecía muy interesada en Janucá. Cuando terminé de contestar preguntas, sorpresivamente, ella me miró a los ojos y dijo: “Tengo algo que deseo darte”

Desapareció por un instante, para retornar después con un paquete envuelto en tela. Se sentó, siguió mirándome fijo, y comenzó a hablar despacio.

“Cuando era una pequeña niña de 8 años, durante la Segunda Guerra Mundial, las autoridades vinieron a nuestro pueblo para llevarse a todos los judíos. Mi mejor amiga, Jeanette, era judía. Una mañana fui a buscarla para jugar, y vi que su familia era forzada a subir a un camión mientras los apuntaban con fusiles. Corrí a contarle a mi madre lo que sucedía y le pregunté a dónde llevaban a Jeanette. ‘No te preocupes’ -me dijo- ‘Jeanette regresará pronto’. Volví a la casa de mi amiga, pero sólo encontré a otros habitantes del pueblo, que se llevaban todas las cosas de valor, dejando de lado los objetos judíos, que tiraban a la calle. Cuando me acerqué, vi un objeto de su casa tirado en la basura. Lo levanté y reconocí en él, algo que mi amiga y su familia encendían en la época coincidente con Navidad. En mi mente de niña, pensé: ‘Llevaré esto a casa y lo guardaré hasta que retorne Jeanette’

Pero ni ella ni su familia volvieron.

Hizo una pausa, tomó un poco de licor y prosiguió: “Desde ese momento lo he guardado. Lo escondí de mis padres y no le conté a nadie acerca de su existencia. De hecho, durante estos cincuenta años, el único que conocía mi secreto ha sido mi esposo. Cuando supe lo que en verdad le había sucedido a los judíos, y cómo muchas de las personas que conocía habían colaborado con los nazis, no podía siquiera mirar este paquete. De todas formas, lo guardé, esperando algo, aunque no estaba segura qué. Ahora lo sé. Estaba esperándote a ti, una mujer judía que ayudó a curar a mi nieta, y es a ti que te lo confío”.

Sus temblorosas manos colocaron el paquete en mi regazo. Lo desenvolví lentamente. Dentro de él había una Menorá (candelabro de Janucá), pero distinta a todas las que había visto hasta ahora. Estaba hecha de sólido bronce, tenía ocho vasitos que contenían el aceite y las mechas y un noveno vasito centrado por encima de los demás. Tenía un aro arriba, y la mujer mencionó que recordaba que la familia de Jeanette la colgaba en el hall de la casa.

Me parecía antiguo; luego varias personas me aseguraron que probablemente tenía más de 100 años. Cuando la sostuve y pensé en lo que representaba, comencé a llorar. Todo lo que fui capaz de decir fue: “Merci” Cuando me iba, sus últimas palabras fueron: “Que veamos nuevamente la luz”.

Me enteré que la mujer falleció apenas un mes después de nuestro encuentro.

Este Januca, la Menorá verá nuevamente la luz. Y cuando mi familia y yo la encendamos, pronunciaremos una plegaria especial en honor a aquellos cuya memoria ella representa.



Por qué las buenas personas hacen cosas buenas

El trasfondo

En la Torá, abundan las historias de rivalidad entre hermanos, que abarcan un espectro bien amplio, desde el odio latente hasta el asesinato. Y entonces, en Vaietzé, tenemos un descanso refrescante cuando leemos acerca del amor fraternal entre Rajel y Lea.

Aprendemos del acto de auto-sacrificio de Rajel en favor de su hermana mayor, Lea, cuando cambiaron sus identidades bajo la jupá (y la cama matrimonial) para salvar a Lea de la humillación de tener que casarse con el hermano mayor de Iaacov, el inmoral y depravado Esav.

Menos conocida es la historia en la que Lea, embarazada de su séptimo hijo, rezó para dar a luz a una niña y no darle a Iaacov otro hijo varón. Lea sabía que iban a haber doce tribus. Cuando se dio cuenta de que estaba embarazada, Iaacov ya tenía diez hijos (seis de Lea y dos de cada una de las criadas, Bilá y Zilpá). Preocupada por el hecho de que, si daba a luz a otro varón, sería el número 11 y Rajel, en el mejor de los casos, sólo tendría un hijo para completar los 12 que Iaacov estaba destinado a tener.

Para ahorrarle a Rajel la humillación de ser considerada “inferior a las criadas”, ya que cada una había tenido dos hijos, Lea rezó para no dar a luz otro varón. 

 

¿Cómo reunieron estas dos hermanas la fuerza para sobreponerse a sus deseos más profundos?

Al engañar a Iaacov, Rajel no podía asegurarse de que alguna vez lograría casarse con el amor de su vida. En el mejor de los casos, iba a tener que compartirlo. Y, para evitarle un desequilibrio y devastación emocional a Rajel, Lea renunció a la posibilidad de ser la madre de otra de las tribus y de tratar de ganarse algún favor adicional de Iaacov.

Al refrenarse de una manera tan fuerte la una por la otra, las hermanas nos enseñaron una lección de altruismo. 

 

La amabilidad de los extraños: altruismo puro

Todos los días, al parecer, las noticias nos traen historias de horror, actos de violencia y maldad que los hombres despliegan unos contra otros. A veces, sin embargo, en medio de estas historias aparecen héroes, y no solamente personas tratando de salvar a sus seres queridos, sino transeúntes que se juegan la vida por completos extraños ¿Por qué?

Para quien cree en “la supervivencia del más fuerte”, el altruismo debe ser una vergüenza. Por esta razón, la ciencia trata de explicarlo como un vestigio de una táctica de supervivencia de cuando vivíamos en pequeños grupos y tribus de personas muy cercanas. O, como dicen los especialistas, el altruismo está realmente basado en el ego y el interés propio; por lo tanto, realizamos actos de bondad con la esperanza de la reciprocidad, para ganar la admiración de los demás o para ganarnos algunos puntos en el cielo. 

Cuando nos movemos más allá de este mundo transaccional en el que vivimos, cuando no hay ningún beneficio personal ni social de nuestras acciones, estamos actuando por un sentimiento de empatía que reconoce nuestro sentido de conexión más profundo. Así como nuestro cuerpo siente dolor cuando cualquier parte está sufriendo, la persona empática no solamente tolera y respeta a los demás, sino que se siente alineada con ellos al punto de identificarse con sus sufrimientos y necesidades. 

 

 

Cuanto más inclusivos del “otro” seamos, más amplio será nuestro sentido de empatía, lo que tiene un impacto en nuestro comportamiento.

El altruismo puro está “enfocado en el otro”, surge del sentimiento interno de familiaridad y deseo de aliviar el dolor. La empatía es la razón por la cual miles de “extraños” aparecen en los funerales de las víctimas del terrorismo en Israel. O cuando leemos informes sobre cosas desagradables o impactantes, la empatía es lo que nos hace sentir que perdemos otro pedacito de nuestro corazón colectivo. 

El primer agradecimiento

En el Talmud, los rabinos notaron que desde el día en que Di-s creó el mundo, nadie se había molestado en agradecerle hasta que apareció Lea que, cuando dio a luz a su cuarto hijo, lo llamó Iehudá, de la palabra hodaá que significa “agradecer”. Como los nombres expresan la esencia espiritual de la persona, los judíos (iehudim) deberían darse cuenta de que la gratitud es parte del componente esencial de su existencia. Además, la propia existencia y constitución de las doce tribus surgieron del altruismo de dos hermanas, cada una motivada por la empatía y el deseo de aliviar el dolor de la otra. 

En Vaietzé, también leemos la historia de la escalera de Iaacov, que llegaba de la tierra al cielo. Construyamos nuestras propias escaleras: que de un lado esté “la gratitud” y del otro “la empatía”, que los escalones del medio sean peldaños de compasión, conexión y bondad. Que apoyemos nuestras escaleras sobre la pared adecuada, subamos por la escalera del éxito espiritual y bajemos el cielo aquí a la tierra. 

Por Hanna Perlberger extraído de Chabad.org

Traducido por Rivka Baron

La parashá en síntesis: Vaietzé

Vayetzé: Y salió…

 

Yaacov, padre de las doce tribus, salió de Israel (Beer Sheva) y se fue a Aram (Harán) para escapar de su hermano Esav, según el consejo de su madre, y para buscar esposa, según las instrucciones de su padre, Itzjak.

 

Beer Sheva representaba la paz y la seguridad, el rezo y el estudio de Torá; sin embargo, tuvo que dejarlo para enfrentarse al mundo de las tentaciones, Olam, cuya raíz es Elem, ocultamiento (donde Di-s está oculto) y para superarlas, con miras a ser luego el padre de la casa de Israel. Esto nos enseña que Di-s quiere que los judíos vivan una vida espiritual en un mundo terrenal. 

 

Yaacov estudió 14 años en la Yeshivá de Eber antes de ir a Harán. En vez de dedicarse a estudiar la cultura y el idioma del lugar al cual iba, se dedicó a rezar, lo cual demuestra que antes de formar un hogar judío, la prioridad no debe ser integrarse a la sociedad e imitar las costumbres de otros, sino conocer nuestros fundamentos de vida, indicados en la Torá. 

 

Antes de llegar a Harán, Yaacov, se detuvo en el Monte Moriá, en el mismo lugar donde Abraham construyó el altar para el sacrificio de Itzjak y donde posteriormente fue construido el Beit Hamikdash (Templo de Jerusalem). Allí tuvo el famoso sueño de la escalera y recibió de Di-s la promesa de que esa tierra le pertenecería, y de que su descendencia sería tan numerosa como la arena. 

 

En el sueño de Yaacov, la escalera estaba apoyada en la tierra, pero llegaba hasta el cielo. Como la vida y las experiencias de los patriarcas sirven de modelos para nuestra conducta, este sueño del patriarca nos señala que aún cuando nuestra existencia física es terrenal, todos tenemos el potencial de alcanzar altos niveles espirituales y, por tanto, debemos poner todo el empeño en lograrlos.

 

En la escalera había ángeles que subían y bajaban. Éstos representaban a los cuatro imperios que dominarían a nuestro pueblo: el de Babilonia, Persia, Grecia y Roma (Edom), nuestro exilio actual.

 

En cada uno de los casos, Yaacov vio su subida, apogeo y caída, menos en el caso de Edom, cuyo ángel subía continuamente. Al preguntarle a Di-s cuándo bajaría, este le respondió que Él mismo lo haría bajar, lo que indica que la finalización del actual exilio se producirá por medios sobrenaturales.

 

Yaacov llegó a la casa de Laván, su tío, y luego de trabajar siete años para casarse con Rajel, tuvo que casarse con Lea, la hermana mayor de Rajel, porque Laván lo engañó. Entonces trabajó siete años más para casarse con Rajel. En total, Yaacov pasó 20 años trabajando para Laván, sin perder su nivel espiritual. 

 

La raíz de la palabra arameo (en hebreo, aramí) significa “engaño”; ese era el nombre con que se conocía a Laván, “maestro del engaño” (aramí).

 

Cuando se narra el amor de Yaacov por Rajel, se dice que aún cuando tuvo que esperar siete años para casarse con ella, éstos se le pasaron como si fueran pocos días, debido al amor que sentía. Esto nos explica el verdadero tipo de amor. 

 

Para quienes se aman principalmente a sí mismos y necesitan la compañía de la otra persona para gratificarse, cada día de ausencia es una eternidad. En cambio, Yaacov amaba a Rajel por lo que ella era, más que por lo que podía darle; se trataba de un amor incondicional, por el que cualquier sacrificio valía la pena.

 

El amor egoísta es impaciente; el verdadero amor es permanente, prevalece, y en tal contexto, muchos años pueden parecer pocos días. 

 

Yaacov tuvo doce hijos con sus cuatro esposas: Lea, Rajel, Bilhá y Zilpá. Las cuatro eran hermanas por parte de Laván, su padre; y Bilhá y Zilpá eran hijas de una concubina de Laván. 



La riqueza excesiva

Pregunta:

Aprendí que Abraham era rico, Itzjak era rico, Iaacov era rico, Iosef era rico, Moshé era rico… pero no suena bien ¿Acaso la riqueza no es una consecuencia negativa de la avaricia y la ambición desmedida?

La riqueza ¿es un vicio o una virtud? 

Respuesta

En la porción de Toldot, leemos acerca del increíble éxito financiero de Itzjak. “Itzjak sembró en aquella tierra y recogió aquel año cien veces más, pues Hashem lo bendijo. Y el hombre prosperó y continuó creciendo hasta hacerse muy rico”. Rashi sobre este versículo cita el Midrash: La gente en ese entonces solía decir: “¡Mejor el estiércol de las mulas de Itzjak que el oro y la plata de Abimelej (el Rey)!”

En otras palabras, Itzjak era tan rico que incluso sus posesiones más insignificantes parecían superiores a las riquezas del rey.

El Talmud parece ofrecer visiones opuestas sobre la riqueza. Por un lado, “Di-s fue a buscar buenos atributos y no encontró nada mejor que la pobreza”2 Por otro lado, “¡Rabí [Iehuda] ¡olía honrar a la gente rica!”3 Y,  ¿qué les parece esto? : “Rabí Iojanán decía que la Divina Presencia sólo reposa en aquel que es sabio, fuerte, rico y humilde”.4

 

¿Ya te mareaste?

Dejemos por un rato la riqueza de lado y hagamos la misma pregunta en un contexto diferente: El talento ¿es un vicio o una virtud?

Las cualidades de los líderes ¿son un vicio o una virtud?

La sexualidad ¿es un vicio o una virtud? La respuesta a todas estas preguntas es la misma: depende del uso que le des.

La riqueza, al igual que cualquier otro medio, es un potencial.

El potencial no es ni bueno ni malo; es neutral e incoloro. El usuario le da significado y color. Nosotros sacamos al potencial de lo neutral y decidimos si nos llevará hacia adelante o nos llevará marcha atrás en reversa.

Un artista puede usar el talento que Di-s le dio para inspirar a otros creando arte que honre la virtud o bien degradarlo al honrar el vicio. Un cantante puede cantar letras de honestidad y concientización o puede vociferar sobre el falso amor y aspiraciones patéticas.

La elección sobre qué hacer con el potencial es nuestra y sólo nuestra. 

Los patriarcas veían a la riqueza como un medio y no como un fin. Tener una cuenta abultada en algún banco suizo no era su definición de riqueza.

El dinero era un instrumento de cambio. Con dinero podían dar caridad, ofrecer dignidad al crear puestos de trabajo, recibir invitados, criar una familia cómodamente, hacer mitzvot con grandeza, comprar regalos hermosos para sus seres queridos y ofrecerles a los hijos una cierta ventaja para su propia estabilidad económica.

Entonces, si la riqueza tiene tanto potencial para la grandeza, ¿por qué dice el Talmud que “la pobreza es un buen atributo”? Maharsha explica que, así como otras formas de sufrimiento, la pobreza puede limpiarnos del pecado.5 En otras palabras, la pobreza no es un bien en sí mismo; sino que sólo sirve con el propósito de expiar. 

Si la estabilidad financiera e incluso la riqueza eran una bendición en las generaciones pasadas, entonces cuánto más en nuestros tiempos de abundancia. A pesar de que podemos idealizar aquellas épocas más simples donde los pueblerinos pobres podían vivir en chozas básicas y sobrevivir con un poco de pan negro y agua de pozo, en los tiempos modernos necesitamos casas, electricidad, variedad de comida, obra social, a veces un auto, etc. El dinero tiene la habilidad de ofrecernos serenidad y tranquilidad mental.

Hoy en día, la pobreza no debería ser una aspiración. 

Permítanme citar una pequeña selección de un discurso increíble que dio el Rebe de Lubavitch en febrero de 1992:

El judío es rico en esencia; y su riqueza espiritual propia debería reflejarse en riqueza material real. Si esto no es evidente, es sólo porque Di-s quiere que el judío revele esta riqueza a través del esfuerzo, que transforme la oscuridad del mundo en luz. Consecuentemente, esto traerá una abundancia de bendición Divina al mundo. 

Lo mencionado con anterioridad es particularmente cierto en esta época, cuando el pueblo judío ha completado todas las tareas espirituales que le fueron otorgadas y todo lo que queda es aceptar realmente al Mashiaj. En este momento, cada uno y uno de los miembros de esta generación, la última generación del exilio y la primera generación de la Redención, seguramente son merecedores de riqueza material abundante.

Esto nos lleva a una consigna básipca: cada judío debe tratar de obtener riqueza, riqueza espiritual como dijeron nuestros sabios: “No hay otro concepto de riqueza más que el conocimiento” y también riqueza material propiamente dicha. La última, como explica Rambam, le permite a uno dedicarse al estudio de la Torá y a la observancia de las mitzvot de una forma más completa. De la misma manera, uno va a poder donar de forma más generosa para caridad, incluida la caridad que se da para la construcción de sinagogas y casas de estudio. 

Me acuerdo que la primera vez que me mostraron este discurso fue muy perturbador para mí. Vivir cómodamente fue siempre mi sueño y rezaba por ello; pero, ¿riqueza? La riqueza era un dolor de cabeza, un callejón sin salida hacia el materialismo y el vicio.  

No, dicen los fundadores de nuestra fe. No, dice el Rebe. La riqueza ofrece un potencial tremendo para hacer el bien. ¿Por qué negarse a una oportunidad para crecer y lograr un impacto positivo? ¿Acaso le diríamos que no a un talento que Di-s nos dio?

Por supuesto, no todos estamos destinados a la riqueza. (En mi caso, entrar al rabinato no fue exactamente el camino hacia la abundancia) Y de ninguna manera estamos diciendo que aquellos que no fuimos bendecidos con riqueza económica tenemos menos habilidad de lograr un impacto positivo. Todos tenemos la capacidad de completar nuestra misión personal.  La riqueza es sólo una herramienta. 

Que todos podamos usar las habilidades que Di-s nos dio para su verdadero propósito: ¡hacer un mundo hermoso para Di-s! 

Por Levi Avtzon extraído de Chabad.org 

 

1. Génesis 26:12.

2. Jagigá 9b.

3. Eruvin 86a.

4. Nedarim 38a. Drashot HaRaN ensayo #5 ofrece un ensayo extenso para explicar su declaración de forma literal (no como Maimónides que interpreta “riqueza” en un sentido no literal). Explica que las personas sólo toman en cuenta a alguien pudiente y que un profeta necesita que la gente lo escuche y, por lo tanto, debe ser rico.

5. Ad loc.

El Rabino de Nelson Mandela

En septiembre de 2007 estaba en Monte Carlo para la boda de un amigo.

El Shabat por la mañana oramos en la sinagoga local y luego caminamos hasta el cercano Hotel de Paris. Al entrar al vestíbulo, me sorprendió la fuerte presencia de seguridad. Pronto supe que el legendario ex presidente sudafricano Nelson Mandela estaba alojado en el hotel. Me enteré que estaba reunido en una de las señoriales salas del piso del vestíbulo que yo estaba atravesando.

Instintivamente quise conocer al icónico hombre de Estado. La pequeña posibilidad de acceder a reunirme Mandela no me impidió preguntar al guardia de seguridad en la puerta si podía pasar para bendecir al ex presidente. Justo en ese momento, un segundo miembro del equipo de seguridad se acercó y me preguntó qué quería. El primer guardia explicó que yo era un rabino que quería bendecir a Madiba en el santo día de Shabat. Estuvieron de acuerdo en dejarme ir a saludarlo.

Mientras me acercaba al ex presidente, éste levantó la vista y sonrió. Yo estaba vestido con el atuendo completo de Jabad para Shabat, levita negra, sombrero de fieltro negro, y mi Talit (manto para el rezo) blanco y negro cubría mis hombros.

Después de haber sido presentados, Mandela me invitó a sentarme a su lado. Me pidió que lo bendiga y mencionó que estaba emocionado porque lo había bendecido en el día de reposo. El Presidente Mandela también me dijo lo mucho que apreciaba cuando “su rabino” Rabi Cyril Harris, lo bendijo en su país.

Mirando a través del gran hombre, que había sufrido durante décadas, luchó por la libertad, y logró unir una nación fragmentada, me sentí obligado a hacer una pregunta. ¿Alguna vez había comparado su historia a la de Iosef, el personaje bíblico?

Sin pausa, Mandela respondió que sentía una fuerte afinidad con Iosef. Este había sido encarcelado de por vida, sin embargo, encontró la fuerza en su perspectiva positiva y finalmente surgió para dirigir una nación. Con los ojos brillantes, Mandela se rió en voz alta: “¡Pero pasé muchos años más en la cárcel de lo que Iosef lo hizo!”

Entonces le pregunté: “¿Es en honor a la túnica de colores de Iosef que usted viste siempre camisas coloridas, su marca registrada Madiba?”

“No”, respondió: “Visto estas camisas para representar a mi pueblo y su lucha y para representar las hermosas y diversas culturas y tradiciones de África” Tiernamente tocó el continente africano bordado en la camisa negra de seda hecha a medida.

Charlamos con facilidad. Comentó sobre cómo yo estaba vestido y dijo: “Al verte vestido así me recordó esa visita del sábado a la sinagoga unos pocos días después de ser elegido presidente”. En el primer Shabat después de ganar las elecciones, allá por mayo de 1994, visitó la sinagoga más grande de Sudáfrica, en Ciudad del Cabo. “Su rabino” Rabbi Harris le había invitado a asistir a los servicios de la mañana.

Mandela recordó cómo se había dirigido a la multitud reunida y haciendo un llamamiento a la comunidad judía local para implorar a sus familiares que habían emigrado a regresar a su casa para ayudar a reconstruir una nueva Sudáfrica democrática”. También aseguró a la comunidad judía local a no tener miedo

de un Gobierno de unidad nacional y prometió que “juntos lo vamos a lograr” Luego recordó: “Cuando regresé al automóvil, mi conductor me dio un regalo de una mujer que habían asistido a la sinagoga esa mañana. Era una hermosa camisa de color negro, con un diseño colorido con peces de oro bordados en ella. Elegí usar esa camisa para la apertura del Parlamento de nuestro nuevo gobierno democrático.

“Después de vestir esa camisa, esta misma mujer (la diseñadora sudafricana Desré Buirski) continuó enviándome camisas. Nos convertimos en buenos amigos, y ella ha diseñado cientos de camisas para mí. Estas me ayudan a llevar mi mensaje en todo el mundo”.

Él sonrió y añadió: “Y todo porque fui a la sinagoga un sábado por la mañana”

Me puse de pie y le di las gracias por la generosidad de su tiempo y el honor de conocerlo. Antes de salir, el Sr. Mandela elogió el aspecto tradicional de mi vestimenta jasídica. “Estoy feliz de verte vestido de esta manera, siempre debes estar orgulloso de llevar la ropa de la fe judía como una marca de honor”, dijo.

Al estrechar su mano, me dijo, “Recuerda joven rabino, cuando vistes tu atuendo real, representas lo que simboliza la Biblia: Todos los seres humanos son hijos de Di-s, creados a imagen de Di-s, independientemente de su origen étnico, color o la fe”